La expedición Tungsteno nuevamente había comenzado. Necesitaban ese increíble mineral para seguir construyendo las maquinarias infernales, pero esta vez el equipo de trabajo había cambiado ligeramente: Senku, Chrome y Kohaku eran los encargados otra vez. No era por desconfiar de Magma, sino que la propia Kohaku solicitó acompañarlos con mucha decisión. Ni ella misma sabía por qué había insistido tanto, siendo que no le interesaban para nada los pedruscos, pero últimamente algo había cambiado en ella y no sabía explicarlo. Sentía que necesitaba estar cerca de Senku mucho más que antes. Quizás su breve petrificación le había hecho ver las cosas de otra forma, pero había algo además de agradecimiento para con el científico que no lograba descifrar. Cuestión que nadie quiso contradecirla cuando tan vehementemente dijo que ella debía ir, ya que era un miembro del grupo "fuerza de gorila" (mal que le pese ese horrible apodo).

Unas horas después, a mitad del trayecto, habían decidido acortar el camino pasando por una colina, y la rubia amazona les indicó que esperaran así ella iba a reconocer el terreno primero, para ver si desde la parte más alta podía localizar la cueva con su vista 11.0. Mientras subía, seguía pensando si esa necesidad de proximidad con el científico era solo suya… o si a él le pasaba lo mismo. En realidad, Senku actuaba igual que siempre, tan utilitario y mandón, frío y lógico…no. Podía ser que actuara así, pero siempre sus objetivos y sus acciones eran para mejorar la vida de todos, siempre cuidaba a los más débiles, y se deslomaba por inventar cosas que facilitaran el trabajo de los demás. Sin proponérselo, era un gran jefe de aldea. ¿Y con ella? Bueno, siempre habían sido buenos amigos y compañeros y confiaba en ella más que en nadie, pero a pesar de que todo parecía igual, ella notaba que las miradas de él eran más amables y cálidas, y que antes de que ella misma se considerara agotada físicamente, él estaba ahí para decirle que descanse o acercarle algo refrescante.

Cuando llegó a la cima, se concentró y logró visualizar lo que parecía la entrada de una cueva. Contenta por su rápido descubrimiento, se apuró a bajar para acercarse a sus amigos, mientras seguía pensando y recordando buenos momentos con el peliverde. Tan ensimismada estaba que no vio una piedra grande en el medio de su camino y se tropezó. Normalmente no hubiera sido un problema acomodarse por sus reflejos, pero era tanta la sorpresa y su mente estaba tan desconcentrada, que la torpeza pudo más y no se pudo acomodar en el aire.

- ¡KOHAKU!

Sin pensarlo dos veces, Senku corrió y se lanzó adelante para atajarla en su impresionante caída. Consiguió agarrarla de la cintura, pero el impulso con el que ella caía fue tan grande que lo hizo perder el equilibrio también y cayeron rodando hacia abajo. La cubrió como pudo, recibiendo él los golpes más duros, hasta que llegaron a la base. Cuando se quedaron quietos, ella abrió los ojos y se levantó rápidamente al escuchar a Senku gemir de dolor, y con dificultades para respirar. Tenía cortes y raspones en la mejilla, y también en la parte de sus brazos y piernas que su ropa no cubría…no quería ni pensar cómo estaba debajo de la ropa, los pedruscos no podían amortiguarse con un simple cuero.

- Senku… ¡Senku, lo lamento tanto! ¿Estás bien? – Le agarró la mano, y quiso ayudarlo a levantarse, pero al escucharlo dar un jadeo de dolor se quedó inmóvil.

- No….no me muevas. Maldición, creo que.. me quebré una costilla. Siempre supe que mi suerte es pésima, esto lo confirma. Pero no creo haberme perforado un pulmón, así que no es grave.

- Es mi culpa, perdón…si hubiera estado más atenta esto no habría pasado.

- ¿Estás bien entonces? –preguntó con una débil sonrisa.

- ¿Me estás preguntando si YO estoy bien, de verdad?

- Bueno, si después de toda esta paliza ni siquiera te hubiera protegido bien, sería de lo más desafortunado.

El corazón de Kohaku se saltó un par de latidos al oír eso. Él la quiso proteger, a ella, a sabiendas que ella era mucho más habilidosa y fuerte que él. Hubo algo en su estómago que se enredó, y sintió un calor que la atravesó internamente. Senku había cerrado los ojos y ahora respiraba más tranquilo, pero al abrirlos la vio completamente sonrojada, y con una mirada sospechosa pero para alivianar el clima de preocupación, decidió hacerle una broma.

- ¿Qué te pasa leona? ¿Por qué la timidez? Espero que no estés pensando cosas ilógicas.

Pensaba retrucarle, esas contestaciones tan frías le molestaban muchísimo, pero puso todo ese enojo a un costado, y dándose cuenta que Senku lo hizo para evitar un momento incómodo y que se había preocupado realmente por ella, lo miró con una mezcla de determinación y dulzura antes de decirle:

- Estoy pensando lo agradecida que estoy por tu preocupación, pero ahora va a ser mi turno de protegerte y cuidarte hasta que te recuperes. Estaré totalmente dedicada a ti.

No sabía si fue lo que ella dijo tan inesperadamente, o algo que todavía fallaba en su respiración, pero Senku se atragantó y no pudo aguantarle la mirada. "Demonios, es diez billones por ciento de seguro que ahora soy yo el que tiene la cara roja. ¿Cómo puede decir cosas así como si nada?... ¿y por qué me afectó tanto?" el científico rumiaba para sus adentros, mirando al piso. Lo único que lo sacó de sus pensamientos fue escuchar la voz de Chrome:

- Vamos Kohaku, hagamos algo que nos pueda servir para trasladar a Senku sin forzarlo a moverse. Con unos troncos y un poco de cuerda, podemos armar algo.

- Y así surge la necesidad y el invento de la camilla médica –se rió secamente el peliverde- parece que la expedición se termina aquí.

Media hora después, ya tenían armada la improvisada camilla, y entre Chrome y Kohaku lo subieron a Senku y lo cargaron, haciendo el camino de vuelta a la aldea. Todos allí se preocuparon al verlos volver tan rápidamente, y corrieron al puente cuando vieron que el jefe estaba postrado en la camilla, y temieron lo peor. Pero cuando les explicaron lo sucedido, una ola de alivio los recorrió, y empezaban a debatir quién podía tratarlo y encargarse de su curación.

- Yo lo haré –dijo Kohaku con firmeza- Se lo prometí a Senku… por mi culpa, por una tontería, pasó esto, así que él se viene a mi choza, yo sola cuidaré de él, más allá de solicitarles hierbas y ungüentos sanadores.

Nadie la contradijo, y la vieron seguir el camino junto a Chrome, dirigiéndose efectivamente a su pequeña choza. Apenas lo acomodaron en un colchón de paja más cómodamente, Chrome se fue a contarles a los demás lo que había pasado, como excusa para dejarlos tranquilos un momento.

- Vaya actuación leona, sigue así y van a tomarte a ti por jefa de la aldea, aunque realmente te lo merecerías –le dijo el joven con sarcasmo.

- ¿Actuación? No me subestimes, ni pienses que soy una mujer falsa. Te dije que te cuidaría, y eso voy a hacer –su mirada aguamarina era muy determinada, casi fiera.

- No es necesario, dame unas horas y ya me podré levantar y OYE ¿QUÉ VAS A-?- la había visto acercarse, pero no había visto el cuchillo que llevaba en la mano y lo acercaba a su pecho. Matarlo no era una forma de cuidarlo, que supiera. Pero lo que el filoso cuchillo cortó no fue su piel, sino su ropa. – HEY, ESTA PRENDA LA HICE CON MUCHA DIFICULTAD Y CUIDADO, POR QUÉ DEMONIOS…

Una mano se apoyó sobre su boca y lo silenció, al tiempo que la cara de la rubia se acercaba a su oreja y le susurraba

- Cállate. Estás malherido, y si gritas te va a doler más. Te la corté para verte las heridas sin moverte demasiado, si tanto te preocupa tu maldita ropa le podemos pedir a Yuzuriha que te la arregle o te haga otra de recambio. Sólo te corté la mitad superior.

Dicho esto, ella procedió a recorrerle el pecho con sus cálidas manos, revisando todos los hematomas y los cortes que tenía. Sí, sobre el lado derecho, se veía una fea magulladura violeta sobre un par de costillas. Lo notaba tenso al tacto, ¿tanto le podía doler un ligero roce? Está bien que era flaco y no destacaba en fuerza, pero eso era demasiado. Sólo pensar que le hizo tanto daño (irónicamente por haber estado pensando en él) la angustió enormemente. Tampoco era una herida de vida o muerte, pero la idea de haberlo lastimado así era intolerable. Una sola lágrima que no pudo contener a tiempo le cayó sobre el pecho de él.

Dado que eran días de verano, incluso una sola gota fresca era notoria. Y al sentirlo y recordar que no podía ser una gotera porque era un día despejado, la miró a Kohaku, y se quedó muy sorprendido y con las cejas en alto, la respiración se le había cortado por otro motivo que la herida. En realidad, eran dos motivos, ya que tampoco podía manejar la sensación de que ella lo estuviera tocando con tanta delicadeza y cuidado, y era un toque casi íntimo…sus manos se sentían tan bien, que si no estuviera así, estaba empezando a tener otro tipo de pensamientos. Pero intentó usar un tono de voz burlón para calmarla, y sacarse esas ideas tan poco lógicas y complicadas de la cabeza.

- Vamos leona, no seas escandalosa, ni que fuera tan grave. No llores por mí todavía, que tengo mucho por delante.

- Quizás no sea para tanto, pero el hecho de pensar que te lastimé, cuando lo que más quiero es protegerte y estar a tu lado me…- cuando se dio cuenta lo que estaba diciendo, se tapó la boca con las manos, aunque su expresión era muy evidente igual con los ojos abiertos y un profundo sonrojo que la invadió. Y por un momento, Senku puso la misma cara que ella ante esa inesperada confesión.

- P-perdona, no sé lo que estaba pensando, se me escapó. Quise decir que como tu fuerte no es lo físico y sí el mío, en-entonces estar cerca de ti para luchar, y ser útil y…

No pudo decir nada más, porque de pronto sintió que Senku la agarró por detrás de la cabeza con delicadeza, y la atrajo hacia sí hasta que las suaves y cálidas mejillas de ella tocaron su pecho, más precisamente justo encima de su corazón, que estaba tan acelerado que más que latidos se sentían como martillazos rápidos. Kohaku no sabía qué hacer, no entendía por qué él había hecho eso, pero las acciones pesan más que las palabras, y evidentemente él le estaba demostrado lo mucho que le habían afectado sus palabras.

- Kohaku –no la llamó por su apodo burlón, sino por su nombre, y con una suavidad inusual en él, creando un clima completamente distinto al que se proponía anteriormente- no pongas excusas, no es tu estilo. Es molesto reconocerlo, pero…se sintió bien lo que dijiste. También eres muy importante para mí…lograste que haga algo tan ilógico como no pensar en mi seguridad, sino sólo en la tuya –la miró y rió por lo bajo- eres la única hasta el día de hoy que lo logra, te lo aseguro diez billones de veces.

- Senku…yo…

- Shhh, cállate. Sólo cállate.

Ahora Kohaku estaba a punto de llorar otra vez, pero no de tristeza sino de emoción. ¿De verdad su amigo había dicho todo eso? ¿No era sólo un sentimiento unilateral? No quería pensar de más, pero de ese comentario entendió que, por un momento, había sido lo más importante de la vida de él…algo así. ¿Podría ser que tuviera realmente sentimientos por ella más allá de su amistad? Su cabeza era una madeja de pensamientos y preguntas, pero sólo para confirmar un poco si estaba algo equivocada, decidió estirar una mano para apoyarla sobre la de él tímidamente. Y lo que le volcó el corazón fue la sensación cálida de que él había movido, no para alejarse, sino para entrelazar sus dedos con los de ella. Hizo todo lo que pudo para controlar el ardor en sus ojos y no llorar, no quería arruinar el momento, pero sus manos encajaban como si hubieran sido hechas una para la otra, perfectamente acomodadas. No había duda alguna ahora de los sentimientos correspondidos de ambos, la única pregunta sería cómo seguiría eso.

Continuará...

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