Disclaimer: Los personajes del anime de Naruto no son de mi propiedad sino de su respectivo creador, el mangaka Masashi Kishimoto, ya que de ser mío hubiera tenido un final muy diferente. Solo los utilizo para adaptarlos a la historia de Abby Green, Amante en Dublín. La pareja principal es Sasuhina, sus personalidades pueden estar alteradas ya que se trata de una adaptación de la obra de otro escritor, que nada tiene que ver con Naruto. Sino te gusta no lo leas, todo lo hago sin fines de lucro y por amor al Sasuhina así que si no eres fan de esta pareja ¿Qué haces aquí? Solo quiero mostrar los libros que me gustaron a través de esta gran pareja que se robó mi corazón desde que la primera vez que leí sobre ella.
CAPÍTULO 12
Y las mercancías almacenadas se dispararon y no supieron cómo manejar las consecuencias... Sasuke desconectó de la conversación. Su mente no se centraba y el peso en el pecho amenazaba con hacerlo colapsar. Todo lo que veía, en todo lo que pensaba era en Hinata. Las mujeres de Londres le parecían vacías, sin sentido. Se quedaba frío cuando lo miraban.
A veces sentía pánico al pensar que nunca llegaría a saber qué se ocultaba detrás de aquellos profundos ojos perlas, que nunca los volvería a ver, que nunca más se despertaría a su lado... Pero seguía preguntándose cómo podía sentir algo así por alguien que había hecho... lo que ella, por alguien que era evidente no sentía lo mismo que él.
—Hyuga...
—¿Qué? —preguntó cortante, y su atención se centró en un hombre que lo miraba expectante.
—Hyuga. No quiero hablar mal de un muerto, pero era una de las piezas más desagradables del engranaje; la única lástima es que no viva para verte controlar todo. Hubiera sido un gran golpe.
Sasuke sonrió tenso. Nunca había deseado que Hyuga acabase así, no importaba la clase de hombre que fuera, pero antes de que pudiera cortar a su socio, éste continuó.
—Ahora que está muerto y no puede mantener las bocas cerradas, la verdad ha salido a la luz. ¿Has oído...? —Spencer, de verdad que no tengo ningún interés...
Pero no hizo caso, se le cayó parte de lo que estaba tomando debido a su estado de embriaguez.
—Aparentemente el tipo tenía amantes en cada ciudad y era un canalla violento...
—Sasuke había empezado a marcharse, pero se detuvo—. Tuvo aterrorizada a su pobre mujer durante años. Alguna vez llamó a la policía, pero, claro, todo se silenció... soltaba dinero para mantener las bocas cerradas. ¿No tenía también una hija? Creo que se dice que ella era la que llamaba a la poli... no la conozco, pero creo que es una sirenita...
Sasuke puso el otro hombre contra la pared haciendo que se le cayera la bebida.
—¿Qué has dicho...?
—Uchiha, ¿qué demonios te pasa? —rugió.
Sasuke lo soltó y salió a grandes zancadas de la habitación, entre la gente que lo miraba en silencio, sorprendida.
Sasuke se había dado cuenta de que había cometido el mayor error de su vida y no podía controlar la oleada de pánico que se estaba levantando dentro de él.
«No es posible. Me lo debería haber contado... ¿Por qué no me dijo nada?».
Se quedó de pie en las escaleras. Los dos últimos meses pasaron por su mente como una mala película de terror. Todas las claves habían estado ahí, tan evidentes... y él las había ignorado. ¿Cómo había podido ser tan imbécil, tan ciego?
Las palabras de Hinata volvieron a su cabeza: «No quiero volver a verte jamás».
Se le formaron unas arrugas de dolor que convirtieron su rostro en una máscara de angustia mientras buscaba en el bolsillo las llaves del coche y despegaba como si lo persiguiera la muerte.
Hinata permanecía de pie al borde del mar mirando cómo la espuma iba y venía dejando la marca de las huellas de sus pies. Sintió ganas de sumergirse en el agua para no tener que sentir ni pensar nunca más. Volvió en sí y salió de la zona de alcance de las olas.
Miró a su alrededor. Una enorme playa con hectáreas de arena rodeada de verdes acantilados. No había nadie, las tormentas de verano habían ahuyentado a la gente. Vio una figura en la distancia, cerca de la pequeña casa de campo que había alquilado para pasar unos días. La bendita paz se acabaría pronto.
Miró al mar y respiró hondo. Era libre. Realmente libre por primera vez en su vida. Entonces, ¿por qué se sentía como si siguiera en prisión? Porque era su corazón lo que estaba preso, no ella. Y tendría que aprender a vivir con ello. Con el tiempo el dolor se mitigaría...
Se dio la vuelta y caminó por donde había venido, las manos en los bolsillos. La figura de la distancia seguía allí. Caminó un poco más y se dio cuenta de que la figura era un hombre. Un hombre alto. Con el pelo oscuro. En camiseta y vaqueros.
Su corazón empezó a latir acelerado. ¿Era el Diablo que mandaba a alguien parecido para ponerla a prueba? Se acercó más y más... Más detalles: pelo oscuro, una frente despejada, an-chos hombros. Estaba mirando al mar y entonces se dio la vuelta. Hinata se detuvo. Se le subió la sangre a la cabeza, le latían los oídos. No podía ser.
Pero era. Sasuke a sólo unos metros. Iba hacia ella. Eso la puso en marcha: se dirigió en diagonal a la casita evitando el camino por el que venía él. Pudo ver por el rabillo del ojo que Sasuke también cambiaba su recorrido. No podía pensar. No podía sentir.
—Hinata.
Ignoró su llamada. Aceleró el paso.
—Hinata —estaba mucho más cerca.
Ella empezó a correr, pero entonces la agarró y le dio la vuelta. Levantó la vista.
Las piedras y caracolas que había estado recogiendo se le cayeron a la arena.
—Hinata, por favor, no huyas de mí, tenemos que hablar.
Ella se echó a reír.
—¿Hablar? Sasuke, te dije que no quería volver a verte jamás y menos ahora —se soltó y siguió andando.
—Hinata, por favor —estaba justo detrás de ella—. Una vez viniste y me rogaste que te escuchara cinco minutos. Eso es lo que te estoy pidiendo yo ahora. Por favor.
Ella se detuvo y tuvo que cerrar los ojos para apartar los recuerdos. Aquello la mataría.
—Cinco minutos.
Entró en la casa por la puerta de atrás sin preocuparse de mantenerla abierta para él.
En la pequeña cocina se dio la vuelta para colocarse de cara a él y se cruzó de brazos. A Sasuke le pareció que estaba más guapa que nunca. También más distante.
—Bueno, el reloj corre.
—Hinata... lo siento...
—Sentirlo. ¿Por qué demonios tienes que disculparte, Sasuke? Tengo lo que quería y tú tienes lo que querías... —dijo mirándolo horrorizada.
—No te tuve, Hinata, realmente no. Y todavía me gustas.
Ella frunció el ceño sintiéndose de pronto ligeramente desorientada, queriendo saber pero no queriendo preguntar.
—Sasuke...
—Lo sé, lo sé... el tiempo. Dios, es difícil.
Hinata sentía el corazón latir desbocado y apretó los brazos como para contenerlo.
—Creía que sabía lo que había pasado... aquella noche hace ocho meses. Alguien dijo algo en Londres y de pronto todo encajó...
Hinata sintió miedo.
—¿Fuiste a ver a mi madre para averiguar dónde estaba? —él asintió—. ¿Le has dicho algo a ella...? —el pecho le subía y bajaba por la agitación—. ¿Lo has hecho...?
Sasuke levantó una mano y dio un paso hacia ella. Hinata se apartó.
—¡No! Hinata, no. Podía haberle preguntado pero no me hacía falta. Ya lo sé. Sólo quería escuchártelo decir a ti.
—¿Sabes qué? El tiempo corre...
—Hace ocho meses me sedujiste en contra de tu voluntad, ¿verdad?
La habitación giró durante un segundo y Hinata pensó que se iba a caer al suelo.
—No seas ridículo —dijo vagamente.
Pero Sasuke se había fijado en su reacción y eso provocó un estallido de júbilo en su pecho, aunque quizá ella nunca había sentido nada por él, sólo deseo.
—Tu padrastro vio la atracción que había entre los dos y decidió aprovecharla, ¿verdad? —ella negó con la cabeza sin fuerza—. Te obligó a flirtear conmigo... a mostrar interés... a venir al hotel vestida como una...
—¡Para! —su mente discurría a toda velocidad; él todavía no se había dado cuenta de todo, su corazón estaba a salvo. Dejó caer los brazos—. ¿Cómo... cómo sabes todo eso?
—Sólo por algo que dijo alguien. No me hizo falta escuchar nada más... lo supe inmediatamente. No puedo creer que no me diera cuenta antes... estaba ciego.
Intentó pensar qué decirle para que se quedara contento y siguiera su camino.
—Me amenazó con algo... demasiado grande para enfrentarme a ello yo sola.
—¿Tu madre?
—¿Cómo...? —dijo sin aire.
—Tenéis un vínculo más fuerte que nada que haya visto. Y tú reaccionas como una madre osa con sus cachorros cada vez que se la menciona... además, ella es demasiado feliz para ser una viuda reciente a la que no han dejado nada —suavizó la voz—. Hinata, he oído que... era violento... ¿Alguna vez...?
—A mí nunca. A menos que me interpusiera —dijo amargamente—. Siempre a mi madre, y yo nunca pude protegerla. Nada podía. Ni siquiera la policía. Era demasiado poderoso.
—Esa cicatriz... en el muslo...
Hinata se quedó blanca.
—Un día que me interpuse... cuando él... cuando traté de... me apartó de su camino y me tiró encima de la tabla de planchar, así que la plancha... —la furia lo atravesaba, abrió la boca pero Hinata ya había tenido bastante, levantó una mano y siguió—. Por favor, Sasuke, ahora ya lo sabes. Gracias por devolvernos la casa y pagar las deudas con Hacienda... Me lo dijo mi madre. No tenías por qué hacerlo...
—Por supuesto que sí. Fue por mi culpa que tu madre acabara en esa situación, era lo menos que podía hacer.
—Lo siento, te engañé hace ocho meses, pero ya se acabó. Por favor, vete.
Por un instante se empezó a dar la vuelta como si se fuera a ir. Hinata aguantó la respiración, un gran vacío ocupaba su cuerpo, pero entonces él volvió. Ella estaba clavada en el sitio.
—No, Hinata, no me iré. Porque quiero saber por qué una vez muerto Hyuga no te defendiste.
—¿Me hubieras creído?
—A lo mejor al principio no —concedió él—, pero no te hubiera costado mucho convencerme. No soy tan ogro y nunca me hubiera quedado con la casa si lo hubiera sabido.
—Lo sé... —dijo ella con tranquilidad.
—Entonces... ¿por qué?
La verdad era que no se le había ocurrido. Lo principal era su autoprotección, pero ¿no había elegido el camino más destructivo?
—Porque pensé que no me creerías... —sonó demasiado débil incluso para ella.
—Así que me permitiste utilizarte, tomarte como amante, dejarme que te hiciera el amor casi todas las noches... hacer que te comportaras de modo totalmente contrario a como eras en realidad...
—Pero sí era... —respiró sin darse cuenta de que se estaba delatando de forma espectacular.
Sasuke se sintió triunfador. Levantó una ceja.
—Entonces, ¿por qué te dejaste todo en mi casa? La ropa, las joyas, el coche...
—Porque no eran míos.
—Exacto —la miró—. Cualquier otra mujer se hubiera llevado todo y más, créeme.
Sintió que la estaba acorralando, su voz sonó más desagradable:
—Mira, Sasuke, ¿qué quieres? No puedo decirte nada más...
—Apuesto a que has hecho todo lo posible para mantener la frente alta... ¿La universidad? Te la pagaste tú y nunca aceptaste un penique de Hyuga, ¿verdad? Seguramente vivías en una pocilga llena de ratones por no aceptar su dinero.
¿Amantes? Sé que no eras virgen, pero tampoco estabas lejos de serlo, Hinata.
Era implacable, inamovible. Hinata sabía que sólo habría una cosa que haría que se fuera, pero sería algo que la mataría. Aunque si así se libraba de él... No tenía elección. Antes de que averiguara la completa verdad, si al menos podía salvaguardar eso... Cuadró los hombros.
—En realidad eran cucarachas, y si quieres la verdad —sacudió la cabeza—, aquí la tienes. La verdad es que tuve un amante antes de conocerte, en la universidad. Y no sabía lo que Hamura planeaba hasta... hasta... —no podía hacerlo.
La tranquilidad invadió a Sasuke. Se acercó más y Hinata pudo notar el calor de su cuerpo. Tenía que irse... ya. Tenía que ser fuerte.
—Ese día.
—¿El día de la cita? —preguntó cortante. Demasiado cortante.
Hinata se dio la vuelta y se envolvió en sus propios brazos.
—Sí, maldita sea, ¡Sí! —se volvió de nuevo—. ¡Allí! ¿Ya estás contento? No lo supe hasta ese día, si no está completamente claro, te lo deletreo. Estaba encaprichada contigo, muy encaprichada. Creía que tú a lo mejor sentías algo semejante por mí y como una estúpida pensé que querrías quedar conmigo, conocerme.
—Hinata...
—No te atrevas a sentir pena por mí. No me hace falta tu pena. Era un capricho, eso es todo. Deseo. Hamura me siguió a Oxford Street y me hizo comprarme ese vestido —sintió un escalofrío de repulsión— y me dijo lo que le haría a mi madre si no colaboraba. No tenía elección —miró al infinito—, pero entonces... justo cuando...
—No pudiste seguir.
Sintió un estremecimiento cuando lo miró y vio que él la miraba no con lástima sino con algo más que le disparó los latidos del corazón. Se acercó más, demasiado, y sólo en ese momento se dio cuenta de que una lágrima le corría por la mejilla. Ni siquiera se habíadado cuenta de que estaba llorando. Él tendió una mano y ella se apartó de un salto.
—Te has ocupado de ella durante mucho tiempo. Viniste a Dublín para escapar, ¿verdad?
¿Por qué tenía que preguntarlo tan dulcemente, como si de verdad le importara?
Ella asintió despacio. Sasuke volvió a tender la mano para secarle las lágrimas pero esa vez ella no pudo apartarse. Sentirlo fue demasiado, se le escapó un sollozo. Sasuke redujo la distancia y la abrazó durante un largo rato, hasta que dejó de sollozar. Trató de soltarse pero él no le dejó.
—Sasuke... suéltame, ya estoy bien.
—No puedo soltarte.
—¿Qué? —preguntó ella levantando la vista.
—No puedo soltarte... Me despertaré y comprobaré que todo ha sido un sueño y entonces no volveré a verte jamás.
—Pero... ya puedes irte. No quieres volverme a ver.
—No, tú no quieres volverme a ver.
Hinata sacudió la cabeza, no podía ser.
—Sasuke, deja de confundirme. Suéltame —trató de separarse con algo de desesperación. No pudo.
—Sólo dime una cosa, Hinata... ¿De verdad fui sólo un capricho?
Sintió que él dejaba de respirar. No podía mentir. Sentía que los últimos restos de sus defensas se desmoronaban. Negó con la cabeza despacio.
—Entonces —dijo con esperanza—, si no fue sólo un capricho... ¿fue algo más?
Se sentía como si no tuviera huesos. Todo lo que existía eran aquellos ojos hipnotizadores. Volvió a asentir apenas consciente de lo que estaba diciendo, sólo consciente de que quería que Sasuke la tuviera entre sus brazos. Para siempre.
—¿Durante los últimos dos meses... y ahora... sigue eso ahí?
Hinata salió del trance y volvió a sentir que le corrían las lágrimas.
—Por favor, Sasuke... no me tomes el pelo... no me hagas decirlo.
Tomó la cara de ella entre las manos.
—No tienes que hacerlo... lo haré yo. Hinata Hyuga, te amo. Te amo tanto que si tú no me dices que también me amas, voy a echar a andar en dirección al Atlántico y no volveré nunca porque mi vida no valdrá la pena.
Sería cierto. ¿Podía confiar? Tenía que confiar.
—Sería una lástima porque yo también te amo... Te he amado desde la primera vez que te vi.
—Hinata —bajó la cabeza y la besó en los labios—. Cuando te vi aquella primera vez... lo sentí tan fuerte... y cuando por casualidad oí que Hyuga te había utilizado... pensé que tú también eras cómplice. Era más fácil verte así que afrontar mis auténticos sentimientos. Lo siento tanto... Cuando trataste de parar y decirme...
Hinata le cubrió la boca con un dedo.
—Era una situación complicada y nos acabábamos de conocer, no tenías ni idea de cómo era...
Le pasó los brazos por detrás del cuello y lo besó urgiéndolo a que la besara más profundamente, con más fuerza. Se separaron y le tocó la cara.
—¿Estás aquí? ¿Eres real?
—Espero que sí porque estoy a punto de arrodillarme y declararme.
—Sasuke —lo miró con la boca abierta.
La tomó de la mano.
—Hinata Hyuga, ¿quieres ser mi esposa? Para que pueda pasar mi vida amándote, cuidándote, protegiéndote...
—Pero... pero si nunca estás en el mismo sitio... tu trabajo...
—Hinata, estoy tan cansado... Estoy harto de vivir bajo la sombra del desastroso matrimonio de mis padres. Estoy cansado de trabajar tanto. Es hora de delegar, quiero asentarme, tener hijos... contigo. Donde estés, quiero estar... en esta casa si puedo comprarla... viviremos aquí, en cualquier sitio, sólo quiero estar contigo.
Nunca pensé que esto pudiera pasarme, pero... —se encogió de hombros— tú eres mi hogar... y deseo tanto volver al hogar...
—Oh, Sasuke, tú también eres mi hogar. Te quiero tanto que duele.
Se miraron intensamente y volvieron a besarse. Después Sasuke se separó de ella y dijo:
—Tengo algo para ti.
Hinata era incapaz de hablar. La tomó de la mano y la sacó al exterior y allí, aparcado delante de la casa, estaba su maltrecho Mini. Exactamente como había estado siempre.
Hinata se tapó la boca con una mano. Con los ojos abiertos de par en par, miró a Sasuke.
—Pero... cómo... quiero decir... era una lata de conservas...
Él sonrió.
—Estuvo a segundos de serlo. Empecé a buscarlo el día que tu madre sembró la duda. Aunque decías que no te importaba, de algún modo supe que...
—Pero eso fue... hace semanas.
Sasuke se encogió de hombros.
—Estaba tratando de ganar la batalla perdida de mantenerte dentro de la cajita en que te había metido, cada vez más sospechaba que las cosas no eran como parecían, pero era más fácil desconfiar de ti que asumir mis propios sentimientos...
—¿Has venido con eso hasta aquí? Por lo menos habrás tardado cinco horas... ese coche no pasa de sesenta...
—No lo sabía y he tardado más de ocho —dijo encogiéndose de hombros.
La llevó a la parte trasera del coche.
—Éste era el plan B en caso de que no quisieras escucharme.
Detrás del coche había un montón de latas atadas al parachoques y un cartel donde se podía leer:
Te quiero, Hinata. Por favor, cásate conmigo.
—Créeme —dijo con sequedad—, es lo único que convenció a tu madre para decirme dónde estabas.
Hinata deslizó un brazo alrededor de la cintura de él y dijo:
—Sí, sí, sí...
Después le dedicó una mirada coqueta y él se relajó de modo visible. Estaba exultante. A lo mejor, por fin, podía sentirse segura... y feliz.
Sasuke se inclinó sobre ella y le murmuró al oído:
—Tenemos mucho de qué hablar, ponernos al día... pero primero ¿por qué no vemos lo de encargar esos niños?
Con un grácil movimiento la tomó en brazos y atravesó con ella el umbral de la diminuta casita levantada al borde de una preciosa playa. Y entraron juntos en una nueva vida.
Notas de la autora: Bien aquí esta otra historia más, espero que les haya gustado tanto como a mí. Gracias por leer.