Chloé Bourgeois estaba radiante. Estaba segura que iba a ser un grandioso día, iba ir de compras, hasta que su vista se topó con esa nube lluviosa que últimamente era Luka.

—¿Tocando deprimentes canciones en la acera? —preguntó con sorna Chloé, mientras masticaba un chicle rosado.

Si, la chica lo había dejado, pero tampoco era para estar en posición fetal, llorando en cada rincón ¡Y por Dios! ¡Menos por Dupain-Cheng!

Luka dejó de tocar y levantó la mirada a la chica que hace segundos le había hecho sombra, suspiró y refutó que no era así.

La rubia rodó los ojos escéptica.

—Aja —dijo no creyéndole—. La panadera no va a volver contigo, esta con Adrinkis muy acaramelados —Hizo un gesto de asco y trató con fuerza no escupir el chicle.

—Yo soy feliz si ella lo es.

Chloé lo miró incrédula.

—¿Que con esos dichos budistas? —expresó—. Eres feliz si tú lo eres, no por alguien más —refutó—. ¡Ya estoy harta de verte así! —Ofreció su mano y le exigió que se pare—. Vamos levántate... das pena ajena.

Él tomó su mano y luego estaban casi a la misma altura.

—¡Lo que necesitas es un nuevo amor! —exclamó con efusividad Chloé al chico melancólico con la guitarra—. No estar llorando por un viejo amor ridículamente fallido.

—No es tan fácil.

—¿Lo haces apropósito? ¡Estoy enfrente de ti! —Mordió el chicle con fuerza—. Agh, eres imposible, absolutamente, imposible.

Dejó escapar aire.

—El amor es como el chicle —dijo Chloé—. Cuando pierde el sabor sólo tomas otro —declaró—. El que estas "masticando" en sentido figurado, ya ha perdido todo el sabor es insípido, absolutamente, insípido. ¡Así que ya escúpelo y toma uno nuevo!

Chloé que ya pensaba que le estaba hablando a una pared, giró su rostro y tratando de que la calma vuelva a su cuerpo, el chicle volvía a ser masticado de forma suave y rítmica. Al poco tiempo iba creando burbujas rosas y haciéndolas reventar.

Luka la miraba, ella estaba en su pose molesta e impaciente con sus brazos cruzados y mirando hacia otra parte, entretanto sus palabras merodeaban en su mente.

—¿Que miras? —preguntó ella hastiada—. ¿Quieres? —Apuntando el chicle que inflaba y volvía a explotar.

Luka no hablo, pero dio a creer que fue un sí, cuando acercando su rostro, pego sus labios con los de Chloé. Ella tenía los ojos bien abiertos, a punto de tragarse el chicle de la impresión.

Fue por impulso, oyó en ella una canción irresistible, deseó seguir escuchándola mas cerca, tomó la cintura de Chloé y la beso. Y cuando lo hizo, supo que lo había anhelado hace tiempo. Sus lenguas comenzaron a entrelazarse en un baile que no pudieron rechazar, la melodía sonando fuertemente en sus cabezas, hasta que la canción abruptamente se apagó al separarse, sus respiraciones eran entrecortadas, jadeaban al compás.

Luka aun sentía el sabor fresa en su boca y al rato se percató del chicle que ahora se encontraba sobre su lengua.

—Tome tu chicle, perdona —dijo Luka. Chloé se sorprendió que eso fuera lo primero que diga, pero hizo caso omiso, estaba demasiado feliz para replicar, sus ojos brillaban.

Estiró sus brazos y los rodeó detrás de su cuello, entretanto una sonrisa sugestiva aparecía en sus labios.

—¿Qué esperas? —cuestionó fijando sus ojos azules en los de él—. Devuélvelo.

Sin aguardar un momento, ella fue quien lo beso.