EPÍLOGO

El paisaje a sus pies nunca dejaba de maravillarla, haciéndola recordar una conversación lejana y placentera.

Sonrió, la hierba y los árboles de las montañas de Fanelia, así como los campos de cultivo de las diferentes comunidades por las que sobrevolaban realmente parecían gemas a la luz del sol de verano, moviéndose como en una danza lenta ante los vientos cálidos.

-¡Mi Señora!

Eries volteó, encontrándose con uno de los guardias pertenecientes a la tripulación de la nave Faneliana en que viajaba.

-¡Lo sé, estamos por llegar!

Ella sonrió y el guardia le devolvió el gesto.

-El capitán pregunta si necesita algo antes de que lleguemos, calcula que estaremos aterrizando en la capital, aproximadamente en unos veinte minutos.

-Estoy bien, gracias, aunque, agradecería que rellenaran la jarra con agua de mi camarote.

-Por supuesto, mi señora, ¡lo que la Embajadora desee!

Ella volteó a mirar de nuevo por aquel ventanal enorme, completamente fascinada, como la primera vez que había hecho ese viaje, tantos años atrás.

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-¡Eries! -Saludó una mujer de cortos cabellos de tono arena, tomada del brazo de un hombre increíblemente parecido a Folken cuyos rasgos se notaban más amables, enmarcados por indomables cabellos negros- ¡Bienvenida de vuelta a Fanelia!

La aludida sonrió, descendiendo despacio de la nave que la había transportado desde su tierra natal, cuidando de no tropezarse con el vestido faneliano en verde esmeralda que usaba, cuyo largo obi gris parecía decidido a interponerse en su camino.

-Le agradezco a sus Majestades por venir a recibirme, la reina y el príncipe de Asturia les mandan sus saludos.

-Sabes que me molesta tanta formalidad -Se quejó el rey, soltando a su esposa y dándole un abrazo rápido-, somos familia, nada de títulos.

Eries dejó escapar una pequeña risa, conteniéndola apenas y comenzando a caminar junto a los dos dirigentes del pequeño reino rural en que se había instalado al menos dieciséis años atrás.

-Hitomi, ¿volviste a recortar tu cabello -Inquirió la recién llegada en un intento por hacer plática conforme avanzaban hacia el carruaje.

-¡Hace demasiado calor! -Se quejó la aludida- no importa cuánto lo intente, no soporto traerlo demasiado largo con este clima.

-El cabello al hombro no es demasiado largo -Comentó Eries en tono divertido.

-Eso mismo le digo yo -Intervino Van esta vez-, pero es tan terca como un dragón.

- ¡OYE…! -Se quejó la reina, provocando que Eries no pudiera contenerse de reír- ustedes en serio son increíbles, ¡especialmente tú, Van! ¡no puedes saber si es demasiado largo o no si nunca lo usas más largo!

-Te recuerdo que ya es bastante difícil para mí mantenerlo presentable en presencia de otros nobles, no pienso someterme a más torturas de las necesarias.

No podía evitar sonreír al escucharlos discutiendo de aquella forma, no podía quitarles la mirada de encima al ver a Van hablando con su esposa tan relajado, divirtiéndose incluso con aquello, haciéndola preguntarse de nuevo si Folken se habría comportado de aquella manera con ella frente a otras personas de haber podido.

-¿Y Ezra? -Preguntó Van luego de un momento.

-Se quedará un poco más en Chezario, ¡ese niño no tiene cabeza para otra cosa que no sea aparatos y trastos raros!

-Ezra ya no es un niño -Comentó Van-, podrías buscarle una esposa si quisieras.

-¡Van, no digas esas cosas!

-¡Pero es cierto!

Sonrió de nuevo, si lo pensaba bien, Van tenía toda la razón, podría comenzar a buscarle una esposa.

-Por fortuna, los bastardos tienen menos presión para apresurarse a buscar esposa, y entre los comunes que no se dedican al comercio, no es necesario que lo obligue a tomar una pronto.

Ambos monarcas se detuvieron en ese momento, Eries volteó, podía notar algo parecido a la pena en el rostro de Hitomi y fastidio en el rostro de Van.

-¡Ezra no es ningún bastardo! ¡no aquí!

-Lo sé Van, muchas gracias.

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La tumba de Folken, con el Esccaflowne resguardando su descanso y las tumbas de sus padres cerca también.

Terminó de leer, cerrando el libro de leyendas fanelianas que había estado en su poder por tanto tiempo, guardándolo en una cartera de cuero gastada y descolorida sin atreverse a levantarse. Eries ajustó su posición sentada, acomodando sus piernas hacia el otro lado y estirándose para recolocar las flores blancas que había puesto sobre la tierra.

-Van dice que Ezra es un hombre, ¿puedes creerlo? Me pregunto qué habrías pensado de eso, ¿recuerdas cuando me dijiste que habrías esperado más para tener esposa si hubieras podido elegir? ¿habrías esperado mucho, Folken querido?

No hubo respuesta.

El aroma del bosque viejo inundaba sus sentidos, verde esmeralda se fundía con otros tonos de verde a su alrededor, los cantos de los pájaros eran un sonido constante de fondo, así como el suave viento paseando lentamente por entre las hojas de los enormes árboles a su alrededor. Aquel era un lugar tan pacífico y vívido, mucho más alegre que el viejo cementerio donde descansaban sus padres.

-Millerna ya ha comenzado a buscar una candidata para su hijo mayor, ¿sabes? Mi pobre Tristán es tan joven, un año más joven que nuestro Ezra… es un alivio que al menos nuestro hijo esté a salvo de todas esas responsabilidades de los nobles, no tiene ningún reino del que preocuparse, no tiene que preocuparse tampoco de lo que dirán de él, es menos que un noble y más que un común… menos aquí, claro.

Aquella zona del bosque era, de hecho, la parte más agradable de todas, fresco en verano, seco durante la temporada de lluvias, un poco más cálido que el resto del bosque durante el invierno por la poca nieve que alcanzaba a colarse, a pesar de que el sol parecía dispuesto a encontrar siempre aquellas tumbas y al melef hispano.

Eries respiró un poco más, cerrando los ojos, imaginando el rostro silencioso del hombre al cual había ido a saludar. No podía evitarlo, luego de tantos años de ir y venir, se le había vuelto costumbre acudir a la tumba apenas llegar de algún viaje.

-Merle me reprochó por no traer a Ezra a rastras a casa, si estuvieras aquí podría preguntarte que le ven las mujeres gato a los ryuujin, ¡hay una en Chezario que no deja de perseguirlo de un lado a otro, como si se tratara de…! bueno… tú sabes a lo que me refiero.

Sonrió con melancolía, poniéndose de pie y apoyándose una última vez en la lápida marcada con el nombre de Folken, juntando su frente a la fría piedra pulida, cerrando los ojos por última vez, tratando de imaginar que no era piedra, si no piel cálida lo que sentía.

-Adiós Folken, protege a nuestro hijo desde dónde estés, por favor.

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Era de noche. La cena había terminado, Eries no tardó en despedirse de Van, Hitomi, les tres príncipes, Merle y su esposo para dirigirse a sus habitaciones dentro del Palacio del Samurai.

Su cama estaba ahí, perfecta con sus sábanas frescas un par de almohadones azules. Se dejó caer en uno de los dos sillones que tenía frente a una chimenea, no pudo evitar recordar cuando su hijo era más pequeño, Ezra tendía a quedarse dormido en esos sillones cuando volvían de Asturia, justo después de la cena, mientras ella le tarareaba la canción de cuna que Folken había silbado cada vez que se encontraba desocupado. Era un recuerdo adorable, tanto que no pudo evitar tararearla para sí misma.

Ezra había sido un niño especial. Aquella noche en particular podía recordar la noche en que su hijo había nacido. Millerna había estado ahí, dejando una reunión con los nobles a medias para atenderla, su pequeño se había adelantado un par de semanas, asustando a su hermana dos veces, una al notar que venía en camino antes de tiempo, la siguiente cuando anunció que era un niño, justo en ese preciso momento, Ezra había abierto sus alas por primera vez, alas suaves y cálidas cubiertas por un plumón de blanco prístino y brillante.

-¿Eries, qué has hecho? -Había murmurado su hermana, luego de correr a todos los criados que estaban presentes.

-¿A qué te refieres, hermana?

-Van está esperando a Hitomi, ¿en qué momento ustedes dos…?

-¡Es de Folken!

Se había sentido exhausta por el trabajo de parto, extrañada porque su hermana nunca le había preguntado quien era el responsable de su embarazo, molesta por la insinuación que acababa de escuchar.

-¿¡De, DE FOLKEN!?

Tomó a su hijo en brazos, deleitándose al notar los pocos cabellos negros coronando su cabecita, reconociendo la magia imbuida en aquellas pequeñas alas, justo antes de que volvieran a plegarse y desaparecer, dejando tras de sí un par de pequeños plumones blancos y brillantes.

-¿Tú sabías que Folken y Van son en parte ryuujins? -Se aventuró a preguntarle a Millerna, justo antes de pujar de nuevo para que su hermana pudiera terminar de atenderla.

Sintió que algo salía de su interior, decidió concentrarse en estudiar a su pequeño, aún lleno de sangre, silencioso ahora que estaba entre sus brazos, apretándole con fuerza el dedo que le había acercado apenas pudo.

-Si… bueno… sabía que Van lo era… fue cuando nos encontramos con Dryden, él estaba tan herido que había perdido el juicio por un momento, todos en el Cruzade vimos sus alas justo antes de que se desmayara.

-Debe haber estado sufriendo mucho para dejarlos ver.

-¿Folken estaba…?

-¡No!, no, él me las mostró por voluntad propia… eran negras, estaba muriendo.

Hubo un silencio sepulcral después de esas palabras, escuchó a su hermana levantándose, corriendo hasta la puerta y dando indicaciones a Constanza y las otras jóvenes del servicio para que limpiaran todo, cambiaran las sábanas y la ayudaran a asearse y a alimentar a su recién nacido.

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Eries suspiró, levantándose del sillón y caminando a la habitación de al lado.

La cama, cubierta por una sábana azul marino con una cresta de la familia real bordada, el escritorio y los dos libreros llenos de tratados y documentos sobre artefactos metálicos le recordaron que su pequeño estaba lejos.

Se sentó en la cama, observando la silla de madera en la que solía sentarse Ezra para estudiar y escribir. Van se había encargado de que fuera instruido por los mismos maestros que ahora atendían a sus propios hijos, aún a pesar de la diferencia de edades. Ezra había cumplido cuatro años cuando Hitomi regresó, siete la primera vez que la vidente se embarazó. Tanto Eries como Van se habían sentido sorprendidos la primera vez que Hitomi anunciara que tendrían un bebé, ambos habían supuesto que aquello tomaría al menos una década, luego llegaron a la conclusión de que tal milagro se debía a que la vidente provenía de la Luna Fantasma. Eries sonrió, a diferencia de Folken y su hermano, los hijos de Van se llevaban dos años entre uno y otro, haciendo que la convivencia fuera más similar a la que ella había pasado con sus propias hermanas.

Decidió sentarse un momento en el escritorio de su hijo. Había un cofre a un lado, las cartas que ella y Folken se habían escrito yacían en el interior, no pudo evitar perderse en sus recuerdos una vez más.

La siguiente vez que Eries y Millerna conversaron respecto al padre de su hijo, fue cuando Ezra tenía un par de lunas, justo antes de abordar la nave asturiana que la llevaría a Fanelia con su bebé de piel blanca, ojos escarlata y sedosos cabellos negros.

-¿Estás segura de que quieres ir sola, Eries? -Había preguntado Dryden, no muy convencido todavía de dejarla alejarse.

-Lo estoy, quiero llevarlo a la tumba de su padre y… hablar con Van, hay algunas cosas que él no sabe, cosas que Folken me explicó a mi cuando seguía con vida.

-¿En verdad crees que es un buen momento, hermana? Fanelia sigue en reconstrucción, ¡Van debe estar sumamente ocupado!, escuché que hace poco que terminaron de reconstruir una parte del castillo no hace mucho y…

-Si espero más tiempo, Van podría enterarse por otras personas de que su hermano tuvo un hijo, creo que eso lo molestaría más, ¿no creen?

Estaban preocupados, lo sabía, estaba al tanto de las habladurías de los nobles en la capital, ella y su hijo habían sido la comidilla de la corte desde que su embarazo comenzó a notarse, por fortuna, ser la hermana de la reina le evitaba ciertos encuentros desagradables y comentarios indecentes, estaba segura de que la preocupación de su hermana y su cuñado se debían al hecho de que no podrían protegerla fuera de la capital asturiana… y aun así…

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-No recuerdo cuando fue la última vez que me puse así de sentimental -Se quejó la embajadora asturiana, tomando un libro al azar, abriéndolo por la mitad y topándose de inmediato con un ensayo acerca de la máquina del Emperador de Zaibach, la máquina que Folken había ayudado a construir.

Leyó un poco, reconociendo la voz de Folken en aquellas palabras. Cada expresión, cada acento, cada punto y cada coma habían salido de la pluma de aquel hombre años atrás, antes de que la Guerra del Destino llegara a su fin.

Dio la vuelta a la página, encontrando ahora un esquema de la máquina, una copia a menor escala de los planos que yacían en la mesa que el estrategos faneliano había utilizado por más de una luna, en el pasado.

Cerró el libro, suspirando profundamente, guardando el tomo en el sitio exacto del cual lo había tomado.

Eries se levantó entonces y comenzó a cambiarse por su ropa de dormir.

Mientras descartaba el larguísimo obi de seda y el vestido verde, recordó la primera vez que Ezra había estado en Fanelia.

Merle casi se lo había arrebatado de los brazos luego de rogarle que la dejara cargarlo, Van se notaba sorprendido por el pequeño al que, obviamente, no esperaba ver en aquel momento.

-¿Entonces los rumores eran ciertos?

-¿Qué rumores, Majestad?

-Que habías tenido un hijo… aunque, nunca escuché quien era el padre, debo admitir que me han llegado diferentes rumores que apuntan a diferentes nobles en Palas.

Se había sentido un poco molesta, luego, simplemente se sacudió el malestar, era lógico que los mercaderes soltaran la lengua ahí donde estuvieran.

-Majestad, si le dijera quien es el padre de este niño, estoy segura de que no podría creerlo.

-¿En verdad, princesa? ¿tan increíble podría resultar su origen?

Lo pensó un poco, de pie frente al trono sin perder de vista a Merle, quien no había dejado de arrullar a Ezra, frotando su mejilla contra la del infante en un obvio despliegue de felicidad y ternura.

-Su Majestad, agradezco mucho que se nos permita pasar la noche aquí, me gustaría saber si, estaría interesado en ayudarme a bañar a mi pequeño.

La mirada de Van era algo que, seguramente, habría generado una sonora carcajada en su hermano mayor. Asombro, curiosidad y confusión eran las emociones que danzaban en los ojos carmesíes del joven rey a flor de piel, como si no comprendiera lo que acababan de proponerle.

-¡Princesa Eries, si requiere ayuda, puedo poner a…!

-Le agradezco, Majestad, pero tiene que ser usted y nadie más… por favor.

Lo vio dudar, lo notó mirando a todos lados, como pidiendo ayuda, finalmente, lo notó con el semblante derrotado, encorvándose al frente como si estuviera extenuado luego de una larga batalla.

-Bien, si tengo que ser yo… espero que me explique a qué se debe esta petición, princesa.

-Prometo que valdrá la pena, podría servirle como entrenamiento para cuando tenga a sus propios hijos.

Había una sonrisa triste y llena de melancolía plasmada en el rostro del pelinegro conforme se enderezaba, Millerna tenía razón, él seguía esperando por su amada vidente de la Luna Fantasma.

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Eries no pudo evitar reírse, terminando de arreglarse y caminando directamente a su cama, estaba demasiado cansada para sentarse a escribir.

Se metió entre las sábanas, acurrucándose con un cojín bajo una de sus piernas y el otro entre sus brazos, el siguiente recuerdo no tardó en llegar.

La cena había terminado, el comedor del castillo del Samurai no era ni de cerca tan imponente como el comedor de su propia casa, la cena tampoco había sido tan formal como esperaba, Merle no dejaba de comportarse como una niña pequeña, haciendo todo tipo de comentarios a Van, quien comía en silencio y luego se dedicaba a intercambiar comentarios sobre la reconstrucción de su reino con los otros convidados a su mesa, algunos guardias, algunos nobles y algunos comunes a juzgar por sus ropas.

La verdadera sorpresa llegó cuando Van la ayudó a desvestir a Ezra y a meterlo al agua, el pequeño había fruncido el ceño, poniéndose completamente rojo antes de soltar un sonoro grito de angustia, con los puñitos apretados y los pies pateando constantemente. Fue justo en ese momento que las alitas del pequeño habían emergido por entre los dedos del rey de Fanelia.

-¡¿PERO QUÉ…?!

Había exclamado el pelinegro, al mismo tiempo que Eries sostenía a su hijo desde atrás, esperando a ver si Van lo soltaría o no. El rey no había soltado al infante, muy por el contrario, lo miraba con curiosidad y consternación, sujetándolo con firmeza y esperando a que Eries terminara de asearlo. Cerca del final, cuando ya casi no quedaba espuma sobre el pequeño cuerpo de Ezra, el bebé guardó sus alas blancas.

-¿Dónde…? ¿Quién…? ¿Porqué…?

-Su majestad debería decidir qué quiere preguntar primero -Se mofó Eries sin poder evitarlo, era casi como si Folken le hubiera susurrado las palabras al oído y ella las hubiera repetido, sonriendo de solo pensar que tal cosa hubiera podido suceder.

-Si, yo… solo estoy… ¿es de Folken?

-Lo es -Respondió ella, sacando a su hijo de la pequeña bañera y envolviéndolo cuidadosamente en una toalla fresca y esponjosa, esperando pacientemente sin dejar de mirar a su hijo- fue concebido el último día de la guerra, probablemente entre el anochecer y la madrugada.

-Ya veo… ¿tú sabías que él… que nosotros…?

-Me lo mostró él mismo, Majestad, tenía unas alas bellísimas a pesar de haberse tintado de negro, me dijo que había enfermado, entre más negras y opacas se pusieran, más cercana estaba su muerte, lamentablemente no tenía idea de cómo curarse.

Hubo un silencio pesado en ese momento, luego Van había salido sin decir nada, dejándola sola.

Eries suspiró con tristeza, no era lo que había esperado, realmente quería pensar que Van ya no le guardaba rencor alguno a su hermano.

Se apresuró a tomar la ropa de su pequeño, colocándole unos pañales hechos de tela, luego unas calcetas y unos guantes tejidos en lana blanca, después le había terminado de poner ropa cómoda para dormir. Acababa de tomarlo en brazos para comenzar a arrullarlo cuando la puerta de la habitación de invitados se abrió de nuevo, Van emergió entonces, entre sus manos llevaba una pequeña manta azul con una cresta bordada. La alcanzó y cubrió a Ezra con aquella tela, ante la mirada asombrada de Eries.

-Es de las pocas cosas que se salvaron del incendio -Se explicó el monarca- esta era de mi hermano, el azul se reserva para los herederos al trono, las mías eran rojas.

-Gracias, Majestad

-¡Nada de Majestad! Eres la madre de mi sobrino, se acabaron los títulos para ti aquí en Fanelia.

Sonrió aliviada, en definitiva, no esperaba eso.

-¿Entiendes ahora por qué no podía decirte?

-Si, necesitaba verlo o difícilmente lo habría creído posible.

Van la acompañó a acostar a Ezra, la ayudó a taparlo y mecerlo, incluso le cantó la melodía que Folken silbaba todo el tiempo, luego le hizo señas a ella de sentarse, él mismo había tomado asiento en una silla cercana a una ventana.

-Por Escaflowne, ¡aún muerto sabe cómo sorprenderme!

-¡Él se preocupaba mucho por ti, Van! La razón de que haya venido, además de presentarte a Ezra, es por esa preocupación, Folken me dijo que no tuviste a tu madre para explicarte ciertos… aspectos de ser un ryuujin, así que…

-Gracias, Eries, ¿te importaría contarme también que había entre ustedes? ¿qué tipo de hombre era mi hermano? No quisiera pensar que él decidió usarte solamente.

Lo habría abofeteado, no lo hizo.

Van era joven, era inexperto y no conocía a Folken en realidad, en ese momento estuvo segura de que eso era lo que el rey más había lamentado, no haber aprovechado la oportunidad que se le había brindado y en cambio mostrarse receloso y vigilante, buscando motivos para desconfiar.

-Te diré lo que sé, y las cosas que pueda contarte, por supuesto.

Van sonrió amablemente, sonrojándose un poco y desviando su mirada.

-Gracias, será un honor para mí escuchar todo lo que puedas contarme de Folken… por cierto, ¿cuál dijiste que era el nombre de tu hijo?

- Ezra Turath Aston.

-¿Nombres de autores?

-¿Cómo lo supiste?

-Cuando Folken "murió" y mi madre desapareció, Valgus me trajo al antiguo tutor de mi hermano… no dejaba de hacer todo tipo de comentarios cuando conseguía libros nuevos, luego se quejaba de que Folken no estuviera para poder leerlos y debatirlos juntos, creo que lo extrañaba bastante.

Aquella noche habían conversado demasiado. Al día siguiente, Van se las había arreglado para tener la menor cantidad de reuniones y trabajos posibles, enfocando la mayor parte de su tiempo a hablar con ella acerca de Folken y a conocer mejor a Ezra.

Cuando llegó el momento de regresar a Asturia, un par de días después, la había sorprendido por completo.

-Deberías quedarte aquí, necesito una embajadora capacitada para organizar tratados con Asturia.

-Lo agradezco mucho, pero no es necesario que…

-Fuiste la mujer de mi hermano, nadie en todo mi reino se atreverá siquiera a mirarte con mala cara o a hablar de ti a tus espaldas.

-¿Cómo dices, Van?

-Merle anduvo por ahí diciéndole a la gente que entra al castillo que eres la viuda de Folken, que estuvieron juntos durante la guerra y que Ezra es producto de ello, si Ezra llegara a mostrar sus alas por accidente, aquí nadie lo atacará, por el contrario, harán lo posible por ayudar al sobrino de su rey.

-¿Tu gente lo sabe?

-Muchos todavía recuerdan que salté de lo más alto del castillo para probar mis alas cuando era pequeño, nadie lo comenta, lo saben de todas formas.

-… ¿Estás seguro de esto?

-Eres mi hermana ahora, y estoy seguro de que Folken querría evitarles malos tratos a ti y a Ezra.

Había vuelto a Asturia de todas maneras, una luna solamente para poner sus cosas en orden y comentar con Millerna y Dryden sobre los cambios que haría con su vida. Ambos habían aceptado tenerla como embajadora, el último que habían tenido había muerto durante el incendio de Fanelia, era normal que buscaran a otro, si además el rumor de que Ezra era hijo legítimo de Folken corría realmente por Fanelia, no había un lugar más seguro para ellos.

Así era como había terminado viviendo cerca de los restos de Folken, Van se las había ingeniado incluso para dejarle la habitación que su hermano hubiera utilizado en vida, una vez que esa parte del castillo estuvo completamente reconstruida.

Por supuesto, Eries era feliz, había tenido una vida pacífica hasta entonces, su hijo había tenido muchas oportunidades para aprender y conocer otros reinos, que ahora lo estuviera aprovechando, además de ponerla sentimental por extrañarlo, la hacía sentirse orgullosa.

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Los años siguieron pasando, Ezra se volvió realmente un adulto, no solo se había vuelto un experto en los textos de su padre, también había hecho avances, mejorando algunas de las máquinas creadas por el difunto faneliano, viajando por Gaea para apoyar a los diferentes reinos a mejorar las vidas de los comunes y los nobles con los avances de la tecnología, tardando en tomar una esposa, Eries estaba segura de que Folken habría vivido de aquella forma de haber nacido en una familia diferente, una que pudiera proveerle de conocimientos y recursos, pero sin atarlo a tradiciones y matrimonios forzados.

Eries jamás se casó, ejerció como enlace entre Asturia y Fanelia hasta que la edad le hizo imposible seguir viajando, residiendo la mayor parte de su vida en Fanelia, donde fue enterrada junto a Folken por su hijo y sus nietos.

F I N

Notas de la Autora:

¡FELICES PASCUAS!

Aquí está su regalo de pascua, el final de nuestro pequeño viaje por Gaea... o bueno, algo así, espero que esta historia haya sido de su entero agrado, realmente lamento mucho que no hubiera comentarios en toda la historia, aunque sí me complace saber que hubo algunas personas leyendo esto, supongo que es lo normal cuando escoges una pareja que no mucha gente imagina en un fandom.

Y bueno, espero escribir algo para este fandom de nuevo en algún momento, por mientras, me decidí a abrir una comunidad de fanfics dedicados a Eries y Folken, pueden encontrarla en la sección de Escaflowne con el nombre "La Princesa de hielo y el Estrategos Faneliano", ya hay algunos fics acomodados ahí, de momento contamos con pocos en español, la mayoría están en inglés.

A todos los que han llegado hasta aqui, muchas gracias, un agradecimiento especial a yorukakusaku, gracias por estar al pendiente de esta historia.

¡Cuídense mucho, protéjanse y no pierdan comunicación con sus seres queridos!

Mi nombre es Tanya Lissete Waring Suárez, termino de publicar esta historia el 4 de Abril de 2020 durante la cuarentena por la pandemia del coronavirus.

SARABA