Tanjiro y Zenitsu estaban caminando por los pasillos. Cuando un grito de dolor, los alerto. De inmediato estaban enfrente de la puerta dónde provino ese sonido.
—¡Ah! —gritó a continuación, una voz familiar desde el interior de la habitación—. ¡Deja de moverte!
—¡No puedo evitarlo!
—¿Aoi? —Tanjiro miró a Zenitsu, quien pensó lo mismo—. ¿Con Inosuke?
El par se quedó congelados ante lo que escucharon porque todo indicaba o más bien parecía que estaban en eso. Sus mejillas estaban rojas mientras miraban la puerta. No sabiendo si atreverse a abrir o no.
—Tal vez, sea un malentendido —dijo tranquilo Tanjiro, tratando de trasmitir esa calma. Más que nada a Zenitsu que se estaba muriendo de envidia, pero aun así decidió escuchar un poco más.
—¡Te dije que dejaras de moverte!
—¡Ya deja de quejarte! ¡Yo no fui quien lo puso!
—¿Y acaso fui yo? ¡Olvídalo! ¡Estate quieto! ¡Lo sacare!
Zenitsu no soportando más, estaba a punto de abrir la puerta. Cuando de repente la voz de Aoi, lo detuvo...
—Mira lo que provocaste, ¡Sangre!
—¿Y eso es mi culpa?
—¡Claro que lo es!
Zenitsu no aguanto ni un segundo más. La puerta fue abierta en par mientras replicaba contra los dos.
—¡AOI! ¡INOSUKE! ¿¡CÓMO PUDIERON?!
El chico se quedó en silencio. Tanjiro estaba apenado por malpensar.
La escena que se presentaba ante sus ojos, distaba mucho de su imaginación, claramente no era lo que esperaban. Inosuke estaba sentado en la cama, con la mano derecha ligeramente extendida para que le sea más fácil de sostener a Aoi, quien estaba sentado frente a él, con las pinzas entre los dos dedos, tratando de sacar lo que parecía ser una astilla en el dedo.
—¡Si, lo conseguí! —exclamó, retirando el mismo. Después buscó vendas que le puso alrededor de su pulgar—. ¡Ya termine! —luego de aquello, dirigió su atención a los individuos que estaban contra la puerta, paralizados.
—¿Q-qué? Pero pensé... —seguía balbuceando Zenitsu, tratando de formar una oración. Al ver sus ojos completamente ajenos a la situación que su indecorosa mente formulo. El chico se enojó.
—¡DEBERÍAN DEJAR DE DECIR PALABRAS QUE SE PUEDEN MALENTENDER! —reprochó Zenitsu rojo, apuntándolos con el dedo. Tanjiro se le coloreó su rostro al recordar.
Aoi tardó segundos, pero luego lo comprendió. Apretó sus puños al costado de su cuerpo.
—¿¡CÓMO PUDIERON PENSAR SEMEJANTE COSA!?
—¿Qué cosa? —cuestionó inocente, Inosuke.
Los tres, lo miraron con claros sonrojos esparcidos por su rostro.
—¡NADA! —al unísono, gritaron.
—¿CÓMO QUE NADA? ¡Díganme! —expresó como un niño pequeño e insistente a más poder—. ¿Qué cosa? ¿QUÉ PENSABAN? ¡Demonios! ¡Quiero saber! ¡DÍGANME!
Sin embargo, nadie habló, nadie se atrevió y sobretodo ninguno se lo quiso decir. E Inosuke siguió insistiendo/demandando, hasta que se le olvido.