—Entonces… ¿tienes ya vestido? — preguntó Kaya mientras se dirigían a la salida del instituto. A su alrededor, las conversaciones y risas parecían estar al rojo vivo, no hacían más que subir de nivel; se notaba que era el último día de clase, para algunos de forma definitiva.

Entre ellos, esas dos muchachas que estaban charlando en ese momento.

—De última hora y justo, pero sí. Ayer pude conseguirlo— suspiró Yona, pensando en la odisea que había tenido que pasar el día anterior.

—Deberías haber venido con Yun-Ho y conmigo cuando fuimos a comprar los vestidos.

—Ya, bueno… ya sabes, estaba un poco ocupada— se encogió la chica, rememorando lo bueno que había sido ese fin de semana.

Kaya le sonrió, sabiendo muy bien lo que estaba insinuando y se rio por lo bajo. Salieron al exterior del edificio entre risas y Yona se detuvo a mitad de la frase que estaba diciendo cuando sus ojos advirtieron en la figura que se encontraba recargada en el lateral de un coche, un coche que le resultaba demasiado familiar.

Soltó un gritito por lo bajo debido a la sorpresa y emoción que la recorrió y todo su alrededor pasó a un segundo plano cuando echó a correr. Lo escuchó reír y vio tan solo tuvo tiempo de sacar las manos del bolsillo y dar un paso hacia ella, antes de que su cuerpo se estrellase con el suyo. Sus bocas se unieron en un beso, el-tan-esperado-beso-de-bienvenida, y Yona sintió como se derretía cuando lo percibió sonreír sobre sus labios.

—¡Hak! — apretó los brazos en torno al cuello de él— ¿Por qué no me has dicho que estabas aquí? Creí que no llegabas hasta esta tarde.

—Me adelanté— la curvatura de él se incrementó y se inclinó para darle otro beso— Si te lo hubiera dicho, me hubiera perdido esa mirada de tonta que se ha puesto por un momento.

Ella gruñó por lo bajo y le dio un golpe en el hombro, causando más risas de parte del muchacho.

—Eres un idiota— se separó, lanzándole una mirada enfadada.

—No puedes quejarte de no haberlo sabido desde el principio, princesa.

Una tercera persona se acercó a dónde estaban ellos con una sonrisa en los labios.

—Hola, Hak, ¿qué tal? — le saludó Kaya.

—Todo muy bien— le correspondió la sonrisa ligeramente— ¿Y ustedes? ¿Qué? ¿Estáis nerviosas?

—Para nada— se apresuró a decir Yona, ganándose una mirada por parte de su novio, quién no se lo había creído. Dio muestra de ello, arqueando una de sus cejas— De verdad— insistió— Solo es quedarnos sentados, esperar a que nos llamen, recibir un dichoso diploma y, ala, si te he visto no me acuerdo.

—Ignórala— suspiró Kaya— Lleva así desde hace un par de semanas y no hay quién la aguante— le confió a Hak, que sonrió divertido— Bueno, creo que hoy no necesitas que te lleve a casa Yona, ya tienes a tu chófer privado. Nos vemos luego, ¿vale? ¡Hasta luego chicos!

La pareja la despidió, viéndola dirigirse a su coche que estaba casi a la otra punta del aparcamiento. Después, ellos también emprendieron la marcha y Yona no pudo evitar soltar un suspiro cuando entró en el coche y el familiar aroma de Hak que había en el interior entró por sus fosas nasales. Lo había echado muchísimo de menos.

—¿Los chicos también se han adelantado? — preguntó mientras se dedicaba a buscar alguna canción en la radio.

—Solo Kija, vinimos juntos. Los demás llegarán esta tarde. Creo que incluso Zeno tenía un examen esta mañana.

—Vaya…

Una de sus canciones favoritas empezó a sonar y, aunque estaba ya empezada, la dejó y se reclinó sobre su asiento.

—¿Y a ti cómo te han ido? ¿Ya los has terminado? — ella ya lo sabía; no por nada se pasaban casi todo el día hablando por mensajes y llamadas, pero quería asegurarse.

—Ajá. Soy libre, aunque todavía estoy a expensas para que me den la nota. No estoy seguro de lo que pueda pasar con Derecho mercantil…

—¿Esa es la asignatura que tenías con el hombre que se dedicaba a leer las diapositivas?

—Sí. Y metió algo que solo había en los manuales.

—Hmmm…

Hak, aprovechando que estaba parado en un semáforo en rojo, le echó un vistazo.

—¿Qué te pasa?

Yona parpadeó y le mostró una sonrisa.

—¿A mí? Nada.

—Venga ya— bufó él, emprendiendo el camino— ¿Te crees que soy tonto? No respondas— añadió cuando la vio sonreír burlona y abrir la boca— Era una pregunta retórica, pero a la que te hice antes sí que espero una respuesta.

—No seas pesado, Hak, que no me pasa nada— refunfuñó ella, cruzándose de brazos, en el momento que entraban por la calle donde vivían.

Hak aparcó enfrente de la casa y se giró a mirarla; Yona le sostuvo la mirada con más resolución de la que realmente sentía.

—Princesa…

—¿Podemos hablarlo luego? — frunció el ceño— Por favor.

Lo vio suspirar y, pasando un mechón de su cabello por detrás de la oreja, terminó atrayéndola hasta que sus frentes se tocaron.

—Muy bien, pero no creas que me olvidaré de esto.

—Tranquilo, no lo esperaba.

Y la charla fue nuevamente detenida para hacer algo muchísimo más entretenido.

·

—¡Qué guapa estás! — le sonrió Tae-Yeon mirándola por encima del sofá— Ese color rosa te sienta muy bien.

—Muchas gracias, cariño, tú también estás muy guapo.

—Hak— el niño le dio un codazo a la persona que se encontraba sentado a su lado— Ha llegado Yona. ¡Hak!

—Un momento— murmuró este, con los ojos fijos en la pantalla, ignorando como su novia ponía los ojos en blanco— Que me queda matar a este tipo y me paso el nivel.

Yona conocía demasiado bien al muchacho como para enfadarse o irritarse siquiera por su comportamiento.

—Eres un idiota— sacudió Tae-Yeon, levantándose del sofá y caminando hacia donde la chica estaba terminando de guardar las cosas en el bolso— Como sigas así, un día encontrará a alguien mejor que tú.

Yona rio ante el comentario y Hak refunfuñó algo por lo bajo que ninguno llegó a entender. Finalmente, una amplia sonrisa se formó en sus labios cuando terminó destruyendo a su enemigo.

—¡Toma ya! ¡Llevaba meses esperando para pasarme la misión! — se levantó del sofá como si fuera un niño— ¡Ya verás cuando se lo diga a Jae…— su voz se detuvo cuando, al girarse, se encontró con una Yona cruzada de brazos y un Tae-Yeon mirándolo burlón a su lado— Vaya, estás preciosa, Yona— terminó por decir, mirándola de arriba abajo con intensidad.

Él también lo estaba con ese traje chaqueta oscuro que le quedaba bastante ceñido, la camisa blanca con las mangas arremangadas hasta los codos y sin rastro de corbata alguna -ya sabía que Hak sería incapaz de ponérsela-; la vista que tenía de él era… exquisita, pero no dejaría que él descubriera lo mucho que la trastornaba el verlo así. No, si quería ahorrarse que se burlara de ella y de su "atontada" mente.

—¿Ya estás preparada? — sonrió él inocentemente.

Yona suspiró y cerrando el bolso, se lo colgó en el hombro.

—Sí, ya están a punto de venir a recogerme.

—¿Quieres que te lleve yo mejor?

—No— sacudió la cabeza, acercándose a él— He quedado con Kaya en que vendría a por mí, sabes que los estudiantes tenemos que estar media hora antes en el edificio— colocó una palma en el pecho, alisando una arruga inexistente de la camisa, y sonrió cuando vio como la respiración de él se detenía un momento.

—B-bien. Iré yo entonces con el abuelo y los demás.

Ella cerró los ojos cuando vio como inclinaba el rostro en su dirección, aguardando el beso, pero el ruido de unas pisadas la distrajo, junto con la voz de Tae-Yeon, acercándose a ellos.

—¡Qué viene el abuelo! ¡Alerta! ¡Alerta!

Yona sintió a Hak gruñir sobre sus labios antes de soltar un suspiro y alejarse. Ella rió. Desde que le dijeron sobre la relación de ellos – más bien, Yona lo obligó a hacerlo-, el viejo tenía a su nieto más firme que un palo y se había vuelto más estricto. «Bajo mi techo se respetan a las mujeres, muchacho impertinente», le había advertido después de estar una hora hablándole sobre las relaciones -una conversación que preferían dejar en el olvido- y cómo el hecho de que vivieran juntos no haría las cosas más fáciles.

Se colocaron uno junto al otro y cuando Yona advirtió la mueca de sus labios, escondiendo una sonrisa, cogió su mentón y atrajo sus labios lo justo para que estos se unieran por un segundo. Cuando se separaron, la sonrisa volvía a encontrarse en el rostro de su chico.

—El salón es demasiado grande para que estéis ahí los dos— gruñó Mundok una vez apareció por la puerta. El traje de chaqueta le sentaba como un guante a pesar de su edad y, al contrario que su nieto, una lustrosa corbata azul rodeaba su cuello— Venga, aire, aire. Chico, ponte en medio— gruñó en dirección a Tae-Yeon.

Hak puso los ojos en blanco pero terminó alejándose; un solo paso, eso sí. No veía el momento de escapar de aquella casa, que, aunque tenía muy buenos recuerdos en ella, el maniático control del viejo estaba a punto de desquiciarlo. Intentaba acatar las órdenes casi siempre, pero el no poder siquiera darle la mano a su novia en su presencia… Qué largo se le iba a hacer el verano… y que lejana se encontraba la noche…

—¡Pero qué bonita estás! — sonrió Ai, ajena a la tensión en el ambiente que había entre abuelo y nieto, entrando en el salón— ¿Te has hecho tú ese recogido? Te queda muy bien, querida— se acercó a ella y la rodeó con sus brazos.

—¿Sí? Pues bien que me ha costado media hora que me quedara bien— respondió ella, sintiendo sus mejillas sonrojarse. No le gustaba ser receptora de tanto piropo, aunque técnicamente ese fuera su día— ¿Y tú? ¿Dónde tenía ese conjunto?

Ai rió entre dientes y se separó.

—Lo que encuentra una rebuscando en el armario— se encogió de hombros con inocencia. Entonces, captó algo por el rabillo del ojo y su semblante se transformó en una meca de enfado. Colocando ambas manos en las caderas, se giró hacia el más pequeño y le clavó la mirada— ¡Tae-Yeon! ¡¿Pero se puede saber qué haces todavía sin los zapatos?! ¡Corre ahora mismo a ponértelo! ¡Que tenemos que llegar a tiempo a coger sitio en primera fila!

—Ai, los asientos están desig… Da igual— sacudió la cabeza Hak cuando vio que ella no le hacía ni caso, centrada como estaba en adecentar al pequeño de la casa; de pronto, se había dado cuenta de que la corbata la tenía mal puesta y el pelo mal peinado.

Yona observó la escena con una pequeña sonrisa y fue un claxon escuchándose en la calle lo que la sacó de sus cavilaciones.

—¡Kaya ya está ahí! ¡Nos vemos luego! — se despidió acercándose al abuelo para darle un beso en la mejilla; pensó hacer lo mismo con Ai y Tae-Yeon pero ambos estaban dirigiéndose a la habitación de él y Yona no deseaba ser la receptora de esa mala mirada que tenía la mujer en el rostro.

Así que solo le quedaba… Hak que, desde el lugar donde no se había movido, arqueó una ceja, retándola.

—Las manitas donde las vea si no quieres tener que comer como las gallinas a partir de ahora, muchacho— espetó Mundok, quién parecía observarlos con los ojos entrecerrados.

Yona se acercó a él lentamente, ninguno de los dos tenía intención alguna de apartar la mirada, y como ella le estaba dando la espalda al abuelo, no se reprimió cuando su sonrisa adquirió un matiz divertido.

—Te espero allí— susurró mientras le daba un beso en la mejilla; nada de besos en la boca en presencia del abuelo, y los de la mejilla, castos y breves. No hay provocar al diablo si no se quieren consecuencias.

—En primera fila, como dice Ai— respondió él, burlón.

Entonces, vio como la sonrisa de ella se ampliaba y un perverso brillo se apoderaba de sus ojos. No tuvo tiempo a asimilar lo que había ocurrido antes de sentir como ella se alzaba sobre las puntillas de sus pies una vez más y atrapaba su labio inferior entre sus dientes. Sintió sus piernas temblar, abrió los ojos por la sorpresa, y sus manos acunaros las caderas de ella en un acto inconsciente.

Gran error.

—¡Suéltala, maldito pervertido! — exclamó Mundok, prácticamente echando fuego por la boca. «Yona es demasiado buena para ti, y no dejaré que la corrompas. Así que cualquier comportamiento indebido será culpa tuya, ¿me has entendido?», le había dicho una vez.

Sintió a Yona riéndose sobre sus labios antes de alejarse del todo y, después de guiñarle un ojo, se escabulló de la casa como alma que lleva el diablo. Dentro, Hak se quedó atrapado con un dragón de ocho cabezas que pensaba afilar su dentadura con sus huesos.

·

Yona casi se puso a llorar allí en medio de la gente, cuando, después de bajar del escenario con su diploma en mano y haberse escurrido entre la cantidad de familiares y amigos que había ido al evento, se encontró a sus chicos charlando entre ellos en una de las esquinas más alejada del gimnasio del instituto.

—¡Chicos!

A pesar del alto nivel de ruido que había en aquel espacio cerrado, Yona fue escuchada, atrayendo la atención de todos a ella. La sonrisa que le dedicaron, junto con el brillo de orgullo de sus miradas, fue suficiente para hacer que sus piernas temblaran, pero consiguió reponerse y dio un par de codazos más antes de llegar hasta ellos.

No supo quién fue el primero al que abrazó hasta que el inconfundible aroma a bosque y sol entró por sus fosas nasales. Y entonces, entró en un espiral de besos, abrazos y alguna que otra lágrima de su parte. No quería, pero es que les había echado tanto de menos…

—¡Felicidades, señorita! — rió Zeno, apretándola fuertemente contra él— ¡Zeno está muy muy feliz por haber presenciado este día! ¡Estás espléndida!

—Este vestido te sienta muy bien, Yona querida— le piropeó Jae-Ha con su guiño de ojos— Aunque yo creo que eres tú la que lo hace más bello todavía.

— Felicidades, Yona— palabras escuetas de parte de Shin-Ah, pero el brillo de su mirada le decía muchísimo más que cualquier palabra que pudiera salir de sus labios.

— La ceremonia ha sido muy bonita, Yona— le sonrió Kija, con su sonrojo semi perenne en sus mejillas— Estoy muy feliz por ti, enhorabuena.

—¡Ya era hora! Mis clases online han servido de algo, ¿eh? ¡Graduada por fin! — Yoon la apretó en un fortísimo abrazo que en el casi la dejó sin respiración.

Yona recibió todas las muestras de cariño, con los "gracias" saliendo sin parar de sus labios, y no pudo evitar fijarse en lo guapo que iban todos. Había pasado casi tres meses desde la última vez que habían estado reunidos todos juntos -después los había visto conforme iban volviendo a la ciudad unos días- y no pudo evitar sentirse como una mamá gallina con sus polluelos, haciéndoles notar lo mucho -imperceptible para cualquier ojo humano salvo el de ella- que habían cambiado en esos meses.

Y es que esos últimos dos años, cuando todos habían volado del nido, despidiéndose para ir a la universidad mientras ella todavía seguía en el instituto, se le habían hecho cuesta arriba. Por supuesto, no solo lo decía por Hak -que era gran parte del problema- sino también el saber que no podría llamar a Kija para que dieran una vuelta, que no tendría a Zeno robándole las patatas en el almuerzo, que ya no habría más malas miradas por parte de las chicas cuando ella iba a animar a sus amigos al entrenamiento, que no podría revolverle el pelo a Yoon por el simple hecho de molestarle… Esos dos últimos años se le habían hecho eternos en mucho sentidos. De un momento a otro, había pasado de estar rodeado constantemente por ellos a estar… sola… porque incluso el inteligentísimo Yoon había adelantado un par de cursos.

Pero ahora no era el momento de pensar esas cosas, sino de disfrutar que estaban juntos de nuevo.

Su mirada se encontró con la de Hak, quién se encontraba observándola apartado del grupo con las manos metidas en los bolsillos y una pequeña sonrisa tirando de sus labios. Aprovechó que Kaya también se había unido al grupo y que el Mundok estaba charlando con la abuela de Kija para tirarse hacia él, que la acogió con los brazos abiertos.

—Felicidades, graduada— susurró él con la sonrisa aún más amplia, abarcando sus caderas.

—Gracias, universitario— le respondió ella antes de hacer que sus labios se juntaran. Como cada vez que pasaba, la realidad desapareció y solamente sintió, escuchó y saboreó al que chico que la sostenía en sus brazos con ternura.

—¡Yona, Yona, no sabes lo feliz que estoy! — exclamó Tae-Yeon de pronto, cortándolos abruptamente al aparecer entre los dos— Disimulad que el abuelo está mirando para acá— cuchicheó antes de sonreír ampliamente— ¡¿Cuándo nos vamos a hacer la foto que me prometiste?!

Yona rió cuando escuchó el bufido de parte del muchacho, antes de inclinarse para susurrarle al oído.

—No veo el momento para que llegue esta noche.

·

—Mira, mira— llamó su atención Kaya, cogiéndola del brazo.

Yona dejó de escuchar a Yoon momentáneamente para girarse en la dirección que le estaba señalando ella y cuál fue su sorpresa cuando se encontró a Yun-Ho saliendo del establecimiento de la mano de, ni más ni menos, que Geun-Tae.

—¿Qué estás mirando? — inquirió Yoon cuando vio como los ojos de ambas chicas se ampliaban incrédulos. Él intentó descubrirlo por sí solo, pero era tanta la gente que había en el lugar que le pareció imposible, tantos cuerpos moviéndose al ritmo de la música, sentados en las mesas apartadas a la pared o en la zona recreativa.

La única respuesta que obtuvo fue que las chicas compartiesen una mirada, sonrieran ampliamente y después se echasen a reír como si no hubiera un mañana.

—Vale, creo que deberíais dejar de beber ya— refunfuñó el muchacho, a quién no le sentaba muy bien sentirse ajeno a un conocimiento compartido.

En ese momento, Kaya sintió una mano en la cintura y el sonriente rostro de Zeno apareció a su lado.

—¡Hola, hola! ¡¿De qué os reís?! — estaba achispado y no lo escondía mientras pasaba un brazo por el hombro de la chica y la atraía a ella para depositar un beso en la parte alta de la cabeza.

También apareció Hak entre la gente y la mueca que tenía en sus labios hizo reír a la pelirroja.

—¿Qué? Has perdido por lo veo, ¿no? — le picó cuando se colocó junto a ella.

—Algún día descubriré como hace trampas Jae-Ha al billar y demostraré que yo soy mejor.

—Tú lo que eres es un refunfuñón— sujetó su mentón e hizo que se inclinara sobre ella para darle un piquito en los labios—, que tiene muy mal perder.

—Yo no siento haber perdido, al menos en lo que me interesa de verdad— respondió él roncamente, dejándose hacer.

Yona sintió esos familiares dragones -sí, esos que nunca desaparecerían- en el estómago cuando lo escuchó y tuvo que retener el impulso de cogerlo del brazo y arrastrarlo hasta el baño más cercano que estuviera vacío.

—¿Quieres algo de beber? Estoy que me muero de sed— dijo una vez se separaron. En los segundos que necesitó Yona para aclararse la mente, descubrió que sus amigos se habían ido, dejándolos solos.

—Claro, vamos.

Se acercaron a la barra y un sonriente Maya después de despachar a un par chicos a su lado, se dirigió a ellos. Hicieron su pedido y lo vieron moverse por la barra, esquivando a sus compañeros con verdadera maestría y agilidad mientras se lo preparaban.

En un principio, la fiesta de graduación se hacía en el gimnasio del instituto, pero después de que año tras año este quedara en muy mal estado por la locura en la que se convertía la fiesta y que uno de ellos este estuviera a punto de salir ardiendo, decidieron cancelar el festejo y que solamente fuera la entrega de diploma. Ese fue el año en el que se largaban los chicos, así que Jae-Ha, Zeno y los demás de curso, al verse sin "esa diversión obligatoria para todo adolescente", removieron cielo y tierra para que buscar un sitio. Y después de mucho insistir, consiguieron convencer a la amabilísima Gi-Gan, quién lo hizo a cambio de que aseguraran que solamente darían alcohol a los mayores de edad y no destrozaran su local. El mismo Jae-Ha aseguró hacerse cargo de que eso no ocurriera -aunque después en la realidad hubiera estado centrado en otra cosa- y, al ver la caja que hizo esa noche, Gi-Gan no puso ningún impedimento cuando le pidieron permiso al año siguiente y este.

—Aquí tenéis— les guiñó el ojo después de coger el dinero que le tendía Hak e iba a otro cliente.

Kija y Shin-Ah aparecieron entonces e iniciaron una conversación o al menos hicieron lo que pudieron por culpa de la música que se escuchaba por los altavoces. En algún momento, Yona vio a Zeno y Kaya bailando en medio de la pista improvisada y unos cuerpos a la derecha a Jae-Ha con una chica rubia, y el recuerdo de una fiesta un par de años atrás asaltó en su memoria. Qué diferencia a cómo estaban ahora...

—¡Vamos a bailar! — exclamó Yona, quién ya se encontraba un poco "contentilla". Sonriendo en disculpa a su par de amigos, cogió la mano de su novio y sin darle tiempo a pronunciar queja alguna, se adentraron en la pista de baile— ¡Me encanta esta canción!

Lo fuera a decir murió en los labios del muchacho cuando sintió el sinuoso cuerpo de su novia pegarse al suyo. No le gustaba mucho bailar, pero, oye, si había que hacer un esfuerzo por contentar a su princesa se hacía y punto; qué después no dijera nadie que no se desvivía por los caprichos de su chica.

La sonrisa de Yona se amplió cuando vio como él hacía el intento -bastante torpe había que decir; se movía muy bien en el campo, pero en la pista de baile la cosa era muy diferente- y jadeó cuando sintió las cálidas manos de él abarcando su cintura. Bailaron una canción tras otra y Hak no pudo más que maravillarse por lo bien que se movía Yona, como parecía llevar la voz cantante y conseguía que él no se viera como un pollo sin cabeza. En una de las veces, no evitó más la tentación que era esa boquita y terminó besándola allí en medio, siendo correspondido gustosamente. Cuando se separaron con la respiración jadeante y sus ojos violáceos brillando como dos luceros, Hak pensó que nunca la había visto tan hermosa y tan… viva como en ese momento.

—¿Quieres salir un poco? — el cálido aliento de ella chocó con su oído, consiguiendo que se estremeciera— ¡Estoy que muero de calor!

Él se limitó a asentir, sabía que no lo escucharía, y se escabulleron entre la gente hasta la puerta, donde se amontaban algunos chicos que también habían salido a que le diera el aire o fumarse un cigarrillo; Jae-Ha era uno de los del segundo grupo y les hizo un saludo con la mano mientras asentía hacia algo que le estaba diciendo el chico con el que estaba hablando. Yona retuvo el impulso de acercarse a él y quitarle el cigarro de las manos. Desde que había entrado en la universidad gracias a la beca por el deporte, su adicción estaba muchísimo más controlada y solamente fumaba un par cuando estaba de fiesta, pero Yona prefería que no lo hiciera nunca. A pesar de eso, había terminado asumiendo que, por mucho que no le gustara que fumase, era su vida y ella no era nadie para exigirle o prohibirle algo.

Se apoyaron en el rincón que estaba más desierto y Yona soltó un suspiro inconsciente.

—Tengo los pies molidos— comentó mirándose los tacones que tenía puesto y reprochándose el haber elegido unos más alto de los que siempre usaba.

—Sigo pensando que para qué narices os ponéis las chicas esas cosas— sacudió la cabeza, exagerando la mueca de confusión en sus labios— Es sufrir por sufrir.

—Ay, perdona, pero no todo el mundo medimos un metro ochenta y ni nos viene unas piernas estilizadas de fábrica.

Hak se rió y la atrajo hacia él hasta que sus labios quedaran a tan solo un palmo. Sí, bueno, esos dichosos tacones tenían algo bueno y es que esa boca estaba mucho más accesible para él, lo cual llevaba sacándole provecho desde el momento que el abuelo se largó a casa después de la ceremonia.

—¿Quieres irte ya a casa?

—¿Ya? Pero los chicos…

—Hemos quedado mañana para cenar, no te dará tiempo a echarles mucho de menos, créeme.

La sintió reír y después asentir con la cabeza. Se encontraba ya muy cansada y lo único que deseaba es acostarse y estar entre los brazos de su novio, demasiado los añorado en estos últimos meses.

Hak no necesitó que se lo dijeran dos veces.

·

Hicieron falta muchas conversaciones, que la mayoría acabaron en discusión, para que Hak aceptara estudiar lo que llevaba deseando siempre. La universidad que impartía esa carrera más cercana a donde vivían se encontraba a dos horas de camino y le parecía imposible ir y venir todos los días para que, al final del día, pudiera dormir junto a su novia.

A pesar de haber echado la solicitud dentro de los plazos establecidos -más por la insistencia de la pelirroja que por su propio interés- y que hubiera sido aceptado, el verano de después de que terminaran las clases, Hak se cerró en banda al hecho de marcharse. A todo el mundo le sorprendió esa decisión menos a Yona, que conocía bastante bien los motivos que lo habían llevado a ella, haciéndola sentir bastante culpable a pesar de lo que él pudiera decirle para quitarle importancia.

Durante el primer mes, ella calló. Insistió un par de veces, en las que rápidamente Hak consiguió cambiar de tema, y se consoló a ella misma -o intentó convencerse- de que la otra opción que había escogido el chico -y que se encontraba considerablemente más cerca- también estaba bien. Pero fue una tarde de veranos, en la que los chicos, ella y Kaya hicieron una excursión a un lago que había por allí a pasar el día, cuando finalmente abrió los ojos. Lo que en principio había sido una conversación banal entre amigos, había derivado a los planes de futuro, a las aspiraciones y deseos para la nueva vida a la que se iban a adentrar. Yona los escuchaba sonriendo orgullosa por el trascendental paso que estaba a punto de dar; cómo Jae-Ha pensaba hacer hasta lo imposible para jugar en la liga mundial de fútbol, lo apasionado que estaba Kija por empezar la carrera de historia, lo incrédulo que se encontraba Yoon al verse en la universidad, lo seguro que estaba Zeno del restaurante que pensaba abrir después de entrar en una academia de cocina, Shin-Ah adentrándose en el mundo de la psicología… Todos parecían brillar con luz propia… Todos menos Hak, y la pequeña sonrisa que él tenía – y que Yona sabía perfectamente que era forzada- consiguió que su corazón se rompiera en mil pedazos y se les cayera el alma a los pies.

¿Cómo podía ser tan egoísta como para obligarlo a truncar sus sueños? ¿Cómo tenía la cara tan dura de aceptar el sacrificio como si nada? ¿Cómo podía mantenerse callada, ignorando la realidad?

No, no podía dejar que eso pasara. Era el momento de poner las cartas sobre la mesa.

Y no pensaba obtener un "no" por respuesta.

Primero empezó con algún comentario casual en medio de una conversación, después siguió con dejar cosas delante de él que lo hicieran pensar; usó incluso el truco de empacharlo a películas tontas y predecibles donde el bien siempre ganaba y los protagonistas conseguían todos sus sueños. Finalmente, tras de una semana, cuando vio que Hak ya tenía un ceño que le llegaba al suelo, decidió plantarle cara y, escondiendo sus propios miedos y dudas, le "ordenó" que cuando terminara el verano, se marchara a la universidad a estudiar. Hak la miró como si se le hubiera caído un par de tornillos: «¿por qué no iba a hacerlo?»; ella supo que no le había entendido y matizó su mandato: «Relaciones internacionales, quiero decir».

Y fue cuando se desató el caos.

«Métete en tus asuntos», le había espetado él entre dientes.

«Ya lo estoy haciendo», había respondido ella.

Pero Hak no dio su brazo a torcer y Yona no pensaba ser menos.

Y por primera vez desde que se conocieron, Hak se enfadó tanto con Yona y ella lo hizo con él que incluso sus amigos, que habían conocido de primera mano el florecimiento del amor que se profesaban, vieron peligrar los cimientos de esa relación. Se llevaron días sin hablarse, sin estar siquiera en una misma habitación antes de uno se marchase refunfuñando por lo bajo, y ni que decir tiene que las noches eran el infierno encarnado. Ni el primero, ni el segundo ni el tercer día ella pudo dormir; al cuarto descansó por un par de horas ya rendida de puro agotamiento, y para el quinto apenas salió de la habitación.

Fue esa noche, serían la una o las dos de la madrugada, cuando Yona escuchó la puerta de su habitación abrirse. Como había ocurrido hacía casi un año, la muchacha no se movió cuando lo sintió adentrarse en la habitación y tumbarse a su lado, ni tampoco cuando la atrajo a su pecho y le susurró: «Duerme, mañana hablaremos». Se dejó envolver en el calor de su cuerpo, en su embriagador aroma y el arrullo de su corazón.

A la mañana siguiente hablaron. Y se dijeron que se amaban. Y Yona le confesó lo culpable que se sentía. Y Hak insistió en que no pasaba nada. Y Yona le aseguró que estaría bien, que podría superarlo. Y Hak volvió a negarse. Y Yona lloró, aunque hizo lo posible para que no sucediera. Y Hak la besó.

Y volvieron a repetirse lo mucho que se amaban.

Al otro día volvieron a sacar el tema. Y esta vez, Hak escuchó todo lo que ella quería decir, callándose las réplicas que le asaltaban. Y Yona sonrió, agradecida y esperanzada, cuando vio que había plantado la semilla de la indecisión en su mirada.

Y fueron pasando los días, donde esa semilla fue regándose con cada palabra que salía de los labios de la chica -«Estaré bien. Debes hacer lo que deseas. Es tu futuro. No podré vivir pensando que por mi culpa arruinaste la oportunidad que siempre deseaste. Me costará, pero podré superarlo, de verdad. Te diré en cualquier momento que me sienta mal. Por favor, no lo tienes todo por la borda por mí. Solo eran dos años, hasta que yo me gradúe»-, y, lentamente, la idea fue echando raíces. Eran pequeñas y muy endebles, y al principio Yona tenía miedo de que se destruyeran por culpa de un fuerte viento, pero esta fue creciendo y el fruto de todos sus esfuerzos su mostraron cuando hasta el propio Hak bromeó una de las noches en las que ella se había molestado con él por algo que en realidad no tenía importancia y el muchacho le recordó lo mucho que le echaría de menos cuando se fuera.

El verano pasó y, alarmantemente rápido e imparable, septiembre fue acercándose. Yona tachaba los días en el calendario sintiendo como el peso que sentía en su pecho cada vez iba haciéndose más grande. Temía el momento en el que se marchara… pero, por él, estaba dispuesta a hacer hasta lo imposible. Se enfrentaría a sus miedos de una vez… y saldría ganadora.

La última noche, contradictoriamente, ninguno de los dos pudo dormir. Permanecieron allí, en silencio, sosteniéndose el otro al otro mientras sentían las horas ser arrancadas sin compasión. Yona deseó que esa noche fuera eterna mientras se acurrucaba entre los brazos de su novio; habría sido capaz de vender su alma al diablo si le aseguraban que Hak no se alejaría de su lado… Y sabía que Hak conocía cada uno de sus pensamientos, porque eran los suyos propios, pero ninguno dijo nada; pensaban que cualquier palabra que pudieran decir solo haría más daño.

Y un nuevo día llegó.

Y una nueva vida se abrió frente a sus ojos.

Costó… Nunca nadie supo lo mucho que sufrieron esas dos almas, buscándose en medio de la oscuridad, anhelando su cercanía… Costaron noches enteras sin dormir, agotada incapaz de hacerlo; llamadas que duraban toda noche, solo con la intención de escuchar su respiración al otro lado del aparato; reencuentros en los fines de semanas que parecían volver a insuflarle la energía y vida que necesitaba… Semanas y semanas.

Y, entonces, una noche, en medio de una conversación -él comentándole las novedades de su clases-Yona… se durmió. Y no se despertó hasta la mañana siguiente.

Y al otro día, era madrugada cuando volvió caer en la inconsciencia.

Y al siguiente lo mismo.

Y cuando volvió Hak ese fin de semana, lo arrastró a su cama, incapaz de permanecer alejada de él. Porque había dormido, sí, pero jamás descansaría como cuando estaba junto a él. Y ambos temieron que todos los avances desaparecieran cuando él se fuera el domingo. Pero ninguno dijo nada.

Y, efectivamente, la primera noche que estuvo sola no durmió. Pero la siguiente sí. Y la otra. Y la otra.

Y Hak volvió y cuando se marchó, ella consiguió dormir. Bastante menos de lo que recomendaban, pero ya no era un zombi cuando se levantaba, y cada día que pasaba… iba haciéndolo un poquito más.

Nunca nadie supo lo mucho que lloró Yona cuando se creyó "curada". Solamente él, que la escuchaba al otro lado del aparato, y sentía su corazón inflarse por la alegría y el deseo de abrazarla y sostenerla entre sus brazos.

Ahora, el querer dormir con él había pasado de ser una necesidad fisiológica… a un anhelo, a un deseo que nacía de su amor por él. Y Hak había estado junto a ella, en sus idas y venidas, apoyándola y alentándola, sosteniéndola cuando se creía incapaz de continuar. Nunca había dejado de confiar en que lo conseguiría…

Y solo por eso, Yona supo, que si fuera físicamente posible, se habría enamorado una vez más de él.

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—¡Shh! — chistó ella, bajando ella también el volumen de su voz para no hablar muy alto.

Como despertaran al abuelo debían decir adiós al plan de dormir juntos porque este era capaz de sentarse en el pasillo de brazos y plantar vigilancia toda la noche. No habría sido la primera vez que lo habría hecho… al menos hasta que casualmente Ai se levantaba y lo mandaba de vuelta a la cama entre collejas y murmullos.

Hak rió y tuvo que esconder el rostro en el hueco del cuello de su novia para amortiguar el sonido mientras Yona abría la puerta de la habitación. Rápidamente entraron y cerraron la puerta.

—No sabes lo mucho que te echado de menos…— susurró plantando besos por toda la piel expuesta.

—Creo que me puedo hacer una idea— respondió ella dándose la vuelta para que pudieran mirarse cara a cara. La sonrisa sesgada que había en los labios del muchacho la dejó sin aliento y su sangre empezó a correr, calentándose a un ritmo vertiginoso— Porque a mí me ha pasado lo mismo…

Se besaron y el mundo desapareció a su alrededor. Después de casi sin dos meses sin verlo -las últimas semanas, con ambos de exámenes finales, apenas habían podido visitarse-, las llamadas de Skype o los mensajes no habían llenado ni una tercera parte de ese anhelo que sentía. Pero ahora había llegado el verano, dos meses para disfrutar junto a él y junto a sus amigos, sin pensar en el día de mañana, porque si lo hacía…

Un gemido por lo bajo salió de sus labios cuando Hak rompió el beso.

—¿Qué pasa?

"¿Por qué tiene que conocerme tan bien?", gruñó en su mente.

—Nada.

Hak se separó. A pesar de la oscuridad de la noche, Yona conocía perfectamente cómo se vería: las pupilas dilatadas, las mejillas sonrosadas y los labios inflamados. Sus ojos azules brillando como dos luceros, a los cuales ella sería atraída como polillas a la luz.

—No he olvidado lo de esta mañana.

—Claro que no— bufó por lo bajo, alejándose hacia el armario en busca de la camiseta del equipo que había conseguido robarle a Hak y que muchas veces usaba de pijama.

—Venga, princesa…— lo escuchó decir al otro lado de la habitación.

—Hak, creo que este no es un buen momento. Es tarde.

—Y mañana no tenemos que levantarnos temprano. Además, yo no estoy cansado, ¿tú sí?

Yona suspiró, terminando por pasarse la camiseta por encima -atrás había quedado cualquier rastro de vergüenza por podría haber entre ellos- antes de sentir las manos de él rodeando su cintura.

—Dime qué te pasa, por favor. Creí que todo estaba bien— había un matiz de inquietud en su voz que la conmovió.

—No, no tiene nada que ver contigo— se apresuró aclararle, girando en sus brazos— Son solo… tonterías mías.

—¿No habíamos quedado en que nada de lo que te pasaba era "una tontería"? — replicó con retintín los dos últimos vocablos.

—No…— murmuró, bajando la mirada— Hak, no sé qué hacer.

—¿Respecto a qué? — inquirió él con suavidad.

—Respecto a mi vida. A mi futuro— se mordió el labio inferior y sus ojos se conectaron con los de él— No sé lo que quiero hacer.

Él no dijo nada, se limitó a mirarla, esperando que ella se desahogara.

—Lo que quiero decir es que acabo de graduarme en el instituto y pronto iré a la universidad. Y que estoy entre dos carreras, sin saber cuál quiero hacer. O peor, hay veces en las que me pregunto si estoy preparada para hacerlo, si es mejor escoger otra cosa. Recuerdo cuanto ustedes estabais en este momento y parecíais tan decidido en lo que queríais hacer… Incluso Kaya sabe que va a ser enfermera. Y después estoy yo…

—Eh— susurró, deteniéndola, cuando vio como su ceño se iba haciendo más pronunciado conforme iba hablando. Acunó su rostro e hizo que sus ojos se conectaran—¿Te he dicho alguna vez que eres una niña tonta?

—¿Y yo te he dicho alguna vez que eres un est…?— sus palabras quedaron a la mitad cuando sintió sus labios cubriendo los suyos— Pensé que querías hablar, pero solo me has insultado y besado— jadeó una vez se separaron; su corazón iba a mil y tenía los ojos brillantes.

—¿Ves? Estoy siendo igual de absurdo que tú— sonrió ladeadamente cuando vio la mirada de sorpresa que le echó. Seguidamente, suspiró y la atrajo a sus brazos— Vale, ya, me pongo serio. En serio, princesa, tienes una horrible tendencia que magnificarlo todo. ¿Y qué si no sabes? No todo el mundo es igual, hay gente que lo tiene claro desde el principio, hay gente no sabe lo que quiere hacer hasta que no es mayor, hay que gente se arrepiente en medio de sus estudios o años después, e incluso hay gente que necesita equivocarse para darse cuenta de las cosas.

—Pero… el abuelo… Ai… Tae-Yeon… están todos tan entusiasmados…— recordó el orgullo de todos— Incluso los chicos y tú.

—De verdad, si es que de buena, eres hasta tonta.

—¡Oye!

Hak acunó su rostro hasta que ambos quedaron a la misma altura y clavó su mirada en la suya con intensidad.

—Vamos a ver, Yona, es tú vida y por supuesto que nosotros nos alegramos viendo como creces, como vas superándote cada día porque queremos lo mejor para ti, pero nunca será al margen de tus deseos. Ve a la universidad si así lo deseas, haz un maldito curso de jardinería incluso, o quédate en casa bordando y preparando meriendas con tus amigas— sonrió ante la mueca de sus labios— Sí, ya, no harás eso, lo sé. Pero lo que quiero decirte y quiero que entiendas es que el futuro está en tus manos y tanto yo como los demás estaremos contigo decidas lo que decidas.

Parecía absurdo, pero conforme lo iba escuchando, el peso parecía haber estado aplastando su pecho fue desapareciendo.

— Además, también tienes la opción permanecer en mi cama conmigo todo el día— sonrió con esa sonrisa que conseguía volverla loca— Lo has hecho estos años, ¿por qué no toda una vida?

—Qué más quisieras tú— susurró ella correspondiéndole la sonrisa.

—Empecemos disfrutando del verano, princesa. Ya nos enfrentaremos a lo haga falta después.

—Juntos.

—En la cama.

Yona rió y lo besó.

De pronto, el futuro ya no le parecía tan malo.

FIN


Ahora sí que sí, este es el fin...

Increíble, jamás pensaría que una imagen que tendría de HakYona durmiendo juntos en la misma cama terminaría siendo... esto. ¡Y qué llegaría tan lejos! No sabéis lo orgullosa que estoy de esta historia, el largo camino que he recorrido junto a ellos: amándolos y odiándolos, exasperandome por ellos, deseando que abrieran los ojos... Y míralos ahora, lo bien que parecen estar. Ay, voy a llorar.

Pero bueno, las cosas no duran eternamente, y yo estoy muy satisfecha con los resultados. Y espero que vosotros también y os haya gustado tanto como a mí al escribirlos.

Muchísimas gracias a aquellos que han estado junto a mí desde el principio, silenciosamente o con las maravillosas palabras que os habéis tomado la molestia de transmitirme; a todos los que sois nuevos y habéis llegado al final; a todos los que me han apoyado ya sea por Twitter o por aquí... De verdad, no tengo palabras para describir lo que siento.

Esta historia os la dedico a ustedes porque sé que no hubiera sido nada sin vuestra presencia.

¡Os lleváis un pedacito de mi corazón con vosotros!

Pd: No sabéis lo que me he reído escribiendo las escenas de Mundok y su control con los chicos.¡Me partía de risa!