Un cordial saludo a todos:

Amigos, no puedo creer que haya regresado. Pinta para ser el año más difícil para todos nosotros y eso es un factor que me ha retrasado tanto. Eso, la inspiración incorrecta (sin bromear, tuve que escribir dos veces este capítulo) y mi incapacidad física (tendinitis en el brazo derecho completo). En estricto rigor, no estoy del todo recuperado, pero me he arriesgado trayendo un capítulo estúpidamente largo para compensar mi ausencia tan prolongada. Espero acepten esta ofrenda como mi más sincero ruego de disculpas.

Y porque estoy ridículamente mal de tiempo, quiero agradecer absolutamente y desde el fondo de mi alma a mis queridos lectores, muy especialmente a la querida Chiara, lectores anónimos que me dejan su comentario o me dan una oportunidad, gracias por marcar este relato como favorito o digno de seguir y muy especialmente a Chess Steam, mi impulso final cuando estaba más hundido en el fango de la frustración. Gracias a todos por ser el ánimo para continuar con esto.

La canción que da título a este capítulo... bueno, creo que todos la conocemos, jejeje.

Y sin nada más que agregar, les doy la bienvenida a la lectura.


¿Qué planeas hacer en el futuro?

La pregunta del Sargento Lee lo desconcierta. Es uno de esos entrenamientos mezclados con exploración aprovechando el inclemente clima. Apenas si pueden mantener viva una discreta fogata y el sargento parece dispuesto a hacerle compañía en su guardia. Informalmente es el miembro más nuevo del Escuadrón Cruzado. Aunque nadie lo diga abiertamente, los cuatro integrantes del equipo lo tratan como tal.

Del otro lado de las llamas, Mariachi busca en sus ojos algún rastro de humor. Si debe inclinarse por la percepción, diría que hay seriedad y melancolía. Por momentos creía ver eso en los ojos de su abuelo cuando era pequeño y escuchaba sus historias, solo que entonces no sabía cómo definir aquello que proyectaba una mirada suya.

Prefiero vivir un día a la vez, señor –responde el soldado, apelando a un grado de diplomacia que provoca una mueca burlona en el superior.

Nadie se priva de la esperanza a tu edad –no es un reproche. A menos que se le tenga por un llamado a la confianza que logra que el joven baje la cabeza–. Todos los sueños son estúpidos si los dejas en palabras, asumo que eres un hombre de hechos.

Sí, señor.

Así que… ¿Qué planeas hacer en el futuro?

Por alguna estúpida razón, se le viene a la mente la antipática expresión de la teniente Yi suavizada en presencia de su superior. Recuerda los puntos de sutura en su espalda y esas palabras suyas… reproches sin duda…

Recuerda a Ahri y su dorada mirada dolida… ¿Cuánto hace ya? La nota a Wukong… la sonrisa suya… la satisfacción posterior del Rey Mono, siempre creciente, siempre presente…

La decepción de sus padres… la pena de su niña… el punto de quiebre antes de tomar esa decisión…

Cómo era la vida antes de tomar la única opción…

Bueno, no es como que las cosas hayan cambiado demasiado, ¿o sí? Sigue siendo el mismo camino, pero las bifurcaciones ofrecen la vana ilusión de los tres mil mundos contenidos en un instante.

Quiero ser Guardia Imperial.

Con la misma facilidad con que la respuesta brota de sus labios, desconcierta a su superior, quien no parece capaz de disimular el impacto que le produce conocer ese deseo suyo. Puede que intente buscar en su expresión algún rastro de humor, obligándolo a tragar saliva la ausencia del mismo.

¿No es muy pronto para tomar una decisión tan radical?

Ninguna decisión se piensa lo suficiente, no importa su alcance –replica Mariachi, dejando caer algunas ramas sobre las llamas.

¿Sí entiendes lo que significa renunciar a…?

No estaría diciéndolo si no lo entendiera, señor.

Sigues siendo muy joven.

Tiene razón, pero Mariachi procura disimularlo. Extiende las palmas a las llamas. Al calor. Olvida, por un instante, el frío que les rodea y el que parece venir de lo profundo. Se pierde el vaho que forma el aliento de ambos.

Quiero verte avanzar –confiesa el sargento, sorprendiendo al joven–. Incluso estando aquí… sé que podrías llegar muy lejos.

No entré aquí porque me muriera de ganas, señor.

¿Entonces?

Nunca… fui el mejor ejemplo para mi hermana –se escucha confesar a su vez el soldado, sin pensar demasiado sus palabras–. Tampoco es como que mis padres estuvieran orgullosos de mí…

¿Y quisiste dar vuelta las cosas?

Incluso si eso alguna vez supuso una satisfacción… no es como que me fuera a dar de comer.

Habrás tenido otras opciones.

Señor, si llegué aquí fue porque era mi única opción.

Creo que se nos da bien cerrar demasiadas puertas cuando no sabemos lidiar con nuestras crisis –lo ve sonreír a pesar del frío, calarse la boina y cerrarse más la chaqueta si cabe–. Conozco a esos tipos que describes y ni aún con todo este entrenamiento encima habría confiado en ellos para ser un Cruzado, ¿eso no te dice algo?

Puede que poco y nada. Puede que demasiado. Pero Mariachi no quiere rascar la ilusión. En cambio, cierra la boca y vuelve la vista al débil crepitar de la hoguera. El sargento, por su parte, no parece conforme.

Incluso si reúnes los requisitos, no es como que la Guardia Imperial acepte humanos… qué digo, lo habrás considerado y puede que… de haber sido cualquier otro, le habría dicho que pierde su tiempo –no lo mira, pero sabe que los ojos agudos de su superior están posados sobre él–. A ti te veo muy capaz de lograr hasta la estupidez más absurda y eso me asusta, Mariachi, porque te necesito.

¿Cómo dice? –No quiere sonar sorprendido, pero le es imposible ante lo que cree haber escuchado.

No me importa la razón que te trajera o tus metas a corto o largo plazo, lo cierto es que te necesito –le sonríe a través del resplandor anaranjado que parece bañar el espacio que comparten–. Estoy harto, tan harto como tú de que sean otros los que den órdenes y nosotros no tengamos demasiadas alternativas y no tanto por nuestra capacidad como por el hecho de ser lo que somos.

Y Mariachi sigue ese hilo. La humanidad. Vastayas, demonios, incluso seres más divinos tienen los mejores cargos, las mejores posiciones. Un superior humano, independiente de su rango, se destaca. Es el caso del sargento Lee, la insoportable teniente Yi… no, no la pienses… no es el momento, que él lo notará… o del capitán Son, que duerme en una de las tiendas. Y puede que, sin saberlo, sea también el caso de Mariachi. De otro modo, este superior no estaría confiándole tales palabras, más si recuerda quiénes integran el resto del escuadrón.

También quiero dar vuelta las cosas y necesito que se note, que sea un escándalo –musita el sargento, captando más y más la atención del joven–. No dudo que puedas lograrlo, Mariachi, pero el cambio al que aspiro es mucho más grande y no podré lograrlo si no te tengo a ti de mi parte.

Señor… yo…

Tal vez no te interese inspirar orgullo en nadie, pero no puedes negar que le quieres tapar la boca a más de alguien.

Por supuesto que quiere. Partiendo por el instructor que tanto se rió de él. Por esos compañeros que le dieron tal paliza en los baños. Por Wukong y el atrevimiento de usar a su familia para chantajearlo. Por los maestros que asumieron que no llegaría lejos mucho antes de poder abrir la boca…

Puede que el mismo incentivo llene a su vez la mirada del sargento. Sólo que ahora viene a notar el matiz en la oscuridad de su mirada. Poco y nada tiene que ver con el fuego.

Señor… si está tan seguro…

Porque así será, Mariachi.

No hay nada que desee más que cerrar yo mismo esas bocas.

Entonces quédate con nosotros, soldado, quédate conmigo –le gusta esa sonrisa. Cree haber esbozado la misma cuando le partió la boca al primer demonio que intentó pasarse de listo–. Pelearemos por darnos ese gusto.


En estricto rigor, el momento en que acepté verme metido en esto no está del todo lejano.

Sin embargo, asumo que tantas cosas terminan por distorsionar la percepción que pueda tener del tiempo.

Si reduzco la experiencia ganada a unos cuantos números, difícilmente resulten llamativos en cualquier currículo si no lo avalo con las recomendaciones pertinentes. Y si esa garantía no basta para afirmar el argumento, podría explayarme en las consecuencias físicas. Entonces habré tirado la entrevista por la borda si quien la lleva resulta ser lo bastante quisquilloso para pensar que no podré desarrollar el trabajo en cuestión con un solo pulmón.

Entonces el nombre de Riot Entertainment Studios tendría que pesar algo más que el equivalente a la tinta que podría haberse empleado en plasmarlo.

Y tendría que recordarme que, difícilmente, alguien querrá saber qué hice en ese tiempo en blanco. A aquellos a quienes pueda llamar la atención y sepan hacer la pregunta correcta, sabrán a su vez que es esa misma pregunta la que deben evitar. Asimismo, no estarán dispuestos a arriesgar sus propias cruces por ver satisfecha una pizca efímera de curiosidad.

O algunos, como Lucian en su momento, sabrán usar esa información para clavarme un puñal en cualquier lugar que no sea el miserable pulmón que me queda. Un comentario que podría pasar por una broma interna. Alguien más se habrá unido al club. Si espera que le guarde rencor a Cat por lo que hizo…

Para empezar, no nos quedó alternativa. Sí podría haberse moderado un poco en el esfuerzo por disimular…

A simple vista, las marcas pueden pasar por cualquier otra cosa.

A simple vista, en realidad, no es como que llamen demasiado la atención. Más si las comparas con el mapa que las rodea. Incluso el recuerdito que me conseguí por "ser lo bastante idiota para jugar con cuchillos" resalta mucho más.

Tampoco es que existan demasiadas oportunidades para verme sin camisa.

Al tacto se siente… fuera de lugar. No es la primera vez que llevo camisa. Influyen acaso las intenciones que pueden encerrar las prendas. Supongo que debí esforzarme un poco más en pasar desapercibido. No es como que tuviera que lidiar con demasiados focos y qué sacamos. Ya es un poco tarde para preocuparse de esos detalles.

Y si me pongo la camisa con rapidez, se debe únicamente a que no quiero detenerme a mirar demasiado los recordatorios de lo que he estado dispuesto a hacer por la plata.

Tomar aire aún me supone algo parecido a un reto. Vuelvo a pensar en lo que he ganado y me pregunto seriamente si eso podría costar un pulmón en el mercado negro, sin tener en consideración el procedimiento quirúrgico que haría falta de querer que sea de utilidad, claro está.

Porque de haber sido el caso, de buena gana habría vendido ese pulmón antes y me habría ahorrado el desmadre y los recuerditos.

No ha pasado tanto respecto de la vez anterior. No hay bienvenida. No hay abrazos. No hay tan siquiera una incertidumbre. Esto ha sido más traumático en términos físicos y sin embargo, dormí menos y no me perdí de mucho. Incluso los muchachos tuvieron bien de informarme de todo cuanto pudiera hacer falta, representados por Penny, por supuesto.

Por supuesto que Cat sería la primera en comandar los interrogatorios necesarios para que toda esta historia pudiera comprarse, pero de ahí a tan siquiera suponer que llevaría a Vi para mantener la pantalla…

No digamos que Vi destaca por ser la buena en la pareja de interrogadores, así que por supuesto que no se iría con chiquitas. Menos aún si jamás ha figurado en la nómina dentro de la Imperial que tiene la más mínima idea de lo que llevamos cocinando desde dentro.

Así que las muchachas terminaron recibiendo una explicación más detallada acerca de Niebla Negra.

Así que, por respeto, a los muchachos del Grupo Diamante no les quedó otra que ponerlas al tanto de… digamos… sus funciones completas.

Así y todo, la información no dejó de girar dentro de canales más o menos seguros. No existe forma que se pueda filtrar más allá de ellos. Con algo de suerte, Vi también caerá en la cuenta de que más le vale mantener la boca cerrada.

Y el hecho de llevar, en el momento del ataque, un chaleco antibalas cortesía de Freddie sólo dejaba a las muchachas dos alternativas.

La primera, que me enteré a través de ellos o que apenas sabía un poco más que ellas mismas, entiéndase la presencia de un peligro y ya, y por tanto, a los chicos no se le ocurrió nada mejor que emplearme como satélite de Black Task Limitada en el proceso de protección, más tras demostrar lo útil que podía ser dejándome clavar un cuchillo.

La segunda… bueno, considerando la procedencia del chaleco antibalas… difícilmente rondara en la cabeza de nadie si ni siquiera Penny la había insinuado.

Puede que sea el único que pueda poner sobre la mesa tanto la teoría como su confirmación. Estuve cerca. A un pulmón de distancia.

Y con algo de suerte, esta última semana tendría que ayudar a poner más distancia entre nosotros y la realidad. No aguantará por mucho. Están siendo cada vez más atrevidos y es cuestión de tiempo para que vaya a más.

Ahora mi niña no quiere verme. Es la segunda vez que hago esta gracia y no existe forma de que pueda explicarle de que no está en mis manos sin que le dé un ataque. Al menos mamá está con ella. Se supone que papá tendrá que llegar dentro de dos o tres días y tampoco puede quedarse mucho más.

Me es más difícil cada vez mirar a la cara a mi familia. Ya no puedo decir la palabra preocupación sin quedar como un imbécil hipócrita. Lo peor sigue siendo que, si mi niña no sabe nada, mis padres apenas si saben un poco, no demasiado, pero sí lo suficiente como para tener que aguantar a mi madre con el peor ceño que le viera desde los quince años y las lágrimas a punto de vaciarse tras verme posterior al alta…

"Ya es bastante duro pensar que puedo perder a tu hermana como para que tú nos hagas lo mismo pudiéndolo evitar."

Ni siquiera pude abrazarla a causa del dolor.

No sé si papá actuaría mejor. Es probable que lo entienda. O que lo acepte, si no mejor, al menos con algo más de entereza. Pero no sé cuánto más pueda tardar antes de derrumbarse. Jamás lo he visto llorar, pero asumo que lo ha hecho. No sé qué haría si lo viera. No sé si podría resistirlo…

"¿Qué quieres demostrar, hijo?"

Si ya tras el incidente de los baños parecía apenas capaz de mirarme a la cara y creerse que estuviera a su lado en la misma sala de espera.

"Existen mejores formas de ganarse el respeto."

"No se trata de eso ahora, papá."

Qué sacaba con mentirle. Si alguna vez lo fue… ¿Cuándo perdió toda importancia?

Tal vez no necesito ir más allá para dar con la respuesta. Si cierro los ojos, aún puedo verme sosteniéndolo en la oscuridad y apenas pudiendo escuchar su respiración…

"¿Entonces?"

"Es lo único que sé hacer."

"Eres mucho más que eso y lo sabes."

"¿Y eso de qué le sirve a Lena?"

No es un golpe bajo si ambos nos hundimos en la misma mierda.

Aunque a veces me pregunto si todo esto ha sido por la plata desde el comienzo. Si alguna vez intenté convencerlos de tal cosa o si alguna vez albergué el grado necesario de certeza para ir lo bastante lejos como para sacarme un cuchillo o sacrificar un pulmón.

Asumiendo que, alguna vez, tener esperanza constituyera una opción lo bastante válida para pasar por alto la comodidad del empleo inicial.

Ahora que me falta más de lo que puedo contar en el sentido literal, no estoy seguro de tener la misma razón del principio o si todo esto no ha sido otra cosa que aferrarse a un puñado de razones que tiene su lugar en la pirámide de prioridades.

Las calles apestan cuando emerjo de la estación del metro. Asumo que el viento trae consigo los vestigios de la barricada más cercana, por mucho que, a simple vista, tales restos brillan por su ausencia. Será algo familiar. No puede ser que ya nos estemos acostumbrando a este hedor y a proclamas que parecen adornar todas las paredes.

No soy de los primeros en llegar a la agencia ni esperaba serlo. Sí me permito asumir que he llegado antes que otros. Es probable que a Penny le dé por convocar a todas las tropas para la necesaria actualización de la situación y la correspondiente logística. Me convocarán si creen que puedo postergar lo que sea que esté haciendo cuando se enteren de que he regresado y esa convocatoria sólo reforzará mi posición de satélite de Black Task.

Y no. No es como que una hipotética lealtad a Black Task me pueda perjudicar considerando que, al final del día, todos buscamos lo mismo en teoría. Pero si los métodos distan de los estipulados en los contratos… entonces sí podemos experimentar ligeras dificultades.

Y a estas alturas creo poder decir, con algo de propiedad, que cualquiera de ellos con Penny a la cabeza parece bien capaz de ir un poquito más allá de lo estipulado en cualquier convención.

No quiero ser el que lo haga, pero llegado el momento, sé que no habrá otro cerca.

Percibo movimiento en la sala de ensayos. Eso es nuevo. Echo una mirada. Hay más de alguien. Tampoco me quiero detener. La música disimula mis pasos. Creo reconocer retazos coloridos. Suficiente, no necesito mucho más.

No las he visto desde que me desmayé en brazos de Ahri. Estaría lo bastante preocupado para considerar las humillantes implicancias de semejante cuadro de no ser porque casi puedo visualizar el susto sufrido.

Lógicamente no es algo que me apetezca repetir ni mucho menos a ella. Pobre, cuánto le habrá tomado superar el jodido impacto de lo ocurrido en los baños y va y se le ocurre ir precisamente a esa cafetería por sobre cualquier otra. No podía permitirse algo más acorde a sus exquisitos gustos de niña mimada de la escena musical, subrayada por si eso fuera poco por la presencia de una verdadera niña mimada como Evelynn.

Asumo que todas se enteraron poco después y las filas se han cerrado. Ni siquiera puedo… bueno, no es como que lo intentara en el pasado, por lo que no hay charla que mantener, aunque tengo forma de contactarlas y viceversa, pero… ahora que lo pienso, no es como que me llamen. Será que siempre hemos sido capaces de dejar claras las cosas de manera presencial y eso nos ahorra los disgustos.

Hay un enorme ramo de rosas… no, lo correcto es hablar de un arreglo floral. Y me espera en el escritorio. Alcancé a estar un par de días hospitalizado y el ramo que recibí apenas si puede competir en proporciones con éste. No me atrevo ni a mirarlo y teniendo en cuenta las dimensiones de esta oficina, tan siquiera intentarlo parece tan viable como un puñado de cosas que empiezan con volar y terminan en saltar de un edificio y considerar sobrevivir.

Por supuesto que el mensaje se hace notar en medio de tanto rojo y verde:

Para Jong Ki

Mi niño temerario

Quiero que cantes sólo para mí

Debería romper la nota. No puedo. ¿Qué forma de amenazar es ésta? ¿Serán los de Niebla Negra en realidad? A ellos les encanta que se sepa que están detrás de estas cosas, pero las notas poseen caligrafía neutra y carecen de firma. Me recuerda a la nota del hospital, sólo que esa decía algo como:

Quiero que respires sólo para mí

Y antes de que pueda deleitarme con esa miserable cuota de buen gusto encerrada en una línea que no estoy seguro de recordar del todo bien, la línea directa al despacho del jefe suena, obligándome a contestar al segundo tono.

–¿Señor?

–¡Jong Ki, sabía que te encontraría! –me suelta casi con estridencia. Para estar tan arriba, peca de no cumplir con la discreción que se espera de su puesto–. Necesito que vengas aquí con urgencia, hay un asunto que debemos discutir.

–Si se refiere a mi último "descanso"…

–Es algo que prefiero hablar contigo… en persona.

Bien, esto debe ser serio. La última nota no me gusta. Echo una mirada al reloj y a lo que se supone que es una ventana. Vuelvo a mirar (como si pudiera hacer otra cosa) el arreglo floral y casi siento alivio al salir de un cubículo atiborrado del aroma de las rosas.

Intento contabilizar las veces que el jefe me ha llamado a instancias semejantes y no encuentro el número por ninguna parte. Supongo que debería preocuparme. Luego recuerdo que me falta un pulmón y se me pasa. ¿Qué podría ser peor?


¿Vas a seguir enfadado con ellas por siempre?

Asume que la pregunta lo descolocará. Que esbozará una sonrisa aturdida y fingirá lo contrario. Así que se lleva una sorpresa cuando parece pensar seriamente la respuesta.

No creo que haga mayor diferencia.

Sería bonito no ser tu emisaria.

No veo problemas en comunicarles los cambios de agenda, señorita.

¿Y por qué no te veo haciendo nada al respecto?

Supongo que ha encontrado la forma de adelantarse a mis decisiones.

Habrá pensado en eso como un chiste. Ahora sí lo descoloca. Con la ausencia de una carcajada. Con el semblante halagado y la mirada precisa que, sabe, lo incomoda. Para disimular… puede que ni siquiera se esfuerce, pero le basta con volver a mirar el calendario y reacomodar piezas que no hace falta mover.

Son sólo ellos dos en esa pequeña sala de reuniones. Deberían estar las chicas, pero asume que, si se ha adelantado, es con la esperanza de dejar todo listo y explicar lo menos posible. Muy propio de él. No responder preguntas. Ser escueto y quizás, sólo quizás, albergar la esperanza de que sea ella, ella y no otra, la que llegue primero.

Quizá porque en verdad Kai'Sa esperaba ser la primera en poder hablar con él.

De nada particular, por cierto. Sólo hablar. Sólo tener el pequeño placer, el deleite casi imperceptible, de descolocarlo.

Será un mes más relajado… mediados de año, por supuesto –masculla Jojo, cuan profesor de espalda a su única estudiante, moviendo las fichas del enorme mes que está en curso–. La agenda propia de la señorita Akali… comienza a notarse…

¿Eso te molesta?

No veo razones, no creo que me quiera como representante de esa idea –incluso sólo viéndole la espalda, Kai'Sa adivina la sonrisa burlona que complementa su respuesta.

Ese nuevo proyecto… ¿No te hace más difícil…?

Canijo, sí, no soy ningún mago –de pronto, el representante golpea el puño derecho con la palma derecha. El recuerdo súbito que casi sobresalta a la bailarina–. Por poco y lo olvido… ¿Sería tan amable de darle esto a la señorita Akali? Seguro le vendrá bien.

Acto seguido, Mariachi deposita sobre la larga mesa una hoja doblada antes de volver a mirar su obra. Extrañada, la bailarina la toma y no tiene reparos en echar una mirada a lo que hay escrito.

El contenido la desarma. No puede ser que en serio él…

Jojo…

¿Señorita? –Suelta él, distraído. Absorto. No ha notado nada en su voz.

¿Esto es una broma?

Sólo el cuestionamiento a su trabajo podría devolverlo a la realidad. Tampoco es que luzca ofendido, pero sí parece creer necesario mirar de frente y adoptar una postura más seria, diría incluso que más respetable. No parece ofenderle que mire el contenido de la hoja, pero sí parece desconcertarlo la impresión de Kai'Sa.

No creo que hacerle una broma a la señorita Akali sea un riesgo que esté dispuesto a correr, si me entiende…

Jojo… ¿Tienes la más mínima idea de lo difícil que es conseguir esta información? –El tono vehemente de Kai'Sa casi asusta al representante. Le divertiría su expresión en otras circunstancias. Ahora, en cambio, necesita estar segura.

Señorita… ¿No exagera? La… la verdad no fue… no fue tan…

Estás… ¿Estás seguro de que esta información es buena y no…?

No corro riesgos si no estoy seguro –afirma Mariachi, categórico–. Son mujeres ocupadas, si lo sabré yo… asumo que no están para juegos.

Ni una brizna de humor en su expresión. La bailarina, asombrada, vuelve a mirar los números y los nombres escritos con caligrafía veloz, pero legible. Repasa cada sílaba. Es… vaya, cuesta creerlo. Pero tampoco parece que sea el tipo más ingenioso que haya pisado la agencia…

Bueno, ingenio no le faltó para regalarle ese viaje…

Sabe cómo es la sonrisa que esboza al apoyar la mejilla en su puño. En realidad… no puede calificar de sonrisa como tal. Es más un gesto. En parte porque debe hacer un esfuerzo para esbozarla. Sabe que él lo nota, aunque finge que no. Ahora retrocede apenas un paso perceptible que lo aleja de la mesa.

Se estará preguntando qué ha hecho ahora. Típico.

Nada de favoritismos, ¿no es ésa tu filosofía, Mariachi?

¿A qué viene eso, señorita?

A que… te tomas demasiadas molestias por una chica que… ya sabes, te golpeó de esa forma…

Hablar de molestias es una exageración –masculla el representante, creyendo oportuno volver a mirar el enorme horario–. Si se puede… si no representa una dificultad… no veo por qué no hacerlo.

¿Te importa tanto lo que Akali piense de ti? –La sola pregunta rigidiza la espina dorsal de Mariachi, al tiempo que la bailarina contiene el aliento en espera de su respuesta.

Puede entregarle eso diciendo que es de su parte, no tiene importancia –la respuesta es inmediata, pero tiene dificultades para tragarse ese despliegue de desinterés. Puede ver el asomo fugaz de una sonrisa–. Incluso eso sería mejor, ¿no le parece?

¿Qué quieres decir? –No quiere sonar tan interesada, pero le es imposible disimular más de lo que ya hace.

Usted la conoce mejor que yo, lo más probable es que rompa ese papel sin verlo si se entera que es de mi parte.

Quiere abrir la boca y soltar una réplica. Una frase. Cualquier cosa que subraye esa certeza suya. Pero Kai'Sa se queda boqueando. Quiere darle la razón. Quiere darle más razones para apoyar esa certeza. Tendría que ser sencillo.

Pero…

Tiene que venir a su cabeza justo ahora. Akali sin dormir por noches enteras. Akali y la expresión antes de golpearlo… la antigua ninja, la más pequeña del grupo, llorosa en un ascensor tras tirarlo y maldiciéndolo de tantas… tantas formas…

Tantas que nadie diría que esas palabras vienen de…

La misma Akali que volvió sin decir una sola palabra tras traerla Jojo del hospital…

¿Por qué ninguna de ellas le dio importancia al hecho de que la muchacha, por primera vez, se delineara los ojos? Maldita sea, ni con el imbécil de Kayn se tomó tantas molestias y eso que lo lloró por un buen tiempo.

Entonces… si así había sido… y si siempre ha sido la primera en encontrarle una razón para criticarlo, ¿por qué de pronto le ha dado por actuar como si…?

No… de hecho… de hecho… no es como que ahora el mismo tipo le resulte tan criticable, ¿verdad?

Pero Mariachi tiene razón. La conoce. Claro que la conoce. Al punto de que sí. Tal vez sea buena idea de que ella no sepa que él le ha conseguido…

De pronto, Kai'Sa cae en la cuenta de su actuar. Dios, ¿en verdad está pensando en…?

En verdad… en verdad debe estar agotada. Si es el caso, el mes más relajado en verdad les vendrá bien.

Me debes una por cubrirte entonces, Jojo –decide soltar como si nada, intentando no alterar la posición inicial. La que sabe que le afecta. La que lo lleva a retroceder.

No cuenta con que él gire la cabeza y le dedique una sonrisa que poco y nada tiene que ver con la diligencia cotidiana. La bailarina contiene el paso de la saliva a través de su garganta. Dios, si no lo conociera, diría que incluso le está siguiendo el juego. No… no puede ser… pero esa forma de curvar los labios…

Considerando todo lo que hago por ustedes… no creo que le haga daño este pequeño favor, ¿o sí?

Resulta casi divertido sostenerle brevemente la mirada. Sin importar el esfuerzo adicional que debe hacer para disimular su turbación. Obligándose a pensar que no, no ha sido calculado. Apenas la expresión lógica considerando que sí, es lo menos que puede hacer. Que no tendría por qué ser otra cosa si no estuviera tan empecinada en hacer de esos pequeños momentos verdaderos mundos que…

Yo sé bien que estoy afuera, pero el día en que yo me muera, sé que tendrás que llorar…

Antes de que tenga ocasión de procesarlo, Kai'Sa escucha el característico grito salir del bolsillo del representante:

¡Lloraaaaaaaaaaaar y llorar! ¡Lloraaaaaaaaaaaaaar y llorar!

La bailarina tiene que hacer un esfuerzo por contener la risa. No tanto por la canción que tiene como alarma Jojo y que resuena en la sala con potencia (Dirás que no me quisiste…), sino por la azorada expresión del representante, quien se enreda en sus propios esfuerzos por sacar el móvil y dedicarle una mirada avergonzada a la joven, quien apenas si puede disimular la risa que se le escapa a través de sus labios firmemente cerrados.

Apenas si consigue mostrarle el móvil como una señal de disculpa. Ni siquiera espera su autorización. Da igual, si la joven abre la boca, no dejará de reír. Tampoco es que tenga nada de malo. No será el mayor de los ridículos. Que agradezca esa absurda manía suya de levantarse más temprano que ninguna de las chicas, incluso cuando no es estrictamente necesario.

Las primeras risas ya se le escapan cuando Jojo contesta la llamada y pasa junto a ella en dirección a la salida. Algo se relaja en su semblante abochornado. Incluso diría que se ilumina. El cambio es brusco. La desconcierta un poco.

Hola, mi ángel.

Algo va a responder antes de cerrar la puerta tras de sí. Había tanto… tanto cariño en su expresión… en su voz…

Podría ser… podría ser cualquier persona, piensa la bailarina, sin despegar la mirada de la puerta, como esperando que la misma se muestre de acuerdo con su postura. Tendría que ser cualquiera. La variedad es amplia. Sólo… sólo que alguien como él… no puede imaginarlo con un círculo familiar que vaya más allá de los mercenarios guardaespaldas. No puede imaginarlo haciendo sobremesa con una familia de verdad. Pero esas palabras…

Bueno, no le dejan demasiadas alternativas. De hecho, son escasas. Mínimas. Diría incluso que son sinónimos unas de las otras.

Y no ve que no pueda ser verdad. Tiene todo a favor, maldita sea, todo. No tendría que ser así…

Pero lo es, casi gruñe la bailarina, apoyando la cabeza en ambas manos y los codos en la mesa. Casi se despeina en el proceso. No puede importarle menos.

Ahora resulta que Mariachi tiene un ángel.

A Kai'Sa no le resulta demasiado difícil imaginarla. Seguro debe tener un carácter suave para que Mariachi le hable así. Seguro es empalagosa por momentos, pero parece que eso le encanta, una chica que casi se comporte como una niñita pequeña a la cual pueda cuidar como su máximo tesorito y adorarla, casi ponerla en un altar. De qué otro modo se explica que la vea así, casi divina…

Y si ya le ha construido ese templo dedicado a la adoración, significa que lo ha tenido de la jeta un buen tiempo, el necesario para consolidar su obra y posición a ese punto. Diría entonces que mucho antes de conocerlo… de trabajar para ellas, como todas le subrayaron tanto cuando…

Es consciente de su estado de ánimo en cuanto repara en la hoja estrujada en su puño. El hallazgo. Aquellos datos imposibles…

Bueno, tal vez haya dicho la verdad. Tal vez sólo ha podido y no ha querido quedarse de brazos cruzados. Pero… canijo…

¿Por qué no puede decir que le agrade confirmarlo? Menos de esa forma.


Es el turno de sorprenderse.

No puede decirse que la señorita Kai'Sa se encuentre en el mejor estado de ánimo. De acuerdo, ha cometido errores y quién no los comete. Pero otra cosa muy distinta es que ellas también, con más frecuencia y no pueden decir que les ponga a los mismos la debida atención.

La muchacha quiere creer que tiene que ver con la distancia entre el presente y un próximo evento. Puede que el mismo se halle cubierto por un velo de incertidumbre. Sin embargo, eso nunca ha sido excusa para detenerse. Cierto es que ahora tienen más experiencia como equipo de baile y no puede decirse que recientes bajas se deban a que la tarea se halle fuera de sus posibilidades, pero…

Es extraño.

Ya no es la mujer dictatorial que conocieron. Cierto es que ahora resulta más agradable. Severa, sí, pero sin alcanzar extremos tiránicos. Cierto es que su mirada aguda capta la menor descoordinación. Y ahora mismo, cuesta creer que esa misma mujer luzca, en el mejor de los casos, muy distraída.

Y no es que teman que les arranque un brazo o una pierna de un mordisco, pero ver a alguien en semejante estado y que, encima, ostente un grado de superioridad respecto de los demás torna bastante… cómo decirlo… complicado abordar un tema tan personal como lo puede ser la explicación de su estado de ánimo.

Y no es que les importe… bueno, sí, les importa en cierta medida. No se tiene por qué tratar de un asunto de vida o muerte, en esto estamos claros. Sin embargo, no deja de llamar la atención y en última instancia, semejante… ¿Dejadez? Respecto de algo que no sólo le interesa, le apasiona tanto…

No hace falta desarrollar en extremo las capacidades deductivas o el instinto para saber que eso sólo puede ser señal de algo de cierta gravedad.

Y puede que sea eso mismo, por sobre su aura de autoridad, lo que disuada a las chicas de acercarse a averiguar con toda la sutileza posible.

Qué carajos… si se trata de algo grave, ¿existe tan siquiera una mísera forma de manifestar sutileza?

Algo grave, por ejemplo, debe explicar el chasco de uno de los últimos ensayos cuando, tras permitirse un descanso, un mensaje pareció lanzarle la galaxia entera encima a la artista que ya todas, de algún modo, habían aprendido a ver como una suerte de mentora más que una simple profesora o, en última instancia, una jefa o líder.

No es como que hubiera demasiado espacio para permitirse una actualización, en parte porque todas habían aprendido a ver el descanso como eso. Y una mirada al móvil que empezara con unos segundos bien podía derivar en algo descontrolado que terminaría por llevarse sus fuerzas.

Y eso, tras aprender lo que puede ser trabajar con una mujer como Kai'Sa, no podía considerarse una alternativa.

Así que esa alarma específica debía dar a entender la llegada de algo de importancia. Pero de ahí a imaginar que la breve lectura la llevaría a apoyar la espalda en pared, volviéndola consciente del color de su piel al ausentarse el mismo de golpe mientras la fuerza pareció seguir de cerca al color mismo…

Esa vez la bailarina consiguió incorporarse a duras penas, sin dejar de mirar el móvil y llamando la atención de las presentes, lo que la obligó a levantar la mirada. A todas y a ninguna a la vez.

–Chicas, ha… surgido un imprevisto, tendremos… tendremos que terminar por hoy.

Antes de que ninguna de ellas pudiera pedir una explicación, Kai'Sa tomó el bolso y se largó a toda velocidad, resonando el portazo más de lo necesario en la estancia.

Habrá sido algo grave, asumió la muchacha. Lo bastante grave para dejar de lado todo. No podía imaginar que algo fuera tan… tan… cómo decirlo…

¿Su familia tal vez? Ni entonces ni ahora se le ocurren otros pretextos. Todas asumen que es el tipo de mujer que podría seguir bailando aunque todo se caiga a causa de un terremoto o no deje de lloverle encima porque el techo está lleno de goteras. Ella no se detendría por cualquier tontería. Y la familia… o las chicas del grupo… bueno, sí tiene razones de peso.

Pero si debe ser sincera, la muchacha, más allá del desconcierto del momento, no quiere profundizar. Ya es bastante malo que la bailarina desbarate la imagen que todas tienen de ella como una señal de que algo va mal como para, encima, ahondar en las causas. Esas explicaciones que te amargan el día… la semana… el mes…

Y hoy, después de más de una semana de lo ocurrido, no puede decirse que luzca mejor. El primer ensayo que tienen después de ese chasco y no cree que alguna no se pregunte quién es esa mujer y qué hizo con la exigente y perfeccionista Kai'Sa, principal bailarina de K/DA.

Porque como mínimo de cinco errores, tres los ha cometido ella y tras disculparse con las chicas entre dientes, gruñe insultos contra sí misma por largos segundos.

Así es que consigue, de alguna manera, que el proceso se torne lento al punto de volverse insoportable dar un paso más. Así que sí, no puede ser la única que se sienta agradecida de que todo acabe por el día y se puedan retirar.

Adelantándolas a todas al salir.

Dejándolas a todas, por unos segundos, suspendidas en la incredulidad. Y a la muchacha con la incertidumbre de cuánto puede tomar superar una mala noticia.

Está claro que, en el caso de Kai'Sa, debe ser más de una semana.


En retrospectiva, Kai'Sa se siente ridícula por tan siquiera considerarlo. Pero quién podría culparla si las horas no hicieron otra cosa que alimentar su esperanza.

Ahora, sin embargo, sabe que lo ha subestimado.

En parte porque hoy es el día en que las chicas tardarán en regresar. En parte porque sabe que hay pendientes por resolver, pero lo último que quiere es tener que preocuparse demasiado al respecto de nada. Lleva demasiado mirando el móvil. Demasiado con la cabeza en otro sitio. Demasiado, en definitiva, sin una pizca de paz y si debe ser del todo honesta, todo eso se remonta mucho más allá de esta maldita semana.

Pero claro, estos jodidos días no han hecho sino confirmar la jodida percepción que la ha llevado al borde del colapso. Así que si tiene ocasión de permitirse un rato a solas y en silencio, no le importa tener que desplazar cualquier cosa o afrontar consecuencias peores. Lo cierto es que está harta y necesita respirar.

Y ha contenido la respiración demasiados días. Permitiéndose apenas la normalidad en cuanto se supo alejada de la agencia.

Tomar la decisión fue difícil. Las consecuencias también lo serán si acaso alguien se atreve a poner una objeción ante lo que es un hecho, pero lo duda. O quiere dudarlo. Lo último que necesita es ordenar el desmadre de su cabeza, lo que resulta curioso por decirlo menos considerando la claridad de la que hiciera gala en su momento cuando…

En fin, se dijo la bailarina, asumiendo la frustración como el fruto de un ensayo desastroso. Ya está. Una certeza que la acompañó en cuanto la puerta se vio despojada de seguros y cruzó el umbral.

La primera señal que la tensó fue el sonido de la televisión. Sin importar lo dormidas que pudieran estar ella o las muchachas, difícilmente dejarían algún aparato encendido. Y sin embargo, ahí tiene el aparato a un volumen moderado. No es un escándalo, pero sí es el índice requerido para que pueda oírla desde el umbral y a medida que se adentra en el pasillo.

Considera, por un momento, retroceder sobre sus pasos y advertir a seguridad en el primer piso, pero… ¿Quién podría evadir al verdadero ejército de locos armados que las custodian sin arriesgarse a verse convertido en filetes? Si quisieran atacarla, concluye, alterar el espacio de esa manera sería, en el mejor de los casos, una estupidez mayúscula.

Y piensa. Tal vez sí existe alguien de esa habilidad y ha encendido la televisión para generar ese ambiente de confianza. Serán muy buenos en lo que hacen, pero cabe la posibilidad… ínfima. Insignificante acaso, pero carajo, siempre cabe y no puede negarlo.

A menos que una de las chicas pensara con anterioridad y tomara la misma decisión y entonces… bueno, no es como que sus planes terminen de irse por el drenaje, ¿o sí?

Habría sido ideal considerar todas las opciones desde el umbral y no a medida que se adentraba en el pasillo.

Ahora, sin embargo, se despliega ante sí la sobria sala iluminada por algo de la luz grisácea que se filtra a través del enorme ventanal. La enorme pantalla de alta definición retransmite una película americana. La recuerda. En estos momentos la batalla campal está a punto de desarrollarse y los héroes, unidos, se lanzan en banda contra un calvo villano de gruesa armadura que apenas si le basta mover su gigantesca espada… o machete doble… ¿Qué diablos es? Como esa, eso basta para que su ejército de monstruosidades se lance contra los héroes, secundados por extrañas ballenas voladoras.

Alguien, cómodamente sentado en el sillón más grande, contempla la acción en concentrado silencio, los codos apoyados en las rodillas, las manos enlazadas y la boca apoyada en ellas.

No tiene idea de cómo es posible que, de entre todos los malditos rasgos, pueda reconocer su jodida nuca.

–¿Te irás si te digo quién muere al final?

Mariachi no se sobresalta ante el cuestionamiento. Más bien deja escapar el aliento antes de apagar el aparato con el mando a distancia.

–La he visto cinco veces, sigo creyendo que es mejor la anterior, pero qué carajos…

Tiene la impresión de que le basta un movimiento para incorporarse y voltear. No recuerda cuántos trajes lo ha visto usar, pero concluye que no son demasiados. A pesar de la confianza que se ha permitido para usar así su espacio, ni siquiera ha aflojado el nudo de la corbata. ¿Cuántos kilos ha perdido desde que se conocieran? Así y todo, las luces le ayudan a disimular el desagradable efecto del daño.

Eso y la seriedad rotunda de su gesto. El mismo que inunda la mente de Kai'Sa de una amarga resignación.

–Cómo entraste –inquiere la bailarina, intentando en todo momento sonar tranquila y no decididamente molesta.

Él sólo la mira. Mira el entorno y se encoge de hombros. Como si el amueblado avalara una respuesta que su cuerpo todo parece dar sin valerse de su boca. Soy Mariachi, quiere decir. Soy quien soy. En mi posición… ¿En serio cree que no encontraría la forma?

–Bueno… considerando la situación… un riesgo añadido no tendría por qué significar demasiado, ¿o sí?

–De manera que no se te ocurrió mejor forma de despedirte –suelta ella con una sonrisa burlona de la que él, para su sorpresa, hace eco.

–Sólo asumí que todas las otras posibilidades ya figuraban en sus cálculos, señorita.

–Ya te puedes ir olvidado de esa postura, te estás demorando demasiado en salir.

En cambio, el cabrón vuelve a suspirar y niega con la cabeza. Las manos en los bolsillos, el peinado ligeramente desacomodado y esa maldita formalidad. Y la confianza. La confianza del que ya nada pierde. La confianza de quien está demasiado molesto y controlado a un tiempo.

Kai'Sa se obliga a no retroceder.

–Sabe… le tenía cariño a ese pulmón.

–¿Cómo dices?

–Ese pulmón, señorita, le tenía cariño, lo tenía desde que nací y pues… estará de acuerdo en que su pérdida me resulte dolorosa.

–A mí qué me importa si…

–Como también estoy seguro de que tenía esa sangre… o que no me hacía falta un recuerdito que me impida mover el brazo.

–¿Por qué crees que quiero escuchar esas cosas?

El intruso deja escapar el resignado aliento antes de rodear el sillón y ubicarse a metro y medio de ella. Incluso se pasa la mano por el cabello y mira al techo. En verdad parece estar haciendo un esfuerzo.

–Cualquiera dirá que firmé un contrato, que el mismo fue muy específico y tendrá razón, es increíble lo detallado que fue, pero… incluso cuando hablamos de un papel firmado por las partes… incluso si ese miserable acto jurídico es una ley para quien lo firma y se apega a ella… incluso entonces… podemos salirnos del camino, ¿lo ha considerado?

Tiene la respuesta en la punta de la lengua, pero la bailarina prefiere callar y esperar a ver adónde la llevará con el discurso de un hombre que parece apretar conscientemente los dientes.

–Yo lo llamo… algunas molestias que, todo sea dicho, no son culpa de los contratantes y está bien, pero… no podemos negar que, si no afianza el vínculo, en último término debería obligarnos a considerar ciertos aspectos.

–¿Siempre eres tan hablador, Jong Ki?

–Sí, supongo que… lo necesitaba, pero descuide, iré al grano –acto seguido, el joven saca del bolsillo el sobre azul y lo alza como si se tratara de un libro sagrado. El pequeño detalle es el desprecio con que aprieta el documento–. No suelo ser alguien que se queje, señorita, pero estoy seguro… muy seguro que todo este tiempo de servicio merece algo mucho mejor que esto.

No vacila un segundo en romperlo. No lo ha abierto, alcanza a descubrir la bailarina antes de ver los dos trozos tirados en el suelo, entre ambos.

–¿Así que es eso, Jong Ki? ¿Vienes a negociar?

–Vengo a comprobar si en verdad cree que algo así bastará para contentar a alguien en mi posición.

–Pues si el dinero te parece poco…

–¿Por quién me toma? –Es la primera vez que debe aceptar que, en todo este tiempo, jamás ha visto a Jojo, a Mariachi genuinamente enfadado–. ¿Con quién carajos cree que ha tratado todo este maldito tiempo?

–Por favor, Jong Ki, ¿en serio vas a presumir de algo ahora?

–Ni siquiera ha tenido la decencia de despedirme de frente, al menos creo poder presumir de un poco más de dignidad.

–Sólo estoy recordándote que renunciaste.

–Pues dígamelo ahora que sí estamos en el mismo sitio.

Mierda.

Esto es precisamente lo que quería evitar. Ahora no hay caso. No tiene cómo. No tendría sentido sacarlo por la fuerza. Puede, pero… eso sólo empeoraría las cosas. No lo cree capaz de armar un escándalo. Pero sí de muchas otras cosas y no tiene cómo evadir algo así. Es tan… tan…

–Estás despedido, Jo Jong Ki, ¿satisfecho?

–¿Bajo qué argumentos?

–¿Desde cuándo necesita un jefe argumentos cuando…?

–Desde que existe el despido injustificado.

–¿Vas a demandarme, Mariachi? –Suelta la bailarina con furiosa incredulidad.

–Voy a hacer lo que haga falta.

–¡Cómo te atreves a…!

–¡No! ¡Cómo se atreve usted! –Ruge Mariachi, descolocándola momentáneamente–. Les he dado una porción de mí… en todos los malditos sentidos con tal de asegurarme de que he cumplido con mi deber… ¿Y en serio cree que puede hacerme esto? ¿Por carta? ¿Quién carajos se cree que es?

–Me has dado… nos has dado razones todo este tiempo, ¿en serio quieres que las enumere?

–Y ahora pesan todas juntas, ¿eh?

–Aquí decidimos cuándo pesan y…

–Deje de meter a sus compañeras en el baile, esto fue idea suya y nada más.

–Ay, por favor…

–Así que deme una buena razón para creer que puede terminar las cosas así…

–Porque trabajabas para mí, así que puedo decidir cuándo dejas de ser útil o no.

–Diga algo que se crea, ¿en serio eso le costaba tanto que lo tuvo que plasmar en carta?

–¡Bueno, pues qué mierda puede importarte tanto! ¡Es cosa mía si te quiero lejos de mi vida!

Le toma un largo segundo procesar lo que acaba de gritar. Comprender lo poco que ha tardado en perder los nervios.

Aceptar, con ese arranque, que demasiadas cosas están mal. Empezando por él. Que no debería estar donde está. Porque ha hecho todo lo que está en sus manos para no verlo. Para no dificultar más las cosas de lo que ya están. Para no llegar precisamente a esa instancia. Porque sí. Puede que en el fondo… en el fondo siempre supiera que podía pasar.

No sabe qué cara tendrá, pero la expresión de Mariachi no la ayuda demasiado a pintar un cuadro favorable. Cualquiera diría que acaba de descubrir que dos y dos no son cuatro y aún es incapaz de decidir qué hacer con ese hallazgo.

–Escuche, si… si es algo que hice…

–Jong Ki, basta, no es algo que quiera hablar.

–Pero yo sí.

–¿Y a mí qué con eso?

–Que tal vez lo merezca.

–Jong Ki, por favor…

–Está claro que… está claro que hice algo, ¿no es así? Algo grave…

Dios… cómo puede ser tan…

No los separa tanta distancia. En serio no puede ser tan difícil cruzarla en un par de pasos y…

–¿Por qué insistes en quedarte, Jong Ki? –Le suelta Kai'Sa con la dificultad que le supone contener el hipotético temblor que la delataría en su voz–. Ahri está furiosa contigo… Evelynn… a Eve parece que le incordias y Akali… de buena gana te cortaría si pudiera.

–Lo sé.

–Entonces…. ¿Por qué demonios insistes en quedarte? –Dios, no… necesita firmeza. Necesita fuerza. Necesita… necesita no derrumbarse ahora–. Si sabes todo esto… ¿Por qué insistes en quedarte y arriesgarte una y otra vez? Acabas de… de perder un pulmón por…

–¿Y usted?

–¿Qué?

–Acaba… acaba de decirme… todo lo que soy para sus compañeras y no me sorprende, hasta… hasta puede que tenga culpa en ello, pero… ¿Qué soy para usted?

Le tiembla el labio. Le arden los ojos. Dios, está segura incluso de que ese maldito zumbido sólo lo puede escuchar ella. Y él hará lo suyo que no tiene las manos en los bolsillos. De hecho, no parece saber qué hacer consigo mismo. Como si quisiera dar un paso, pero…

Dios, es… es tan… tan difícil…

–Eso… eso no…

–Si fuera por eso… cualquiera de ellas podría haber decidido antes despedirme, por esas mismas razones, pero… ¿Por qué usted? ¿Por qué tiene que ser usted?

Quiere reírse. No tiene las fuerzas, pero quiere reírse. ¿En serio puede ser tan…?

No se merece una risa. Se merece una patada en los bajos. Se merece un puñetazo. Por volver a tenerla en vilo después de esos malditos días tras los disparos. Por no dejarla dar un jodido paso sin que pueda evitar volver a esos momentos en que él…

Hola mi ángel.

Ahí está. La pizca de rabia que le falta para encontrar la claridad. Para despejar su mente de las dudas…

–Y tú… Jong Ki –empieza, sabiendo que cada sílaba es un puñetazo a su garganta–. Por qué… ¿Por qué tienes que hacer todo tan difícil?

Por supuesto que su cara de lelo da a entender que sigue sin entender. ¿Por qué? ¿Acaso no le basta con humillarla en su propio territorio? ¿No tiene ya bastante viéndola así? Se le ha escapado un par de lágrimas y es cuestión de tiempo para que las que quedan le sigan los pasos. Es tan… es tan…

–Siempre… siempre has sido… un maldito mentiroso.

–Señorita…

–Por qué… ¿Por qué no reconoces de una vez que Akali es tu favorita?

La expresión de Mariachi, sino un poema, bien podría ser La Ilíada completa. Abre la boca. Quiere hablar. Las palabras lo traicionan. En cambio, tiene que hacer un enorme esfuerzo por respirar.

–Qué…

–Acabas… acabas de darle algo más… que ánimo para su proyecto, ¿no es así?

–Le dije que eso…

–O Ahri… o Evelynn… si por ellas… te dejaste apuñalar o disparar…

–Eso no fue… no fue…

–¿Alguna de ellas sabe que tienes un jodido ángel?

Ahora es su turno para casi tambalearse. No tiene tiempo para reparar en el desconocido veneno que rezuma su voz, el mismo que se manifiesta en la amargura atrapada entre la lengua y el paladar.

No sabe cuánto le toma, pero consigue reponerse antes de rebuscar en su mente.

–Sólo… sólo la señorita Evelynn, pero…

–¡Sólo ella! –Suelta rabiosa y burlona la bailarina, casi asustando a Mariachi–. ¿Y te parece poco? Bueno… qué digo, como si a ella le molestaran esas cosas… si las otras se enteraran…

–Se… señorita…

–Pues no me gusta ese jueguito… ni mucho menos… incluso saberlo… sentirme así…

–De… de qué está…

–Aunque… eres un maldito mentiroso… no quiero que tú te…. –Dios… hasta sería más fácil si le pasara. Pero ya las lágrimas… podría darle la espalda, pero girar… mierda, hace cosas peores cuando baila–. No te mereces que ninguna de ellas te llore, ¿lo sabías?

–No… no entiendo…

–No te mereces nada, no… no quiero verte… no quiero temer otra vez porque tú… no quiero ni mucho menos… tener que explicarle… a alguien más… por qué tengo derecho de sentir esa pena.

–Pero de qué está…

–No quiero compartir mi pena ni… ni las razones.

Bien, a juzgar por su cara, parece que lo entiende al fin. Y qué bueno, porque no sabe de qué otra forma explicarlo. Respira. Debería sentirse aliviada. Pero algo así es tan insignificante frente al vergonzoso hecho de que él haya visto y… oído algo tan… tan…

Cabrón… jodido… jodido cabrón…

–Así que… deberías… poder dejarme sola, Jong Ki, eso… eso es lo que yo merezco.

Se hace a un lado. Se apoya en la pared. Es un estúpido, pero Kai'Sa cree que puede entender esa señal. Desde aquí se ve la puerta. No quiere aferrarse a sí misma, pero no puede evitarlo. Y a Mariachi parece costarle dar un paso, sumido como está en su nube de desconcierto…

–Las odio.

Las palabras escapan como una suerte de siseo de la boca del que ya debe ser su antiguo representante. Escapan con tal rapidez y seguridad que Kai'Sa no puede ponerlas en duda. Y es tal la sinceridad que las carga que, por un segundo, se estremece y aunque no lo quiera, no puede apartar la mirada de él.

–Hay días en que las odio –casi susurra Mariachi con expresión tensa–. Con toda la mente y… con todas las fuerzas.

–Entonces…

–A la señorita Evelynn con sus aires de diva… la señorita Ahri con su complejo de niña mimada… a la señorita Akali con su maldita actitud… Dios, póngase en mis zapatos un segundo, sólo un segundo y comprenderá que lo difícil es estimarlas, pensé en renunciar ni bien las conocí.

Quiere decir algo, pero no puede. En parte porque verlo así… justo ahora… siendo tan malditamente honesto…

Es un mentiroso, pero… por qué… ¿Por qué le cree?

–Sólo soy un cabrón como cualquier otro, un cabrón que ha conseguido un trabajo y se aferra a él porque no hay nadie que no necesite un maldito trabajo, eso… eso no puede ser un crimen –suspira. En verdad esas palabras parecen cansarlo–. Claro, todos tienen un límite, el mío ha sido mi ángel desde que nació y la sostuve en brazos.

Traga saliva. Kai'Sa está a punto de pedirle que lo repita. No. No puede hacer falta si… si…

–Al principio tenía que poner la cara de mi hermana en ellas para recordar por qué hacía todo, hasta lo más estúpido –la mira. Ha dado unos pasos y es ahora que sonríe con el cansancio de noches sin dormir–. Pero… cuando se trata de usted… sólo puedo aferrarme a su cara, señorita.

Qué… qué…

–No sólo es mi trabajo, también… es algo suyo –se lo piensa mejor. No parece gustarle lo que acaba de decir–. Pero… créame que… jamás he querido imaginar cuánto le puede doler porque… no sabría qué hacer.

Al final, sólo suspira. Se lleva las manos al cabello. El proceso lo despeina. Es ahora que nota la barba que despunta. Es ahora que Kai'Sa, por primera vez, es consciente todos los detalles del entorno. De cada cosa que ha pasado por alto. De todo… de tantas… tantas cosas que parece saturar peligrosamente su cerebro.

–Mis padres me quieren fuera de esto, no dudo que… mi hermana me exigiría lo mismo, incluso… lo haría, pero… muchas veces, es un poco más que lo necesario –la tristeza se ha llevado al orgullo y sólo le alcanza para mirarla una última vez–. Nunca se trató de evitar favoritismos, señorita, sino de disimular… el haber caído y no poder evitarlo, pero… sólo soy un mentiroso, ¿verdad? Así que… haga lo que quiera.

Da un paso. Dos. Tres. Se aleja. Avanza. Y avanza. Al fin hunde las manos en los bolsillos. Al fin se convierte en una espalda derrotada. Cabizbaja. Sin dejar eco de su movimiento. Casi aplastado de pronto…

Una mano tira de él. Lo obliga a voltear. El jalón casi lo desarma. Porque no lo espera. De pronto, vuelve a parecer molesto.

–Qué…

Imbécil.

No le da tiempo para procesar que lo ha dicho en español. No le da tiempo para asimilar el cuadro que sus mejillas empapadas por las lágrimas. No quiere que vea sus ojos irritados, hinchados. Ni siquiera quiere que vea la sonrisa trémula que le tiembla en el rostro. Es tan simple como que Kai'Sa no quiere que Mariachi tenga ocasión de asimilar otra cosa que no sea la presa de sus brazos en torno a su cuello o la estupidez más grande que siente que ha hecho.

La verdad es que no recuerda la última vez que besó. No sabe si es un recuerdo muy lejano o tan insignificante que el peso de mejores vivencias lo ha aplastado de a poco. Tiene que haber un momento parecido entre sus vivencias, porque no puede decir que no sepa con exactitud lo que tiene que hacer, por mucho que el desconcierto haya desestabilizado a Mariachi a tal punto que estrella su espalda contra la pared más próxima mientras Kai'Sa sólo se aferra a él mientras se concentra en arremeter contra sus labios.

El tipo no atina a hacer algo con sus manos. Ni siquiera a mover los labios. Es ella quien los mueve y lo obliga a moverlos con los propios. La que incluso muerde el inferior porque todo esto no quita su propia rabia. Él ni siquiera alcanza a gemir. No lo suelta. No se lo permite. No quiere que tenga tiempo para nada que no sea ponerse al día.

Él consigue mover un poco la cara. Sólo un poco para que ella le conceda la pausa. También necesita respirar. Y es esa cercanía la que le permite a la bailarina comprender que los ojos del representante no son oscuros del todo. Es probable que sea la luz.

–Se… se…

–Dilo.

–¿Qué?

–Dime que sólo soy yo.

–Y… yo…

–Dime… dime que no hay nadie más, Mariachi, que sólo… que sólo soy yo para ti.

–Us… usted…

–Quiero oírte decirlo –no sabe por qué le tiembla la voz, por qué debe bajarla o por qué las lágrimas no se detienen–. Por favor…

–No cumplí –consigue susurrar Mariachi, cerca de su cara–. Siempre… siempre ha sido mi favorita, yo…

Le basta. Sabe que no encontrará las palabras. Sabe que no necesita más. El segundo asalto contra su boca es tan brusco que escucha la nuca del representante golpear la pared. Ahoga un gemido, pero no le permite detenerse. No le da espacio para nada más que no sea seguirle el ritmo. Y ella misma… ella misma es incapaz de moderar su propia velocidad.

Porque no le cabe un pensamiento en la cabeza. Ni siquiera la certeza de haber sido lo bastante bruta para creer…

Las manos de Mariachi al fin reaccionan. La rodean. La aprietan. Como si perdiera el equilibrio. Como si aferrarse a ella fuera la única posibilidad cierta de sobrevivir a la tormenta que, al parecer, no sabe que ha desatado.

Ahora es a ella a la que le falta el aire, pero se obliga a resistir un poco más, ahora que ha conseguido mayor libertad para su lengua. Al separar sus labios, sin embargo, afianza el otro agarre y la sonrisa no se va. Porque es difícil actuar de otra forma si él mantiene esa expresión de aturdimiento descomunal.

–Qué… ¿Qué estás esperando? –Musita Kai'Sa con agitación.

–¿Qué?

–Vas a… ¿Vas a sólo besarme en el pasillo?

–Yo… yo…

Esa actitud le podría causar una carcajada de no ser porque decide volver a lo que no quiere detener. Porque es su territorio y aunque quisiera, sólo ella, en este momento, lo conoce mejor. Abre apenas los ojos para saber hacia dónde lo lleva. Ha movido tanto los brazos que lo ha hecho perder la chaqueta. Lo ha movido tanto que sabe que no podrá recorrer el maldito trayecto de un apartamento estúpidamente grande si no se permite soltarlo y guiarlo a él y su descomunal desconcierto.

Se pregunta si acaso ha procesado lo que pasa cuando vuelve a la carga tirándole de la corbata para cerrar la distancia. Tiene la espalda apoyada en la puerta, de manera que no le cuesta abrirla ni mucho menos volver a tirar de él, esta vez al interior de la habitación.

Entonces reacciona. De verdad lo ha traído…

Dios…

Pero en qué está… en qué está pensando si acaba de…

Su respiración la obliga a voltear.

Ha estado tras ella un buen rato. Respira con dificultad, pero no deja de mirarla con la misma expresión del comienzo de todo esto. Le tiemblan las manos. Le cuesta tragar saliva. Incluso tiene la boca hinchada y ligeramente entre abierta. Su obra y gracia. Kai'Sa se permite un poco de orgullo al tiempo que sorbe y se seca las lágrimas de un manotazo. La respiración que escucha resulta extraña.

Kai… él… ¿Va a vivir?

Claro. Es tan… es tan simple que las lágrimas vuelven a brotar, a pesar de su sonrisa.

Nos informan que la víctima del ataque recibió tres tiros…

No es que no llorara. Es que… nunca se lo pudo permitir. Al menos cuando más lo necesitó…

Y ahora… ahora que lo ha dejado libre… no puede… sólo… no puede pensar… o concebir…

Dios… ha estado tan cerca que, sin importar la velocidad, no se perdonaría haberlo pensado dos veces si el día de mañana él…

Él…

–Señorita…

–Nadie… nadie te va a acusar de favoritismo, Jojo –acto seguido, sonríe a pesar de la humedad. De tal forma que sabe que, de verla, Evelynn se sentiría entre orgullosa y muy envidiosa–. Por mí no se enterarán.

–K… Kai'Sa…

No deja que el susurro ronco encuentre un final que no sea a través de sus labios mientras reconoce que, sin importar cuánto pase, agradecerá siempre una habitación de esas proporciones, las mismas que le permitan tener una cama lo bastante grande para abarcar los espacios que necesita para entorpecer unos pasos. Los pasos de un aparecido representante que se ve descolocado de súbito en cuando se descubre tendido sobre el colchón y con una Kai'Sa montada a horcajadas sobre él y sin la menor intención de dejarlo escapar.

–Júrame –musita la joven, antes siquiera de poder disfrutar la sumisión ajena–. Júrame que no te van a matar.

–Kai'Sa, yo…

–Júrame que no vas a morir –casi suplica ella, sintiendo de nueva cuenta la humedad en sus ojos–. Júrame que no te voy a perder…

–Kai'Sa –interrumpe él, colocando con delicadeza una mano en su mejilla, atrapando con la palma el llanto físico–. Qué más quisiera yo…

–Por favor… Jojo… por favor –temblorosa, acerca su cara a la de él, sabiendo que también lo está mojando–. Necesito que me jures… que tú no me vas a dejar…

Es la primera vez que toma la iniciativa. Es la primera vez que son sus manos las que lo atraen a él. Las que la detienen. Las que, a pesar de su torpeza fruto de un desconcierto que no se sacude, la aferran mientras le devuelve un beso lento que tiene un tinte de despedida que sólo incrementa el miedo que la hace aferrarse a él.

Porque de pronto… de pronto le asusta tanto…

–No me iré a ninguna parte –susurra el representante contra sus labios–. Te juro que no me iré.

Ella sólo sonríe frente a su sonrisa. Su risa podría confundirse con un sollozo mientras él no despega las manos de sus mejillas. Se sienten ásperas sus palmas. Se siente real. Como el miedo de los últimos días. Como la absurda rabia que ha sentido. Como… ella misma y las uñas clavándose en su pecho, a través de la camisa…

–Oye –susurra contra su oreja, sin darle espacio a la incredulidad que surge al percibir su propia coquetería–. ¿Qué dice tu contrato sobre las relaciones en el trabajo?

Lo escucha tragar saliva. Se ríe antes de recuperar una postura dominante que matiza con una sonrisa provocadora.

–¿Crees que los doctores desaconsejen el sexo si te falta un pulmón?

Ahora no hay dudas. No es un juego de luces o perspectivas. Mariachi ha perdido el color de su cara y el aire parece haberse secado alrededor. Nunca la duda ha sido tan clara en la expresión de un hombre como en la de Mariachi en ese segundo. Un nerviosismo que, asume, se mezcla con el miedo más profundo. Un estado que, por alguna razón que no atina a dilucidar, la conmueve en lo más hondo.

–No… no puedo…

–Vamos, no te asustes –le suelta la joven con dulzura–. No estamos haciendo nada malo y si es por tu estado…

–No… de verdad… de verdad no puedo.

No puede continuar. En verdad el miedo es patente y casi diría que respira con dificultad. Semejante estado alarma a Kai'Sa.

–Jojo… ¿Qué pasa?

–No… no puedo hacer esto.

–Es… es por mí, ¿verdad? –Murmura la chica, intentando sobreponerse a la enorme loza que siente caer a la altura del pecho–. Porque no soy…

–¡No! –Su grito casi parece un graznido que capta su atención–. Esto… esto no tiene que ver con… es decir, soy yo… yo el que…

–¿El que qué?

–El que… el que nunca… ha…

La voz se le apaga. Incluso desvía la mirada. Y si no fuera porque lo tiene tan cerca, Kai'Sa juraría que se está sonrojando. Es cuando el mismo rubor ha invadido la totalidad de la cara de Mariachi que la bailarina lo entiende.

–¿Nunca lo has…? –Consigue pronunciar la joven, incapaz de disimular su enorme desconcierto.

Él guarda silencio. Mira en otra dirección. Se ve humillado. Casi destruido. Parece faltarle fuerza para girar la cabeza.

Es lo que termina haciendo de todos modos. Movido por las manos de Kai'Sa. La misma que, sabe, lo sorprende con la salvaje expresión de satisfacción que adorna su rostro humedecido.

–No sabes cuánto me alegra saberlo.

–Kai'Sa…

–Entonces… siempre seré la única para ti.


A esa hora no acudirá nadie, de manera que se permite tomar asiento.

En verdad los controles son nefastos. ¿Cuánto tardarán en echar una mirada a las cámaras de seguridad? Si se tardan, por ella tanto mejor. Tampoco es como que tengan oportunidad de ponerle un dedo encima, incluso dentro de esa habitación sabría pasar desapercibida.

Pero no irán. No la buscarán. No tienen razón para entrar. No cree tampoco que hagan controles cada hora. Los signos vitales parecen seguir estables. Pero su estado no parece ser el mejor. De otro modo, permitirían que alguien se quede con él.

A menos… que no haya nadie que quiera o pueda…

Ha acercado la única silla disponible. Desde la ventana o la puerta se ve diferente. A su lado, la perspectiva le ofrece detalles que ni la oscuridad puede ocultar. No recuerda haberlo visto tan delgado. No recuerda si la respiración normal debe apenas percibirse a simple vista. Será la falta de luz. Será la falta de sonido…

Pero a esta habitación le faltan tantas cosas…

La silla junto a la cama. Más próxima a su cabeza. Hay agua en una mesita de noche. Se sirve un vaso. No cree que nadie la eche en falta. El monitor da cuenta del ritmo cardíaco. Resulta enervante. Desea poder romperlo. En cambio, hunde el puño en el colchón. Si al menos esa pequeña alteración garantizara su despertar…

Mierda. Ni siquiera es como que tenga una idea de qué hace en la habitación.

Bien… mira lo que haces –masculla la muchacha con el hilo de voz de quien se aferra aún al sigilo–. ¿No puedes ser más estúpido? Qué sabes de límites… no, qué sabes de nada.

No sabe si le habla a él o a sí misma, la imagen que tiene de él. Ese él que no se parece al que duerme conectado a esas cosas. Puede ser uno, ambos o nadie. Puede ser que sólo necesite sentir el movimiento de su boca propia y las palabras brotar. Sacarse ese algo que no tiene por qué atormentarla tanto si sólo es él. Quienquiera que sea. Su imagen o el desgraciado que la tiene tan fácil con dormir. Sin escuchar.

Pero… ¿Cuándo ha escuchado nada?

Estoy harta de que me mientan –musita la chica, sintiendo de pronto que la gorra comienza a estorbar–. Me cansa que me… me oculten cosas y ya tuve suficiente con Kayn así que… no serás tú, imbécil, quien siga su ejemplo.

Y piensa en lo fácil que sería golpearlo. Con la esperanza de que diga algo al respecto. Una queja al menos. Viniendo de alguien que duerme sin una hora establecida… en verdad… en verdad se agradece cualquier maldita cosa. No, a él no hay que agradecerle nada, en primer lugar.

Y así y todo… ella está en esa habitación, ¿no es así?

Hay muchas formas de morir… hay formas mejores que ésta, más honorables, más… acordes… acordes con todo, pero… ¿En serio te vas a ir así? ¿Por un momento nuestro de estupidez?

Detiene la mano en cuanto se percata de lo cerca que está de esa cara fría. La aparta. Casi sonríe en cuanto se le escapa otro par de lágrimas. Podría secarlas, pero no tiene caso. Las reemplazará más tarde. No quiere más, pero es lo que tiene. Y ese cabronazo no se lo merece. No tiene por qué…

No soy una maldita mensajera, así que… si estabas esperando recuerdos de las chicas, siento decepcionarte, Mariachi –sí acerca un poco la cara. Como temiendo, a pesar del silencio apenas roto por el monitor, que sus palabras se las trague ese vacío–. Si te vas a ir… hazlo pronto, pero… si vas a regresar… hazlo de una jodida vez, ¿quieres? O… acaso… ¿No te haces una idea de lo que se siente verte así? Es… es una mierda, ¿lo sabes?

No tiene tiempo para procesar su propio discurso. Sí se atreve a acercar su boca un poco más a la frente fría del desgraciado que duerme tan tranquilo. Ni siquiera lo roza y casi percibe su frialdad.

Si te vas… es cosa tuya, no te lo impediré –demonios, decirlo es mucho peor que tan siquiera pensarlo–. Pero… si aún quieres saber lo que pienso… si acaso eres tan estúpido como para preguntarme… te diré que te quedes.

Hay una alteración en el pulso. La muchacha la mira con sobresalto. Dura apenas un instante. Pero lo sabe. Pasó. No ha sido cosa suya. Tiene que ser. Tiene que seguir siendo. No puede esfumarse así, sin más.

No sé si… no sé cuántas cosas te quede por hacer… si dejas a alguien atrás… no me importa si eres muy joven o muy viejo para esto… ni siquiera si te mereces esto o no, me da igual –no sabe dónde tiene las manos, ni siquiera recuerda cómo se apoya. Sólo sabe que a esa distancia, no puede no escucharla–. Si no te puedes ir… se debe únicamente… a que no quiero que te vayas, ¿entiendes? No te puedes ir… no puedes… no puedes hacer esto… no a mí.

Pero qué tontería, quiere decir. Que la escuche. Que se lo diga. Que crea, por un segundo, que tiene alguna utilidad…

Pero… ¿Por qué ha venido si no en primer lugar?

A las chicas… a todas ellas… diles lo que quieras, pero… tú, cabrón de mierda… tú no vas a jugar conmigo –sin ninguna muestra de delicadeza, la muchacha agarra la cara del dormido representante y presiona sus labios contra esa frente fría, sin dejar de apretar los dientes en tanto habla–. Aún… aún trabajas para mí, ¿lo recuerdas? No me estás haciendo un maldito favor… esto… esto es una jodida orden.

Si no le molestan las palabras, lo harán las lágrimas, piensa Akali con ironía. Así y todo, no solloza. Mas le cuesta respirar. Ya es bastante humillante atreverse a decir esto, ¿qué más da ceder un poco más? Y estando tan cerca que prácticamente ha…

Recupera la postura., Se levanta. Lo mira un poco más. Una última vez. No es pequeño. No se ve así. Pero sí estúpidamente indefenso. Siempre se ha visto estúpido. Cuando quiere parecer serio. Cuando quiere dar un consejo. Cuando tiene el descaro de decirle lo poco que le importa lo que ella haga o deje de hacer.

Pero ha venido. Y el monitor lo ha delatado. Sí escuchó. Si sabe que está en esa habitación. Y eso… eso tiene que importar.


No ha tenido ánimos en todos estos días, pero de alguna manera, esta jodida reunión le ha permitido recordar que existe un mundo más allá de las salas de ensayo o las consolas de grabación.

Aunque en estricto rigor, las mismas reuniones la llevarán allá.

Cualquiera que los viera y tuviera un mínimo conocimiento del escenario actual sabría que esa reunión no podía ser mera cortesía. En parte por la importancia que tiene cada nombre, independiente de las dificultades sufridas por Senna a causa un horrendo contrato que ha limitado al máximo su proyección o del mutismo que siempre ha caracterizado a Yasuo, tanto arriba como fuera del escenario.

Sin embargo, la muchacha lo sabe. Es realista. Y así y todo, le cuesta creer haber tenido semejante oportunidad. El maldito proyecto con el que apenas y soñaba hasta hace poco, ahora parece cobrar fuerza y solidez tras esa charla. Parecía imposible reunir semejantes nombres en una mesa y ahora puede decir que tuvo a dos de ellos frente a sí. Le cuesta ocultar su orgullo. No tanto por el hecho de haberlos convencido de acceder a encontrarse en terreno neutral con las debidas precauciones. Que sus contactos, sin ir más lejos, hayan llegado a sus manos…

Es una sensación extraña, piensa. Sentir que puedes tocar tus metas con la punta de los dedos.

Y es casi terapéutico. Por mucho que le cueste usar la voz. Por mucho que quiera integrarse a un día a día sin darle espacio a la rabia tan inmediata y posterior a otras martirizantes horas con ese puño de hierro estrangulándola…

No otra maldita vez…

Al menos, llegó a pensar, la incertidumbre no fue tan prolongada, pero lo cierto es que la situación actual no deja de ser un fastidio.

No es como que pueda quedarse a solas con alguno de esos cabrones que parece desear su cabeza con tanto ahínco. Le haría reconsiderar sus ambiciones. Se le ocurren un par de formas.

En realidad, cualquier pensamiento resulta más placentero que imaginar el sonido de tres disparos impactando…

Mierda.

De todos modos, se ha cargado con los deberes necesarios. Yasuo tiene razón. El integrante faltante de ese loco proyecto tiene un complejo de realeza que está más allá de lo importante. Ahora mismo no puede creer haber garantizado que la convencería cuando ella misma, tras reunirse con ellos en terreno neutral, apenas si podía creerlo.

Bueno… no es como que se permitiera límites para aspirar a nada, ¿o sí? Por mucho que, en demasiados aspectos, todo pudiera parecer una cadena de casualidades más que accidentes.

Así que sí. Tendría que ser algo grande y quiere que salga a la luz lo más pronto posible. Y quiere que sea con total escándalo. Pirotecnia y juegos de luces, sí. Es lo que corresponde para algo de estas proporciones… algo lo bastante invasivo como para absorberla por completo.

Porque eso es lo que necesita. Porque está desesperada por contener el desbande de su propia mente y esa capacidad suya para considerar escenarios pasados, presentes y futuros, los momentos puntuales que hace falta para desestabilizar su trabajada fortaleza. La misma que le ha costado tanto sostener.

El problema sigue siendo las horas muertas.

No es que sean demasiadas. No importa cuántas sean. Es tan simple como una o dos bastan para llevarla a los páramos que intenta evitar y lo peor de todo sigue siendo lo difícil que resulta salir de ahí.

Por algo no ha hecho nada al respecto. No tolera su propia molestia.

No tendría por qué tener mayor importancia, carajos. No tendría por qué darle más espacio que un miserable segundo, pero incluso cuando se enteró de que por segunda vez estaba…

Ya conocen el camino de vuelta.

¡Mierda! ¡Por qué!

Ni siquiera tiene ánimos de volver a los tejados o de correr el riesgo de dejar su artística firma. Es tan simple como que un puñetazo a la pared más cercana es lo más próximo a lo que siente. Y la molestia posterior la despeja ligeramente. No tiene ánimos de verse sola en un ascensor. Por mucho que el apartamento esté a unos pisos de distancia, el movimiento le vendrá bien.

A veces Akali necesita recordar viejas maneras para sentir que recupera el control.

Y a pesar de la falta de costumbre, no puede decir que le cansara el trayecto. Incluso llega a medio trote hasta la puerta y habría seguido por el pasillo de la vivienda al mismo ritmo de no ser por ese extraño bulto que la detiene al caso de un par de pasos.

Curioso. No importa la incompatibilidad de ciertos hábitos. No puede decirse que las chicas no estén de acuerdo en ciertas materias. Y el orden es una de ellas.

Pero más curioso aún resulta descubrir que el bulto que la entorpece y desentona con el decorado no es en absoluto que le pueda pertenecer a alguna de ellas.

Al menos Akali no recuerda haberle visto a las chicas algo parecido a una chaqueta negra formal de hombre.

Una chaqueta como cualquiera otra que, sin embargo, al tacto…

Y más al… al olfato…

Respira una vez. Dos veces. Lo detecta. Una tercera. Lo reconoce. Le recuerda a un taxi. A vehículos y… a hospitales. Eso es. Incluso podría decirse que hay algo de ramen picante ahí…

Esto es de…

Cae el nombre por sí solo. No puede evitarlo. Pero qué hace algo así…

Aprieta la prenda a medida que revisa el entorno. Qué. No ha perdido viejas costumbres, sus pasos son cautelosos, silenciosos. Deja atrás la sala. La cocina. El pasillo. Deja atrás incluso el baño. No hay señales. Todo cuanto le puede quedar es…

Un nuevo pasillo. Unas cuantas puertas. Bien podría abrir cualquiera al alzar temiendo lo que encuentre del otro lado…

–Qué… qué estás…

Antes de tener oportunidad de asimilarlo, la voz que se filtra tras la puerta más cercana se ahoga en un extraño quejido que apenas si parece contenerse.

Suena… suena casi doloroso. De hecho, los quejidos se prolongan. A duras penas se contienen. A duras penas incluso mantienen cierto volumen…

¿Cuánto lleva clavada frente a esa puerta con la mano rodeando el pomo?

Por qué… ¿Por qué le tiemblan los dedos?

Lo hace. De tal manera, con tal delicadeza que sabe que nadie escuchará el movimiento. Tampoco es que necesite demasiado, sólo una rendija que le permite visualizar con claridad la enorme cama y…

Se… se parece… tanto… al hielo el aire en sus pulmones…

Lo reconoce al tiempo que suelta un último quejido, más prolongado. Su mirada, sin embargo, capta primero a la joven.

Qué…

No sabe por qué detalle la reconoce. Si por el cabello púrpura revuelto o por el hecho de que, al levantar la cara de la ingle del tipo al que tiene sometido, puede ver una expresión salvaje que no se condice con esas facciones tan familiares…

–Qué pasa Mariachi, ¿ya te cansaste? –Lo dice con un tono tan… tan malditamente… mientras una mano termina de desabotonar la camisa y la otra mantiene agarrado su…

No… no…

–Kai'Sa –consigue articular el aludido entre dificultosos jadeos. Es su voz. Es su maldita voz y es su expresión de sorpresa. Aunque intenta sonreír y no puede–. Deja… deja que al menos…

–Ah, tranquilo, tendrás tiempo para… mostrarme lo mucho que has aprendido, pero mientras… disfruta de tu buena suerte… y mi generosidad.

–No… no vas a…

Y sí. Eso es exactamente lo que hace. Y Mariachi no puede hacer más que dejarse caer y agarrarse del colchón mientras Kai'Sa se relame y se lleva a la boca su…

Es demasiado. Es más de lo que puede soportar.

Y Akali lo comprueba en cuanto ha devuelto la puerta a su posición. En cuanto se ha alejado lo suficiente para sentir la pared con su espalda. Qué caso tiene si puede escucharlo ahogar una maldición y casi puede jurar que eso es una risita de…

Te estoy diciendo que vayas con él si tanto… si tanto…

Después del numerito que montaste, ¿qué otra cosa crees que haré si no?

No. No puede ser.

No sabe cómo consigue alejarse. Dar un paso…

No… no es necesario que me acompañes más.

Lo sé.

Tampoco hacía falta… que me acompañaras hasta aquí, sé volver sola.

Lo imagino.

No sabe cómo ha vuelto al principio. Cómo tan siquiera encuentra sentido a la idea de dar uno o dos pasos. Sólo sabe que no puede seguir ahí. Que necesita otro espacio. Que…

Pero ya le dije, señorita, haga lo que quiera, ya conoce las opciones, ¿qué le hace pensar que me pueda importar?

Todos estos días sin saber…

Todo este tiempo incapaz de…

Y todo para encontrar…

En realidad, todas las malditas certezas la asaltan de golpe.

Lo comprende cuando suelta la chaqueta tras descubrir su tela apretando su rostro tembloroso.

Lo comprende cuando se ve en un pasillo súbitamente frío.

Lo comprende cuando se ve sentada en la escalera de emergencia con las lágrimas dejando su huella en el hueco entre sus pies.

Desesperada, Akali se quita el cubre boca de golpe, dejando al descubierto sus dientes apretados y el trazo del llanto que se niega a aflojar.

Porque no… no puede ser…

¿Es tu novia, Jojo?

Es mi jefa.

Siempre fue así. Y siempre fue así sólo con ella. Lo que quiere decir que ella nunca, en realidad… para él…

Pero lo peor es… es que descubrirlo así…

–¿Señorita?

Por un momento levanta la cabeza con tal brusquedad que casi se tuerce el cuello. Sólo una persona la llamaría así y si lo hace significa que todo lo demás…

No. Mierda, no. Es una mujer vastaya parte del grupo de seguridad. Tal vez lleva haciendo la ronda de vigilancia en esa zona un buen rato y se ha acuclillado frente a ella con expresión maternal y preocupada.

–Señorita Akali… ¿Se encuentra bien?

Y Akali sólo puede sentirse estúpida. ¿En verdad se ha dejado llevar por una palabra que lleva tanto sin escuchar?

Quiere decir que no. Que está claro que no. Que no recuerda haberse sentido peor y lo peor de todo es que no tiene una certeza del motivo… no, puede que sí lo tenga, pero que haberlo descubierto ahora… y de esa jodida forma…

La chiquilla está cansada, así que al ser abrazada por la mercenaria, ella sólo atina a apoyar la cabeza en su hombro y a soltar el llanto que tanto lleva ya arañando su alma.

Desde cuándo… ¿Desde cuándo la aflicción se parece tanto al mar?

Por qué… ¿Por qué parece que se ahoga a medida que solloza?

Por qué… ¿Por qué tiene que ser ella y no…?

No… no puede ser…

Lo entiende. Finalmente lo entiende.

Y eso es lo que consigue que Akali se aferre a los brazos que la sostienen.

Acaba de descubrirlo. Acaba de aceptarlo. Y al mismo tiempo, tiene que asimilar que es muy tarde.

Y eso… eso es demasiado.