― ¿Es una Amaryllis? ―Draco dirigió la mirada hacia donde Pansy estaba señalando.
No respondió, permaneció en silencio contemplando la flor; era hermosa, delicada y coqueta. El hechizo para mantenerla intacta continuaba vigente.
"¿Qué significado tenía un obsequio como ese? ¡AH, sí! Admiración..."
Pansy frunció el ceño y se cruzó de brazos.
― ¿No vas a decir nada?
No obtuvo respuesta y casi chilló de la frustración.
― ¿Draco? ¡Draco! ¡DRACO MALFOY!
― ¡MALFOY! ―Blaise golpeó la mesa logrando generar un gran estruendo en la sala.
Draco se sobresaltó y tardó algunos segundos en volver a la realidad.
― Draco, escúchame, esto es importante, ¿qué no te das cuenta de que podrías ir a Azkaban? ―aunque Blaise intentaba ser profesional, en su voz se delataba la preocupación que sentía por su viejo amigo de Colegio.
― ¿Y qué se supone que haga? ―después de varios minutos por fin se decidió a hablar―. Ya me han condenado. Soy un mortífago, quien no solo sirvió al señor oscuro, sino también soy el hijo de su servidor más fiel, fui el enemigo número uno de la victima por... ¿siete años? ¿Estás seguro de que tengo siquiera una mínima posibilidad de salir de esta?
Blaise cerró los ojos por lo que pareció una eternidad, aunque prácticamente fue un simple parpadeo.
― ¡Di la verdad! ―casi suplicó, sus ojos centellearon con agonía―. Solo la verdad.
Draco iba agregar algo cuando la puerta de la sala fue abierta con brutalidad. Ronald Weasley y dos aurores más irrumpieron la habitación.
― Malfoy ―Draco no pudo evitar sonreír al pensar que ya hace varios años ese tono despectivo no era dirigido a su persona, honestamente no creyó que volvería a ser así― ¿Qué es lo que te parece tan gracioso?
Draco se encogió de hombros, realmente no tenía sentido hablar sobre eso.
Ron se acercó con fiereza y lo tomó del cuello de la camisa obligándolo a mirarlo a la cara.
― Eso no es necesario Ronald ―Weasley lo soltó en el momento en que la voz femenina resonó en la sala.
― ¿Hermione? ―exclamó no creyendo lo que sus ojos veían.
― Si, soy yo. Y de una vez le advierto Auror Weasley que no toleraré que se sobrepasen con mi cliente.
Los tacones altos retumbaron mientras ella se acercaba hasta colocarse junto a Draco. Colocó una mano en su hombro derecho y lo presionó ligeramente, con la intención de trasmitirle calma, la cual ni siquiera ella sentía.
― No pueden interrogar a Draco sin presencia de un abogado. Y también les recuerdo que no está acusado formalmente, así que me lo llevaré a casa.
― ¡No puedes hacer eso! ―alegó Ron.
― Por supuesto que si ―ella sonrió con una malicia que Ron jamás le conoció mientras sacaba de su portafolio un pergamino el cual le fue entregado en el acto―. Narcissa Malfoy ha pagado su fianza y mi cliente permanecerá en arresto domiciliario hasta que sea llevado a cabo el juicio, para entonces el fiscal podrá hacer todas las preguntas que quiera. ¡Buenas tardes!
Con esa ultima frase arrastró a Malfoy con ella y salió de la sala de interrogatorios con la postura firme y su expresión de profesionalidad intacta. Fue hasta que llegaron a los ascensores que dejó salir el aire que tenía retenido en el pecho.
Draco la miraba con el ceño fruncido y ojos acusadores.
― ¿Por qué lo haces? ―cuestionó mientras permanecían dentro del ascensor.
― De nada ―respondió la castaña con cierta ironía―. Y porque sé que eres inocente.
― ¿Cuánto pagó mi madre para que me dejaran salir?
―Ella es muy consciente de que ni el dinero de todo el mundo igualaría el valor que tiene la vida de su hijo.
Draco resopló y negó como si no lo creyera, pero sabía que su madre daría hasta su propia vida por protegerlo. Ya lo había demostrado más de una vez.
Después de eso no dijeron más, se dirigieron a la zona de aparición escuchando los murmullos acusatorios.
Él miraba hacia el frente, como si no le afectaran ni un poco las palabras mortífago, asesino, mounstro y muchos otros apelativos que no se molestó en conservar en su memoria. Solo eran unos cuantos pasos pero se sintió como una eternidad. Afortunadamente, se sintió un poco más relajado cuando al fin apareció en la mansión.
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― ¡Draco! ―Narcissa lo abrazó con fuerza, intentando asegurarse de que realmente tenía a su pequeño entre sus brazos―. ¡Gracias señorita Granger!
Hermione simplemente asintió. Se removió en su lugar claramente incómoda y desvió la mirada observando todo a su alrededor, prácticamente se arrepintió al instante, cuando los recuerdos de la guerra comenzaron a invadir su mente.
Afortunadamente Narcissa los arrastró a un pequeño salón donde sirvió el té.
Permanecieron en silencio varios minutos hasta que Hermione se aventuró a hablar:
― Draco...
― No, ahora no puedo ―Draco cerró los ojos y negó un par de veces.
― Sé que es difícil, pero tenemos un caso que preparar y el tiempo se agota ―Narcissa apretó con ternura la mano de su hijo animándolo a aceptar la ayuda que Granger le ofrecía.
Nuevamente el silencio gobernó el momento hasta que Draco se decidió a hablar.
― ¿Qué es lo que tengo que hacer?
Hermione de inmediato dejó su taza y sonrió comenzando a sentirse un poco más animada.
― Necesito que me digas absolutamente todo... ―Draco la miró con sus grandes ojos grises demostrando el pánico que sentía de descubrise tan expuesto―. Sé que no es fácil, pero es necesario que me digas hasta el más mínimo detalle.
Nuevamente volvieron al silencio. Un largo silencio que solo fue roto cuando un elfo doméstico apareció para recoger el servicio.
― Tengo que tomar una ducha.
Draco se levantó y subió directamente a su habitación.
Hermione quiso agregar algo, pero Narcissa se lo impidió. Silenciosamente accedió, permaneciendo en su lugar.
Eso le dio oportunidad de sumergirse nuevamente en los recuerdos.
Hogwarts, la guerra, su graduación, Ron... Todo tan maravilloso y a la vez tan doloroso. Las sonrisas, los pequeños detalles, el cariño que siempre estuvo allí y de pronto... ya nada existe, todo se había desvanecido y Harry, su mejor amigo...
Abrió los ojos recibiendo la luz del ocaso. Se había quedado dormida en el salón, su cuerpo dolía a pesar de que ahora se encontraba en una cómoda cama de alguna de las tantas habitaciones de la mansión de los Malfoy.
― ¡Carajo! ―susurró al sentir un ligero dolor de cabeza traspasando su cerebro.
Estaba acomodándose el pelo cuando escuchó toques en la puerta.
― ¿Si? ―alcanzó a balbucear.
Draco abrió la puerta, entró sigilosamente y se sentó junto a ella. Se veía limpio y elegante, su cabello estaba pulcramente peinado y las líneas en los ojos habían desaparecido.
― Lo haré, te diré todo ―susurró y mientras la miraba con profunda intensidad.
Granger sonrió.