Un mes después

Sasuke y Sakura se volvieron a casar en la casa de Sasuke en Escocia.

Una propiedad ubicada veinte kilómetros al norte de Kilmorgan, a los pies de las montañas.

Sasuke decía que era una casa «modesta», pero en opinión de Sakura no dejaba de ser una mansión, aunque sólo ocupara la cuarta parte de Kilmorgan.

La boda se celebró en la iglesia del pueblo cercano.

Fue allí donde Sasuke le deslizó un anillo de esmeraldas en el dedo, sonriendo triunfalmente antes de besarla.

Los novios y su familia regresaron a la casa a través de los jardines para

celebrar el banquete matrimonial que Curry llevaba semanas preparando.

Todo tenía que resultar perfecto, desde las flores que colgaban de la pérgola hasta el paté al champán o el whisky que corría entre los invitados.

Habían llegado amigos desde Londres y Edimburgo, aunque Sakura notó que lo eran de Itachi, Sai y Naruto, no de Sasuke.

Ella, sin embargo, había cursado una invitación a Arden Weston, el joven que su marido le presentó en el casino en París.

Este llegó acompañado de su amigo Graves y de su hermana, la señorita Weston.

Pasaron un buen rato bebiendo y haciendo nuevas amistades, aunque Graves lanzaba miradas recelosas a cualquier caballero que hablara demasiado tiempo con Arden.

El inspector Inuzuka llegó acompañado de su madre.

Todavía era muy pronto para considerarlos parte de la familia y ellos se mostraban nerviosos como gatos a los que hiciera mucho tiempo que nadie acariciara, pero comieron y bebieron con los demás invitados.

Los lazos entre Inuzuka y los Uchiha comenzaban a estrecharse muy lentamente.

La familia cercana —Itachi, Naruto y Daniel, Sai e Ino— casi dejaron a

Sakura sin respiración de tantos abrazos que le dieron, y ella llegó a pensar que se le clavaría el corsé y jamás podría volver a respirar bien.

Reparó en que Sai sólo bebía limonada y en que Ino tenía la precaución de no estar en la misma habitación que él.

Mientras los observaba, Sakura no pudo dejar de maquinar.

Sasuke la cogió de la mano justo cuando estaba mirando cómo Ino salía de una estancia sólo porque Sai acababa de entrar.

Su marido la hizo abandonar la casa y atravesar los jardines, tirando de ella hasta que alcanzaron el cenador de verano en la ladera.

—Déjales en paz —dijo.

Sakura parpadeó intentando parecer inocente.

—¿De qué hablas?

—De Sai e Ino. Déjales resolver sus asuntos solos.

—¿Y si sólo les doy un empujoncito?

—No.

Sasuke se apoyó en una columna y tiró de ella para estrecharla contra sí.

El vestido de tafetán blanco quedó aplastado contra el frente del traje negro de Sasuke.

Pero la tela no podía ocultar el elegante cuerpo masculino; la anchura de sus hombros llenaba por completo la chaqueta y los duros pectorales la camisa blanca.

A Sasuke le sentaba bien cualquier prenda, ya fuera un traje de gala o la camisa y el kilt deshilachado con los que pescaba.

—Déjales en paz, Sakura —repitió en voz baja.

Ella suspiró.

—Supongo que quiero que todo el mundo sea tan feliz como nosotros.

Rodeó a Sasuke con sus brazos y miró hacia la casa de ladrillo en medio del césped, donde la familia y los amigos seguían reunidos.

Ya amaba aquella casa.

Adoraba cómo los rayos de sol incidían en la galería.

Cómo resonaba el suelo de piedra de la cocina y cómo chirriaban las puertas del exuberante jardín lleno de pájaros, flores y los perros de Sasuke, Ruby y Fergus, que vivían con ellos.

Allí saboreaba aquella felicidad que sólo había alcanzado a vislumbrar en su matrimonio con Thomas.

Su primer marido había enseñado a una solitaria y asustada Sakura Villiers que podía ser feliz.

Sasuke le proporcionaba tanta felicidad como anhelaba.

—¿Te gusta estar aquí? —preguntó Sasuke—. ¿Te gusta vivir en las Highlands conmigo?

—Por supuesto. Creo que esta misma

mañana me has escuchado deshacerme en alabanzas ante la vista de las montañas y la agradable y gélida brisa que baja de ellas.

—Hace mucho frío en invierno.

—Ya me acostumbraré. No me cuesta acostumbrarme a las situaciones.

Además, la señora Barrington siempre fue muy rácana con la leña para las

chimeneas. Creo que vivir con ella era muy parecido a hacerlo en Escocia en invierno.

Sasuke la miró fijamente antes de decidir que no debía molestarse en intentar descifrar lo que quería decir.

Él levantó la mirada a un cercano pinar y aspiró el fresco olor que llevaba la brisa.

—¿No te importa mi locura? Aunque tú estás segura de que siempre lograré controlar los ataques de furia, siempre estaré loco. No voy a mejorar.

—Lo sé. —Sakura se acurrucó contra su pecho—. Forma parte del intrigante Sasuke Uchiha al que amo.

—Viene y va. Algunas veces estoy perfectamente y, de repente, noto que me envuelve la inquietud.

—Y vuelve a irse. Curry te ayuda. Y yo también.

Sasuke le cogió la barbilla entre los dedos y le levantó la cara hacia la de él.

Luego hizo aquello que ocurría cada vez con más frecuencia desde la noche en el tren cuando le dijo por primera vez que la amaba: la miró directamente a los ojos.

No siempre lograba hacerlo.

En algunas ocasiones le resultaba imposible, era como si sus ojos se negaran a obedecer; entonces se daba la vuelta con un gruñido.

Pero cada vez con más frecuencia era capaz de centrar en ella toda su atención.

Los ojos de Sasuke eran preciosos, y todavía lo eran más cuando tenía las pupilas dilatadas por el deseo.

—¿Te he dicho hoy que te amo? —preguntó él.

—Creo que una docena de veces, pero sigue haciéndolo.

Habiendo carecido de cariño durante casi toda su vida, Sakura absorbía con anhelo aquellas palabras de amor.

Y él la sorprendía con ellas a todas horas; la atrapaba en medio del pasillo y la empujaba contra la pared para susurrarle que la amaba.

O la despertaba en medio de la noche para decírselo mientras ella intentaba golpearle con la almohada.

Pero las mejores veces eran cuando se recostaba contra ella en la oscuridad, acariciándole suavemente, para susurrarle «te amo» en medio del silencio.

—Tengo que decirte algo, Sasuke.

Él parpadeó.

Apartó la mirada por un instante pero se forzó a mirarla de nuevo.

—¿Hmm?

—No quería decirte nada hasta que no cupiera ninguna duda, pero ahora ya me lo ha confirmado un médico. —Respiró hondo—. Sasuke, vas a ser padre.

Él siguió mirándola fijamente, sin apartar los ojos.

Parpadeó brevemente y se frotó la sien.

—¿Qué has dicho?

—Vas a ser padre. —Sakura entrelazó sus dedos con los de él y le hizo bajar la mano—. Voy a tener un bebé. ¿Me has escuchado?

—Sí. —Sasuke deslizó los dedos sobre la tela del vestido hasta su vientre, donde los dejó inmóviles—. Un niño.

—De repente agrandó los ojos—. ¡Oh, Santo Dios! ¿Será como yo?

—Espero que sí.

—¿Por qué? —Arrugó el tafetán entre los dedos—. ¿Por qué esperas que sea como yo?

—Bueno, también podría ser una niña. De todas maneras no se me ocurre nada mejor que un niño se parezca a su padre. —Dejó que su voz bajara unos tonos y se volviera más seductora—. En especial si el padre eres tú.

Sasuke no pareció tan seguro.

—Será un Uchiha. Heredará algún tipo de locura.

—Pero tendrá una gran ventaja: un padre y unos tíos que le entienden. —Sonrió—. O puede que sea una niña.

Entonces, por supuesto, será perfecta.

—Por supuesto —aseveró Sasuke con gravedad.

Sakura se dispuso a explicarle la broma, pero de repente le miró sorprendida.

—¿Has hecho un chiste, Sasuke Uchiha?

—Me has enseñado tú. —Se inclinó hasta apoyarse en ella—. Con esa lengua tan picante.

Sakura sacó rápidamente la lengua en cuestión.

—¿Es picante?

—Sí. —Le deslizó el pulgar en una lenta caricia por el labio inferior—. Pero déjame saborearla otra vez.

La aplastó entre sus brazos, acariciándole las nalgas con las manos.

A los pies de la colina, Ino se rio y los hermanos Uchiha y Daniel prorrumpieron en vítores y aplausos.

Entonces, la boca de Sasuke cubrió la suya y cualquier sonido dejó de tener sentido cuando él se inclinó sobre ella.

Percibió la firme dureza de la erección a través de las capas de ropa y le dio un vuelco el corazón.

Sin lugar a dudas el placer carnal que ofrecía lord Sasuke Uchiha era

enloquecedor.

Y Sakura se dejó llevar por él.

Fin

Espero y les haya gustado la adaptación al Sasusaku

La autora del libro es Jennifer Ashley

Los personajes pertenecen a Masashi Kishimoto