NdA: El capítulo que faltaba que resuelve muchas cuestiones pendientes, y, cómo no, plantea unas cuantas más.


-Esta es ya la tercera vez que me lo preguntas, Guthrie –respondió Irvine, consiguiendo a duras penas controlar su irritación.

-Oh –asintió el otro, subiéndose las gafas que se habían deslizado por su nariz en cuanto había agachado la cabeza para comprobar los datos en el portafolios que llevaba- ¿Y me habías contestado que no?

-Si te hubiera contestado que sí –suspiró Irvine- no tendrías que seguir repitiendo la misma pregunta, ¿no crees?

En cuanto alzó la mirada, las gafas del SeeD volvieron a deslizarse hasta la punta de su nariz.

-Solo por hacer bien las cosas, Irwing, ¿tienes idea de donde se encuentra el GF llamado Hesediel o Dominación?

-Irvine –corrigió el francotirador entre sus dientes apretados- No, Guthrie. No tengo ni puta idea. Por tercera vez.

-Por tercera vez, ¿qué? –preguntó Guthrie confundido y, esta vez, al levantar la cabeza tras anotar su respuesta, las gafas se le cayeron al suelo.

Resistiendo el poco humanitario impulso de pisarlas, Irvine le dio la espalda y se dirigió a las escaleras que llevaban a la planta superior. Dondequiera que posara los ojos veía las señales dejadas por las innumerables bestias que habían invadido el Jardín y no pudo evitar preguntarse cómo era posible que tantos excelentes SeeDs y tantos prometedores estudiantes hubieran muerto y, sin embargo, un inútil integral como Guthrie siguiera en pie, enredándose con las tareas más sencillas. Hyne, el mundo, el destino o la dichosa corriente eran crueles con ganas. Mientras avanzaba por el pasillo circular su mirada se vio atraída hacia una columna en particular. Desde el segundo nivel en el que se encontraba el virote todavía clavado en la estructura quedaba a la altura de sus ojos.

-Joder… -musitó, sintiendo constreñirse su garganta- Esto es una mierda absoluta.

Subió las escaleras con rapidez, distrayendo su mente con el pinchazo de las agujetas que castigaban su cuerpo y con el dolor de la única herida seria que había recibido, un zarpazo en el antebrazo que había necesitado más puntos de sutura que faltas disciplinarias acumulaba Seifer en su expediente.

En cuanto llegó a la tercera planta entrevió a través de la puerta abierta del despacho del director al general Caraway impartiendo instrucciones a su secretario, que tomaba notas en una libreta a toda velocidad. Levantando el dedo medio en su dirección, sin importarle un ardite si el director podía verlo o no, Irvine enfiló el pasillo en dirección contraria, hacia el despacho del comandante.

La puerta estaba abierta y el despacho, vacío. Acomodándose en una silla, estirando las piernas al máximo y cruzando los pies a la altura de los tobillos, Irvine se puso cómodo antes de comprobar la hora. Las 1101. Squall se retrasaba un minuto.

A lo mejor había caído otra Lágrima Lunar o algo así.

Recostado como estaba, el cansancio que entorpecía sus músculos pareció acentuarse. Solo la idea de que Caraway o su secretario pudieran entrar en el despacho para tocar las narices en cualquier momento evitó que cerrara los ojos y se abandonara a un muy diferido y merecido descanso.

No tuvo que esperar mucho hasta que escuchó pasos aproximándose y quedas voces en el pasillo. Incorporándose al reconocerlas, Irvine se acercó a la puerta y vio a Quistis que cojeaba apoyándose en Squall. Era la primera vez que les veía desde el caos de la Lágrima Lunar y una inmediata sensación de alivio distendió sus rasgos en una sonrisa a la que Quistis correspondió y de la que Squall tomó nota, y aparentemente, nada más.

Bueno, Squall era Squall, igual de impertérrito a la hora de la cena que en medio de un apocalipsis. Difícil de entender y difícil de tratar. Y la única persona en ese triste mundo en la que Irvine confiaba ciegamente.

Mientras el comandante ayudaba a Quistis a sentarse en la silla que Irvine acababa de desocupar, el francotirador se armó de valor para empezar la que, sin duda, era la más difícil de todas las conversaciones que había mantenido con sus dos amigos desde que tenía memoria.

-Escuchad –comenzó en cuanto se hizo evidente que Squall no tenía intención sentarse- En primer lugar necesito que quede muy claro que no estaría contando esto si no estuviera totalmente seguro. No se trata de un asunto que me haya sido relatado por una tercera persona o que yo haya deducido porque sí. Es algo que vi con mis propios ojos.

Sin irse por las ramas, como si estuviera presentando un informe oficial, comenzó a relatar la escena que había presenciado entre Rinoa y Kenan, y su fatal desenlace. Muy consciente de que estaba hablando con los respectivos cónyuges de los protagonistas, se abstuvo de hacer cualquier tipo de conjetura o valoración personal y fue minuciosamente descriptivo, dando cuenta de la hora exacta, de las distancias, de la magia empleada.

-Cuando saqué a Kenan del agua –terminó Irvine, apartando la vista de Quistis, afectado por las lágrimas que se deslizaban por su rostro- fue cuando Rinoa comenzó a descargar magia tras magia contra los monstruos. –la expresión de Squall era más difícil de descifrar, pero era evidente que el relato de Irvine también estaba haciendo mella en él- Eso me permitió llevarlo, a él y a los cadetes, a la enfermería, que estaba custodiada y resistió hasta el final. Pero la doctora Kadowaki solo pudo confirmar su muerte. Lo siento, Quistis.

-Lo intentaste, Irvine –la emoción ahogó la voz de Quistis que sacudió la cabeza y extendió la mano hacia él- Gracias –añadió dándole un suave apretón.

Correspondiendo a su gesto, Irvine soltó su mano y se dirigió a Squall.

-La magia de Rinoa nos salvó a todos. No hay duda de ello –la expresión de su compañero no varió e Irvine inspiró hondo. Por una vez hubiera deseado que le diera alguna pista de su estado de ánimo-. Cuando la seguridad del Jardín, o de lo que quedaba de él, dejó de estar comprometida, la busqué por todas partes. No pude encontrarla, y todos los que la vieron recuerdan únicamente su imagen en el cielo, fulminando monstruos. Está tan perdida como la dichosa Dominación.

Squall cruzó los brazos sobre su pecho y bajó la mirada al suelo. Los minutos transcurrieron lentos y sin que una palabra más fuera intercambiada entre los presentes. Irvine se acercó a la mesa y rebuscó en los cajones hasta que encontró una caja de pañuelos, que tendió a Quistis. Los suaves sollozos de la mujer se le estaban clavando en el corazón y vio por el rabillo del ojo como Squall se mordisqueaba el labio inferior, sumido en sus pensamientos.

La mujer de Squall había dejado a Quistis viuda y Squall seguramente acababa de convertirse en padre soltero. Rinoa, estaba dispuesto a apostarse en ello su mejor rifle, se había convertido a su vez en una futura amenaza a erradicar. Porque, si hubiera podido controlar su poder estaría de vuelta con su familia, ¿no era cierto?

Ambos, Squall y Quistis, levantaron la cabeza al mismo tiempo. Sus ojos se encontraron y durante varios segundos se sostuvieron la mirada. Había tantos significados ocultos en ese intercambio que a Irvine le pareció estar presenciando un momento íntimo, y masculló su incomodidad entre dientes, mientras cambiaba su peso de un pie a otro.

Al menos, no había violencia.

-¿Qué vas a hacer? –preguntó Quistis suavemente, llevándose el pañuelo a los ojos enrojecidos e hinchados.

-Buscarla –afirmó el comandante.

Pero sus palabras carecían de su firmeza habitual e Irvine se dio cuenta de que Squall comprendía, al igual que Quistis y al igual que él, que si Rinoa había sido capaz de asesinar a sangre fría a uno de sus amigos, entonces estarían viéndoselas no con su una misión de búsqueda, sino con una nueva Bruja, con una nueva amenaza.

-¿Y luego? –el tono de voz de Quistis se hizo más agudo en la última sílaba, más demandante, más desconfiado.

Dos suaves golpes en la puerta desviaron la atención de todos hacia Locke, plantado en el umbral. Irvine, que nunca se había molestado en seguir la trayectoria de los cadetes ni de los recién graduados, no lo conocía más que de vista y nombre, pero el chico parecía haberse convertido en la sombra de Squall en los últimos dos días. Y, tratándose de Squall, rumió el francotirador para sus adentros, la cuestión era tan extraña que merecía ser investigada.

-Squall, el Lagunamov despegará en diez minutos.

La única respuesta del comandante fue un gruñido afirmativo, y Locke se vio en la necesidad de añadir:

-El presidente Loire quiere hablarte antes de partir. Te espera junto a la nave.

Squall se reunió con el muchacho con dos largas zancadas y cuando Irvine ya pensaba que se iría sin más, se detuvo, intercambió una breve mirada con Locke y luego se volvió hacia Quistis.

-Confía en mí –su voz fue apenas un susurro pero su mirada había recuperado su habitual brillo acerado.

E Irvine, que siempre había sido partidario de descargar los problemas de envergadura sobre hombros ajenos, suspiró aliviado.


Recostada en el suelo, Rinoa levantó una pierna y la estiró todo lo que pudo observando cómo las finas capas casi transparentes de tejidos de diferentes tonos azules resbalaban suavemente, desnudando su piel. Disfrutando inmensamente con el suave frufrú que producía la tela dejó escapar una risilla antes de bajar con brusquedad la pierna para girarse hasta quedar boca abajo sobre la fría y dura piedra. Apretándose contra ella, suspiró satisfecha.

-Kenan, por casualidad no sabrás de dónde ha salido este magnífico vestido, ¿verdad?

Su caballero no contestó. Hacía mucho tiempo que no le contestaba por la simple razón de que estaba muerto. Definitivamente muerto, como hubiera debido ser desde un principio. Kenan se había unido a la corriente, como él mismo gustaba de expresar. Ahora, nadie susurraba palabras en su mente, nadie le decía lo que tenía que hacer, y, lo más importante de todo, nadie le recordaba que debería sentirse culpable.

Pero no le gustaba la soledad. Y por eso, de vez en cuando le hablaba como si él todavía pudiera oírla.

-Yo te lo diré. Ma-gia. Con ella, nada es imposible.

Se puso en pie y dio un salto con sus pies descalzos que la propulsó hasta el techo de la caverna. Descendió suavemente, ingrávida, riendo como una niña porque la levedad de las capas de su vestido provocaba que las telas descendieran lentamente sobre ella, acariciando su rostro.

¿Podría alcanzar las estrellas?

-¿Tú qué opinas, caballero mío?

Estaba segura de que su poder la protegería en la inmensa vacuidad del espacio, podría, si quisiera…

El angustioso recuerdo de aquella vez que se había visto flotando perdida, embutida en un traje espacial con sus reservas de aire al mínimo, regresó a su mente. El pánico que había sentido cuando sus inhalaciones no habían conseguido llevar suficiente oxígeno a sus pulmones, y esa primera ráfaga revitalizante cuando Squall finalmente la había alcanzado… el alivio de la vida volviendo a recorrer su venas con fuerza y, sobre todo, el saber que no estaba sola…

Debería hacerse con un nuevo caballero lo antes posible. Pero no Squall, ni ningún otro SeeD de Balamb. No volvería a correr el riesgo de que su caballero pudiera afectarla de manera alguna a través del vínculo aprovechándose de pasados lazos emocionales. Nadie coartaría su libertad, no permitiría que un ser inferior como era un caballero la desviara de su objetivo.

¿Y cuál es tu objetivo?, se preguntó a sí misma a través de su caballero imaginario.

Alzando los brazos al máximo Rinoa dio una par de vueltas sobre sí misma.

-¡Disfrutar de este poder! –exclamó entre risas, y, al punto, sus giros se convirtieron en un animado baile.

Ni siquiera cuando sintió otra presencia en la cueva se detuvo. ¿Para qué? No existía nada ni nadie en este mundo que pudiera representar una amenaza real para ella.

Continuó bailando hasta que su corazón se sintió satisfecho y, solo entonces, se detuvo y se giró hacia la recién llegada.

-¿Para qué has venido? –inquirió, de buen humor.

-He venido siguiendo el rastro de mi hermano –contestó Lía Gantt, plantada de pie agarrándose las manos con fuerza en una muestra evidente de nerviosismo. Tenía mal aspecto, con sus ropas rasgadas por varios lugares distintos y algunas manchas de sangre fresca. Su labio inferior estaba cortado, y la sangre había empezado a rezumar por la herida en cuanto la mujer había comenzado a hablar.

La referencia a su malogrado caballero envió una punzada de culpabilidad directa al corazón de Rinoa.

Eso la irritó.

-Ya no está conmigo –le espetó.

Y, como no estaba dispuesta a permitir que nada ni nadie agriara su buen humor, volvió a bailar. Sus giros la llevaron junto a la otra mujer y sonrió al darse cuenta de lo insignificante que era. Su hermano había sido fuerte, brillante a su extraña manera, pero Lía no era una luchadora. No era más que una… campesina.

Rio su propia ocurrencia. Sí, Lía se entretenía cultivando plantitas y preparando comidas insípidas con ellas. Qué vulgar.

-Ahora estás sola –se burló- ¿Qué vas a hacer sin tu hermano? Él era el único que valía algo de los dos. Tenía talento, era fuerte, era…

-¡Era tu amigo! –exclamó Lía, tratando de seguirla con la mirada mientras Rinoa bailaba a su alrededor- ¡Confiaba en ti! ¿Cómo pudiste, Rinoa? ¿Cómo pudiste mat…?

Una ráfaga mágica barrió la pequeña cueva, silenciando a Lía y provocando una corriente de aire que levantó nubes de polvo y alborotó los cabellos de ambas, arrancando a su paso un par de jirones de tela de su espléndido vestido.

-Acabo de verte las tetas –intervino una tercera voz, insolente y tan dolorosamente familiar que Rinoa dejó escapar un gruñido, como si hubiera recibido una herida.

Seifer dio un par de pasos dentro del círculo de luz provisto por la magia. Asegurándose de mantener a Rinoa en su campo visual, señaló a Lía con su sable pistola.

-¡Tú! –exclamó- Llevo tres kilómetros corriendo detrás de ti, gritándote que te detengas y saltando como una rana con hipo para llamar tu atención. ¡Te he sacado tantos monstruos de las espaldas que he terminado perdiendo la cuenta de todas las veces que te he salvado la vida!

El esfuerzo de Seifer por ignorarla divirtió a Rinoa, devolviéndole su buen humor. Con su magia podía obtener toda la información que quisiera de la gente a su alrededor, como si llevara consigo un conjuro de Libra permanentemente activado que le chivara detalles de su oponente con los que los SeeD no podían siquiera soñar. Gracias a ello sabía que la tensión arterial de Seifer estaba a tope, su corazón latía deprisa y que un sudor frío cubría su cuerpo. Seifer sabía a lo que se enfrentaba y tenía miedo, por muy bien que lo disimulara con su habitual bravuconería.

-Lía –un nuevo cambio de humor la impulsó a ser generosa. Estaba cansada de provocar sufrimiento y sus burlas habían dejado de parecerle divertidas- Has seguido el rastro de un fantasma. Kenan ya no está conmigo. Siguió la corriente y se unió a ella, como debe ser.

Seifer se estaba aproximando a ambas con pasos lentos y cautelosos y Rinoa retrocedió para darles espacio. Como había anticipado, Seifer se apresuró a alcanzar a Lía y la colocó detrás de sí, con su sable pistola preparado en todo momento para atacar.

-Rinoa –balbuceó Lía, saliendo de detrás de Seifer e ignorando sus esfuerzos para hacerla retroceder- ¿Por qué lo hiciste?

Dándoles la espalda, despreocupada de cualquier cosa que pudieran intentar en su contra, Rinoa contestó con la verdad.

-Porque se opuso a mí.

Nuevamente, la culpa la invadió. A punto de darse la vuelta para suplicar el perdón de la centrana, sintió como el poder se revolvía dentro de ella y una nueva compulsión tomó prioridad, llevándose consigo toda su culpabilidad y poniendo nuevamente en el foco central sus propias necesidades.

¿No había estado barruntando hacía solo un momento cuánta falta le hacía un nuevo caballero?

Lanzando una mirada por encima del hombro, sus ojos se posaron en Seifer y una amplia sonrisa se dibujó en su rostro cuando le vio retroceder un paso.

No era el candidato ideal. Era un deslenguado y un ególatra de primer nivel. Además de eso, era un SeeD y un amigo. Pero Seifer ya había demostrado con anterioridad que no disponía ni de la fuerza mental, ni de la voluntad necesarias para resistirse a la influencia de la magia.

Sin girarse, sin que su sonrisa cediera un ápice, lanzó su magia sobre él y la sintió conectar con suprema facilidad. Ni siquiera había necesitado tocarle. Era como coger la mano de un niño pequeño y forzarle a ir en la dirección deseada. Tan fácil que…

La sonrisa se desvaneció de su rostro cuando la conexión se cortó de golpe. La corriente de magia que les había unido fugazmente se interrumpió y cuando Rinoa se dio la vuelta se encontró con Seifer de rodillas en el suelo, la adecuada posición que su magia le había forzado a asumir, y frente a él, Lía interponiéndose entre los restos del vínculo que acaba de cortar.

Los centranos podían ver las corrientes de la magia. Kenan había sido capaz de percibirlas y de dejarse llevar por ellas, no de tocarlas, pero, por lo visto, su hermana sí poseía esa habilidad y acababa de utilizarla para desbaratar sus planes.

Furiosa, sintió la magia acumulándose en su interior lista para descargarse sobre la insolente mujer que se había atrevido, en su insignificancia, a contrariarla. Seifer se incorporó y agarró a Lía, con la intención de sacarla de la primera línea, pero en ese momento Rinoa liberó su magia, alcanzando a ambos con un poderoso conjuro de paro que les dejó inmóviles en el sitio, incapaces siquiera de pestañear. Rinoa podía sentir la resistencia de Seifer contra el conjuro, sus desesperados intentos por romperlo y la ayuda que le prestaba su GF, pero la posibilidad de que se liberara era tan minúscula que no se preocupó.

Se acercó despacio, disfrutando de la situación, regodeándose en su sensación de poder y en el miedo que veía en los ojos de ambos.

Pobres conejillos asustados.

Se detuvo delante de Lía y sonrió con magnanimidad, lo cual pareció asustar todavía más a la mujer atrapada, que gimió mientras dos gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas. Seifer redobló sus esfuerzos para liberarse del conjuro, pero Rinoa se limitó a ignorarle.

-Puedes tocar mi magia –señaló Rinoa, y dio unas palmaditas en la mejilla de Lía- Eso te hace digna, aunque no seas más que un gusano.

Poniéndose de puntillas, besó su frente, dejando en ella una impronta mágica que su poder pudiera seguir en caso necesario. Luego, para asegurarse de que Lía continuara vivita y coleando en un improbable futuro en el que ella pudiera necesitarla, reconstruyó el vínculo cortado que todavía estaba en contacto con Seifer y lo unió a la mujer.

-¡Voilá! –asintió satisfecha- No es exactamente un caballero, porque tú tampoco eres una Bruja, pero te protegerá. La magia se asegurará de ello.

Pellizcando la nariz de Seifer al pasar, abandonó la cueva, se dirigió a cielo abierto y extendió sus alas. En el momento en que ganó altura suficiente como para poder ocultarse entre las nubes, deshizo el conjuro de paro y escogió una dirección al azar.

Se alejó, cubriendo una gran distancia con cada batir de sus alas. Se sentía más que satisfecha: exultante.

Había encontrado, y sin necesidad de buscarla, una sucesora.


Suspirando con pesar, Selphie cerró la carpeta con el informe que acababa de terminar de leer y alzó la mirada hacia Akio Ohashi, que aguardaba pacientemente junto a ella.

-Esto es… -comenzó la mujer con pesar- peor de lo que me había temido. ¿Sólo dos supervivientes? –ante el seco asentimiento de Ohashi, preguntó a continuación- ¿Y cómo se explican las muertes de los SeeDs Blancos que estaban cumpliendo misiones lejos de aquí?

-No se explican –puntualizó Ohashi- Constan todos como desaparecidos en acto de servicio y solo hemos podido confirmar la muerte de tres de ellos. Uno era la Segundo de a Bordo Sharon Lewis y… -el SeeD vaciló y miró a su alrededor, como si temiera que pudiera oírle alguien.

Selphie siguió su mirada. La enfermería estaba atestada de heridos y del personal que les atendía, pero nadie parecía estar pendiente de ellos ni de su conversación. De todas formas, Selphie se inclinó hacia él y Ohashi hizo lo propio para terminar su frase en vehementes susurros.

-Su cuerpo mostraba señales de encarnizamiento.

Estremeciéndose involuntariamente, Selphie tomó nota de las feas implicaciones que estaba tomando el asunto y continuó preguntando:

-¿Alguna señal de vida? ¿Se ha recibido alguna comunicación de parte de alguno de ellos?

-De ninguno –Ohashi puntuó su afirmación con un gesto terminante.

Era demencial, pero todo apuntaba a que, cuando la noticia de que el Jardín del Mar había sido destruido se había dado a conocer a todo el mundo, "alguien" había iniciado una eficaz caza al SeeD Blanco.

Teniendo en cuenta que ese misterioso "alguien" tenía para Selphie nombre, apellidos y graduación, y contando con sobrado conocimiento, por sus actos, de la maldad y crueldad del tipejo en cuestión, la joven no tuvo ninguna duda de que todos los desaparecidos debían estar ya muertos.

Pero los SeeD Blancos no dejaban de ser una élite, y entraba dentro de lo posible que alguno hubiera conseguido escapar al primer envite del Coronel Klugman. No podía tirar la toalla tan pronto. No podía abandonarles a su suerte sin estar segura.

-Akio, ¿tú podrías…?

El SeeD ni siquiera la dejó terminar.

-¿Estás de broma? Los SeeDs Blancos nos salvaron el cuello a todos. Por supuesto que iré a buscarles. Dame el diario de Wolff y los rastrearé uno a uno personalmente.

Asintiendo, Selphie le pasó el dispositivo electrónico.

-Squall no está al tanto de esto –advirtió-, y yo no tengo autoridad para enviarte a realizar ninguna misión.

-Entonces me enviaré a mí mismo. Se me da bastante bien obedecerme, cuando pongo todos mis sentidos en ello.

Su sonrisa confiada sacó un enorme peso de encima de los hombros de Selphie, que correspondió a su gesto.

-Gracias, Akio. Te haré una transferencia.

-Eso estaría bien –asintió el otro, despidiéndose con la mano mientras se alejaba zigzagueando entre las camillas.

Con un suspiro de cansancio, Selphie se sentó en una de las sillas de la sala de espera y rebuscó dentro de su mochila. Sacando una fotografía, musitó un cariñoso "Hola" antes de apretarla contra su pecho.

-Selphie, ¡Selphie!

Alzando la mirada, la menuda mujer se encontró con que Annette, una de las enfermeras, hacía gestos para llamar su atención. Levantándose de un salto, dejó la mochila sobre la silla y se reunió con ella.

-El capitán Wolff acaba de despertarse. Puedes pasar, pero no estoy segura de hasta qué punto serás capaz de comunicarte con él. Tampoco sé muy bien si conoce la magnitud del desastre que han sufrido sus SeeDs y preferiría que no le contaras nada a ese respecto. En la condición en la que se encuentra, su estado de ánimo puede ser suficiente como para que abandone la lucha, ¿lo entiendes, Selphie? Solo buenas noticias –remarcó la mujer.

-Descuida, para eso he venido.

-Selphie –insistió la mujer- Ni siquiera he dejado pasar a esos dos SeeDs Blancos que pululan como almas en pena por el Jardín y te aseguro que han insistido lo suficiente y con tanto sentimiento como para ablandar incluso a la doctora Kadowaki. Quizás no sea buena idea que…

-Annette, te lo juro –Selphie alzó una mano, como si se encontrara ante un tribunal- No le daré ninguna información que pueda perjudicarle y sabes de sobra que se me da de maravilla mantener un punto de vista positivo. ¡Mi visita le levantará el ánimo!

-Eso espero –suspiró la mujer, franqueándole el paso- ¡Solo cinco minutos! –advirtió antes de cerrar la puerta tras ella.

Acercándose a la cama ocupada por el capitán, Selphie colocó una silla a su lado y tomó asiento.

-Hey, Mark –saludó-, me alegro de ver que ya estás mejor.

Aunque sus heridas eran muy graves y aunque su cuerpo estuviera todavía combatiendo la infección, al menos se había despertado y la estaba mirando. Contaba con su atención, que ya era algo.

-No hace falta que contestes, no hagas ningún esfuerzo o Annette me despellejará. ¿Puedes comprender lo que digo?

Era doloroso ver a una persona de la fuerza y el temple del capitán de los SeeDs Blancos postrado en una cama, debilitado por sus heridas y luchando contra la muerte. Ojalá la ayuda que había prometido Laguna en forma de suministros médicos y mágicos llegara pronto.

-El Jardín del Mar… -Selphie casi pegó un bote en la silla. No se había esperado que Mark estuviera en condiciones de hablar, ni de que fuera capaz de hacerlo sin ahogarse habida cuenta de que según el parte médico todavía se le encharcaban los pulmones de sangre- ha sido destruido.

Estaba afirmando, no preguntando, y Selphie se sintió obligada a contestar con la verdad.

"Perdóname, Annette."

-En efecto. Los técnicos desaconsejan su reparación. –explicó, pero se abstuvo de añadir que esos mismos técnicos estaban haciendo cachitos con la chatarra, buscando una manera de reutilizar algunas de sus partes en el dañado Jardín de Balamb.

-Tráeme un comunicador –pidió el herido a continuación- Necesito ponerme en contacto con Sharon.

-Ah, no, no. Lo siento, Mark pero no estás en condiciones de reasumir tus responsabilidades tan pronto. No te preocupes, hemos conseguido reorganizar nuestro sistema de gestión y nos estamos ocupando de todo. Nos hemos asegurado de que a los SeeDs Blancos no les falte de nada, dentro de nuestras posibilidades, claro.

"Ataúdes" pensó amargamente, pero su sonrisa no vaciló en su rostro.

-Escucha… -continuó, pero se interrumpió a sí misma cuando el capitán se incorporó en la cama e hizo amago de levantarse. Lanzándose sobre él, empujó sus hombros hasta recostarlo nuevamente sobre su almohada- ¡No te muevas! Mark, en serio, tus heridas son muy graves.

¿Pero de qué estaban hechos estos SeeDs? Impresionada, mantuvo una de sus manos en su hombro y comenzó a hablar deprisa.

-Por favor, escúchame. No he venido a verte para devolverte al campo, soldado. He venido para…

-¿Has traído a Katt? –le interrumpió Mark, mirándola de arriba abajo, como si pudiera llevar a una niña pequeña escondida en un bolsillo.

Selphie le tendió la fotografía.

-Tendrás que conformarte con esto hasta que te permitan abandonar la enfermería.

-Ha crecido un montón –comentó el capitán contemplando la foto de la pequeña- ¿Cumplió ya los 18 meses?

-Hace una semana –asintió Selphie, orgullosa.

-Cada vez se parece más a mi hermana.

-Oh –recordando que la hermana del capitán era también una SeeD Blanco, Selphie se apresuró a desviar el tema- Tiene mis ojos, el resto reconozco que es todo tuyo.

Contemplaron la fotografía en silencio durante unos segundos y el nerviosismo comenzó a hacer su presa en Selphie. Iba a preguntarle qué pensamientos le rondaban por la mente cuando el capitán se le adelantó.

-Tengo que agradecerte que me hayas mantenido informado todo este tiempo. En algunas ocasiones, en alta mar, me daba cuenta de lo aislados que estábamos los SeeDs Blancos y lo fácil que hubiera sido para ti continuar con tu vida, ocultarme su nacimiento, y criar a nuestra pequeña tú sola –miró a Selphie y sonrió brevemente- Más fácil seguro que tomarte la molestia de contármelo. Reconozco que somos… éramos muy difíciles de contactar. Todavía me asombra todo lo que hiciste para poder comunicarte conmigo.

-¿Cómo hubiera podido ocultarte algo así? –protestó Selphie, aunque una aguda punzada de culpabilidad le recordó que sí se lo había planteado, y muy seriamente- No hubiera sido justo tampoco para Katt. Pero reconozco que localizaros cuando estáis en modo oculto es una de las cosas más difíciles que he hecho. ¡Y estás hablando con una de las personas que formaba parte del equipo que encontró y derrotó al Ente Omega!

Se abstuvo de mencionar que comunicarse con el Jardín del Mar hubiera sido mucho más sencillo si Eleone hubiera colaborado. Tampoco le mencionó todas las dudas que la habían asaltado durante su embarazo. ¿Podía confiar en Mark Wolff? Selphie no había tenido un miedo real a que el capitán intentara llevarse a la niña, porque ¿qué diablos iba a hacer Mark con un bebé en medio del océano? Pero sí que había sentido miedo ante la posibilidad de que el capitán rechazara su paternidad, porque no podía tolerar que ningún niño, y mucho menos su hija, afrontara el rechazo de su progenitor. Había querido protegerla de un hipotético repudio, porque, sinceramente, no conocía de este hombre más que su reputación y el calor de su cuerpo.

Ruborizándose cuando el recuerdo de aquella única vez en la que habían estado juntos pasó fugazmente por su mente, se inclinó para observar la fotografía junto a él.

-Está empezando a hablar.

Sonaron dos golpes y a continuación la puerta de la habitación se abrió y Annette habló desde el umbral.

-Selphie, se terminó el tiempo. El capitán Wolff necesita su descanso.

Asintiendo, Selphie se levantó, pero se detuvo cuando Mark agarró su mano.

-¿Vendrás mañana? –inquirió. Al recibir un asentimiento de Selphie, añadió- El Jardín del Mar ya no existe, Selphie. Tenemos mucho de qué hablar. Ni siquiera sé si tienes pareja –apuntó, tendiéndole la fotografía.

-Puedes quedártela –farfulló trasponiendo la puerta a toda prisa, sintiéndose nerviosa de repente- ¡Volveré a primera hora de la mañana!

Solo fue capaz de dar dos pasos fuera de la habitación antes de detenerse, con la cabeza dándole vueltas. ¿Qué había esperado? El capitán… ya no era capitán de ningún Jardín flotante. Era normal que ahora que no le ataba ninguna responsabilidad, y Mark ni siquiera se hacía una idea de hasta qué punto habían "desaparecido" todas sus responsabilidades, quisiera asumir su papel en la vida de su hija.

En realidad, uno de los argumentos principales que la habían impulsado en su día a contarle la verdad era el hecho de que él era un proscrito, por lo que tenía la seguridad de que no abandonaría el Jardín del Mar para plantarse un buen día en su casa y exigir formar parte de la vida de su hija y de la suya así sin más.

Porque, ¿qué clase de persona era Mark Wolff? No tenía ni idea. Sabía qué clase de SeeD era, y poco más. Les separaba una diferencia de edad de 12 años y, por los pocos detalles que conocía acerca de su infancia gracias a Laguna, sabía que se había criado en un ambiente bélico toda su vida.

No parecía ser un candidato ni siquiera al título de "padre más o menos aceptable del año".

Hablar con él cara a cara tampoco ayudaba. Tenía una voz tan calmada y parecía siempre tan seguro de sí mismo, que Selphie no podía evitar temer que fuera capaz de imponerle sus propios puntos de vista a base de razonabilidad. Quizás era egoísta por su parte, pero ella había querido criar a su hija en soledad, había querido tener total libertad para tomar todas las decisiones por sí misma sin preocuparse por lo que pudiera opinar otra persona. Si Mark se quedaba en Balamb, o si la seguía a Trabia…

Casi se le salió el corazón por la boca cuando Annette se plantó a su lado de repente.

-¡Selphie! –exclamó la enfermera- ¡Dime la verdad! ¿Qué le has dicho para animarle tanto?

-Annette, lo sien… ¿qué?

-Esta mañana estaba más mustio que un girasol en octubre, y ahora parece dispuesto a escaparse de la cama. ¿Qué le has dicho para cargarle así las pilas? Voy a tener que poner a alguien vigilando su puerta… -sin esperar su respuesta, se alejó en dirección a otra de las habitaciones- ¡Sigo con mi ronda! ¡Nos vemos, Selphie!

Exhalando el aire que había estaba reteniendo sin darse cuenta, Selphie recogió su mochila y se dejó caer sobre la silla, con la mirada clavada en la puerta cerrada.

Capitán Mark Wolff, ¿podemos confiar en ti? ¿Cómo eres? ¿Quién eres en realidad?

Cuando Squall me pidió que te recogiera en la estación y te ayudara a regresar al Jardín del Mar sin que tus movimientos dejaran ningún rastro que pudiera seguir el ejército de Galbadia, para mí se trataba de una misión más.

Estaba contenta, porque habíamos conseguido liberarte. Era una injusticia. El juicio había sido una farsa de principio a fin. Y yo me sentía feliz por poder participar en tu liberación. Era como propinarle una bofetada a todos los gerifaltes de Galbadia. ¿Creíais que podríais libraros de un gran hombre como el capitán Wolff de una forma tan rastrera y cobarde? ¡Ja! ¡Chupaos esa, malnacidos!

Nunca planeé seducirte, ni quería de ti nada más que ayudarte a regresar con los tuyos. ¡Tienes que creerme! Esa noche creo que lo nos unió nos sorprendió tanto a ti como a mí. ¿Qué fue exactamente? No estoy segura. Tú acababas de librarte de una sentencia de muerte. Yo acababa de regresar de una misión que había terminado en desastre. ¿Fue un acto de consuelo mutuo? Es posible. Y no hay nada malo en ello. Nada había cambiado entre nosotros cuando nos separamos. No se creó ningún lazo especial, ninguna expectativa…

No sabía qué hacer. Se lo conté primero a Squall, porque confío plenamente en su discreción. ¡Pero ni siquiera me aconsejó! Solo me dijo que me ayudaría en lo que necesitara y me consiguió un "puente" con el Jardín de Trabia. Katt ha crecido allí. Pero parece que, de nuevo, Trabia no será mi destino definitivo, ¿verdad?

-Mañana volveré –musitó Selphie, levantándose de la silla.

Y te presentaré a nuestra pequeña.