Muchas gracias por todo el apoyo que esta recibiendo este triste intento de historia.

Como siempre los personajes no me pertenecen yo solo los ocupo sin fines de lucro.

Capítulo IV. Consecuencias.

-.-.-.- Reino de Arendelle -.-.-.-

Durante generaciones, la familia real de Arendelle se jactaba de ser un reino que no había conocido la derrota. El porqué de ello eran dos principales razones, pues el Castillo y el reino entero era prácticamente glaciar, para los extranjeros el sólo pisar aquellas tierras significaba el morir de hipotermia, o de alguna infección por la congelación de sus miembros, como lo era la gonorrea, eso era para las personas, pero para las criaturas a las que se les habia despojado de las tierras en la antigüedad, era diferente, los troles de nieve, elfos y otras criaturas se mantenían a distancia del reino, por la bruja de fuego, su solo nombre era utilizado entre las aldeas de esos seres como un cuento de terror, para los pequeños asustando incluso a algunos adultos, los ancianos de las aldeas contaban a la luz de una fogata como fueron desterrados de sus propias tierras.

El rencor de los más jóvenes hacía los humanos sólo se alimentaba con cada generación, llegando incluso a olvidar la diferencia entre razas con tal de recuperar lo que era suyo.

La desaparición de la bruja de fuego, fue la señal que tomaron para comenzar con los preparativos de la cruzada con la que se jugarían el todo por el todo, guiados por una mano invisible.

Los troles de nieve eran seres en su mayoría pacíficos pese a su colosal tamaño, pero en aquel ocaso, utlizaron su tamaño y fuerza para abrir el paso entre las murallas que custodiaban el reino.

Los árboles fueron arrancados de raíz y utilizados para derribar la protección del reino, los guardias no tuvieron siquiera la oportunidad de tocar la alerta, aunque no hiciera falta, cuando entre la nieve salieron disparados los árboles haciendo que miles de escombros y astillas volaran entre los aires, como el primer paso de una guerra que habrían de perder.

Los aldeanos vieron con horror como las colosales murallas destruían sus hogares, matando a más de uno, los gritos de histeria hicieron eco, mientras que corrían a refugiarse.

Los niños lloraban desconsolados a lado de los restos de lo alguna vez fueron sus padres. Mujeres y hombres morían por la estampida humana al tratar de huir.

Los troles se asomaron por las grietas de la muralla, pero fueron recibidos por las ballestas de batalla del reino, la sangre azulada comenzó a caer hacia el pueblo, pero la muerte de sus hermanos solo hizo aun más fuerte la determinación de hacer justicia por los caídos y esclavizados.

Los cuernos de guerra, alertaron al pueblo, las cuatro puertas de madera que daban paso, comenzaron a retumbar, los golpes eran cada vez mas fuertes, los guardias sabían que no resistirán mucho tiempo.

Los caballeros de Arendelle portaban con orgullo sus brillantes armaduras, la tensión subía con cada embestida a las puertas, todos y cada uno de ellos estaban preparados para morir por el reino.

- ¡Las canciones de esta pelea llevarán los nombres de cada uno de ustedes! - Grito con furia un general. - ¡Las valkirias nos llevaran al Valhalla!

Los hombres golpearon sus escudos con sus espadas, cuando el ruido era ensordecedor por el metal retumbando entre si, las puertas por fin se rindieron.

Por unos segundos fue como si el silencio fuera consumido, los restos de la madera cayeron a sus pies.

La neblina invadió el reino, el blanco de ella, los cegó, negándoles ver los que tomarían sus vidas.

Fieros lobos de montaña, animales tan grandes que no tuvieron problema alguno para tumbar a los guardias de un solo zarpazo, sus pelajes grises se cubrieron de escarlata en un segundo, sus garras desgarraron todo a su paso, sus dientes destrozaron a los hombres que inútilmente trataron de detenerlos.

Detrás de ellos, las flechas comenzaron a volar llevándose consigo la vida de los pocos hombres que seguían en pie.

Los elfos entraron al reino, apenas y armados pero con el coraje de hacer sentir a sus ancestros orgullos. Siglos en los que su raza se vio oprimida, sin siquiera poder ser la sombra de lo que alguna vez fueron.

Atacaron, sus espadas no tenían filo, sus arcos y flechas eran de madera, pero eso no les impidió tomar la cuidad buscando a sus madres, hermanas e hijas.

La guardia real, comenzaba a preparar las trampas del castillo.

Sin embargo el rey, le encargo a su propia escolta, hacer lo que fuera necesario para que su hija huyera a salvo.

- Júrame que la protegerás. - El rey, veía con desesperación al rubio, sus ojos se veía el miedo de perder a lo mas preciado que tenía.

- Se lo juro por mi honor.

Kristoff era un orgulloso caballero, prefería tener el más sangriento y doloroso destino, antes que faltar a su palabra.

Corrió hasta el estudio de la princesa, abrió la puerta de golpe, sorprendiéndola.

No teniendo tiempo de decir nada, corrió hasta ella y la tomo en brazos, sabia que el castillo podría ser tomado en cualquier momento, debían llegar cuanto antes a las catacumbas, ahí un pasadizo los llevaría a las faldas de la montaña norte.

Los gritos de la princesa exigiéndole respuestas, retumbaban en las paredes, pero lo que le preocupaba era el frío que comenzaba a cubrir su espalda.

Estaban por entrar al primer sótano, cuando una flecha se incrustó en la madera de la puerta, volteo la mirada, y vio a un elfo preparando la siguiente, vio que el objetivo no era el, sino la joven que tenía sobre el hombro, sin pensarlo mucho, arrojo a la princesa a un lado, causando que se golpeara la cabeza, y sintiendo un dolor agudo en su hombro, casi grita, pero no podía darse ese lujo, tomo su espada y pese al dolor, corrió en contra del invasor incrustando su espada en el ojo del elfo, de una patada tumbó el cuerpo.

Al acercase a la princesa noto que está estaba desmayada, en circunstancias normales, el sería ejecutado, pero viendo la situación, le era favorable de esa manera, aun con la flecha en su hombro, cargo a la inconsciente princesa y siguió su camino.

Vio como el castillo poco a poco era invadido, su corazón temblaba de furia por no poder hacer nada para detenerlos, debía velar por la seguridad de Elsa, con sigilo llego al túnel que los llevaría a lo que el pensaba sería su salvación, sin saber que tan solo había sido el comienzo de su travesía.

-.-.-.- Reino West -.-.-.-

La princesa Elizabeth, trato de apagar el fuego que comenzaba a consumir sus pertenencias, pero antes de que siquiera pudiera evitar que el fuego alcanzará su cama, una segunda antorcha voló hasta caer sobre de la cama.

Viendo que era inútil, decidió dejarlo, no sabia que estaba sucediendo, pero no necesitaba saberlo para comenzar a correr.

Los pasillos del castillo estaban pobremente iluminados, apenas y podía ver el camino, los gritos de furia eran cada vez más audibles, y aunque vio a un par de guardias en su camino, el mismo presentimiento le hizo esconderse incluso de ellos.

Solo tenía la idea de llegar a los establos para poder huir, pero desafortunadamente para ella, un guardia la vio entre las sombras.

La sonrisa que se dibujó en el rostro del hombre, solo podría ser descrita como asquerosa.

Tomo la daga que escondía en su cinturón, y se acerco hasta estar detrás de ella.

Su brazo rodeo el cuello de la princesa, mientras que la daga apuntaba a su yugular.

Elizabeth sentía la humanidad del hombre contará ella, su respiración golpeaba su nuca, y una de sus manos tomo su pecho.

- Si te portas como la sucia puta que eres, dejaré que me sirvas durante el resto de tu vida.

El miedo comenzaba a correr en su ser, cuando el hombre la empujó hacia una pared, y trato de subir su vestido, las lágrimas comenzaron a caer, por la impotencia que sentía.

Pero cuando sintió la mano del hombre tocar su centro, el miedo se transformó, una fuerza inexplicable la poseyó, y golpeó la nariz del hombre con su cabeza, la sangre y los gritos llenaron el pasillo.

Elizabeth tomo la daga con la que fue amenazada, y sin decir una sola palabra, enterró el metal en el hombre, una y otra vez, la sangre salpicaba su rostro, sus manos se cubrieron de escarlata, pero la ira no disminuía.

Se levanto cuando los intestinos del hombre quedaron esparcidos por el suelo.

Y siguió su camino.

La muchedumbre enfurecida, no se preguntó en ningún momento por la princesa, su sed de sangre se vio satisfecha con el rey y los pocos leales que tenía.

El cuerpo del monarca se esparció por todo el pueblo, cuando sus extremidades fueron atadas a cuatro caballos, y los jinetes comenzaron el lento trote que llevaba la agonía del rey.

Sus brazos fueron dislocados y después la piel y músculos se reventaron, cubriendo el suelo con su sangre, mientras que el que fue su pueblo festejaba su muerte.