Si bien la primera vez que Kohaku, confesó directamente, que podría albergar en unos diez billones por ciento de tener sentimientos románticos así él, lo había sorprendido más no le hallaba el problema.

Que sí, obviamente él, no era la persona más romántica o sentimental que existía y menos ella, no significaba que no la quisiera.

Porque a pesar de tener comportamientos toscos, bruscos, tener más fuerza que él y un comportamiento de marimacho, se había ganado su afecto.

¿Cómo? Nadie lo sabía con certeza, ni siquiera él.

Aunque tratar de hallarle lógica, era algo que no le interesaba y pretendía dejarlo así.

Cuando Kohaku quería, podía ser cariñosa con él. Como una leona con su león; le causaba extrañeza, confusión -a veces- y gracia, pero, no la rechazaba.

Incluso si no era con abrazos, tomadera de manos, palabras cursis o besos. Con la ayuda que le brindaba, las miradas, sonrisas o silencios, eran suficientes. Incluso él, a veces, tomaba su mano, le revolvía el cabello o le daba breves besos en la frente o mejilla.

Deleitándose con su expresión sorprendida y el rubor de sus mejillas.

Aquello, no estaba mal, pensó, mirándola por un momento, para luego proseguir en los planos de su siguiente invento.

Mientras ellos fueran Kohaku y Senku o Senku y Kohaku, todo estaría bien.

Realmente, nada de qué preocuparse.