Fue una tarde en que Shinobu se había dado cuenta que había sido envenenada. Pero, no se había percatado hasta ese momento, aun cuando hace tiempo había sido contaminada. Paso desapercibido. Hasta que se adentró profundamente en su corazón, intoxicándolo por completo.

Ahí supo que estaba jodida.

Porque el veneno no se trataba de otro que el del amor. Para Shinobu ese, junto al odio, era el más fuerte, efectivo, letal y dañino de todos los venenos y una vez que el amor entra en el organismo, provoca que lo cognitivo comience a fallar, los cinco sentidos se descontrolen.

Lo ves más apuesto.

Su aroma te cautiva.

Alucinas con escucharlo.

Necesitas tocarlo.

Anhelas conocer su sabor.

De inmediato, necesitaba una cura, debía analizar la situación y crearla lo más pronto posible. No obstante, supo que estaba más que jodida, cuando a pesar de que ella era la mejor en su ámbito y con tan solo estudiar la situación podía preparar antídotos en un siéntanme, no pudo.

No hallaba la cura.

Cada veneno tenía un antídoto, pero aún no lo podía encontrar. Lo único que pudo hacer, fue tomar una cura temporal que provocaba el retraso del mismo.

Debía molestar a Tomioka Giyuu.

Tenía que detener lo más que podía al veneno. Hasta encontrar la cura y si, para que la infección no se propague mas rápido, debía hacerlo. ¡Que así sea! Sin embargo, el veneno seguía su trayecto y a pesar del tiempo extra que le fue otorgado, aun no encontraba una solución.

Cada vez le quedaba menos tiempo.

Últimamente las noches comenzaban a hacerse insoportables. Sus pensamientos se inundaban de su imagen. Parada sobre el tejado, dirigió la vista hacia la luna llena. No creía poder ver otra luna sin que el veneno se halle propagado por todo su cuerpo, lo sentía recorrer sus venas, lo sentía nublar la poca razón que le quedaba.

Se abrazó a sí misma, quería verlo, quería que la abrigara.

—Kochou —escuchó su voz y su corazón se saltó un latido. Fue por un segundo, pero esperaba que Tomioka no haya olfateado el interior de su corazón.

—Buenas noches, Tomioka —saludó con aparente cortesía—. Es muy raro que seas tú el que me llame y tan tarde... ¿Me estabas buscando?

Uno que termino de consumirla cuando luego de un tiempo bastante largo, le pregunto inocentemente si ella lo odiaba. Su voz era calma y serena, sus ojos se percibía una leve agitación como si el asunto en cuestión lo hubiera perturbado hasta el punto que debió preguntar a cada uno de los Pilares si lo odiaban.

Sintió que el veneno por esto imprevisto comenzó a expandirse más de la cuenta. No podía permitirlo.

—¿Es que no puedes tomarte una broma tal y cómo es? —repuso—. Esa actitud que tienes. Es por eso que todo el mundo te odia —dijo en su táctica de atrasar lo inevitable.

Pero ya estaba en la recta final. Sabía que diría su típica frase y sabía que no podía dejar de mirar sus labios esperando lo inevitable.

—A mi nad...

Shinobu no pudo dejarlo terminar. En puntitas de pie, sus labios se posaron suavemente en el como si se apoyó una mariposa.

Duro un breve segundo.

Él quedó perplejo. Pudo parecer imperturbable, pero aun así en su rio de tranquilidad, fue como si le hubieran lanzado una piedra. Y las vibraciones de las mismas seguían causando ondas en el agua.

Ella sonrió cálidamente, sus ojos violetas lo miraban con la misma calidez. Al menos por un corto periodo, se dejaba al descubierto.

—¿Y tú me odias, Tomioka_san? —preguntó. Era un hecho, el veneno terminó de consumirla, pero ahora debía comprobar si era mortalmente letal o Tomioka además de ser el veneno era el antídoto.

—Todo el mundo te odia —refutó claro como el agua.

Ella esbozó una sonrisa ocultando en esa fachada lo que sentía interiormente.

—Debes estar confundido, ¡Ese eres tú! A mi na...

Él no la dejó finalizar, inclinándose a su altura. Sus labios le dieron la respuesta que tanto deseaba saber.