Zenitsu no se enamoró de Nezuko a primera vista. Su amor había nacido en el momento que escuchó su sonido.
Cuando lo oyó. Indudablemente supo era el sonido de un demonio porque la frecuencia del mismo indicaba que lo era. Pero, a pesar de ese hecho, si se concentraba podía percatarse que no sonaba como los demonios que se había topado. No producía un sonido que te helaba los huesos y te hacia vibrar la piel.
No había agresividad ni sed sanguinaria. Era dulce y hermoso. Era similar al sonido de la persona que llevaba al demonio en su espalda oculto dentro de una caja, pero en diferencia, este parecía ser más adorable.
Por eso no dijo nada y es por eso que soporto las golpizas de Inosuke (el chico con la máscara de jabalí) quien intentaba matar al demonio que estaba dentro de la caja que decidió proteger.
Porque no podía dejar que ese sonido inefable se acabe. No podía.
Era un tierno sonido melancólico que cautivaba su alma al oírlo. No podía permitir que muera y mucho menos antes de oír la explicación de Tanjiro, una explicación que de seguro le convencería, como lo estaba haciendo ese sonido que emitía el demonio.
Mas lo escuchaba, más dudas le entraban ¿Un demonio podía emitir esa clase de sonido? Acaso ¿Estaba escuchando lo que quería creer? Porque nunca había oído uno igual y mucho menos perteneciente a un demonio: Tan adorable que daban ganas de proteger.
Pasado el tiempo, la curiosidad comenzó aumentar como su ritmo cardíaco al seguir oyendo ese sonido cautivador y no recibir explicaciones del tema, ya que Inosuke pareció olvidar el mismo.
Así que cuando le preguntó a Tanjiro y supo al fin la respuesta y ver, quien se encontraba dentro.
Thump. Thump. Thump.
Zenitsu escuchó con más fuerza el latido frenético que produjo su corazón, al momento que sus pupilas vieron a quien estaba dentro de la caja, sus grandes ojos rosados que lo observaban inocentemente, su piel blanca como la nieve. Ahora oía una sinfonía.
Era bellisima como el sonido que difundía y del cual, se había enamorado.