Capítulo 1
Era una mañana fría la primer nevada estaba por llegar en la ciudad de New York, Candy se levantaba sin hacer ruido para tomar una ducha hoy presentaría su proyecto para un nuevo centro comercial, era una excelente Arquitecta.
—¿A dónde vas, mi amor? Regresa a la cama señorita son las cinco de la mañana. —Candy suspiro estaba enamorada de ese hombre rubio de ojos azules.
—Bert, no quiero llegar tarde hoy es el gran día lo recuerdas.
—Perfectamente cariño, te ira bien estoy seguro, todavía tenemos tiempo de quemar unas cuantas calorías. —Albert le extendió su mano para que regresara a la cama, Candy no podía negarse su cuerpo respondía a esa mirada azul cielo.
Albert se puso encima de ella besándola por toda la cara, el cuello, succionando sus pechos, le gustaba hacerle el amor era su adicción no se cansaba de ella escucharla decir su nombre lo dejaba extasiado. Se desvaneció y la trajo hacía él ella descansaba sobre su pecho.
—¿Cuándo me darás el sí, mi amor? Ya tenemos cuatro años juntos más el tiempo que duro la carrera, desde que te vi entrar al salón, dije esta es mi chica, te amo, desde el primer momento en que entraste por esa puerta me dejaste sin aliento.
—Mi amor, vivimos juntos desde hace cuatro años, no necesitamos un papel. —Albert le puso un dedo en sus labios.
—Para mí es importante Candy, económicamente estamos bien desde un principio te deje claro que quiero formar una familia contigo. —Albert rozo sus labios, se le quedo mirando fijamente a Candy.
—¿Qué pasa, Albert?
—Recibí una llamada de mi madrastra quiere que pasemos navidad en el rancho, sé que no te he platicado mucho de mi familia, hubo situaciones que hicieron distanciarme y como veras hace cuatro años que no la veo, cuando estudiaba tampoco la veía. —Candy tomo su rostro con sus manos.
—Albert hay cosas que no me has dicho, tu sabes que soy huérfana mis padres fallecieron en ese crucero en Italia. Pero cuando te pregunte por tus padres, por tu familia callaste. He respetado eso no volví a tocar el tema.
—Lo sé mi amor, hay cosas que no te he contado que solo de recordar me duele. —Candy le beso la punta de la nariz y le acariciaba su cabellera rubia.
—Está bien iremos a pasar la navidad con tu madrastra, será como las películas de Disney. —Ambos soltaron tremenda carcajada.
—Creo que es peor, —dijo Albert solo de recordar pero no quería arruinar esa mañana con Candy en sus brazos, era tiempo de hablar de su familia. — Bien señorita a bañarnos y te llevare al hotel Hilton donde será la presentación. Falta una semana para navidad solo estaremos cuatro días no más.
—¿Estás seguro? Pensé que querrías estar más tiempo.
—Créeme, mi amor, siento que me asfixio cuando estoy más tiempo, pero te contare todo cuando estemos allí, ahora debes concentrarte en tu presentación.
Candy no hizo preguntas, el tiempo que llevaban juntos Albert no había visitado a su familia salvo en una ocasión, se había mostrado muy hermético hablar de ella, y el motivo por el que tuvo que viajar de emergencia a Lakewood, sabía que era hijo único. Ambos tenían veintiocho años habían formado su propia empresa AW Company, había crecido en poco tiempo sus ideas eran frescas habían ganado importantes proyectos uno de ellos "Las Brisas" unos edificios inteligentes para oficinas, ese proyecto los llevo aparecer en varias revistas de arquitectura y diseño. El centro comercial Antara, Albert había dejado a Candy al frente del proyecto tuvo que acompañarla a Londres para entrevistarse con los inversionistas no quería separarse de ella, sabía que Candy era una mujer hermosa por dentro y por fuera, sentía celos que los hombres la miraran o cuando besaban su mejilla.
Candy llegaba a tiempo para presentar su proyecto no quiso decirle a Albert que se sentía mal, no quería preocuparlo, ella le achacaba que tal vez los nervios, habían pasado ocho meses entre viajes y cambios que pedían los socios, había sido estresante para ella.
Los socios empezaron a llegar estaba el proyector con la primer imagen la maqueta estaba en el centro de la mesa, tenía diez minutos hablando, mientras los socios revisaban las carpetas, se excusó para ir al tocador, llego a tiempo al baño para devolver el desayuno. Paty tuvo que continuar con la presentación. Candy regreso a la sala para continuar un poco de maquillaje ayudo a su rostro demacrado.
Terminada la presentación se fue con Paty a la oficina donde la esperaba Albert con una copa de vino.
La recibió con esa sonrisa que tenía solo para ella, Candy al verlo lo abrazo y él la envolvió en sus brazos.
—¿Estás bien? —Candy seguía acurrucada en sus brazos oliendo esa fragancia que tanto le gustaba brisas frescas y un sutil aroma a cítricos. De ahí le vino la idea ponerle el nombre al proyecto "Las Brisas", la torre de oficinas se encontraba cerca del río Hudson. Candy levanto su rostro y le sonrió.
—Necesito unas vacaciones.
—Ya está en nuestros planes, iremos a Lakewood para navidad y de ahí te llevare a un lugar es una sorpresa. Antes de que llegaras recibí buenas noticias de tu presentación los socios quedaron satisfechos con tu proyecto, relájate. —Dichas estas palabras Albert, le acariciaba los hombros la sentía tensa e intuía que tal vez el estrés por dejarla que ella se ocupara del proyecto.
El reloj avanzaba, faltaban unas horas para navidad George los esperaba en el aeropuerto de Chicago, con la seriedad que lo caracterizaba, cuando llegaron a la camioneta, Candy se quedó boquiabierta mirando el logo que tenía la camioneta giro su rostro para ver a Albert, él solo alzo los hombros.
—Albert, ¿qué tienes que ver con "El Rosedal"?
Albert la trajo hacia él abrazándola y depositando un beso en su nariz con pecas.
—Adoro esas pequitas en tu nariz —susurrando a su oído— ya sabes cuales son mis preferidas. Le dijo sonriente haciéndole un guiño.
—No quieras distraerme, Albert.
—Es mi herencia. —Menciono Albert, quitado de la pena, Candy noto como sus ojos mostraban tristezas al decir estas palabras, aunque deseaba saber más no quería presionarlo.
—¿¡Eres el dueño del "Rodedal"!? —Albert hizo un movimiento afirmativo, al mismo tiempo exhaló, como si se quitara un peso de encima.
Candy le dio un pequeño beso en los labios y partieron rumbo al "Rosedal".
Candy iba pensativa nunca se imaginó que Albert fuera millonario, como había guardado ese secreto y ella sin sospechar nada, sabía por las revistas de economía y finanzas que las ganancias del "Rosedal" llegaban al cielo, cultivaban las mejores rosas y de todos los colores, "El Rosedal" había surtido las rosas blancas para la boda del príncipe de Inglaterra, ahora entendía porque había siempre un arreglo de rosas en su departamento. Nunca vio la etiqueta de la florería, ahora que recordaba llegaban sin etiqueta, Albert lo hacía a propósito.
Candy vio el letrero que decía "El Rosedal" solo lo había visto por las revistas, se alcanzaba a ver la barda formada por troncos de madera, la extensión del terreno era inmensa no tenía fin a simple vista, la noche anterior había nevado el suelo estaba pintado de blanco, las hojas de los árboles tenían unas manchas blancas pero se alcanzaba a ver el contraste de colores. George tomo una pequeña terrecería más adelante había un portón eléctrico estaba abierto como esperando la llegada de su dueño. Candy hizo una exclamación provocando la risa de Albert y muy discretamente la de George.
—¡Albert, esto es hermoso! La propiedad es grandísima, la extensión del terreno, ¡wow!, no alcanzo a ver siquiera una rosa. —Dijo Candy haciendo un mohín. —Provocando la carcajada de Albert.
—Ja, ja, ja, mi amor los invernaderos están hasta el fondo de la propiedad, hay otra entrada, esta es la principal para llegar a casa.
Margaret su madrastra los esperaba con una sonrisa, que se desvaneció en cuanto vio que había otra persona en la camioneta.
«Es mi imaginación pero parece que no soy de su agrado, bueno dicen que las suegras no quieren a las nueras, ¿dónde quedan las madrastras en esta lista?»
Al momento de bajar Albert de la camioneta, no le da tiempo de reaccionar a Albert cuando siente el tirón de su brazo y Margaret jalándolo.
—¿Pensé que no la traerías, William? No he preparado otra recamara.
Albert frunció el ceño, y se soltó de su agarre, no quería que su estancia con Candy fuera de malas caras por parte de su madrastra, si había mantenido a Candy lejos de Margaret era porque no la quería cerca de ella.
—No tienes que preparar otra recamara Margaret.
—William, somos una familia de tradiciones, no es bien visto que duerman juntos sin estar casados.
Albert hizo una sonrisa de lado, él sabía que su familia era de tradiciones, pero no el caso de su madrastra.
—Candy y yo hace tiempo que dejamos de ser vírgenes, Margaret, ella es mi mujer aunque no haya un papel de por medio. —Dijo Albert mientras se giraba para darle la mano a Candy, ante la cara de molestia de Margaret, ella había planeado tiempo atrás acercarse a su hijastro.
—Mi amor te presento a Margaret, la viuda de mi padre. —Recalcando las últimas palabras, tono que no pasó desapercibido por Candy. Ahora estaba dudando si fue buena idea acompañarlo.
Candy extendió su mano, Margaret se acercó para darle un beso en la mejilla dejando su mano en el aire.
—Me ha tomado por sorpresa tu visita, eres más hermosa en persona.
Candy sintió un escalofrió recorrer su cuerpo, sus vellos se erizaron y no era por el frío que estaba haciendo.
—Puedo quedarme en un hotel, de verdad, no quisiera causar molestias.
Albert alzó la ceja molesto, mirando a su madrastra fulminándola con la mirada, era una advertencia para Margaret, que ella supo disimular muy bien poniendo su mejor sonrisa.
—Lamento si te hice sentir incomoda querida, estoy contenta de que estés aquí. —Margaret se adelantó dejando más incomoda a Candy.
«Esa disculpa no se la cree ni ella, pero que está pasando, tal vez vi mal pero me dio la impresión que Margaret quiso besar en la boca a Albert, solo que él la detuvo.»
Albert la rodeo con sus fuertes brazos mirándola, rosando sus labios, George había desaparecido discretamente con las maletas, él no necesitaba preguntar dónde serian llevadas, Albert le había dejado muy claro tiempo atrás que Candy era su mujer.
—¿Deberás pensaba que te iba a dejar irte a un hotel?
—Tengo la impresión que no le caí bien a tu madrastra.
—A ella nadie le cae bien, todo esto es mío, es la herencia de mis padres, sé que nunca te he contado de ello pero lo haré después del desayuno, haremos un recorrido a caballo. Antes quiero que conozcas a una persona que quiero mucho, si ella no me hubiera sacado de aquí tal vez no te hubiese conocido.
—Berth, mi amor realmente no conozco la parte familiar tuya y debo confesarte que me siento insegura, nunca quise investigar por mi cuenta sobre ti, me dijiste que tal vez un día me hablarías de tu familia, y nunca más volvimos a tocar el tema, ahora me arrepiento no haber insistido. —Dijo Candy abrazándose más a Albert.
Después de desayunar en compañía de Margaret, que se desvivía para llenar de elogios a Albert, cuando podía tocaba su brazo, situación que molestaba mucho a Albert.
—Gracias Margaret el desayuno estuvo delicioso, ahora voy a saludar a mi tía, vamos cariño. —Albert le ayudo a Candy a ponerse de pie, tomándola de la cintura la guio al cuarto de su tía.
—¿Tu tía? No sabía tampoco eso…
—Te la presentaré, es la hermana de mi padre, es el único familiar que me queda.
—Pero Albert, ¿por qué no vienes a verla seguido?
—Te diré todo mi amor, cuando estemos solos, también me siento culpable, haberte mantenido al margen de mi familia. Pero eso quedara aclarado más tarde.
Candy estaba maravillada con la casa, la madera le daba ese toque especial, sospechaba que la mano de Albert estaría implicada en el diseño, las vigas de madera arriba en el techo eran más oscuras, no podías caminar sin detenerse era impresionante, el trabajo que tenían que hacer para mantenerlas perfectamente pulidas, libres de polvo, la chimenea de ladrillo, los grandes ventanales enmarcados por madera, la alfombra en el piso para amortiguar el sonido de los zapatos, todo lucia impecable, las plantas con sus grandes hojas verdes en el interior, contrastaban con el café.
Llegaron a la habitación, la señora Elroy estaba acostada, una enfermera le acomodaba las sabanas, cuando la puerta se abrió, ella giro la cabeza, le sonrió a su querido sobrino.
—¡Buenos días, tía! Te presento a Candy mi novia. —Dijo Albert inclinándose para depositar un beso en la frente de su tía.
—Encantada de conocerla, señora Elroy. —Candy no sabía que responder, la tía solo le dedico una sonrisa.
— Perdió el habla, mi amor, te escucha perfectamente. Tuvo un accidente hace cuatro años se cayó de la escalera, gracias a la rehabilitación ya puede sentarse en una silla.
A Candy se le hizo un nudo en el estómago, Albert no venía seguido, más bien nunca y esa revelación hizo que se sintiera peor, al grado de sentirse culpable, por no saber más de Albert.
—Sé lo que estas pensado, —le dijo Albert dándole un golpecito en la frente— acaban de darle su terapia, dormirá un rato, vamos te enseñare el lugar. Salieron tomados de la mano después de despedirse de su tía.
Abrazados llegaron a la caballeriza, no se habían percatado que alguien los observaba a la distancia, el cuerpo de Candy se estremeció.
—¿Tienes frío, mi amor? —Poniéndose de frente a ella, rozando sus labios.
—No, tengo una sensación extraña, es todo.
Margaret en su habitación arrojaba su copa de vino al suelo, era muy temprano para beber, tomar una o dos copas por la mañana se había vuelto una costumbre, los empleados ya estaban acostumbrados a esos arranques de la patrona.
—¡Maldita porque viniste! Él es mío me oyes, he esperado tanto tiempo y tú no me lo quitaras, aunque te haya mantenido alejada, ahora estas es mis dominios, y los accidentes pasan, esa vieja bruja que lo alejo de mí tuvo su merecido, lástima que no sé murió, al menos quedo silenciada y no podrá hablar con William nunca.
Continuará…
Agradezco la invitación de Sakura-Ardlay, y a la página Fanfic de Albert y Candy en la dinámica navideña.
Priscila