Exhaló despacio mientras se secaba con la toalla que olía ligeramente a él. Se puso su ropa interior y la camiseta azul oscuro, que apenas cubría sus piernas lo suficiente. Intentó ponerse también los pantalones cortos que Shinichi le había prestado, pero le quedaban tan grandes que se le caían.
Algo cohibida por su timidez, pero armada de valor, salió del baño, apretando la prenda prestada y su vestido contra su pecho.
- Shinichi, ¿Dónde puedo dejar esto?
- Déjalo sobre la...
El joven Kudo se quedó paralizado. Ni en sus sueños más eróticos había imaginado a Ran así. La camiseta cubría pobremente un tercio de sus piernas, estaba seguro que si se estiraba, podría ver sus bragas. Además, el cabello algo húmedo había mojado un poco la tela, que se tensaba en sus curvas, dejando poco a la imaginación, y el cuello de la camiseta dejaba al descubierto sus clavículas y parte de sus hombros. Inconscientemente, se encontró pensando donde le gustaría besarla primero, que lugar sería el más apropiado para morderla y marcarla.
Recordó que él solo se había quitado el saco y la corbata, y rezó para que la erección que tenía no fuese tan obvia como pensaba que era. A esta altura, ya no sabía si él era un pervertido o si ella lo provocaba a propósito.
- ¿Shinichi? ¿Ocurre algo?
Sus neuronas volvieron a funcionar y observo la mueca de preocupación grabada en su rostro. Parecía algo nerviosa, y solo podía atribuirlo a que la estaba mirando como un depredador a su cena.
Intentó pensar si su dichosa lista tenia algún consejo sobre qué hacer cuando el deseo hacia su novia fuese tal que quisiera arrojarla sobre el mueble más cercano y hacerla suya. Pero claramente, no había considerado la situación en la que estaba dentro de su abanico de posibilidades. Nada ni nadie más que su instinto y su cerebro podría ayudarlo.
- Eh... no... puedes dejar eso en la silla de mi habitación... me refiero a los pantalones, el vestido pues... déjalo donde quieras en el cuarto de siempre.
Ran no podía dejar de morderse los labios ni de retorcer sus manos. Él claramente estaba afectado por ella, pero no podría decir si era lujuria o vergüenza de encontrarse en tal escenario. Tenía que asegurarse de que supiese que era lo que ella quería.
Aun si él había asumido que dormiría en la habitación para invitados, tomo coraje y soltó su pregunta.
- Yo... ¿Puedo dormir contigo?
Las fantasías en la cabeza de Shinichi atropellaron cada uno de sus pensamientos lógicos como una avalancha en medio de una tormenta de nieve en el Everest. Definitivamente, si la tenía en su cama, no podría contenerse más. Sin pensarlo dos veces, soltó la primera cosa que se le ocurrió, intentando desviar la conversación.
- ¿Quieres un té?
- ¿Un te?
- Si, un té antes de acostarse es bueno, ¿No? Ponte cómoda en el sillón, yo lo busco.
Se sintió tan estúpido que se preguntó a sí mismo como carajo le había hecho para desarticular una organización criminal y para conseguirse una novia, si lo primero que se le había ocurrido para cambiar de tema era ofrecerle té. Ella estaba visiblemente confundida, pero por alguna razón, le siguió la corriente y se sentó en la sala.
La vio mirar su teléfono mientras calentaba el agua y preparaba las tazas.
En los 15 minutos que tardó en preparar la bebida, trató de idear una forma de disuadirla de compartir su cama, aunque cualquier cosa que dijese terminaría por embarrarla más.
Dejándolo todo en manos de la suerte, llevo las bebidas a la sala y se acomodó al lado de la chica.
- Ten, ya tiene azúcar, dos bien colmadas, como siempre.
- Gracias.
El asintió levemente, antes de que ambos dieran un par de sorbos. Shinichi dejó su taza frente a él y observo de reojo a Ran, que parecía demasiado concentrada en el líquido oscuro. Unos segundos después, ella salió de su trance y, con un pequeño suspiro, también abandonó en la mesa su pieza de porcelana.
Shinichi, sin poder encontrar una forma de aligerar el ambiente, estaba a punto de volver a tomar la pequeña taza de la mesita, pero, sin decir nada, Ran lo empujó. Quedó medio acostado en el sillón, inmóvil y sorprendido, sintiendo el peso de su novia asentarse sobre su torso.
Tardó unos largos segundos en procesarlo.
Su mejor amiga de casi toda la vida estaba sentada comprometedoramente sobre él, con muy poca tela cubriéndola. Sus pequeñas pero firmes manos apretaban sus hombros hacia abajo y su cabello cubría su expresión. Y lo más importante, el encaje de su ropa interior estaba peligrosamente cerca de su excitación mal disimulada.
- Ra-Ran... que diab...?
Cerró la boca de golpe para tragarse el suspiro que le provocó el repentino roce de su culo contra sus partes sensibles.
Iba a disculparse inmediatamente por lo que fuera que estuviese ocurriendo, pero ella volvió a agitarse sobre él y se dio cuenta de que lo estaba haciendo adrede.
Aunque algo estaba mal.
No era como en sus sueños, donde ella se retorcía en su regazo mientras gemía bajito en su oído, susurrando lo mucho que lo quería y las cosas que quería hacer con él.
Sus movimientos eran más bien tensos, sus uñas estaban hundiéndose en la tela de la camisa y no lo había mirado a la cara ni una vez desde que volvieron de la fiesta. La escuchaba jadear, pero no sonaba como si le gustara lo que estaba haciendo.
Claro que el ser consciente de que estaban ocurriendo cosas que no entendía no cambiaba el hecho de que su cuerpo lo estaba disfrutando. Estaba tan duro que le dolía la presión de su ropa, y le estaba costando horrores controlar los sonidos roncos que querían escapar por su garganta.
- Ran, para...
Ella no lo escuchó. En cambio, se lanzó sobre él y lo besó con fuerza.
Shinichi jamás la había visto tan fuera de sí como en ese momento. Tampoco podía pensar demasiado, por mucho que quisiera negarlo, sus instintos gritaban por arrastrarla a su cama y hacerle gemir su nombre toda la noche.
- Por favor, para un se...
Otro intento fallido por detenerla. Ran volvió a callarlo con su boca y se frotó más bruscamente contra él. Shinichi no pudo aguantar el gruñido ronco que pareció incentivarla a repetir sus acciones.
Pero en un momento, cuando la tomó por la cintura, estando ya a punto de perder la batalla y dejarse llevar por sus sentidos más primitivos, notó que estaba temblando.
- Ran, estoy hablando en serio, detente.
Fue una suerte que tuviese la fuerza suficiente como para separarla de él unos centímetros para poder hablar. Pero su novia lo ignoró e intentó arrojársele de nuevo.
- YA ES SUFICIENTE.
No se dio cuenta de que le había gritado hasta que ella hizo un sonido amortiguado, parecido a un sollozo, y se quedó quieta.
- Lo sabía.
Su voz estaba quebrada y tan débil que le costó oírla.
- ¿A qué te refieres?
- ¿Te gusta más que yo? ¿Su cuerpo es más atractivo que el mío?
- Ran, no entiendo de que estás hablando.
- No sé si ella es más bonita, pero puedes hacer conmigo lo que quieras, haré todo lo que me digas, pero no me dejes, no quiero que te vayas otra vez.
Las lágrimas que caían por su cara comenzaron a humedecer la camisa de Shinichi, que la miraba paralizado, sin entender que le estaba pasando.
- No quiero que me dejes por otra, no después de todo lo que pasamos juntos... te necesito... te amo tanto que no me importa si ya no me quieres, si puedo estar a tu lado, yo...
El llanto se llevó su voz. Se cubrió la cara con ambas manos, mientras Shinichi comenzaba a juntar las piezas. Y estaba furioso.
- ¿De dónde mierda sacaste la idea de que me acuesto con otra?
- ¿Vas a decirme que todo tu circo fue un cambio de imagen? Por primera vez en mi vida te he visto preocupado por cómo te ves, te comportas como si prefirieras estar en cualquier otro lugar cuando sales conmigo, no importa lo mucho que lo intente, no puedo hacer que me desees, y luego veo como una extraña se te cuelga encima mientras no haces absolutamente nada para evitarlo, ¿Cómo pretendes que no piense que te estás acostando con otra?
Algo hizo "click" en su cabeza y todo comenzó a tener sentido. Y se espantó de la enorme bola de nieve que había formado solo por no decirle que era un sucio pervertido.
- Ran, necesito que te calmes y me escuches.
La intensidad en sus ojos le impidió hacer algo para negarse. Shinichi se incorporó para quedar sentado. Ella iba a moverse y colocarse a su lado, pero el acomodó sus piernas para que se quedara de lado en su regazo. La sostuvo por la cintura con un brazo y con su mano libre secó sus mejillas.
Respiró hondo y soltó el aire despacio, preparándose para el discurso más vergonzoso de su vida.
- No sé quién te ha metido en la cabeza la idea de que hay alguien más, pero créeme, jamás se me ha cruzado por la mente mirar a otra mujer de la forma en la que te miro a ti, esa loca a la que viste se me tiró encima y no supe que hacer en ese momento, sabes que eres la única que puede estar tan cerca sin ponerme incómodo... por el amor de Dios, te quise para mi desde que teníamos 4 años, mis padres se fueron y decidí quedarme porque no quería alejarme de ti, me negué rotundamente a abandonarte incluso cuando era Conan, estuve meses rogándote que me perdonaras por todo lo que te hice, aun si cada decisión que tome fue pensando en mantenerte a salvo... tendría que ser estúpido para dejarte ir así.
- Pero yo... creí que no te atraía mi físico y que habías buscado a otra por eso.
- No sé qué ves tu cuando te miras al espejo, pero creo que cualquier hombre moriría por ponerte las manos encima, Ran, y eso me incluye... dices que he estado raro en los últimos días y la verdad es que yo... yo...
Rojo como un tomate, cerro los ojos y soltó sus verdades de golpe.
- Queriatocartuspechosynotuvemejorideaquehacerunaestupidalistadecosasquepodiahacerparaquenotemolestaraseintentarasmatarmesilohacia... pero todo salió mal.
Decir que Ran estaba sorprendida era poco, casi como decir que Shinichi apenas tenía un rubor ligero en las mejillas.
- ¿Qué?
- No me hagas repetirlo.
- Es decir... yo pensé que tu... Sonoko dijo que...
- ¿Sonoko?... debí habérmelo imaginado, esa bruja aprovecha cada oportunidad que tiene para hacerme quedar como un idiota.
- Claro que no, cualquiera pensaría que te estaba pasando algo... aunque Kazuha-chan dijo que hubiese sido mejor que te preguntara directamente.
- Ran, no me importa lo que crean ni Sonoko, ni Tooyama-san, ni nadie... lo único que me preocupa es que estabas dispuesta a hacer algo que evidentemente no querías solo porque pensaste que era lo que yo deseaba.
- ¿Y no es cierto?
- Soy tu novio, no un violador, pensé que no era necesario decirte que no te pondré una sola mano encima si no lo quieres.
- No te dije que te detuvieras.
- Estabas llorando y temblando.
- ...Yo... quiero que lo hagas... pero tenía miedo de que no te gustara...
- Ran... escúchame porque es demasiado vergonzoso decirlo y no lo repetiré, te quiero y me gustas de todas las formas posibles, desde que volví a mi cuerpo que no puedo dejar de pensar en tocarte, pero que yo lo quiera no significa que tengas que hacerlo, ¿Me entiendes? Me esperaste por mucho tiempo, así que voy a esperar todo lo que sea necesario hasta que sientas que estás lista para darme un poco más de lo que ya me has dado... Cada pequeña cosa que decides compartir conmigo me hace feliz, no necesito que tengamos sexo para recordar que eres hermosa o que te amo.
Ella estaba abrumada por todas las emociones que no pudo hacer otra cosa mas que abrazarlo y esconder su rostro en el hueco de su cuello, conteniendo su llanto.
- Soy una tonta... Perdóname por haberte acusado así.
- No importa, al menos pudimos hablar sobre esto y aclararlo... la próxima vez que te sientas así, dímelo antes de que Sonoko o alguien más tengan la oportunidad de meterte cosas raras en la cabeza.
- Lo hare si tú me dices lo que sientes antes de empezar a hacer planes extraños.
- Suena justo.
- Te quiero, Shinichi... mucho...
- Ran, también te quiero, pero... ahora mismo... está doliendo...
Ella se dio cuenta al ver su mueca de incomodidad. Seguía sentada sobre él, apretándose contra su cuerpo. Y cierta parte de su anatomía parecía seguir igual de tensa que antes.
- ¡Lo siento! No sabía que podía dolerte.
- Normalmente, no debería... pero parece que nada ha sido normal en estos días... ¿Tú estás bien?
Ran, después de calmarse, se dio cuenta de que también estaba excitada, aunque no se animaba a decirlo.
- Eh... ¿Quieres terminarte tu té?
- ¿Es lo mejor que se te ocurre decir ahora?
Se miraron a los ojos un momento y comenzaron a reír. Parecía una broma que después de tantos años juntos, se hubiesen metido en semejante situación solo por malentendidos.
Ambos se retorcían de la risa, y siguieron haciéndolo por unos cuantos minutos. Cuando pudieron calmarse, Shinichi le sonrió de aquella forma tan presumida pero genial que le hacía temblar las rodillas.
- Creo que ya es hora de irnos a dormir, ya ha sido suficiente por un día. ¿Todavía quieres ir a dormir a mi cama o era parte de tu plan para atacarme?
- ¿No te incomoda?
- Por supuesto que no.
- ¿Y no necesitas ayuda con... eso?
- Se pasará con una ducha fría, no te preocupes.
- Pero vas a enfermarte... ¿No quieres ...?
El joven quedó de piedra. La imagen era demasiado tentadora, pero no estaba dispuesto a presionarla solo para su propio deleite.
- No es que no quiera, pero... ¿Estás segura?
Ran asintió. Shinichi cerró los ojos y dejó caer su cabeza en el respaldo del sillón, extendiendo los brazos sobre el mismo.
La chica comprendió su gesto y acercó tentativamente sus dedos a la protuberancia en los pantalones de su novio. Cuando su mano tocó delicadamente su pene endurecido sobre la tela, Shinichi no pudo contener un gemido.
- Lo siento, ¿Te duele?
- No... pero me harías un favor si no eres tan suave.
En respuesta, ella lo apretó con más firmeza. Él se retorció y volvió a gemir. Sintió que su erección se hinchaba aún más y quiso ser más atrevida. Después de un par de apretones, casi sin pensar lo que hacía, le desabrocho el pantalón y lo tocó sobre el bóxer.
- Ran, que est...
El joven detective tuvo que morderse la mano para no gritar de placer. Su inocente novia parecía aprender rápido, y estaba comenzando a acariciar su miembro de arriba a abajo, cada vez más rápido. Él no podía más. Necesitaba sentir su piel contra la suya.
- ¿Puedo?
Él agitó su cabeza intentando asentir, preguntándose si le había leído la mente.
Cuidadosamente, tiro del elástico de su ropa interior, hasta que quedo totalmente descubierto, endurecido y tenso contra sus abdominales ligeramente marcados.
Ran había visto algunas fotos de hombres desnudos a lo largo de sus 17 años de vida, aunque le daba pena admitirlo. Sin embargo, gracias a esas referencias podía decir que el pene de su novio era bastante atractivo. Parecía lo suficientemente grueso y largo como para dudar si cabría bien dentro de ella. Quería trazar las venas que sobresalían ligeramente con sus uñas, lentamente. La cabeza enrojecida y brillante por las gotas de excitación que salían de ella la tentaban a probar que se sentiría tenerla en su boca, aunque no se atrevía a hacerlo en ese momento.
Se le cruzó una idea por la mente, pero desconocía que tan bien iba a tomárselo su detective favorito.
- Es vergonzoso que mires tan fijamente, ¿Sabes?
- ... Cierra los ojos.
- ¿Qué pretendes?
- Solo hazlo.
Lo hizo con reticencia. Ella espero hasta estar segura de que no la estaba espiando, y volvió a colocarse a horcajadas sobre él. Antes de que Shinichi pudiese abrir la boca, ella se meció contra él, soltando un suspiro de placer.
El chico pudo notar que sus movimientos eran diferentes a los de antes. Ya no estaba tensa ni nerviosa, sino que lo estaba disfrutando, mordisqueando la piel bajo su oído y dejando salir de su garganta sonidos que no hacían más que excitarlo más.
Envolvió su cintura con sus brazos, no solo para darle más estabilidad, también para demostrarle que era ella la que estaba a cargo y que podía hacer lo que quisiera con él.
- Shinichi... tócame...
- ¿Segura?
La sintió asentir contra su hombro. Con cuidado movió su cabello a un lado y besó su cuello, mordiendo ligeramente su piel. Ran gimió y volvió a chocar sus cinturas.
Shinichi coló sus manos por debajo de la camiseta y comenzó a pellizcar y acariciar su culo. Estaba maravillado de lo bien formadas y bonitas que eran las piernas de su mejor amiga de la infancia, y no podía aguantarse las ganas de saber que más había de ella para descubrir.
Sus dedos treparon por sus caderas, por el arco de su espalda, hasta llegar al borde de sus senos. Con las palmas sobre sus costillas, se mantuvo allí, acariciando su piel con sus pulgares.
- ¿No que querías tocarlos?
Parecía igual de ansiosa que él. Con aquel permiso implícito en su voz dulce y sugerente, tragó saliva y dirigió su tacto hacia aquellos montículos que le habían causado tantos problemas.
Y valió cada maldito segundo.
Eran aún más suaves de lo que se imaginaba, pero, aun así, se mantenían firmes, al igual que los pezones erectos que podía sentir y ver a través de la tela. Amasó ambos pechos procurando no hacerle daño, y se derritió con cada sonido que escuchaba salir de los labios que estaban pegados a su oído, sobre todo cuando hacía contacto con aquellos botoncitos endurecidos.
Pero quería más.
Lentamente, dándole tiempo para que lo detuviese si era demasiado, abandonó sus objetos de placer para quitarle la ropa. Ella no se opuso, pero apenas sintió que su busto iba a quedar ante su mirada, se apretó contra él. Shinichi terminó de deslizar la prenda por sus brazos y la arrojó al suelo, para luego, abrazarla otra vez, acariciándole el cabello.
- Ran, si te ves un décimo de lo bien que se siente tocarte, eres la mujer más hermosa del mundo.
- Pero... ¿Y si no te gusta?
- No podrías gustarme más, tonta, sabes te amo tal y como eres.
- También te amo, friki de los misterios.
- Confía en mí, entonces.
Besó sus labios suavemente, para luego bajar su boca por su cuello hasta su clavícula, mientras ella dejaba de cubrirse. Ran se estremeció cuando sintió las puntas de sus dedos acariciando la delicada piel bajo la hinchazón de su pecho. Con un poco de presión sobre sus costillas, la aparto de él lo suficiente como para verla.
Estudió embelesado sus pechos blancos, coronados por un par de pezones rosados tan erectos como su propia hombría.
Los comparó con la imagen que se había hecho de ellos en su mente. Había pensado que era muy probable que los objetos de su adoración en las últimas semanas tuviesen el tamaño de un pomelo, pero se veían incluso un poco más grandes. El peso que había imaginado en sus manos era más o menos correcto, al igual que la sensación sedosa de su piel, y la firmeza con la que se mantenían redondos y casi erguidos, con una ligera caída propia de su talla.
En ese momento, Shinichi confirmó que la parte que más amaba del cuerpo de su novia, además de su angelical rostro, eran sus senos.
Sin poder contenerse, se inclinó para lograr capturar uno de los picos oscuros entre sus labios, al mismo tiempo que hundía sus dedos en el otro pecho.
Ella gimió fuerte y embistió sus caderas. Él tenía el corazón latiendo a mil por segundo. Su pene dolía mucho, y se estremecía cada vez que el encaje humedecido de las bragas lo raspaba. La sangre se le abarrotaba en los oídos y no podía ni pensar.
Pero de repente se detuvo, empujándola un poco y volteando la cara hacia un lado, manteniéndola apenas inclinada hacia arriba.
- ¿Qué haces?
- Estaba por sangrarme la nariz.
- ¿Ah? ¿Lo dices en serio?
- Tengo a la mujer que he deseado desde que tengo memoria sentada sobre mí prácticamente desnuda, y estoy cumpliendo con la fantasía que arrastro hace meses, créeme que es normal, solo... dame un momento.
- Por cierto, y ahora que lo mencionas, ¿Por qué tu sigues vestido mientras yo estoy así?
- ¿Quieres que me quite la camisa?
- ¿Puedo hacerlo yo?
Con solo imaginarlo, el detective volvió a marearse.
- ... Vas a matarme un día de estos, tonta... pero soy todo tuyo, haz lo que quieras.
Algo insegura, Ran comenzó a desabotonarle la ropa. Cuando terminó con el último broche, apoyó sus palmas en el torso recién expuesto y las subió hasta sus hombros, para terminar de quitar la tela de su vista. Shinichi la ayudó, deslizó las mangas por sus brazos, y tiró la prenda al mismo lugar a donde había ido a parar la remera de Ran.
Mientras tanto, ella bebió cada uno de sus movimientos y la tensión de sus músculos. Trató de rememorar si su cuerpo se había visto así de fuerte y deseable la última vez que Yukiko los había llevado de paseo a la playa, pero era evidente que el ejercicio en los últimos meses había hecho maravillas con él. Deslizó sus ojos por todo su pecho, viendo su pene duro sobre su abdomen, sobresaliendo de los pantalones de vestir que dejaban entrever el hueso de su cadera. La imagen le dio un escalofrío y la hizo consciente de lo húmeda que estaba, y de lo mucho que la excitaba ver a su compañero de toda la vida en aquel estado.
Recordó cuando apenas tenían 4 años y se conocieron. Cuando comenzaron la primaria y su amistad flaqueó. Cuando se dio cuenta de que lo amaba. Cuando se dieron su primer beso.
De repente, la abrumó el hecho de que quien tenía delante ya no era un niño como el que había conocido en el kínder. Era un adulto que quería mucho más que una relación infantil, que podía hacerla temblar de deseo sin mover un solo dedo. Y estaba más que dispuesta a darle todo de ella.
Sus miradas se cruzaron y supieron al instante que sus pensamientos eran los mismos.
Fue como si los hubiese golpeado un huracán. Se besaron como si fuese la última vez y sintieron las manos del otro en todas partes.
Bajaron la velocidad solo cuando Shinichi busco un condón que llevaba en la billetera y se lo puso con prisa. Quizás si no hubiesen estado tan perdidos en su deseo, ella se hubiese molestado en hacer algún comentario burlón, o él se hubiese sonrojado a morir, pero no había tiempo para eso. De un solo tirón, para que doliera menos, entró en ella. Mordiéndose la lengua, espero a que Ran le indicase que podía seguir, y cuando lo hizo, no pudo contenerse. Sus gritos y gemidos llenaban la habitación, incentivándolos aún más.
El éxtasis del orgasmo llego primero para ella, y su amante, estimulado por la vista del amor de su vida deshaciéndose de placer en sus brazos, y la sensación de sus paredes apretándolo, la siguió.
Descansó la cabeza en su hombro, mientras ambos recuperaban el aliento. Se miraron a los ojos y notaron que jamás se habían sentido tan cerca el uno del otro como en ese momento, cuando la bruma del placer carnal se entremezclaba con la del amor que compartían.
Ran no podía recordar muy bien que paso después de haberse limpiado y vestido, lo último que quedó en su mente antes de que sus ojos se cerraran y cayera dormida en los brazos de su compañero, era aquel hermoso par de zafiros brillando en la oscuridad.
Despertó con el sonido insistente de su teléfono sonando. Intentó localizarlo con la mirada, descubriendo que estaba sobre la mesa de noche a su lado. Quiso girarse y tomarlo, pero los brazos que la rodeaban apretaron un poco más fuerte sus costillas.
- No atiendas...
- Podría ser mi padre, y dudo que quieras que venga a buscarme.
Shinichi gruñó y aflojó su agarre.
- ¿Hola?
- ¡Ran! ¿Dónde estás? Dios, me estaba preocupando, ¿Por qué no contestaste mis mensajes?
- Sonoko? Espera... ¿Qué hora es?
- Mediodía.
- ¡¿Qué?! Estaba durmiendo, lo siento, estoy bien.
Apenas pudo reaccionar cuando el hombre a su lado le arrebato el móvil de las manos.
- Suzuki, la próxima vez que pongas ideas estúpidas en su cabeza, vas a pagármelas.
- ¿Shinichi-kun? No me digas que el plan maestro de la gran reina de la deducción funcionó a la perfección.
- ...Maldita bruja.
Antes de que Ran pudiese hacer algo para evitarlo, él cortó la llamada y dejó el aparato lo más lejos posible. Tenía el ceño claramente fruncido, y ella se dejó llevar por la tentación de reírse y darle un ligero beso en la mejilla.
- Debí habérmelo imaginado.
- No entiendo que fue lo que Kyogoku-san le vio, está loca y, por si fuera poco, no soporto es que te haya hecho pensar semejantes cosas sabiendo que lloras por casi todo.
- ¡No lloro por todo!
- Como digas, no quiero discutir ahora.
Shinichi volvió a tirarse en el colchón, arrastrándola con él. Bajó su abrazo a la línea de su cadera y se acurrucó contra ella, presionando su mejilla contra sus pechos. En otro momento, ni se le hubiese ocurrido tomar una posición tan íntima, pero lo que había ocurrido unas horas antes había despertado sus deseos de tenerla aún más cerca. Ran apenas se sorprendió, rápidamente encontró comodidad en su cercanía y utilizó sus manos para juguetear con los mechones oscuros de su cabello. Shinichi se relajó con su toque y cerró los ojos, disfrutando de la ligera tensión en su pelo, y la sensación placentera de sus uñas raspando la piel de su nuca.
- ¿Cómo te sientes?
- De maravilla, pero creo que soy yo el que debería preguntar eso.
- No te preocupes, estoy bien.
- ¿Si? Estoy bastante seguro de que debería dolerte al menos un poco.
- No voy a morirme, Shinichi, no es nada... Cambiando de tema, creo que tendríamos que levantarnos.
- No quiero.
- Ya es tarde.
- ¿Y eso qué?
- Mi papá va a enloquecer si no llego a casa a hacer el almuerzo.
Inmediatamente, él se encontró sobre ella, soportando su peso con sus brazos a ambos lados de su cabeza. Estaban tan cerca que podían sentir la calidez de sus respiraciones entremezcladas, y no veían otra cosa más que los ojos del otro.
- ¿Estás tan segura que quieres irte?
- Yo...
- Te amo.
- Estás jugando sucio, ¿Cómo se supone que diga que no?
Apenas pudo ver la sonrisa burlesca en sus labios antes de que atacaran los propios. Se besaron lentamente, hasta que fueron interrumpidos nuevamente, esta vez por el sonido del móvil de Shinichi.
Era el oficial Megure, y al parecer, necesitaban ayuda con un caso. Ran escuchó a su pareja suspirar, y preguntar los detalles, mientras se frotaba los ojos, algo hastiado. Era la primera vez que lucía como si no tuviese la más mínima intención de meter su nariz en los asuntos de la policía.
Pero no fue la última.
Poco tiempo pasó, y ya era normal para ambos despertar juntos por la mañana en la cama de Shinichi, con ropa o sin ella, al menos un par de veces a la semana. En la mayoría de los casos, quien los sacaba de sus sueños era algún oficial del departamento de homicidios, pidiendo la asistencia del joven detective, quien los atendía rezongando. También podía ser el mismísimo Kogoro el que los interrumpía, preguntando por el paradero de su hija, aunque ambos creían que sabía muy bien donde dormía cuando no regresaba a casa.
A veces, las noches que compartían estaban llenas de caricias y suspiros placenteros, otras se limitaban a disfrutar de la presencia del otro, y de algún que otro beso robado.
No obstante, sin ninguna duda, los mejores eran aquellos días en los que podían descansar sin ser molestados por nadie. En esos momentos, al abrir los ojos y ver a aquella hermosa mujer acurrucada contra su pecho, apenas iluminada por la luz del amanecer, Shinichi sonreía.
Después de todo, aunque sus planes habían salido maravillosamente mal, podría decirse que Kudo Shinichi había logrado su objetivo de seducir a Ran.
Buenas noches a todos!
Después de tanto tiempo, he aquí el último capítulo de esta historia (aunque quizás más adelante haga algún capítulo especial o epílogo, si tienen alguna sugerencia, será más que bienvenida). Es la primera vez que escribo lemon, así que sería muy constructivo para mí que comentaran que les pareció (/ - \).
Para quien me preguntó si Kazuha y Heiji están saliendo, sí, están en pareja, aunque no lo mencioné en la historia, no descarto hacer algún cap extra incluyéndolos un poco más.
Espero que cada uno de ustedes y sus seres queridos se encuentren bien, dada la situación que estamos viviendo (al menos en mi país estamos con cuarentena obligatoria y la venimos llevando más o menos bien, si quitamos la paranoia social y los irresponsables que ponen en peligro al resto). Es mi más sincero deseo que si están pasando por un momento difícil, mis trabajos puedan distraerlos al menos un poquito, y si cualquiera de los que lleguen a leer esto necesita conversar o compartir como se siente, los mensajes siempre son bien recibidos. Es en momentos como estos en los que pienso que debemos ponernos al servicio de los demás desde donde podamos, incluso si es detrás de una computadora a kilómetros de distancia.
Agradezco a todos y cada uno de los que se ha tomado el tiempo de leer esta historia, y espero poder disponer de más tiempo y creatividad para seguir escribiendo y publicando pronto.
Nos leemos pronto :)