Tempus

Prefacio

Se apartó un mechón de la frente sudorosa mientras resoplaba de agotamiento. Volvió a empezar de nuevo mientras recitaba aquella lengua tan antiquísima que parecía ser la única esperanza que le quedaba al mundo mágico. La guerra no prosperaba como los pocos miembros de la Orden que quedaban en pie pensaban en un principio y aquello se había vuelto en una guerra de desgaste, donde los tiempos parecían ser la estrategia llevada por ambos bandos, con la clara diferencia de que al bando de la luz parecía que se le escurrían las horas a pasos agigantados.

Tiempo. Hermione rumió el término entre dientes mientras volvía la vista al pergamino desgastado con múltiples anotaciones del profesor Dumbledore. Nunca había puesto en duda la salud mental del viejo director, pero a estas alturas todo se había vuelto demasiado inverosímil. Volvió a intentarlo con ahínco de nuevo apretando la mandíbula por el esfuerzo que estaba suponiendo para su ya, a esas alturas, desgastada magia.

Al otro lado de la tienda de campaña se encantaban Ron y Harry con aire preocupado y disgustado, si alguien—se decían— podía hacerlo era Hermione y ellos, por mucho que ayudasen, no iban a lograr descifrar aquel hechizo, no en vano lo había encontrado la castaña en el libro que el profesor le había legado a su muerte.

Ron comenzó a mover la pierna izquierda con nerviosismo, aquella situación le ponía los pelos de escarpia, había algo oscuro en esa lengua que no le gustaba nada, en su momento se lo había comunicado a Harry y este había estado de acuerdo con él y resignándose, ambos, se habían agarrado a el hallazgo de Hermione como a un clavo ardiendo por la falta de avances.

Ron observó como pequeñas gotas de sudor plagaban la frente de Hermione y bajo su vista hasta sus labios resecos—debía estar sedienta, pensó— con pesadez se levantó y arrastró los pies hasta la mesa, que previamente habían apartado a uno de los laterales, para coger un botellín de agua, después se dirigió hacia Hermione con una leve sonrisa.

—Bebe un poco anda Herms —le dijo mientras le tendía la bebida. Esta se volvió a mirarle y con el agradecimiento plasmado en sus ojos comenzó a beber con avidez—Deberías descansar un poco...—prosiguió, pero un mirada a Hermione bastó para entender que no pararía hasta conseguir resultados. Se encogió de hombros y agarró la botella vacía que le tendía, con paso lento volvió a las sillas con Harry, este último mantenía la cabeza entre las piernas mientras revolvía su cabello de manera insistente. Estaba nervioso.

Siguieron así durante más de media hora, Harry y Ron perdidos en sus propios pensamientos mientras Hermione insistía e insistía con tenacidad, hasta que una pequeña luz y tenue luz blanca rodeo a la muchacha que con un jadeo ahogado bajó su varita y examinó a su alrededor. Ron se había levantado como un resorte y apuntaba con su varita hacia todos los lados, como si una horda de inferis pudiesen aparecer de un momento a otro por la tienda, Harry en cambio se cruzó de brazo mientras negaba con la cabeza al ver que nada sucedía.

—Estoy...estoy cerca...si...tal vez sea la entonación o el movimiento de varita—caviló Hermione en voz baja, a su vez se dirigió a la mesa y agarró el libro de Dumbledore y lo abría por una cuento al azar— La respuesta tiene que estar por aquí, seguro—empezó a pasar paginas a una velocidad vertiginosa.

Harry se levantó de su sitio y fue directo hacia su amiga, cogió el libro y lo cerró con cuidado mientras esta abría ya la boca para discutir la acción de Harry con el ceño fruncido.

—Mañana sigues Hermione, no has comido en todo el día, y te has sentado ¿qué, media hora? Y si llega—negó con la cabeza mientras la miraba para darle más fuerza a sus palabras —Ahora vamos a comer un poco de pescado insípido, nos vamos a tapar con las mantas y vamos a dormir, mañana será otro día y podrás estudiar todo lo que quieras.—Harry miró sus orbes castaños con seriedad, estaba claro que no admitiría ninguna replica.

Hermione resopló y se apartó varios mechones rebeldes que habían escapado de su recogido apretad, levantó la varita y los muebles se colocaron de nuevo en orden, se sentó en el sofá gris con pesadumbre.

Ron fue hacia la zona de los alimentos y sacó el pescado que había conseguido aquella mañana fría de invierno y comenzó a cocinarlo, por lo menos ahora sabía lo básico de cocina, pero eso no hacia que fuese más apetitosa, tal vez comestible, pero apetitosa no.

Mientras tanto Harry se sentó al flanco derecho de la castaña,, que con hombros hundidos miraba con tristeza su varita y le dedicó una sonrisa débil mientras acariciaba su brazo de manera reconfortante, no hizo falta decir nada, estaba todo dicho.

Ron hizo su entrada con el pescado y se sentó al otro lado de Hermione, Harry arrugó la nariz al oler la comida pero no dijo nada e hizo, con un movimiento de varita, que varios platos y cubiertos se colocasen en la mesa que estaba frente a ellos y sirvió unas raciones equitativas entre los tres. Comieron en silencio por un largo rato hasta que Hermione dejó su plato vacío en la mesa.

—Chicos, creo que estamos muy cerca de averiguar lo que el profesor nos dejó a los tres, y creo que es la clave que nos hará tener la ventaja con quien-vosotros-sabéis—hizo una pausa y les miró detenidamente—Sin embargo, me temo, que deberé separarme cuando lo haya resuelto.

Ron se atragantó con una espina y Hermione comenzó a darle suaves golpes volviéndose hacia el pelirrojo, Harry se recolocó las gafas mientras arrugaba el entrecejo claramente confundido.

— ¿A qué te refieres exactamente?—preguntó Ron ya recuperado de su ataque de tos.

Hermione se levantón del sofá para poder mirarlos a ambos e intentar explicarse mejor.

—Cuando empecé con el hechizo esta mañana, no sentía absolutamente nada, ni un cosquilleo ni un hormigueo ni nada—comenzó gesticulando con las manos—En cambio, cuando la luz aquella me envolvió hace un rato, no se extendió por toda la habitación, sentí que algo se encogía aquí—se señaló el corazón—Al principio pensé que el hechizo os incluiría—Hermione comenzó a moverse como un gato enjaulado frente a ellos—pero solo me envolvió a mi, el hechizo me estaba llamando y no a vosotros, sentí que me reconocía—se detuvo y los miró fijamente—¿Lo entendéis?

— El hechizo no es antiquísimo, sino que lo diseñó Dumbledore para ti.—dedujo el joven Potter.

—¡Exacto Harry!—las pupilas de Hermione se iluminaron ante el reconocimiento de su amigo—Creo que él sabía que la guerra se prolongaría y me está encomendando una sub-misión que aún no sé cual es, pero creo que las respuestas se encuentran en el libro, y cuando lo averigüe tendré que irme. No me mires así Ron.

—¡No podemos dejarte por ahí sola! ¡Cómo quieres que te mire!—exclamó el aludido dejando su plato en la mesa y cruzándose de brazos—De ninguna manera.

Los ojos marrones de Hermione pasaron a lanzar dagas ardiendo a Ron y comenzó a levantar el dedo acusativo lista para una discusión. Antes de comenzase una discusión más Harry intervino.

—Mirad, no vamos a ponernos a discutir ahora mismo sobre esto, cuando lo tengas, Hermione, lo hablaremos y veremos que hacer, tanto si quieres contárnoslo como si no, te apoyaremos, pero tendremos que hablarlo, no tienes que dar por supuesto que nos quedemos aquí con los brazos cruzados, algo pensaremos, ¿si?—Ron asintió con vehemencia.—Por lo pronto vamos a dormir.

Los tres amigos se levantaron, agarraron las mantas, y juntando las camas de una de las estancias de la tienda se dispusieron a dormir.

Mañana será otro día, pensó Hermione antes de quedarse dormida. Lo que Hermione no sabía era que aquel mañana y aquel hechizo del profesor la trasladarían décadas atrás, a 1977.