Los personajes de Candy, Candy no me pertenecen, son propiedad de sus creaoras Kioko Misuki y Yumiko Igarashi.

La Decisión

By Rossy Castaneda

Epílogo

Candy sentía que moriría de vergüenza, la charla con la señorita Pony y la hermana Maria fue ligera, amena y comprensiva, no así la de la Tia Elroy, aquellos minutos fueron los mas vergonzosos, pero la que hizo que sus cabellos se erizaran hasta la raíz fue la charla con su madre y su tia Isabella quienes además de brindarle un par de consejos para la noche de boda le regalaron unos modelitos diseñados por las manos diestras de Isabella, hechos exclusivamente para ella, para que impresionara a Terry la noche de boda.

Candy deseó con el corazón y el alma, haber llevado con ella su camisón, ya que con las prendas que recibió de obsequio se sentía completamente desnuda.

—¿Candy, sucede algo? —preguntó Terry preocupado al ver que su ahora esposa llevaba demasiado tiempo dentro del cuarto de baño de la casa de campo de los Ardley.

Candy miró su reflejo una vez más al espejo.

—Tengo un poco de frío —respondió —¿Puedes traerme una de las piezas de la ropa de cama? —preguntó con timidez.

—Te sientes bi... —Terry fue incapaz de terminar la frase, ya que se había puesto de pie y sin tocar siquiera, abrió la puerta del cuarto de baño.

Los ojos del castaño observaron detenidamente a la hermosa mujer frente a él vestida únicamente con un pequeño conjunto de ropa interior los cuales eran la nueva tendencia en ropa íntima femenina.

Conforme avanzaba su escrutinio y para vergüenza del guapo actor su amigo de entrepierna dio señal de lo maravillado que estaba ante tanta belleza frente a él.

Con paso firme, Terry ingresó totalmente al cuarto de baño y cual macho Alfa que reconoce a su hembra, Terry rodeó a Candy para observarla detenidamente sin perder ni un solo detalle.

Candy cruzó las piernas y cubrió con sus manos la parte delantera de su desnudez, pero no tuvo tiempo de hacerlo con la parte trasera, regalándole a Terry una vision celestial de unos redondos y bien formados glúteos que estaban expuestos, cubiertos solo por un trozo de tela blanca bordada, que le dejaban ver al castaño mas allá de lo que el decoro permitía.

Las mejillas de Candy se tornaron tan calientes al punto que era capaz de encender un pedazo de papel si se lo hubieran colocado en ellas.

Terry se detuvo detrás de Candy y aspiró el aroma de su dorada cabellera.

—¡Mmmm! Hueles a rosas —dijo con voz ronca y dolorosamente seductora.

Candy dio un respingo cuando sintió el aliento de Terry muy cerca a su oido, embriagándola de tal manera que sus piernas flaquearon.

Terry la sujetó de la cintura para evitar su caída.

—Que pasa Pecosa, ¿a caso te sientes como la Caperucita roja aterrada por la cercanía del Lobo feroz? —bromeó Terry para que ella se relajara, consiguiéndolo.

Candy comenzó a reír —Pero debo reconocer que este lobo feroz, ademas de apuesto es todo un caballero.

Ahora fue el tiempo de Terry de reír —Bueno acepto lo de apuesto —dijo arrogante y engreído —pero confieso que con ese provocativo modelo que llevas puesto, el caballero quedó fuera de estas cuatro paredes —respondió señalando el contorno del cuarto de baño.

Candy quien se había relajado, volvió a tensarse al escuchar aquellas palabras.

—No sientas vergüenza de mostrarte a mi vestida de esa manera, Candy —Le susurró Terry al oido para luego besar su cuello —estamos casados, ¿lo recuerdas?

Candy asintió —Como olvidarlo —respondió esbozando una sonrisa nerviosa.

—Candy —dijo Terry tomando su mentón para que lo viera a los ojos —te confieso que muero por estar contigo, pero quiero que estes relajada y que disfrutes la experiencia —Terry besó su frente.

—Terry yo también quiero estar contigo —respondió Candy sonrojándose—es solo que esto —dijo señalando las prendas que vestía —es demasiado trasparente y no deseaba salir así ante ti y que pensaras que era una mujer libertina.

Terry acarició sus sonrojadas mejillas —De modo que eso era lo que te preocupaba —dijo curvando sus labios en una sonrisa —¡Por Dios! Amaba a la joven frente a él, amaba que aún cuando era atrevida para muchas otras cosas, era bastante pudorosa en cuanto a su cuerpo se refería.

Candy asintió.

—Jamás pensaría algo así de ti —Terry se acercó a ella y besó tiernamente sus labios —sé que nunca harías algo que vaya en contra de tus principios.

—¿Entonces esto —dijo señalando las prendas —no te parece demasiado revelador?

—Claro que no —respondió él sonriendo —es hermoso y en ti se ve mas hermoso aún.

Candy sonrió tímidamente —me lo dejaré, quiero verme bonita para ti y que lo que tenga puesto sea siempre de tu agrado.

—Candy —dijo él mirándola a los ojos —si vistieras un costal de papas, estoy seguro que se vería hermoso en ti, aunque debo aclararte que —Terry sonrió traviesamente —verte sin ropa seria un sueño hecho realidad.

—Ahora puedes hacerlo —respondió ella mordiéndose los labios —somos esposos y estas en todo tu derecho.

Terry amó escuchar aquellas palabras, ya que era la invitación directa de su ahora esposa para que la despojara de aquellas prendas y consumaran su matrimonio.

Tomando a Candy en brazos, Terry caminó hasta el centro de la habitación, bajó a Candy junto a un gran espejo, lentamente, despojó a Candy de las pocas prendas que cubrían su total desnudez.

—Eres hermosa —le dijo alzando el mentón de ella —abre tus ojos y mira cuan bella eres.

Poco a poco, Candy comenzó a abrir los ojos, le sorprendió ver los cambios que su cuerpo había sufrido los últimos años, los cuales ella ignoró ya que se dedicó en cuerpo y alma a su trabajo como enfermera en la clínica del Hogar de Pony.

La joven rubia se sonrojó al ver la mirada oscurecida con la que Terry la observaba de hito a hito, hizo su cabeza hacia atrás para apoyarse en el fuerte pecho de Terry quien la rodeó con sus brazos y besó su cuello.

Candy jadeó al sentir el cálido aliento de Terry humedeciendo su cuello.

—Me despojaré de la ropa —le advirtió

Candy asintió y se mordió los labios.

Como enfermera, no era la primera vez que Candy vería un cuerpo desnudo, había visto cuerpos tanto de mujeres como de hombres completamente desnudos, pero Terry no era un número, Terry no era uno de sus pacientes, Terry era el hombre que amaba y moría por verlo completamente desnudo, con aquel deseo a flor de piel, Candy se giró para contemplar aquel ritual.

Conforme cada prenda de Terry caía al suelo, Candy sentía que su respiración se agitaba, su corazón latía mas aprisa, su boca se secaba.

Cuando la última prenda cayó al piso mostrando a Terry completamente desnudo ante ella, Candy recorrió con la mirada el cuerpo de su esposo, de la misma manera como él lo hizo anteriormente con ella; su verde mirada fue cambiando de inocente a una mirada de deseo puro.

Terry curvó sus labios en una ligera sonrisa complacida, en el momento en que Candy extendió una de sus pequeñas manos para explorar su cuerpo.

La sonrisa se le borró y dio paso a un rostro extasiado en el momento que Candy comenzó a recorrer con uno de sus dedos su torso desnudo, provocando que todo su cuerpo se estremeciera.

Las inexpertas pero curiosas manos de Candy eran en el cuerpo de Terry una especie de fuego que iba consumiéndolo conforme subían y bajaban por su torso.

Candy no tenía ni la menor idea de lo crueles que estaban resultando sus suaves y tímidas caricias en el cuerpo de Terry.

Terry sintió que moriría ahi mismo, en el momento en que Candy bajó un poco mas su mano, deteniéndose en su firme abdomen, para luego subir nuevamente, provocando que él se estremeciera una vez mas de tal manera que dio un respingo y gruñó quedamente.

—¿Te hago daño? —Preguntó Candy con preocupación apartándose un poco al ver como Terry apretaba la mandíbula y gruñía.

—Si —respondió él —pero no el tipo de daño que te imaginas —aclaró.

Candy sonrió al captar el significado de sus palabras.

—Pero será mejor que te detenga ahora mismo, o nuestra noche de bodas se convertirá en la mayor de mis vergüenzas —dijo él consiente que si permitía que ella continuará su exploración explotaría vergonzosamente delante de sus ojos y eso no era precisamente lo que deseaba; él deseaba hacer que ella gozara de su primera vez, que la recordara como la mejor noche de su vida y no como la noche que él se derramó con sus puras caricias.

Terry comenzó a acariciar el cuerpo de Candy, quien comenzó a retorcerse bajo cada caricia recibida.

Los cálidos labios de él comenzaron a trazar una linea de besos desde su cuello hasta el nacimiento de sus dos hermosas y elevadas colinas.

Su mirada azul contempló con adoración y excitación aquellos dos blancos senos que aguardan y deseaban ser explorados.

Terry buscó la mirada de Candy, pero se encontró que ella tenía sus ojos cerrados a la espera de lo que fuera que él quisiera hacerle.

Con suma delicadeza, Terry besó primero uno y luego el otro seno, provocando que ambos pezones se endurecieran, Terry sacó su lengua y la pasó lentamente alrededor de la aureola.

Candy arqueó su espalda y gimió cuando Terry abrió su boca y tomó uno de sus seno y degustó de él.

Su húmeda entrepierna dolía, pero era un dolor palpitante.

—Terry —dijo Candy luego de gemir tras experimentar un fuerte cosquilleo en la parte baja de su vientre.

Ante el llamado de ella, Terry abrió sus ojos para ser testigo de la mas maravillosa visión.

Candy, su Candy lo miraba con sus ojos completamente oscurecidos y a punto de caer al precipicio.

De manera delicada, pero con movimientos rápidos, Terry la recostó en la cama y sabiendo que Candy estaba preparada para recibirlo, se posicionó sobre ella.

—Candy mi amor, no hay manera que lo que estoy a punto de hacer no te lastime, sin embargo procuraré hacerte el menor daño posible —le susurró.

—Terry, soy enfermera y sé que dolerá la primera vez —respondió ella en un hilo de voz.

Terry sonrió por las palabras de ella, ahí estaba la Candy temeraria que él tanto amaba.

Con toda la delicadeza que le fue posible, Terry comenzó a entrar en Candy, se detuvo al sentir la barrera de su virginidad, cerró los ojos apesadumbrado, pues era consciente que le haría daño.

—Hazlo Terry —lo animó él —hazlo de una vez.

Terry tensó su cuerpo y en un solo movimiento de cadera, entró completamente en el interior de Candy, provocando que su ahora mujer gimiera, enterrara sus uñas en su espalda desnuda y alzará las caderas ante la punzada de dolor que poco a poco fue cediendo dando paso a la mas maravilloso unión de dos cuerpos que anhelaban aquel encuentro.

Al sentir como el cuerpo de ella se relajaba bajo el suyo, Terry besó sus labios y comenzó a mover sus caderas lentamente.

Aumentó un poco el ritmo al sentir la reacción de ella que se unía a sus movimientos de cadera y le salía al encuentro en cada envestida.

Adentro y afuera de manera acompasada, ambos comenzaron a danzar la danza mas antigua que dos almas que se aman disfrutan al hacerlo.

Los ojos de Terry se maravillaron al ver como Candy entre abría su boca y pronunciaba su nombre mientras se dejaba caer en una caída libre al mas maravilloso precipicio de placer.

Acelerando sus movimientos de cadera Terry se le unió segundos después, derramando toda su simiente en el interior de su mujer.

—¿Estas bien? —preguntó Terry con palpable preocupación en su voz al ver dos lágrimas en las mejillas de ella las cuales él limpió con sus labios.

—Lo estoy —respondió ella —es solo que jamás imaginé que todo sería tan maravillosamente perfecto —. ¿Será siempre así? —preguntó

Terry sonrió ante sus palabras.

—No —respondió.

—¿No? —preguntó ella con rapidez y sorpresa ante su negativa.

—Será mucho mejor —respondió él besando sus labios con vehemencia —porque ya no habrá más dolor, solo placer, el mas exquisito placer que ambos disfrutaremos —dijo besando la coronilla de su cabeza —Te amo Candy.

Tres días después...

Tras su regreso a New York, ahora como el feliz matrimonio que eran, Candy y Terry fueron recibidos con calidez por la prensa Neoyorquina quienes fueron testigos del comienzo de la nueva etapa de sus vidas.

Pero fue a su regreso al Teatro que Terry se llevó la mayor de las sorpresas.

—Como lo acabas de leer muchacho, el éxito de tu interpretación como el mas joven Hamlet de todos los tiempos ha cruzado el Atlántico y nos ha abierto puertas que jamás hubiésemos imaginado; hemos recibido una invitación de la Real Shakespeare Academy para presentarnos en Londres —informó Robert —Terry este es el mas grande honor que un actor de Teatro puede tener.

Terry asintió comprendiendo el gran peso de aquella invitación, era un gran honor y una enorme responsabilidad, ya que era consiente de lo que todo aquello significaba no solo para él, sino para Robert y el resto de sus compañeros actores dentro de la compañía Stratford.

Tras hablarlo con Candy, y luego que ella mostrara su entusiasmo y lo animara a aceptar, finalmente, Terry aceptó ir de gira a Londres sin imaginar lo que allá aguardaba por él, no solo recibiría la mejor propuesta de empleo, sino serian bendecidos por Dios de la manera más maravillosa.

Dos años después...

Aprovechando que sus suegros quienes estaban de visita en su casa de Stratford Upon Avon, se habían llevado a su pequeño torbellino de apenas un año de edad, Candy sosteniendo con ella el joyero que su suegro le entregó dos días después que ella les anunciara que estaba embarazada, bajó de su habitación hasta la biblioteca y se sentó frente al escritorio.

Sonrió mientras sacaba uno a uno sus mas preciados tesoros los cuales guardaba celosamente.

Su mirada verde se detuvo en aquel sobre vacío en donde un día llegó aquella misiva la cual leyó una sola vez, pero sus palabras se quedaron grabadas en su cabeza, el cuál decidió guardar y no porque fuera algo preciado para ella, sino algo que le recordaba lo tanta que fue en el pasado y lo cerca que estuvo de perder al hombre que amaba, a quien sacrificó años atrás por una persona que no merecía ni su sacrificio ni su consideración.

Cerró los ojos y suspiró al recordar aquella tarde en donde gracias a las acertadas palabras de Annie, fue capaz de abrir los ojos y ver con claridad las intensiones de aquellas lineas, las cuales le dieron la fuerza y la determinación para tomar La Decisión de viajar a New York y recuperar si aún estaba a tiempo el amor de Terry.

Tan sumida estaba en sus recuerdos que no fue consciente que su esposo había entrado a aquel lugar, hasta que sintió sus fuertes brazos rodeándola.

—Candy, que haces aquí en la oscuridad.

—Terry —fue su pronta respuesta al sentir la calidez de sus brazos —estaba tan sumida en mis recuerdos que no te escuché llegar.

—Te he dicho este día lo agradecido que le estoy a Dios por la dicha de tenerlos a ti y al pequeño Terry a mi lado y lo mucho que los amo .

—Lo has hecho como sueles hacerlo todas las mañanas antes de partir a tu trabajo.

—No importa —respondió él besándola —lo diré cada vez que Dios nos permita estar en esta tierra y lo seguiré haciendo hasta la eternidad.

—Te Amo Candy, y le estoy agradecido a la causante de que hayas tomado La Decisión de aceptar la invitación de mi madre para ir al estreno de Hamlet, esa noche al verte junto a mis padres me devolviste las ganas de vivir y luchar por lo que mas he amado y amaré por siempre, eres lo mejor que me ha pasado en la vida y si mil veces me tocara vivir lo que tuve que vivir separado de ti, estoy dispuesto a soportarlo si la recompensa es tenerte a mi lado junto a nuestro hijo y los otros que estoy seguro vendrán con el pasar del tiempo.

—Yo también te amo Terry —respondió ella temblando ante la profundidad de aquellos hermosos ojos que la miraban oscurecidos, entregándose al beso que él le daba para sellar una vez más con hechos aquellas palabras.

Fin.

Muchísimas gracias a todas las que me acompañaron en esta nueva aventura, la cual espero hayan disfrutado tanto como yo lo he hecho mientras la escribía, sintiendo en mi piel cada línea plasmada.

Espero pasen al igual que Terry y Candy quienes se conocieron una noche de fin de año, el 2020 este lleno de muchas bendiciones para cada una de ustedes.

Reciban un fuerte y caluroso abrazo y un enorme beso de mi parte y millones de bendiciones de parte de Dios ;)