CAPITULO I: LLEGADA A LA TIERRA LIBRE.

Apoyó la frente contra el cristal, el frescor y la húmeda calidez de su aliento formaba una nube de vaho en la que dibuja formas: una luna, un sol, estrellas. Una costumbre que arrastra desde niña. El índice quedó a unos centímetros de la ventana suspensivo antes de escribir un nombre acompañado de un corazón "James" y al alejarse observó ausente como el vaho desaparece poco a poco hasta no dejar rastro.

- Te lo aseguro, aunque dejes de mirar un instante, el mar no se va a mover.-

Sonrió pesarosa y se alzó a besar la frente del hombre que yace débil y enfermo sobre el camastro.

- Una broma, alguien ha despertado de buen humor. Deberías intentar comer algo padre – comentó inclinándose hasta posar los labios en la frente húmeda y fría del enfermo.

- No debemos estar lejos de tierra, prefería esperar a llegar. – Vrea se levantó ignorándolo hasta la minúscula mesita de noche buscando el tazón de guiso frio e intacto – Vrea, por favor, no creo ser capaz de vomitar nada mas. – gimió deteniéndola. La joven mordisqueó el labio indecisa, el caldo frio ha coagulado en una masa poco apetecible que a ella misma le repugnaba.

- Esta bien, voy a ver cuando falta para entrar en el puerto. Vuelvo enseguida –

Ahuecó las almohadas y lo arropó antes de dirigirse a las escaleras que ascienden hasta la proa.

El día ha amanecido oscuro, el cielo cubierto por un tupido manto de nubes y una ligera niebla que lo cubre todo de un aura grisacea y triste.

Muy apropiado para su estado de animo, pero no suficiente. Si el clima tuviese que reflejar sus emociones hacia días que una tormenta como ninguna antes habria convertido esa pequeña y sucia barcaza en astillas.

Y ese maldito viento lleva días soplando en contra, retrasando su llegada, como si Dios les estuviese advirtiendo de no pisar la blanca arena de Nassau.

Vrea retorció sus manos preocupada, la isla ya se atisbaba en el horizonte y tras semanas de viaje no soportaba ni un segundo mas en aquel buque de mala muerte, ni el olor que despedía su camarote, a vomito y enfermedad causado por su pobre padre.

- Cuando llegaremos a puerto capitan Reynols? – preguntó

- Un par de horas ni no cambia este maldito viento, cualquiera diria que nos han echado un mal de ojo- farfulla observando por su catalejo.

Acomodó la capa sobre sus hombros, ajustando el broche, era de plata, un adorno caro y delicado, uno de los primeros regalos de James y al tocarlo con cariño las lagrimas ascendieron de nuevo por su garganta "por que ha tenido que sucedernos esto, padre"

- En el desembarco un par de hombres deberian ayudar a mi padre, esta travesia ha agravado mucho su enfermedad y no creo que tenga fuerzas siquiera para levantarse – sugirió esperando que el capitan Reynols no los arrojase sin más en la orilla antes de dar media vuelta. Espera su negativa antes de ofrecerle algo de dinero. Sospecha que tendrán que subsistir de empeñar joyas familiares y regalos costosos.

- Por supuesto – Respondió el capitán. Suspira aliviada, sonriéndole ampliamente.

- Es usted un buen hombre Capitán- murmuró.

Habian tenido suerte en algo, se dice, el Capitán había resultado ser un hombre decente, el oro habia comprado su lealtad pero no habia faltado a su palabra y ningun hombre a bordo habia echo amago de aprovecharse de ella que ya es mas de lo que había esperado.

Se lo agradecio de corazon antes de bajar a preparar a su padre que yacia convaleciente.

En su mente el ultimo mes seguia pareciendole tan irreal que cada mañana esperaba despertarse de nuevo en su lecho acolchado en su amplio cuarto de cortinas blancas con un esplendido desayuno esperandola bajo. Nunca habia sabido valorarlos, algo tan simple como una bandeja con zumo, leche, huevos y panceta.

Se alisa el vestido, demasiado caro para el lugar al que se dirigen. Bajó las escarelas que conducen al camarote pequeño y austero: dos camastros sucios del viaje y un diminuto compartimento provistos de un par de cubos donde hacer sus necesidades.

Habia estado tan avergonzada la primera vez que tuvo que subir a cubierta con el cubo lleno de sus propias asquerosidades, rezando para no cruzarse con nadie de la tripulacion.

Suciedad y mas porquerías, el olor a sudor y a meados le revolvían el estomago, cerraba los ojos unos instantes evocando su casa, su precioso hogar de blancas paredes y suelo de fino mármol, impoluta, donde no había cabida para esa pestilencia sino el dulce olor a galletas, a velas de vainilla o a sales de baño.

- ¿Estamos llegando ya, cariño? – La voz ronca y quebrada le es desconocida, ese viaje endiablado se ha llevado la salud y el vigor de su pobre padre.

- Si, en unas horas entraremos en el puerto de Nueva Providencia – respondió mientras le servía un vaso de agua y se la acercaba a los labios, tuvo que pasarle una mano por la nuca y ayudarlo a incorporarse.

Le partía el corazon, verlo tan debil, apenas habia podido ingerir bocado desde que zarparon, no sin mantenerlo en el estomago al menos. El capitan le habia asegurado que era algo que le sucedia a algunas personas, intolerancia al mar habia decretado antes de añadir sentenciador, mala cosa.

Ella misma habia pasado un par de dias horribles, el vaiven del barco le producia unos mareos constantes que a partir del tercer o cuarto dia habían ido menguado hasta desaparecer por completo, sin embargo, no pensaba volver a pisar una proa en mucho tiempo "Solo para regresar" se dijo. No perdia la esperanza, tal vez James la estuviese buscando en ese instante, tal vez una misiva suya los esperaba en Nassau.

Se quedo alli sentada acariciando la mano de un anciano que hacia poco habia sido un hombre robusto, ¿cuantos años le habian arrebatado junto a su casa y su fortuna? ¿Cuantos junto a su reputacion y su posicion?

- Richard Guthrie lo arreglará papa – susurra – es tu mejor amigo, él te ayudara, algo se podrá hacer, James puede ayudarnos, no me dejastes hablar con él, ni siquiera despedirme… - Gira su anillo de compromiso que se oculta entre sus pechos atado por una sencilla cadena de oro. Su padre insistió en esconderlo, al quitárselo dejó una banda de piel tierna y palida en su dedo anular que las semanas a bordo han borrado como si nunca hubiese estado allí.

Ryan Murphy abre los ojos, girando la cabeza pesadamente, estan hundidos en las cuencas y vidriosos, tarda un par de segundos en encontrar el habla o las palabras adecuadas.

- No hay vuelta atrás para esto cariño, Nassau va a ser nuestro hogar a partir de ahora. – se le quebró la voz y un par de lagrimones resbalaron por sus mejillas – lo siento tanto, si te hubieras casado con James antes de que todo esto estallase, todo hubiese sido diferente para ti, para nosotros. –

Vrea giro la cabeza mirando por el ojo de buey con los ojos brillantes por las lágrimas, incapaz de asumir ser victima de tan aciago destino.

"Todo se arreglará Richard Guthrie nos ayudará, James vendrá a por mí, me ama, será mi esposo y recuperaremos el buen nombre de la familia. Todo se solucionará" Repitió para sí misma como una letanía.

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"Todo parece ir de mal en peor, si es cierto aquello de que tras la tempestad llega la calma, la espero impaciente."

Eleanor se mesa los rubios cabellos con inquietud y cierta desesperación. Había despachado al mensajero que le informó una hora antes de la llegada de Ryan Murphy a la isla, convalenciente y acompañado de su única hija, la señorita Vrea Murphy.

– ¿También le han disparado? – le habia preguntado con sarcasmo al hombrecillo que arqueó una ceja con confusion.

- No mi señora, padece del mal de oceano aunque subio a bordo ya debilitado –

Habia dispuesto que los trajesen a la casa señorial, a su propia casa, a su padre no lo queria ver ni en pintura, por ella bien podia quedarse él y su orgullo con la señora Barlow.

Ryan Murphy era harina de otro costal, habia sido el socio por ontomasia de su padre y su mas querido amigo, era un hombre razonable, hecho a si mismo. Eleanor siempre le habia tenido simpatía.

- Señor Scott, ¿está el Señor Murphy consciente y aseado? – preguntó. Ante el gesto afirmativo se levantó y salio en su busca. Tenía preguntar y no iba a seguir sin una explicación.

Quedaba poco del Ryan Murphy que recordaba, habia sido un hombre alto y robusto, con cierto atractivo. Mandibula cuadrada y ojos brillantes e inteligentes.

No tuvo mas remedio que suavizar sus formas al hallar un esqueleto demacrado ante ella, se sento a su vera con delicadeza y observó el pecho del hombre subir y bajar con fatiga.

Nunca habia tenido buena mano con los enfermos, habia algo en los maribundos que le provocaba cierto desprecio; el aroma dulzon que desprendian, la pobredumbre y la debilidad, tal vez provenia del hecho que ella misma no habia estado enferma jamas. Se dijo a si misma que prefería un tiro en el pecho que acabar sus días postrada en el lecho con esclavos limpiándole el trasero.

- Señor Murphy – lo llamó empleando su tono mas suave – deseo darle la bienvenida a Nassau.

Cuando abrió los ojos, hizo un esfuerzo en vano por ergirse hasta una posicion mas vertical.

- Incorporadlo y traedle agua – ordenó a las criadas que procedieron con presteza.

- Se que deseabais reuniros con mi padre, pero en estos momentos yace convaleciente a un par de kilometros al este de la isla, con un tiro en el pecho – explicó – Me preguntaba por que usted y su hija estaban en un buque direccion a Nassau mientras él permanecio un par de semanas ajeno a todo – preguntó.

El anciano tosio un par de veces antes de contestar, apenas podia mantener la cabeza recta y la voz era fragil y enronquecida.

- Me aviso un contacto de la Armada, mande un mensajero a Richard en cuanto lo supe, tuvo que ser interceptado por la Marina Real al conocerse mi huida. Solo nos quedaba Nassau, mi hija… - sufrio un acceso de tos, que ocasiono que Eleanor se reclinase hacia atrás con desagrado – ¿dónde está mi hija? – volvio a preguntar.

Antes de que pudiera responder, alguien llamo a la puerta y abrió acto seguido. Una jovencita portando un sencillo vestido azul que identificó como propio entró cerrando la puerta tras de si. Abrió mucho los ojos al ver a Eleanor.

- Señorita Guthrie – exclamó visiblemente sorprendida – no esperaba verla aquí, queria asegurarme que mi padre estuviese bien, como puede comprobar su salud se ha resentido mucho durante la travesia.

Eleanor se levantó para observarla, estaba muy delgada y tenía surcos oscuros bajo los ojos. El cabello largo y oscuro estaba recogido en un desastroso intento de moño, no era dificil adivinar que se lo habia hecho ella misma.

- Te recuerdo, Vrea, a pesar de haber sido solo una niña, han pasado muchos años desde entonces. Eres bienvenida a Nassau. Pasa y toma asiento, tenia unas preguntas para tu padre pero visto su fragil salud seras tú quien trate de responderlas. – su tono no admitia replica.

Vrea se alisa el vestido con nerviosismo y asiente, esta muy nerviosa adveirte Eleanor observando como se sienta enfrente suyo tomando la mano de su padre y besandolo en la frente.

- Descansa padre, yo explicare a la señorita Guthrie nuestra desventura, cuando mejores ya podreis charlar de vuestros negocios – el anciano la miro con una adoracion que le retorcio las tripas de envidia a Eleanor.

Acto seguido Vrea se levantó con las manos juntas sobre el regazo.

- Le rogaria que hablasemos en otra estancia, no quisiera perturbar a mi padre, como ve el curso de los acontecimientos lo han agotado – Eleanor se incorpora sin mediar palabra saliendo de la estancia.

"Es curioso como se consumen los grandes hombres de negocios al ver su nombre echado por tierra "pensó maliciosa pensando en su propio progenitor. Sin otra palabra abandono la estancia seguida por su nueva invitada.

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Es casi mediodia cuando logra despacharla y Eleanor nota el peso de los problemas que acarreaba a la espalda, la jaqueca parece que haber decidido instalarse de forma indefinida entre sus sienes.

No sabe que linea de actuacion debe seguir, el comercio se les ha ido al garete y con los almacenes vacios su posicion de poder en Nassau desaparece, dejaran de ser autosuficientes y por tanto un blanco facil para la Marina Real.

Por no hablar que la mitad de las tripulaciones querrian montar un cadalso y colgarla por los desprecios hechos. Y Charles Vane estaría liderándolos, piensa con amargura, apretando la mandíbula.

- ¿Cómo ha ido? - la voz del señor Scott la sorprende. No lo ha oído entrar.

Parece formar parte del sigilo de los esclavos, su silenciosa forma de moverse, todos ellos aprendían a hacerse pequeños e invisibles, mimetizándose con su entorno. Aunque no todos reconsideró en el acto, ese maldito pirata no podria pasar inadvertido ni aunque su vida dependiese de ello añade para si misma. Sus pensamientos sobre Charles son recurrentes y oscuros, llenos de rabia y resentimiento donde antes hubo dorada admiración.

"He crecido, he madurado y he tomado las riendas. Si no puede soportar estar a las ordenes una mujer, que no espere ningún trato de favor "Se repite orgullosa.

- Perdona, estoy un poco cansada Sr Scott – se disculpa

- ¿Cómo ha ido con la Srita Murphy? – vuelve a preguntarle.

Se frota los ojos cansada, antes de contestar.

- Mal. Apenas sabe nada, es una niña estupida de escuela de clase alta – escupe.

El señor Scott tomó asiento.

- ¿Qué te ha contado? – preguntó

- Su padre la desperto en plena noche con las maletas hechas y la vistió con las ropas de los criados, salieron a hurtadillas y se embarcaron en un barco de un contrabandista menor al que pagaron una candidad desmedida por su silencio y que no los entregara a la Armada. –

- ¿Habeis estado aquí encerradas mas de una hora, eso es todo? –

Eleanor hizo un desman conla mano, quitandole importancia.

- Ha estado lloriqueando por su prometido, el hijo segundo de la familia Taylor de Nueva Orleans. Le he dicho que los Taylor seran los que tengan mas interes en verlos colgados por el engaño y el deshonor. – suspira ordenando los papeles que hay encima de la mesa – debería haber alimentado sus ensoñaciones, tal vez asi se hubiese marchado y al menos un problema desaparecería por fin -

Scott jugo con sus manos reflexivo.

- ¿Que vais a hacer con ella? – Eleanor se levanto caminando en circulos a zancadas antes de pararse a mirar por la ventana, desde su posicion contemplaba gran parte de la ciudad, el puerto y por ultimo la vasta inmensidad del océano.

- El mundo se nos cae encima Scott, el mundo viene a plastarnos y carecemos de efectivos para pararlo. No puedo preocuparme por una niña mimada. Si su padre estuviese sano, seria un gran aliado, ese hombre conoce a todos los socios de mi padre, tiene hombres de confianza en la armada. Pero esto no es un hotel, ni una escuela de señoritas, si Ryan Murphy se muere, por mí como si acaba en el burdel. – Exclamó inflexible. Scott abrió los ojos con horror.

- Es una joven que acaba de perderlo todo Eleanor, ayudalá a integrarse, podria serte de ayuda o ayudar en la taberna, algo sabrá hacer –

Ella negó con la cabeza.

- Esto es Nassau, las personas se hacen a sí mismas y todo tiene un precio. Si quiere salir adelante será por sus propios medios, de momento que cuide a su padre, a fin de al cabo su destino depende del suyo. – sentencia.

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Despierta sobresaltada ante el estruendo de un disparo, su propia mano se estrella contra su pecho instintivamente, serenando su respiración antes de apartar las sabanas y salir del lecho con molestia.

Su décimo despertar en Nassau y el terror inicial empezaba a convertirse en ira y frustación.

"Una nacion de animales" piensa para sí misma una vez más, colocándose la fina bata.

Llaman a la puerta con suavidad, dando paso a una joven de origen indigena apenas un par de años mayor que ella con la marca de esclavo en la mejilla izquierda, la atiende desde el primer dia, su nombre es Emily.

Pequeña y ligera parlotea casi constantemente con propiedad y ligereza, en su hogar habría sido reprendida y despedida en muchos otras casas. Recuerda la mansión de los Murphy donde los criados tenían prohibido hablar con los invitados con cierta nostalgia. Su ánimo es sombrio y nada le apetece más que correr las gruesas cortinas y hundirse en su miseria hasta olvidar quien es y sobretodo donde está. Esa criada y su locuacidad se lo impiden.

Emily con diligencia estira las sabanas y abre las ventanas antes de coger el cepillo e indicarle con un gesto que se sentase frente al espejo.

- No se como podeis dormir con las ventanas cerradas, os levantareis empadada en sudor, ahora mandare que os traigan un baño - comenta Emily distraida

Vrea no le explica su paranoia de piratas trepando hasta su ventanas para hacerle dios sabe que barbaridades. Supone que se lo imaginaba, en los diez dias como residente de Nassau no habia osado a salir de la casa, tenia suficiente con los gritos, el estruendo de las peleas y los disparos. Observa por la ventana y ve hombres sacados de sus pesadillas: sucios y armados hasta los dientes.

- Vuestro padre ha pasado una noche bastante buena, estuvo alterado pero Lia me ha contado que acepto a beber un poco de láudano y durmió como un bendito.- Le separa los largos mechones con suavidad y empuña el grueso cepillo de madera – Nunca he visto con buenos ojos que abusen del láudano con los enfermos, pero hay que reconocer que un sorbito cuando es preciso suaviza muchos sufrimientos. –

Vrea apretó los labios y respiro profundamente, controlándose. La situación de su padre era delicada y parecía agravarse cada día mas, una tos espantosa le habia bajado al pecho y fiebres intermitentes lo mantenían tembloroso y húmedo.

- Deberiais cortaros el cabello Señorita Murphy, es demasiado largo y rebelde para ser manejable y yo no puedo estar dos horas diarias haciéndoos recogidos. Ya he sido reprendida por el tiempo que paso con vos, tengo muchas otras tareas. – se quejó Emily captando su atención.

- Mi pelo? – exclama recogiendo con las manos el final de la melena que cae por debajo de su cintura- No puedo cortarmelo, lo llevo asi para hacerme un recogido en mi … - calla de repente con las lagrimas quemandole de nuevo en la garganta.

Se siente estúpida e infantil, que importa su pelo, que importa su matrimonio. Recuerda a Eleanor Guthrie y las miradas de desdén que le dedica de reojo con frecuencia. Es consciente de la opinión de la Srta Guthrie sobre ella, aunque le sorprende la antipatía que le profesa. Hay que ser dura para llevar la batuta en un lugar como este se dice, no hay espacio para la amabilidad y la cortesía.

- Es una lastima desde luego, pero en Nassau hace mucho calor y os va a acabar resultando un verdadero engorro – comento Emily alejándola de sus pensamientos. "Ya no teneís criadas a vuestros servicio cuyo tiempo poder malgastar peinándoos" Lee Vrea entre líneas.

Su pelo siempre ha sido su mayor orgullo, sin duda su mejor rasgo. Largo hasta el trasero, espeso, de un negro zaino. Requeria a dos criadas que se lo cepillaban, lo ungian con aceites para sacarle brillo y recogian en preciosos peinados cada mañana. Habia soñado a menudo en el peinado que llevaria en su boda con James, compuesto de decenas de pequeñas trenzas que se enredaban y caian sujetas con horquillas y una preciosa redecilla. Y como mas tarde, tras el convite, lo peinaria en una sencilla y gruesa trenza para darle acceso a su flamante esposo a su espalda y cuello.

- Es hora de avanzar mi señora, de cambiar y mirar hacia nuevos horizontes. – insiste Emily, antes de emplear un tono alegre y cantarin moviendo con brio el cepillo – Voy a casarme, con un hombre libre. Quien me lo iba a decir a mí, que naci esclava. No es guapo ni muy listo, pero es muy trabajador, un carpintero muy capaz y nuestros hijos no sabran los que es la esclavitud – le explicó con una sonrisa y ojos brillantes.

- Te felicito. – le dice Vrea escuetamente.

Baja los ojos a sus manos, sin atraverse a enfrentarse al reflejo del espejo. Juguetea con su anillo de compromiso, la única joya que no ha guardado con el resto, el último vestigio de su antigua vida que se ha dado el capricho de conservar.

Se va serenando poco a poco, con la suavidad del peine entre sus cabellos, con respiraciones pausadas y tratando de pensar con la mente fría, de salir del estado anestesiado en el que lleva sumida días. Enclaustrada en una casa en la que se obvio que no es bien recibida, encerrada su habitación huyendo de las miradas compasivas de los criados y el rígido mohín de desprecio de Eleanor.

- Es un anillo maravillo, deberíais lucirlo en el dedo – exclama Emily – he oido que estuvisteis prometida – comenta curiosa.

- Asi es, un hombre maravilloso, inteligente, todo un caballero – suspira – prometidos durante dos años, ya estaba empezando con los preparativos de la boda – explica con amargura.

- Aunque no lo parezca a simple vista hay buenos hombres aquí, mi Ben es un ejemplo de ello – presume – aprendereis a labraros un futuro en Nassau mi señora. – añade con una pequeña sonrisa.

De pronto se queda callada, con el cepillo en el aire, dubitativa. Vrea no lo hubiese advertido si no fuesen los primeros dos minutos de silencio que disfruta desde que ha despertado. La mira por el espejo cepillarla en silencio con la mirada algo esquiva y despierta en Vrea las alarmas, lleva demasiadas malas noticias consecutivas como para desdeñar los indicios.

- ¿Que sucede? – pregunta. Emily no responde inmediatamente, sino se gira a por unas horquillas para sujetarle el recogido. Esta nerviosa advierte Vrea, cada vez mas alarmada por su actitud, ¡qué diablos sucede ahora!

Respira con fuerza lista para dar un grito y una orden, para exigir, pero calla en el último segundo, temerosa. No es importante ahora, una invitada no deseada, señora de nada y pronto hija de nadie.

Se levanta tras Emily, suavemente la coge de la mano y la guía hasta sentarla en la cama. Mirándola a los ojos le coge las manos tranquilizadoramente.

- Eres la unica que conozco aquí, soy una recién llegada y no acabo de entender las reglas por las que se rige este lugar. Cualquier consejo tuyo sobre cómo proceder sería muy bienvenido. Visto está que has prosperado en Nassau- añade – Ayúdame y ganaras a una buena amiga- le apreta ligeramente las manos, son secas y ásperas, como suelas de zapato.

Le sonríe levemente sin apartar la vista de su rostro oscuro y lucha por evitar mirar la gruesa marca de esclavo que destaca en su pomulo, una cruz latina con tres puntos encima, la cicatriz es vieja, la piel destaca abultada y brillante cubriéndole toda la mejilla.

Emily aparta las manos, llevándose una a la boca y desviando la mirada. Habla muy bajo casi en susurros.

- Si yo fuera vos, trataria de buscarme un oficio que desempeñar- comienza precavida – creeria ingenuo ver la hospitalidad de la casa Guthrie como una solucion a largo plazo, sobretodo visto el delicado estado de salud de vuestro padre –

Es como oir sus propios pensamientos, una idea que habia escondido en lo mas hondo de su mente a espensas del miedo y de una solucion idónea. Pero estaba allí, expuesto en los duros ojos de Eleanor, en su boca rigida, en la mueca de repugnancia al verla en las cámaras de su padre. Ha dejado bien claro sin necesidad de palabras que su visita no es ni querida ni esperada. Vrea habia esperado tener una amiga, un apoyo y un consuelo en la hija del socio de su padre dada que ambas estaban en una situación similar, pero sus deseos una vez mas estaban a años luz de la misera realidad.

Seguia creyendo que su padre se recuperaria, que seria él quien los guiaria en este nuevo capitulo, pero debia ser consciente de que estaba sola en un ambiente hostil y que la persona que le proporcionaba el muro entre Nassau y ella, no iba a estar siempre dispuesta a protegerla. Visualizó a Eleanor Guthrie con sus cortos cabellos y sus ojos duros e inflexibles. No había habido compasión en ellos, si no un desagrado y una antipatía que percibió a pesar de ignorarla deliberadamente. De nada sirve engañarse a una misma se dijo.

- ¿Mi señora ? Os habeis puesto un poco palida – exclamó Emily alarmada – Solo es un pequeño consejo, pero seguro que innecesario, vuestro padre parece fuerte seguro que mejora y sana. -

Vrea la ignora y la coge por la muñeca impulsiva.

- Pienso sobrevivir Emily – siseó casi como una amenaza. – Córtame el cabello para que pueda peinármelo por mí misma. – Exigió.

"Es hora de tomar el timon " Se dijo resuelta, levantándose y volviendo a la silla y al espejo.

- Podria servir en esta casa contigo y Lia – sugiere. La risita de la muchacha le hace fruncir el ceño – ¿Que sucede? Puedo aprender. – le espeta ofendida.

- Quien iba a contrataros para hacer el trabajo que aquí hacen los esclavos, ni siquiera sabeis peinaros a vos misma mi señora. Creo que deberiais enfocarlo de otra forma, tratad de sacar partido a todas esas habilidades que enseñan a las señoritas de clase alta, ¿habéis ido a la escuela no? –

Cierra los ojos notando como agarra gruesos mechones y escucha el siseo de las tijeras afilandose "Es solo pelo " se repite " no es importante, crecerá de nuevo", aun así gime al imaginarlo repartido por todo el suelo.

- No os preocupeis, teneis un cabello fabuloso con un rizo muy bonito. Os enseñare a peinaros en un santiamen – la consuela Emily.

- Me encanta mi cabello – se lamentó aniñada – ni el mas sucio y asqueroso pirata querrá casarse conmigo – lloriqueó. Al pensar en la marca de Emily se calló avergonzada por su falta de tacto.

- No seais tan dramática – canturreó esta ajena a sus pensamientos – os lo dejare largo, por la altura de los pechos. Decidme que os enseñaban en esas escuelas -

Respiro profundamente, serenándose.

- Se leer y escribir – comenzó numerando con los dedos – domino con fluidez el frances y algo de español y latin. He de reconocer que cantar y la musica no fueron nunca mi fuerte aunque bailar se me da bastante bien. Se tocar el piano y bordar, estaba haciendo mi propio ajuar – se le abrieron los ojos y busco la mirada de Emily en el espejo – Emily ¡Podría bordar ! soy realmente buena en eso –

La muchacha la miro menos alegre de lo que esperaba

- Los bordados caros no es algo que tenga aquí mucha demanda, requieren demasiadas horas de esfuerzo y las chicas no pagarian grandes sumas por ellos. La madame compra las telas y entre ellas hacen los vestidos pero podrias hablar con ella tal vez podriais ayudarlas – la animó

" Rogando por vestir a prostitutas " Se lamentó interiormente, " Oh Señor! ¿Por que?"

- Buscare otra cosa, algo habra que pueda hacer. – afirmó rotunda, aunque al ver como Emily rehuia su mirada su seguridad se tambaleó

- Teneis un pelo fabuloso pagarían una fortuna para hacer pelucas, el negro azabache esta muy cotizado y el de los esclavos negros es rizado y no esta en buen estado por el trabajo duro. Aquí mi señora teneis una pequeña fortuna.-

Vrea trago saliva

- ¿Cuánto? –

- Hay varias opciones, si lo cortase y me dieseis una mechon puedo averiguarlo. – Sonrie tímidamente – un pequeño favor para ayudaros a hallar vuestro sitio. Pero habría que cortarlo corto – advierte.

- ¿Como de corto? –

- Cuanto mas mejor, cada centímetro aumenta su valor – replica suavemente.

- Corta la muestra –

La tijeras caen decididas separando mechones en su nuca.

Ata con un cordel el extremo del cabello cortado y lo trenza con cuidado, enseñándoselo como si de un trofeo se tratase.

- Por esto, no aceptare menos de 10 escudos de oro – Vrea abre mucho los ojos, es una muy buena suma, muchísimo mas de lo que se esperaba. Se lleva la mano a la nuca y busca hasta encontrar un pequeño hueco donde el pelo apenas sobresale de entre el cuero cabelludo. Apreta la mano clavando las uñas en la palma hasta que duele. "Solo es pelo"

- Consiguelo y dos escudos serán tuyos. – le promete con firmeza, Emily la mira dubitativa y se gira a guardar la tela envolviéndola en un paño, se despide cortés como si de pronto recordase que ella es un criada y Vrea su señora.

Queda sola, peinándose el pelo con las manos y al pensar en su pobre padre un frio mortal la estremece a pesar del calor.