Capítulo 34. Año Nuevo

Aquel domingo, a pesar de lo que les había sucedido el día anterior, Teddy se levantó bastante temprano. Harry decidió llevarlo a nadar a la piscina antes de desayunar con el fin de entretenerlo y hacer tiempo en lo que se despertaban todos los demás. Salieron del cuarto intentando no hacer ruido para no molestar a un todavía muy cansado Draco, quien, evidentemente, necesitaba dormir un poco más.

Mahkate, que también parecía exhausta, se rehusó a acompañarlos y prefirió quedarse en la cama, así que Harry aprovechó para pedirle que cuidara a Draco por él.

Aquella situación tan doméstica se sentía bastante natural por alguna extraña razón, y eso no cesaba de maravillar a Harry.

Mientras él y Teddy habían estado buscando sus trajes de baño en silencio y ahogando risitas porque, de vez en cuando, Draco dejaba escapar un ronquido profundo, Harry no podía dejar de pensar en lo sencillo que sería para él acostumbrarse a aquel modo de vivir donde pudiese compartir un espacio hogareño con Draco e incluso cuidar un niño entre los dos. Le sorprendía porque en realidad Draco y él apenas tenían pocos días juntos enamorándose, así que llegó a la conclusión de que tal vez los sentimientos entre ambos se habían fortalecido a causa de los eventos que les habían estado ocurriendo, además de que tenían mucha historia anterior y bastantes cosas en común.

Teddy y él fueron a la piscina y pasaron un buen rato jugando y nadando, y Harry tuvo que disculparse un par de veces con su ahijado porque de pronto dejaba de ponerle atención pues se extraviaba en sus pensamientos y recuerdos.

No podía dejar de darle vueltas a la conversación que había sostenido con Draco la noche anterior, justo antes de dormir.

No sabía qué creer. Nunca, en toda su vida, había escuchado de una magia capaz de hacer lo que Draco le había narrado. ¿Un encantamiento que te hiciera vivir una semana completa en una realidad alterna? Harry ni siquiera creía que existiese un mago o bruja tan poderoso como para hacer un encantamiento así de complicado, y eso lo llevó a preguntarse quién podría haber sido la persona que hechizaría a Draco... Si es que lo habían hechizado, en primer lugar.

Realmente no quería dudar de la palabra de Draco, especialmente porque éste había sonado completamente sincero mientras se lo contaba, pero a veces, cuando Harry llegaba a la conclusión de que aquel encantamiento que Draco describía era imposible, se imaginaba que Draco había soñado todo eso, o quizá, en medio de alguna fiebre, habría sufrido de una alucinación. O tal vez simplemente aquel mago al que Draco se refería le había implantado recuerdos falsos.

Las posibilidades eran infinitas y mucho más probables que "haber vivido una semana en una realidad alterna".

Pero, al mismo tiempo... estaban ciertos detalles que lo volvían sospechosamente verosímil, como el hecho de que Draco supiese que Harry había leído el libro de La Daga. No podía tratarse de simple casualidad, ¿o sí? También esa supuesta "realidad alterna" podría explicar por qué Draco sentía cariño por Teddy desde la cena de Navidad cuando nunca antes lo había visto en su vida. Además, Draco no era ningún tonto y parecía creer en todo aquello como si le hubiese pasado; Harry estaba seguro de que Draco no se dejaría engañar tan fácilmente. Y parecía sentir un profundo amor por aquel bebé que, supuestamente, era hijo de ambos... ¡Caray, incluso la forma de su patronus era en su honor!

Y era justamente eso... ¿Draco y él casados, y con un hijo? Esa pieza de información tan asombrosa no podía dejar a Harry en paz. Se preguntaba una y otra vez cuáles habrían sido las "decisiones" que Draco había tomado de manera diferente en esa realidad alterna como para haberlos llevado a ellos dos a hacer algo tan increíble como casarse y, todavía más allá, tener un hijo de ambos a través de Pansy Parkinson, de entre toda la gente.

Una de las razones por las que a Harry le había costado aceptar su bisexualidad después de haber terminado con Ginny, había sido justamente el temor que le producía enamorarse de otro hombre con quien, él sabía, no podría tener hijos propios. Y eso, al inicio, le había parecido muy importante porque Harry siempre había añorado tener una familia. Pero después, pasaron los años y Harry pudo satisfacer sus ansias paternas volcándose en el cuidado de Teddy, además de que parecía simplemente no poder enamorarse de nadie, ni hombre ni mujer, así que el sueño de casarse y tener hijos sencillamente quedó relegado en la lista de sus prioridades.

Hasta que llegó Draco.

De quien Harry no sólo se había enamorado, sino quien también le informaba que tenía a su alcance modos de poder llevarlos a ambos a realizarse como padres. Aunque, claro, para eso primero habría que casarse.

La perspectiva, en vez de atemorizarlo, lo hacía sonreír por alguna razón.

—¿Me imaginas a mí casado con tu tío Draco? —le preguntó a Teddy cuando ambos salían de la piscina.

Teddy sonrió y se encogió de hombros.

—¿Por qué no? —De pronto, abrió mucho los ojos—. ¿Has visitado su casa? ¡Es enorme y súper bonita! ¿Vas a irte a vivir ahí con él?

Harry sintió un poco de pánico. Mientras los secaba a ambos con su varita, se apresuró a aclararle a Teddy:

—No, no, no le vayas a decir a tu tío que yo dije esto. No es que ya nos vayamos a casar ni nada, digo... ¡apenas tenemos tres días siendo novios! Lo que quiero decir es que... Bueno, sólo quería saber tu opinión.

—Padrino, podrá ser que apenas tengan tres días de novios, pero se nota que lo quieres más que a cualquier otro que hayas tenido antes. ¿Podemos ir ya a desayunar?

Sonriendo, Harry asintió y llevó al niño al comedor. Ahí, Andrómeda y Narcisa estaban ya tomando el té. Cinco minutos después, se les unieron Ron y Hermione. Harry comió algo rápido y, un tanto preocupado porque Draco no bajaba, dejó a Teddy al cuidado de su abuela y subió a buscarlo al piso superior.

Mientras subía, iba pensando que Teddy no parecía mostrar señales de algún trauma, así que Harry esperaba que el miedo que había manifestado la noche anterior fuera algo temporal. Hacía un rato, cuando habían estado nadando en la piscina, Teddy había llorado un poco al notar de nuevo el dedo faltante en la mano izquierda de Harry, y le había pedido perdón por ser la causa de la amputación voluntaria tanto en su padrino como en su tío Draco. Harry tuvo que abrazarlo muy fuerte y jurarle que tanto él como su tío lo habían hecho con todo el amor del mundo y lo volverían a hacer en caso de ser necesario.

—Y no sólo un dedo, Teddy —había susurrado Harry contra la oreja de su ahijado—. Yo daría todo por ti, hasta la vida... con tal de verte a salvo. Nunca volveré a permitir que nadie se acerque a ti a hacerte daño, no lo olvides. Quiero que vivas tranquilo. ¿Está bien?

Teddy se había calmado después de sollozar un poco y, cinco minutos después, ya estaba de lo más feliz de nuevo, jugando con Harry mientras éste encantaba el agua para provocar pequeñas olas que los meneaban de un lado a otro de la piscina.

Recordar eso llevó la mente de Harry hacia Emil Enescu. Le costaba creer que semejante imbécil se hubiese atrevido a tanto, pero supuso que, siendo que ya no tenía nada más que perder y ninguna manera de obtener dinero, además de sus ganas de vengarse de ellos, a Enescu se le había hecho fácil asociarse con mafiosos pensando que saldría airoso.

Harry ya respiraba tranquilo sabiendo que Enescu estaba en la prisión americana para magos, pero no dejaba de temer que en un futuro continuara intentando hacerles daño. De verdad, esperaba que su sentencia fuera de por vida. Probablemente sí, ¿no? Él no sabía mucho de leyes, pero estaba casi convencido de que el secuestro de un niño figuraba entre los delitos más castigados por la Ley... Tendría que preguntarle a Hermione más tarde.

Abrió la puerta del cuarto de Teddy y se dio cuenta de que Draco ya no estaba ahí: la cama y la habitación estaban vacías. Cerró la puerta y regresó sobre sus pasos. Se encontró con Mahkate en el corredor, quien iba meneándose muy alegre.

¿A dónde tan feliz? —le preguntó Harry.

La serpiente ni siquiera se detuvo a saludar.

Voy a las caballerizas a buscar comida. He dormido suficiente, ¡ahora necesito energía!

¿Sabes en dónde está Draco?

Mahkate respondió mientras se alejaba:

Dijo algo que iba a tomar una ducha en su cuarto.

Harry ni pudo darle las gracias: la serpiente ya había doblado por el corredor rumbo a las escaleras en su prisa por ir a cazar. Sonriendo, meneó la cabeza y caminó hacia el cuarto de Draco. Pensó en tocar la puerta, pero alcanzó a oír el agua de la ducha corriendo y sabía que Draco no lo escucharía. Así que entró y cerró la puerta, asegurándola con magia. Saber que por fin estaba de nuevo a solas con Draco hizo que el pulso se le acelerara y la excitación recorriera cada nervio de su cuerpo como si hubiera sido golpeado por un rayo.

La puerta del baño estaba entreabierta, como si Draco hubiese sabido que Harry pasaría por ahí a buscarlo y estuviera invitándolo a entrar. Harry sonrió más y aceptó la invitación. Se metió al baño lleno de vapor y se encontró con un Draco deliciosamente desnudo bajo el agua de la regadera.

Draco lo miró y le sonrió radiante.

—Justo estaba acabando, pero veo que tú vienes de usar la piscina. Quítate esos pantalones y métete aquí. Pienso pasar la siguiente media hora devorándote, besándote y follándote, y, quiero que sepas, Potter, no me gusta el sabor a cloro en la piel.

Harry sonrió tanto que le dolió la cara. Apresurado, se quitó sus pantalones cortos y alcanzó a Draco bajo el chorro de agua. Éste lo vio venir, bajó los ojos hacia la erección que Harry ya llevaba y soltó risitas.

—¿Ansioso, Potter? —se burló mientras recibía a Harry entre sus brazos.

—No tienes idea —jadeó Harry y envolvió apretadamente a su novio.

Oh por Merlín, pensó. Draco se sentía caliente, suave y resbaloso, y olía tan bien; Harry no pudo evitar emitir un gemido de necesidad cuando sus pechos se tocaron y su pene muy erecto rozó las caderas del otro. Draco no estaba duro todavía, así que Harry decidió hacer algo al respecto.

Con el agua caliente cayendo en fino chorro sobre sus cabezas, Harry se colocó en cuclillas delante de Draco y, sin preámbulo, devoró de un bocado el miembro fláccido de su novio.

Draco jadeó con incredulidad y llevó sus manos al cabello de Harry, enterrando los dedos entre sus mechones ya empapados. Su pene comenzó a endurecerse y a crecer contra la lengua de Harry mientras éste lo chupaba suavemente. Era una sensación grandiosa, tener a Draco en la boca y sentirlo ponerse duro así de veloz. Harry no pudo evitar una sonrisa presuntuosa aun con la erección del otro entre los labios. Draco, quien seguramente lo vio sonreír, le dio un cariñoso tirón del pelo.

—Harry... —susurró Draco con adoración y agradecimiento, apenas audible bajo el ruido que hacía el agua cayendo.

Habían llegado al punto donde el miembro de Draco ya no le cabía completo en la boca y era imposible que pudiera estar más duro. Harry se preparó, respiró profundo y se sumergió la erección de su novio hasta la garganta, hasta que no pudo entrar más, hasta que las hebras rubias del escaso vello púbico de Draco le hicieron cosquillas en la nariz, hasta que aquella invasión casi le provocó arcadas y los ojos se le llenaron de lágrimas.

Arriba de él, Draco dejó escapar un ruido que fue mezcla de gemido y lloriqueo, aferró la cabeza de Harry con firmeza y se inclinó hacia delante, como si fuera a derrumbarse, como si eso fuese demasiado para soportarlo. Aquel sonido de placer emitido por Draco viajó directo a la entrepierna de Harry, poniéndolo todavía más duro de lo que ya estaba, casi haciéndolo derramarse. Gimió y, sin quitar su boca de Draco, se llevó una mano a su propia erección para acariciarse: sentía que iba a explotar.

—Oh Harry... —jadeó Draco—. Oh por Salazar, eres tan bueno haciendo esto, maldita sea, tan jodidamente bueno...

Harry frunció el ceño pensando que si Draco todavía podía hablar así de fuerte y claro era porque él no estaba esforzándose lo suficiente. Así que se dedicó a comérselo con ganas hasta que el rubio sólo atinó a murmurar incoherencias, hasta que sólo bastaron un par de chupadas así de intensas y tuvo a Draco derramándose contra su lengua, llenándole la boca con aquel sabor amargo pero añorado, esencia ardiente y viscosa, Harry tragándose con gusto hasta la última gota.

Draco gemía mientras se corría, y su orgasmo fue tan erótico que mandó a Harry directo al borde. Aceleró la velocidad de las caricias sobre su erección, explotando apenas unos segundos después de Draco, la sensación atronadora de su culminación obligándolo a quitar su boca del miembro agotado de su novio para gemir alto, muy alto, apoyando su mejilla contra el muslo de Draco mientras se acariciaba y terminaba de eyacular, usando su otra mano para apretar las caderas del rubio como si fuera el punto de apoyo que lo anclara al mundo real.

Apenas sí fue consciente del modo en que Draco lo acariciaba dulcemente del pelo.

Como cada vez desde que estaba junto a Draco, aquel orgasmo se sintió como lo mejor que hubiese experimentado en años. Harry se permitió no hacer nada más que jadear durante un largo momento, en lo que los estremecimientos de placer terminaron de recorrer su piel. Finalmente, suspiró, abrió los ojos y volvió a la realidad. Draco estaba riéndose, apoyado contra el muro de la ducha y ayudándolo a sostenerse. El agua ya había lavado el semen que Harry había derramado sobre el piso azulejeado y él se sentía tan satisfecho que creyó que podría quedarse dormido así.

Realmente no le hubiese importado.

—Parecemos un par de adolescentes —susurró Draco sin aliento, tomando a Harry de los brazos y ayudándolo a levantarse. Quedaron de pie uno frente al otro y Draco abrazó a Harry, envolviéndolo apretado entre sus brazos, besándolo y mordiéndole el cuello—. Míranos, casi veintisiete años y eyaculando prematuramente como si tuviéramos quince.

Harry, desfalleciente, se permitió aceptar el apoyo de Draco mientras recuperaba la respiración. Soltó una risita sofocada, sintiéndose extrañamente a salvo entre los brazos de su rubio. Era... era una sensación bastante desconocida para él, tener quién lo protegiera. Enterró el rostro en la curva del cuello de Draco y cerró los ojos, prolongando el momento y disfrutando la sensación cosquilleante del post-orgasmo que todavía le persistía en el cuerpo y la manera deliciosa en que sentía el corazón palpitándole en la garganta.

—Tú tienes la culpa por ser tan ardiente —suspiró—. Además, yo la tenía dura desde que entré al cuarto, así que...

Draco le acarició la espalda y le dio un beso sobre el cabello mojado.

—Fue una mamada increíble, gracias —murmuró. Entonces, casi como si fuera un gesto de agradecimiento, Draco procedió a ayudarle a lavarse. Le puso champú y le dio un masaje en el cuero cabelludo que relajó a Harry hasta hacerlo suspirar de placer. Luego, lo frotó suave y lentamente con el jabón, acariciando con gran cariño cada parte de su cuerpo.

Al terminar aquella ducha, Harry ya la tenía dura otra vez.

—Draco —gimoteó cuando éste finalmente cerró el grifo. Quiso aferrarse a él para comenzar a besarlo, pero Draco, riéndose entre dientes, se escapó de entre sus brazos.

El rubio salió de la ducha y le pasó una toalla mullida y enorme.

—Vamos, Potter, suficiente de sexo rápido e incómodo. Ahora te quiero en la cama porque voy a prepararte para follarte.

Le sonrió depredador y salió del baño así desnudo y mojado como iba. Harry, cuidándose de no resbalar en el piso húmedo, se apresuró a ir tras él. Lo encontró junto a la cama, tomando su varita y secándose con magia. Harry, quien ya estaba medio seco después de haberse frotado con la toalla, se acercó hasta él y lo abrazó desde detrás. Su erección, completamente vuelta a la vida, se alojó en la hendidura de las nalgas de Draco y ambos gimieron.

Pero esa vez Harry no iba a follárselo. Esa vez era el turno de Draco y él estaba completamente de acuerdo.

Era cierto que él, casi por regla general, prefería ir arriba, pero de vez en cuando hacía excepciones si acaso el polvo en turno era lo suficientemente ardiente como para merecérselo. Y Draco, quien no era sólo un polvo en absoluto sino el amor de su vida (Harry ya no tenía dudas acerca de eso), despertaba en él una pasión que no había sentido nunca por nadie más y que lo incitaba a permitir sometimiento total. Pensó en lo protegido que se había sentido entre los brazos de Draco un momento antes allá en la ducha, y cualquier duda o temor se desvaneció de inmediato.

Él ya le pertenecía a Draco desde hacía días. Confiaba en él absoluta y ciegamente. Dejar que le hiciera el amor se sentía como lo más natural y, si era sincero con él mismo, se moría por sentirlo dentro. Draco tenía una erección hermosa, larga y, quizá no tan gruesa como la de él, pero lo suficientemente apetecible como para hacerle la boca agua. Y de alguna manera supo que Draco lo haría estremecerse de placer.

—Me muero porque me hagas tuyo —le susurró contra el oído y Draco gimió en respuesta—. ¿Cómo me quieres en la cama?

Draco se giró hasta encararlo y lo besó con ardor en la boca, gimoteando, como si lo que Harry acababa de decirle fuera lo más pervertido y provocador que hubiese escuchado. Se besaron así durante un largo momento, frotando sus cuerpos todavía un poco húmedos, acariciándose, Draco metieńdole la lengua y oprimiendo la suya, labios y dientes chocando con frenesí. Draco llevó sus manos hasta el trasero de Harry y lo tomó de ambas nalgas, acariciando con lasciva, rozando con sus dedos la piel de su entrada.

—Por Salazar, me vuelves loco, Harry —jadeaba sobre sus labios—. Sólo... Sólo de pensar en... meterme en ti... ¿Cómo... cómo lo quieres tú?

Harry sonrió dentro del beso. Si de verdad le daba a escoger:

—Boca arriba para poder verte a los ojos cuando me penetres y cuando te corras dentro.

Draco emitió un gemido ronco de pura expectación.

—Maldito seas, vas a hacer que me corra otra vez sólo con esto y provocarás que mi reputación se vaya a pique.

Fingiendo que estaba enojado, Draco arrojó a Harry sobre la cama y éste se dejó caer sobre las mantas, riéndose mucho.

—¿Ahora quién es el ansioso? —se burló Harry.

Draco lo miró con un brillo peligroso en la mirada.

—Voy a borrarte esa sonrisa presuntuosa, Potter, espera y verás.

Harry se arrastró de culo hasta que su cabeza alcanzó las almohadas. Abrió las piernas, elevó las rodillas y plantó los pies sobre el colchón, ofreciéndose sin asomo de vergüenza. Sabía que tenía buen cuerpo, no en vano hacía tanto ejercicio entrenando quidditch, y la verdad era que le había costado sus buenos años aceptar su propia sensualidad y el deseo que provocaba en los demás, tanto en hombres como mujeres.

Se llevó la mano derecha a su erección y se acarició lentamente. Draco lo observó con los ojos nublados, se relamió despacio y, prestamente, le hizo compañía sobre la cama, colocándose en medio de sus piernas abiertas.

—Joder, Harry Potter, eres un verdadero grano en el culo, ¿quién mierda te da el derecho a estar tan bueno y ser tan jodidamente sexy...? —murmuraba Draco con la boca llena de saliva, acariciando las piernas de Harry con ardor y abriéndoselas más. Tenía los ojos fijos en el culo de Harry y ése se sintió sumamente excitado de ver esa expresión lasciva que Draco tenía en el rostro y no podía disimular.

—¿Quieres que me prepare para ti?

Draco asintió. Parecía que ya no era capaz de emitir palabra y eso estimuló todavía más a Harry. Ver a Draco con tan poco control por causa suya era estimulante y halagador.

Harry estiró un brazo hasta tocarse su entrada con los dedos y murmuró los encantamientos de dilatación y lubricación, siseando y cerrando los ojos al sentirse de pronto así de flojo y mojado. Pasó saliva y entonces rozó la erección de Draco con sus dedos. Volvió a pronunciar el último encantamiento y tuvo a su novio con su miembro lleno de lubricante, listo para follárselo.

—Merlín, me vuelve loco verte hacer esos hechizos, y sin varita. Joder, Harry —masculló Draco con la boca seca mientras toqueteaba la entrada muy lubricada de Harry con la punta de uno de sus dedos.

Harry sintió el modo en que Draco sumergía un dedo en él y se arqueó ante la sensación.

—No... no necesitas hacer eso... —jadeó—, ya estoy listo para...

—Shh —lo silenció Draco con los ojos fijos en donde su dedo estaba enterrándose—. Si lo hago, es porque lo deseo. Merlín santo, eres tan sexy...

Draco gimoteó apenas al terminar de decir esas palabras y arqueó el dedo en el interior de Harry, buscando, metiendo y sacando, usando su otra mano para acariciar la erección de Harry con movimientos suaves y lánguidos, encontrando la próstata del moreno y mandando oleadas de placer por todo su cuerpo.

Harry se aferró con sus dos puños a las sábanas y arqueó su cuerpo hacia arriba. Casi dejó escapar un grito, conteniéndose porque recordó que no habían colocado ningún encantamiento para insonorizar la habitación y en cualquier momento otra persona podía pasar por el corredor afuera del cuarto y escucharlos.

Haciendo un gran esfuerzo, levantó la mano derecha y apuntó la palma abierta hacia la puerta.

Mu-muffliato —susurró a duras penas. Encima de él, Draco se rió con ganas mientras continuaba masajeándole aquel punto interior que lo volvía de gelatina y lo hacía sentir que el cuerpo se le iba a prender en llamas.

—¿Más magia sin varita, señor Potter? —gimoteó Draco, dejándose caer encima de Harry sin sacar aquel dedo de su trasero y buscando su boca con la suya. Comenzó a besarlo con ardor y, de ese modo, Harry se sintió más libre para gemir, pues los sonidos eran sofocados por los labios y la boca de Draco.

Aquel fue uno de los besos más deliciosos que Harry pudiera recordar que nunca nadie le hubiese dado.

Draco se tomó su tiempo. Harry había creído que, al tenerlo ya listo y lubricado, simplemente entraría y se lo follaría. Pero no fue así.

Lo que Draco hizo fue besarlo, y besarlo. Y luego, lo volvió a besar. Lo besó hasta que a Harry le dolió la mandíbula, hasta que podía sentir en su barbilla y en la piel alrededor de los labios el ardor por el frotamiento contra la apenas incipiente barba de Draco, aquella que mantenía impecablemente rasurada día con día; hasta que sintió los labios sensibles y calientes, hasta que estuvo a punto de correrse por la estimulación de uno solo de los dedos de Draco en su interior.

Había estado tan a punto... pero entonces, Draco, quien pareció notarlo, sacó el dedo y dejó de besarlo. Harry lloriqueó con inconformidad y se arqueó hacia su novio, buscándolo.

—Harry —murmuró Draco con la voz llena de sentimiento.

Harry abrió los ojos y lo miró.

Draco estaba tomándolo de las mejillas con las dos manos, acariciándolo suavemente con los pulgares, observándolo con embelesamiento. Harry apretó los labios ante la visión: le costaba creer que un hombre así de hermoso se hubiese fijado en él, que deseara estar con él. El cabello platinado de Draco, todavía un poco húmedo por la ducha y quizá por el sudor, le caía en mechones desordenados por la frente y le cubría un poco los ojos, dándole un aspecto salvaje que rara vez se le dejaba ver. Draco escaneaba el rostro de Harry con una intensidad que resultaba conmovedora. No dijo ni una sola palabra más después de haberlo llamado por su nombre, pero, por alguna razón, Harry escuchó muchísimo más que sólo eso.

Harry abrió la boca deseando corresponder, pero ningún sonido brotó de sus labios. Vio a Draco pasar saliva mientras sus ojos de color plata, de pupilas dilatadas, continuaban mirándolo como si no pudiera creer que finalmente podían estar así.

Harry se sintió terriblemente enternecido.

Y fue entonces cuando lo comprendió todo.

—Tú... —comenzó a decir, llevando él también una mano hasta el rostro de Draco y acariciándole una mejilla—. Tú regresaste de esa realidad alterna ya amándome, ¿cierto? ¿Eso pasó antes de la cena de Navidad en casa de Andrómeda, verdad? Tú... esa noche, la noche en tu loft... tú ya estabas enamorado de mí. Por lo que viviste, quiero decir.

Encima de él, Draco apretó los labios. Después de dudarlo un momento, asintió una sola vez, apenas levemente, sin dejar de mirar a Harry a los ojos. A éste, los ojos se le humedecieron al imaginar lo que Draco habría sufrido al estar ya enamorado de él. Y pensar que había sido tan idiota como para creer que Draco sólo lo había usado para poder correrse sin comprometerse a más.

—Lo siento mucho, yo no... —comenzó a susurrar Harry, apresurado, pero se silenció porque Draco negó con la cabeza.

—Tú no tenías idea, y mucho menos tenías la culpa. No tienes por qué disculparte. Quizá las cosas se dieron de ese modo por alguna razón. Lo importante ahora es...

No pudo terminar de hablar porque Harry levantó la cabeza y volvió a besarlo con pasión. Lo besó duro y firme durante unos segundos, y luego le aseguró:

—Lo importante es que ya te amo.Te amo, Draco. Como nunca amé a nadie —le dijo con todo el sentimiento que fue capaz, mirándolo a los ojos—. Y, ¿sabes una cosa? De hecho estoy casi seguro de que comencé a enamorarme de ti esa misma noche. ¡Una mamada y me dejaste idiota! No podía dejar de pensar en ti...¿No te conté que al otro día corrí a ver a Bill creyendo que me habías echado Amortentia en el el vaso de whisky?

Draco soltó un resoplido de risa y negó con la cabeza.

—No, pero no me extraña. Siempre has sido así de lento.

—¡Oye! —espetó Harry y le dio una nalgada juguetona en el trasero. Draco soltó una pequeña carcajada y volvió a besar a Harry durante un momento más mientras se acomodaba entre sus piernas, una mano apoyada contra el colchón a un lado de Harry, con la otra, tomándose su erección para dirigirla hacia el culo del moreno.

Harry sintió el modo en que la punta del miembro de Draco le toqueteaba la sensible piel de su entrada y gimió mucho, abriendo más las piernas y elevando las caderas, pidiéndolo. Draco soltó un gruñido ante su respuesta. Su erección, resbalosa de lubricante y ardiente de deseo contenido, comenzó a hacerse nido en el culo de Harry, entrando poco a poco, lento y un tanto doloroso.

Los dos jadearon, sobrepasados. Conforme se movía y se enterraba en Harry, Draco masculló sobre sus labios, aliento caliente y húmedo:

—Oh Harry, joder, joder, te amo, te amo. Sé mío, por favor, sé mío para siempre...

Harry sólo pudo gimotear de manera afirmativa, asintiendo, diciéndole que sí a Draco a cualquier cosa que le pidiera, aceptando lo que fuera.

El ardor que sentía, por alguna razón, sólo lo excitaba más y más. Echó la cabeza hacia atrás, incapaz de seguir besando a Draco en la boca, demasiado ocupado en asimilar el modo en que Draco lo estaba tomando y lo estaba llenando y entonces el rubio aprovechó para dejar caer su boca sobre su cuello y comenzar a morderlo al mismo tiempo que terminaba de entrar en él.

Harry soltó un bramido largo y ronco: tener a Draco así dentro, totalmente dentro, era lo mejor que había sentido en mucho tiempo. No recordaba que ser follado se sintiera así de bien, y fue entonces que un pensamiento le pasó a toda velocidad por la mente: quizá nadie te lo había hecho con verdadero cuidado y amor como él, y supo que sí, que tal vez era así.

Como fuera, Draco estaba enorme, estaba dentro y dolía, pero se sentía bien. El rubio se empujó un poco más hasta llenar totalmente a Harry y se quedó así, sólo besándolo y mordisqueándole el cuello, dándole tiempo para acostumbrarse a aquella dulce y posesiva invasión. Harry luchó para relajar cada músculo mientras se habituaba a la intrusión: no podía dejar de emitir gemiditos, los cuales escapaban de su garganta casi de modo inconsciente y que, por alguna razón, parecían enardecer más a Draco, quien no podía quedarse totalmente inmóvil y se empujaba levemente contra él mientras gemía y lo besaba.

—Di-dime... dime cuando pueda mo-moverme —dejó escapar Draco con voz estrangulada contra el cuello de Harry, temblando por la tensión de contenerse—. Oh, dios, Harry, te sientes tan... Tan... Joder, joder, estás tan apretado. Por Merlín... ¿no me digas que es tu primera vez?

Harry soltó una pequeña risa sofocada.

—No-no, pero... tenía bastante tiempo que-que no...

Draco elevó el rostro y lo miró a los ojos todavía con más agradecimiento que antes.

—Debiste haberme dicho, estúpido —susurró con gran cariño, observándolo con devoción. Una gota de sudor le escurrió por la frente y el rostro sonrosado, cayendo hasta los labios de Harry. Éste lamió la pequeña gota sabor a sal y Draco gimoteó y se inclinó para besarlo.

Como si aquella fuera la señal que estaba esperando, o quizá porque ya no podía contenerse ni un momento más, Draco comenzó a moverse lentamente. Primero, movió las caderas hacia atrás sin dejar de comerse la boca de Harry, tan lento, tan lento que pareció eterno, y luego, arremetió hacia delante también de modo cadencioso, lloriquerando conforme la larga extensión de su miembro volvía a introducirse a través del apretado anillo de la entrada de Harry.

Harry también gimió y volvió a arquearse contra él.

Draco parecía estar pasando el mejor momento de su vida. Su rostro estaba contraído en una mueca de pasión y disfrute que Harry jamás le había conocido: los ojos bien apretados, sus labios entreabiertos, rojos y mojados de saliva, dejando escapar gemidos conforme entraba y salía de Harry en movimientos muy, muy suaves y lentos, una y otra vez.

Harry, quien poco a poco se sentía menos y menos adolorido y cada vez más excitado, comenzó a moverse al unísono, lo más que podía hacerlo con el peso de Draco sobre él, elevando las caderas para recibirlo, abriendo más las piernas, todo lo que le era posible, comenzando a disfrutar bastante del modo en que su culo ya bien dilatado aceptaba la erección de su novio de modo casi natural, resbalosa y caliente, y joder, se sentía bien, muy bien.

—Draco... ah. Más. Dame más, creo que ya puedo aguantar... más...

Draco, quien parecía que ya no podía ni hablar, pasó sus brazos por la espalda de Harry y lo abrazó bien apretado. Entonces, clavándose profundamente en él en una estocada mucho más brusca que todos sus movimientos anteriores, Draco se incorporó hasta quedar hincado sobre la cama, llevándose a Harry consigo, quien quedó sentado sobre la entrepierna del rubio y con la erección de éste bien enterrada en su trasero, mucho, mucho más adentro que cualquier instante anterior.

La sensación fue un tanto dolorosa y bastante intensa, por lo que Harry también se abrazó de Draco y gimoteó largamente.

Draco pareció comprender y volvió a quedarse quieto, esperando, dándole tiempo.

Durante unos segundos, ambos magos se quedaron así sobre la cama: el uno hincando, temblando de deseo, sosteniendo a su adorado amante sobre su ingle y piernas, ambos abrazados bien apretadamente, gimiendo, suspirando y resoplando, acostumbrándose a la impetuosa sensación de estar así, tan metido el uno dentro del otro. El dolor que Harry había sentido comenzó a ceder con rapidez, convirtiéndose pronto en nada más que ansiedad y ganas de continuar, de una necesidad imperiosa por moverse y culminar, por seguir dándole placer a Draco, el hombre a quien amaba de modo atemorizante y feroz. Usó sus piernas para rodear a Draco y poder sostenerse mejor.

—Draco —dejó escapar en un gemido ahogado, intentando decirle que ya estaba listo, que podían continuar. Por toda respuesta, Draco, quien tenía su rostro enterrado en el recoveco del cuello y hombro de Harry, sólo gruñó y bajó las manos hasta acunar su trasero.

La punta de sus dedos rozó ese sitio donde sus cuerpos estaban uniéndose y ambos gimieron. Draco aferró a Harry de las caderas y comenzó a levantarlo. Harry lo ayudó, apoyándose sobre el colchón con sus pies, empujándose hacia arriba al colocar las manos sobre los hombros de Draco.

Pronto, ambos magos encontraron un modo de moverse juntos con un ritmo que ya no tenía nada de suave ni de amable, el pene cada vez más erecto y duro y goteante de Draco entrando y saliendo del culo de Harry con brusquedad, encontrando y dándole en la próstata apenas unos pocos intentos después. Harry gimió largamente y echó la cabeza hacia atrás: cada vez que Draco lo embestía, podía sentir el modo en que golpeaba ese punto y mandaba olas de calor por todo su cuerpo, por cada nervio, ondas de choque eléctrico que lo hacían estremecerse y brincar de placer. Y lo mejor era que esa sensación se repetía cada vez, cada vez, cada que Draco entraba y salía y joder, joder, Harry no iba a aguantar más. Comenzó a estremecerse y a jadear incontrolablemente, podía sentir su propio miembro duro al punto de la rigidez, imposiblemente erecto, escurriendo, empapando los estómagos de los dos y, antes de que pudiera pensar en tocarse, antes de ser totalmente consciente de que ya estaba al borde, Harry comenzó a expulsar blanquecinos chorritos de semen, lánguidamente, casi como si su cuerpo completo se negase a finalizar.

Draco pareció sorprenderse ante eso. Se separó un poco de Harry y miró hacia abajo, hacia el vientre de Harry, donde la erección de éste se corría y se corría y embarraba los estómagos de ambos con su viscosa secreción aperlada. Harry, increíblemente, se excitó todavía más por el modo tan pervertido en que Draco estaba mirándolo, y, sin poder soportarlo más, cerró los ojos y simplemente se dejó perder en la sensación de aquel orgasmo sin igual.

—Joder, Harry —gimoteó Draco y se estremeció, apretando a Harry duramente con las manos de donde podía, enterrándose en él con más furia, fuerza y velocidad, soltando un quejido largo y gutural y quedándose repentinamente quieto, lo más profundo que pudo llegar, llenando a Harry con su propia esencia.

Harry, jadeante, desfallecido, sintiéndose tan pleno y feliz que creía que podría llorar, buscó el rostro de Draco con el suyo y lo besó duramente. Draco le correspondió de inmediato, y ambos se quedaron así, uno dentro del otro, prolongando el momento, con el corazón todavía acelerado y la respiración agitada, besándose furiosamente al inicio y mutando ese gesto, poco a poco, en un beso más suave y tranquilo hasta llegar al punto donde, al igual que sus respiraciones, todo se calmó.

Se dieron pequeños besitos durante un par de minutos más. Entonces, Draco suspiró hondamente y, con un cariño indecible y con gran cuidado, le ayudó a Harry a bajar de él y a acostarse sobre la cama. Se dejó caer a su lado y lo abrazó sin importarle el semen y el sudor que mojaban los vientres de los dos.

Harry sabía que nunca había sentido algo igual, pero no encontraba palabras para manifestárselo a Draco, para hacérselo saber, para agradecérselo.

—Draco... —masculló y buscó sus ojos. Draco elevó la cabeza para corresponder su mirada.

—¿Sí? —preguntó con una sonrisa presuntuosa.

Harry resopló y dejó caer la cabeza sobre la almohada otra vez.

—Oh no, no voy a decirlo. Olvídalo.

Draco se rió y se apretó más a su costado.

—Pobres de ustedes, los Gryffindor, que no tienen modo de ocultar sus más oscuros secretos —se burló—. Tú especialmente, Potter. Eres tan transparente que ya sé qué era lo que ibas a decirme. Ibas a confesar que lo que acaba de pasar te ha transformado de tal modo, que vas a declararte el pasivo de esta relación.

Harry boqueó indignado.

—¡Claro que no! Sí me gustó, no lo niego, pero...

¿Te gustó? —repitió Draco con más indignación que él—. ¿Sólo "te gustó"? ¡Potter, acabas de correrte sin ni siquiera tocarte, sólo con el empuje de mi polla dentro de ti! ¡Apuesto mi mansión a que fue el orgasmo de tu vida! ¡No me salgas con que sólo "te gustó"!

Harry cerró los ojos y gimió con derrota. Sintió que su pene fláccido daba un tirón de interés ante las meras palabras de Draco. Se cubrió la cara con las manos. Era vergonzoso que ya tuviera ganas de que Draco se lo follara igual de intenso otra vez.

Draco, quien quizá se dio cuenta de qué era lo que le pasaba, soltó risitas y le dio un par de besos en el hombro.

—No te preocupes, voy a guardarte el secreto. No le confesaremos a nadie que te has vuelto adicto a mi polla y que te mueres porque te folle diariamente, ¿de acuerdo? Puedes seguir siendo pasivo de armario, si lo quieres así.

—¡Eres insoportable, presumido y pedante! —exclamó Harry y le dio la espalda.

Draco se rió mucho, pero no dejó de abrazarlo y Harry no hizo nada para separarse.

—Lo sé, ya me lo han dicho hasta el cansancio. Pero, ¿sabes qué es lo mejor de todo? Que sé que tú me amas a pesar de todos mis defectos.

No obstante el tono de broma que ambos estaban manejando, eso último había sonado demasiado sincero y hasta un poco triste. Harry sintió que se le abría un agujerito en el pecho y de nuevo se giró sobre la cama para encarar a Draco. Lo miró a los ojos y le aseguró:

—Por supuesto que te amo, Draco. Muchísimo. Eres un ser humano excepcional y yo me siento honrado de que me quieras a tu lado —finalizó, sonriendo en lo que, él esperaba, fuera un gesto alentador y tierno.

Draco sonrió también y lo abrazó más firmemente.

—¿Eso quiere decir que siempre te dejarás follar por mí?

Harry sonrió y le dio una nalgada.

—No tientes a tu suerte, Draco Malfoy.

Ninguno de los dos volvió a decir nada durante un largo rato. Se quedaron abrazados, muy pegados, y se sentía tan bien que Harry creyó que podría quedarse así para siempre y sobreviviría sólo de eso.

Cerró los ojos y, en el silencio que siguió mientras ambos terminaban de recuperarse, Harry no pudo evitar visualizar el futuro increíble que parecía abrirse ante ellos. Ser parte de una misma familia. ¿Casarse? ¿Vivir juntos, compartir todo... tener un hijo?

Así que... Eltanin, ¿no?, pensó con gran emoción, pero no lo dijo en voz alta. Por alguna razón, no podía dejar de pensar en ese hipotético bebé, el cual, con el pasar de las horas, iba dejando de ser cada vez menos hipotético y volviéndose más real. Era extraño, era como si... era como si Harry ya lo conociera de algún sueño lejano.

Ya sea que hubiera sido fantasía, sueño o alucinación sufridos por Draco, el punto era que se sentía real. Una posibilidad real.

Apretando los labios, sintiendo que los ojos se le humedecían, Harry tomó las manos con las que Draco lo estrechaba, especialmente la izquierda, y, acariciándole tiernamente el dedo anular, llegó a la conclusión de que no podía esperar a poner un anillo ahí.

Pronto, quizá...

Sonrió y, sintiéndose el mago más afortunado del mundo y totalmente a salvo, se permitió dormir una pequeña siesta junto a quien, él sabía ya, sería su pareja para toda la existencia.


Eran ya casi las ocho de la noche cuando finalmente el coche tirado por thestrals tocó suelo inglés, aterrizando a las afueras de la mansión en el mismo punto donde habían partido apenas cuatro noches atrás. Sólo que en esa ocasión, Enescu no iba con ellos y, en cambio, traían al famoso Trío Dorado y a una serpiente rey negra de contrabando.

Estar de nuevo en casa, ahora siendo novio de Harry, con una amistad en ciernes con Granger y Weasley, y con las cosas arregladas entre su madre y su tía Andrómeda, provocaban que Draco se sintiese tan feliz que a ratos tenía que pellizcarse para comprobar que no era un sueño. Además, Enescu estaba en prisión y en camino a su muerte, aunque solamente Draco fuera el único que conociese ese secreto. Suspiró con regocijo al pensarlo: se moría (aunque no literalmente como Enescu) porque pasaran los días para regresar a América a visitarlo en prisión por última vez.

Verlo retorciéndose de dolor peor de cómo lo había hecho retorcerse a él cuando lo torturó, le iba a dar años de vida. En el camino a casa, mientras atravesaban el Atlántico y cuando ya todos estaban echándose una siesta menos Harry y él, el moreno le había manifestado su preocupación acerca de que Enescu continuara intentando hacerles daño. Draco, sin poder evitar una gran sonrisa, le había asegurado de que ya no sería así, que tenía que confiar.

—¿En quién voy a confiar, en un sistema judicial donde los jueces pueden ser corrompidos por el oro? —había susurrado Harry en el rincón que ocupaban Draco y él dentro de la carroza—. ¿Sabes que su familia en Rumanía continúa siendo importante y adinerada, no? ¿Qué tal si hacen algo para ayudarlo a salir de prisión antes de tiempo?

Draco sólo había sonreído y no le respondió. Harry no podía saberlo, pero en unos pocos días, Enescu pasaría al olvido. Y a mejor vida, también.

Pensando en eso, Draco se apeó del coche en cuanto aterrizaron y ayudó a bajar a los demás. Llevaron sus maletas y baúles al interior de la casa; Narcisa insistió en que nadie se iría sin cenar y los pasó a todos al comedor, no sin antes permitirles descansar un momento y lavarse un poco si sentían la necesidad.

Narcisa estaba radiante y feliz y Draco se sentía muy orgulloso. No comprendía por qué no se había dado cuenta antes de que su madre necesitaba esa interacción social para sentirse plena. Era increíble que hubiese tenido que largarse a una vida alterna para descubrir en cuántas cosas había estado fallando como hijo, como amigo, como persona.

Pensó en Snape y, en silencio, le agradeció lo que había hecho por él. Ahora ya entendía que "el vistazo" realmente había sido un regalo. Se hizo la nota mental de mandar a hacer un retrato de su viejo profesor para colocarlo en una de las galerías de la mansión. Y quizá, también uno de él con Harry, por qué no...

Después de un rato, cuando los elfos de la casa -bajo las órdenes de su madre- tuvieron ya todo listo, Narcisa los pasó al comedor y tuvieron una cena de lo más agradable, la cual, sin querer, se convirtió en festejo de Víspera de Año Nuevo para todos ellos.

Draco no recordaba cuándo había sido la última vez que esa mesa había estado rodeada de tanta gente querida para él siendo realmente feliz. Pensó que sólo le faltaban Blaise y Pansy para sentirse completo; y no descartó que, para el siguiente año, también ahí los tendría a ellos.

Y a Eltanin...

Miró hacia Harry quien, al otro lado de la mesa, no cesaba de observarlo con adoración. Bueno, quizá la llegada de Eltanin demoraría un poco más, era imposible saberlo, pero con lo rápido que avanzaba su relación con Harry, no le parecía tan descabellado que ambos estuviesen planeando una boda en poco tiempo.

Se acaloró mientras pensaba en eso y hasta hizo planes para comenzar a buscar anillos en las joyerías más especializadas y exclusivas.

Pasó el resto de la cena flotando en nube de emoción, expectativa y felicidad.


Al finalizar la cena, Granger y Weasley fueron los primeros en despedirse. Pero antes de retirarse por la red flu, Granger le pidió a Draco unos minutos para hablar a solas. Si alguien se extrañó por aquello, no lo demostró.

Draco, sintiendo un tremendo déjà vu que lo transportó a la noche dentro del "vistazo" donde le había invitado a Granger una copa de crema de menta, la condujo hacia el mismo salón bar para hablar. Una vez ahí, le dijo con una sonrisa sabihonda que no pudo disimular:

—¿Puedo tentarte con un poco de crema de menta? Sé que te agrada bastante.

Granger lo miró boquiabierta, pero quizá llegó a la conclusión de que Harry le habría dicho algo, pues lo dejó pasar sin darle más importancia.

—Claro, muchas gracias. Eres... muy amable.

Draco sirvió dos copas, una con crema y la otra con whisky, e invitó a Granger a sentarse. Ella se negó.

—No, no, no puedo demorarme. Nos están esperando en casa de los padres de Ron para recibir el Año Nuevo. Normalmente, Harry nos acompaña, pero supongo que esta vez lo pasará contigo. ¿Tienen ya algún plan?

Draco negó con la cabeza, aunque la verdad era que sí tenía uno, sólo que no lo había consultado con el moreno. Era algo bastante importante y necesitaba manejarlo con cuidado para no fallar.

—¿Así que acostumbran pasarse el Año Nuevo en La Madriguera? —preguntó, dándole un trago a su whisky—. ¿Nada de ir a Londres o salir fuera?

Granger lo miró un tanto extrañada.

—No, no... ¿por qué preguntas?

Draco sonrió mucho y suspiró. ¿Eso quería decir entonces que la tradición de ir a ver los fuegos artificiales a Londres que tenían todos ellos en "el vistazo", también había sido consecuencia de la decisión de Draco? Interesante.

Por alguna razón, se sintió entusiasmado.

—Por nada en especial. ¿Qué era lo que necesitabas decirme?

Granger se empinó de un trago su crema de menta como para darse valor y miró a Draco a los ojos.

—Lo siento, Malfoy, es que no resulta fácil para mí... Mira, Ron y yo hemos estado hablando mucho de ti y de Harry los últimos días. Al principio, te soy sincera, su noviazgo nos preocupó bastante. Pero no estamos ciegos y no pudimos continuar negándonos a la realidad. Hemos visto con nuestros propios ojos lo que Harry significa para ti y lo que eres capaz de hacer por él e incluso por Teddy. Digamos que... nos tienes francamente asombrados y nos has callado la boca del modo más espectacular. —Hizo una pequeña pausa donde sonrió mucho, como si pensara en su pelirrojo marido y en alguna conversación sostenida con él—. El punto es que Ron y yo nunca habíamos visto a Harry así de feliz —dijo con la voz llena de sentimiento—. En serio, Malfoy. Nunca. Y yo sé, y Ron también lo sabe, que tú eres la causa directa de su felicidad. Así que... gracias. Gracias por amarlo así, por hacerlo así de dichoso. En verdad te lo digo, espero que su noviazgo dure mucho. Para siempre, ¿por qué no? —concluyó con los ojos húmedos.

Draco pasó saliva.

—Pues... ¿Gracias, supongo? —intentó bromear, pero la verdad era que se sentía halagado y satisfecho.

Granger le sonrió.

—Además, está también lo que hiciste con los edificios de los centros sociales, los nombres que les pusiste. Se lo he contado a Ron y no puede creerlo. Afirma que alguien te secuestró y te cambió por otra persona.

Draco soltó una carcajada.

—Pues, aunque no lo creas, tu marido no está tan mal encaminado con sus ideas —afirmó cuando pudo dejar de reír.

Granger sólo lo miró con el ceño ligeramente fruncido.

—No entiendo qué quieres decir, y la verdad creo que no quiero saberlo. Ahora, imagina cuando Harry se entere... ¡Si así, ya te ama! —Draco levantó el rostro y la miró a la cara. De pronto, todo aquello fue demasiado y no sabía qué decir—. Porque Harry te ama, eso es notorio.

—Se suponía —dijo Draco en voz baja—... se suponía que iba a ser un secreto lo de mi participación en el proyecto del Lily y el James.

Granger lo miró, impresionada y divertida.

—¿El Lily y el James? Curiosa manera de llamarlos, ¡me gusta! Y vamos, no puedes negarme que se volverá imposible que Harry no se entere de que tú estás detrás de todo y más si van a ser novios.

Draco sonrió, sabiendo que Granger tenía razón. A él le esperaban varios meses de trabajo codo a codo con Granger para sacar adelante la remodelación y administración de los centros sociales: iba a ser imposible que Harry no atara cabos tarde o temprano y se diera cuenta de todo. Además... se pondría feliz y Draco quería verlo.

—En fin —dijo Granger entonces y dejó la copa sobre la barra—, tengo que irme. Para finalizar, quería darte las gracias por lo que hiciste por mí en el estacionamiento del aeropuerto de San Antonio.

Draco comenzó a negar con la cabeza.

—Granger, no tienes que...

—Mira, Malfoy —lo interrumpió ella—, en serio, basta. La falsa modestia no te queda, y menos en este caso. Tú escuchaste tan bien como yo lo que dijeron los mafiosos en el cuenco: el disparo iba directo a mi corazón. Si tú no te hubieras atravesado, yo no estaría aquí ahora tomando una copa contigo. Así que... gracias. Si alguna vez... Si alguna vez, puedo hacer algo por ti para pagártelo, no dudes en pedírmelo. Después de todo, lo que nos une ahora es una deuda de vida y sé bien que, entre magos y brujas, eso no es algo que se tome a la ligera —finalizó, completamente seria y con los ojos brillantes. Dio un paso delante, como si deseara abrazar a Draco pero no se atreviera.

Draco la habría abrazado de buena gana, en serio que sí, pero imaginó que tendría que darle tiempo y espacio a la relación de amistad entre ellos dos, así que sólo se quedó quieto mientras Granger le tomaba un brazo y le daba un cálido apretón.

—De acuerdo, Granger. Lo tendré en cuenta —dijo finalmente, sonriéndole mucho, el pecho ardiéndole de esperanza.

Granger también le sonrió.


Un rato después, tanto Granger y Weasley como Andrómeda y Teddy, se habían marchado ya. Harry había parecido dubitativo, como si no supiera si podía quedarse o debía marcharse, así que Draco le ayudó a decidir invitándolo a conocer la mansión. Narcisa, sonriendo con complicidad, se despidió de ambos y anunció que se iría a descansar a su habitación.

Así que Draco se llevó a Harry a pasear por toda la planta baja y, cuando pasaron por el punto en la galería este donde, en "el vistazo", había habido un retrato de ellos dos con Eltanin, Draco suspiró con nostalgia.

Algún día, pensó. Miró su reloj y le dijo a Harry:

—Harry, ya falta muy poco para la medianoche. Granger me dijo que ustedes suelen festejar la llegada del Año Nuevo en La Madriguera, y yo me preguntaba si querrías marcharte a acompañarlos, o...

Harry se detuvo, se paró ante él y lo tomó suavemente de los brazos.

—¿O...?

Comenzó a besar a Draco sin darle tiempo para responder. Lo besó, y lo besó, pegándose a él y restregándose un poco. Draco soltó risitas contra los labios del moreno cuando escuchó que sus antepasados en los retratos comenzaron a carraspear cada vez más alto y a soltar exclamaciones escandalizadas.

Se separó a regañadientes de Harry y ambos suspiraron.

—O podrías aceptar mi invitación a ir a Londres a mirar los fuegos artificiales junto al río y, después de eso, ir a un bar muggle donde nos embriagaremos y recibiremos el Año Nuevo del mejor modo posible.

Harry se separó más de él y lo miró a los ojos.

—Qué propuesta tan... interesante —confesó—, pero me temo que ya es demasiado tarde para ese plan. ¿Nunca has visto la cantidad de gente que va a ver ese espectáculo? Van a apartar sitio desde horas antes. En este momento, a punto de comenzar, ya no vamos a caber en ningún sitio.

Draco sonrió muy pagado de él y negó con la cabeza, fingiendo decepción.

—Potter, Potter, ¿olvidas con quién estás hablando? ¿Olvidas que eres mago?

Sacó la bonita varita de arce que los kikapú le habían confeccionado y regalado, y ejecutó un par de accios para convocar los abrigos de los dos. Sin dejar de sonreír, le dio a Harry su abrigo y lo aferró muy fuerte de un brazo. Entonces, se desapareció junto con él, llevándoselo al punto más cercano al Big Ben en Londres.

Se aparecieron en una calle un poco alejada del río para no asustar a la gente que se congregaba allá. La ciudad estaba llena de luz y de vida a pesar de la hora y del frío endemoniado que estaba haciendo. Ya no nevaba, pero hacía un poco de viento. Con Harry a su costado y sin soltarlo, Draco miró hacia lo más alto de la torre del Big Ben y, concentrándose en ese sitio, volvió a desaparecerse arrastrando a su novio, quien apenas abría la boca para preguntar.

—¡Woa! —gritó Harry cuando él y Draco se materializaron en el borde de los arcos de la parte más alta de la torre, justo junto a las enormes campanas, arriba de la gigantesca carátula del reloj.

El viento ahí se sentía tan violento que casi los derrumba. Draco se apresuró a conjurar un encantamiento imperturbable a su alrededor, seguido de uno de calefacción pues ahí el frío arreciaba. Estaban ni más ni menos que a casi cien metros del suelo: era una altura nada despreciable. Draco había pensado que también podrían haberse aparecido justo detrás del cristal del reloj, el cual funcionaba como ventana, pero creyó que el espectáculo sería mucho más impresionante si lo admiraban así a la intemperie.

Habían llegado justo a tiempo. Frente a ellos, vieron un enorme tablero con un "60" digital que ya iba en cuenta atrás. 59, 58, 57...

Abajo, a orillas del río y varias calles hacia atrás, el mar de gente era inmenso. Todo estaba iluminado y el ruido era ensordecedor. 45, 44, 43...

Las personas comenzaron a gritar más. Todos los monumentos y edificios de aquella parte de Londres tenían tantas luces en ellos que casi parecía de día. Draco miró hacia abajo y juraba que podía distinguir los rostros de toda la gente que estaba ahí. 30, 29, 28...

Gente cuyos ojos estaban clavados en el Big Ben, y fue cuando Draco cayó en cuenta de que era lo que estaba a punto de pasar.

—¡Mierda, las campanadas de las doce!

Harry miró hacia atrás, hacia las monstruosas campanas que, inmóviles, esperaban a que el conteo terminara para comenzar a marcar los doce toques que iban a darle entrada al año nuevo. Abrió los ojos con espanto, pero sacó su varita de inmediato. La agitó y aplicó un encantamiento aislante en el imperturbable que Draco había puesto, justo cuando la cuenta atrás llegó al cero y las campanas comenzaron a moverse con gran fuerza.

—¡Por Merlín! —exclamó Draco y soltó una carcajada. Ahí donde estaban ellos, justo en el campanario, tendrían que haberse quedado sordos ante semejante estruendo, pero gracias al encantamiento protector de Harry, sólo escucharon las campanadas amortiguadas. Por puro instinto, Draco se había llevado las manos a las orejas para cubrírselas: era rarísimo estar junto a las campanas y verlas moverse, pero escucharlas muy lejanas. Se rió más y se obligó a bajar las manos. Se giró hacia Harry, quien también estaba muy divertido e impresionado.

Ambos se miraron y se sonrieron. Los ojos de Harry refulgían con la luz de la pirotecnia que ya explotaba detrás de ellos.

Sonrojado por el frío y la emoción, Harry se le fue encima a Draco y lo tomó de las mejillas con sus manos envueltas en guantes. Plantó su boca sobre la suya y lo besó.

Lo besó mientras sonaban las campanas, una, otra, tres, cuatro, doce veces. Lo besó con furia y anhelo y agradecimiento, y con muchísimo cariño, todo mientras aquello duraba, mientras el 2006 se les escurría entre los dedos y llegaba el 2007. Harry besó a Draco como si no hubiera un mañana, como si aquella fuera su última oportunidad, mientras finalizaba aquel año de locura en el que Draco había vivido una semana extra metido en un "vistazo" que le había hecho replantearse su vida entera y lo había empujado a atreverse y a dejar de temer el rechazo de los demás.

Temblando por tanta emotividad, con los ojos llenos de lágrimas, Draco también se aferró de Harry para demostrarle con eso que jamás iba a dejarlo marchar. Se agarró de las mangas del abrigo de Harry Potter; del mago que siempre había significado tanto en su vida, del jugador estrella de quidditch que él creía inalcanzable y quien ahora estaba ahí a su lado como novio, como futuro prometido, como posible padre de su hijo.

Era el fin de año perfecto. El mejor de toda su puta vida.

Las doce campanadas finalizaron y, atrás de ellos, la famosa noria gigantesca de la ciudad, el London Eye, estalló en fuegos artificiales de miles de colores.

—Feliz año nuevo, Draco —murmuró Harry contra sus labios, soltando a Draco del rostro para sacarse los guantes. Una vez que tuvo las manos desnudas, buscó el modo de meterlas entre los pliegues de la ropa de Draco hasta encontrar la suave piel febril de deseo.

Diez minutos después, casi como si lo hubiesen hecho a propósito y en sincronía, sus orgasmos explotaron al mismo exacto tiempo que estallaba el gran final de los fuegos artificiales y el aire alrededor de ellos se llenaba con el aroma de la pólvora y el sexo.

Cien metros abajo, la multitud rugió y lo único que Draco pudo escuchar fueron promesas de una vida llena de satisfacciones, luchas y amor, la cual comenzó ahí en ese mismo instante y lugar.

—Feliz año nuevo, Harry —susurró contra el alborotado cabello negro de su jugador favorito de quidditch, quien, en respuesta, sólo lo abrazó más.

fin


nota final:

Bueno, este fue el último capítulo del fic. Seguramente en poco tiempo agregue también un epílogo, así que todavía leeremos un poco más de éstos dos y su familia muy pronto!

¡Muchísimas gracias a todes por haberme acompañado en la aventura de escribir este fic! Ha sido increíble para mí, y agradezco sobre todo la confianza que tuvieron en que estaría actualizando a intervalos regulares y que no abandonaría. Espero que les haya gustado y haya cumplido sus expectativas. ¡Nos leemos pronto!