©"IT" y sus personajes pertenecen a Stephen King


7

Tumbado en la cama, Richie evoca ese primer beso con sabor a limón.

Una sonrisa soñadora se forma en su cara pensando en el rostro de Eddie, a sólo unos centímetros del suyo, con los ojos cerrados y los labios dispuestos, respirando el mismo aire. Es un sueño hecho realidad. Mejor que un sueño. Porque jamás imaginó que Eddie podría besar así, con una mano enredada en su pelo y la otra en su nuca, atrayéndolo hacia él para profundizar el beso, buscando su lengua sin pudor.

El sonido del teléfono suena en el salón y llega a los oídos de Richie, que se levanta de un salto y baja corriendo las escaleras.

—¡Yo contesto! —grita de camino.

Se abalanza contra el mueble donde está el teléfono y descuelga de inmediato.

—¿Diga? —responde sin aliento.

—Hola —contesta Eddie al otro de la línea.

Y Richie no puede evitar sonreír de oreja a oreja.

—Hola —dice otra vez, haciendo reír a Eddie—. Llevo todo el día pensando en ti.

—Yo también…

Sus latidos se aceleran sólo con eso. Porque a pesar de decirse lo mismo todos los días durante casi una semana entera, sigue siendo increíble escucharlo.

—Te echo de menos.

Eddie se ganó un castigo de tiempo indefinido por llegar tarde después de su cita. Por esa razón no han podido verse. Hasta ahora.

—Sobre eso quería hablarte. Mi madre me deja salir hoy con la condición de que esté en casa cuando anochezca.

—¿Eso significa que…? —Su rostro se ilumina.

—¿Podemos vernos en los Barrens en media hora?

—Sí, por supuesto.

—Nos vemos en media hora.

—Sí. En media hora. Los Barrens. —Está tan contento que no es capaz de construir una oración completa—. Eddie.

—¿Sí?

"Te quiero", quiere decir. Pero se contiene porque ya lo asustó una vez siendo demasiado directo y no quiere fastidiar lo que recién han empezado.

—Nada, da igual.

Sin embargo, Eddie averigua lo que piensa a través del auricular.

—Yo también te quiero. Nos vemos en un rato —dice antes de colgar.

Richie no puede contener la emoción. Corre hasta su habitación y se lanza sobre la cama exhalando un suspiro. Mira al techo sin mirar a ningún sitio en concreto y se permite rememorar una vez más los besos de Eddie.

De repente repara en que tiene que cambiarse de ropa y la decisión de qué ponerse le lleva más de quince minutos, acabando con todo su armario volcado en las sábanas. Pero no puede detenerse a ordenar el desastre porque está ansioso por llegar. Así que se sube a su bicicleta y pedalea lo más rápido que puede.

Hace un día de verano radiante. El Sol brilla en lo alto y el cielo está despejado, de un azul intenso casi cegador. Mientras se dirige a los Barrens, cierra los ojos sobre la bicicleta, respirando el aire del bosque y dejando que la suave brisa acaricie su rostro. Definitivamente es un día perfecto.

Cuando llega a la zona donde siempre se reúnen con sus amigos, no ve a nadie. Deja la bicicleta a un lado del camino, escondida entre unos arbustos altos, y se acerca a la orilla del río, sentándose en una de las grandes rocas a esperar.

Pero no pasa mucho tiempo solo, porque Eddie tarda poco en venir.

Deja su bicicleta entre los mismos arbustos y corre hacia él. Richie lo ve y se levanta para recibirlo con un abrazo, pero Eddie tiene otra idea en mente. Sin pensárselo dos veces, une sus labios en un largo y necesitado beso que deja a ambos sin oxígeno, con Richie sentado de nuevo en la roca y Eddie sobre su regazo, rodeándolo con brazos y piernas.

—Espera, hay algo que quiero preguntarte. —Richie se separa haciendo un gran esfuerzo, pues Eddie no parar de repartir besos por su barbilla.

¿Mmh?

—¿Quieres ser mi novio?

Eddie deja de besarlo para mirarle a los ojos directamente.

—Claro que sí —responde con seriedad.

Entonces Richie lo estrecha contra su pecho, feliz de que haya aceptado por fin después de tanta insistencia. Le da las gracias al oído, recibiendo una mirada de desconcierto por su parte.

—¿Por qué me das las gracias?

—Por darme una oportunidad. —Eddie resopla, pero a su vez le acaricia la mejilla y el cuello con afecto—. Es en serio. No se me ocurre nada más perfecto que esto, nosotros, tú. Me gustas tanto…

—Gracias a ti por no rendirte nunca.

No saben cuánto tiempo pasan así, abrazados, disfrutando el uno del otro, alejados de un mundo injusto que no acepta lo que sienten. Porque finalmente ambos aceptan sus sentimientos y eso es lo único que importa.

—¿Qué vamos a hacer a partir de ahora? —pregunta Eddie en voz baja, en armonía con el arrullo del río.

—Ser novios.

—Idiota, me refiero a qué vamos a hacer ahora que somos novios.

—No sé, cualquier cosa que hagamos será como la primera vez.

—¿Qué quieres decir? —Eddie lo mira sin entender.

—Por ejemplo, esta es la primera vez que venimos aquí como novios —explica Richie, acariciando su pelo con extrema delicadeza.

—No lo había visto desde ese punto de vista, pero eso suena muy bien.

Eddie vuelve a acurrucarse sobre él, apoyando la mejilla en su hombro.

—También podemos tener sexo.

—¡Por Dios, Richie, tenemos catorce años! —exclama apartándose otra vez.

—No tiene que ser ahora —dice intentando abrazarle para que se tranquilice, pero él lo aparta y se sienta en la roca—. Hay tiempo de sobra hasta que nos casemos.

—¿Casarnos? —Eddie pone cara de espanto.

—Algún día.

—Me estoy agobiando.

—No pienses en ello, aún falta mucho para eso.

—¡Entonces deja de hablar de cosas que no van a pasar todavía!

—¡Has sido tú quien ha preguntado!

La discusión termina ahí. Eddie respira hondo y Richie piensa en lo que ha dicho. Aunque no le importa esperar el tiempo que haga falta, siente demasiada curiosidad por descubrir más cosas sobre Eddie. Como si gemirá muy alto cuando esté al límite. Piensa que sí.

Pero a pesar de lo que cree, no es el único que siente esa clase de curiosidad.

—Tengo una idea —proclama Eddie poniéndose de pie mientras se quita la camiseta.

Richie contempla, con la respiración errática y cada vez más ruborizado, cómo se va quitando las prendas una a una, dejando sólo la ropa interior. Es algo digno de admirar, el cuerpo semidesnudo de Eddie bañado por la luz dorada de la tarde. Es esbelto y de hombros anchos, haciéndose más estrecho en la cintura y terminando en un torneado y firme trasero del que no puede apartar la vista.

Eddie lo mira por encima del hombro con una sonrisa cargada de picardía.

Y la intensidad de su propia imaginación, unida al calor de la tarde y esa mirada, hacen que la temperatura de su cuerpo ascienda en cuestión de segundos.

—¿Qué tal si nos damos un baño? —propone Eddie metiendo los pies en el río.

Quitándose las gafas, Richie se levanta como un resorte y se desnuda tan rápido como sus nervios le permiten, quedándose también en ropa interior. No tarda en correr hacia el agua.

Eddie se ríe viendo cómo nada hasta él y cuando lo tiene delante, se acerca a sus labios con la intención de besarlo, pero de improviso empuja su cuerpo hacia abajo y lo hunde por completo.

Tras unos segundos de agonía, Richie saca la cabeza del agua. Eddie aprovecha para escapar, pues sabe que intentará vengarse. Y no se equivoca. De esa manera inician una batalla en la que se persiguen, salpican, se hacen aguadillas. Todo sin parar de reír y de tocarse.

Hasta que al final, Richie lo abraza y consigue darle un casto beso en la boca. Eddie se cuelga de su cuello y lo besa despacio, apenas un roce de labios que se convierte en un beso más profundo y electrizante. Están solos, con el agua cubriéndolos hasta el cuello y las piernas enredadas. Sus dedos trazan caminos invisibles sobre la piel sensible y sus cuerpos se frotan demandando un mayor contacto.

—Me encantas, Eds —ronronea Richie contra el cuello de Eddie, que le deja el mayor espacio posible mientras intenta contener los sonidos involuntarios que surgen de su garganta.

—Por favor —ruega Eddie al borde del delirio —, no me llames así…

—¿De verdad no te gusta?

—No es eso…

Tiene que morderse el labio para no gemir, ya que Richie succiona la piel cerca de su oreja, justo donde termina su mandíbula, y provoca ligeros escalofríos de placer que se extienden por todo su cuerpo.

—¿Entonces? —inquiere Richie, sin dejar de besar esa zona hipersensible que acaba de desbloquear, deleitándose con los ruiditos que Eddie intenta reprimir.

No responde. En lugar de eso, aparta la mirada mordiéndose el labio inferior, y Richie tiene una revelación.

Eds —le susurra al oído.

Y tal como espera, Eddie suelta un gemido ahogado.

—No digas nada —le advierte un poco después.

—¿Te excita?

Eddie niega con los ojos cerrados a pesar de que sabe que es inútil.

Richie ya se ha dado cuenta de que se excita ese estúpido apodo. Al principio le molestaba de verdad, pero conforme se hacían mayores y su atracción por Richie crecía, empezó a sentir mariposas en el estómago cada vez que le llamaba así.

—No está bien mentir, Eds. A saber las cosas que me has estado ocultando todo este tiempo.

—Yo no te he estado ocultando nada.

—¿Ah, no? —Y vuelve a besar esa zona, robándole otro gemido que intenta callar sin conseguirlo—. Primero me rechazas a pesar de que te gusto, y ahora descubro que te pone que te llame Eds. ¿Qué será lo siguiente? ¿Que mis chistes te parezcan graciosos?

—Estás loco.

—Completamente. Loco por ti.

Sus labios trazan un camino desde esa zona sensible, pasando por su oreja y recorriendo la longitud de su barbilla hasta el mentón, y Eddie se deja besar, jadeante, hasta que no puede más y busca sus labios con impaciencia.

Ninguno dice nada, pero ambos empiezan a notar cierta excitación en la parte baja de sus cuerpos. Sin embargo, no se atreven a comprobar si el otro está igual o es sólo cosa suya. Se conforman con besarse de todas las maneras posibles, maravillándose con las reacciones del otro y diciéndose lo que sienten entre susurros.

Sin darse cuenta, la puesta de sol les encuentra abrazados en el agua, deseando detener el tiempo para que ese momento no termine nunca.

De regreso a casa, con el pelo mojado y cierto problemilla en la entrepierna que tendrán que solucionar por su cuenta, se preguntan cuántos momentos más podrán atesorar en el futuro como nuevas primeras veces.

Pero eso sólo lo sabe el destino.

Y el destino no está escrito.

Todavía.


N/A: ¡Y ya está! Acabó la Reddie Week y con ella el final de esta historia… Aunque, como habréis podido notar, he dejado el final abierto a una posible continuación. No estoy segura y por supuesto no será una continuación inmediata, pero es posible que la haga porque tenía una escena en mente que no he podido escribir aquí. ¡Y falta que todos los Perdedores se enteren de que el Reddie es real!

Creo que este capítulo es el que más he revisado, por eso lo publico más tarde. También es el que menos notas he hecho, algo que al principio de la semana era impensable para mí. El prompt que he elegido es Primera vez, aunque he hecho un poco de trampa y le he dado un nuevo significado un poco más profundo, muy importante para mí.

Estoy muy orgullosa de haber completado la semana y me da mucha pena que termine, pero a la vez me siento aliviada de no tener que escribir mañana.

Si estás leyendo esto, muchísimas gracias por estar ahí. Te animo a votar y dejar un estúpido y sensual comentario, pero no seáis muy duras conmigo D:

Nos leemos~