¡Volví! Y logré publicarlo en la fecha que dije, o merezco un gran abrazo por lograrlo, bueno, espero les guste, puede parecer

Disclaimer: InuYasha no me pertenece ni ninguno de los personajes, y si no reconoce nombres es que esos sí son míos como Sayumi, la hermosa Sayumi.

En mis venas

Errores

—¡Te encontré!

Kohaku ni siquiera se sobresaltó cuando Shippō aterrizó sobre él con una sonrisa zorruna y provocativa en su rostro, durante todo el día había logrado esquivarle al estar junto a Sef, el yōkai era astuto y divertido, en realidad, no recordaba haber tenido una conversación tan audaz desde hace mucho, Shippō evadía esos temas pues prefería la diversión simple y burlesca, y al ser un exterminador solitario nadie le hablaba a menos que necesitara su ayuda, era bastante íngrimo, así que en realidad, Sef fue una nueva experiencia; esperaba poder repetirlo alguna vez.

—Pensé que seguirías con Sesshōmaru-sama —replicó poniendo su mano derecha en la cara del kitsune para apartarlo de su propio rostro, ¿cuándo aprendería a tener respeto por su espacio personal?

—Logré que me dejarán ir —musitó apartándose para liberarse de la presión en su cara sin perder su sonrisa—, y en realidad, no fue una pérdida de tiempo el ir, ¿sabes? —Kohaku estaba seguro que lo siguiente que fuera a decir iba a ser su ruina, no por nada parecía tan sobresaltado y ansioso—. No cuando Rin mencionó que su nuevo peinado era por ti.

Sí, era su ruina. Porque no había otra cosa que él amará más que un chisme romántico, podría pasar horas con eso, era como ver a las mujeres cotilleando en los mercados y festivales, culpaba de eso a Miroku o tal vez a su hermana, o a ambos, ya que siempre estaban hablando sobre la relación de Kagome con Sesshōmaru; ¿qué no tenían otras cosas de las cuales hablar? Se restregó su cara con ambas manos, escuchando la risa clara de su amigo.

—Te odio tanto —musitó sin retirar sus manos.

—¡Awww! Y yo te amo —rió divertido, levantándose por fin de las piernas del exterminador y dejarse caer a su lado—. Desembucha.

Kohaku inhaló profundamente antes de bajar los brazos para mirar al lado contrario del que estaba Shippō. Sinceramente, no quería hablar de eso, de nada que implicará a Rin o sentimientos en realidad, no era bueno con las palabras.

—No hay nada que decir.

—¿No? Estoy seguro de que los kitsunes no van a estar de acuerdo con eso, fíjate que pueden ser bastante indiscretos con algo de sake de las montañas del sur.

—¡No pasó nada!

—¿Y por qué estás tan molesto con ese tema? —preguntó sin perder la calma—. Si no es nada, no estarías tan obstinado en negarlo, ¿o sí? Te he visto pasar de cosas con desinterés, pero esto, Kohaku, ¿qué te estás negando a aceptar?

El exterminador se encogió mientras apretaba sus manos en puños; Shippō le miró largamente antes de rodar los ojos y dejarse caer sobre el lado izquierdo para acomodarse contra el cuerpo de su amigo, Kohaku no era muy dado al contacto físico, lo sabía muy bien, pero también tenía en cuenta que cuando se encontraba sobrepasado lo necesitaba, saber que no estaba solo ni que volvería a la oscuridad, el kitsune aprendió a lidiar con eso en los meses que viajaron juntos, aunque era un poco más fácil con su estatura anterior, al ser pequeño podía fácilmente encaramarse en su cabeza y hombros, para quedarse cerca; sin embargo, con su nueva altura era un poco más complicado, pero aún así se acurruco y dejo que su cabeza con rizos marrón rojizos descansara en el hombro de Kohaku.

—Shippō-

—No, ni lo intentes —murmuró al sentir que intentaba alejarse—, te vas a quedar aquí hasta que tu mente se aclare, gran idiota.

Sin poder llevarle la contraria dejo que intentar separarse, sintió el cuerpo de Shippō presionado al suyo y sonrió, a pesar de todo, no había nadie más a quien le confiaría su vida como al yōkai, podía ser descarado y que le gustara burlarse de él, pero sí, confiaba en él con los ojos cerrados, aunque eso muchas veces le metiera en problemas, como aquella vez que fueron casi comprometidos con unas nobles de la parte norte de la tierra neutral, nunca volvería a seguir a Shippō a ninguna misión que no haya pasado primero por sus manos.

Suspiró dejando caer su cabeza sobre la contraria.

—Shippō.

—Dime.

Nunca había funcionado el que el kitsune intentará sacarle lo que fuera, debía esperar a que el exterminador estuviera dispuesto, aunque muchas veces quisiera sólo golpearlo por ser tan obtuso.

—Quiero irme.

—¿A dónde?

—Lejos.

—¿Por qué?

El silencio se extendió por unos segundos.

—Porque no soy feliz aquí, no ahora.

Shippō frunció el ceño y se apartó, en realidad, estaba casi seguro que la conversación iba a ir en un sentido completamente diferente al que parecía haber tomado.

—Kohaku —le llamó—, ¿qué paso anoche?

—Tomé más de lo que debía —musitó.

—No te estoy entendiendo.

—Ni yo me entiendo —se frotó la frente suspirando—. Sólo no puedo quedarme, yo-

—Kohaku-sama.

Ambos miraron al guardia kitsune que había aterrizado frente a ellos arrodillado sobre su pierna derecha.

—¿Sí? —preguntó levantándose mientras sacudía sus ropas, volviendo a su expresión neutral.

—Kagome-sama le solicita… si tiene tiempo.

Kohaku supo que eso último le costó trabajo decirlo, no lo culpaba, lo que su señora decía era ley para ellos, el simple hecho de que pregunté si era posible es… inconcebible.

—Iré enseguida.

—Está a las orillas del río —indicó el guerrero.

—Bien, entonces te acompañaré —anunció Shippō estirándose.

—Lo siento, pero Sesshōmaru-sama ordenó que fueras a escoltar a Rin mientras él va con Sef-sama a comprobar los alrededores.

—¡Ehhh! —se quejó, pero sin intenciones de desobedecer, después de todo una vez concluido el cumpleaños de Rin, dejaría de ser su guardián—. Ya voy, ya voy —le dirigió una mirada a su amigo, tenía la leve impresión de que no volvería hablar de eso—. Kohaku —llamó haciendo que el exterminador se detuviera, puesto que ya se estaba marchando rumbo a encontrarse con Kagome—, si sigues con esa idea, yo te acompañaré.

—…gracias.

—Cuando quieras —le sonrió antes de correr con las manos tras su nuca hacia donde percibía el olor de Rin.

Kohaku lo vio irse y embozó una sonrisa de medio lado, definitivamente le confiaría su vida.

.

.

.

Kagome acariciaba los cabellos de Sayumi suavemente, quien dormitaba en su regazo, con el atardecer cerca se despidió de Sango y Miroku, para ir por su pequeña que se la había pasado con los hijos de sus amigos bajo la vigilancia de Sesshōmaru y Rin, quienes decidieron darles privacidad para que se pusieran al día, lo cual agradeció, así no tendría que estar calmando a su esposo.

Sonrió al recordar el abrazo fuerte y cálido de su amiga, se había extrañado tanto y el abrazo de Miroku, aunque más corto no fue menos apreciado, sólo que la mirada pesada de Sesshōmaru lo hizo retroceder sin ninguna jugarreta, el tiempo lo volvió sabio y precavido; rió, ponerse al día fue bastante largo, pero no menos dichoso, que las cartas llegaban, pero no eran tan constantes como quisiera, aunque no todo fueron buenas noticias, la muerte de Kaede había dejado vulnerable a la aldea, Miroku se hacía cargo de los asuntos espirituales, sin embargo, no era lo mismo y a pesar de eso, se había estabilizado, aún tenían algunas aberturas en sus barreras, pero nada que ella no pudiera arreglar, el monje le prometió llevarla para el sellado.

—Ma…

Kagome bajó la mirada para centrarse en su hija que parecía que ahora si estaba profundamente dormida, las gemelas tenían una energía muy envidiable, su pequeña a penas y pudo seguirles el ritmo, aunque para tener tres años aguanto bastante. Mucho. Por eso no le sorprendía que ya estuviera agotada.

—Es la primera vez que la veo tan cansada.

Sesshōmaru, quien estaba a unos pasos de ella se acercó al escucharla, estaba esperando al exterminador para irse con Sef, Rin ya se había ido a la aldea junto con Shôta y unos kitsunes, se arrodilló al lado de la morena, que al sentirlo se acurrucó a su costado, recibiendo una suave caricia en su mejilla.

—Es joven aún —replicó tomando la pequeña mano de Sayumi entre la suya—, y las humanas eran muy exigentes e inquietas.

—Creo que gran parte de eso debes atribuirlo a Shippō.

—No lo dudo.

Kagome sonrió antes de suspirar, el viaje le estaba haciendo bien a su mente y corazón, no es que estar en la Casa de la Luna fuera malo, pero las constantes presiones de su papel como lady le hacían querer tirar todo y regresar el tiempo a cuando sus días se llenaba con viajar tras la pista de Naraku, enseñar a Rin sobre el bordado y las flores, mirar a Kohaku seguir a la niña para que no se lastimara y oír a Jaken sobre como reunir información en las aldeas, pero sobretodo la compañía constante de Sesshōmaru; sin embargo, sabía a lo que se enfrentaría si seguía con la idea de estar junto al lord, él no era cualquier yōkai nómada, tenía una gran responsabilidad en sus hombros, aunque no lo pareciera.

Pero no quería decir que ella aceptara todo, cuando Sesshōmaru hizo oficial su enlace decir que no hubo revuelo sería mentir, a pesar, de que muchos murmuraban sobre ellos desde que llegó a la Casa de la Luna, nadie dijo nada; y al confirmarlo, desató felicitaciones, pero de igual manera la inconformidad de muchos otros.

Una humana no merecía ese honor.

Eso quedó en claro, hasta que esa débil e indigna humana levantó su voz, si alguien aún dudaba del porque fue elegida fue silenciado, ahí se dieron cuenta que la chica que parecía suave e ingenua, no lo era, la pasión y la intensidad de sus ademanes y órdenes obligaron a jurarle lealtad, fueron arrastrados por ella, pronto no había nadie que pudiera decirle no, ni Sesshōmaru se interponía cuando estaba molesta, todos aprendieron hacerlo eventualmente.

Si Kagome ordenaba, el Oeste acataba.

Su palabra es ley.

Por lo que no era nada extraño que el Oeste en esos años haya comenzado a ser considerada la tierra más prospera desde hace una era.

Sesshōmaru levantó la cabeza al sentir una presencia acercarse.

—Llegó —anunció a Kagome, se inclinó para besarla brevemente antes de levantarse; no tardó en localizar al exterminador que venía a paso lento, pero seguro, sólo se tomó unos segundos en llegar.

—Sesshōmaru-sama —se inclinó.

—Escoltarás a Kagome hasta mi regreso.

—Sí, Sesshōmaru-sama.

Con una última mirada a su pareja el yōkai se alejó.

Kagome sonrió, antes de palmear el lugar a su lado, en una muda petición de que se sentara, Kohaku se removió incomodo mirando a su alrededor antes de aceptar, poniendo cuidado en tener una distancia segura para que nadie pudiera replicar y, por supuesto, despertar la ira del Lord.

El silencio se extendió por un rato, la morena tarareaba suavemente mirando a su hija y Kohaku no quería interrumpir ese momento tan bello, pero se tomó la indiscreción de observarla fijamente, no pudo evitar la sonrisa que se dibujó en sus labios, a pesar de los años transcurrido ella seguía trasmitiendo tanta calidez y paz, era reconfortante; entendía perfectamente porque todos se postraban a su paso.

Un suave balbuceo llamó su atención, bajó la cabeza para ver como la niña se removía unos momentos antes de volver a acomodarse, parpadeó unos segundos antes de ponerle atención, la forma en que se aferraba a Kagome le daba una idea de los posesiva que era con ella, ¿qué tanta influencia de Sesshōmaru tenía para hacerlo aún durmiendo? Guardó su divertida sonrisa al ver como la morena le daba una larga mirada.

—Mis disculpas —se apresuró a decir.

—No hay daño en observar, Kohaku —le contestó con un guiño, sin dejar de acariciar la cabeza de su niña—. No hay nadie que no lo haga, Sayumi atrae demasiada atención.

Kohaku percibió el tono afectado.

—¿De mala forma?

—De cualquier forma —replicó frunciendo el ceño—. Muchos quisieran poner sus manos en ella.

—¿Lo han intentado?

Kagome detuvo sus movimientos antes de suspirar.

—Ha habido invitaciones, Kohaku, con su mirada puesta en Sayumi.

—¿Uniones políticas?

—Matrimonio, sí.

—¿Sesshōmaru-sama?

—No, él no aceptara, pero me preocupa que sea una excusa para futuros conflictos y eso que su existencia apenas acaba de ser anunciada hace unas semanas, ¿qué pasara en los próximos meses? ¿Años? Sayumi es nuestra princesa, nuestra hija, no una herramienta política, si el Este cree que-

—¿El Este?

Kagome detuvo sus palabras llenas de reclamos, al percatarse de la cara perpleja del Kohaku, carraspeó tratando de serenarse.

—Por eso te llamé, quiero saber más de ese conflicto en el que participaste, quiero saber si el problema no se debió a mi respuesta de rechazo hacia una unión futura entre nuestras tierras, ¿qué fue exactamente lo que viste o escuchaste?

El exterminador sabiendo la importancia que le daba Kagome a todo ese asunto, se dio el tiempo de pensar detenidamente sobre su estancia en la frontera, los exterminadores del Sur habían estado muy pendientes de los yōkais que protegían el límite, ahora que lo analizaba parecía haber cierta animosidad entre ellos, ¿sería por qué los humanos del Este estaban incomunicados? Por lo que entendía, todas las tierras tenían algunos asentamientos humanos para demostrar que no estaban en contra de estos y que una guerra no era necesaria estallara, pero la única que había permitido que sus humanos se formaran en el arte de un exterminador fue el Sur, fueron instruidos por los mismos yōkais, así que entre los suyos eran los más letales, su padre siempre habló maravillas de sus técnicas, pero que veían con desconfianza a los otros lores, así que asumió que su recelo era meramente por eso mismo, pero ahora con la información que Kagome le dio no sería extraño pensar que los humanos dentro del Este pudiesen estar comprometidos y sabiendo como era la sacerdotisa, se tomaría personal el sufrimiento que pudieran estar padeciendo.

—Lo poco que se nos informo es que hubo un problema entre humanos y yōkais cerca de la frontera, pero ahora que lo pienso mejor no había rastros de presencia humana.

Kagome frunció el ceño, ahora si estaba preocupada.

—¿Hace cuánto empezó todo ese asunto?

—Casi 3 lunas— contestó después de pensarlo por un momento.

—Poco más de dos meses —calculó y le sentó mal, porque lo más probable es que si hubiera sido su respuesta la que haya desatado ese conflicto.

Kohaku observó como el ambiente se empezaba a congelar a su alrededor, como una flor marchitándose.

—Kagome-sama —le llamó—, el Este siempre se ha caracterizado por su política anti-humanos, la única razón por la que permitieron su asentamiento dentro de sus tierras fue por el acuerdo que se escribió después de la guerra de los cuatro elementos, tres contra uno hace la magia, pero no quiere decir que su oposición se haya terminado, si este conflicto escala a una guerra civil no será por su causa, el Este posiblemente este buscando una excusa para hacer un genocidio desde hace mucho.

La morena apretó los labios, antes de suspirar.

—Así que llegamos a la misma conclusión —se frotó el puente de la nariz—. Sabes bastante.

—Mi padre nos educó sobre las guerras antiguas, nos decía que para un mejor futuro era necesario aprender de los errores pasados, aunque igual he estado investigando desde que empecé mi entrenamiento en solitario, lo que se aprende fuera de los márgenes de los historiadores te dan una perspectiva diferente, nosotros llamamos a la batalla entre los lores la guerra de los cuatro elementos; los yōkai, sin embargo, lo hacen como el Kogarashi de las 1200 lunas.

—¿Kogarashi? ¿El viento frío que anuncia el invierno?

—Sí, eso fue para ellos, el anuncio para un período congelado lleno de oscuridad.

—No había escuchado ese nombre.

—Los yōkais no suelen hablar con sus términos frente a los humanos.

—¿Y cómo?

—Shippō —contesto encogiéndose de hombros—, no es dado a esos temas, pero el investigaba entre los suyos cuando requeríamos información específicamente de yōkais o hanyōs, pero cuando lo hacía no se cortaba la lengua para hablar de absolutamente todo, aún si eran secretos. ¿Sabía que los kitsunes guerreros miden su poder por cola y transformación, mientras que los kitsunes de las ilusiones lo miden por su altura?

Kagome sonrió.

—No, no lo sabía.

—Y se supone que no deberíamos saberlo, pero como dije, a Shippō no le importa los secretos, creo que es por haber sido educado lejos de los suyos y después unirse a su grupo. El secretismo de los yōkai murió en él.

—Bien, si eso es verdad, voy a tener que hablar con Sesshōmaru, no me gustan los secretos.

—No creo que Sesshōmaru-sama le guarde secretos.

—¿Y por qué crees eso?

Él sonrió.

—Porque no creo que quiera hacerla enojar.

Kagome parpadeó varias veces antes de reír y por fin la pesadez que había sentido desde que el tema del Este apareció comenzó a alivianarse, aún no sabía como resolverlo, pero si aún podía reír, todo estaría bien.

—Sí, creo que eso es verdad —sonrió, miró como el sol ya se ocultaba a la distancia—. Ya refresca, será mejor que regresé.

—La acompañaré —se levantó para ayudarla.

—Carga a Sayumi un momento, por favor.

—Oh… claro, seguro.

Con algo de duda se puso de cuclillas para llegar a la niña, suavemente la separó del regazo de la morena, había hecho eso cientos de veces con sus sobrinas, cuando las gemelas se quedaban dormidas sobre Kirara o Sango, la diferencia fue que la pequeña que acercaba a su pecho para acomodar era más… ¿intensa? ¿poderosa? No sabía describir la sensación de tenerla en sus brazos, era pequeña y suave, como cualquier otra niña, sin embargo, esa personita podía ser letal aún en su inexperiencia y juventud.

Y era tan hermosa.

Kagome embozó una suave sonrisa al ver como Sayumi encantaba a las personas, no lo pensó mucho al principio, pero luego comenzó a percatarse de como los yōkais y humanos giraban a su alrededor, como los girasoles. Al principio le preocupó bastante hasta que Sesshōmaru le explicó sobre el glamur de los yōkais, esa atracción casi inconsciente que sienten al verlos, entre yōkais casi no funciona a menos que el sujeto en cuestión tuviera un poder muy superior al propio, la atracción entre yōkais era por el poder, muy diferente al de los humanos o hanyōs, ellos eran cegados por esa belleza sobrenatural, aunque en menor medida para los híbridos, pero su parte humana aún les hacía vulnerable al glamur.

—¿Nos vamos? —pregunto Kagome.

—¡Ah! Lo siento —hizo el ademán de acercarse para darle a la niña, pero ella le detuvo.

—Está bien, Kohaku, puedes cargarla; le gusta acurrucarse —sonrió frotando la espalda de Sayumi—, sino se ha despertado es porque tu aura le agrada —comenzaron a caminar—. Hubieras visto la vez que una yōkai intentó cargarla cuando se durmió junto a Jaken, a penas la tocó Sayumi despertó y la mordió.

El exterminador rió, pero suavemente, no queriendo molestar a la niña, aunque la sostuvo más cerca al entender el gran honor que suponía que la futura heredera del Oeste estuviera cómoda en su presencia y más aún que la dejara sostenerla.

—Es tan ligera —murmuró.

—¿15 kilos te parecen ligeros? Bueno, con esa arma no puedo dudarlo —señaló a la susodicha que estaba sujeta a su espalda baja.

—Admito que si fue algo difícil dominarla, pero una vez me acostumbre fue como otra parte de mi brazo, aunque necesito seguir entrenado.

—¿Si? He oído grandes cosas de ti y Kirara —Kagome sonrió.

—Dudo que mi nombre se haya esparcido.

—Tu nombre no, pero si tus acciones; según Jaken no hay ningún otro humano tonto que viaje bajo el título de exterminador junto a una mononoke que tú, al parecer, se preocupaba por ti.

—¿Jaken-sama?

—Oh sí, puede que no lo sepas, pero te estima más que a la mayoría de los guardias de la Casa de la Luna, ¿sabes?

—No lo creo.

—Yo sí —se encogió de hombros—, deberías mirarte más seguido al espejo, Kohaku, tus cualidades son muy apreciadas. Por cierto, ¿has comido?

El parpadeó ante el cambió tan brusco de tema.

—Ehh… pues comí unas manzanas y-

—¡Eso no es comida, Kohaku! —frunció el ceño mirándolo de arriba abajo—. Ahora que te veo bien luces muy delgado. Ven, voy a cocinarte algo.

—No es necesario, Kagome-sama, sól-

—No aceptaré un no, además, casi no he podido cocinar como antes, al parecer por mi posición no debo hacerlo —bufó rodando los ojos—. Así que entra, acomoda a Sayumi entre los ropajes, ve que abracé y se acurruque contra ellas, así no se despertara; luego, siéntate y cuéntame que tal todo desde que empezaste tu entrenamiento mientras yo preparo algo; Shippō nunca mencionó mucho sobre su asociación, aunque igual no pudimos hablar mucho aquella vez.

Kohaku se sentó una vez cumplió las indicaciones de Kagome y acomodó a Sayumi, aunque por unos segundos pensó que se había despertado, pero simplemente se removió hasta quedar envuelta entre suaves telas, protegida y cálida.

La morena le sonrió mientras empezaba a preparar las cosas, remojó sus manos en un pequeño cuenco para lavarlas, no mentía cuando decía que no había cocinado en bastante tiempo, estaba casi segura que eso era obra de Jaken, era bastante estricto con las normas de etiqueta y que ella cocinara no le parecía bien, aunque de vez en cuando lograba escabullirse para preparar algo, hacer refunfuñar al pequeño yōkai era bastante divertido, entendía porque Sesshōmaru le gustaba patearlo de vez en cuando, sin embargo, trataba que no fuera a menudo, no iba a dejar que Sayumi creciera creyendo que patear estaba bien.

Aunque tal vez si dejaría que pateara a algunos de los consejeros, a todos, quizás.

Kohaku sonrió al ver como Kagome empezaba a reír y relajarse conforme iba moviendo las manos, estaba bastante incómodo con la idea de que ella le cocinara, pero simplemente no podía negarse, sería muy grosero y jamás haría algo, por lo menos consiente, que la entristeciera. Shippō decía que hacer entristecer a Kagome era pedir que los dioses te castigaran, y si lo creía, después de todo, las personas parecían rendirse a sus pies, algo que compartía con esa pequeña que dormía profundamente.

—Luces bien, delgado, pero bien.

—Oh, gracias, Kagome-sama, usted sigue tan hermosa como siempre.

Ella rió mientras revolvía los ingredientes ya lavados y debidamente cortados, agradecía que sus manos aún fueran rápidas.

—Gracias, aunque creo que eso es por todo lo que hacen las ayudantes y las lociones que me aplican —se estremeció al recordar lo poco acostumbrada que aún estaba a que las yōkais y humanas le ayudaran a vestirse y desvestirse, a pesar de los años que ya había pasado—. Porque últimamente sólo he estado cuidando de Sayumi y leyendo tratados, no me quejó, pero es algo abrumador, a veces quisiera estar de regreso a esos viajes largos.

—Rin-sama tiene el mismo deseo —murmuró al recordar su breve reunión de anoche y lo melancólica que se veía, ahora Kagome comenzaba a asemejarse a ese sentimiento.

—¿Si? —frunció el ceño mientras depositaba los ingredientes en la olla para hervirlos—. Entonces porque quiere atar sus manos —murmuró limpiando sus manos.

—¿Qué quiere decir eso? —preguntó.

Kagome parpadeó al darse cuenta que lo dijo en voz alta y miró a Kohaku atentamente por unos segundos antes de remover el contenido que empezaba a burbujear suavemente,

—Kohaku, puedo preguntarte algo

—Lo que quiera, Kagome-sama.

Ella permaneció en silencio por unos instantes como si estuviera pensando en cómo formular la pregunta.

—¿Por qué razón dejaste de venir a la aldea?

Él esperaba cualquier tipo de pregunta, es más estaba listo para contarle todas esas anécdotas vergonzosas en que se vieron metidos por culpa de Shippō, pero no esa pregunta, una que podía contestar perfectamente y a la vez no.

—¿Por qué quiere saberlo?

—Es grosero contestar a una pregunta con otra.

—Lo siento —replicó de inmediato.

—No te preocupes, pásame ese cuenco, por favor —El exterminador se reincorporó para acercarle lo pedido, Kagome vertió lo cocinado para ofrecérsela—. Ten. Come.

—Gracias.

Kagome miró con gusto como Kohaku comía con ganas, a parecer no estaba tan mal, cuando le sirvió una tercera porción hizo una notal mental de decirle a su amiga que como lo dedujo su hermano no se alimentaba correctamente.

—Veo que si estabas hambriento.

—Oh… —se dio cuenta de que había comido de más y se sonrojo—. Yo lo-

—Puedes comer lo que quieras Kohaku, y en realidad se supone que esto es la excusa para poder hablar seriamente contigo y sin oídos indiscretos. Que no fueron los kitsunes —pensó recordando el buen oído de los yōkais, pero sabía que al insinuar el contexto de privacidad, no dirían nada.

Él se sintió acorralado en ese instante por lo que casi inconscientemente irguió su espalda, era su mecanismo de defensa, no le gustaba esas platicas, Shippō necesito mucho tiempo antes de poder sacarle ese tipo de información.

—¿Por qué quiere saber eso en especial?

Kagome apretó los labios antes de suspirar largamente.

—Sango y yo somos muy unidas, en realidad, yo la considero como a una hermana —sonrió al recordar a su querida amiga.

—Ella seguro le regresa ese cariño —afirmó sin dudar.

—Por eso mismo, te veo a ti como algo cercano a un hermanito y esas es la razón por la que debo preguntar, ¿por qué te fuiste tantos años? Sango cree que es su culpa.

—¿Qué?

Kagome se giró para quedar frente a él.

—Sango cree que tu ausencia se debe a que te descuido, a que piensas que no tienes un lugar en su familia y-

—¡No, no, no! —no pudo contenerse en interrumpirla, estaba horrorizado, el simple hecho de que su hermana haya tenido ese pensamiento respecto a su larga ausencia lo lastimaba—. Jamás pensaría eso, nunca me he sentido de esa manera, cada vez que venía era como respirar y encontrar la paz que necesitaba.

—¿Entonces?

—…encontré algo demasiado hermoso y puro que no quería manchar —murmuró casi sin voz, recordando con dolor ese día.

Kagome parpadeó confundida al ver como Kohaku parecía marchitarse, una de las preocupaciones de Sango, muy recurrentes en sus cartas, era ese miedo que tenía de perder a su hermano, no en el sentido físico sino espiritual, y parecía que no estaba tan equivocada.

—¿Te estás castigando, Kohaku?

—¿Eh? Yo… no…

—Ser feliz a veces es difícil —mencionó la morena mirando a Sayumi con amor—, más si no te sientes digno de merecerlo, pero ¿sabes una cosa? Todos merecemos ser felices, el pasado es pasado, sin embargo, no puede hacerlo sino te has perdonado.

El exterminador bajo la cabeza, su hermana y Shippō habían pasado mucho tiempo diciéndole que nada era su culpa, sino de Naraku, de ese ser que trajo tanta desgracia y sufrimiento a todo aquel que cruzaba en su camino. Y aunque lo sabía, que la mayor cantidad de sangre en sus manos fue producto del control y la oscuridad del fragmento, pero eso no quitaba de ningún modo las pesadillas con las caras de sus víctimas que regresaban para atormentarle, en realidad, si debía ser sincero, esas pesadillas no eran tan presentes al principio, sólo cuando tenía un mal día o veía algo que detonara los recuerdos.

No fue hasta el que Rin cumplió los dieciséis que todo empeoró, su propia mente era cruel, por eso huyó, pues no podía llamar de otra manera a lo que hizo, muchos lo describieron a lo largo de esos años como valiente, pero no era verdad.

—Lo siento, Kagome-sama, pero no deseo hablar de eso.

—Kohaku-

—Por favor, no.

La morena se cuadro preparada para seguir cuando el quejido de Sayumi les obligó a desviar la mirada hacia la niña, que se removía incomoda, parecía que en cualquier momento lloraría, Kagome se levantó de inmediato para atenderla, lo que fue aprovechado por el exterminador.

—Gracias por la comida, Kagome-sama, las vigilaré desde fuera —se inclinó antes de salir sin esperar la contestación, pudo ser grosero, pero no podía permanecer más ahí, porque si Kagome volvía a preguntar, sólo a insistir un poco más le diría todo.

Todo lo que estaba guardando desde tiempo atrás, su amor y su dolor.

Por unos instantes pensó que ella le perseguiría, pero después de unos momentos la escuchó arrullar a Sayumi, por lo que suspiro de alivio, se acomodó a un costado de la entrada, para custodiarla, aunque la calma no duro nada porque pronto sintió la presencia de Shippō acercarse, lo bueno, es que venía solo.

—Te ves horrible.

—Gracias, es bueno saberlo —replicó.

—Lo digo porque me pidieron que vayas con Sef, parece que hay un extraño movimiento cerca del lago y quieren mandarte —comunicó con cierta preocupación, su amigo no parecía estar en todos sus sentidos y eso era peligroso, la última vez que lo vio así, acabó con una herida de gravedad en su abdomen y sinceramente, no quería ni pensar en lo que le podría pasar si lo dejaba ir en ese estado.

—Estoy bien, si me necesitan debo ir, aún si mis condiciones no son las más indicadas, un hombre puede hacer la diferencia entre la victoria y la derrota, ¿sabes?

—E igual ese mismo hombre puede llevarlos a la derrota y tragedia si tiene el más ligero error.

Kohaku suspiró sabiendo que lo que decía Shippō era algo que él mismo le había enseñado a lo largo de su viaje juntos y parecía que le estaba dando un poco de su propia medicina al señalárselo tan abiertamente, se restregó la cara con sus manos antes de soltar un leve gruñido.

—Bien, de acuerdo, haré esto, iré y me quedaré en la retaguardia.

Shippō frunció el ceño por unos instantes, antes de suspirar porque sería lo más cercano a una promesa que el exterminador le haría, así que asintió.

—No hagas nada tonto —se despidió el kitsune, antes de entrar para hablar con Kagome y, tal vez, recibir más mimos.

Kohaku se aseguró de verlo entrar antes de ponerse en marcha, no tardó en llegar, fue recibido de inmediato por Sef, le explicó rápidamente que había un yōkai rondando cerca del límite de la aldea, no había mostrado algún comportamiento hostil, pero no querían pasar por alto nada.

—Cerciórate de sus intenciones, no te verá como una amenaza por ser humano, nosotros estaremos cubriendo tu espalda.

Si Shippō se enteraba de que no se quedaría en la retaguardia se enojaría, pero acepto. Dejo su arma en manos de Sef, no le gustaba desprenderse de ella, pero si debía dejarla en manos de alguien que no fuera Shippō ese sería Sef, con un cabeceó de confirmación Kohaku se acercó con precaución, no paso ni 10 segundos antes de que el yōkai se percatara de su presencia, el exterminador vio claramente las señales de un ataque inminente antes de que entrara por completo en su campo de visión, una vez le miró todo su cuerpo volvió a presentar una postura dócil, demasiado dócil.

—¿Qué haces aquí?

—¿Está prohibido acaso? —regresó sin cambiar su postura.

—Depende de tus intenciones —replicó—. Así que lo vuelvo a preguntar por última vez, ¿qué haces aquí?

—Necesitaba descansar.

—¿En un perímetro lleno de yōkais sin saber si son hostiles o no? Me parece bastante insensato.

—¿Eres el líder de la aldea?

—Respondo en su nombre —replicó, aunque no estaba seguro de quien tenía el mando después de la muerte de Kaede, ¿InuYasha? No, demasiado impulsivo, Tal vez Miroku o hasta su hermana, tendría que averiguar una vez regresara.

—Sólo descansaré un poco y me iré de inmediato.

—Se te mantendrá vigilado hasta que salgas de los límites.

—De acuerdo.

Kohaku le estudió un poco más antes de dar unos pasos hacia atrás, hasta que dos kitsunes se pusieron a cada lado, sólo en ese momento le dio la espalda al yōkai intruso para regresar junto a Sef, quien le tendió su arma de inmediato.

—Una excelente arma —alabó.

—Fue hecha por el mejor herrero —replicó con una sonrisa antes de que su rostro cambiara—. ¿Le cree?

—¿Tú no?

—No.

—Buena intuición, y respondiendo, no, no le creo. Hay algo en su forma de actuar que es sospechosa, yo me quedaré vigilando, regresa y mantén un perímetro cerca de Rin-sama después de informar a Sesshōmaru-sama.

—Entendido.

Se alejó rápidamente buscando de inmediato el yōki de Sesshōmaru, lo encontró cerca de los límites hacia el Este, en el Goshinboku, no dudo en dirigirse hacia ahí, pero se detuvo metros antes, porque a pesar de distinguir a la distancia la figura imponente del yōkai al mismo tiempo alcanzó a ver igual la suave silueta de Rin, ellos le daban la espalda, sin embargo, podía oír claramente sus voces, el viento ayudaba; y a pesar de querer irse, lo que hablaban fue su perdición.

—…ya todo está listo para cuando llegues al Oeste —afirmó Sesshōmaru mirando a Rin, que parecía distante, pero que le escuchaba porque sonrió a sus palabras.

—Seguro Jaken está ansioso porque regresen pronto.

El Lord sonrió levemente.

—Aún más tu retorno.

La mujer rió recordando con mucho cariño al pequeño yōkai, no lo había notado al principio, pero conforme pasaron los días y se fue adaptando a la vida en la aldea, se dio cuenta de lo mucho que Jaken le estuvo cuidando y protegiendo, su ausencia era muy notoria cuando giraba a su derecha buscándolo.

—Espero me deje abrazarlo —se balanceó suavemente con la brisa—. Sesshōmaru-sama.

—Dime.

—¿Cree que estoy tomando la decisión correcta?

El yōkai se quedó en silencio por unos segundos antes de inhalar profundamente.

—No puedo contestar eso, después de todo es lo que tú quieras, Kagome sería la primera en decirte eso.

—…quiero ir, quiero ayudar a educar a Sayumi, es tan hermosa y perfecta, su futuro será brillante.

—Lo será. ¿Y el tuyo?

Ella se quedó en silencio, miró al cielo despejado pero moteado con bellas estrellas, era una vista magnifica que le mostraba que tan pequeña era.

—El mío será como yo decida —sonrió segundos después, mirando al quien consideraba como un padre, que le miraba con esa suavidad que sólo reserva para sus seres más cercanos.

—Eso es preciso.

Rin rió antes de inclinarse hacia el yōkai, buscando calidez, él correspondió el contacto descasando su mano izquierda sobre la cabeza de suave cabello oscuro, para Sesshōmaru la noción del tiempo era diferente, una década era nada, sin embargo, para un humano era demasiado; en 10 años las cosas cambian y se transforman, había aprendido apreciar el tiempo como un humano lo haría, por Kagome, que a pesar de que ella viviría una larga vida gracias a la marca que portaba orgullosa en la curva de su hombro izquierdo, seguía siendo tan humana como el primer día en que la conoció; sí, menos abrasiva e impulsiva que antes, pero su esencia seguía intacta.

Por eso, el yōkai se permitió ser afectivo con la que es su protegida, porque un día ella ya no estaría.

Su belleza radicaba en lo efímero que eran.

La noche les acobijo, ella estaba más que feliz así, movió su cabeza para acercarse más al toque de Sesshōmaru, sin embargo, con eso hizo que la flor que Shôta le regalo en la mañana se deslizara fuera de oreja.

—Oh —ella sonrió antes de agacharse para recogerla, se había olvidado que la traía.

—El cachorro humano es atento.

—Lo es —corroboró frotando los pétalos resecos—, agradezco haberlo conocido, me ha enseñado mucho.

—Es bueno saberlo, después de todo su unión está próxima lo han planeado muy bien, Kagome dice que los preparativos no tardaran en terminarse.

—¿De verdad? —Estaba sorprendida la propuesta no tenía más de 2 lunas, pensaba que tardarían mucho más.

—Así es, Kagome lo está supervisando todo personalmente junto con Jaken, además de que disfruta hablar con los padres del humano.

—Shôta-kun me ha contado mucho de ellos, será agradable conocerlos al fin —musitó con suavidad, recordando todas las historias que el heredero le había contado de su familia y aldea, pero sobre todo recordaba con mucha claridad la anécdota de la hija de la curandera que empezó una relación con uno de los guardias kitsunes de la frontera, fue todo un escándalo en su momento, por lo que él terminó de contarle, las cosas se habían calmado y seguían juntos, eso le daba mucha esperanza y alegría en que el amor le podía ganar al odio y la oscuridad—. Y viajar una última vez.

Sesshōmaru acarició la cabeza de Rin una vez más antes de alejarse.

—Kohaku, sal.

El exterminador se sobresaltó cuando el yōkai le llamó tan abruptamente, se avergonzó de inmediato, se había dejado llevar por la conversación que olvido la razón por la que venía en un principio, sin embargo, no pudo ver a los ojos a Rin, quien le sonreía, porque las palabras aún resonaban en su cabeza.

Su unión está próxima

Rin iba a unirse a Date para toda la vida.

—Disculpen la intromisión, tengo un mensaje de Sef.

No tardó en relatarle los acontecimientos y asegurarle que Kagome y Sayumi estaban al resguardo con Shippō, nada podría llegar a ella sin que media guardia de yōkais se le echaran encima.

—Bien, iré con Kagome. Rin.

—Prefiero quedarme.

Sesshōmaru le miró antes de asentir.

—Kohaku.

—Sí, Sesshōmaru-sama, me quedaré con ella.

El silencio se extendió como una manta sobre ellos, el exterminador se sentía tan incómodo, pero órdenes son órdenes.

—Parece que estás atrapado conmigo, Kohaku.

—Nunca lo diría de esa manera, Rin-sama —replicó—. ¿Tiene algo en mente que quiere hacer? Si no te importa, quisiera hablar con el líder de la aldea, aunque no sé si es mi hermana o Miroku, porque definitivamente no es InuYasha.

La risa fue bienvenida en la fresca noche.

—Yo tengo ese título actualmente.

—…¿eres la líder?

Ella sintió colocando la flor de nuevo sobre su oreja, ante la intensa mirada del exterminador que empuñó sus manos.

—Sí, después de la muerte de Kaede-san parecía algo lógico para todos, como dices InuYasha no es apto para la diplomacia, Miroku es posible, pero tampoco estaba convencido y Sango prefirió centrarse en sus hijos, por lo que yo quedé al frente.

—Ya veo. Pues me disculpo por hablar en tu nombre.

—No te preocupes, puedes seguir haciéndolo, si puedo confiar en alguien para que interceda por mí, serías tú.

Kohaku deseó que no dijera eso, que no lo viera con tanta dulzura que parecía derramarse sin límite, porque querría que fuera suya, con tanta desesperación que podría llorar, pero no podía, ella siempre estuvo fuera de su alcance y más ahora que estaba por tomar un voto de por vida.

Él no podía quitarle eso.

Ni siquiera debería estar permitido desearlo, querer que Rin lo eligiera.

No.

No.

Se alejó varios pasos, haciendo que ella parpadeara confundida ante el cambió tan brusco de ambiente.

—¿Kohaku?

—Lo… siento, no es nada —musitó apartando su mirada—. Es sólo que no debería decir eso tan despreocupadamente, el joven Date podría malinterpretarlo.

—¿Shôta-kun? No entiend-

—Y felicidades —continuó sin ser capaz de detenerse—, su matrimonio con él seguro será de lo más próspero y bendecido, estoy feliz por usted.

Rin se quedó lívida, miraba con atención al hombro que tenía enfrente antes de apretar los dientes.

—¿Feliz por mí?

—Sí, hace una excelente pareja con él, además de que su unión formaría una estructura social fuerte en el Oeste y expandirían más su postura pro-humanos, que si bien, en el Norte y Sur no están tan marcados, aunque el Sur prefiere más a humanos guerreros, pero les darían una pauta enorme y sería una declaración directa para el Este y… ¿Rin-sama?

Kohaku detuvo su, prácticamente, monologo al ver como ella había bajado la mirada y parecía que sus hombros temblaban ligeramente.

—Ya veo —musitó con voz susurrante antes de alzar la mirada, él se congeló al ver como esos ojos brillaban con lágrimas no derramadas, ella le sonrió—. Gracias, Kohaku-san, regresaré a mi cabaña.

—Oh… sí, sí… le acompañaré y-

—¡No! —él se detuvo casi como si lo hubiera golpeado—. Prefiero que un kitsune me acompañe.

Apenas salieron esas palabras cuando varios yōkais zorros acudieron a su llamado, ella le dio la espalda y se fue con ellos, a la distancia Kohaku pudo ver como se deshacía la trenza con lentitud.

Algo se resquebrajó en su pecho.

Y cayó se rodillas.

Continuará.

¡Espero les haya gustado! Sorry si les aburre la parte medio histórica y social que ando poniendo, pero sólo paso, además de que me encanta porque es referencia directa a VaP y lo estoy disfrutando tanto.

Fecha de publicación del capítulo tres: 18 de noviembre

Abrazos y besos,

FiraLili

11/11/19