Scorpia no tardó en seguir a Catra hasta el lugar donde había aterrizado aquella nave desconocida. Fue bastante fácil de encontrar, ya que todos los miembros de la banda se habían reunido rodeando aquel objeto desconocido que había irrumpido en su extrañamente apacible vida. Desde dentro del grupo, Sienna localizó a su amiga y empezó a hacerle señas para que se acercara a ella. La chica se adentró en la multitud para llegar, junto a Sienna, a la primera fila del tumulto de curiosos.

Frente a ellas, una imponente nave había aterrizado de forma brusca en las arenas del desierto. De ella habían salido un grupo de personas que Scorpia conocía demasiado bien y que no esperaba volver a ver en su vida: Bow, Glimmer… y Adora. Eso no era bueno. No era bueno para Catra. Scorpia la miró preocupada y la mirada de la gata no la tranquilizó.

Catra se estaba acercando a Adora con paso pesado y lento. Intentando retrasar lo máximo posible ese encuentro que no pensaba que ocurriría. Scorpia podía notar el odio de su mirada. No quería que ese odio volviera a la expresión de Catra. Ahora que empezaba a ser feliz…

Por otra parte, Sienna no podía tener una impresión más distinta de aquel reencuentro. No dejaba de mirar con cierto disgusto como la cola de Catra no dejaba de moverse, inquieta, al estar cada vez más cerca de aquella chica. Quizás el resto no lo notaba, pero ella al ser como ella, entendía perfectamente lo que esos movimientos involuntarios significaban.

—Ahora entiendo porque no te cae bien esa Adora —le susurró a Scorpia. Esta no entendía a qué se refería su amiga.

La tensión oprimía por completo el ambiente en aquella fría noche. El silencio se hacía insoportable. Alguien tenía que empezar a hablar, pero nadie sabía cómo empezar.

—Catra… —la voz de Adora parecía aliviada, aunque la tensión que presentaba su cuerpo no parecía decir lo mismo.

—Hey Adora. ¿Acaso quieres que te volvamos a retener? —le respondió Catra con una sonrisa torcida.

La mirada de la rubia se desvió por un segundo buscando la complicidad de la persona que la había liberado, pero solo encontró que los ojos de Scorpia no se atrevían a cruzarse con los suyos.

—Catra, os necesitamos —dijo finalmente la rubia.

—¿Qué?

—La Horda está arrasando el planeta —confesó Adora con la expresión dolorida— y necesitamos toda la ayuda posible para detener a Hordak antes de que sea demasiado tarde. Esto está yendo demasiado lejos.

—Es lo mismo de siempre, Adora —Catra rio—. Te inventes lo que te inventes no pienso unirme a tu estúpida rebelión y no creo que nadie de aquí quiera.

Todos los miembros de la banda vitorearon en señal de apoyo a su jefa.

—¡Catra, tienes que escucharon! —gritó Glimmer.

—Calladita, Sparkels —Los matones de Catra se acercaron para proteger a su jefa—. Además. Hordak es un inútil él solo. No creo que haya sido capaz de haber movilizado a un solo soldado desde que me fui. Si es que…

Antes de que acabara la frase, se empezaron a escuchar todo tipo de ruidos metálicos desde dentro de la nave. Cualquiera diría que iba a explotar delante de todos. Pero, al contrario de lo que parecía, la nave escupió a una persona que acabó rodando delante de Catra y Adora.

—¡Catra! ¡Estás viva!

Una melena muy reconocible de largo pelo morado habló ante una sorprendida Catra.

—¿Entrapta? —tanto Catra como Scorpia no pensaban que volverían a ver su peculiar amiga.

—¿Qué haces aquí? —le pregunto Scorpia acercándose a ella.

—¿Y qué haces con ellos? —dijo Catra sin disimular su desprecio.

—Era en los únicos en los que podía confiar —la mirada de Entrapta se notaba sombría—. Hordak no entra en razón. No me escucha cuando le hablo, y está usando la tecnología avanzada de los robots de una forma… que no es correcta.

—¿Qué más da? Así puedes hacer tus cosas de ciencia ¿no?

—Pero… él ya no es como antes. Me gustaba cuando éramos compañeros de laboratorio…

Catra no sabía qué es lo que le podía haber pasado a Hordak, pero nunca había visto a Entrapta tan triste. Pensaba que esa emoción no estaba dentro de su cerebro. Así que quizás algo grave había pasado. Aun así, ese no era su problema.

—Mira —dijo Catra visiblemente cansada—. No peso hablar con vosotros de este tema. He decidido pasar completamente de todos vosotros. Si estoy aquí es para alejarme de vuestra estúpida guerra.

—¡También es tu guerra! ¡Es la guerra de todo el maldito planeta! — Glimmer no soportaba más la arrogancia de Catra.

El ambiente estaba muy tenso. Estaba claro que no se iba a llegar a ningún acuerdo estando todo el mundo tan irritable. Scorpia decidió, entonces, acudir a intentar salvar la situación.

—Calma, calma. Es muy tarde, ¿por qué no os quedáis hasta mañana? —ofreció con la mejor de sus sonrisas—. Y hablamos cuando sea de día todo lo que haya que hablar.

—Lo que sea —Catra estaba cada vez más harta de esa conversación sin sentido—. Pero estáis en calidad de prisioneros, no lo olvidéis. Tú también Entrapta.

Siguiendo las instrucciones de Catra, ataron a los nuevos prisioneros y los llevaron al interior de la nave. En esta ocasión, para no volver a sufrir ninguna huida, los pusieron a todos juntos en una esquina de la sala de mandos mientras los miembros de la banda preparaban una de sus típicas fiestas para la hora de cenar. Aquella visita inesperada no les iba a aguar la fiesta.