Disclaimer: Kimetsu no Yaiba pertenece a Gotouge Koyoharu.

Smell of camellias

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Día 4

(Vals en el prado / Instantáneo / Segunda oportunidad)

Lo vio, sentado solo en una banca del parque, destacando por su cabello rojizo y su guitarra; su inseparable guitarra, desde que lo conoció no lo había visto despegarse de ella ni una vez, si tan solo Tanjiro supiese tocarla correctamente... Se acercó a él, apreciando sus mejillas rojas y su aliento visible por el frio. Pronto el clima empeoraría y Tanjiro no mostraba interés en terminar sus encuentros en aquella solitaria banca.

—¡Zenitsu, viniste! —dijo Tanjiro al verlo. Su cabello se mecía con el viento y lo desordenaba revelando la gran cicatriz en su frente. Zenitsu se acomodó su gorro antes de sentarse a su lado, sentía frío con solo ver sus orejas descubiertas. —¿Qué tal el trabajo? —preguntó colocando su guitarra a un lado.

Claro, para él si la hacía a un lado. Formó una sonrisa vacía, no sabía cómo sentirse al respecto.

—Hoy no hubo muchos clientes —respondió Zenitsu. —El gerente te extraña, me pregunta por qué no has vuelto a la cafetería —comentó mirando las nubes, el cielo se veía cada vez más gris.

—Oh, cierto, le había prometido a Rengoku-san que volvería —murmuró para sí mismo. Siempre era así, después de todo, Tanjiro sabía que Zenitsu no lo escuchaba. —Creo que podría ir mañana... Zenitsu, ¿trabajas mañana?

—Si… mi turno comienza después de las tres —contestó, respondiendo además la pregunta que Tanjiro no se había atrevido a formular. Tanjiro le sonrió en respuesta, agradeciendo su gesto, disfrutando de cada momento que pasaba junto a él en aquella burbuja donde solo existían ambos. Donde el frio no golpeaba sus mejillas y Tanjiro no sentía el constante rechazo de Zenitsu. Donde Zenitsu se reunía con Tanjiro e ignoraba la agradable molestia que sentía en el pecho al pensar en el joven de cabello rojizo. Donde Zenitsu soñaba con una nueva oportunidad para amar y ser amado.

Donde dejaban de ser Tanjiro y Zenitsu y se convertían en dos jóvenes que se anhelaban el uno al otro.

—¿Hoy también me enseñaras? —preguntó Tanjiro, anhelando por una respuesta positiva. En silencio, Zenitsu pidió prestada su guitarra y comenzó a tocar. La soledad del atardecer fue cubierta por el rasguido de las cuerdas y el aliento de Zenitsu se materializo en una nube blanca al comenzar a cantar. Fue breve, pero hermoso, igual a todas las ocasiones en que lo había escuchado tocar. Zenitsu le devolvió su guitarra, en una orden tacita de que intentara imitarlo. Replicando la escena que había visto en repetidas ocasiones, Tanjiro copió los movimientos de Zenitsu, el nuevo rasgueo invadió sus sentidos y relajaron los oídos de su espectador. Eran esos momentos, en que ambos estaban en paz unidos por el suave sonido de unas cuerdas, que retenían a Zenitsu de faltar a sus encuentros y cortar su relación. Entonces, como recordatorio de lo débil que era su lazo, Tanjiro comenzó a cantar, perdiendo el ritmo de la canción y explotando la burbuja en la que se encontraban. El cielo volvió a teñirse de gris y el viento golpeó su rostro, recordándole una vez más que no debería estar allí.

Tanjiro le sonrió en disculpa, apenado por haber vuelto a fallar pese a sus constantes instrucciones, pero no era suficiente; nuevamente había perdido la oportunidad de que Zenitsu se enamorara de él. Lo intentó nuevamente, tocando la misma canción hasta que sus dedos comenzaron a doler. Por el frio. Por el cansancio. Por fallar repetidas veces sin ver un avance. Deseaba extender ese momento un tiempo más, tan solo unos minutos si eso significaba poder sentarse a su lado y fingir que no era él quien constantemente perseguía a Zenitsu en espera de una respuesta. Siempre era él quien desesperadamente trataba de alcanzarlo.

Nada había cambiado desde la primera vez que se vieron, cuando Tanjiro encontró a Zenitsu llorando en los baños de una cafetería e, insistentemente, le pidió que le contará porque se escondía. Había escuchado sollozos en uno de los cubículos del baño masculino, eran débiles y se sintió un intruso por irrumpir la privacidad de aquella persona, pero su curiosidad fue mayor y terminó cediendo al deseo de ayudarle. Golpeó la puerta del cubículo y le habló esperando saber cómo se encontraba quien fuese que estuviese pasando un mal momento, pero no recibió respuesta. Intentó nuevamente, insistiendo en recibir una contestación, y escuchó la dura queja de una voz joven exigiéndole que lo dejara en paz. Tanjiro se negó, alegando que no creía correcto irse y fingir indiferencia ante una persona que estaba sufriendo, entonces la puerta se abrió y pudo ver como un joven teñido de rubio lo miraba fijamente. Sus mejillas estaban coloradas y sus ojos hinchados por el llanto; sin embargo, Tanjiro se sintió cautivado por esos orbes que lo miraban con desprecio. Zenitsu pasó por su lado, chocando con su brazo antes de decirle que no necesitaba su lastima, huyendo de él sin siquiera escucharlo.

La segunda vez que se vieron fue ese mismo día, cuando horas después mientras Tanjiro se encontraba solo en un parque tocando su guitarra, Zenitsu llegó para sentarse a su lado. La guitarra que ese día también lo acompañaba había sido un regalo de su padre, un obsequio de cumpleaños que Tanjiro no recordaba haber pedido, pero su padre sí. Le obsequio la guitarra contándole como cuando era pequeño Tanjiro imitaba a los cantantes que aparecían en la vieja televisión de la sala de estar, Tanjiro estuvo tan agradecido que no se atrevió a confesarle a su padre que en realidad no sabía cómo tocar el instrumento. Comenzó a practicar en un parque lejano a su hogar a espaldas de su familia, quería mejorar por su cuenta para en un futuro ser capaz de tocar frente a ellos y que su padre estuviese feliz de que usara su regalo, pero mejorar por sí mismo era más difícil de lo que pensó. Cuando Zenitsu apareció esa tarde, luego de su encuentro en la cafetería, se sentó junto a Tanjiro y soltó sin dudar lo mal que tocaba. Tanjiro no supo cómo reaccionar, no esperaba que aquel chico le hablara, menos aún que luego de esas palabras extendiera su mano en su dirección. Ante la falta de entendimiento de Tanjiro, Zenitsu le arrebató la guitarra y comenzó a tocar. Tanjiro no sabía de música, pero el sonido que producía Zenitsu le pareció hermoso, quizás tanto como él propio chico. Entonces Zenitsu empezó a cantar, serio, con su ceño fruncido, como si estuviese arrepentido. En cuanto le devolvió su guitarra, Tanjiro lo halagó y le pidió que le enseñara, entre los cumplidos soltados por el chico, Zenitsu murmuró una pequeña disculpa por como lo había tratado anteriormente.

Ese día Zenitsu no se atrevió a confesarle que lo habían rechazado, mucho menos que su actitud hostil fue en venganza por toda la humillación que sentía. Tanjiro solo le había ofrecido ayuda, pero Zenitsu no quería recibirla, no en ese momento. Estaba muy avergonzado como para agradecer la amabilidad de un intruso en su desgracia. Él pensaba que ese día sería especial, habían acordado ese encuentro y hablado muchas veces de ello, ambos parecían entusiasmados; entonces, ¿Por qué había resultado así? Debió darse cuenta cuando ella se extrañó con su regalo, debió notar que algo no iba bien, quizás así se habría ahorrado una decepción. Se confesó, entregando su corazón a una chica que creyó lo quería de la misma forma, pero cuando la miró a los ojos su expresión era de tal desconcierto que ni siquiera sus duras palabras lograron igualar el daño. No podía dejar de recordarlo, como ella decía que todo no fue más que un malentendido en el que tontamente había pensado que ella gustaba de él, que lamentaba haberle dado ideas equivocadas, pero no podía corresponderle. Aun podemos ser amigos, dijo ella, pero ambos sabían que era mentira. En cuanto ella se fue se escondió en el baño del café, el mismo café en que Zenitsu trabajaba todas las tardes. Pensó en sus compañeros de trabajo y como se estarían burlando de la escena que acababa de protagonizar, y se sintió tan avergonzado que en cuanto comprobó que el baño estaba vació se permitió llorar sin reparos.

—¿No me guardas rencor por cómo te trate? —preguntó Zenitsu. Observó las manos de Tanjiro danzando por el mástil de la guitarra, sus movimientos ya no eran tan torpes y sus largos dedos habían memorizado la posición de cada cuerda. Pronto no sería necesario que continuaran reuniéndose.

—Si te refieres a cuando me dijiste que me largara, no, no lo hago —contestó Tanjiro. —Entiendo que querías estar solo y yo era un intruso, también sé que te arrepientes de cómo me contestaste esa vez —dejó de tocar apretando la guitarra contra su cuerpo —. Incluso si me hubiese molestado habría terminado perdonándote —concluyó mirándolo.

—De todas formas, lo lamento —se disculpó sinceramente. Por su actitud pasada. Por su mala actitud. Y por no poder corresponder sus sentimientos. Sabía que Tanjiro gustaba de él, nunca le había preguntado directamente, pero tampoco era necesario para confirmarlo. Las miradas furtivas y las sonrisas avergonzadas que el chico pensaba pasaban desapercibidas, habían sido captadas totalmente por los ojos de Zenitsu, y le molestaba saber que no era capaz de responderle de la misma forma. Se sentía halagado de que un chico tan dulce y amable como Tanjiro gustara de él, pero por más que se sintiera agradecido no podía mentirse a él mismo creyendo en un sentimiento que aun no existía. Tanjiro no merecía que le mintiera.

—No necesitas disculparte —rio Tanjiro. —. Más bien debería agradecerte, aceptaste ocupar tu tiempo libre con un desconocido y ni siquiera me cobras —bromeó, balanceando sus pies para liberar su nerviosismo.

—No es la gran cosa, tengo la tarde libre y disfruto pasar tiempo contigo —dijo con calma. Los pies de Tanjiro detuvieron su movimiento y supo que sus palabras le habían afectado.

Pensó en la chica que lo había rechazado y como a pesar de todo le seguía gustando, por más que deseara gustar de Tanjiro sus sentimientos no cambiarían tan rápido, ni siquiera él sabía cuando le tomaría olvidarla completamente. Si los sentimientos realmente fuesen tan volátiles y el gustar y dejar de gustar se modificaran constantemente, cuando Zenitsu dejara de pensar en ella para centrarse totalmente en Tanjiro, ¿Tanjiro seguiría gustando de él? ¿O sus sentimientos también habrían cambiado?

No estaba seguro de querer saber la respuesta.

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Tarde la vida en terminar este día únicamente por vaguería. Sé que la tanzen week ya terminó hace casi un mes, pero si ya me atrasé bastante entre que lo terminé un mes o dos meses más tarde no hay mucha diferencia.