¡Muy buenas a todos! Como ya lo había anunciado antes, les traigo la primera entrega de esta recopilación de momentos de pareja de mi otro fic, "¿Qué hubiera pasado si...?". No sé si llamarle a esto una especie de spin-off o qué, pero si aún no han leído el fic principal del cual se derivan estas escenas, los invito a hacerlo para estar al tanto de las situaciones que estaré presentando aquí.
Aprovecho para aclarar que no necesariamente los hechos que vaya presentando aquí están ordenados cronológicamente, ya que simplemente son escenas que me van surgiendo sin ninguna clase de seguimiento. Si quisieran tener un marco de referencia, diría que todas estas historias abarcan la vida matrimonial de Kochou y Tomioka hasta el segundo capítulo de mi fic principal.
Como última aclaración importante, ya les he comentado que "¿Qué hubiera pasado si...?" contiene spoilers, pero no creo tener ese problema aquí, ya que todos los hechos narrados ocurren antes de chocar con ciertos aspectos importantes del manga.
Sin nada más que agregar, abro el compilado con la escena recortada del primer capítulo de mi otro fic. Catalogado en Rated M con M de LeMMon, así que estén preparados.
Disclaimer: Kimetsu no Yaiba no me pertenece a mí, sino a Koyoharu Gotouge.
Reconciliación
—¿Qué puedo hacer para disminuir tu enfado?
—Puedes morirte — le replicó con una sonrisa cargada de veneno, acrecentada únicamente por el portazo que le precedió al punto final de la conversación.
Hervía del enojo. ¿A quién se le ocurriría ofrecer tan gentilmente su cuello a favor de un demonio? Incluso si lo hizo por lealtad a su maestro, quien tuvo la insensatez de dar el primer paso hacia la causa, el estar dispuesto a desechar su vida tan estúpidamente era algo que no podía perdonar. ¿Dónde quedaba su orgullo como cazador de demonios?... ¿Qué pasó con el resentimiento y la impiedad que tanto mostraba contra aquellos seres que, al igual que a ella, le habían arrebatado vidas importantes y marcado profundamente?
Era un estúpido.
Y era tan estúpido, que para Shinobu no sería extraño encontrarlo en el jardín practicándose un seppuku por tomarse sus palabras en sentido literal.
"Eres de lo que no hay", lo maldijo hacia sus adentros y, sin hacer ruido, corrió apenas la puerta para extender su brazo hacia él, antes de que se fuera. Sujetó una manga de su haori, y esperó sin mirarlo a que él aceptara la invitación y se encerrase con ella en la alcoba que tantas veces habían compartido.
En cuanto la puerta volvió a cerrarse a espaldas del Pilar, el silencio flotó con una densidad ligeramente aguda entre ambos. Giyuu posiblemente esperaba la nueva ola de reproches que tuviese para darle, deseando así que descargase todo el veneno que quisiera para luego poder abordarla con más calma.
Esperó un tiempo que se le hizo prudente, pero al no recibir ataque de ningún tipo por parte de ella, quien permaneció alarmantemente callada e inmóvil todo ese tiempo, supuso que debería ser él quien diese el primer paso.
Con cierta duda contenida en su respiración, se preparó para hablar, esperando escoger las palabras correctas esta vez.
—Shinobu…— musitó, llamándola al fin por su nombre. Un nombre que a raíz de una norma no escrita ni verbalizada, ambos habían optado por emplear sólo en los momentos de intimidad, donde podían permitirse actuar como una pareja propiamente dicha.
Por esa razón seguían manejándose mediante sus apellidos en el trabajo, pese a estar casados. Y también por ese motivo, Giyuu podía medir el nivel de enfado de su esposa según la forma que ella emplease para llamarlo cuando se encontraban a solas.
—¿Por qué hiciste algo tan estúpido? —cuestionó ella. Ya no parecía exasperada; o al menos no a primera vista. Prefirió no despegar su mirada del suelo para evitar fulminarlo con esta— ¿Todavía tienes esa manía suicida de menospreciar tu propia vida? Pensé que ya habíamos superado esa etapa — se permitió sonreír con sorna. Su voz resonó agresivamente irónica en la última parte.
—No pretendía morir — expresó con la misma calma que tanto parecía crisparle los nervios a su esposa.
—¿Ah no? — Kochou elevó al fin su vista, taladrándolo con su mirada y aquella sonrisa visiblemente forzada —¿Y qué hubiese pasado si la chica se descontrolaba y atacaba a Sanemi-san?
—Eso no ocurrió.
La lógica simplista con la que el Pilar de Agua resolvía todo le añadía más peso a su enfado. Casi pareciera que lo hacía a propósito.
—¿Quieres tener la gentileza de tomarte esto con más seriedad, Tomioka-san? Estoy intentando comprender por qué mi esposo fue tan subnormal de pensar que me caería en gracia quedarme viuda por un motivo tan absurdo.
—Shinobu… — repitió otra vez, con intenciones de añadir alguna justificación válida para mermar el veneno. Instintivamente, sus manos buscaron el contacto con los hombros cargados en tensión de la mariposa. Una mala decisión, si tomaba en cuenta que ella detestaba ser tocada cuando experimentaba el pico máximo de enfado hacia alguien.
Kochou no dudó en responderle con un rodillazo que apenas alcanzó a ser bloqueado. Su sonrisa se había borrado, y en su lugar ahora sólo apretaba con fuerza los labios, queriendo mitigar al máximo las repercusiones que su ira desbordante pudiese llegar darle a su rostro. Su cuerpo entero temblaba; odiaba no poder contener adecuadamente sus emociones, en contraste con la irritante facilidad que su marido sí tenía para ello.
Quizá, a fin de cuentas, era justamente ese detalle lo que más la sacaba de quicio: ¿Cómo era posible que incluso bajo esa situación, Giyuu fuese incapaz de mostrar exaltación de algún tipo? Sentía que discutía con la pared si todo lo que veía era ese rostro de cera imperturbable.
No lo soportaba. Propinó otro zarpazo que fue desviado con agudeza, logrando únicamente provocarle un rasguño en la cara que lo habría mandado al otro mundo en pocos minutos de haberse tratado de un demonio. Y ni siquiera eso bastó para hacer que él respondiera. ¡Era tan frustrante!
No quería enfadarse sola. No quería ser la única afectada por una incontrolable tormenta emocional; si tan siquiera pudiese compartirla con su pareja, quizá su desahogo encontraría una vía de escape más rápida al liberarlo todo en una discusión recíproca. Pero Giyuu nunca había sido la clase de persona que responde al enojo de la misma forma… él se mantenía sereno, como un pozo de agua estancada, y escogía una vía menos agresiva para aplacar el problema.
Para colmo de males, su asalto anterior le había dejado un flanco abierto que su contrario aprovechó para capturar sus muñecas. Incluso si quisiera emplear toda su fuerza para intentar librarse, sabía que todo intento era prácticamente inútil contra él. Tomioka tenía experiencia inmovilizando a demonios que triplicaban su fuerza; fácilmente podía mantenerla apresada a ella sin que sus manos cedieran ni un ápice.
Exhaló frustrada, mas no por ello dispuesta a rendirse. Quiso probar suerte con otro rodillazo alto, pero antes de poder concretarlo fue sorprendida por un giro veloz que encajó su espalda contra la pared para terminar de encerrarla. Nunca fue brusco al bloquear sus arrebatos, y odió eso. Lo detestaba, porque ante cada negativa que recibía de unirse a la disputa, peor se sentía denotando su agresividad.
Esa era la forma que él tenía de contrarrestarla. Eludía sus arremetidas sin dejarse arrastrar al conflicto, hasta que eventualmente su ira mermara y cediera sola… Sin embargo, reconocía sus razones para haberse enojado tanto esta vez, y debía hacer algo al respecto para enmendar su error. En vez de esperar el tiempo prudencial que siempre le daba para calmarse, decidió apostar su integridad física a un contacto directo como una ofrenda de paz.
Shinobu se vio rodeada por un abrazo conciliador, que no dejaba de ser firme a la vez. Claramente debía seguir conteniéndola tanto como le fuese posible mientras continuase en ese estado. Fue por eso que, antes de darle el privilegio de intentar alguna nueva maniobra ofensiva, tomó la iniciativa y trató una vez más de dialogar con ella.
—Perdóname… Nunca tuve la intención de herirte — musitó. El tono de su voz (y lo mismo aplicaba para su expresión facial), demostraba variaciones tan leves que muy difícilmente alguien podría detectar. Sin embargo, con el tiempo que su esposa tenía de tratar con él, había aprendido a encontrar esos pequeños resabios de culpa, enojo o alegría contenidos en cada palabra, en cada gesto y en su propia mirada.
Esta vez, ella reconoció en ese susurro una súplica de reconciliación y arrepentimiento legítimo, logrando aplacar de a poco sus ganas de golpearlo. Instintivamente dejó de intentar luchar contra él, relajando así su postura y despejando con cierta claridad su mente.
El cuerpo de su marido se sentía reconfortantemente cálido, y su vista se empañó una vez más con aquellas lágrimas que muy tercamente se negaba a dejar salir.
¿Qué es lo que le daba esa capacidad tan única de evaporar su enojo? Kochou en verdad odiaba, con la misma intensidad con la que amaba esa penetrante influencia que Tomioka ejercía sobre su estado anímico. Podía hacerla pasar de la calma a la ira con la misma facilidad con la que la aplacaba, sin darle nunca la oportunidad de desahogarse de la manera que ella quería.
Ahora no le quedaba más remedio que perdonarlo, y eso dejaba un resabio de frustración sin desahogar dentro suyo. El Pilar de Agua la estrechó más contra su cuerpo; ya no se preocupaba por mantenerla aprisionada, por lo que podía permitirse aventurarse a un abrazo más gentil que no tardó en ser correspondido por ella.
—Por eso te odio — murmuró al fin, con un timbre más sereno.
—Eso es mentira — le regresó en respuesta. La tormenta había amainado, y ahora podía darse a la tarea de reconstruir el desastre que dejó a su paso.
Tomioka recorrió el contorno de su rostro con los labios en una caricia discreta. No hubo una reacción negativa por parte de ella, lo que confirmaría su consentimiento para proseguir su recorrido. Las pequeñas manos de su esposa se aferraron al haori bicolor, exigiendo una demanda que no tardó en corresponder.
Kochou sintió la tentación de emboscarlo en el momento que bajó la guardia para concretar aquél beso profundo y pausado, pero decidió dejarlo para después y disfrutar de la "disculpa" que su marido le profesaba para redimirse con ella. Su deseo de reconciliarse había superado finalmente sus intensas ganas de odiarlo. Y es que, ¿cómo podría? Él portaba esa inusual habilidad de desarmarla con un solo beso y unas pocas caricias; sintió cómo su cuerpo era recorrido por aquellas manos tan bien conocidas, mientras que la temperatura subía al compás del ritmo que marcaban sus lenguas explorando la boca ajena.
Se sentía embriagada por su calor, su sabor y por sus caricias, las cuales alcanzaron a arrebatarle un suspiro placentero que incentivó a avanzar al contrario. Esa era la señal que esperaba para ir más allá y denotar la intensidad de su deseo; uno que manifestó con plena claridad cuando Shinobu sintió aquella mano firme y decidida colarse sin pudor bajo su ropa para acariciar uno de sus senos.
—Giyuu… — gimió, al fin, el nombre que él tanto deseaba oír de sus labios.
No iba a mentir; aquello había sido intencional. Sabía perfectamente lo mucho que su marido disfrutaba oírla gemir su nombre, y la reacción que buscaba no se hizo esperar. Se sintió flotar en el aire antes de que su espalda fuese recostada contra la suavidad del futón en el suelo. Su uniforme había sido abierto en algún momento que no quedó registrado en su memoria, y las manos diestras de su pareja se encargaban ahora del resto de su indumentaria.
Una sonrisa tenue, pero recargada de genuina diversión afloró en los labios de la joven. Se le hacía encantador contrastar la manera en la que el frío Pilar de Agua se manejaba puertas afuera, contrario a la pasión que le había demostrado tantas veces en la intimidad de la cama. Si bien no sería extraño compararlo con un trozo de hielo para cualquier compañero y persona ajena, Shinobu se sabía privilegiada de conocer su faceta más humana y privada; como cuando sus manos acariciaban con avidez y profundidad cada rincón oculto de su cuerpo, o cuando sus ojos hambrientos la observaban con ese brillo de deseo, apreciando su desnudez.
Cuando el cazador retomó su postura sobre ella para asaltar su boca con más desenfreno que antes, las ágiles manos femeninas se encargaron de la ropa que cubría su parte superior. Debía darse prisa si quería desnudarlo, o de lo contrario perdería la oportunidad de disfrutarlo en su plenitud.
Justo acababa de desabrochar el botón restante de su camisa, cuando la incursión furtiva de unos dedos invasores le obligó a interrumpir la tarea con un sobresalto. Shinobu exhaló de forma ahogada contra los labios ajenos, los cuales no tardaron en bajar para marcar su cuello con una impronta rojiza, delatando su paso por allí.
—Espera… — le pidió con un notorio flaqueo en su voz. Su mano se aferró a la camisa con un cierto desespero al comprender que su marido no acataría esta vez; parecía más interesado en estimular a profundidad su zona baja, asegurándose encarecidamente de frotar los puntos más sensibles de su anatomía.
Aquello era un juego sucio. Había atacado más pronto de lo habitual, sin darle tiempo a preparar sus defensas. La pequeña mariposa rasguñó ansiosa la tela que protegía la espalda ajena, mientras que la propia se arqueaba al compás de sus gemidos fallidamente reprimidos. Sentía su rostro entero arder; el bombardeo no se detenía. El calor se volvía más sofocante, y cada vez las oleadas placenteras se tornaban más intensas en su centro.
—¿Quieres correrte con mis dedos, o prefieres que entre de una vez?
La pregunta que liberó su esposo, apenas contra su oído, le regresó una pizca de claridad mental por unos instantes. Se aferró a ésta como pudo, resistiéndose a dejarse arrastrar tan tempranamente por aquella implacable marea de aturdimiento mental.
Kochou le devolvió una mirada necesitada, aunque conservando un merecido reclamo en esta.
—Quiero que entres… — gimoteó con toda la claridad que pudo —. Y quiero… que te quites esa camisa… — añadió con algo más de esfuerzo, sintiendo que la respiración se le entrecortaba junto a las palabras.
La joven apenas obtuvo un par de segundos de tregua cuando los dedos invasores se retiraron de su sexo humedecido. No pudo evitar temblar de la expectación cuando los sintió fuera, destinados a ayudarse con la tarea de quitarse y correr hacia un costado la camisa que le ordenó sacar. Pronto se vio atrapada entre el Pilar de Agua y el futón. Él también estaba ansioso por degustar el plato principal; podía percibirlo en su rostro levemente colorado y esa mirada cargada de deseo.
Aquello le hizo exhibir como pudo una sutil pero satisfecha sonrisa. Adoraba verlo así, y mientras él se encargaba de exponer su erección por entre el pantalón, la pequeña mariposa aprovechó la oportunidad para picarlo un poco.
—¿Hambriento… cariño?... — exhaló, con una notoria nota de diversión en su voz todavía afectada. Rodeó la cadera masculina con sus piernas para acrecentar la cercanía, y así provocarlo con un sutil movimiento que intensificó la fricción contra el miembro endurecido.
Giyuu la contempló serio, pero la nuez de su cuello bajó cuando tragó al verse en desventaja ante la jugada de su esposa.
—Bastante — confesó sin pudor, proponiéndose eludir cualquier posible devolución burlona por parte de ella cuando decidió penetrarla.
Cuanto menos, Tomioka consiguió lo que quería. La respuesta que ella le tenía preparada murió en su boca a raíz de un repentino gemido que la obligó a arquearse, no viéndose menos afectada que él mismo, quien buscó un desahogo arrugando las sábanas contra su puño mientras ocultaba su rostro entre la suavidad del busto femenino. El trabajo preliminar que había estado llevando a cabo con sus dedos la dejó tan sensible, que ni bien ingresar casi la hizo correrse. Sus paredes internas abrazaron con satisfacción a su marido, bombardeándolo a él también con potentes descargas que recorrieron toda su espina.
Shinobu exclamó su nombre como un ruego y afirmó el agarre de sus piernas contra él, deseando profundizar la intromisión. Rodeó su espalda con sus brazos, y sus uñas arañaron con suavidad su piel y cicatrices.
Su petición no tardó en ser correspondida; el cazador dio inicio al vaivén facilitado por la lubricación previa, sólo para ser recibido por una intensa oleada de calor que presionaba insaciablemente su falo. Le apretaba tanto, que sus jadeos agitados eran opacados sólo por los gemidos cada vez más audibles de su esposa, a quien había llevado casi al límite con el juego previo. Buscó empujarla todavía más al atrapar la cúspide de uno de sus senos entre sus labios.
Ella gimió. Tensó su cuerpo peligrosamente cerca del orgasmo al sentirlo, y manifestó un par de quejidos apenas distinguibles entre los sonidos que escapaban incontenibles por su boca. La estaba haciendo perder el sentido; el recorrido que trazaban aquellas manos ardientes por su cuerpo propició una correntada que alcanzó todas sus terminales nerviosas, envolviéndola como una gigantesca ola que engullía todo su ser. Kochou se sentía arrastrada por la fuerza implacable de una marea que no dejaba de arremeter contra ella, desvaneciendo cualquier posible resabio de reproche como si se disolviera en la espuma del mar. Sus uñas rasguñaron con un ansioso desespero la espalda ardiente de su pareja; los dedos de sus pies se contrajeron en una prolongada tensión y su interior se tornó más estrecho al estremecerse de golpe. Recibió el Nirvana con una exhalación entrecortada que la obligó a arquear pronunciadamente su espalda, sólo para relajarse agotada y perlada en sudor.
Su cuerpo aún se estremecía a causa del placer residual dejado por su orgasmo, sumado a los estímulos que no dejaba de recibir por parte del contrario, a quien le tomó otro par de estocadas alcanzarlo para derramarse en su interior. Lo sintió desplomarse exhausto sobre ella, recurriendo a sus pechos como almohada para recobrar el aliento mientras su semilla se desbordaba desde lo profundo de su cavidad.
Sus respiraciones agitadas se entremezclaron al compás de los pulsos acelerados. Sus cuerpos aún temblaban, especialmente el de la mariposa, quien sintió la ola de placer absorberla por completo y revolver poderosamente sus pensamientos.
Giyuu deslizó su mano hasta alcanzar la suya, obteniendo así su atención con ese gesto. Buscó un mejor acomodo y apoyó su mentón en el valle entre los pechos de su mujer, quien le devolvía la mirada un tanto adormilada. El intenso carmín en sus mejillas acrecentaba aquella imagen que fácilmente podría volver a provocarlo.
—¿Estoy perdonado? — cuestionó con la voz algo ronca.
Shinobu sólo sonrió en respuesta. Llevó su mano libre a la cabeza de su marido para acariciar sus cabellos, antes de contestar.
—Si vuelves a hacer algo como eso, me separaré — sentenció. No había malicia en sus ojos o en su voz, y Tomioka comprendía la seriedad de aquella advertencia.
Cerró los párpados por un momento para exhalar un suspiro cansado, adjudicado a la actividad reciente.
—Está bien — accedió. Aquello lo registraría como una nota mental que tendría siempre presente para no volver a embarrarla con una decisión precipitada.
Al menos, por ahora, podía respirar tranquilo y descansar un rato junto a su amada, comprobando así las palabras que le había escuchado decir a Uzui alguna vez:
"—La mejor parte de discutir con tu mujer, es la reconciliación".
La mayoría de los que comentaron en mi fic principal lo pidieron, así que espero no haber defraudado con la escena faltante de ese primer cap. Aprovecho desde aquí para agradecer a todos los que dejaron su review, no saben lo feliz que me hacen. No estaba segura de si mi fic tendría futuro hasta que comencé a recibir comentarios pidiendo por más, ¡Muchas gracias!
De esta serie de compilados, ya tengo unas cuatro escenas más por subir, pero me centraré en avanzar con "¿Qué hubiera pasado si...?" antes de continuar con este.
No todas las viñetas contendrán lemmon (que están casados, pero su matrimonio tiene muchos más momentos destacables aparte de los relatos de cama XD), aunque sí cada tanto habrá escenas subidas de tono.
Si les ha gustado, no olviden comentármelo con un review. Así podré saber si están satisfechos con el resultado o si estuvo muy corto, si quieren que incremente la zabrozura para futuros lemmons, o si quieren que Kochou sea la dominante la próxima vez. ¡Todas sus peticiones serán leídas!
Yo me despido y los veo en el próximo cap.