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El ruido del motor del coche que acababa de aparcar afuera le puso una enorme sonrisa en la cara. Obito tocó la bocina y Deidara lanzó el cepillo a la cama, se colgó la bolsa bandolera y fue al vestíbulo a calzarse. Salió sin despedirse de nadie ni decir a qué hora iba a volver. De tres grandes zancadas llegó al coche, se sentó en el asiento del copiloto y tiró su bolso al asiento de atrás.
Nada más entrar lo saludó el aroma fresco y seductor de aquel perfume que lo había hechizado desde que le abrió la puerta de casa unas horas antes.
—Hola otra vez, hm.
—Hola.
Se miraron sonrientes, sin decirse nada. Era un silencio cómodo, que por un rato ninguno de los dos quiso romper.
—¿Qué vamos a hacer? —preguntó Deidara.
Un paquete de chicles a la mitad sobre la guantera llamó su atención.
—Te dejo elegir —respondió Obito.
Los ojos de Obito se desviaron hasta sus labios. Deidara se los humedeció mientras observaba la sutil reacción. Vio su nuez bajar un poco al tragar.
Obito lo dejaba elegir. Deidara ya se había decidido. Se echó sobre Obito para devorarle la boca. Sabía a menta. Respondió a sus besos con igual pasión, rápido y brusco, estrechándolo entre sus brazos para atraerlo a su cuerpo. Con una rodilla clavada en el asiento y la otra sin un punto de apoyo, Deidara podría haberlo encontrado incómodo si no se estuviera derritiendo entre los brazos de Obito. Lo agarraba con firmeza, sus manos moviéndose lentamente por la espalda de Deidara en contraste con su lengua exigente y labios inquietos. Y unos dientes que lo mordían cuando menos se lo esperaba, obligándolo a contraatacar con fiereza.
Sin interrumpir aquel desesperado beso, Deidara se movió para quedar de rodillas sobre su regazo. Al rodear su cuello con los brazos y meter los dedos en su pelo negro y corto, notó que tenía la textura del gel fijador que llevaba puesto. Obito lo apoyó en el volante para empezar a subirle el suéter. El dolor molesto en sus omoplatos lo hizo emitir un gruñido, pero ninguno de los dos se detuvo. Deidara le quitaba los botones a Obito empezando por arriba.
Obito rozaba su piel de casualidad mientras subía la prenda. Deidara alzó los brazos un momento para ayudarlo a sacarla mejor. El roce suave como una pluma lo dejaba insatisfecho y a la vez, avivaba más el deseo que estaba haciendo arder su ingle. Pronto el pecho de Obito quedó al descubierto y a Deidara se le antojó morderlo. Algo pequeño y blando con sabor a menta cayó en su boca. Deidara rió y lo tomó entre sus dedos antes de pegarlo en la guantera. Obito le arrancó también la camiseta interior y lo apoyó un poco más contra el volante. Deidara no estaba cómodo, pero tampoco le importaba tanto.
—¡Nhhh!
Desvió la vista a su casa un segundo, esperando que a sus padres no se les ocurriera salir a tirar la basura en ese momento.
—Las lunas están tintadas. No te preocupes por la privacidad —dijo Obito en su oído—. Podemos hacer de todo sin que los vecinos te vean raro por la calle.
Mordió el sensible lóbulo de su oreja, luego su cuello. Por donde quiera que su boca pasaba, su cálido aliento hacía arder su piel, sus labios lo hacían estremecerse y retorcerse de puro gusto y cuando sentía el roce de sus dientes, un erótico gemido se le escapaba. Deslizó las manos por el pecho y el abdomen de Obito. Se recreó en su tacto mientras disfrutaba de las atenciones de su lengua. Trató de contenerse antes de seguir bajando, pero los suspiros rasposos que escuchaba se lo ponían difícil.
A tientas por estar arqueado sobre el volante, Deidara atacó el botón de su pantalón deseoso por liberar lo que sentía moverse adentro. Su cadera se agitaba impaciente por un poco más de acción. Se restregó contra el muslo de Obito, mordiéndose el labio mientras sonreía al sentir en las yemas de sus dedos el contorno de aquella erección.
Dejó que Obito le quitara la camisa y siguiera devorando el hueco de su cuello en dirección a su hombro. Casi en éxtasis por la rudeza de aquella boca sobre su piel, Deidara tiródel pantalón, para hacerle saber que quería que se levantase un poco del asiento y poder sacárselo. Obito no entendió, o fingió no entender. Una de sus manos subió hasta su nuca, dedos adentrándose en su pelo mientras lo empujaba hacia delante para volver a besarlo.
Sus lenguas jugueteaban la una con la otra. Explorándose, reconociéndose sin prisa ni urgencia. Deidara volvió a intentarlo y tiró de su pantalón otra vez.
—Levanta —le exigió—. Quiero ver lo que tienes ahí dentro.
Obito lo agarró de la cintura y lo arrastró con él entre el hueco de los dos asientos. Deidara ahogó una carcajada cuando casi se quedan atorados. Con torpeza, ambos consiguieron llegar al asiento de detrás.
—¿Querías que me quite esto? —Obito se bajó el pantalón.
La verga de Deidara dio un brinco cuando vio su erección marcada en el boxer de lycra.
—Mucho mejor, mmh —dijo mientras se deshacía de sus propios pantalones junto con los zapatos y calcetines. En aquel espacio reducido, no tener libertad de movimiento le llevó un poco más de tiempo. Tampoco pudo evitar dejar un par de huellas blanquecinas en la tapicería negra—. Ups, lo siento.
Obito tiró de su brazo en cuanto vio que había terminado. Deidara se le sentó encima a horcajadas y se abrazó a su cuello.
—No importa, estás a punto de compensarme por eso —dijo Obito. Sus manos se movieron hasta sus nalgas. Las amasó y estrujó mientras él se seguía frotando—. Parece que se te olvidó la ropa interior en casa.
—¿Para qué traerla si...?
Un gemido interrumpió la frase. Obito apaprovechó la oportunidad para seguir con los besos. Liberó su erección de la prisión de tela donde estaba y la acarició despacio. La falta de luz le impidió verla todo lo bien que le habría gustado, pero se sentía grande y húmeda entre sus manos. Deidara notó como empezaba a salivar.
—Pero... No he traído condones y eso limita un poco las cosas que podemos hacer.
Deidara apretó su puño hasta hacer a Obito estremecerse.
—Qué atrevido asumir que yo tampoco traje, hm —se echó hacia atrás y estiró el brazo para agarrar su bolso—. Pensé que ya que sólo habías salido a cenar no los habrías traído. Y como ya hemos cenado, bueno... Era lo que quedaba por hacer.
Del bolso sacó una pequeña botella verde y se la pasó a Obito mientras buscaba la caja de preservativos. Alguien pasó por la acera, ignorando lo que estaba ocurriendo ahí mismo. Era la primera vez que lo hacía en un lugar tan expuesto.
—Frescor mentolado —leyó Obito—. Nunca he probado este.
—Es de mis favoritos. Pensé que la ocasión lo ameritaba.
Deidara acarició la mejilla de Obito. Al pasar los dedos por sus labios, él le atrapó el índice y le dio una fuerte chupada, raspándolo con los dientes. Podía distinguir en la penumbra el brillo de su mirada llena de deseo.
—Mmh, Obito...
Su caderas se restregaban. Sus vergas goteantes frotándose la una contra la otra. Deidara oyó el suave 'pop' de la botella y miró hacia abajo para ver a Obito echarse lubricante en la mano. Después apoyó el dedo embadurnado entre sus nalgas. El líquido frío en contacto con su piel caliente lo hizo saltar. La cabeza de Deidara golpeó contra el techo.
—¡Ow!
—¿Estás bien? —preguntó Obito.
Deidara asintió, frotándose el golpe.
—Seh, hm.
Los dedos de Obito acariciaron en círculos su entrada trasera, el efecto frío contrastando con la piel que ardía. Se besaron y Deidara agarró de nuevo su verga para masturbarlo con sacudidas cortas y rápidas. El beso se volvió más torpe.
—Vamos a practicar —susurró Obito—. Odiaría que te volvieras a golpear la cabeza.
Deidara gimió al sentir el dedo más frío penetrar en su interior. Subió y se dejó caer despacio, sentía como el dedo se abría paso en su cuerpo. La siguiente vez Obito le metió dos dedos más y él apoyó la cabeza en su hombro.
—Agh, cuidado —dijo Deidara al sentir que lo estaba dilatando demasiado deprisa—. No he hecho esto en un tiempo.
—Lo siento —Obito sacó un dedo—... Pero me pusiste muy caliente. No lo pude evitar.
El auto se agitaba un poco, lo suficiente para que cualquiera se diera cuenta. Y en cuanto a los sonidos, Deidara estaba seguro que también podían oírse. Pasadas las molestias iniciales, el ritmo de Deidara cobró más fuerza. Subía y bajaba con más fluidez, empalándose en los dedos de Obito que pronto volvió a agregar el tercero.
Deidara gemía y rebotaba mientras le hacía una torpe paja a Obito. Empezó a sentir la fatiga en las piernas luego de un rato, pero el deseo le mantuvo el ritmo. Se soltó de su cuello para buscar la caja de condones, abrirla y sacar uno. Rasgó el envoltorio de aluminio plastificado con los dientes.
Obito le retiró los dedos, lo tomó de la cintura y lo recostó en el asiento. No sabiendo dónde poner las piernas, Deidara subió una a lo alto del respaldo y bajó la otra al suelo. En la maniobra esa vez fue Obito quien se golpeó con el techo.
—Ups —dijo.
—Si sigues se te pasará —dijo Deidara.
Luego sacó el condón del envoltorio, lo apoyó en la punta del pene de Obito y lo desenrolló hasta la base.
—Haz que se me pase, Dei.
Obito lo agarró con firmeza de las caderas. Deidara gimió cuando la verga se topó contra su culo y se restregó contra el agujero. Buscó la botella de lubricante y se la dio.
—Mierda, sí está frío —dijo Obito cuando recubrió la erección enfundada.
—Por eso me gusta, es un poco de tortura antes de... ¡Nngh! —Su esfínter ardiendo protestó al entrar en contacto con el frescor mentolado del lubricante—. Métemela. Ya.
Obito se agarró la verga y la apoyó entre sus nalgas. La punta se deslizó sin dificultad al hacer un poco de presión. Deidara notaba como lo iba abriendo. Inhalaba con fuerza y gemía cada vez que Obito empujaba, gruñendo como un animal cerca de su oído.
—Mmm tenías razón —dijo, se la sacaba del todo y se la volvía a meter despacio cada vez más profundo, haciendo que Deidara se apretase alrededor de él—. Frío y caliente... Me gusta...
Cuando le entró entera, Obito comenzó a bombear, primero con cuidado y según su cuerpo se iba adaptando fue cobrando velocidad. El culo de Deidara ardíay sus gemidos se transformaron en alaridos hasta que Obito le cubrió la boca.
—Shhh...
—¡Pero no pares! —exclamó Deidara viendo que había aminorado la marcha.
—Lo siento. No puedo moverme bien —dijo Obito. Deidara replegó las piernas sobre su cuerpo y pasó las manos por detrás de sus rodillas para sujetarlas mejor. Obito se reacomodó en el asiento, poniéndose sobre él—. Gracias.
Deidara apoyó las pantorrillas en sus hombros mientras Obito se la metía de una vez y hasta el fondo. Sus caderas se movieron aún más rápido que la otra vez y lo empujaban contra la puerta. Deidara estaba en el cielo. Sus gemidos sin control mezclados con los de Obito, con sus pelotas chocando contra su culo una y otra vez y el traqueteo del coche. Se besaron en un intento por rebajar el volumen. El cuerpo de Deidara ardía con cada deliciosa embestida de aquella verga.
Luego Obito aminoró la marcha y cambió ligeramente de ángulo a otro que rozaba más contra su próstata. Lo miraba a los ojos con una pequeña sonrisa, como retándolo a protestar. Deidara no lo hizo, aunque por torturarlo así, Obito lo habría merecido.
—Qué caliente estás —Obito estrujó una de sus nalgas. El cuerpo de Deidara se arqueó y su esfínter se contrajo—... Y qué apretado, mmmh...
Gimió y Obito cerró los ojos y aceleró.
—Ah... así... nghh... ¡Así!
Deidara había esperado tanto por eso. Un par de minutos que le parecieron dos horas. En medio de las embestidas cada vez más rápidas, Obito le agarró la verga y lo masturbó, cambiando de ritmo a menudo. Deidara no podía aguantarse más. Ya comenzaba a sentir aquel calor que incendiaba su ingle y se propagaba a sus pelotas. La esperada descarga estaba por suceder.
Se retorció con fuerza para retrasar el momento. A veces a Deidara le gustaba torturarse antes de acabar, sobre todo cuando más lo hacían disfrutar. También quería esperar por Obito, acabar juntos. Hasta que ya no pudo más. Cada sacudida lo acercaba más y más a la locura. Aquel calor infernal acabó por estallar y varios chorros de semen salieron disparados y cayeron en su pecho, cara y la tapicería del auto.
Entonces sintió aquella sensación que lo volvía loco. La verga de Obito palpitando dentro de su culo mientras descargaba toda la leche que había en sus pelotas. El cuerpo de Deidara se relajó por completo. Obito lo miraba desde arriba, ambos jadeando y cubiertos en sudor. A veces lo sentía moverse un poco, aún duro y sin salir de él.
—Fue una cita increíble, hm.
—Tú eres increíble —dijo Obito, saliendo de él—. Mi idea cuando volví era llevarte a tomar una copa. ¿Te gustaría ir la próxima vez que tenga un día libre?
Obito se sentó, se sacó el condón con cuidado y lo anudó.
—¿Me vas a invitar a tu casa después? —Buscando en el bolso, Deidara notó que no se había traído pañuelos, así que se limpió la cara y el pecho con su camiseta interior.
—O puedo llevarte directamente y olvidarnos de la copa —dijo Obito mientras metía los brazos por las mangas de la camisa—. O... Ir primero a mi casa y luego a tomar algo. Nada de autos por una temporada.
Deidara asintió. Hizo un bollo con la camiseta manchada y lo metió en su bolso. Después le dio la vuelta al sueter que estaba del revés y metió la cabeza en el agujero del cuello.
—Ya lo decidiremos cuando llegue el día —cuando lo miró, Obito sonreía. Deidara respiró hondo y le devolvió la sonrisa. Luego se acercó a él para besarlo en los labios—. ¿Voy bien?
—Veamos —dijo Obito, peinándolo con sus dedos y alisando las arrugas de su suéter—. Ahora te ves un poco menos como si te acabaras de dar un revolcón en un auto.
—Bah, me iré directo a mi habitación y me cambiaré, hm.
Obito tomó su mano. Deidara la apretó.
—Bien. Hablamos pronto.
—Por supuesto —tras un último beso, Deidara tomó su bolsa y abrió la puerta del auto. El trasero le dolía con cada movimiento pero ni de broma habría rebajado la pasión de aquel encuentro por mera comodidad. Estaba más que satisfecho por como había ido la noche—. Buenas noches, sexy.
—Serán buenas si sueño contigo —Obito lo miraba embobado, a Deidara se le escapó un suspiro.
—No tiene caso soñar cuando puedes tenerme de veras, hm.
Y tras lanzarle un beso, cerró la puerta y cruzó la calle de vuelta a su casa.
Bueno, ya era hora de terminar este y eso es lo que hice. :D ¿Han sido unas vacaciones productivas? Yo creo que sí. Aún me quedan un par de días más.
Arekusa, pues al parecer había un Obidei muy viejo en el que Ino estaba prometida a Obito en un matrimonio arreglado y el día de la boda un ladrón (Dei) se mete y le roba el anillo a Ino, lo confunden con ella y lo casan con Obito por error. xD Imagino que Dei no dice nada porque mejor casarse con un rico. Nunca lo he leído porque al parecer está borrado, sólo he oído hablar del fic un par de veces a otra gente. Sí que pensé en varias posibles formas de hacerlo, una era esa que dices, otra era que a Ino le surgiera algo de última hora y no pudiera ir. Pero la idea que más me gustaba era la de que Ino fuera a esa cita para dejar constancia de que no conectaron por mucho que se intentó. También opino que no fue culpa de ninguno de los dos que la cita saliera mal. Querían evadirse, no funcionó. Cosas que pasan. ¡Espero que te haya gustado la continuación!
Gracias por esperar y por leer!