Nephilim

Alvin Marsh no era un buen hombre. Él estaba seguro de eso, y consciente de las cosas que era capaz de hacer. Cuando más joven había sido un chico problema, el típico matón que se metía con los mas débiles para hacerlos pasar mal rato. Siempre había disfrutado del placer de inspirar miedo, de asustar a la gente en realidad. Por ello se gano el apodo de demonio, y cualquiera que oyera mencionar a Alvin Marsh, estaba seguro de que estaba en la presencia de un verdadero demonio.

Por eso cuando él se casó, la gente se sorprendió. Él también estaba sorprendido. Ella, su hermosa esposa, era perfecta. Elfrida era femenina, delicada, dulce como ella sola. Siempre olía bien y nunca se quejaba cuando él quería tener sexo. Se habían casado y ella jamás protesto por tener que trabajar para ayudar a la casa. Era un ángel.

Claro, su diferencia siempre fue presagio de que las cosas no iban a durar. Alvin era como una infección en la vida de Elfrida. Entre mas la amaba, más la consumía. La envolvió cada vez más, con mentiras, con celos. Para ella era como caminar sobre hielo.

Pronto, de ambos nació una pequeña niña, de cabello como fuego y piel delicada. El resultado de su amor enfermizo, completando el cuadro.

Alvin Marsh no creyó que podía ser mas feliz. Una esposa obediente, una hija hermosa. Su vida era perfecta. El demonio tenía todo lo que podía querer… hasta que su veneno hizo mella en su esposa.

Ahora estaba ahí, con su pequeña hija tomada de su mano, viendo el ataúd con el cuerpo de su esposa descender a las entrañas de la tierra. Su ángel no soporto estar al lado de su demonio… pero no importaba, ahí estaba su hija. El producto de su unión…

La pequeña hija de papi.