Disclaimer: todo lo relacionado con el mundo de Harry Potter, le pertenece a J. K. Rowling.

Este fic participa en el Reto #38: "Los que no van a Hogwarts" del foro "Hogwarts a través de los años".


Elecciones


Sirius se colocó en una columna en donde sabía que no molestaría a nadie que pasara por la plataforma y esperó, cubierto por la capa de James.

Él no quería pasar su mañana ahí en King's Cross, viendo pasar tanto a muggles como a magos con sus carritos, yendo a las plataformas correspondientes para tomar sus trenes. No, claro que no.

Pero se encontraba justamente ahí, oculto bajo aquella capa, sin ser visto por nadie.

Había cierta añoranza en él al ver pasar los carritos con los baúles y las mascotas desaparecer entre los andenes 9 y 10. Pensar que hacía un año que ya no volvía al castillo.

Consultó la hora en su reloj y suspiró; faltaban diez minutos para las once. Y había quedado con Marlene a las once y media, antes de que la reunión de la Orden tuviera lugar esa misma tarde.

—Te gusta torturarte, Black—masculló por lo bajo, asegurando la capa sobre su cabeza, listo para marcharse del lugar.

Había salido de su escondite cuando unas cabelleras del color del cielo cuando hay luna nueva lo clavaron en su lugar.

Su mirada se posó en el más joven del trío, aquel muchacho tan parecido a él pero, aún así, tan distinto.

Regulus iba por detrás de sus padres, empujando el carrito.

Sirius frunció el ceño y se acercó unos cuantos pasos hacia el lugar en donde estaba su familia. Había notado algo en su hermano menor.

Algo había cambiado en su postura; no portaba el típico porte de los Black. Tenía los hombros hundidos y la cabeza gacha.

Dentro de Sirius creció una necesidad de alejar a su hermano de las garras de su madre y evitar que se siga infectando con los ideales que sus padres y amigos de ellos compartían, los cuales Sirius tanto odiaba.

Había sacado la varita del bolsillo interno de su campera y había apartado la capa, revelando su presencia a todo aquel que se encontraba en la estación, cuando volvió a detenerse en su lugar. Apretó los puños, sus nudillos volviéndose blancos por el esfuerzo.

Walburga, quien se había retrasado y dejado pasar a su marido primero, había colocado una mano en el hombro de su único hijo, indicándole que era su turno de cruzar la barrera.

Como su hubiera salido de un estado de ensoñación, Regulus levantó la cabeza y miró por sobre su hombro, para mirar a su madre. Pero no se encontró con los ojos negros de su madre, si no con unos grises que hacían más de un año que no miraba. Le sostuvo la mirada unos segundos, antes de darse la vuelta y desaparecer por la barrera mágica.

Y Sirius lo supo.

Regulus había elegido. Él también había elegido.

—Buena suerte, Reg—susurró Sirius, mientras que volvía a desaparecer debajo de la capa de invisibilidad y se escabullía entre medio de la gente.

Aquella iba a ser la última vez que los hermanos Black se vieron.


Los hermanos Black, ¿qué más tengo que decir?

Espero que les haya gustado.