El resto ya se lo saben…
Los personajes no me pertenecen son creación de Rumiko Takahashi
Nota de la autora: Este fic no es apto para todo el público por lo que se recomienda su discreción.
-Prólogo-
Me miro en el espejo, el traje me queda bien. Aunque eso ya lo sabía.
-Eres demasiado guapo- susurra Kodachi a mi espalda, se acerca y posa sus labios cerca de mi oreja -¿te excita?- pasa su lengua por el lóbulo de la misma mientras una de sus manos desciende por mi costado hasta acariciar mi miembro.
La empujo sin miramientos -vamos Kodachi, sabes que tus boberías no me van a calentar.
Se encoje de hombros -había que intentarlo- ríe mientras se deja caer en la cama -¿estás seguro que no quieres que te acompañe?
La veo en el reflejo alzar su vestido y dejar al descubierto sus largas piernas. Ella me mira y sonríe.
-Puedo recuperar lo que es mío sin problemas- ajusto las mancuernillas a la camisa y aunque trato de no mirarla es una tarea imposible dada la naturaleza de sus actos.
Mete la mano en sus bragas e imagino que se acaricia, ya que su rostro se alza en un quejido de placer.
-¡Ah!- cierra los ojos -tu padre no estará muy feliz de saber que te vas- dice entre jadeos -¡ah! ¡Mmh!
-¿Por que de repente se te antojó masturbarte en mi cama?- pregunto fastidiado.
Vuelve a abrir sus ojos azules y sonríe -es más fácil mientras te veo que solo pensar en ti.
Me burlo continuando con lo mío -eres una simplona.
-Nunca te voy a dejar de esperar mi adorado. ¡Ah!
-Eres una bruja.
Ella ríe -eso nunca te ha molestado.
-Y no me molesta- digo girándome -sabes que no tengo prejuicios.
Camino hasta la cama y subo a gatas colocándome sobre Kodachi mientras sus piernas rodean mi cadera y su lengua se aventura a acariciar mi labio. Pero no la beso, nunca me ha interesado de esa manera. Por más que se desvista en mi presencia o me acaricie no me incita a cogérmela.
-Vamos Ranma, dame un gusto. Soy tu mejor amiga- susurra con ojos de piedad mientras alza su cadera para sentirme.
Bajo mi cuerpo, torturándola por el puro placer de negarme -no preciosa- susurro en su oído y luego muerdo el lóbulo -¡ni por un millón de almas!- grito mientras me levanto de ella muerto de risa mientras salgo de mi habitación.