* Disclaimer: Los personajes de Dororo (2019) pertenecen a Osamu Tezuka, Tezuka Productions y Studio Mappa, yo los utilizo únicamente para la realización de este fanfic.
*Nota importante: Este fanfic es la continuación de mi otro fanfic "Y se enamoró de esa pequeña alma". No es completamente necesario que la lean, pero lo recomiendo si tienen tiempo para entender algunas referencias del mismo, así como la forma de pensar de Hyakkimaru y Dororo.
Capítulo 1.
La historia de Dororo. Parte 1
— "Así que ya pasó una semana…"
Pensó Dororo mientras se sentaba en la entrada de la aldea y veía hacia el lejano horizonte, el cual marcaba los límites de las tierras de Daigo. No importaba que tantos días pasaran, ella seguiría haciendo lo mismo atardecer tras atardecer. Iría a la entrada de la aldea y esperaría a que Hyakkimaru regresara a su lado, ella podía estar segura que en algún momento volvería. Por desgracia, no sabía exactamente cuánto tiempo iba a tardar.
Podía ser joven pero no era tonta, era mucho más perspicaz e inteligente de lo que muchas personas podrían imaginar para alguien de su edad. Dororo supo desde el momento en que le pidió a Hyakkimaru que la ayudara a levantar esa aldea y este no pudo decirle que sí que probablemente algo como eso iba a pasar. Conocía a su Aniki, ella sabía que al igual que ella, aunque no precisamente de la misma manera, Hyakkimaru era un alma libre, ni ella misma se lo había podido imaginar estando tranquilo en un solo lugar, su Aniki no era así. A pesar de eso, aunque ella imaginaba algo así, se lo pidió, pues una pequeña parte de ella tenía la esperanza de que Hyakkimaru iba a aceptar. Si, darse cuenta de la realidad había sido un golpe duro para ella, pero de cierta forma ya estaba preparada para eso.
Lo que encontró dos días después de la desaparición de su Aniki en la choza donde se estaba quedando solo se lo confirmó. En una de las esquinas adentro de la choza pudo ver un pequeño bulto envuelto con mucho cuidado en una tela. Al abrirlo, Dororo se sorprendió de encontrarse con un puñado de semillas de arroz. No había duda de eso, eran algunas de las semillas que Hyakkimaru guardaba como un recuerdo de Mio, esas semillas que habían recuperado de la amable chica en esa tarde que les traía tan dolorosos recuerdos a ambos.
Dororo no lo dudó ni un momento, esas semillas eran un mensaje de Hyakkimaru. Él quería que usara esas semillas para comenzar su sueño, todo iniciaría con esas semillas y con el tesoro de sus padres, esos eran los cimientos para comenzar a trabajar arduamente en un mejor futuro para todos en la aldea de los refugiados de la guerra. Esa noche, Dororo durmió con las semillas sujetas fuertemente en su mano, a la mañana siguiente se molestó consigo misma, ya que no pudo evitar llorar durante toda la noche pensando en lo mucho que extrañaba a Hyakkimaru.
Pasaron los días, las semanas, y los meses y Hyakkimaru no regresaba. A pesar de su ausencia, afortunadamente no se encontraba sola. Los tres chicos que conoció en la aldea resultaron convertirse en muy buenos compañeros suyos, los aldeanos al ver lo valiente que era y tras decidir compartir su tesoro con ellos la tomaron en gran estima. Incluso el potrillo blanco no se alejaba de su lado, a quien cariñosamente había decidido llamar "Chibi". Dororo también recibía muy a menudo la visita de Biwamaru. El tranquilo y bondadoso monje siempre le repetía las mismas palabras cuando la atrapaba mirando hacia la lejanía con añoranza en sus ojos:
— "Él solo pensó en tu seguridad y en lo que era mejor para ti. Además, ese joven también tenía muchas cosas que pensar y hacer, aún no era el momento para estar juntos. Pero nadie dice que ese día no llegará en algún u otro momento, así que mantente con la frente en alto y sigue luchando arduamente".
Esas palabras siempre le levantaban el ánimo, ella también lo sabía, sabía que Hyakkimaru no podía dejarla para siempre. Su Aniki en más de una ocasión se lo prometió, le prometió que siempre la protegería, que estarían siempre juntos, y eran promesas en las que ella decidió confiar con todo su corazón. Después de todas las cosas por las que habían pasado juntos no podía ser de otra manera.
Sin embargo, muy a su pesar no podía ser fuerte siempre. Eran más noches de las que ella se atrevía a confesar las que se las había pasado llorando de dolor por lo mucho que extrañaba a Hyakkimaru. Algunas noches incluso soñaba con él, soñaba que Hyakkimaru entraba por la entrada de la aldea, esa entrada en la que ella tantos días lo había esperado. Entonces al verlo ella corría presurosa a su lado y se lanzaba a abrazarlo, escuchando su hermosa y baja voz susurrar su nombre con cariño. Por desgracia al abrir los ojos se encontraba de nuevo con su soledad, esa soledad que la atormentaba y le rompía el alma.
Había días incluso en los que deseaba mandar todo al demonio y odiarlo, si, odiarlo por abandonarla, dejarla sin decirle ni siquiera una palabra ¿Cómo se había atrevido a hacerlo a pesar de todas las cosas por las que habían pasado juntos? ¿No se merecía algunas palabras cuando menos? Pero se recriminaba así misma pues ni siquiera podía hacerlo, por más que intentaba no podía odiar a su Aniki, a pesar del tiempo separados seguía siendo la persona más importante y valiosa en su vida.
A veces incluso pensó en irse y buscarlo, pero tras reflexionarlo se dio cuenta que no iba a abandonar su sueño por él, ni aún con lo mucho que deseara verlo de nuevo iba a hacerlo. No le cabía duda que su lugar era en esa aldea, al lado de todas esas personas que tanta ayuda necesitaban.
Aún con todo eso, a pesar de lo difícil que fue recorrer su camino sin Hyakkimaru a su lado cinco años habían pasado ya desde su partida en un abrir y cerrar de ojos. Dororo había crecido y ahora era una hermosa jovencita de dieciséis años. Al crecer su cuerpo le fue mucho más difícil seguir pretendiendo ser varón, motivo por el cual se vio obligada a utilizar ropa más de acuerdo a su género. A veces usaba kimonos, pero otras veces optaba por usar los siempre confiables pantalones, eso dependía de sus actividades de ese día, pues a pesar de todo, seguía siendo esa niña activa y despreocupada de siempre. Además, también decidió dejar crecer aún más su largo cabello como un homenaje a su madre, incluso optó por recogerlo como ella también lo hacía.
No está de más decir que todos los aldeanos se sorprendieron al darse cuenta de que Dororo era en realidad una mujer, sin embargo, esto no hizo que perdieran el respeto ni el cariño que sentían por ella. Después de todo, si ahora vivían en esa aldea tan pacífica y prospera era gracias a la nobleza y valentía de Dororo, todo en gran parte se lo debían a ella.
— Uf, por fin, este es el último saco.
Dijo Dororo con algo de cansancio en su voz mientras terminaba de meter un saco de arroz en la pequeña choza que usaban de almacén en la aldea.
— ¡Dororo! —Escuchó de pronto—¿¡Pero qué demonios estás haciendo!?
Dororo se dio la vuelta y se encontró con uno de los tres chicos que en un principio la recibieron en la aldea y que ahora eran sus buenos compañeros, se trataba de Jiheita.
— Estaba metiendo el último saco de la cosecha de arroz de hoy.
— ¿Cuántas veces te he dicho que no hagas eso?
— Tengo dos brazos ¿no es cierto? —Le respondió Dororo mientras se sacudía el polvo de sus manos, mostrándole una sonrisa burlona—. Por lo tanto, puedo cargar todos los sacos de arroz que sean necesarios.
— Ya te he dicho que es demasiado peligroso, son muy pesados para ti, podrías lastimarte.
— Tonterías, ningún saco de arroz es lo suficientemente pesado para la gran Dororo.
— Siempre eres tan descuidada y terca. —Le reprochó Jiheita acercándose a ella y tomando con cuidado una de sus manos—. Mira esto, mira como están tus manos ¿de nuevo estuviste practicando hoy con la katana?
— Por supuesto que sí. —Respondió Dororo malhumorada, alejando su mano—. Mi técnica mejora cada día más, es por eso que no puedo descuidar mi práctica ni un solo día.
— No estaría mal que descansaras de vez en cuando ¿sabes? —Continuó el joven, mostrándole una enorme sonrisa a Dororo para evitar que se enojara—. Todos en esta aldea te apreciamos y nos preocupamos por ti, imagina como nos sentiríamos si algo malo te llegara a pasar.
— Y es por esa misma razón que yo debo esforzarme aún más para que nada malo les pase. Tú lo has visto Jiheita, ya hemos sufrido de algunos ataques de bandidos, y aunque hemos logrado salir bien librados quiero estar preparada para defender a mi aldea si es necesario.
Jiheita no pudo más que suspirar dándose por vencido. Conocía muy bien a Dororo, después de estar cinco años trabajando hombro con hombro junto con ella por esa aldea no podía ser de otra forma. Sabía muy bien lo terca que era y de su carácter tan fuerte, por lo cual era más que obvio que nunca podría ganarle en una discusión. Pero aun así por muy raro que sonara, ese carácter fuerte que tenía era una de sus mejores cualidades, de no haber sido por eso, la aldea en la cual vivían no sería ni la mitad de prospera y pacífica de lo que ya era.
Seguía admirando las cualidades de Dororo, cuando se dio cuenta que debía dejar de soñar despierto y enfocarse en el motivo por el cual buscaba a Dororo en un principio.
— Oye, Dororo… ¿ahora mismo estás ocupada?
— He acabado con mis labores diarias, solo iba a darle algo de comer a Chibi.
— ¡Perfecto! Eh… quiero decir… ¿te parece bien si charlamos un rato? Hay algo importante que quiero decirte.
A Dororo le pareció algo extraño el comportamiento de Jiheita, sin embargo, optó por no darle mayor importancia y seguirlo. Comenzaron a charlar amenamente caminando por el camino principal de la aldea. Dororo apreciaba mucho a los tres muchachos que la habían recibido en la aldea y había comenzado a trabajar con ellos por un futuro mejor para todos los refugiados, pero Jiheita era diferente, era con quien mejor se entendía y a quien más apreciaba.
Jiheita siempre la apoyó en todo incondicionalmente, nunca dudó de ella a pesar de que era apenas una niña de once años cuando la conoció, ni para su sorpresa, tampoco la creyó menos cuando descubrió que era una mujer. A pesar de que fuera mayor que ella por cinco años siempre lograron entenderse muy bien, lo consideraba como uno de sus amigos más cercanos.
Finalmente detuvieron su charla y su caminar en la entrada de la aldea. Ese lugar tan querido y odiado por Dororo a la vez. Lo quería pues era el lugar por el que aún ansiaba ver a Hyakkimaru aparecer para volver a estar con ella, y a su vez lo odiaba pues le traía los amargos recuerdos de su niñez de todas las veces en que lo esperó y nunca apareció.
La voz de Jiheita la hizo regresar a la realidad y dejar esos tristes recuerdos a un lado.
— Dororo, mira todo esto. —Le dijo Jiheita con ternura, volteando hacia la aldea—.
— ¿Qué? —Dororo siguió su mirada—¿Te refieres a la aldea?
— Si, mira todas las casas que hay ya en la aldea. Cada día hay más comerciantes también y los habitantes se ven seguros, felices y sanos, y todo esto es gracias a ti, Dororo.
— Pero ¿qué dices? —Le reprochó Dororo, dándole un amistoso golpe en su hombro para ocultar su vergüenza, aún le resultaba difícil dejar de lado algunas actitudes de varón—. No fui solo yo, todos trabajamos por años para lograr esto. Si las cosas están así ahora fue gracias al esfuerzo de todos y a trabajar como un equipo.
— Si, en parte tienes razón, pero…—Jiheita se acercó a Dororo y tomó con cariño sus manos—. Nada de esto hubiera sido posible sin ti. Tú nos convenciste de que era posible lograr todo esto si trabajábamos arduamente. Además, nos diste el dinero de tu padre para poder comenzar con todo esto, así que si ahora todos somos tan felices y gozamos de esta época de paz es gracias a ti, Dororo.
— Jiheita, yo… No sé qué decir…
Fue lo único que atinó a responder Dororo mostrándole una tímida sonrisa, sintiendo como sus mejillas se sonrojaban a causa de la vergüenza. Nunca sabía cómo actuar cuando la halagaban de esa manera.
— Lo que yo intento decirte Dororo, es que eres una mujer sumamente maravillosa. Eres una persona muy fuerte, noble y determinada. —Jiheita aferró más sus manos a las de la hermosa y apenada muchacha—. Por eso es que justo en este lugar, en la entrada de esta aldea que tanto nos esforzamos por construir y hacerla lo que es ahora debo decírtelo… Dororo… te amo. Por favor, acepta mis sentimientos y conviértete en mi esposa, cásate conmigo, Dororo.
Continuará
Hola a todos. Como les dije en mi otro fanfic esta historia la estoy publicando actualmente en otra plataforma, pero debido a que no se pueden compartir enlaces y he recibido algunos comentarios queriendo leer la continuación por eso decidí publicarlo también aquí.
Es importante aclarar que este fanfic no lo considero tan bueno como el pasado, principalmente porque esta continuación tiene un contenido más relajado, romántico y hasta un poco de comedia en comparación del otro, pero esto es solo porque quise escribir una historia más relajada después de todo lo que el anime original me hizo llorar xD En fin, aún así espero sea de su agrado, muchas gracias a todos los que están leyendo esto n.n