DIOS, DANNY...
El motor rugió poderoso y raudo rota la oscuridad por el haz de los faros. Esta vez no hubo queja alguna por su manera de conducir.
La puerta se estrelló contra la pared y luego fue cerrada con un golpe de talón resonando el portazo en toda la estancia.
Los pasos acelerados. Como las respiraciones. Una camisa voló yendo a caer encima de una lámpara. Eso y que cayera al suelo haciéndose añicos fue todo uno.
Un tropezón en la escalera y unos dedos agarrando la cinturilla del pantalón del otro para evitar la caída y aprovechar para pegar su pelvis a aquel voluptuoso trasero.
El sonido del agua empezando a caer en la ducha. Las manos del moreno deslizándose por la piel húmeda de su compañero. Hacia su entrepierna, sin interrupción alguna. Sus dientes mordiendo suavemente el cuello. Arrancando jadeos.
Agarrando sus caderas, bajando por su espalda marcando el camino de su columna con la punta de la lengua.
Mejor no pensar. Noche para no pensar.
Y esa ruta que termina siempre en el mismo destino. Donde acabó él. El gemido fue escandalosamente erótico.
Un "Dios, Danny…" fue lo único capaz de murmurar.
Jugando con su entrada.
Preparando para lo que se avecinaba.
Actuando por instintos. Dejando a un lado miedos y titubeos.
Primero un dedo. Nuevo gemido.
Dos. Grito apagado.
Tres. Exigiendo más.
Más fuerza. Más dureza.
Más. Más. Más.
Él, sí estaba en su mano, jamás le negaba nada al rubio.
Y entró.
Sin delicadeza. Con la seguridad de que estaba preparado para darle la bienvenida.
Relámpago de placer. Mano ceñida a su cadera
Otra a su hombro. Profundo.
Caliente.
Espalda arqueada. Uniendo sus labios. Besos mojados.
Una mano apretada en un puño apoyada en la pared del baño. Otra moviéndose al compás de sus penetraciones. Acariciándose así mismo.
Placer.
Desinhibiciones.
Orgasmo.
Su cuerpo desnudo junto al suyo. Impúdico.
Suave amanecer. Ojos entreabiertos.
Observando.
Movimiento inconsciente en un Danno dormido, relajado. Buscando su calor.
Le estrecha.
Besa su frente.
Se deja vencer por la resaca de la marea.
Dejando que venza la sonrisa del sueño alcanzado.
Tenerle junto a él.
Y, Steve, es feliz.
Por fin.