Disclaimer:

Shingeki No Kyojin no me pertenece.

Es propiedad de Isayama Hajime.

Advertencias:

Angst. Mención de abuso. Fluff.

—No debes pedir permiso para tomar algo para comer, ¿de acuerdo, Zeke? Si tienes hambre ve y coge lo que quieras. Esta es tu casa ahora, cielo, y puedes hacer cuánto quieras y comer cuánto quieras.

Zeke se ocultó de nuevo detrás de la alta columna, más pensó que la realidad era que le hubiera gustado ver más tiempo el cara de la señora Ángel.

Él sabía que tenía nombre, pero... pero era un verdadero ángel. Cómo los que estaban en las ventanas grandotas de las iglesias. Era la señora Ángel y cómo los ángeles era muy, muy bonita y buena. Le daba comida siempre y le permitía acompañarla mientras limpiaba y ordenaba cosas por la casa.

Tampoco lo dejaba solo.

Aquella tarde Grisha llevaría al otro bebé a casa por primera vez para presentárselo. Señora Ángel no dejaba de decir que al bebé le caería muy bien pero... Zeke lo dudaba. Ella siempre decía que nadie podría quererlo nunca.

Excepto... los hombres que...

Zeke cerró los ojos y pensó en cosas bonitas, tal como le había dicho que hiciera la señora Ángel.

Ella entonces caminó hacia él y se inclinó.

—¿Quieres decorar tu la cuna nueva, cielo?

Zeke se emocionó y asintió. ¡Una cuna nueva para el bebé!

La señora Ángel le permitió acomodar los juguetes dónde el quisiera y cuando terminó ella aplaudió. —¡Te ha quedado precioso, mi cielo!

Zeke, sin poder evitarlo sonrió.

La señora Ángel al verlo, acarició su cabello y sonrió también, pero por alguna razón a Zeke, su sonrisa le pareció muy triste.

Capítulo I.

"Hermanito"

El bebé era la criatura más bonita que Zeke hubiese podido conocer. Tenía los ojos cómo él, pero su carita, gordita y rosita era idéntica a la de la señora Ángel. Hermosa, hermosa.

Lo miró muy asombrado, desde el otro lado de la sala, mientras Grisha se lo presentaba.

—Él es Eren, Zeke. Él es tu hermano.

Hermano.

Se había atrevido a tomar de la mano a la señora Ángel y ocultó el rostro en ésta cuándo supo que todos lo miraban, a la espera de su respuesta. La señora Ángel acarició su mejilla y Zeke alzó la cara para verla.

—¿De verdad es mi hermanito?

Ella asintió. —Lo es, cielo.

Zeke sintió que le picaban los ojos. Luego miró a Grisha, y luego, al bebé.

No sería hasta que le colocaron en su cuna que se atrevería a acercarse más a él.

—Hola. —Dijo, luego de un largo rato de ver cómo Eren (Eren, su hermanito se llamaba así) succionaba su manita gordita. De pronto el bebé comenzó a llorar. Eren lloraba, pensó, alarmado. Salió de su cama, colocada junto a aquella cuna tan bonita y tomó su manita llena de babas. —No llores, Eren. Aquí estoy. Soy tu hermano y yo te cuidaré siempre.

Eren, con sus ojos enormes muy abiertos, le miró con una mueca graciosa. Y luego... luego le sonrió.

—No debes llorar. Pero si quieres llorar está bien. Ella decía que llorar era de maricas. Pero la señora Ángel me ha dicho dos cosas. Una, que marica es una palabra fea y no debe decirse nunca. Y dos, que llorar es bueno. A veces yo lloro. Y si tú quieres llorar, puedes hacerlo. Y yo te cuidaré y si alguien te dice algo por llorar, yo le pegaré.

Eren rió y Zeke también.

A la mañana siguiente, bajaría él solito, sin miedo y con Eren resollando como pajarito gordo en sus brazos.

Zeke sintió que las tripas se le deshacían de rabia cuándo vio al hombretón rubio intentar agarrar a Eren de su cuna.

Le arrojó el jugo de uvas encima y corrió a quitárselo de las manos, llorando y gritando.

Se ocultó con su hermanito en el armario y no salió de ahí hasta que la señora Ángel los fue a buscar.

No lo regañó.

Sólo le abrazó, y permitió que conservara a Eren entre sus brazos.

—Él... ¡ése hombre quiso agarrarlo! ¡Quiso agarrarlo!

La señora Ángel derramaría unas lágrimas entonces al cogerlos a ambos en brazos y sentarlos en su regazo. Le explicó a Zeke que aquel hombre no era otra persona que su hermano. Tío Hannes, dijo que se llamaba. Y que él sólo quería cargar a Eren, no lastimarlo.

—¿A ti... a ti te lastimaron, mi cielo?

Zeke solo se limitó a llorar.

Luego la señora Ángel besó su coronilla y le sonrió. —Eres muy valiente. Cuidas tanto a Eren, eres un héroe, mi cielo. El más valiente y fuerte de todos.

Zeke solo en ese momento, con Eren riéndose de cualquier cosa y la señora Ángel abrazándolo, fue que lo creyó

Continuará.