Hi there! *waves* maybe you don't know this but I'm sucker for mafiaward, you know, the Edward mafioso. Those fics are my kryptonite. So as you can imagine I'm really really happy to share this story with you, and is Edward's Eternal for f**** sakes! One of my favorite authors. So thanks a lot girl for give your permission!

¡Hola! *saluda con la mano* tal vez no lo sepan, pero me encanta mafiaward, ya saben, el Edward mafioso. Esos fics son mi kriptonita. Así que, como podrán imaginarse, ¡estoy realmente feliz de compartir esta historia con ustedes, y es Edward's Eternal por el amor de Dios! Una de mis autoras favoritas. ¡Muchas gracias chica, por darme tu permiso!


Esto tiene que ponerse sí o sí :P Los personajes son de la maravillosa Stephanie Meyer y la autora de la historia es Edward's Eternal, yo solo traduzco.

No pueden faltar las gracias a mi queridísima Beta y amiga Erica Castelo, por acompañarme en otra de mis traducciones y corregir mis horrores :)


~Bella~

Corrí por la calle, con lágrimas cayendo por mis mejillas. La sal hacía que ardieran las escoriaciones, pero no me detuve a limpiarlas. Tenía que huir—tan lejos como fuera posible.

Me quedé en las sombras, cubriéndome con mi chaqueta, enterrando mi rostro en mi bufanda. Mi bolsillo contenía lo único que agarré antes de huir. Mi pequeña cartera y los quinientos dólares que había robado de su chaqueta.

Una concurrida intersección se acercaba. No quería arriesgarme, y corté por un callejón oscuro, del tipo exacto que se le advertía a una chica evitar toda su vida. Pero, a esas alturas, ya no importaba. Si alguien me agarraba, no podían hacerme algo peor de lo que él me hizo. Si me quedaba, estaba muerta, y decidí que preferiría morir huyendo que quedarme y permitir que él acabara conmigo.

Escuché gritos, y sentí una opresión en mi pecho. Empecé a correr con más fuerza, sin importarme a dónde me dirigía. Corrí hasta que quedé sin aliento, de callejón en callejón hasta que no hubo sonidos salvo mi pesada respiración.

Recargándome en un deteriorado muro de ladrillo, traté de recuperar el aliento y dejar que mi corazón se calmara. Miré alrededor, sin tener idea dónde había terminado. Me asomé a la vuelta de la esquina hacia las tranquilas calles. El vecindario era industrial, los edificios una mezcla de negocios en ruinas y bodegas clausuradas.

Tomé una respiración temblorosa, quitando el cabello de mi rostro. Hice una mueca cuando mis dedos tocaron mi frente, y al retirarlos, vi que estaban mojados con sangre. Más lágrimas cayeron por mi rostro. Sin saber qué hacer, empecé a caminar, tratando de poner en orden mis pensamientos. No podía ir a un hotel ya que se requeriría una tarjeta de crédito. Él la rastrearía. Necesitaba un motel barato que aceptara efectivo y no hiciera preguntas. Miré alrededor—era el tipo de área en la que podría encontrar uno, pero tendría que ser pronto. Mis piernas estaban temblando, y mi cabeza dolía.

Un coche pasó despacio, y mi pánico regresó. También podría encontrarme ahí. Cuando el coche se detuvo unas cuadras adelante y se quedó con el motor encendido, mi corazón dio un vuelco. Había un espacio estrecho entre edificios, y me deslicé entre ellos. Estaba oscuro, y utilicé mi mano para tocar el muro. Encontré el pomo de una puerta y cuando giró, contuve el aliento. La puerta se entreabrió en el pequeño pasaje. Podía escuchar el coche que me asustó volver y rápidamente, me deslicé por la puerta, cerrándola detrás de mí.

El aire estaba húmedo y mohoso, con polvo picando en mi nariz. Estaba rodeada de oscuridad y un silencio sobrecogedor. Podía escuchar voces afuera. Contuve el aliento a medida que las voces se acercaban. El pomo se movió, pero el seguro evitó que se abriera. "¿Estás seguro que entró aquí?"

"Eso creo. Ah, a quién le importa, hombre. Podemos encontrar otro pedazo de trasero."

Las voces se alejaron y el coche se marchó. Me estremecí, sosteniendo mi cabeza adolorida. No me estaban buscando a mí específicamente, pero aun así estaba agradecida por la puerta que había encontrado.

Pasaron unos momentos, y supe que tenía tomar una decisión. Irme por donde entré, o explorar lo que podría ser un lugar en el que podría descansar un rato, recuperar mis fuerzas y decidir mi siguiente movimiento—por limitadas que fueran mis opciones.

Con cuidado, avancé, topándome con otra puerta. La abrí, entrando a una habitación grande. Por lo que podía ver por las ventanas parcialmente cubiertas con tablas, estaba en un edificio de oficinas abandonado. La luz tenue ayudó, e investigué hasta que encontré una oficina con paredes de cristal que tenía muebles viejos. Me senté frente a un escritorio desgastado. La silla estaba dura, fría, y húmeda, pero era lo bastante grande para acurrucarme en ella. Subí mis piernas temblorosas, envolviendo mis brazos alrededor de mis rodillas y descansé mi cabeza. Inhalé una respiración temblorosa, el sentimiento de agradecimiento por un edificio abandonado y una vieja silla desvencijada abrumándome.

Las lágrimas comenzaron de nuevo, y las dejé correr. Mis sollozos eran estrangulados e intensos, y el dolor en mi cabeza se intensificó. La oscuridad empezó a envolverme, y la resistí. Tenía el presentimiento que si sucumbía, no despertaría. Pero era inútil, y gradualmente, el mundo se apagó.

Nadé hacia la conciencia, mi cabeza dando vueltas. No me moví, pero miré a través de los vidrios sucios, confundida. La gran habitación por la que había pasado estaba iluminada y un grupo de hombres estaban de pie en un círculo, discutiendo. Sus brazos se movían, sus manos hacían gestos, y sus voces estaban enojadas.

Con cuidado, empujé la silla hacia atrás tanto como pude. La pequeña oficina en la que estaba seguía en oscuridad, y no creía que pudieran verme, pero no iba a arriesgarme. Faltaba un panel de cristal y al estirar mi cuello, tenía una clara vista de ellos.

Eran cinco hombres altos, todos con abrigos negros. Uno de ellos era más alto que el resto. Se movieron y vi a otras dos personas. Estaban sentadas en el suelo, golpeadas y sangrando atadas de espaldas.

Me encogí, aterrorizada. Escuché el sonido de una puerta azotándose, y otro hombre entró en la habitación. Era alto, delgado, con hombros anchos, su abrigo era largo y se balanceaba a su alrededor al caminar. Su rostro tenía ángulos definidos, su mirada era intensa y furiosa. Comandaba la atención de todos los hombres en la habitación. Se irguieron a toda su altura, con sus hombros hacia atrás—casi en posición de firmes. Él se detuvo, mirando con desdén a los hombres en el suelo.

Una andanada de palabras en un idioma que yo no entendía salió de su boca. Rugía, su boca haciendo eco en el vacío lugar. Más de una vez abofeteó a los indefensos prisioneros, gritándoles en la cara. Sus guantes de cuero brillaban bajo la tenue luz, el rojo de la sangre contra el negro, húmedo y goteando. Retrocedió, su rostro sombrío, malvado y retorcido. Era como un ángel vengador—directamente del infierno. Él extendió su mano, y uno de los hombres colocó un arma en ella.

Se les quedó mirando, frío y despiadado, luego asintió. Todo el círculo de hombres sacó sus armas y apuntó.

Tapé mi boca con mi mano, conteniendo mi grito, al saber lo que estaba por presenciar.

"Ardan en el infierno," escupió.

Se escucharon disparos.

Los hombres en el suelo se sacudieron, sus cuerpos arqueándose y zarandeándose, entonces se desplomaron. La sangre corrió, espesa y carmesí.

No pude controlarme. Me lancé hacia adelante, vaciando el escaso contenido de mi estómago. Mi cabeza dio vueltas por el repentino movimiento. Hubo más maldiciones y pasos apresurados en mi dirección.

"¿Qué demonios?" Una voz baja gruñó al mismo tiempo que fuertes manos sujetaron mis brazos, forzándome a enderezarme.

Levanté la vista, encontrando un par de intensos ojos verdes. Se abrieron y luego se entrecerraron, llenos de furia. De cerca su rostro era hermoso—el tipo de belleza que fácilmente se distorsionaba en fiera malevolencia. Un demonio disfrazado.

"¿Quién demonios eres tú?"

"Nadie," susurré, antes que el mundo se oscureciera.

Desperté por el ardor en mis mejillas. Estaba de vuelta en la silla, pero la habían movido al otro lado de la habitación. El demonio se cernía sobre mí, sus dedos moviéndose sobre mi piel. Lloriqueé y él se agachó más.

"¿Estás despierta ahora?"

Asentí, pero el movimiento hizo que me doliera la cabeza.

"¿Qué estás haciendo aquí? ¿Cómo entraste a este maldito edificio?"

Aclaré mi garganta. "Fue-fue un accidente. Me asusté y la puerta estaba abierta en el callejón."

"¿Te asustaste de qué?"

"Pensé que alguien venía tras de mí."

Me observó. "Parece que te alcanzaron."

No dije nada a medida que las lágrimas caían por las esquinas de mis ojos.

Cruzó sus brazos, su voz furiosa. "Cometiste un error viniendo aquí."

Agaché mi cabeza. "Por favor," susurré, a sabiendas que era inútil.

"Viste algo que no deberías haber visto."

"Nada. No vi nada," mentí.

Se echó a reír, de forma baja y cruel. "Eres una mentirosa terrible."

"No diré nada. Nadie lo sabrá. Por favor, déjame ir."

"No puedo hacer eso."

El hombre más alto apareció en la puerta. "¿Jefe? ¿Necesita ayuda?"

"No. Limpia ese desastre. Deshazte de eso."

El hombre alto dio un paso al frente, dejando un arma sobre el escritorio.

Comencé a temblar, prolongados escalofríos recorrieron mi espalda y sacudieron mi cuerpo. "Por favor…" Supliqué, mi voz vacilante.

"¿Qué?"

"Hazlo rápido, por favor. Y deja que cierre los ojos." Mi voz vaciló y una lágrima solitaria se deslizó por mi mejilla. "Hay dinero en mi bolsillo. ¿Podrías dejarlo en un albergue o algo así?"

Hubo silencio por un momento. "No cumplo encargos."

"¿Tal vez uno de tus hombres?"

"¿Por qué le importaría a una mujer muerta dónde termina su dinero?"

Un sollozo salió de mi pecho. Sin pensarlo, agarré su brazo, el material de su abrigo se sintió grueso y suave bajo mis dedos. "Por favor. Te lo suplico."

"¿Suplicas por tu vida?"

"No. Te suplico que muestres algo de misericordia y des el dinero a un lugar que lo necesite. Ustedes no lo necesitan. Pero podría ser de ayuda para alguien como yo." Metí la mano en mi bolsillo y puse el rollo de plata en su mano.

Se me quedó mirando, su mirada pasando del dinero a mi otra mano agarrando su abrigo.

"No me gusta que me toquen."

Retiré mis manos. "Lo siento."

Tomó la plata. "¿Dónde conseguiste este dinero?"

"Lo robé."

Su ceja se elevó de forma inquisitiva. "¿Lo robaste?"

"Sí."

Un movimiento captó mi atención y vi, horrorizada, cuando los hombres en la otra habitación rodaban los cuerpos en grandes lonas. No las había visto en el suelo hasta ahora. Una vez que los cuerpos fueron trasladados, ya no había rastro de ellos.

Me pregunté si tenían otra lona para mi cuerpo.

Se me escapó un lloriqueo, y mis temblores se intensificaron.

"No los mires. Mírame a mí," ordenó.

Mi mirada volvió a él de golpe.

"¿Cuál es tu nombre?"

"No importa. Nadie me echará de menos."

"Te pregunté tu nombre."

"Bella."

"¿Quién te hizo esto?"

¿Por qué estaba jugando conmigo? ¿Por qué no solo me mataba?

"¿En realidad importa?"

Se agachó, su rostro cerca del mío. "Tú, Bella, estás probando mi paciencia. Tienes que aprender algo. Si te hago una pregunta, respondes. Si te digo que hagas algo, lo haces. ¿Entendido?"

"S-sí," dije entre mi aliento; tratando de controlar los escalofríos que hacían que mi cuerpo se sacudiera con pequeños espasmos.

"¿Quién te hizo esto?"

"Su nombre es Mike."

"¿Mike es tu esposo?"

Sentí un destello de ira. "¿Por qué, si lo fuera, eso le daría derecho?"

Sus ojos se entrecerraron; resplandeciendo, furiosos y brillantes bajo la luz tenue. "No."

Mis hombros cayeron. "No, no lo es. Era mi novio. Empezó a golpearme después que murió mi padre."

"¿Cuándo fue eso?"

"Hace s-seis meses," dije con voz ahogada.

"¿A tu padre le agradaba este hombre?"

No entendía su línea de interrogación, o por qué le interesaba.

"No. No le agradaba."

Frotó su barbilla. "Era un hombre inteligente. Dime."

Con un suspiro, hablé. "Ha empeorado. Siempre se disculpaba y prometía que no lo haría de nuevo. Mi papá se enfermó, y dejé el trabajo para cuidar de él. Cuando murió, Mike insistió en que me mudara con él, y fue entonces que comenzó. Luego, hace un mes, se detuvo. Pensé que había cambiado. Me trajo aquí a Chicago en un viaje de negocios. Salvo que cuando llegamos aquí, me enteré que no era un… viaje de negocios."

"¿Y?"

Cerré mis ojos mientras las lágrimas fluían. "Planeaba llevarme a alguna fiesta. C-compartirme con otros hombres. Dejó de golpearme para que no estuviera moreteada. Cuando lo descubrí, traté de irme. Él se enojó y perdió el control." Limpié las lágrimas de mis mejillas, a sabiendas que eran inútiles. "Me abofeteó, me arrojó contra una mesa y caí al suelo. Pretendí quedar inconsciente. Me dejó ahí y fue por una bebida abajo. Sabía que cuando volviera empezaría de nuevo, así que hui."

"Después de tomar su dinero."

"Pensé que al menos merecía eso. No me quedaba nada. Necesitaba algo de dinero para encontrar un lugar para quedarme."

"Y terminaste aquí."

Eso fue todo lo que dijo. Cuando abrí mis ojos, me estaba mirando. Había una expresión extraña en su rostro. Se recargó a un costado del viejo escritorio, con sus brazos cruzados.

"¿Qué hotel?"

Quería preguntarle por qué le importaba, pero recordé su advertencia de antes. "The Conrad."

Uno de sus hombres entró en la habitación. "Está hecho, jefe. Em está sacando la basura."

El demonio se puso de pie. "Bien."

"¿Quiere que me encargue de esto?"

El jefe no dijo nada. Me observó con sus ojos verdes, silencioso y vigilante.

"Con gusto la llevaría a otro lado y me encargaría. Disfrutaría encargarme de ella si sabe a lo que me refiero," añadió, mirándome de forma lasciva. "Un bono adicional por un trabajo bien hecho esta noche."

Pasó muy rápido. Mi terror aumentó al saber lo que estaba por ocurrir. Mi vida terminaría esta noche, pero antes sería sometida a más dolor y humillación. El demonio se giró sobre sus talones, momentáneamente distraído, maldiciendo y gritando. Me lancé, agarrando el arma sobre el escritorio, poniéndola bajo mi barbilla.

Retrocedí, mi mano temblando, el frío metal del arma pegada a mi piel.

Los hombres se quedaron inmóviles, y el jefe dio un paso hacia atrás, mirándome a los ojos.

"Dame el arma, Bella."

"No," dije con voz ronca. "No se lo permití a Mike, no te permitiré que me entregues como un pedazo de basura."

Se movió hacia mí, su voz dominante y letal. "Dame esa maldita arma."

Amartillé y se detuvo. "No. Al menos así, yo tengo el control."

"No tienes que hacer esto—no quieres hacerlo."

Dejé escapar una carcajada. "¿Por qué, para que ustedes tengan el placer? Al menos puedo negarles eso."

"Bella," me advirtió.

"Voy a morir esta noche. No me queda nada. Al menos puedo hacerlo yo misma." Lo miré a los ojos. "Por favor, dale el dinero a alguien más que lo necesite."

Asintió, levantando sus manos. Cerré mis ojos y empujé el arma con más fuerza, enterrándola en mi piel.

Con un último suspiro tembloroso, tiré del gatillo.

~Edward~

No había nada que pudiera hacer más que orar. Si trataba de taclearla, más de una persona podría morir. No podía hablarle—no me escucharía. Así que todo lo que pude hacer fue orar.

Orar para que la jodida recámara que había avanzado no tuviera una bala. La pistola solo debería tener cinco balas en ella, si mis hombres habían hecho lo que les ordené.

Y ellos siempre lo hacían.

"Ella no." Fue el extraño pensamiento que atravesó mi mente mientras la miraba.

No debería importarme. Me ahorraría muchos problemas, pero no quería que muriera.

El sonido del gatillo y el golpe en el metal, se escucharon con fuerza en el lugar, pero no hubo bala. No tuve tiempo para sentirme agradecido al lanzarme hacia adelante y arrebatarle el arma a Bella, arrastrando su tensa figura hacia mi cuerpo.

Alec sacudió su cabeza. "Perra estúpida. Debió dejarla morir, jefe. Yo lo habría hecho." Luego se rio de forma amenazante. "Pero al menos todavía podemos follarla."

Bella no se había movido. No había hecho un sonido desde que el arma falló en darle lo que quería. La muerte. Pero cuando Alec habló, su cuerpo empezó a temblar. Violentos y prolongados temblores sacudieron su cuerpo. Estaba más que petrificada, aun así no forcejeó en mi agarre.

Era fuerte. Más fuerte de lo que ella era consciente. Pero mi odio por Alec había aumentado, y su tiempo se había acabado. Lo que planeaba que ocurriera más tarde, ocurriría ahora.

"Felix," lo llamé.

Él apareció.

"Trae el paquete."

"¿Jefe?"

"Ahora."

Me moví hacia adelante, sentando a Bella en la silla de madera donde la había descubierto. "Te quedarás aquí y no te moverás— ¿entendido? Te quedarás en esa maldita silla sin importar lo que pase ahora."

Solo me respondió su aterrorizada respiración entrecortada.

Encaré a Alec que me observaba, con una expresión aburrida e insolente en su rostro.

Eso cambiaría pronto.

Hubo una conmoción en la otra habitación cuando Felix regresó con el paquete. Arrastró a una muy enojada y vocal Jane. Se retorció y lo arañó, maldiciendo y escupiendo obscenidades. Él la arrojó al suelo, sacudiéndose sus mangas.

"Perra."

Alec se apresuró pasando junto a mí, con un gruñido. "¿Qué demonios estás haciendo?" Se arrodilló junto a Jane, susurrando—sin duda diciéndole que lo dejara hablar a él.

Revisé el arma, y una vez que estuve satisfecho, le lancé una última mirada de advertencia a Bella. "No te muevas."

Entré en la habitación. "Te traje un regalo, Alec."

"¿Qué está pasando? ¿Por qué está aquí mi hermana?"

Los rodeé, rascando mi barbilla con el arma. "Imagina mi sorpresa, cuando mi personal descubrió una nueva red de pornografía infantil, y el nombre de Jane apareció como parte de ello."

"Imposible," balbuceó.

Me detuve frente a ellos, ignorando su negación. "Luego investigamos más, y descubrimos que recibía ayuda—ayuda."

Sacudió su cabeza. "Mentiras, Edward. Todas son mentiras. Sabes que soy leal. Nunca haría…"

Le entrecerré mis ojos, apuntando mi arma. "La porquería, la escoria—lo peor de la humanidad que hace presa a los débiles e indefensos. La base misma de lo que hacemos, ¿y ahora me entero que eres uno de ellos?"

"No, no…"

Incliné mi cabeza hacia un lado. El resto de mi equipo se recargó en las paredes, observando. Podía sentir su odio aumentando. Alec nunca había encajado. Nunca fue parte de nosotros. Garrett no había visto su debilidad.

Apunté el arma entre ellos, amartillándola. "Tengo prueba de que uno de ustedes es parte de esto. Que uno de ustedes hable. Perdonaré al otro."

Jane se puso de pie. "¡Fue Alec! ¡Fue su idea—dijo que con todos los contactos que tú tenías podría encontrar todo lo que necesitaba para hacer su propia red! ¡Quería ganar millones y no le importó a quién lastimaba!"

Había planeado tenderles una trampa, enfrentándolos el uno al otro, jugando ruleta rusa con el arma. Quería ver que se traicionaran entre ellos y lucharan por sus vidas. Pero Bella había cambiado ese plan.

Tiré del gatillo, el rostro suplicante de Jane tornándose en uno de shock. Cayó al suelo, agarrándose el pecho mientras la sangre se esparcía, encharcándose a su alrededor.

Alec se le quedó mirando, sin emoción alguna en su rostro. Giró su cabeza, con una mueca de desprecio en su rostro. "Sabía que tramaba algo. Y que trataba de culparme a mí. No puedes confiar en una puta mujer. ¿Cierto, jefe?"

Levanté mi arma. "Cierto."

Estaba muerto antes de llegar al suelo.

Se escuchó un sonido extraño desde la habitación detrás de mí. Eché un vistazo por encima de mi hombro. Bella estaba encorvada, dando arcadas. Descansó su cabeza en sus manos, sus hombros caídos por la derrota.

Miré a los cuerpos a mis pies. Debía sentir vergüenza. Sentirme culpable de tomar vidas humanas. Todo lo que sentí al mirarlos fue asco.

"Felix."

Se acercó. "¿Sí, jefe?"

"Deshazte de ellos. Liquida todo lo que tenían. Todo se va al fondo."

"Le diré a Jasper que empiece de inmediato."

"Sí."

"¿Qué hay de ella?"

"Necesito un paño húmedo."

"¿Um, jefe?"

"Y trae el coche."

Abrió la boca para hablar, luego al ver la expresión en mi rostro, cambió de opinión.

"Está bien."

Le entregué el arma. "Sabes qué hacer." Empujé el pie de Alec. "Quiero que se borre su recuerdo. Por completo. Su nombre no recibirá ningún respeto."

"Me aseguraré de ello."

"Excelente."

Me acerqué a Bella, con mis manos extendidas. Era una masa acurrucada en la silla, temblando como una hoja. "No voy a lastimarte."

Su boca se abrió y se cerró. Sin que saliera un sonido.

Le di el paño. Se le quedó mirando, sin hacer un intento por usarlo. Con un suspiro bajo, levanté su rostro, limpiándolo, luego sus manos. Su piel estaba pálida y sus manos frías. Arrojé el paño a un lado.

Coloqué una botella de agua sobre el escritorio. "Pensé que podrías necesitarla."

Intentó alcanzar la botella, pero su mano tembló con tantas fuerzas que se cayó. Cuando finalmente la cogió, no pudo controlarse lo suficiente para abrir la botella. La botella se cayó al suelo, rodándose, sin abrirla. Ella se le quedó mirando, sin moverse.

Me puse de cuclillas y cogí la botella, limpiándola con mi manga. Le quité la tapa y la sostuve en su boca.

"Bebe."

No se movió. Sus ojos fijos detrás de mí, su mirada ausente.

Tal vez la había juzgado mal. Tal vez esto era demasiado para ella.

Agarré la parte de atrás de su cuello, presionando la botella en su boca. "Dije que bebas."

Tragó. Nuevamente, bebió hasta que la botella estaba vacía.

"¿Mejor?"

"S-sí," dijo con voz ronca.

"¿Qué acabas de ver?"

"Que mataste a esas personas."

"¿Y me tienes miedo?"

Fue honesta. "Sí."

Me senté y crucé mi pierna. "¿Tienes familia?"

Mordió su labio, levantando una mano temblorosa, quitando el cabello de su rostro. Un moretón oscuro recorría el largo de su mejilla. Mis puños se apretaron al verlo.

"No. Ya no."

Cuando empezaron a limpiar los cuerpos, su mirada se desvió hacia allá y troné mis dedos.

"Aquí. En mí, céntrate en mí. En nada más."

Su mirada se desvió de vuelta a la mía.

"Cuando estoy en la habitación, es todo a lo que prestas atención. Nada más, ¿entendiste?"

"Está bien," susurró.

Seguí haciéndole preguntas. Sus respuestas eran cortas y evasivas. Las repetí, y ella nunca titubeó. Su mirada nunca se desvió de mi rostro. Mi determinación creció, el indicio de una idea anterior, se solidificó.

"Tengo un problema, Bella."

"Yo."

"Sí. Sin importar lo que digas, viste algo. Viste mucho."

"Lo sé."

"No puedo dejarte ir."

Un escalofrío recorrió su cuerpo. "¿Puedo pedirte solo una cosa?"

Contuve una sonrisa de suficiencia. Ella aprendía rápido. "Sí."

"Solo mátame. No dejes que nadie…"

Me incliné hacia adelante, descansando mis brazos en mis muslos. "¿Por qué estás tan dispuesta a morir?"

"No me queda nada. Incluso si me dejas ir, Mike me encontraría y me golpearía hasta matarme o peor."

"¿Peor?"

Ella solo asintió. Sin explicación, sabía a qué se refería.

Me impresionó cuando estiró su mano, descansándola sobre la mía. Podía sentir los temblores recorriéndola, y curiosamente no me molestó su toque. "Por favor, hazlo rápido, y regala el dinero. No dejes que nadie más se me acerque." Una lágrima cayó por su rostro. "Por favor, jefe."

Cubrí su mano con la mía.

"No puedo hacer eso, Bella."

Empezó a sacudir su cabeza, preparándose para suplicar. La interrumpí.

"No puedo matarte."

"Y-Yo no entiendo. No puedes dejarme ir."

Me puse de pie. "No, no puedo." Elevé mi voz. "¡Emmett!"

Apareció en la puerta, sus masivos hombros casi llenaron el espacio.

"¿Está el coche aquí?"

"Sí, jefe."

"Vamos a la casa."

"Entendido."

"Llama a Carlisle y al padre Aro. Quiero que los dos nos encuentren ahí. Nos iremos en cinco minutos."

Él ocultó su sorpresa. "Hecho." Se dio la vuelta y se alejó.

Bella se me quedó mirando.

"No entiendo qué está sucediendo."

"Carlisle es mi médico personal. Él te examinará, así sabré que estás bien."

"¿Y tu padre?"

Me eché a reír. "No mi padre. Mi sacerdote."

Su ceño se frunció. "¿Vas a asegurarte que estoy bien, entonces me darás los últimos sacramentos?"

Sacudí mi cabeza. "No. Él va a casarnos."

~Bella~

Después de hacer su anuncio, miré boquiabierta al hombre parado frente a mí.

"¿Qué?" Balbuceé.

"No puedo dejarte ir; no puedo matarte, así que no tengo otra opción."

Miré por encima de su hombro hacia la habitación detrás de él, recordando lo que había presenciado.

"Mataste a esas personas—te vi hacerlo."

Levantó un hombro. "Sí."

"Tus hombres esperan que me mates." Inhalé profundamente. "Yo espero que me mates."

"No matamos inocentes. Jamás. Pero necesito tu silencio."

Señalé detrás de él. "¿Ellos-ellos no eran inocentes?"

"No," dijo con brusquedad.

"No entiendo."

"Ante la ley, no pueden forzarte a testificar contra tu esposo. Ya sé que eres una persona leal. Te casarás conmigo por la protección que te ofrezco; yo me casaré contigo por tu silencio, y…" Su voz se apagó. "Estarás a salvo," repitió.

"Pero esas personas…"

Me puso de pie, sujetando mis brazos cuando me tambaleé. "Te lo explicaré cuando esté listo. No cuestionarás lo que hago. Cómo lo hago. Tienes que aceptar esto." Me sacudió suavemente. "No hay opción."

Su voz fue baja, y me miró a los ojos fijamente, sin mostrar emoción.

Tenía razón. ¿Qué opción tenía?

"¿Me lastimarás?" Susurré.

Su rostro se enterneció, pero se irguió en toda su altura, con convicción. "No. Protegeré lo que es mío."

La luz tenue mostró el verde de sus ojos. Mientras estudiaba mi rostro se volvieron líquidos, y cálidos. Su expresión cambió, el estrés dejó su rostro. Se veía guapo, casi accesible. Levantó una ceja inquisitivamente. "¿Bueno?"

"No sé tu nombre."

Sonrió; fue leve, pero cambió sus rasgos. Dio un paso hacia atrás, quitándose el abrigo, cubriendo con él mis hombros. "Mi nombre es Edward."

"¿Por qué?" Dije entre mi aliento. "¿Por qué no solo me matas? No me conoces. No significo nada para ti."

Inclinó su cabeza, estudiándome. "No puedo matar a alguien tan hermoso e inocente, y cuyo único error fue entrar a un lugar dónde no debía. Ya has sido castigada." Pasó su dedo por mi mejilla. "Y estás equivocada. Sí significas algo. El tiempo nos dirá qué."

Sacudí mi cabeza, todavía confundida. "Pero… ¿por qué?"

Me tendió su mano, su tono sin dejar lugar para argumentos. "Porque puedo." Esperó mientras yo miraba a su palma extendida. "Tú decides, Bella. Te sugiero que elijas sabiamente."

Le permití que me sacara del edificio.

El coche corrió por la carretera, el sonido rítmico de las llantas era casi relajante. Junto a mí, como un silencioso centinela, estaba Edward. Había estado ocupado al teléfono, escupiendo órdenes en el mismo idioma extranjero que utilizó antes y ahora miraba por la ventana.

"¿Eso es italiano?" Pregunté valientemente.

"Sí."

"Ah."

"Cuando lleguemos, no harás preguntas. No lucharás. Espero que muestres respeto y actúes como una dama. ¿Entendiste?"

Un escalofrío recorrió mi cuerpo. "Sí."

Me sorprendió cuando su gran mano cubrió la mía. "No te dejaré sola, a menos que sea necesario. Te ayudaré a lo largo de la noche. Sé que estás lastimada y exhausta. Te prometo, Bella, que no se te maltratará. Pero necesito que me prometas que harás lo que te pida."

Sus ojos eran serios, su toque gentil, y su voz baja. En ese momento, solo era un hombre reconfortándome. Mi miedo disminuyó al escuchar su promesa.

"Lo prometo."

Apretó mi mano. "Buena chica."

Esas dos palabras me dieron un consuelo inexplicable. La extraña sensación de querer complacerlo me sorprendió.

Cuando el coche se detuvo, Edward me ayudó a salir y me acompañó dentro. La casa era grande y elegante, y me sentí abrumada. Me tropecé, y el brazo de Edward se disparó, estabilizándome. No se detuvo, levantándome en sus brazos y subiendo los escalones. Me puso de pie en un cuarto espacioso, deslizando su abrigo de mis hombros. Luego me instó a caminar hacia una puerta.

"El baño está ahí. Toma una ducha y aséate. Volveré con Carlisle."

"Mi ropa…"

"Mi bata está detrás de la puerta. La ropa vendrá pronto."

"B-bien," susurré.

"Puedes hacerlo, Bella. Tengo confianza en ti."

Solo pude asentir. No tenía opción.

Salí del baño, limpia y envuelta en la larga bata de Edward. Él estaba hablando con otro hombre; sus voces bajas. Cuando me vio, me tendió su mano, y fui a su lado.

"Bella, él es Carlisle."

Carlisle dio un paso adelante, tendiendo su mano. Su cabello rubio brillaba, y sus ojos azules eran gentiles. "Bella."

"Hola."

Edward se adelantó, quitando el cabello mojado de mi mejilla. "Fue atacada, Carlisle. Por favor, revísala."

"¿Puedo?" Preguntó, dirigiéndose a mí, no a Edward. "No voy a lastimarte."

"Sí."

"Entonces, empecemos."

Mi mente daba vueltas. Dos horas después, estaba frente a un extraño, un hombre al que había visto asesinar tres personas, y me casé con él.

El padre Aro era un hombre bajito con una larga cola de caballo negra. Parecía contento, y ni siquiera se inmutó al casarnos. En vez de eso, sonrió al pronunciarnos marido y mujer. Edward se veía alto y guapo, con un traje negro, la expresión de su rostro sombría. Yo traía puesto un vestido color hueso que la esposa de Carlisle, Esme, me había traído. Era sencillo, con mangas largas, para cubrir mis moretones. Mi cabello estaba suelto, y mis pies descalzos. No tenía zapatos.

Me asombró cuando Edward deslizó un pesado anillo de diamantes en mi dedo, luego deslizó su mano bajo mi barbilla, levantó mi rostro hacia el suyo y me besó. Sus labios eran suaves y llenos, y su toque sorprendentemente gentil. Cuando me sonrió, sus ojos eran cálidos, y deslizó un largo dedo por mi mejilla.

"Para siempre," murmuró. "Ahora eres mías para siempre."

No tenía palabras para responder.

Sus hombres parados a lo largo de la pared, presenciaron nuestra unión. Firmé los papeles que pusieron frente a mí, en silencio.

Bebí de la copa que se me dio. Como lo prometió, Edward casi nunca dejó mi lado, con su mano extendida en mi espalda baja.

Había otras tres mujeres en la habitación, además de mí. Esme, Rose y Alice, que parecía bastante amigable; aunque Rose mantuvo su distancia. Esme a menudo preguntaba cómo estaba, diciéndole a Edward que debería sentarme. Me condujo a una silla, sentándome sobre el cojín. Se agachó. "¿Estás bien?"

"Sí."

"Esto terminará pronto." Frunció el ceño. "Voy por algo para tus pies."

Se dio la vuelta y se fue.

Esme se sentó junto a mí. "Estás muy pálida. Carlisle quiere que descanses."

Carlisle había sido amable, y gracias a Dios rápido. Había visto mis moretones con el ceño fruncido, se aseguró que nada estuviera roto, y me aseguró que estaría bien. Habló discretamente con Edward que me miró a los ojos al mismo tiempo que asentía a lo que sea que Carlisle tuviera que decir. No lo cuestioné—ya sabía que no debía hacerlo.

La miré, sin saber cómo responder. No sabía si debía hablar, permanecer callada, o darme a las lágrimas. Estaba perdida. Ella estiró su mano y tomó la mía.

"Bella, sé que estás asustada. Sé que esto debe parecerte un sueño." Sonrió con bondad. "O una pesadilla."

Bajé la vista a mis manos retorciéndose.

"Algunas veces," continuó, "las cosas no son lo que parecen. Edward es un buen hombre. Honorable. Y a pesar de lo que hayas presenciado, compasivo. Dale una oportunidad. Puede que te sorprenda lo que descubras."

"¿Tú-tú lo conoces bien?"

"Es el sobrino de Carlisle. Lo conozco desde hace tiempo. Se casó hoy contigo y dijo sus votos. Te lo juro; él toma sus votos muy seriamente. Él cuidará de ti." Inclinó su cabeza hacia un lado, estudiándome. "Creo que puede que tú seas buena para él."

Edward volvió a entrar, con unos calcetines en sus manos. Se arrodilló frente a mí, poniendo los calcetines en mis pies. "Estos te mantendrán caliente." Levantó su mano, y acarició nuevamente mi mejilla. "Lo estás haciendo bien, Bella. Pronto podrás descansar y mañana comenzaremos. ¿De acuerdo?"

Le eché un vistazo a Esme que miraba a Edward con cariño. Pensé en lo que dijo y escuché la inesperada ternura en la voz de él. Sus hombres se le quedaban mirando, y a la forma en que estaba arrodillado a mis pies. Todos se veían impresionados al ver su posición respetuosa. Respiré hondo y le sonreí.

"Sí. Gracias, Edward."

Se puso de pie y besó mi frente. "Buena chica."

Estaba de pie, insegura, en la habitación de Edward. Él entró, cargando un vaso y un bote de pastillas.

"Carlisle pensó que algunos analgésicos te ayudarían a dormir."

"¿Voy a dormir aquí?"

Se quitó la chaqueta, colocándola sobre la silla. "Eres mi esposa, de modo que sí."

"Yo—"

"Relájate. No espero nada, Bella. A Carlisle le preocupa que podrías tener una conmoción. Voy a revisarte durante la noche."

"¿Por qué eres tan gentil?"

"¿Hay alguna razón por la que no debería serlo?" Su ceño se frunció al abrir el bote, puso dos pastillas en mi mano, y me dio un vaso de agua.

"Ah…"

"No confundas mi amabilidad con debilidad. Soy amable porque no me has dado ninguna razón para no serlo." Se acercó, y tocó mi mejilla. "Espero que nunca lo hagas."

"No lo haré."

"Esme estuvo hablando contigo."

"Me dijo que eres un hombre honorable."

"Y tú crees que soy un asesino."

No lo negué. Pero también había visto algo más en él esta noche. Algo humano.

"Quiero creerle. Quiero llegar a conocerte."

Él me observó por un momento, luego rodeó mi cintura con su brazo, acercándome a él. Apoyó su mejilla en mi cabeza. "Hueles como yo."

Exhalé de forma temblorosa, preguntándome por qué estar tan cerca de él no me asustaba. "Usé tu champú."

Presionó sus labios en mi cabello. "Huele bien en ti."

Levanté la cabeza. Era tan alto que tuve que echarme hacia atrás para verlo. Me sonrió, sus ojos verdes resplandeciendo bajo la luz suave. "Eres muy hermosa, mi esposa."

Parpadeé. Su tono era bajo, ronco. Provocativo.

"Lo que viste esta noche es solo una parte de mi vida. Soy más de lo que crees. Si me das la oportunidad, puedo probártelo.

"Te lo prometo, Bella, estarás a salvo. Protegida. Haré todo en mi poder para cuidar de ti." Hizo una pausa. "Permanece a mi lado, apóyame, y te prometo que nunca tendrás que temer a nadie, incluyéndome a mí."

Estaba embelesada.

"Me gusta cómo se siente besarte. Dime, mi esposa, ¿te gustó?"

"Sí."

Se agachó, su boca cerniéndose sobre la mía. "Quiero intentar algo."

Me sentí temblar. Su brazo me apretó, levantándome. Sus ojos se cerraron al mismo tiempo que su boca se deslizó sobre la mía. Como una pluma, delicada y cálida.

"Tócame," susurró.

Deslicé mi mano por su brazo, por su cuello y toqué los cabellos de su nuca. Dio un gemido bajo y cubrió mi boca otra vez. Su lengua rozó mis labios, deslizándose dentro de mi boca. Nunca había sido besada de esa forma. Lánguida y sensualmente. Su boca se movió sobre la mía, con más intensidad, reclamándome. Profundizó el beso, envolviendo mi cabello en su mano y tirando de mi cabeza hacia un lado. Lloriqueos escaparon de mi garganta. Me levantó fácilmente, envolviendo mis piernas alrededor de su cintura, y abrazándome con fuerza. Agarré sus hombros, perdida en las sensaciones que creaba en mi interior. Se separó de mi boca, arrastrando sus labios por mi cuello. Tiró de mi cabello, exponiendo mi cuello mientras lo lamía y mordisqueaba. Mi cabeza cayó hacia atrás y jadeé por el dolor.

Él se detuvo en seguida, sus ojos cautelosos.

"Te lastimé."

"No," insistí. "Mi cabeza…"

Agarró mi cuello. "Me dejé llevar y olvidé que estás lastimada. Perdóname."

Sentí mi sonrojo. "Me-me gustó."

Dejó otro beso en mi boca. "A mí también, y exploraremos más esto, cuando te recuperes. Por ahora, voy a llevarte a mi cama, y te vigilaré mientras duermes. Mañana hablaremos."

~Edward~

Los analgésicos funcionaron y Bella se quedó dormida. Estudié sus rasgos bajo la luz tenue. Era hermosa. En el segundo en que la vi en el desierto edificio, algo despertó dentro de mí. Una intensa sensación protectora, casi frenética por asegurar su seguridad se apoderó de mí.

Cuando despertó y me vio frente a ella, el miedo en sus ojos no era nada nuevo para mí. Pero con ella, quería borrar ese miedo.

Sé que había visto demasiado. Sé que debería silenciarla. Sin embargo, no estaba mintiendo cuando le dije que no mataba inocentes. Mi trabajo era protegerlos, y algo me dijo que esta pequeña y asustada mujer necesitaba urgentemente la protección que solo yo podía proporcionar.

Cuando intentó matarse, sabía que solo había una opción. Estaba dispuesta a morir, y como una alternativa, podía casarme con ella. Podía dejar atrás la vida que conocía y unirse a mí en esta.

No era un hombre benevolente. No era dado a la ternura o al afecto. El mundo en el que vivía era frío, brutal, y lleno de sangre. Aun así, cuando pudiera retirarme por breves periodos de tiempo, la idea de pasarlos en su compañía me hizo sentir contento. El beso que le di antes no había estado en el plan, y su reacción a mí fue inesperada, pero también, me complació.

Mi plan era simple. Mañana Alice le ayudaría con sus cosas personales, Jasper conseguiría nuevos papeles, y yo planeaba castigar al hombre que tenía tan poca consideración por su vida. Sería mi regalo de bodas para ella. También tenía que hacerle una visita a mi jefe. Sabía que debía haberse enterado que me casé. Garrett estaría lleno de preguntas, tendría que explicar mis acciones y pedir su comprensión. Esperaba que la diera.

Luego me la llevaría unos días a mi isla. Era privada, aislada y perfecta para conocernos. Le contaré de mi vida y mis expectativas para ella. Podría sanar, descansar y adaptarse a su nueva vida.

Ella se movió, rodándose sobre su espalda. La manta se retorció, dejando expuesto su hombro desnudo; la camisa que traía puesta, demasiado grande para ella. Su piel cremosa me llamaba, y pensé en cómo se sentía en mis brazos. Cómo sabía ella en mi lengua. Su apasionada respuesta.

Pronto exploraría una relación física. La deseaba. Quería sentirla debajo de mí, enterrarme dentro de ella y llenarla con mi semilla.

Estaríamos casados en todos los sentidos.

Ella sería verdaderamente mía.

~Bella~

Me quedé mirando a Alice. Mi mirada volvió a la pila de ropa y artículos personales extendida en la habitación de Edward.

Él se había ido, pero había dejado una bandeja con café, desayuno, y una nota indicándome que me quedara en la habitación hasta que Alice se presentara. Tomé una ducha, tomé algo de café y luego esperé. Ella llegó con un gesto triunfal, sus manos llenas de bolsas, seguida de su esposo Jasper. En seguida hizo que me pusiera una blusa azul marino, y cepilló mi cabello retirándolo de mi rostro. Añadió un poco de maquillaje y Jasper tomó mi foto. Los dos fueron amables, pero sabía que no debía cuestionarlos. Hice solo lo que me dijeron.

Después que él se fue, Alice extendió sus compras, diciéndome que eligiera lo que quisiera, y ella regresaría el resto y me conseguiría cualquier otra cosa que quisiera y necesitara.

"¿Qué pasa, Bella?"

"Yo-yo no creo tener suficiente dinero para esta ropa." Mi cartera estaba en mi chaqueta que ya no tenía, y le había dado a Edward el efectivo que robé de Mike. Las etiquetas en las cosas mostraban que todas eran costosas.

Se echó a reír, palmeando mi brazo. "Edward me dijo que las comprara. Tengo su tarjeta de crédito. Esto es para ti para que no tengas que andar por ahí con su bata y su camisa. Una vez que te sientas mejor puedes comprar más ropa y cosas." Sacudió su cabeza. "Edward cuidará de ti."

"Oh." Agarré un traje de baño. "No estoy muy segura de que necesite esto."

"Oh, sí. Edward dice que necesitarás algo de ropa ligera para tu viaje."

"¿Mi viaje?"

Ella mordió su labio. "Creo que va a llevarte de viaje por unos días. Como una luna de miel."

Bajé la mirada, sorprendida. ¿Una luna de miel? ¿Estaré sola en alguna parte con Edward?

Pensé en sus embriagadores besos de la noche anterior. La forma en que me sentí pegada a su duro cuerpo. No había sentido miedo, o preocupación. Solo un ardiente deseo de más. Más de él. Me había asombrado. Debería estar tratando de descubrir cómo alejarme de él, pero no quería hacerlo. Sus promesas hacían eco en mi cabeza. Seguridad. Protección. "No mato inocentes."

A pesar de lo que había visto, el horror y la sangre, lo único que Edward me había mostrado era paciencia. Era severo y demandante, pero no había sido cruel conmigo. De hecho, me había mostrado más interés en seis horas de lo que Mike me mostró en seis meses.

Edward pedía solo una cosa. Lealtad.

Podía darle eso.

Luego le eché un vistazo a la cama y vi el revoloteo de encaje y la lencería de gasa en las pilas. Mi respiración se atoró en mi garganta.

Él iba a pedir dos cosas.

Pensé en su boca moviéndose con la mía.

¿Podría darle eso?

Miré a Alice que me observaba.

Decidí que tal vez podría hacerlo.

Los siguientes dos días fueron confusos. Edward me dijo que podía ir a cualquier parte de la casa, excepto a su oficina a menos que él me invitara a entrar. Dijo que podía ir afuera y caminar por los jardines, pero no tenía permitido hacerlo sin mi guardaespaldas, Felix—el hombre gigante que vi la primera noche. Me saludaba simplemente inclinando su cabeza y con un "señora Cullen." Además de murmurar en su muñeca en ocasiones, no conversábamos.

Vi a Edward solo de vez en cuando durante el día. La gente iba y venía. Lo escuchaba hablar, gritar, maldecir, a menudo en italiano. Sin embargo, cuando lo veía en persona, era paciente e incluso conmigo, nunca perdía su temperamento.

Había estado encantado el día que le preparé un sándwich mientras su ama de llaves salió a hacer unas diligencias. Le pedí a Felix que se lo diera, y Edward entró a la cocina, cargando su plato, y se sentó junto a mí comiéndoselo. Estuvo callado, perdido en sus pensamientos, pero antes de irse, tiró de mi cabello para levantar mi cabeza, presionando su boca a la mía.

"Gracias, mi esposa."

Nunca estaba ahí cuando me iba a la cama, pero lo sentía en la noche. Se deslizaba junto a mí, atrayéndome a su pecho. Tan pronto estaba ahí, me quedaba profundamente dormida, sintiéndome extrañamente a salvo en los brazos de un asesino.

Al tercer día, Felix me informó que Edward quería verme en su oficina. Entré, miré alrededor nerviosa y con curiosidad.

"Siéntate," me indicó Edward, sin levantar la vista de la pila de papeles.

Me senté, con mi estómago revuelto. ¿Había hecho algo? ¿Fui a algún lado donde no debía? Por lo general, si me aventuraba demasiado lejos, Felix hacía un sonido bajo en su garganta y retrocedía acercándome a él. La cerca alta parecía desagradarle más.

"¿Hice—hice algo, Edward?" Murmuré, con mi garganta seca. "No fue mi intención."

Él levantó la vista con el ceño fruncido. "Para nada, Bella." Se escuchó un golpe en la puerta y miró detrás de mí con una sonrisa. "Ah, señora Cope. Llegó en el momento justo."

Su ama de llaves entró, deslizando una bandeja sobre su escritorio, luego se fue.

"Quería almorzar contigo. Pensé que podríamos comer aquí, luego conversar un poco."

"Oh."

"¿De qué te sientes culpable, Bella? ¿De la rosa que cortaste del jardín esta mañana? ¿Del chocolate que tomaste de la caja anoche? ¿Del croissant que no te comiste ayer?"

Me le quedé mirando. Estaba asombrada cuando me guiñó un ojo. "Soy un hombre ocupado, pero te observo, Bella."

"¿Por qué?"

"Me fascinas."

No sabía qué decir.

Empujó un plato hacia mí. "No será tan bueno como el tuyo, pero come tu sándwich. No estás comiendo lo suficiente, y tengo bastante de qué preocuparme sin añadir tu salud a ello."

Cogí mi plato—porque me pidió que lo hiciera.

¿Qué me estaba pasando?

Después que comimos, Edward rodeó el escritorio y se sentó a mi lado. "Nos vamos mañana."

"¿A dónde vamos?"

"Voy a llevarte a nuestra luna de miel."

"Oh."

Me dio un sobre. Dentro, estaba una nueva licencia para manejar y un pasaporte, ambos con el nombre de Bella Cullen.

"La fecha de nacimiento está equivocada."

Se recargó en su asiento, frotando su barbilla con su dedo. "No, no lo está. Tienes un nuevo nombre, una nueva fecha de nacimiento y una nueva vida." Me miró a los ojos. "Isabella Marie Swan está muerta. Bella Cullen es el único nombre que tienes ahora."

"No entiendo."

"Anoche, Mike Newton fue arrestado con cargos de asesinato. Una mujer que coincidía con tu descripción y que llevaba tu identificación fue encontrada, golpeada y estrangulada. Su ADN estaba sobre ella."

Parpadeé y jadeé.

"Él está bajo custodia." Entonces sonrió. Una fría sonrisa aterradora que me recordó exactamente quién era él. "No llegará al juicio."

Empecé a temblar al procesar las palabras de Edward. Sabía que debería sentirme mal por Mike. Pero lo único que sentí fue alivio.

"¿Y la mujer?"

Sacudió su cabeza. "Una mujer no identificada. No preguntes."

Asentí, con un suspiro prolongado.

"No tienes familia, y como tú me dijiste, no conoces a nadie aquí. Tu antigua vida terminó. Eres mi esposa, y estarás a salvo. Él pagará por dañar lo que es mío." Sus dedos tamborilearon en su rodilla. "Por lastimar a un inocente."

"¿Es-es eso lo que haces?" Pregunté. "¿Matar a aquellos que tú decides se lo merecen?"

"¿De verdad quieres saberlo?"

"Sí. Necesito comprender. ¿Estás con la mafia?"

"Todo lo que tienes que saber es que trabajo con una organización de considerable poder. Dirijo un equipo muy élite."

"Asesinas a personas. Eres un asesino—un matón a sueldo."

Se rio entre dientes, inclinándose hacia adelante, pasando un dedo por mi mejilla. "No, no soy un matón a sueldo. Ves demasiada televisión."

"No entiendo."

"Cuando tenía quince años, mi hermana fue raptada. Hasta entonces solo era un niño normal. Mi vida cambió de la noche a la mañana. Cada hora del día la pasé tratando de ayudar a mi padre a encontrarla. Mi mamá era una causa perdida, llorando y bebiendo todo el tiempo."

Alcancé su mano. "¿Qué sucedió?"

Miró a nuestros dedos entrelazados y sonrió. "Mi papá era uno de los tipos buenos, ¿sabes? Un policía. Pero no tenía nada. Solo un montón de callejones sin salida. Incluso sus compañeros policías creyeron que ella simplemente se escapó. No había nota de rescate, nada."

"¿Pero ella no hizo eso?"

"No. Yo vi cuando ocurrió. Vi a los hombres que se la llevaron. Una noche me escabullí de la casa y fui a un bar. Mi amigo siempre estaba alardeando sobre la vida ilícita de su tío y sus vínculos con el mundo del hampa. Del poder que él tenía. Fuimos a buscarlo. Le dijimos lo que sucedió, y lo que vi. Me creyó."

Inhaló. "En resumen, la encontraron. La trajeron a casa. Incluso ayudaron con terapia para ella y mi madre. Y el día que lo hicieron, juré que un día me convertiría en uno de ellos en gratitud."

"¿Qué pasó con tu hermana?"

"Rose estuvo jodida por mucho tiempo. Pero recibió ayuda, y se casó con el amor de su infancia, que también resultó ser mi amigo que me llevó con su tío. Lo conociste—Emmett." Sonrió. "Ella está protegida—igual que tú. Él moriría antes de permitir que algo le pase a ella."

"¿Y tus padres?"

Hizo una mueca. "Murieron en un accidente de coche que no fue un accidente. Se supone que yo estuviera con ellos, pero no me sentía bien y me quedé en casa. Garrett vino por mí, me acogió y se interesó por mí, y me convertí en parte de su familia. Cuando tenía dieciocho años, me ofrecieron un lugar en su organización. Era una oportunidad de eliminar del mundo a la gente que se aprovecha de los débiles e indefensos. Desarticulamos redes de pornografía infantil y esclavitud. Vamos tras traficantes, abusadores, acosadores y muchos otros."

"¿Tú eres juez, jurado y ejecutor?"

"Soy parte del equipo de investigación y, sí. Ejecutor. Una vez que están muertos, liquidamos sus bienes, y todo el dinero se va a un fondo que apoya a las víctimas. Si es posible, tratamos de unirlos con sus familias, nos aseguramos que reciban terapia, los ayudamos a recuperarse."

"Esas personas de la otra noche…"

"Les gustaba hacer adictos a las drogas a los niños que se escapaban de sus casas. Luego se las vendían. Y el hombre que era parte del equipo nos traicionó. Me traicionó." Su expresión era furiosa, una vez más el ángel vengador de la muerte. "No hay gris en esta área, Bella. Es blanco y negro. Él fue en contra de todo lo que representamos, y eligió el dinero sobre las vidas inocentes." Se recargó, cruzando sus piernas. "Y te amenazó."

"¿Alguna vez has… cometido un error?"

"No. Nunca. Tengo recursos y personas que se aseguran que nuestros blancos sean solo los tipos malos. La escoria de la humanidad. Libramos al mundo de ellos."

Mi cabeza daba vueltas. Edward se puso de pie, recargándose contra el escritorio. "Ese es el hombre con el que te casaste, Bella. No va a cambiar. No voy a cambiar. Tienes dos opciones."

"¿Y cuáles son?"

"No puedes irte. Esa no es una opción. Puedes quedarte aquí—y vivir una vida segura. Leer, trabajar en el jardín, cocinar, lo que tú quieras. Te instalaré en un departamento en la propiedad y garantizaré tu completa seguridad."

"¿Y qué recibes tú de ello?"

"La satisfacción de saber que salvé a otro inocente de que le ocurriera algo terrible."

"¿Y si quieres casarte con alguien más?"

"Esa no es una opción."

"¿Cuál es mi segunda opción?"

Se puso de cuclillas frente a mí. "Puedes unirte a mí en esta pelea, como Esme, Alice y Rose, ayudando a las personas que salvamos. Asegurándose que sean atendidos. Lo que quieras hacer." Inhaló profundamente. "Llegar a conocerme, Bella. Ser mi esposa en todo sentido de la palabra—estar conmigo, apoyarme. Tal vez aprendas a amar al hombre, no al trabajo. Podríamos tener una familia, si quieres. Creo que si te das la oportunidad, puedes ser feliz conmigo."

Tomó mis manos. "Algo ocurrió la noche que te encontré. Surgió en mí un instinto protector como lo que nunca había experimentado en mi vida. No podía soportar la idea de que algo te ocurriera." Cerró sus ojos. "Cuando agarraste esa arma para matarte, me sorprendí rogando por un milagro."

Me estremecí, pensando en esa noche.

"La elección es tuya. No voy a forzarte a nada. Si crees que puedes vivir con esta realidad, te prometo, que seré un buen esposo para ti." Se acercó, pegando su calor a mí. "Sentí algo muy intenso cuando te besé, Bella. Quiero besarte cada vez que te veo, si me dejas. Creí que tú también lo habías sentido."

"Así es."

Sus labios encontraron los míos y se movieron ávidamente. Con un gemido, me acercó, profundizando el beso. Rodeé su cuello con mis brazos, permitiéndole explorar, memorizando su sabor y cómo se sentía. Se apartó, apoyando su frente en la mía.

"¿Qué dices?"

"Llévame de luna de miel, Edward. Quiero conocer a mi esposo. Todo de él."

Edward estaba de buen humor. Lo había estado desde que aterrizamos en su isla. Desapareció el cabello oscuro peinado hacia atrás y la expresión severa. Sin gel, su cabello resplandecía de color bronce bajo la luz del sol, sus ojos verdes danzaban con felicidad, y se reía. Habíamos pasado los últimos dos días explorando. Me mostró todos sus lugares favoritos en la isla, tomando mi mano y a menudo besándome.

Pero eso fue todo. Por la noche en la oscuridad su brazo me rodeaba, abrazándome con fuerza pero eso era todo. Había esperado que nuestra relación progresara. En vez de eso, la había detenido. Estaba confundida, frustrada y sintiéndome desequilibrada.

"Preparé panqueques," sonrió, presentando un plato con una pila alta. Su pecho estaba desnudo, presumiendo sus definidos pectorales y anchos hombros. Sus pantalones cortos llegaban a la parte baja de sus caderas, con su firme estómago y esa tentadora V prominente.

Tuve que desviar la mirada. "Gracias."

Frunció su ceño.

"¿Te gustaría algo de jugo? Lo exprimí yo mismo."

"Que hogareño de tu parte," le dije, con tono mordaz. "No, gracias."

Me miró con el ceño fruncido, comiendo sus panqueques en silencio.

Yo empujé los míos por el plato.

"¿Te gustaría hoy intentar con el esnórquel?"

"Lo que tú quieras."

Cruzó sus brazos. "Mi esposa parece petulante esta mañana."

"¿En serio?"

"No me gusta. No me gusta tu tono o el puchero en tus labios."

Sabía que estaba actuando como una niña, pero no me importó. Él me hizo enojar, y yo quería hacer lo mismo. Deliberadamente, saqué más mi labio inferior.

"Haz eso de nuevo, y lo morderé."

Rodé mis ojos. "Bueno, eso sería un progreso."

Sus ojos se entrecerraron. "¿Hay algo que quieras, Bella?"

"¿Importa?"

"Sí. Dime qué quieres. Puede que lo consigas."

Estrellé mi mano sobre la encimera. "¡A ti, Edward! ¡Maldita sea! ¡Te quiero a ti! Quiero que me hagas tuya—que me fo—"

Estaba sobre mí antes que la última palabra dejara mi boca. Los platos salieron volando de la mesa cuando los hizo a un lado, colocándome sobre la sólida superficie de madera.

"Pensé que nunca te quebrarías." Gruñó. "Creí que iba a morir de bolas azules en mi luna de miel."

Me besó. Profundo. Intenso. Húmedo. Su lengua reclamó mi boca, robándome las palabras. Sus manos agarraron, desgarrando mi bata, y su boca descendió, lamiendo y chupando mis pechos. "Eres jodidamente hermosa."

Grité su nombre cuando tocó mi coño, su toque posesivo. "Este es mío ahora. Tú eres mía."

"¡Sí!"

"Voy a follarte, Bella. Luego voy a llevarte a nuestra habitación y lo haré de nuevo. Voy a hacer que te corras con tanta frecuencia que no podrás parar. Voy a follarte hasta que no puedas recordar nada más que a mí. Tu cuerpo no querrá nunca a nadie más que a mí. ¿Entendiste?"

Solo pude lloriquear.

Tiró de mi ropa interior, y deslizó sus dedos sobre mí. "Estás mojada, nena. Tan mojada para mí." Deslizó un largo dedo en mi interior, luego un segundo. "Tan apretada. Jesús vas a sentirte increíble envolviendo mi polla."

Me arqueé contra él, perdida en sus palabras sucias, y sus caricias posesivas. Él era como una pitón, lista para atacar, cerniéndose sobre mí, sus ojos entornados y oscuros. Me tocó como un violín, sus dedos sabiendo exactamente dónde tocarme, cómo prolongar mi placer. Su boca cubriendo la mía a medida que mi primer orgasmo florecía, apoderándose de todo mi cuerpo.

"Mi nombre, Bella. Grita mi nombre."

Hizo eco en la habitación.

Pasó su boca abierta por mi torso, tentando mi estómago con sus labios. Se levantó, levantándome a mí. Me apoyé en su pecho, tratando de recuperar el aliento.

Levantó mi barbilla. "No he terminado contigo. Ni por asomo." Bajó el tono de su voz. "Mírame, mi esposa."

Abrí mis ojos, observándolo. Estaba desnudo, su piel dorada y firme bajo la luz. Su polla estaba rígida, larga, dura, y llorando por mí. Me eché hacia atrás, con Edward siguiéndome, su boca demandante sobre la mía. Se empujó hacia adelante, enterrándose dentro de mí. Agarré sus hombros mientras se movía, mis uñas enterrándose en su piel. Me penetró, poderosamente, sin titubear nunca mientras yo explotaba a su alrededor. Lo prolongó, goteando sudor, nuestros cuerpos deslizándose sobre la madera, luego dejó caer su cabeza en mi cuello, su cuerpo estremeciéndose al detenerse.

"Bella." Gimió, su aliento caliente en mi piel.

Lo envolví con mis brazos, perdida en todo lo que él era. Su calor, su fortaleza, su lujuria. Lo tomaría todo por él.

Levantó su cabeza, pasando sus dedos sobre mi boca. "Ahora eres mía."

"Ya lo era, Edward," repliqué.

Me tomó en sus brazos, y me llevó a nuestra habitación. Con las cortinas aún corridas, la luz era difusa y tenue.

Me acostó en la cama, y sus caricias cambiaron. Se volvieron suaves, gentiles y complacientes. Su boca estaba caliente y tentaba mi piel. Sus palabras eran en voz baja, llenas de adoración, y llegaron a mi corazón. Lo abrieron, y lo acepté de la misma forma en que mi cuerpo aceptó el suyo. Nos movimos juntos como si lo hubiéramos hecho por miles de años. El mundo se resumió a solo nosotros dos.

Después, yaciendo en sus brazos suspiré.

"Creí que no eras gentil."

"Tú despiertas eso en mí." Se movió para mirarme a los ojos. "Pero es algo que solo verás en privado. Necesito que entiendas eso, Bella."

"Lo hago."

"¿En qué estás pensando?" Preguntó con suave beso.

"Qué tal vez debería ser petulante más a menudo… cuando estemos solos por supuesto."

Se rio entre dientes. "Por supuesto."

"¿Por qué esperaste?"

"Quería saber que estabas segura. Que me deseabas tanto como yo a ti."

"Te deseaba. Te deseo."

Presionó su boca a mi oído. "Te amo, Bella Cullen. Estoy ansioso porque te unas a mí a esta vida. Voy a ser aún más fuerte contigo a mi lado."

"Te amo, Edward," respondí. No estaba segura cuándo ocurrió, pero era verdad.

Me acercó a él. "Te mantendré a salvo. Siempre, mi inocente."

Me acurruqué. "Lo sé."

Nos quedamos dormidos.

Juntos.


Awwww cayó redondita, esto si es un hombre y lo demás son tonterías jajaja. Bueno, ¿a quién no le gustan los personajes dominantes como este Edward? ¡Son calientes! Aunque en la vida real queramos maridos cariñosos y consentidores jejeje. En fin, ya están juntos, ahora tocará ver cómo se adapta Bella a esta nueva vida, que no será fácil. Espero que les haya gustado y por supuesto, esperaré ansiosa sus reviews para saber qué les pareció y recuerden, son sus reviews los que mantienen vivo el fandom, los que nos animan a seguir dedicando tiempo para su diversión, además que con ellos son USTEDES los que marcan el ritmo de actualización. No lo olviden. Sinceramente, espero que me acompañen en esta nueva aventura y para ello les recuerdo que sigan la historia para recibir las notificaciones, de antemano, gracias por sus follow y favoritos, y gracias por el apoyo que dan a mis publicaciones en los grupos de Facebook, sus me gusta y sus comentarios. Como se los he dicho en otras ocasiones, ustedes son los mejores lectores del mundo *inserten muchos besos para ustedes*

Nos leemos en el próximo, que espero sea muy pronto ;)