Disclamer: Todos los personajes, lugares y partes de la trama pertenecen a la gran Rumiko Takahashi, no a mí. Yo solo me he inventado esta disparatada historia.
.
.
Advertencia: Esta historia surgió de un momento de desparrame mental y absurdez absoluta, leerla bajo vuestra responsabilidad fans de Ranma ½
…
..
.
—A quien más quiero—
.
..
…
8.
La rendición del héroe.
Akane tampoco le dirigió la palabra cuando Ranma apareció por fin en la casa.
Se tropezó con ella en la entrada nada más llegar, junto al pequeño armario de los zapatos, pero la chica se limitó a lanzarle una larga mirada seria, como de sospecha y después a darse la vuelta y desparecer escaleras arriba.
Akane… pensó él, un poco irritado. Pero resopló dejando ir ese sentimiento No, no tengo derecho a disgustarme.
Sin embargo, la mirada que le había lanzado ella se quedó dando vueltas por su mente. En realidad, no le pareció realmente molesta, quizás solo estaba horrorizada por las pintas que traía el chico; cojeando, con nuevas heridas en las piernas que asomaban entre los desgarrones de sus pantalones a la altura de las rodillas y ese aire meditabundo que arrastraba debido a los acontecimientos del día.
Ranma había decidido no pelear, si quiera molestarse por la actitud de la chica. Ahora sentía que no tenía derecho. Por eso, se dedicó a cenar a su lado en silencio, sin mencionar lo que le había ocurrido o hacer alusión a sus heridas. Y quizás por orgullo o porque le daba igual, la chica hizo lo mismo.
Fue un alivio para él cuando al fin pudo retirarse. Estaba agotado, dolorido y le provocaba gran incomodidad estar en presencia del resto de la familia. Sobre todo de Nabiki que de vez en cuando le miraba de reojo desde su puesto en la mesa con una chispa divertida en la mirada. Ranma la ignoró cuanto pudo, así como las pocas palabras que los demás le dirigieron durante la cena. Solo quería levantarse e irse para terminar de tragar la vergüenza que sentía a solas.
Por supuesto su madre intentó detenerle, pero él la miró de un modo lo bastante significativo como para dejarle claro que no quería hablar de nada esa noche. Ya daría todas las explicaciones necesarias por la mañana.
Subió las escaleras con lentitud y desánimo, dejando atrás el barullo de platos y los pasos quedos de las mujeres que se disponían a recoger la mesa. Fue dando tumbos hasta el baño y se encerró en él.
Dejó que su malherido cuerpo flotara en el agua un rato, observando con desidia como la sangre reseca se desprendía de su piel en finos hilillos y se mezclaba con el jabón. Aguantó el escozor, aguantó el calor y los vapores que se pegaban a la piel de su rostro y rumió ese extraño vacío que le pesaba por dentro.
Ranma no estaba acostumbrado a sentirse avergonzado de sí mismo.
Se tenía por una buena persona, incluso por alguien generoso. Como artista marcial siempre se tomó muy enserio su deber de ayudar y proteger a los que eran más débiles… Pero no dejaba de torturarse con la idea de que, en realidad, era un ser egoísta y vanidoso. Lo era, siempre lo había sido y… quizás descubrir los auténticos sentimientos de sus prometidas había sido el castigo por comportarse así.
Pero a pesar de aceptar ese hecho se seguía sintiendo mal.
Ni siquiera sabía si tendría el valor para contarle a su madre lo que había pasado. Lo que había estado dispuesto a hacer. No quería que ella le mirara de forma diferente debido a la decepción que iba a sentir.
Salió de la bañera sintiéndose aún peor que antes, pero decidido. No, no sería también un cobarde. Afrontaría las cosas y sería sincero con su madre. Estaba dispuesto a que ella le conociera del todo, con lo bueno y lo malo. Y seguramente ella le perdonaría… era su madre, al fin y al cabo.
De vuelta en su dormitorio, se encontró con que alguien le había dejado el botiquín sobre el futón.
¡Sus heridas! Casi las había olvidado después de lamentarse tanto rato en el agua… Pero alguien lo había recordado por él.
—Gracias, mamá —susurró con una leve sonrisa.
Sí, ella le perdonaría todo lo que había hecho porque Nodoka entendería que no había sido con mala intención. Comprendería que su hijo era un tonto en cuestiones de amor y de chicas, y que a pesar de todo, había actuado sin auténtica maldad.
Después de curarse y acostarse entre las sabanas, el cansancio que arrastraba dejó su cuerpo flácido sobre el futón aunque Ranma comprobó que su mente seguía demasiado despierta. Tardó un rato relajarse lo suficiente como para quedarse dormido y durante la noche no dejó de despertarse y volver a dormirse.
Fueron horas agitadas y confusas en las que el chico se movió entre la consciencia y un sopor pegajoso y muy poco reparador.
.
.
De madrugada, Ranma tuvo uno de esos despertares convulsos que se sucedieron sin parar durante toda la noche y le pareció ver que algo brillaba en la oscuridad de su cuarto. Reconoció el filo de luz que se colaba, trémulo, por el resquicio abierto de su puerta. Sobre él, se recortaba una figura pequeña que avanzó silenciosa sobre el suelo hasta agacharse a su lado.
El chico no se movió, trató de entornar los ojos y buscó el rostro de la figura pero todo estaba en penumbras y los ojos le escocían terriblemente si no parpadeaba continuamente.
La figura alargó una mano que se posó sobre su frente con delicadeza. Se quedó allí, cálida y tranquila. Las yemas de los dedos se hundieron suavemente en su flequillo hasta rozar la piel escondida debajo. El chico se estremeció por lo agradable que era ese tacto. Le transmitió una calma y ternura que reconfortó todo su ser. Incluida su alma torturada.
—¿Mamá? —susurró, confuso. La mano se retiró al instante y la figura se puso en pie—. Mamá, tenías razón… tú dijiste… —Al intentar hablar los pensamientos se le amontonaron al borde de la consciencia con la misma pastosidad con que su lengua intentaba formular palabras contra la almohada—… que eligiera a quien más amara… —Su voz le sonaba ronca, extraña, como si no fuera suya—… y yo… a quien más quiero es…
La figura retrocedió y salió de la habitación acabando con el resplandor del pasillo. Ranma apretó los parpados y sacudió un poco la cabeza.
¿Mamá? Pensó una vez más. Bueno, ya se lo diré mañana.
Se removió bajo la sabana recordando la suavidad del tacto sobre su frente y con una boba sonrisa en su rostro, Ranma volvió a quedarse dormido.
.
.
A la mañana siguiente el artista marcial se despertó con el eco del dolor en sus articulaciones y el regusto amargo de la culpa aún en su boca. Se incorporó sintiendo que cada músculo de su anatomía protestaba en contra, las heridas de sus rodillas le escocían y su trenza, prácticamente desecha le golpeó en el rostro con desprecio.
La vergüenza seguía ahí. Y la culpa. Y la decepción.
Pero también, el recuerdo huidizo de la visita de su madre la noche anterior. Observó el botiquín en la esquina de la habitación, recordó su preocupación y la calidez de su caricia. Y Ranma se reafirmó en su determinación de contarle todo lo ocurrido. Puede que incluso le aliviara sacarse ese dolor de dentro y si su madre le perdonaba sus malos sentimientos, él también podría empezar a perdonarse a sí mismo.
Se puso en pie y tras salir de la habitación su mirada viajó por si sola hasta la puerta de Akane. Supuso que ella habría salido a correr como cada mañana… Por un fugaz instante, sintió la tentación de contarle también a ella todo lo ocurrido pero no confiaba en que la joven le fuera a perdonar. Quizás solo lograría que pensara aún peor de él.
Cómo se alegraba de no haberla metido en el feo asunto de la rana. Puede que aún hubiera una oportunidad de que pudieran hacer las paces y que su relación volviera a ser la de antes.
Pasó por el baño para asearse y rehacerse su trenza justo antes de bajar las escaleras. Se dirigió a la cocina porque sabía que allí se encontraría a su madre. Quería hablar con ella cuanto antes.
Nodoka, ataviada ya con uno de sus vistosos kimonos, preparaba alegremente el desayuno junto a Kasumi como cada mañana desde que se había mudado al dojo junto a su hijo y su marido. Al verle entrar por la puerta, le recibió con una gran sonrisa y un efusivo saludo.
Incluso antes de que el chico hubiera abierto la boca, la mujer le colocó un vaso de té en la mano y le hizo sentarse a la mesa. Ranma se quedó mirando el interior del vaso, estaba cálido entre sus manos… el malestar de su estómago volvió a golpearle, pero trato de ignorarlo. Probó el té y forzó una sonrisa.
—¡Está delicioso! —Lo alabó y las mejillas de su madre se ribetearon.
—¡Cuánto me alegro! —Apoyó las manos sobre el respaldo de otra de las sillas, y observó a su hijo—. ¿Estás mejor? Anoche parecías muy alterado…
. ¿Ocurrió algo malo ayer?
Ranma miró de reojo a Kasumi, pero la joven parecía muy concentrada en la preparación de la sopa de miso. Tarareaba para sí misma como si estuviera completamente sola en la cocina, quizás por costumbre.
—Nada grave —respondió él. Levantó un poco el pantalón y dejó que su madre viera sus nuevas heridas—. Son solo unos rasguños de nada.
Nodoka abrió sus ojos azules de golpe y soltó una exclamación.
—¡¿Vuelves a estar herido?! ¡Cielos! ¡¿Y cómo no me dijiste nada ayer?!
Ranma se rascó la cabeza, confuso.
—Creía que te habías dado cuenta anoche…
—¡Claro que no!
—¿Y por qué me dejaste el botiquín en mi cuarto?
—¿Qué botiquín? Yo no te dejé nada… ¡Si lo hubiera sabido te habría curado yo misma!
El chico arrugó la nariz, sujetando la taza de té con ambas manos.
—Si no te diste cuenta de que estaba herido… ¿cómo es que viniste a mi cuarto para ver cómo estaba?
—¿De qué estás hablando? —Nodoka se llevó una mano a la cara. De pronto parecía mucho más preocupada que antes. ¿Acaso estaba diciendo algo extraño? —. Anoche yo no fui a tu cuarto, pensé que querías estar solo, hijo.
—Claro que viniste. Mientras dormía… te vi.
—Debiste soñarlo.
¿Soñarlo? Pero no era posible…
—Ranma… ¿seguro que estás bien?
Cuando el chico alzó los ojos se dio cuenta de que ahora sí, incluso Kasumi había dejado lo que estaba haciendo para mirarle, preocupada. Las dos mujeres le observaban como si se hubiera vuelto loco.
No era el mejor momento para hablar con su madre. Lo intentaría más tarde, cuando pudieran estar a solas.
—Tienes razón, mamá. Seguramente lo soñé. Esta noche he dormido un poco mal, por el dolor… —Soltó una de sus risitas despreocupadas y eso pareció relajar a las mujeres. Se puso en pie y retrocedió de vuelta a la puerta—. Iré a vestirme antes del desayuno. Gracias por el té, mamá, estaba delicioso.
Su madre asintió con una sonrisa y Ranma se apresuró a salir de la cocina.
Así que… ¿Lo había soñado?
Vaya… se dijo, sorprendido mientras subía nuevamente por las escaleras.
Había sido un sueño muy real… pero ciertamente, con lo mal que había dormido, podía tratarse de una fantasía producto de haber pasado toda la noche en duermevela.
Sin embargo… Al llegar arriba se detuvo y posó su mano en su frente, en el punto donde recordaba que la figura misteriosa le había tocado. Había sido más cálido y suave que su propia mano, pero lo recordaba demasiado real.
Quizás aún sigo afectado por los golpes en la cabeza del otro día…
Justo cuando iba a doblar la esquina para entrar al pasillo, oyó el inconfundible sonido de la puerta de su dormitorio al ser arrastrada y Ranma se puso alerta. Con cuidado, se asomó por el borde del muro y esperó unos segundos. La puerta volvió a deslizare y una figura salió, sigilosa, con el botiquín en sus brazos.
El corazón de Ranma dio un ruidoso vuelco.
¿Akane?
La chica cerró la puerta con gran cuidado y miró a ambos lados del pasillo. Ranma se ocultó por los pelos de su mirada inquisitiva y cuando lo creyó seguro, volvió a asomarse. La chica se alejaba, de puntillas y silenciosa, por el pasillo rumbo a su dormitorio.
Solo cuando la puerta de esta se cerró, el chico salió de su escondite, más confuso que nunca.
Pero… pero… Se rascó la cabeza de nuevo moviendo sus ojos hacia el techo y frunciendo el ceño. Después se dio unos toquecitos en la frente y se balanceó hasta que su cadera se apoyó en la pared.
—¿Qué significa esto? —murmuró entre dientes.
Arrugó los labios en una mueca de pura concentración y volvió a golpearse la frente con la punta de sus dedos.
—Ah… —Abrió un poco más los ojos. Sus dedos seguían rozando su frente, justo en ese lugar—. Espera un momento… —Se miró la mano atónito y empezó a parpadear muy deprisa—. ¿Y si…? ¿Y si…? —Sus ojos se movieron, cual flechas, hacia la puerta del patito—. Akane… ¿Ella…?
Si ella había vuelto a por el botiquín… entonces ella lo había dejado en su cuarto… porque… ella sí había notado sus nuevas heridas… así que, eso significaba…
—¿Qué significa? —se preguntó Ranma, tozudo. Esta vez se dio un par de coscorrones en la corinilla y gracias a eso, la conclusión cayó rodando frente a sus ojos desorbitados—. Estaba preocupada por mí…
Si Akane estaba preocupada por él… si ella había dejado ese botiquín en su cuarto… entonces ella… ella…
—Ella fue la que entró en mi cuarto para ver si yo estaba bien.
¡Por supuesto! Era la única conclusión lógica.
En cuanto Ranma estuvo seguro tuvo que apoyarse en el muro con todo su cuerpo para evitar caerse de espaldas a causa de la impresión. El rostro se le puso rojo a rabiar, sus mejillas le ardieron como una estufa y el corazón palpitó fuerte, casi con dolor.
Pero, a pesar de estar seguro de que había sido ella, Ranma no entendía la razón por la que la chica se había comportado así. ¿No estaba furiosa por lo de la heladería? ¿No le odiaba más que nunca? ¿Acaso no había evitado ir a verle durante todos los días que se pasó convaleciente…?
A no ser… que durante ese tiempo Akane hubiese sido tan orgullosa como para ir a verle solo mientras él dormía. ¡Claro, de ese modo él nunca lo sabría!
¿Lo había hecho? ¿Había sido así? Ranma no tenía modo de saberlo pero… su instinto le decía que sí. ¿O era otra vez su maldita vanidad haciendo de las suyas?
En cualquier caso, lo que sí estaba claro es que Akane había querido ayudarle aunque él no lo mereciera y eso le alegraba; su corazón se agitó en un sentimiento cálido y sonrió, sonrió de veras aunque una parte de su cerebro seguía pensando que no se lo merecía.
Esta vez no se sentía halagado o colmado de satisfacción, no sintió la tentación de jactarse o chulear como habría hecho antes. En aquellos instantes, lo único que Ranma pudo sentir fue un profundo agradecimiento.
Nunca lo había experimentado antes con tanta fuerza pero realmente Ranma se sentía agradecido de que Akane estuviera en su vida.
.
.
Y ese sentimiento no se disipó.
Ranma pasó los siguientes días un tanto aislado del resto de habitantes de la casa.
En cuanto tuvo ocasión de encontrar a su madre a solas, se armó de valor y le contó todo lo que había pasado. El descabellado plan de Nabiki que él, tristemente, había aceptado, las reacciones que habían tenido sus prometidas al ver al Ranma rana, lo que había supuesto para él y todas y cada una de las bochornosas y duras conclusiones a las que había llegado después de eso. No intentó excusarse, ni justificarse. Aceptó su responsabilidad y reconoció cada uno de los vergonzosos y egoístas sentimientos que le habían llevado a cometer semejante estupidez.
Se desahogó y lo soltó todo sin levantar la mirada del suelo hasta que acabó. Después cogió aire y se atrevió a mirar el rostro de su madre. La mujer le miraba con un indudable gesto severo en su semblante, pero por suerte no había rechazo o decepción en su mirada.
No obstante Ranma se sintió muy mal y se sintió obligado a decir:
—Lo siento, mamá.
—¿Por qué, hijo?
—¡Porque te he decepcionado!
—Bueno… —Nodoka suspiró, apretando su katana (en la que Ranma no había reparado hasta ese instante) en sus pequeños y blancos puños. Soltó el aire y acabó bajándola hasta su regazo—. Al menos te has dado cuenta tú solo de que lo has hecho mal y te arrepientes —Golpeó la katana contra la palma de su mano en un gesto rápido y letal que hizo que Ranma se pusiera tieso—. Y has sido valiente al ser sincero.
. Pero no es a mí a quien debes pedir perdón, sino a tus prometidas por mentir.
Ranma no lo había pensado, pero se dio cuenta de que su madre llevaba razón.
—Está bien. Iré a verlas ahora mismo y…
—¡Bueno, no hace falta que sea ahora mismo! —exclamó su madre, de improviso—. No es que esas jovencitas no sean de mi agrado, pero es cierto que todo está más tranquilo por aquí desde que no irrumpen en la casa atravesando una pared o saltando por el muro del jardín.
. Sería mejor que primero te centraras en hacer las paces con Akane-chan…
Hacer las paces con Akane… Sí, ese era otro de sus frentes abiertos y aunque Ranma no había hecho nada para avanzar hacia la reconciliación, por suerte, no era algo que siguiera preocupándole en exceso.
Porque Ranma, que nunca antes se fijaba en nada, ni prestaba atención más allá de sus propias narices; había hecho un esfuerzo durante aquellos días por mejorar.
En primer lugar, se obligó a sí mismo a no actuar sin pensar con respecto a Akane. Después del bonito gesto que la peliazul había tenido con él, Ranma se autoimpuso la tarea de ser paciente y atesorar ese sentimiento de gratitud que había surgido en él después de aquella noche.
No quería presionar ni agobiar a su prometida, prefería que fuera ella la que se acercara de nuevo a él si es que deseaba hacerlo. Si realmente ella daba muestras de que estaba dispuesta a perdonar lo tonto que había sido, entonces él pediría disculpas y harían las paces. Pero solo si Ranma estaba seguro de que eso era lo que Akane quería.
Y para ello, tenía que estar atento a su actitud, a sus gestos… y aunque al principio la impaciencia le carcomía y era incapaz de apreciar ningún cambio en ella, al cabo de unos pocos días, Ranma empezó a notar algunas cosas curiosas.
Akane ya no se pasaba todo el día con una mueca de ofuscación implantada en su cara, ni resoplaba con fastidio cuando se cruzaba con él por la casa. A veces incluso, ella le observaba de reojo cuando se encontraban en el mismo cuarto; nunca decía nada, solo le miraba unos segundos y después se iba.
¿Se aseguraba de que él se reponía adecuadamente de sus heridas? Ranma pensó que sí y su sentimiento de gratitud aumento todavía más.
El resto del tiempo, el chico lo pasaba entrenando duramente en el dojo o corriendo por las calles de Nerima para fortalecerse. Regresaba a la casa hambriento, y demasiado agotado como para ganar a su padre cuando le robaba la comida.
Ahí fue cuando notó otra cosa.
Durante las comidas, cuando Akane y él se sentaban el uno junto al otro, ambos permanecían en silencio, casi sin participar en las conversaciones que se iniciaban alrededor de la mesa. La chica no consentía en mirarle ni siquiera de reojo; frente a todos se aseguraba de mostrar una actitud fría y distante. Solía acabar de comer antes que nadie, entonces se levantaba, daba las gracias por la comida y salía del cuarto sin mirar atrás.
Solo cuando se había marchado Ranma se daba cuenta del modo pulcro y ordenado en que Akane dejaba apilados sus cuencos y platillos en su lado de la mesa; todos salvo uno. Un pequeño cuenco con una de sus raciones de comida intacta aparecía junto al brazo del chico siempre que ella desaparecía.
Al principio Ranma pensó que la chica lo había hecho sin querer, que dejaba esas porciones de comida olvidadas sin más pero, tras observarla con atención se dio cuenta de que, justo antes de levantarse de la mesa, Akane empujaba con su codo el cuenco con comida hasta él, con increíble disimulo y sin volver el rostro ni una vez.
Y se iba sin decir nada.
Entonces él lo cogía sin que nadie se percatara de nada y se lo comía con una sonrisa nerviosa en sus labios. Lo degustaba con gran placer y se sentía ligeramente feliz.
Puede que fuera un gesto infantil pero significaba algo. Ranma reflexionaba sobre ello una y mil veces mientras entrenaba, desterrado en el dojo; no estaba seguro de si era un intento de la chica para que hicieran las paces o el reflejo de su preocupación por él. Como lo del botiquín.
Fuera lo que fuera, Ranma reconoció que no era la primera vez que pasaba algo así.
¿Acaso no era Akane la que siempre le curaba cuando volvía herido? ¿La que se preocupaba en prepararle comida (tóxica, pero comida al fin y al cabo) cuando él se retrasaba? Se le ocurrían cientos de ejemplos que ilustraban que ella era la que más pensaba en él.
Quizás no hacía grandes y descabellados actos de amor, ni le dedicaba palabras o declaraciones románticas como Shampoo o Ukyo; no, Akane tenía su propia manera de demostrarle sus sentimientos, una forma más sutil, silenciosa… con gestos pequeños pero que llenaban sus días. Pero él había sido tan vanidoso que los había despreciado, y después había pensado mal de ella por su aparente "falta de interés".
¡Ranma se daría de cabezazos por lo estúpido que había sido!
Incluso su madre se rio de él cuando el chico le comunicó sus ideas.
—Bueno, lo que cuenta es que te hayas dado cuenta —le dijo con las mejillas coloradas de tanto reír—. Nunca es tarde si por fin puedes valorar lo que de verdad importa.
Sí, quizás llevara razón también en eso.
Cada uno de los detalles que Akane tenía con él le resultaba tan enormemente preciado que Ranma se dijo que se contentaría con eso. No volvería a exigirle más a la chica; al contrario, se dedicaría a pensar en un modo adecuado de recompensarle por todo ello.
Mientras tanto, dejaría que todo siguiera su curso. No necesitaba más que eso.
Quiso olvidarse de sus viejas preocupaciones, de que hubo un día en que realmente pretendió saber que chica le quería más, como si eso fuera lo más importante. Ahora sabía lo que en verdad importaba.
Quería descubrir a quién amaba él más que a nadie. Pero no tenía prisa, no quería apresurarse y meter la pata.
No obstante… había alguien que no pensaba como él.
.
.
9.
Última doncella: Akane, la sabía.
Cuando Ranma salió del dojo aquella tarde le invadió la nariz un intenso olor a jazmín.
—¿Hm?
Aún era temprano, la primera hora de la tarde y la temperatura era buena. El día era extremadamente luminoso, sin nubes en el cielo y aquel aroma tan peculiar parecía flotar por todas partes. Aunque, sin duda, era algo extraño. En el jardín de los Tendo no había árboles donde hubiera florecido el jazmín.
A pesar de que el sol brillaba con fuerza, corría una refrescante brisa que agitaba con suavidad las ramas y las hojas verdosas de los árboles. Ese vientecillo era, probablemente, el que había robado la esencia del jazmín de algún jardín cercano y la había conducido hasta allí.
Ranma permaneció de pie, en medio del jardín, con el casi imperceptible arrullo de las aguas del estanque a su espalda, sintiendo como ese perfume tan embriagador acariciaba su nariz. Era un olor dulzón, aunque no demasiado; explotaba en tu nariz de manera salvaje y persistía en el ambiente sin llegar a desparecer.
Era agradable. Tanto que el chico, que nunca fue muy aficionado a detenerse un segundo para oler una flor, hinchó sus pulmones echando hacia atrás la cabeza; tuvo que cerrar los ojos cuando los rayos del sol le cegaron y cuando los abrió de vuelta, se topó con la claridad del cielo azul que tenía sobre él. Parecía más inmenso que de costumbre, más limpio.
El aroma persistía en su nariz. Y por alguna razón, Ranma sonrió.
Con un potente salto traspasó el muro y dejó atrás la casa. Dio unos cuantos saltos más, precisos y veloces siguiendo el olor hasta toparse con el árbol en cuestión. No era demasiado grande, pero sus ramas estaban repletas de preciosas y diminutas florecillas blancas de las que manaba esa embriagadora esencia. Lo contempló haciendo equilibrios desde lo alto de la tapia que rodeaba ese otro jardín.
Echó un vistazo a su alrededor y se llevó un dedo a la cara para rascarse un picor que en realidad no sintió.
No creo que les importe… pensó el chico torciendo la cabeza de un lado a otro. Si solo son unas pocas…
No había nadie por allí, el silencio era absoluto y más allá, Ranma vio otros árboles cargados de flores de todo tipo y frutos deliciosos. ¡Era enorme! En realidad, ese arbolillo parecía olvidado junto a la tapia, como desterrado del resto.
Nadie se dará cuenta, se dijo y estirándose cual equilibrista que confía en coger la cuerda antes de precipitarse contra el suelo, el artista marcial logró arrancar unas cuantas flores con las que confeccionar un pequeño ramillete; sobrio, pero hermoso y que desprendía un olor maravilloso.
Aún sin saber por qué, se le encendieron las mejillas.
Deshizo el camino de vuelta al dojo y cayó con la ligereza de un insecto sobre el césped del patio, al otro lado del estanque. En su puño seguía el diminuto ramillete de flores blancas. Estaba intacto, Ranma sonrió orgulloso un instante antes de captar un movimiento en la casa. Frente a las puertas abiertas del comedor, una figura recogía los cojines que rodeaban la mesa baja donde solían comer. Los sacudía con decisión (y más fuerza de la habitual) y los colocaba en su lugar meciendo una expresión tranquila en su rostro.
El chico sintió un hormigueo en el estómago y también en la mano con que sostenía el ramillete al observar a su prometida. Últimamente no podía evitar quedarse mirando a Akane, si es que lograba encontrarla en alguna situación en la que ella no se percatara de su presencia; la miraba en silencio hasta que acababan por arderle las mejillas sin que ningún pensamiento acudiera a su mente para explicar dicha reacción de su cuerpo.
Pero ese día… sí que tenía una idea rondándole.
Bajó los ojos y miró las flores. Ni siquiera sabía que las estuviera cogiendo para ella cuando se encontró en lo alto del muro y frente al árbol pero ahora sí.
¡Pues claro que eran para ella! ¿Para qué iba a querer él unas flores si no?
Pero… ¿Debía dárselas así sin más? ¿Le gustarían?
Quiso creer que sí y esa creencia conjuró en su mente la luminosa sonrisa que solo Akane era capaz de dibujar para él. El corazón le dio un vuelco… ¿Y si mejor… las dejaba en algún lugar donde ella pudiera encontrarlas?
¡En su cuarto! ¡Sí! Akane las vería sobre su escritorio y sabría que eran para ella, y también sabría que las había recogido él, ¿verdad?
¡Por supuesto! ¿Quién si no?
Ranma sonrió decidido y se escabulló para colarse en el dormitorio de la joven sin que ella se diera cuenta.
Justo cuando iba a saltar hacia la ventana, por el rabillo del ojo vio a alguien que caminaba por el pasillo de madera rumbo al comedor. Era Nabiki. Incluso antes de ser consciente de lo que la mediana llevaba en sus manos, Ranma tuvo un mal presentimiento que agitó su corazón con tan solo ver el malicioso brillo en su mirada y la petulancia con que caminaba meneando sus rectas caderas sin gracia.
Medio segundo después vio el tarro de cristal entre sus manos pálidas.
¿Qué…?
En el tarro volvía haber una solitaria rana.
Pero, ¿qué hace con eso?
Nabiki le vio a él justo antes de entrar en el comedor. Se detuvo un segundo o menos… y le guiñó un ojo.
¡No!
El chico se olvidó de saltar y corrió hacia las puertas, desesperado. En cuanto puso un pie sobre la reluciente tarima de madera resbaló y su cuerpo, cuan largo y pesado era, cayó sobre sus manos y aplastó las flores sin remedio.
¡Maldición, Nabiki!
Quiso ponerse en pie de inmediato, pero una pesada red de hierro le cayó encima, seguida de un balde de agua helada que le convirtió en chica. Por desgracia, en una pobre chica pelirroja, chillona y atrapada contra el suelo.
—¡¿Qué demonios es esto?! —exclamó, histérico. Se agitó e hizo fuerza tratando de quitarse de encima la red pero su condición femenina le hizo imposible lograrlo. Le faltaba fuerza—. ¡Maldita Nabiki! ¡No te perdonaré esto! ¡Cómo se le ocurra decirle algo a Akane, juro que…!
Por desgracia, tal parecía que era su intención.
Desde donde estaba, Ranma era incapaz de ver lo que pasaba en el comedor, pero si oyó la voz de la mediana de los Tendo llamando a su hermana pequeña.
—¡No, Akane! —Ranma trató de girar, desesperado y logró arrastrar su cuerpo lo suficiente como para asomar los ojos a través del borde de una de las puertas. Por desgracia, el movimiento fue tan brusco que la red se enredó más aún a su pequeño cuerpo femenino y a su cara. Por un instante incluso se quedó sin respiración, boqueó y se agitó como un pececillo apresado y la red se deslizó aún más hasta atorársele en la boca—. ¡Mfmf!
¡No puedo hablar!
—¿Nabiki? ¿Qué ocurre?
La vocecilla de Akane se dejó oír y Ranma, atado y amordazado por la red (y en parte por su propia estupidez) solo pudo ser testigo de la llegada de su prometida.
—Akane, ha pasado algo horrible —Le dijo Nabiki.
¡No, no lo hagas! ¡No se lo digas!
—¿Qué ha ocurrido?
—Es Ranma.
La pequeña se llevó una mano a la boca. Sus ojos se agrandaron, asustados.
—¿Qué le ha pasado a Ranma? ¿Dónde está?
Nabiki metió la mano bajo la mesa y sacó su fatídico tarro.
¡No, no, por favor!
Ranma trató de moverse una vez más, pero el agarre de la red se hizo más fuerte en torno a su liviano cuello y temió acabar asfixiado.
La terrible chica mostró el tarro de la rana a su hermana pequeña que, por supuesto, dio un respingo al ver a la rana de ojos saltones, aunque claramente aburridos. La vigiló con aprensión y confusa mientras su hermana mayor sacaba al animal de su prisión de cristal. Aquella rana, además de ser igual de fea, verrugosa y pegajosa que las otras, parecía ser más vieja. Ni se inmutó cuando fue extraída del tarro. Miraba a su alrededor como si ya nada le importara en la vida.
—Aquí está Ranma —anunció Nabiki extendiendo sus brazos y ofreciendo al animalillo como si fuera una ofrenda de paz.
—¿Eh? —murmuró Akane.
Nabiki procedió a contarle la misma malvada mentira que había contado a sus otras dos prometidas, mientras que el verdadero Ranma temblaba de ira y frustración. Le ardía el cuerpo con tal intensidad que no entendía cómo es que esa maldita red no se había convertido ya en cenizas.
¡No lo podía creer! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué Nabiki estaba haciendo algo así?!
¡Le dije que no metiera a Akane en esto! ¡¿Cómo puede ser tan cruel de mentir a su propia hermana?!
Ya había pasado una semana desde aquel infierno, no tenía sentido que hiciera algo así ahora. ¿Qué era lo que pretendía conseguir? ¡¿Dinero?! ¡Se lo podría haber pedido a él! Ranma lo habría sacado hasta de debajo de las piedras con tal de no hacer sufrir a Akane con todo eso.
Lo peor de todo era que tal y como estaba no podía huir. Ni siquiera podía taparse los oídos; iba a ser testigo en primera fila de la reacción de Akane, de su desprecio y rechazo por él. ¡Y no quería!
No, Akane. Ese no soy yo. ¡No soy una rana!
—Pero… ¿de verdad que ese es Ranma? —preguntó Akane cuando Nabiki acabó su terrible relato. La otra asintió de forma dramática—. Oh, cielos…
No… no….
Ni siquiera pudo cerrar los ojos; Ranma se quedó paralizado y con ellos clavados en el rostro de su prometida que comenzó a cambiar cuanto más observaba al animalillo.
¡No! ¡No quiero ver esto! ¡Basta!
Justo cuando pensaba que Akane retrocedería con una mueca de asco y saldría corriendo rumbo a su dormitorio, la chica dio un paso hacia delante, un poco vacilante, pero acabó extendiendo sus manos con decisión para coger a la rana.
—¿Ranma? —susurró con temor. La miró fijamente frunciendo los labios—. ¿Eres tú de verdad? —La rana, por supuesto, no hizo un solo movimiento pero Akane asintió con la cabeza como si esta le hubiese respondido—. No pasa nada, tranquilo. Todo irá bien. ¡Nadie sabrá lo que te ha ocurrido! Lo guardaremos en secreto, ¿de acuerdo? —La chica miró a su hermana—. ¿Me has oído tú también, Nabiki? ¡No le digas esto a nadie más! Seguro que Ranma ya se siente bastante avergonzado…
—Como… quieras —respondió Nabiki, perpleja.
—¡Agua! ¡Necesito agua caliente! —exclamó la otra de improviso y volvió a mirar al animalillo suavizando su tono—. Tranquilo Ranma, voy a devolverte tu autentico aspecto ahora mismo.
—Akane, espera un poco…
—¡No! El pobre ya lleva así un rato. Lo debe estar pasando muy mal siendo una rana…
—¡Akane! ¡Escúchame! —Nabiki dio un golpe a la mesa para que la pequeña se calmara y le hiciera caso—. Tenemos que pensar en lo que haremos ahora que Ranma es… bueno… ya sabes… eso.
—¿Cómo que qué haremos? ¡Pues buscar una cura para que vuelva a ser él mismo!
—¿Y cómo haremos eso?
—¡Iremos a China! ¡Haré lo que haga falta!
¿Akane?
¿Hasta ese punto le horrorizaba que él fuera una rana que estaba dispuesta a ir hasta China? Ranma se aplastó contra el suelo, sin fuerzas y apoyó la barbilla al tiempo que sus ojillos se hundían.
No había sido tan horrible como se esperaba, al menos no le había rechazado y sabía que la joven estaba haciendo un gran esfuerzo sosteniéndole entre sus manos.
Ranma se dijo que eso era algo bueno. Al menos, podía estar un poco satisfecho.
—Vamos Akane… si Ranma no ha sido capaz nunca de librarse de su maldición anterior, ¿por qué sería esta distinto? —Insistió Nabiki—. Ya sabes lo atolondrado que es ese chico. Seguramente lo echará en el olvido y seguirá con su vida normal, como si nada. Pero tú estarás prometida con una asquerosa rana.
. ¿No te importa? ¿Seguirás a su lado aunque en cualquier momento, en cualquier lugar pueda caerle un poco de agua encima y acabe con ese aspecto tan repugnante?
—Ah…
—¿De verdad puedes aceptarle ahora tal y cómo es? —Nabiki alzó su tono de voz y Ranma sintió un escalofrío—. ¿Acaso podrías amar a esa rana?
El corazón del chico iba tan deprisa que pensó que en cualquier momento le estallaría contra la tarima de madera mientras observaba como Akane guardaba silencio y miraba fijamente la rana que tenía en sus manos. Parecía realmente concentrada en llegar al fondo de sus sentimientos.
Finalmente, la peli azul alzó su mirada.
—Por supuesto que no —respondió rotunda. Y por un instante, esas palabras fueron lo único que Ranma oyó. Eso y el silencio. Y después un estremecimiento que venía de su propio cuerpo y un fuerte dolor que nació en su pecho y se extendió a todas partes.
¿Akane…? ¿Tú…?
—Vaya, hermanita… No esperaba que dijeras algo así…
Akane frunció el ceño y separó sus piernas en una postura un tanto temible.
—Porque esta rana no es Ranma —añadió, mostrándole el anfibio a su hermana que dio un fuerte respingo sobre el cojín del suelo.
El chico de la trenza levantó los ojos con esfuerzo.
—¿Cómo… dices?
—¡No es Ranma! ¡Me has engañado! —exclamó Akane, enfurecida y de golpe y porrazo soltó al animal que cayó sobre otro de los cojines—. ¡Me has hecho tocar una rana!
—Pero… pero… Akane, por supuesto que es Ranma…
—¡No es cierto! ¿Te crees que soy tonta?
—¡Te digo la verdad!
Akane empotró los puños contra la mesa y miró con ira asesina a su hermana mayor la cual, que no era ninguna tonta, empezó a sudar de miedo.
—¿Te crees que no puedo distinguir a mi prometido de una rana cualquiera? —Señaló al animalillo que se había quedado despanzurrado sobre el cojín como si nada—. Esos no son sus ojos…
—¿Sus ojos? ¿Los de Ranma? —Nabiki torció la cabeza—. ¿Y cómo estás tan segura? ¡Ahora es una rana! Es imposible que sepas…
—¡Estoy segura! —Akane no pensaba darse por vencida—. Conozco perfectamente los ojos de Ranma y te digo que no son los de esa rana. ¡Me has engañado! No sé qué es lo que pretendías con eso, Nabiki, ¡Pero no ha tenido gracia! ¡Me has asustado! —Sus ojos, ardientes de furia se achicaron un poco—. ¿Ranma también está metido en esto? ¿Es parte de esta broma tan cruel?
El chico se echó a temblar. Si Nabiki le delataba sería hombre muerto. Ya podía olvidarse de hacer las paces con Akane alguna vez porque la chica le estaría golpeando con su mazo hasta el fin de los días.
—No, él no sabía nada —respondió la mediana.
—¿Seguro?
—Yo no le salvaría porque sí…
A pesar de relajarse un poco, la pequeña siguió exhibiendo una mueca de sospecha mientras esperaba, seguramente, una disculpa por parte de su hermana. Huelga decir que tal disculpa no se dio, por lo que Akane resopló de mala manera y se dio la vuelta para marcharse.
Pisó el suelo como si fuera un temible gigante a punto de machacar una ciudad entera. Incluso se la oyó patear los peldaños de la escalera mientras ascendía hacia el segundo piso y también cerrar la puerta de un sonoro portazo.
Desde luego, la habían hecho enfadar de verdad.
Nabiki dejó de contener la respiración y soltó un hondo suspiro.
—Me parece que, con todo, he tenido suerte —murmuró, devolviendo a la ranita al tarro. Lo miró fijamente mientras estiraba los labios pensativa—. Akane puede ser temible… —De pronto, Nabiki dio una palmada—. ¡Casi me olvido!
Se levantó y asomó la cabeza por las puertas corredizas. Ranma seguía en el suelo, atado y con una expresión airada que daba autentico pavor a pesar de que su postura, retorcida de forma ridícula inspiraba otro tipo de sentimiento.
La chica se agachó doblando las piernas y le miró.
—Antes de que te libere, recuerda que no puedes enfadarte conmigo —Le dijo—. Te he salvado.
Los ojos de Ranma se abrieron de par en par, estupefactos.
—Si le hubiera dicho a Akane que también estabas metido en el asunto de la rana…
El chico se agitó negando con la cabeza y gruñendo de forma salvaje.
—¡Vamos Ranma, estabas involucrado desde el principio, no digas que no!
Finalmente, Ranma optó por no moverse y callar con la esperanza de que así le liberaran de una vez. Nabiki dejó pasar aún unos segundos, observándole en silencio hasta que volvió a suspirar, de forma cansina esta vez. Procedió a quitarle la red de encima y por fin el chico pudo respirar.
Se incorporó de golpe y quedó sentado sobre la madera, con el rostro tan rojo como su cabello y los puños apretados de pura frustración.
—¡Me prometiste que no le harías esto a Akane!
—Yo no hago esa clase de promesas…
—¡Pero, ¿qué es lo que pretendías conseguir?!
—Ayudarte, simplemente… a no ser que quieras darme algo de dinero a cambio —Ranma apoyó las manos en el suelo como si fuera a saltar sobre ella y Nabiki levantó las suyas—. ¡Está bien! Solo quería ver cómo acababa esta historia… ¿Cuáles eran los auténticos sentimientos de Akane? ¡Así podrías haber tomado una decisión, ¿verdad?!
¡No! ¡A él ya no le interesaba usar trampas y ardides tan retorcidos para eso! ¡Había aprendido la lección y había cambiado! O, por lo menos, aspiraba a cambiar. Claro que Nabiki no sabía nada sobre eso…
Ranma se sintió inmediatamente mal. Era su culpa, al fin y al cabo, por haber accedido a sus malas artes una vez.
—Dejémoslo —anunció Nabiki, repentinamente aburrida—. No ha servido de mucho, ¿verdad? Akane no ha caído en la trampa, luego nada ha cambiado —Nabiki se incorporó y se estiró mirando hacia el jardín. Se cruzó de brazos y chasqueó la lengua—. Qué lástima que Akane haya sido la única en darse cuenta de que no eras tú de verdad.
¡Menos mal que se ha dado cuenta! Pensó Ranma para sí. No quería ni imaginarse lo que hubiera pasado si realmente se hubiese creído la historia y después hubiese descubierto el engaño.
—Una auténtica lástima…
Nabiki dejó escapar esas palabras cuando ya le daba la espalda al chico. Atravesó el comedor para recoger su tarro con la rana y lo meció en sus brazos mientras caminaba hacia la puerta; casi parecía que le hubiese cogido cariño al animalillo.
Eso si tuviera corazón… pensó Ranma con amargura.
—Oh… —Al mirar hacia abajo se fijó que su ramillete de flores blancas había acabado hecho añicos. No solo lo había aplastado al caer sobre él, el peso de la red y sus continuos tirones habían arrancado todos los pétalos y espachurro los tallos—. Vaya… ¡para una vez que iba a hacer algo bueno!
Ranma amontonó los pedazos con las manos y los recogió. Regresó al jardín y camino hacia al estanque. Soltó los restos de las flores sobre el agua y al contemplar su reflejo se fijó en que algunos se habían quedado pegados a su pecho al caer. Se pasó las manos para apartarlos y al hacerlo recordó súbitamente el desgarrador dolor que había sentido al pensar que Akane le rechazaba.
Hizo una mueca sin querer y apretó el puño.
No hablaba de mí se recordó el chico. Lo dijo cuando ya sabía que no era esa rana…
Por desgracia, una diminuta parte egoísta y vanidosa de él mismo seguía oculta al fondo de su mente preguntándose qué habría respondido Akane de haberse creído el embuste de Nabiki.
Nunca lo sabré se dijo, resignado. A diferencia de las otras, ella se dio cuenta de que no era yo… solo ella…
—¿Solo… ella? —murmuró el chico dándose cuenta de lo que realmente significaba eso. Sintió un estremecimiento que agitó su pequeño cuerpo—. Ella ha sido la única.
Se miró de nuevo en el agua y su reflejo le sonrió.
.
.
Aunque no le dijo nada al respecto, Akane no se quitaba de la cabeza la posibilidad de que su prometido formara parte de la estúpida broma de la rana.
No tenía muy claro cuál era el propósito que perseguía su codiciosa hermana con aquella tontería; a Nabiki Tendo solo le interesaba el dinero o granjearse favores por medio del chantaje, la intimidación y el miedo. Pero con aquello no había logrado nada… Si bien era verdad que no le había salido bien el plan, ¿acaso esperaba que ella, Akane, le diera dinero a cambio de esa fea rana? ¿Pretendía burlarse de ella simplemente? ¿Qué retorcido plan se escondía tras todo eso?
Como sabía muy bien que no podía fiarse de su hermana mayor, Akane la estuvo vigilando después, pero no le pareció que hiciera nada sospechoso que pudiera ir en su contra. Tampoco Ranma actuaba distinto, excepto porque cuando sus ojos se encontraban por casualidad entre las paredes de la casa, el chico permanecía inmutable unos segundos y al final la sonreía.
La sonreía sin más. No con fanfarronería o chulería, sino… sinceramente. Casi con suavidad. Akane se ponía de los nervios y se marchaba, airada, de la habitación en la que estuvieran.
¿Qué pretendían esos dos?
Algo raro estaba ocurriendo y ella era incapaz de descubrirlo.
Finalmente, se retiró en silencio al jardín y se sentó frente al estanque decidida a meditar un poco para librarse de mal humor y los nervios que le agarrotaban los músculos por culpa de tantas sospechas.
¡Que esos dos hicieran lo que quisieran! ¡Pero a ella que la dejaran en paz!
Le costó un buen rato librarse de ese tipo de pensamientos y relajar todo el cuerpo. Se obligó a centrarse en cosas neutras como el piar de los pájaros que dormitaban sobre el canalón de la casa, los débiles chapoteos de los peces que nadaban en el estanque… Al principio, los rostros de su hermana y su prometido aparecían una y otra vez en cuanto comenzaba a relajarse y su cuerpo reaccionaba tensándose de nuevo. Akane respiraba hondo, desfruncía su ceño y soltaba sus hombros encogidos para volver a empezar.
Se concentró en su respiración y después en el movimiento del viento. Su corazón se apaciguó hasta que dejó de notar sus latidos. Repasó su cuerpo mentalmente y comprobó que había conseguido relajarlo por entero.
Estaba tan relajada que incluso oía el siseo de la hierba al mecerse con la brisa, el zumbar de algunos insectos pequeños. Su respiración que se hacía más lenta, más profunda, más agradable…
Por fin estaba imbuida en la relajación y pudo olvidar el motivo por el que se empeñaba en culpar también a Ranma por algo con lo que, seguramente, no había tenido nada que ver. No estaba siendo justa.
La respiración iba y venía, inflaba su pecho y erguía su espalda para después salir lentamente por su boca, su cuerpo se deslizaba hacia abajo, como una gota de lluvia que resbalaba por el cristal de la ventana.
Estaba bien. Todo estaba bien. Quería hacer las paces con Ranma, quería…
Entonces, notó una presencia a su lado. No hizo ningún ruido pero ella lo percibió en el mismo instante en que llegó.
Abrió los ojos, soltando el aire y se topó con los enormes ojos azules de su prometido mirándola fijamente, en silencio. Akane estaba ya tan calmada que tardó un poco en reaccionar. Parpadeó un par de veces, confusa y finalmente echó hacia atrás su cuerpo.
Ranma siguió mirándola sin inmutarse.
—¡¿Qué… pasa?! —exclamó la chica, nerviosa. Pero él no respondió, parecía una estatua allí plantado, sin apartar sus ojos de ella—. ¡¿Qué?! ¡¿Qué haces?! ¡¿Por qué me miras así?! —Ranma ladeó la cabeza por fin y sonrió. Akane dio un respingo cuando le vio alargar la mano hacia su rostro y se ruborizó cuando sintió que le rozaba el pelo—. ¿Qué… qué… qué…?
—A mí también me gustan tus ojos —se animó a decir el chico. El corazón de Akane saltó hasta su garganta y no la dejó pronunciar palabra—. Creo que tus ojos son los más bonitos.
La mano del chico se detuvo sobre su pelo, pero no la apartó. Seguía sonriendo como si aquello fuera lo más normal del mundo pero ella estaba convencida de que no lo era; quizás se había quedado dormida mientras meditaba y ahora soñaba… o le había dado un golpe de calor…
¡Era imposible que su prometido le estuviera diciendo eso! ¿Qué sus ojos eran…?
Por fin, Akane tragó saliva y logró arañar algo de voz.
—¿Eh…? —Volvió a tragar, atemorizada—. ¿Qué… dices?
De repente, Ranma apartó la mano y apoyó ambas en el suelo mientras desviaba la mirada con el semblante rojo y del revés.
—Ah… bueno, solo es algo que… he pensado… —balbuceó como solía hacer. Esa actitud más familiar, tranquilizó un poco a la chica—. ¿Qué? ¿Te molesta?
¿Molestarla? No… pero la confundía.
¿A qué venía todo eso? ¿Así tan de repente? Akane sabía reaccionar a los insultos, estaba acostumbrada y podía encararlos pero las palabras amables eran otra cosa… Sentía que quería huir lo más lejos posible, pero también quería saber lo que estaba pasando.
Puede que… este sea el modo en que se le ha ocurrido para hacer las paces… Se le ocurrió a ella.
La verdad es que llevaban ya un tiempo sin hablar por lo que había pasado en la heladería. Akane no se había atrevido a sacar el tema porque, después de reflexionar sobre ello, se sentía bastante avergonzada por su comportamiento.
Ranma tampoco era muy bueno pidiendo perdón, así que era lógico pensar que pretendiese arreglar las cosas con ese gesto torpe, aunque cariñoso.
Bien pensó Akane, cogiendo aire. Lo haré yo.
—Yo… siento lo que pasó en la heladería —reconoció la joven. Se encogió sobre sus rodillas y aplastó sus manos en su regazo—. Lamento si te hice mucho daño. No estuvo bien.
. Es que… me hizo mucha ilusión que me invitaras. Quería que estuviéramos los dos solos y… cuando aparecieron Ukyo y Shampoo diciendo que también las habías invitado a ellas…
—¡Pero no lo hice! —exclamó el chico de inmediato—. ¡Tienes que creerme!
En su momento no le había creído, como nunca lo hacía. Akane no sabía porque le resultaba tan fácil desconfiar de Ranma y pensar mal; quizás porque le resultaba más creíble que hubiese quedado con las tres, en lugar de aceptar la posibilidad de que prefiriese estar con ella a solas.
No obstante, ahora que todo se había calmado y le miraba directamente Akane supo que decía la verdad.
—Siento no haberte creído…
El viento sopló hasta casi silbar en sus oídos. Akane se imaginó que la ráfaga era tan potente que al chocar contra su cuerpo era capaz de llevarse su vergüenza con él.
—También es mi culpa —admitió Ranma—.No pasarían estas cosas si hubiese tomado una decisión desde el principio.
. Esto pasa porque soy… un egoísta.
—¡No, eso no es verdad!
—Sí que es verdad, Akane.
—Bueno, quizás un poco sí…
El chico frunció el ceño para contener el impulso de responder algo indebido. Apretó los labios hasta relajarse y siguió en silencio. Akane le miró de reojo sin poder adivinar lo que estaba pensando hasta que le vio sonreír. Ranma alzó su rostro y el sol iluminó de lleno sus facciones más suaves y calmadas de lo habitual.
—Pero ya no habrá más problemas de ese tipo —anunció—. Ahora ya lo sé.
—¿Qué sabes qué?
—A quien debo elegir.
Akane sintió vértigo, un temblor vertiginoso que se adueñó de su cuerpo. Tuvo que mover las manos y apoyarlas en el suelo para mantenerse erguida.
¿Hablaba de lo que ella creía?
—¿Elegir… dices? —Su propia voz le arañó la garganta al obligarla a pronunciar esas palabras—. ¿T-te… refieres a… elegir una… prometida? —Ranma asintió con entusiasmo y la chica se forzó a coger aire. La cabeza empezó a darle vueltas… ¿Ranma se había decidido? ¿Por fin elegiría a una prometida entre todas las demás? ¿Se acabarían las peleas y competiciones absurdas entre ellas?
—¿Quieres que te lo diga?
Akane dio un respingo. ¿Cómo era posible que él sonriera con semejante despreocupación ante algo tan importante? Seguro que lo hacía para burlarse de ella. Le diría que había elegido a otra, seguro, y después se reiría de ella cuando demostrara tristeza o decepción.
¡Pues no pensaba consentirlo!
—¡Claro que no! ¡¿Por qué iba a importarme?! —replicó la chica molesta y sacudiéndose la ropa con grandes manotazos—. ¡No es de mi incumbencia! Fue mi padre el que decidió convertirme en tu prometida, no yo. No me importa con quien te cases… ¡Me es totalmente indiferente! En serio, no me importa lo más…
De repente, Ranma alargó un brazo y rodeó la espalda de Akane empujándola hacia él. La chica, sorprendida, soltó un aullido. Se vio atrapada contra el pecho de su prometido que hizo fuerza para sujetarla, aunque ella intentó librarse. La otra mano de Ranma se posó en su nuca y la chica sintió la boca de él pegada a su oreja.
—Aunque digas que te da igual, pienso decírtelo…
—¡No! ¡No quiero oírlo! —Los brazos de Akane estaban atorados entre sus cuerpos y aunque quiso mover sus piernas para liberarse o patear algo que le sirviera para tal fin, fue imposible. Se supo totalmente atrapada y los ojos se le llenaron de lágrimas rabiosas que apenas sí pudo contener.
—He decidido que elegiré a…
—¡No! ¡Ranma, basta!
—…A quien más quiero.
Akane parpadeó, confusa y dejó de luchar.
¿Qué?
Ranma la soltó con cuidado y la miró con el rostro colorado, pero la chica achicó los ojos sin comprender.
—¿Y esa quién es? —preguntó, casi sin darse cuenta.
Ranma espatarró los ojos y tras unos instantes de incredulidad, suspiró poniéndolos en blanco. Le lanzó una mirada de fastidio a la chica que tenía delante al tiempo que le daba un golpecito en la frente con el dedo.
Akane volvió a aullar de forma exagerada y el chico se cruzó de brazos.
—Pero mira que llegas a ser tonta…
—¿Tonta yo? ¡Tonto tú que nunca hablas claro!
—¡Estaba más que claro! ¡Pero nunca prestas atención!
—¡Claro que lo hago, idiota! ¡Venga, dilo de una vez!
—¡Ahora no pienso decírtelo! ¡Te quedas sin saberlo!
—Serás…
.
.
Nodoka suspiró entornando los ojos y arrugando sus finos labios.
Los gritos de su hijo y su prometida ascendían desde el jardín y se colaban por la ventana abierta del cuarto de este. Nodoka arreglaba el futón de su hijo mientras miraba su fiel katana, apoyada en la pared. Sacudía la cabeza y volvía a mirarla.
Por un momento había pensado que tal vez… Pero no.
Quizás aún eran demasiado niños como para saber lo que sentían de verdad el uno por el otro.
—¿Qué? ¿Siguen sin entenderse esos dos?
Nodoka alzó la mirada y miró a la persona que se apoyaba en el quicio de la puerta. Sacudió la cabeza por tercera vez y se llevó una mano a la mejilla.
—A veces parece que nunca lo harán…
—No se desespere, tía. Diría que todo esto les ha hecho reflexionar.
—Ranma lo ha pasado muy mal.
—Pero ahora tiene más claros sus sentimientos.
Nodoka se mordió el labio inferior. En su dulce semblante apareció una arruguita de irritación.
—Yo no quería que mi hijo sufriera tanto —declaró la mujer y su rostro se ruborizó—. No debí hacerte caso, Nabiki. Este plan tuyo no ha servido de nada.
—Al menos nos ha servido para librarnos de Ukyo y Shampoo por una temporada —afirmó la chica encogiéndose de hombros—. Además, al final Ranma se ha comportado como un auténtico hombre, ¿verdad?
—Sí, menos mal… —Nodoka se puso en pie y se asomó a la ventana. Los chicos seguían sobre el suelo, discutiendo a viva voz cada vez más encolerizados. La mujer volvió a resoplar. Nabiki se colocó a su lado con una sonrisa ladina.
—Quizás podríamos…
—No —La cortó Nodoka—. No más trucos, ni estratagemas. De ahora en adelante dejaremos que las cosas sigan su curso… y que pase lo que tenga que pasar.
—Bueno… —Nabiki alargó su sonrisa, distraída—. Ya veremos.
—¿Disculpa, querida? —La joven giró el rostro y se dio cuenta de que su tía tenía la katana en sus manos. Un ligero filo del metal se escapaba por encima de la funda. Nodoka sonreía de forma letal—. Es que no te he oído bien…
—¡Nada! ¡Nada! ¡Les dejaremos en paz! ¡Por supuesto! ¡Lo que usted diga, tía!
—Muy bien, querida —Nodoka volvió a soltar la katana y pasó un brazo por los hombros de Nabiki. Suavemente la apartó de la ventana—. Venga, nos ayudarás a Kasumi y a mí con la cena. ¡Que ya va siendo hora!
—Sí, sí.
. .::.
.
.
¡Hola a todos!
Y llegó el final ^^ Aquí tenéis el desenlace de esta pequeña historia que surgió de la idea más absurda que jamás se me ha ocurrido. Espero que a pesar de eso y su brevedad os haya gustado, yo me divertí mucho escribiéndola.
Muchas gracias a todos y a todas las que habéis llegado hasta aquí, especialmente si seguís apoyando mis historias desde que colgué mi primer one-shot sobre Ranma. No sería lo mismo sin vosotros ;-)
Y muchas, muchas, muchas gracias a los que me habéis dejado una bonita review alegrándome estos días con vuestras palabras de ánimo:
Marisol Salinas: ¡Hola! ¡Gracias por tu review! Jaja, Ranma sabe, como tú dices, pero no sería él si no pusiera un poco de resistencia a admitirlo, incluso ante sí mismo, ¿no? Pues tu deseo se cumplió, ¿qué te pareció la reacción de Akane? No sé si di en el clavo con lo que vosotros esperabais o imaginabais que ocurriría, la verdad. ¡Con lo de que Akane fue a verlo mientras dormía acertaste totalmente! Supuse que la Akane auténtica del manga haría algo así para salvar su orgullo y no dejar de lado a su prometido ^^ ¡Me alegro que te haya gustado! Espero que el desenlace haya sido también de tu agrado. Besotes y gracias por leer
Ranma84: Jajajaja. No se lo ha comido nadie, aunque seguimos sin saber qué hizo Shampoo con la ranita Ranma. ¡Lo dejo a vuestra imaginación! Espero que te haya gustado el final y de nuevo, gracias por apoyar otra de mis historias. Besotes y hasta pronto.
Frida-chan: ¡Muchas gracias, Frida-chan! Me encantan tus reviews ^^ Es interesante lo que cuentas sobre el amor y lo importante que es saber también los sentimientos del otro, pero no siempre se sabe porque el otro te lo diga; hay muchas formas de demostrar amor y para mí, en el manga, Akane lo hace en muchas ocasiones aunque el tontorrón de Ranma nunca se dé cuenta. Me parece que él sí es de las personas que necesitan que se lo digan no, ¡que se lo chillen! Jajaja, aunque he intentado que en esta historia se fuera haciendo consciente de los gestos de Akane, a su ritmo y de lo que significan. Espero que el final te haya gustado y estoy deseando saber tu opinión. ¡Te mando muchos besotes por tus reviews y tu apoyo! Bye ^^
Marilole: ¡Hola! Ay, ¿odiaste a Akane…? ¡Si todos sabemos que siempre va de dura pero en el fondo no es capaz de guardar rencor! Bueno, me alegra que al final te animaras a seguir leyendo esta historia (y te agradezco que leyeras las otras y todo tu apoyo). Tampoco le dejó en coma… solo estaba muy magullado y no fue ella sola, las otras prometidas también colaboraron un poco. Quizás me pasé un pelín jaja… pero espero que este nuevo capítulo haya ayudado a que redimas a esta Akane y te haya gustado el desenlace de la historia :-) Besotes y nos vemos pronto ^^
Hatsuhana: Jajaja, ¡no es tan tarde! Aún faltaba el final. La verdad es que sí, ha sido un golpe directo al orgullo y ego masculino, pero ha sido un golpe para que espabile y ahora tiene las cosas más claras, ¿no? ¡Gracias! Desde que se me ocurrió lo de la rana supe que solo Nabiki podría hacer algo así XD. La ranita que se quedó Shampoo… sinceramente creo que se la llevó hasta la aldea de las amazonas donde, tristemente, descubrió que era una rana ordinaria y Shampoo se encontró compuesta y sin novio. A lo mejor Moose aprovechó la oportunidad para intentar un acercamiento, jajaja. ¡Gracias por tu review! Te mano un abrazo muy fuerte y nos vemos =)
MaGonaz: ¡Si te ha inspirado para tu propio fic me parece bien! Me puedes poner en agradecimientos, jajaja. Total, nosotros le estamos "robando" los personajes y la historia a la gran Rumiko Takahashi. ¡Gracias por tus palabras y por leer! ¡Besotes!
Andy-Saotome-Tendo: Jajajaja, por aquí hay mucho fan de Nabiki, creo yo… Pero Ranma es fuerte y puede con todo lo que le echen, jajaja. ¡Gracias por tu review! Me alegra que te guste y espero que haya sido así con el final. ¡Muchos besotes! ^^
Heather Ran: ¿Algo estúpido? ¿En esta serie? ¡¿Qué dices?! Jajaja, con lo astuta que es Nabiki, siempre sale con alguna buena idea, retorcida pero buena. Muchas gracias por tus palabras, me alegra que te siga gustando y espero saber tu opinión del final. ¡Besotes! ^^
Jorge Eleria: ¡Hola Jorge! ¡Gracias por tus palabras! ¡¿A Nabiki?! Eso sería demasiado sorprendente incluso para mi alocada imaginación, aunque ya hay un capítulo donde Nabiki intenta robarle el prometido a su hermana, así que… ¡Gracias por apoyar esta historia leyéndola! Te mando un abrazo
Arialice: ¡Hola! A mí es que cuanto más largos sean los textos, más me gustan, así que así los escribo también. Pero aquí está ya la actualización, espero que te haya gustado el final de la historia. ¡Gracias por leer! Y nos vemos en la próxima historia
SARITANIMELOVE: Me da la sensación de que más de uno por aquí está disfrutando mucho con el golpe que ha sufrido el orgullo Saotome. No digo que no le hiciera falta, pero vamos… Jajajaja. Siempre he pensado que el amor de Ukyo podía ser, quizás más auténtico que el de Shampoo, al fin y al cabo, solo quiere casarse con él por una ley de su aldea… pero a pesar de eso, solo hay una prometida que le conozca lo suficiente como para amarlo de verdad. ¿Y qué te pareció la reacción de Akane? Espero que el final te haya gustado, me muero por saber lo que piensas. ¡Besotes y nos vemos en la siguiente historia!
Yuya: ¡Hola, Yuya! Gracias por tus palabras ^^ Te agradezco tu comentario, sí que creo que entiendo lo que dices. La verdad es que cuando estás escribiendo un fic cuesta mucho mantener las personalidades de los personajes fieles a la historia original, sobretodo si quieres escribir aquello que no viste en el anime. Obviamente, la mayoría de los fics sobre Ranma y Akane muestran su relación más romántica, los personajes cambian y a veces, sin darte cuenta, dejan de ser ellos. Pero por aquí yo he leído muchos fanfics geniales en los que tanto Ranma como Akane evolucionan, se vuelven más maduros y románticos y siguen siendo ellos ^^ Me hace mucha ilusión que reconozcas a los personajes del anime en mi historia y te doy las gracias por tu apoyo. Gracias por todas tus reviews y espero que el desenlace te haya gustado, hayas reconocido a Akane igual que al resto y nos vemos en la siguiente historia. ¡Besotes!
Llek BM: ¡Muchas gracias! Aquí tienes el último capítulo, espero que te haya gustado ^^. ¡Un abrazo!
Kaysachan: ¡Hola! ¡Muchas gracias! Me pareció interesante lo de descartar prometidas por medio de un truco, me alegro que os esté gustando la idea a vosotros también. Es verdad que al principio Akane ha sido dada de lado, pero espero que el final te haya gustado ^^ Justamente eso es lo que yo veía en la serie; a las otras prometidas como locas declarándole su amor mientras por lo bajini siempre usaban trucos para intentar engañarle o hechizarle para que se casara con ellas. Mientras que Akane no dice nada, no hace grandes gestos románticos pero ella… tiene su propia manera de demostrar sus sentimientos. ¡Y Ranma tenía que darse cuenta! Muchas gracias por tus palabras. ¡Espero te guste el final! Y nos vemos en la siguiente historia.
Espero que todos hayáis disfrutado esta historia y espero volver a veros en nuevas historias sobre Ranma. ¡Gracias!
Besotes para todos.
;-)