Lo que sentía era un dolor tan intenso que era difícil de comparar. Ni cualquier caída contra el concreto o algún golpe durante alguna batalla se podía comparar a ese dolor que sentía.
Dolía.
Y mucho, no comprendía lo sucedido.
Mientras golpeó su cabeza contra la pared lleno de frustración comparo aquel dolor con el que sintió cuando su madre desapareció, pues simplemente se había marchado sin decir nada para no volver.
Tal como Ladybug, pero además de marcharse se había llevado una parte de él consigo misma.
— Plagg — susurró con su voz quebrada, apretando sus puños mientras golpeaba la pared como si aquello fuera a lograr que el travieso Kwami apareciera ante él con una sonrisa burlona.
Algo dentro de él quería odiarla, no solamente por arrebatarle el Miraculous, si no por todo lo demás; todos los secretos.
Él sabía que existía un guardián pero su contacto con aquel hombre mayor había sido escaso. Ella era quien sabía todo, y ahora él no sabía nada. No podía contactar con el guardián por que no sabía cómo hacerlo a diferencia de Ladybug.
Y no podía buscarla porque no sabía quién era detrás de ese antifaz.
Pero a pesar de todo eso no podía odiarla aun con todo ese dolor que comenzaba a asfixiarlo de forma intensa, haciéndolo sentir encerrado completamente. Como si las paredes comenzaran a contraerse.
Su cabeza seguía maquinando que ella tenía algún extraño plan, que debía confiar en ella y que cuando menos lo esperara aquel hombre de avanzada edad aparecería ante él para regresarle el Miraculous junto con la compañía de Plagg.
Aunque mientras más lo pensaba, la última parte sonaba como un lindo sueño.
Uno donde ese dolor desaparecía.
Uno donde sabía lo que ocurría y podía estar ahí para protegerla.
— Plagg — soltó como un grito ahogado, esperando de manera ferviente que la voz de aquel pequeño ser resonara en la habitación.
Burlarse de su rabieta, quizás explicarle la situación y pedirle algo de queso.
Porque el dolor que sentía no podía ser detenido, odiaba encontrarse en silencio nuevamente en aquella habitación.
— ¡Plagg! — exclamó mientras golpeaba la pared de la habitación con sus puños nuevamente, su respiración estaba agitada y se sintió repentinamente fatigado.
— ¡Aquí estoy niño! — aquella voz levemente chillona llegó a sus oídos y por un instante pensó que era su mente intentando aliviar su sentir, pero en cuanto sintió las pequeñas extremidades frías del Kwami sobre su mejilla fue como si recuperara la respiración.
Sólo pudo reaccionar tomándolo entre sus manos mientras lo acunaba contra él en un desesperado intento de que no desapareciera.
— No comprendo nada pero, Plagg, como te eché de menos — murmuró con suavidad intentando esbozar una sonrisa.
Pero fue en vano al ver palpada la preocupación en el pequeño rostro del Kwami, y fue ahí cuando recordó.
— Ladybug — soltó de forma automática, a lo que Plagg asintió a la vez que tomaba la nariz del adolescente con sus pequeñas extremidades.
— Niño, debes detenerla ¡La niña de Tikki está por cometer una locura! — espetó de golpe logrando que Adrien sudara frio ante esas palabras — .Ella hará lo que Hawkmoth quiere.
Y ante esa revelación, Adrien se dejó caer de lleno al suelo, perdiendo toda fuerza que tuviese en sus piernas.
No, no, no; la única palabra que resonaba en su mente, sin saber cuánto tiempo se había quedado en silencio ante la mirada preocupada de Plagg.
— ¿Por qué? ¿Dónde? — sus preguntas sonaban entrecortadas pues a decir verdad no sabía por dónde iniciar. ¿Cómo saberlo cuando acababa de escuchar algo así? Pensar que de una u otra forma ella podía estar siendo utilizada.
Pensar que volvía a no saber nada.
— Cree que lo hace por todo París, para detener definitivamente a Hawkmoth y… — Plagg hizo una pausa, algo no muy común en él —. Por ti muchacho, tanto como para proteger a Chat Noir como para hacer feliz a Adrien Agreste — concluyó con un ápice de melancolía, bajando su mirada.
— Sigo sin entender — murmuró suplicante.
Plagg pudo observar el dolor en los ojos de Adrien; un dolor que había nacido del amor. Y en el fondo sentía mucha pena, pues parecía que muchos de sus portadores tenían en común el tener que enfrentar las pruebas más dolorosas de la vida.
— Porque tiene que ver en donde esta ella — continuó, separándose de Adrien para comenzar a levitar hasta la puerta — ¿Cómo crees que estoy aquí? Ella tendría que estar cerca — algo dentro de la mente de Adrien comenzó a brillar, como un pequeño recuerdo que había suprimido —. Ambos están aquí, tanto Hawkmoth como Ladybug están aquí Adrien. Lo que sea que ella este pensado hacer no es nada bueno para nadie, para ella misma es peor además…— tragó saliva, ansioso —, Tikki no va a soportar perderla.
No compartieron más palabras luego de esa revelación que logró la formación de una grieta más en el corazón de él, quien mientras guiado por Plagg corría con desesperación por los pasillos de lo que ahora sentía como una gran jaula de oro comenzaba a intentar encajar las palabras que acababa de escuchar para intentar encontrar algún sentido.
La primera resolución a la que llegó fue la más obvia, una a la cual en el pasado se había negado a creer; La identidad de Hawkmoth y que compartía techo con él, que su padre era el enemigo.
Aun así, por más que pensaba en ello no podía pensar en una razón para que Ladybug se preocupase por Adrien Agreste, que era lo que ella podía hacer con todo ello para hacerlo feliz.
Pero de cierta forma todo tuvo sentido en el momento que aquel elevador con pared de cristal comenzó a descender hasta un lugar que parecía ser una especie de altar, donde a lo lejos pudo ver a Nathalie, a su Padre y a Marinette.
Ambos adultos parecían explicar un par de cosas mientras ella asentía, observando fijamente el Miraculous que ahora portaba en su mano derecha.
¿¡Por qué?! Se cuestionó Adrien a la par que daba un golpe en el gran vidrió del ascensor, deseando que este fuese más rápido.
Debía detenerla, fue el pensamiento que lleno su mente por completo; debía detener a Marinette, no deseaba perderla.
— ¡Marinette! — gritó de forma desgarradora desde el interior del ascensor mientras este seguía descendiendo, esperando que de alguna forma esta le escuchara — ¡Marinette! — intentó elevar aun más su voz sin importarle el dolor que se estaba infligiendo a sí mismo en la garganta.
Necesitaba que lo escuchara.
Vio a su padre hacer un ademan, una orden seguramente para Nathalie quien acató de inmediato, logrando que su descenso se viese interrumpido. Tras ellos pudo divisar una capsula y de inmediato reconoció a su madre dentro de ella.
— Madre — murmuró por lo bajo. Plagg a su lado asintió con dolor.
— Hawkmoth, es decir, tú padre quiso los Miraculous todo este tiempo para traerla de regreso — explicó Plagg, observándolo de reojo —. Pero eso es algo que alteraría todo el equilibrio, y aunque altere el pasado algo en el futuro se alzará para ocupar el caos que el causo — continuo, colocando su cabecita sobre el vidrio — Y la niña quiere pagar el precio a pesar de todo ¡Por qué está afectada por todo lo dicho por esa chiquilla mentirosa!
Y antes de que Plagg continuara, Adrien volvió a gritar sin importarle quedar afónico; si su padre se habia percatado de él, Marinette también lo haría.
Fue entonces cuando sintió los ojos de ella conectarse con los suyos.
Ella lo observaba confundida, buscando alguna respuesta del porque se encontraba ahí. Y de forma casi intuitiva la encontró, se encontraba a su lado; Plagg estaba a un lado de Adrien.
Y para ella cobró sentido de una forma peculiar, pues a pesar de conocer poco al Kwami de la destrucción, sabía el inmenso cariño que le tenía a su portador. No podía existir otra explicación ante sus ojos.
Marinette pensó que el traicionar a Chat Noir así como al Maestro Fu había sido algo que terminó rompiendo su corazón, pero de cierta manera era lo mejor para no solamente protegerlos a ellos, sino también a su familia y seres queridos, así como a todo París.
Pero en ese instante supo que lo que quedaba en ella se hizo añicos; Adrien era Chat Noir. Había peleado contra su propio padre para evitar traer de regreso a su madre.
Algo que ella estaba dispuesta a hacer, pues no solamente llevaría alegría a Adrien, aquel que de alguna forma le había robado el corazón dos veces, sino que además llevaría la paz finalmente a su hogar; sus seres queridos estarían a salvo.
Y de cierta manera aquello llevaría alegría a Chat Noir, pues él era Adrien; recuperaría a su madre, a la familia por la cual aquel héroe anhelaba en ciertos comentarios soltados al aire.
Adrien desde el interior del ascensor continuaba gritando su nombre una y otra vez, rogándole con la mirada que se detuviera.
Pero en cuanto la vio levantar la mano derecha en donde llevaba su Miraculous, sintió un escalofrió, pues Plagg se había alejado de su lado obedeciendo las ordenes silenciosas de su nueva portadora.
Gabriel guardó silencio, evitando observar como su hijo golpeteaba el cristal de forma desesperada, posando sus ojos en Nathalie quien colocó su mano sobre el hombro de este.
— ¡Marinette! — y en ese momento, mientras todos los abruptos sucesos lo consumían, sintió como una luz enceguecedora lo abrumaba.
Y a pesar de sentirse lleno de paz, el dolor seguía ahí.
Un dolor que al despertar de un letargo se convirtió en odio de forma paulatina.
Todo parecía ser normal, pero de alguna forma sabía que no lo era. Él recordaba todo lo que nadie más, pues aparentemente nunca habían existido Ladybug ni Chat Noir, así como tampoco Marinette Dupain-Cheng.
Su madre se encontraba con él, su padre no recordaba nada así como Nathalie.
Sólo había quedado de todo aquello el grimorio en la caja fuerte de su padre, libro que su madre confesó haber encontrado en el Tíbet muchos años atrás, donde ella recordaba como una agradable chica que hablaba perfectamente el Francés los había guiado por el camino correcto en cuanto ella y Gabriel se habían perdido por un sendero fuera del mapa.
Aunque ya no era un niño, seguía sin tener idea de nada.
Apretó el broche entre sus manos mientras cerraba sus ojos, sintiéndose atrapado, pero era la única salida.
Se preguntó si Marinette se había sentido de esa forma, o si su padre había tenido sus dudas así como él.
Con el breve pensamiento de su padre comenzó a caminar como si de un felino enjaulado se tratara, siendo seguido por la atenta vista de un Kwami.
— Nooro, necesitó que me expliques como puedo crear Akumas que me sirvan a mis propósitos — pidió mientras se paraba en seco de forma repentina, quedando a espaldas del pequeño ser.
Nooro sonrió amargamente, sintiendo todo la desesperación que aquel joven adulto tenía en su corazón.
Podía sentir la conexión que él aun tenía con Plagg, después de todo, el chico no había renunciado a su Miraculous, este le había sido arrebatado a diferencia de Gabriel y Nathalie, quien en orden de no recordar lo sucedido habían renunciado a las joyas; para que todo fuese un inicio en blanco.
Sintió pena por Gabriel, pues aquel pasado que había intentado borrar se había quedado en la mente de su hijo, quien ahora estaba pasando lo mismo que él.
Todo debía tener un equilibrio, pensó con una sonrisa amarga. Después de todo, algo debía sustituir al caos que su portador había causado, así como alguien debía sufrir la pérdida de un ser amado.
— Pero, maestro, los Miraculous no son para causar el mal — intentó razonar, sabiendo que podía ser en vano.
Intento agregar algo más, pero al ver la sonrisa llena de dolor de aquel que alguna vez fue el protector de París, supo que realmente nada podía cambiar aquello.
— Sólo voy a reparar el mal que hicieron en nuestras vidas, Nooro — atinó a decir, colocándose el broche sobre su chaleco — Sólo quiero recuperarla.
El amor te hace hacer sacrificios.
Los sacrificios traen consigo dolor.
Y el dolor se convierte en desesperación.
Todo aquello era lo que el amor solía despertar en los humanos, fue un rápido pensamiento del Kwami, observando a su nuevo portador completamente derrotado.
Había esperado muchos años para tener en su poder aquel Miraculous, guardando en una caja de seguridad el Miraculous del pavorreal. No iba a cambiar de opinión; necesitaba encontrar a Plagg y a Tikki, quien solía ser el Kwami de Marinette.
Todo para arreglar las cosas; para poder recuperarla.
Porque había tanto que quería decirle, así como tanto que reclamarle. Así como estaba seguro de que ella, donde quiera que se encontrara en el tiempo, tenia los mismos pensamientos.
[…]
.
.
Tal como había augurado; no, no existió un final feliz en esto, era imposible para mí imaginarlo así.
Todo esto viene junto con la teoría del caos. Marinette volviendo en el tiempo para evitar que sucedan los hechos que posteriormente crean a Hawkmoth (el dolor de perder a Emilie) elimina ese caos generado por Gabriel, pero al ser eliminado este debe ser reemplazado, Adrien tomando su lugar prácticamente por las mismas razones que su padre, pero odiando todas sus acciones hasta el punto de lo que tuvo que hacer Marinette.
La historia la hice breve porque a pesar de que se podía contar en más capítulos y más palabras, en lo personal hacer tanta angustia para terminar en el mismo punto hubiese sido doloroso para todos. Pero hey! Al fin me saque de la cabeza la idea de Ladybug traicionando a Chat Noir, donde al final este termina tomando el lugar de Gabriel ¡Con paradojas temporales y del caos!
Perdón me emociono con eso.
Espero que a pesar de todo, fuese de su agrado y mi punto de vista llegara a ustedes. Es algo que está algo lejos de mi zona de confort (fluff y más fluff) pero quería sacarlo. Además, la inspiración fue una frase de Pain (Naruto) sobre el discurso del odio. Era obvio para mí que no existiría un final feliz…
Y con las casi últimas palabras, uniendo cada parte de esta pequeña historia, creo que ahora el titulo tiene sentido. Lo que el amor despierta son cosas lindas y abrumadoras, pero por lo que hemos visto en la serie también pueden ser dolorosas.
Ahora sí, gracias por darle una oportunidad. ¡Fue un gusto escribir esta rareza!