DISCLAIMER

Los personajes no me pertenecen... bla bla bla... sin fines de lucro... bla bla bla... disfrútenlo.

Akane es una chica sencilla, acude a la universidad y apoya en el negocio familiar, una lavandería que tiene en el mostrador a su hermana mayor Kasumi y en la oficina de administración a su otra hermana Nabiki.

Pero el negocio no ha ido muy bien, cada vez son mas los clientes que prefieren ocupar una nueva cadena de autoservicio que se instaló a tan solo un par de cuadras de los Tendo.

Un día como cualquier otro, el jefe de la casa, Soun Tendo, recibió la "amable" visita del representante de la cadena Kitano, quién le hizo el ofrecimiento de adquirir el terreno donde se encontraban por un precio bastante por debajo del valor real. No se hizo esperar la negativa del patriarca, que firmemente le indicó la salida más próxima. Más para la mala suerte de Akane, este temible hombre se la encontró justo cuando llegaba, dejándolo maravillado con la casi exacta replica que era la jovencita con la hija de su jefe, dato que hizo su visita más fructífera de lo que esperó.

Apenas pasaron un par de días, la menor de las Tendo fue interceptada por un vehículo de color oscuro y con cristales tintados, fue rápidamente ingresada al interior para posteriormente arrancar como si nada hubiera pasado.

-No debes temer, solo queremos hablar- le dijo aquel hombre que había visto salir de su lavandería hacía poco- tenemos un trato que ofrecerte-

El sujeto que parecía un abogado, le habló sobre un acuerdo en el que ella tomaría en la casa Kitano el lugar de Zen, la única hija del cabeza de familia, con todo a su disposición como si de la propia primogénita se tratara, a cambio, se comprometían como empresa a cambiar de lugar de operación para que así el negocio Tendo pudiera recuperar la solvencia que tenía hasta antes de la llegada del autoservicio.

-¿Y si me niego?- sus ojos no reflejaban temor alguno.

-Mira, niña, es un buen trato el que te ofrecemos. Pretendemos ser amables, ya que si quisiéramos hacerlo por las malas, una de tus hermosas hermanas ya estaría haciéndonos compañía en la cajuela del carro- repuso tranquilo su interlocutor- aunque, claro, si te niegas, no descartaríamos esa posibilidad-

Akane cayó en consciencia de que no se trataba de un simple negocio en cadena, estaba tratando con algo más serio, más sucio, más aterrador.

-Quiero que me garanticen la seguridad de mi familia, además que se irán del barrio antes de que yo regrese a casa- habló firme.

-Hecho. Para hacer las cosas más sencillas, Zen tomara tu lugar, tendrá una estrecha vigilancia sobre ella aunque a distancia para que nadie sospeche nada. Ahora, vamos- golpeó la puerta del automóvil un par de veces y este se encaminó en sentido contrario a la lavandería Tendo.

-¿Qué? ¿No regresaré a casa?-

-No, cuanto antes mejor- respondió el hombre con más seriedad- nos reuniremos en un departamento secreto, se dirán lo más importante y se hará el intercambio. Toma este cuaderno, haz anotaciones de tu rutina y relaciones más próximas para que ayudes a la señorita a adaptarse a "tu vida"-

La chica tomó el cuaderno y comenzó a escribir, en realidad fue muy sencillo, tenía pocos amigos y el mismo día planificado siempre, solo cambiaban las clases que tomaba pero eso no era problema si su familia estaba bien.

Llegaron a una zona habitacional, bajaron del vehículo y se encaminaron al departamento 106, entraron con la llave que llevaba el abogado y ahí fue donde se vieron. Era como mirarse en un espejo con efecto de tercera dimensión, el mismo rostro, el mismo cuerpo, todo igual, si no fuera porque sabía que era de la familia Kitano hubiera culpado a su padre de haber tenido amoríos con alguien más aparte de su difunta madre.

Akane le explicó a Zen a toda velocidad los detalles que no había escrito y le entregó el cuaderno que llevaba. A su vez, la chica Kitano le dijo lo que le dio tiempo ya que el "abogado" les urgía a terminar lo antes posible. Intercambiando ropa con toda celeridad estuvieron listas en tan solo un par de minutos más.

-Vámonos- dijo él al fin y prácticamente arrastró a Zen a la salida.

-Oye, yo…- interrumpió la frase la chica al sentir la mirada escrutadora de su acompañante encima- estarás en buenas manos-

Akane se quedó desconcertada sobre qué era lo que había querido decir Zen.

Esperó junto a un tipo mal encarado, de pañoleta amarrada en la cabeza y algo entrado en años que usaba anteojos durante unos quince minutos más, al cabo de ese tiempo se abrió la puerta y entraron un par de jóvenes que parecían de su edad. El primero que llegó vestía un precioso traje negro de diseñador, tenía el cabello corto y unos impresionantes ojos miel que parecían destellar en la oscuridad; el segundo usaba una camisa china roja sin mangas, su cabello estaba trenzado y sus ojos eran del color del mar. Ambos llevaban en sus oídos los característicos aditamentos de los guardaespaldas, lo que llevo a la chica a concluir que eran los guardias personales que Zen tenía asignados y de los que le había hablado aprisa.

-Oye, viejo, ya puedes irte- dijo soberbio el varón de cabello largo.

El aludido mascullo entre dientes como si de un panda se tratara, se levantó para salir del lugar no sin antes hacerle una reverencia a la señorita y escupir un "malagradecido" al pasar junto al de ojos azules.

-¿Estás lista, Zen?- habló el de corto cabello.

Akane le miró sin saber qué contestar, pero rápidamente se recompuso.

-Si, Ryoga ¿Podrías alcanzarme mi chamarra, por favor?- expresó diciendo el primer nombre que recordó para así averiguar quién era quien.

Los ojos color miel del de traje destellaron emocionados, con presteza tomó la prenda solicitada y la colocó sobre los femeninos hombros.

-Gracias- expresó la chica amablemente encaminándose a la salida.

Los ojos cerúleos le analizaban a detalle, definitivamente había algo raro con esa chica.

En el estacionamiento ya los esperaba el chófer en su automóvil, Akane se adelantó para abrir ella misma la puerta y subir al vehículo cerrando tras de sí, lo que desconcertó a los varones que la acompañaban, más se abstuvieron de mencionarlo y prefirieron apresurarse a tomar sus respectivos lugares.

Ranma abordo en el lugar del copiloto mientras Ryoga se instaló en la parte trasera acompañando a la joven, el resto del camino a la residencia Kitano fue en silencio.

En cuanto llegaron fue recibida con todos los honores que una chica de la clase social de Zen recibía rutinariamente, fue escoltada por sus guaruras hasta la oficina de su "padre" a donde ingresó también acompañada.

-Ranma, Ryoga, déjenos solos- expresó un hombre de cabello negro, atractivo, alto y bien vestido- necesito tratar algunos asuntos con mi hija-

En cuanto salieron se sentó frente a ella y la miró profundamente.

-Taro tenía razón, el parecido es extraordinario, viéndote nadie podría notar la diferencia. Un gusto, soy Kikujiro Kitano, tu padre-

-Yo soy A…-

-Lo sé, no lo digas, entre menos lo mencionemos mejor- le interrumpió abrupto- ahora, supongo tienes muchas preguntas, pero lamentablemente para ti, no tengo tiempo de resolverlas, así que vayamos al grano. Tú eres mi hija Zen, te dedicas a despilfarrar mi dinero y ser una malcriada, más te amo y no quiero que nada te pase, por eso tienes a Ryoga y a Ranma cuidándote 24 horas al día, excepto hoy que específicamente los mandé a cubrir una situación para poder hacer el intercambio. Ellos tampoco saben de esta situación, así que será mejor que así sigamos. Estoy enterado del trato que hiciste con Taro, no te preocupes, se respetará en cuanto resolvamos este asuntillo, no sé cuánto nos tome pero llegaremos al fondo ¿De acuerdo? ¿Dudas?-

-Yo, pues, ¿Hay algo a lo que me dediqué? No sé, ¿Tengo un empleo, estudio, bailo? ¿Algo?-

Una sonora carcajada llenó la habitación.

-Si que eres ingenua, chiquilla- respondió el hombre- Zen es rica, toda su vida ha tenido todo lo que ha deseado, no necesita hacer otra cosa más que preocuparse por ella misma. Te aconsejo hagas lo mismo, piensa que son unas vacaciones todo pagadas ¿Estamos?. Ahora, cualquier cosa que necesites diles a los chicos, ellos verán como resolverlo. Bueno, fue un gusto tener nuestra plática semanal, ahora sí me disculpas tengo asuntos que resolver-

Él se levantó de su sitio y se dirigió al escritorio de la habitación, presionó el interfon, dijo un par de palabras y de inmediato ingresaron personas a toda prisa llevando cada uno un asunto distinto. Akane sintió que estorbaba en ese lugar, así que se levantó en silencio y salió, afuera estaban Ranma y Ryoga esperándola recargados en la pared, quienes se incorporaron en cuanto la vieron.

-¿A dónde vamos ahora?- preguntó Ranma en tono neutral- ¿El Jambalaya, la Avispa Negra, el Territorio?-

-Yo, creo que iré a mi habitación, estoy algo cansada- respondió la chica pensativa- ha sido un día largo-

Los muchachos intercambiaron interrogantes miradas pero se abstuvieron de hacer cualquier comentario.

-Como gustes- dijo el de cabello trenzado dirigiéndose a la planta superior de la casa con rumbo a la habitación de la chica.

Akane recordó que le habían indicado que siempre al retirarse a descansar, uno de los chicos entraba primero al cuarto y se cercioraba de que todo estuviera en orden, agradeció mentalmente el ahorrarse el esfuerzo de tener que recordar cual le habían dicho que era su cuarto.

Siguió a Ranma hasta una puerta en la que ingresó, ella espero paciente afuera hasta que la revisión terminara.

-Todo bien, puedes pasar- dijo él saliendo del cuarto.

-Gracias, Ranma- repuso la chica sonriendo amablemente.

El aludido frunció el ceño y se retiró a la habitación contigua, algo no cuadraba.

En el otro cuarto estaba Ryoga ya instalado en una de las dos camas que estaban, se había quitado el traje y ahora usaba un cómodo pantalón deportivo y una camiseta.

-¿No notas a Zen algo, no sé, rara?- le preguntó Ranma pensativo.

-Puede ser, pero no es para menos, ha pasado por algo traumático, supongo que es normal- contestó Ryoga restándole importancia al asunto y acomodándose en el colchón- te toca la primera guardia-

Ranma se cambió de ropa y se sentó en el sillón que estaba en la habitación, aunque no le correspondiera cuidar en el primer turno, sus pensamientos no lo hubieran dejado dormir de todas maneras.

A la mañana siguiente, como era su costumbre desde la secundaria, Akane se levantó temprano y se preparó para salir a trotar, al abrir la puerta de su habitación chocó con toda su cara contra un duro pecho masculino.

-¿A dónde vas, Zen?- cuestionó Ranma enfatizando en el nombre de la chica.

-Voy a ejercitarme- repuso ella sobándose aún la nariz.

-Que raro, tú no haces ejercicio- dijo él entrecerrando los ojos.

-Decidí empezar una vida más sana ¿ya? Es tiempo de que comience a cuidarme, no seré joven por siempre- contestó la joven a la defensiva.

-Muy bien, vamos- pronunció aparentando mayor tranquilidad el chico.

-Pero, no es necesario, yo puedo hacerlo sola, no iré lejos- comenzó a poner excusas la muchacha.

-Es mi trabajo estar todo el tiempo contigo, te cuidaré- objetó el varón sin dar cabida a réplicas, se hizo a un lado para dejarla pasar y la siguió.

Antes de salir de su hogar, la chica comenzó a calentar y estirar sus músculos, una vez que consideró que era suficiente cruzó la puerta y se dispuso a empezar el trote. Todos sus movimientos fueron seguidos de cerca por su guardaespaldas que con ojo clínico la analizaba.

A Ranma no le costó ningún trabajo seguirle el ritmo, era un joven atlético versado en artes marciales, por lo que estaba acostumbrado al entrenamiento duro, sin embargo le sorprendió la resistencia que tenía la chica para correr, llevaban aproximadamente tres kilómetros de recorrido y ella aun no daba vistos de terminar. Mil metros mas adelante por fin se detuvo, jadeando y sudando.

-¿Trajiste agua?- ante la negativa del varón completó- yo tampoco, olvidé pasar a la cocina. Vamos por una ¿Quieres?-

En acto reflejo le sonrió al chico, gesto que auténticamente lo descolocó, nunca antes le había visto sonreír tanto, es más, jamás había sonreído de esa manera. Su corazón brincó inquieto dentro de su pecho ¿por qué le alteraba tanto esa mujer? Estaba acostumbrado a escuchar a Ryoga quejarse por su amor no confesado hacia ella ,no se le hacía poco atractiva pero no había pensado en ella más que como un trabajo más, la consideraba antipática y mimada, pero desde "eso" ella había cambiado, a partir de que la recogieron del departamento era una mujer diferente. El departamento, esa era la clave.

Sumido en sus pensamientos no se percató que la seguía como en acto reflejo hacia una tienda de conveniencia, entraron y se dirigieron al estante con bebidas, la chica tomó dos botellas de agua para luego encaminarse al mostrador, una vez ahí sacó un billete de su bolsa y pagó.

-Toma- dijo acercándole una de las botellas- si no te hidratas bien te darán calambres-

Ranma no podía creer lo que presenciaba, en todo el tiempo que había trabajado con la familia Kitano, que no era poco, jamás Zen se había dignado siquiera a dirigirse a él si no era para ordenarle algo, pero justo ahora le estaba regalando una botella de agua, es más, ella la había comprado específicamente para él.

-Gracias- tartamudeó inseguro- No, no te hubieras molestado-

-Es lo menos que puedo hacer, te saqué temprano de la casa para acompañarme a hacer ejercicio, mínimo puedo invitarte esto ¿no?- esa sonrisa de nuevo, esa estúpida sonrisa que lo volvía a él cada vez más estúpido.

Se dio una bofetada mental para poder borrar aquellos pensamientos de su mente, ella era Zen, la única hija de uno de los yakuzas más temidos de la ciudad, una mujer prohibida.

Regresaron a casa en silencio, una vez dentro subieron en dirección de la habitación de la chica e hicieron la rutina de siempre, ingresó primero Ranma para asegurarse que todo estuviera en orden.

-También revisa el baño que me daré una ducha- dijo desde la puerta la joven.

-Seguro, puedes pasar- le dijo a la chica ya en la puerta cediéndole el paso.

-Gracias, Ranma-

Definitivamente ella no era la misma Zen de siempre, la descendiente de los Kitano nunca agradecía nada.

Después de quedarse cavilando en el pasillo, apenas se disponía a encaminarse a su propia habitación a asearse cuando la escuchó gritar desde el interior. A toda velocidad entró al baño sin importarle nada más que la seguridad de la joven, abrió la puerta de par en par y ahí la vio, la chica estaba tirada en el piso de la regadera completamente desnuda, la mueca de dolor que adornaba su rostro se transformó en una de vergüenza en cuanto vio al chico parado en la puerta del baño observándola sin tapujos.

-¿Estás bien?- pronunció con nerviosa voz sin poder dejar de mirarla.

-¡Deja de verme!- ordenó.

Ranma se giró de inmediato, más no abandonaría el lugar hasta no saber el estado de la muchacha.

-Que si estás bien- dijo nuevamente intentando sonar seguro.

Al dejar de saberse observada, Akane se percató de lo mucho que se le dificultaba ponerse en pie por sí sola.

-Yo, me caí- dijo avergonzada- el piso está demasiado resbaloso y no puedo pararme-

-Déjame ayudarte-

-¡No!- su voz salió casi en un grito.

Ranma bufó con fastidio.

-De acuerdo, te daré una toalla para que te cubras, cerraré los ojos y me voltearé para ayudarte a parar ¿si?-

Después de un momento de duda, Akane aceptó.

El chico tomó una de las toallas del estante, caminó de reversa hasta la regadera que ya se había encargado de cerrar y se la entregó a la joven, ella se enredó lo mejor que pudo en la tela.

-Ya-

Cerrando los ojos, Ranma se giró e inclinó para ayudarla a levantarse, Akane se aferró a los fuertes brazos del joven casi logrando incorporarse de un solo movimiento, más fue tal su mala suerte que en el último momento volvió a resbalar, yéndose totalmente encima del chico, quien no se desestabilizó ya que estaba bien posicionado pero que sí sintió perfectamente todos los atributos frontales de la joven pegados a su cuerpo. Recurriendo a todo el autocontrol del que era capaz, afianzó el agarre sobre la mujer y la cargó fuera de la regadera hasta dejarla bien plantada sobre el tapete seco.

-¿Estarás bien aquí?- cuestionó con los parpados cerrados aún.

-Sí, muchas gracias, Ranma, y disculpa por todas las molestias- contestó apenada la chica- ya puedes irte, voy a vestirme-

-De acuerdo- contestó, se encaminó a la puerta aún sin ver, lo que provocó que se estampara estrepitosamente contra la pared en lugar de salir.

-Ranma, ¿estas bien?- dijo alarmada la chica.

-Sí, no es nada, con permiso- pronunció avergonzado por su torpeza y salió rápidamente de la habitación.

Una vez fuera dejó escapar todo el aire de sus pulmones, una cosa era ver accidentalmente los pechos de Zen cada que usaba escote y una muy diferente sentirlos espléndidamente encima de él, además, el cuerpo que había hecho contacto con él también era distinto, estaba firme y trabajado, con el vigor y fuerza de alguien que lleva un entrenamiento riguroso. Definitivamente ella no era la misma chica de siempre.

El desayuno pasó como era normal en la casa Kitano, más no para Akane ya que estaba acostumbrada a convivir con su familia en cada comida, en esta desconocida situación ella estaba sentada sola en un enorme comedor vacío, a cada uno de sus costados estaba uno de sus guardaespaldas de pie cuidándola. Cómo nadie le había dicho que debía comportarse de cierta manera, se tomó la libertad de iniciar la plática con los chicos.

-¿Ustedes ya comieron?- preguntó de repente.

-No- contestó primero Ryoga, dudoso- comeremos cuando subas a arreglarte para salir, como siempre-

-Pero ya es muy tarde- se sorprendió la chica- les hará daño. ¿Por qué no pedimos que les traigan aquí el desayuno y se sientan conmigo?-

Los chicos se miraron entre sí extrañados, más no pensaban llevarle la contra a la hija de su jefe.

-Como ordenes- afirmó Ryoga para posteriormente dar las instrucciones pertinentes al personal de la cocina.

Akane se sintió un poco reconfortada de tenerlos como compañía, a pesar de la tensa situación era mejor que estar sola.

-Bueno ¿Qué haremos hoy?- les preguntó intentando romper el hielo.

Los jóvenes nuevamente intercambiaron miradas entre sí.

-Lo que tú quieras- respondió Ryoga amable.

En un primer momento se sintió desolada, pero luego de pensarlo mejor supuso que podía tomar este tiempo como unas vacaciones todo pagadas.

-¿Lo que sea?- interrogó aún incrédula.

-Si, siempre es a tu gusto- respondió ahora Ranma.

-¡Bien! Prepárense, chicos, saldremos a divertirnos- tintineó su risa como si de una niña pequeña se tratara.

Terminaron el desayuno, todos se dirigieron a la parte de arriba para implementar el código de seguridad acostumbrado y que Akane pudiera cambiarse para salir. Busco y rebusco en el clóset de su cuarto algo con lo que se sintiera cómoda, pero toda la ropa era demasiado extravagante para su gusto; al fin, al fondo y casi olvidados, halló unos jeans algo gastados, se los midió y le sentaron perfectamente, luego eligió la blusa con el color menos chillante que encontró, se calzó un par de tenis casi nuevos y se dispuso a salir.

En la puerta de su habitación ya la esperaban sus fieles cuidadores, Ryoga con su impecable traje y Ranma con su atuendo chino. La miraron de arriba abajo en cuanto apareció, en su vida habían visto a la heredera Kitano tan sencilla.

-El auto ya está esperándonos afuera- dijo Ranma desviando la mirada para no tener que ver a la cara a la chica pues un alud de pensamientos impuros rondaban por su cabeza solo de recordar la sensación de la mañana.

-¡Que bien!- se emocionó la joven.

-¿A dónde vamos, Zen?- preguntó Ryoga ya en el auto dispuesto a indicarle al conductor la vía.

-Iremos al parque de diversiones-

Extrañado el joven de ojos miel giró la cabeza para poder verla mejor.

-¿Qué? ¿No te agrada la idea?- habló Akane haciendo inconscientemente un adorable mohín.

-No, no, no es eso, solo que, no importa, vamos- rio nervioso el chico que jamás hubiera imaginado el destino.

-Pero, Ryoga, ¿No te sentirás incómodo yendo en traje? Digo, te sienta muy bien pero hará mucho calor, tal vez sería bueno que te cambiarás por algo menos formal- observó Akane.

-Yo, pues, sí, tienes razón, no tardo- contestó con nerviosismo el aludido y entró corriendo a cambiarse.

No esperaron mucho hasta que el joven regresó, entonces emprendieron el viaje rumbo al parque temático.

Ese día subieron a cuánta atracción estuvo a su alcance, comieron golosinas a reventar, cualquiera que los hubiera visto pensaría que se trataba tan solo de tres amigo de paseo. Al final de la tarde estaban tan exhaustos que en cuanto subieron al carro Akane se quedó dormida mientras los hombres luchaban encarecidamente por no caer en los brazos de Morfeo.

Fue en un semáforo en alto que sucedió, estaban esperando en medio del tránsito a avanzar cuando un auto en contrasentido se les emparejó por la derecha del vehículo, Ranma fue el primero en darse cuenta.

-¡Abajo! ¡Armas!- gritó a todo pulmón.

CONTINUARÁ…

-0-

Bueno, una vez más aquí estoy haciendo un fanfic más gracias a las dinámicas del grupo de Facebook Ranma Latinoamérica.Espero les haya gustado, no tardaré en actualizar ya que el capítulo está casi listo, solo que hace falta el toque cítrico, ustedes entienden.Cualquier crítica constructiva es bienvenida.Gracias especiales al staff del grupo por animarme de la mejor manera a publicarlo.