Bella POV

Edward Cullen, el dueño del rancho más grande de la región, cabello cobrizo, ojos verdes como una esmeralda, pequeños y delgados labios, con cuerpo grande y fornido, digno de un hombre que había pasado toda la vida cuidando animales, siempre llevaba una camisa a cuadros y unos vaqueros, sus botas y algunas veces cuando el sol era más intenso, usaba también un sombrero.

Lo conocía desde que era una niña, mi padre lo había ayudado cuando una de sus reses escapo de un peón principiante, el animal vagaba por las calles y mi padre puso a sus hombres a intentar lazarlo, pero los pobres policías bajo el mando de Charlie rara vez habían estado cerca de un animal.

Ese día, habíamos llegado tarde a clase y mi padre me había llevado con él, al encontrar la puerta de la escuela cerrada, me pidió que me quedara en la patrulla mientras ayudaba, entonces apareció Edward, montado en un gran caballo negro y en menos de dos minutos tuvo al animal listo para llevarlo de vuelta al rancho, mientras los policías se dispersaban avergonzados.

En ese momento él tenía veinte años, un joven apuesto montado a caballo era como ver al príncipe de las películas para mi joven mente de seis años, después de ese fugaz encuentro, no volví a tener la oportunidad de verlo tan de cerca, él no salía mucho del rancho y yo era tan solo una niña.

Hasta el día de su boda, en ese entonces tenía trece y él veintisiete, su novia era una chica preciosa según me había explicado Sue, la nueva novia de mi padre, había llegado al pueblo dos veranos atrás y Edward había caído enamorado, Jane Vulturi, rubia, de grandes ojos verdes y una larga melena rubia, las mujeres del pueblo hablaban de ella día y noche, sobre sus intenciones con el adinerado heredero del rancho Cullen, las más jóvenes no eran la excepción y yo ni siquiera había tenido oportunidad de ver a la pobre mujer que todos tildaban de caza fortunas.

La boda fue en mayo, la ceremonia fue en la iglesia del pueblo y la fiesta en el rancho como era de esperar, recordaba la primera vista que había tenido de Jane, en su largo vestido blanco, se veía preciosa, a mi parecer era el final del cuento, donde la princesa se casaba con el príncipe, fue la única vez que vi a Edward usando un traje, hacían una pareja hermosa y ella parecía una chica encantadora.

Un año después comencé a trabajar como cajera en la tienda principal del pueblo, la dueña era amiga de mi padre y como un favor personal me dio trabajo, quería ganar dinero para comprarme un vestido para la graduación, había ido a ver vestidos junto a mis amigas después de la escuela, aún faltaban varios años para nuestro gran día, pero encontramos divertido medirnos vestidos, en especial porque la madre de Alice tenía unos hechos a medida que eran simplemente hermosos.

Encontré uno que era tan bonito y sencillo que me juré lo usaría algún día, me recordaba el vestido de mi madre en sus fotos de graduación, pregunte el precio pensando en que debería ahorrar de mi mesada hasta que llegara el día, pero haciendo cuentas en casa, note que necesitaría algo más que un par de dólares ahorrados.

Así decidí comenzar a trabajar y no podía quejarme, las personas ahí eran amables y podía saludar a todo el pueblo mientras cobraba sus compras, fue ahí que hable por primera vez con Jane, no me sorprendió que mis suposiciones se cumplieran, en realidad era una mujer agradable y dulce, incluso daba una buena propina al chico que llevaba sus compras hasta el auto.

A finales de ese año, la familia Cullen dio las buenas nuevas, Jane estaba esperando un bebé, el primogénito de Edward venía en camino y él no podía estar más feliz, mi padre decía que lo había visto en el bar de Harry festejando junto a sus amigos, la próxima vez que vi a Jane me asegure de felicitarla por su bebé.

Junto a Rose y Alice, decidimos que, si resultaba ser una niña, juntaríamos entre las tres y le pediríamos a la madre ésta última que nos hiciera un vestido para la pequeña.

Pero el plan nunca se llevó a cabo, al inicio de la primavera, cuando Jane tenía una pequeña pancita de cinco meses, hubo un terrible accidente, ella iba en el auto de regreso al rancho cuando perdió el control en una curva, mi padre había llegado junto a las ambulancias para despejar el camino de los espectadores.

La madrugada fue recibida por una mala noticia, Jane había muerto al igual que el bebé, mi padre había llegado a casa sintiéndose terrible, decía que jamás había visto a un hombre tan abatido, podía sentir su dolor solo en parte, puesto que nosotros habíamos perdido a mi madre en un accidente años atrás, pero decía que al menos él me había tenido a mí y yo a él, para consolarnos, Edward acababa de perder a toda su familia.

El funeral fue más que triste, todo el pueblo estaba ahí dando las condolencias al pobre hombre, no supe que decir cuando llegó mi momento, las palabras se me fueron de un segundo a otro, así que solo me decante por darle un abrazo, él pareció sorprendido, pero lo dejo pasar.

Los días después de esa noche no volvieron a ser iguales, el amable ranchero se volvió un ente silencioso y malhumorado que solo salía de su casa por las noches para beber algo en el bar de Harry, sus peones se encargaban de hacer las compras del rancho y contrato a una mujer que se encargaba de cuidar la casa, durante los siguientes años no volví a verlo de cerca.

Cuando cumplí dieciocho, decidí que si quería ir a la Universidad lo haría por mis propios medios, así que conseguí un empleo en el bar de Harry, él era amigo de papá y realmente no quería tenerme en el bar, decía que era muy peligroso para una chiquilla que no sabía lidiar con borrachos tercos y si alguno me hacía daño, Charlie Swan le cerraría el local, todos sabían que mi padre era algo extremo cuando se trataba de mí, después de mi primera cita con Mike Newton, el pobre paso una noche en prisión por intentar sobrepasarse conmigo.

En aquel momento tenía quince y me había asustado cuando el tipo me puso la mano en la pierna, regrese a casa llorando y mi padre perdió la cabeza.

Así que me estaba costando encontrar empleo, aún tenía turnos en la tienda, pero la paga era buena para una chica de catorce cuyos gastos eran solo un vestido, para una chica intentando ir a la Universidad, era insuficiente.

Harry acepto, pero durante unas semanas me puso con su sobrino, Jacob Black, él estaba enseñándome a ser mesera y atender la barra si era necesario, decía que tenían un encargado para eso, pero si se enfermaba alguien tendría que suplirlo y era mejor que todos supieran hacerlo, Jake era dos años mayor que yo, pero no tenía intenciones de irse a la Universidad, decía que quería encargarse del bar cuando Harry se retirara, que ese lugar era algo familiar y no quería que se perdiera.

Sabía que él no me acompañaba solo para enseñarme, sino porque Harry temía que alguien se sobrepasara conmigo, en general los hombres del pueblo eran decentes, pero bajo los efectos del alcohol todo podía salirse de control, solo trataban de evitar que Charlie encerrara a todos esos hombres en prisión.

Las demás meseras eran mayores que yo, al igual que Jake, y ya tenían las habilidades para quitarse a los borrachos de encima, Leah, la primera chica con quien hice amistad, me enseño un par de movimientos para mantenerlos a raya, Victoria me enseñó a conseguir más propina sin ser una cualquiera y Tanya se limitó a ignorarme olímpicamente.

La primera noche en que trabaje por mi cuenta, corría entre las mesas para tener todo perfecto y entregar las bebidas lo antes posible, me acerque a una de las mesas con mi libreta de notas en las manos, pregunte que ordenaría y luego levante la mirada hasta el cliente, que resultó ser nada menos que Edward.

Había cambiado desde la última vez, pero seguía siendo atractivo, él me miró con el ceño fruncido.

― ¿No eres algo joven para trabajar aquí? ―preguntó con la mirada firme y el rostro serio, nunca habíamos hablado directamente así que su voz me sorprendió un poco, era bastante grave y te hacía sentir pequeña bajo la mirada intensa que le acompañaba.

―Dieciocho recién cumplidos, no tendríamos a la hija del jefe trabajando aquí de no ser porque cumple la ley. ―exclamó Leah a mi lado con una gran sonrisa. ―Trátala bien o Charlie te hará dormir en una celda. ―añadió causando un simple asentimiento en el hombre frente a mí.

―Una cerveza. ―asentí y me alejé con la misma rapidez que había llegado. Dejé la cerveza y seguí con las otras mesas, conforme pasaba la noche el lugar se llenaba y a diferencia de la tienda, mientras más se acercaba la hora de cerrar, parecía que más y más clientes llegaban. Aun peor era que de entre todos los que se iban, Edward no era uno de ellos, no iba a decirle a Harry que me causaba temor servirle al señor Cullen, ni a Leah que me ponía nerviosa cada que me acercaba, si algo había aprendido era que si querías trabajo debías saber lidiar con cualquier cliente.

Cerca de media noche, con todas mis mesas servidas, me senté en la barra a descansar un rato, Jake se sentó a mi lado con una sonrisa divertida.

―Has estado corriendo, morena. ―exclamó mirándome de reojo. ― ¿Planeas pedir un día libre o algo así?

―No, si quiero ir a la universidad no habrá días libres para mí. ―respondí ganándome una carcajada de su parte.

―Entonces ¿Por qué andas corriendo por todas partes? ―suspiré pesadamente.

―El señor Cullen me pone nerviosa, empecé a correr sin darme cuenta. ―expliqué, él miró a la mesa de Edward y luego a mí.

―Estás loca, mujer. Cullen no es mi cliente favorito, pero jamás ha intentado propasarse con ninguna mujer. No creo que lo intente con la hija de Charlie Swan. ―sabía que no lo haría, esa no era la razón por la que me ponía nerviosa.

Desde que había entrado a la preparatoria, había caído en la fiebre de amor por el señor Cullen, cada adolescente en el pueblo había tenido un leve enamoramiento con él, con el pasar de los años la mayoría lo había superado, sin embargo, yo seguía teniendo la imagen de aquel gran hombre a caballo en mi cabeza, Alice y Rose solían reírse de mí pues solo bastaba con mencionarlo para que me pusiera como un tomate.

Sabía que era un amor adolescente, no un profundo y verdadero amor, pero eso no evitaba que mi cuerpo entero se tensara ante aquella mirada. Y tampoco tenía intención de contarle a Jacob todo sobre mi secreto amor por un hombre catorce años mayor que yo.

Regresé al trabajo y para mi mala suerte justo después de despedirme de Jacob, mi padre me llamó, estaba atrapado en un accidente a una hora de ahí, no podría llegar a buscarme, no quedaba nadie en el estacionamiento a quien conociera, así que solo quedaba caminar, tome la calle principal y camine por las calles rumbo a casa, incluso con la tranquilidad del pueblo sentía cierto miedo de andar por ahí sola, escuchaba pasos detrás de mí, pero al girar no había nadie, sentía a alguien mirándome pero el lugar estaba vacío.

Solo faltaban unas cuadras más y estaría en casa. Me convencí de que no había nada de qué preocuparme y continué con mi camino, seguramente era mi mente jugándome una mala broma, entré por un callejón para acortar camino y me tensé completa cuando algo cayó detrás de mí, me giré con el cuerpo tembloroso y vi a un hombre cerca de las cajas, volví la vista al frente para seguir mi camino, mi padre siempre decía que no debía detenerme, así era como te atrapaban.

Charlie había sido policía de la gran ciudad antes de venir a Forks, así que tenía todo un montón de reglas para cuando salía de casa sola, siempre iba protegida con un gas pimienta y algo pesado en el bolso, esa noche en particular había elegido el maldito bolso pequeño, en el que no cabía ninguna de esas cosas, así que solo me quedaba correr.

Llegué al final del callejón y solté el aire contenido, hasta que una mano tomo mi brazo y una gran figura se paró frente a mí con una sonrisa de lado.

―Mira nada más, la encantadora hija del jefe, sola por estas calles tan tarde. ―murmuró el hombre frente a mí.

―Suéltame. ―murmuré intentando que el miedo no se escuchara en mi voz. Podía sentir al otro hombre detrás de mí y probablemente rompería en llanto si no encontraba la manera de huir.

―Lo haría, pero resulta que el jefe Swan me debe un par de cosas, preciosa. ―tragué en seco y medite todas las reglas de Charlie, si no fuera tan torpe tendría algún buen golpe para defenderme, pero no había pasado ni un día entero en el entrenamiento de protección personal.

―Gritaré y estarán tras las rejas en menos de una hora. ―murmuré con la voz rota al final, el hombre detrás de mí soltó una desagradable carcajada.

―Todos los policías están en el accidente a una hora de aquí, dudo que te escuchen. ―me aferré a mi bolso e intente soltarme del fuerte agarré, pero era inútil, en cuanto sentí las manos del hombre a mis espaldas sobre mi cuerpo solté un gemido de terror, las lágrimas cayeron una tras otra y luche con todas mis fuerzas para soltarme, pero solo logre lastimarme la muñeca.

― ¡Suéltenme! ¡Auxilio! ―grite desesperada, pero no había nadie cerca, las avenidas estaban vacías por la hora y comenzaba a perder los nervios. Cerré los ojos cuando trataron de abrir mi blusa y entonces sentí como el hombre frente a mí me soltaba.

Al verme libre del agarré intente correr, al abrir los ojos me encontré con el señor Cullen sosteniendo al tipo contra el piso, su compañero había huido por el callejón y Edward golpeaba al otro sujeto hasta lograr que perdiera la consciencia.

Solté un gemido de dolor al intentar sostenerme de la pared y doblarme la muñeca, Edward levantó la mirada como si acabara de recordar que yo estaba ahí, miró al tipo una última vez y se puso de pie.

― ¿Estás bien? ―preguntó mirándome directamente a los ojos, aun con el intenso dolor en mi muñeca, me aferré a él con todas mis fuerzas, llorando desconsolada, podía jurar que estaba temblando contra su pecho. ―Necesitas decirme si estás bien o si debo llevarte al hospital. ―murmuró de vuelta, sentía que las palabras se quedaban atascadas en mi garganta cada que intentaba hablar. ―Te llevaré al hospital. ―dijo finalmente llevándome fuera del callejón con el hombre aun tirado detrás de nosotros.

Charlie apareció en el consultorio justo cuando me vendaban la muñeca, Edward me había prestado una chaqueta que llevaba en su camioneta, ya que esos hombres habían rasgado mi blusa al intentar abrirla, y se había quedado conmigo durante toda la revisión. Había logrado explicarle que no me habían hecho nada gracias a que él había aparecido y que solo tenía lastimada la muñeca, el doctor me había revisado cerciorándose de que no estuviera rota y me había dado un calmante para el dolor.

―Bella ¿estás bien? ―levanté la mirada algo adormecida y confundida. ―Sabía que trabajar en ese bar era mala idea.

―Papá, estoy bien. ―susurré intentando calmarlo, no quería ocasionarle problemas a Harry, debería haber llamado a alguien para regresar a casa.

―Fue Tyler Crowley, estaba acompañado de otro hombre, pero corrió antes de que pudiera verle el rostro. ―murmuró Edward detrás de mí, mi padre se detuvo a mirarlo con cierta sorpresa.

―Edward, ¿qué haces aquí? ―preguntó confundido.

―Iba de regreso al rancho cuando escuche los gritos. ―respondió con simpleza, mi padre asintió.

―Gracias por detenerte, de no haberlo hecho quien sabe qué habría pasado. ―después de eso recordaba poco de cómo había regresado a casa o si había subido por mi cuenta a mi habitación.

Pero al despertar Rosalie y Alice estaban en mi casa, al igual que Harry, Jacob, Leah e incluso Bill, al parecer todo el mundo se había enterado de lo ocurrido. No quería que todos me vieran como una víctima, tenía planeado pedirle a Edward que no dijera nada, pero ahora no importaba.

Harry me dio unas semanas para recuperarme, las que acepté a regañadientes, Jake prometió pasar cada noche de viernes conmigo, traería pizzas y películas, Leah junto a Bill habían preparado un rico desayuno y mi padre se había tomado el día para cuidar de mí.

Cerca de medio día cuando todos se fueron de la casa, mi padre dijo que iría a la tienda mientras Rose y Alice se quedaban conmigo, ellas por supuesto querían saber todo sobre Edward rescatándome la noche anterior.

Lo que me recordó que quería agradecerle de alguna manera.

Unos días después, decidí prepararle una tarta, no era precisamente buena en la cocina, pero la tarta era mi especialidad, era una receta familiar y me había pasado días enteros hasta perfeccionarla. Le expliqué a Charlie que la llevaría en agradecimiento y él aceptó dejarme ir sola hasta el rancho.

Al llegar al lugar me encontré con un paisaje muy diferente al que había visto aquella tarde años atrás cuando todo estaba decorado para una boda, supuse que era así como se veía todos los días, era bonito, con un toque hogareño y un ambiente ruidoso, entendía el encanto del rancho.

Busque entre los trabajadores a Edward y nuestras miradas se cruzaron, él frunció levemente el ceño antes de acercarse hasta mí.

―Isabella, creí que estarías en casa recuperándote. ―murmuró al llegar a mi lado, estaba algo sudado por el trabajo y tenía las botas llenas de lodo, quizás debía haber llamado antes.

―Lo estaba, pero quería agradecerte por lo que hiciste. ―expliqué sonriendo sinceramente, él asintió.

―Vamos adentro, distraes a mis muchachos. ―solo entonces me di cuenta de que unos cuantos chicos nos observaban, no había llevado algo especialmente atrevido, era la misma ropa que usaba para trabajar en la tienda. Lo seguí dentro de la casa y me sorprendí con la decoración del lugar, habría esperado muebles masculinos y sin un diseño especial, pero todos los muebles parecían sacados de una revista, incluso tenía esos pequeños almohadones de colores y una mesita de cristal.

No parecía el estilo de Edward, pero quizás había contratado a alguien para decorar.

Me llevo hasta la cocina y le sonreí a la mujer que preparaba algo de comer.

―Aquella noche no pude agradecerte por lo que hiciste. ―comencé algo nerviosa, jamás había estado dentro de la casa y mucho menos había hablado directamente con él.

―Es comprensible, Isabella. Estabas teniendo un ataque de pánico. ―respondió mientras se servía algo de agua. Ahora entendía a lo que se refería Jacob, tenía un tono especifico, como si estuviera explicándole a un niño algo, suspiré dejando pasar el comentario y continúe.

―Claro. Te traje tu chaqueta y como agradecimiento, te hice una tarta. Espero te guste. ―exclamé con una sonrisa sincera, él miró la tarta y después a mí.

Al salir de la casa volví a ver a los mismos chicos a lo lejos y mi cuerpo entero se tensó, quizás si necesitaba descansar antes de volver al bar.

Edward POV

―Te lo juro, Eric, esa mujer será mi esposa algún día. ―exclamó uno de mis nuevos peones con una sonrisa descarada, mientras señalaba el auto en que había llegado Isabella.

Entendía el atractivo en la castaña, tenía unos grandes ojos marrones, unos labios rojos bastante tentadores, su larga cabellera caía encantadoramente sobre sus hombros y su cuerpo tenía curvas delicadas que lograban llamar la atención de los hombres, la había estado observando en el bar noches atrás, creía que el alcohol era quien me hacía verla como un sediento a un vaso de agua, pero ahora en mis cinco sentidos seguía encontrándola apetitosa.

―Deberías mantener las manos donde puedan verse. ―murmuró Jasper a mi lado, lo miré de reojo con el ceño fruncido. ―Charlie te pondrá una bala entre las cejas si tocas a Isabella. ―solté una carcajada mientras volvía la vista al rancho, teníamos trabajo aún y esa generación de nuevos trabajadores estaba resultando bastante inútil.

Jasper conocía mi forma de actuar respecto a las mujeres, no había citas, flores o una promesa de casarnos en un futuro cercano, en general evitaba a las mujeres del pueblo, pero estaba dispuesto a hacer una excepción por una noche con la preciosa Isabella. Solo tenía que dejarle en claro que eso no significaba nada.

―Charlie no necesita enterarse. ―murmuré caminando rumbo a las caballerizas, Jasper soltó un bufido desconforme.

―No es como esas mujeres con las que te acuestas, Edward. ―respondió con seriedad, nos detuvimos frente a la reja de una yegua que habíamos estado vigilando de cerca, pues se había embarazado fuera de temporada y el veterinario estaba algo preocupado. ―Si buscas una amante en el pueblo deberías tomarle la palabra a Tanya y dejar a Isabella fuera de esto.

―Tanya solo busca un marido, cuando menos me lo espere saldrá con un embarazo. ―murmuré abriendo la reja, la pobre yegua estaba cansada y se notaba desganada, la teníamos separada porque el resto de los caballos podrían lastimarla. ―Isabella quiere ir a la Universidad según tengo entendido, así que no saldrá con ninguna de esas tonterías.

―Hablas como si tuvieras todo planeado. ―murmuró de nuevo sosteniendo la puerta para que el animal no saliera de ahí. ―Ya que sé que no me harás caso, solo puedo aconsejarte que no lastimes a Isabella.

No lo había pensado del todo, pero ahora que tenía la idea en la cabeza difícilmente la dejaría ir, deseaba a la joven Isabella Swan.


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