Naruto no me pertenece, es obra de Masashi Kishimoto. La imagen de portada es de su respectivo autor, lo único mío es la historia.

Notas in the end.


En treinta y una vidas

Capítulo 1: La bruja y el cazador de brujas.


Era una noche similar como aquella vez. Tan idéntica que parecía poética la manera en la que por fin había regresado. Esta era su oportunidad. Tantas noches deseó por fin poder tener ese momento que ahora se le hacía tan irreal, como haber caído en un poderoso sueño. Habían pasado unos diez años desde la última vez, pero lo sentía tan vívido en sus recuerdos como si hubiese sido ayer.

01

Por el cielo recorrió la estela verde que dejaba su magia barrida por las escobas. Las risas chocantes de las mujeres azotaban sus oídos, pero no le desagradaba para nada, porque su propia carcajada también acompañaba ese aquelarre en el cielo. Agitó su sombrero antes de ponerlo de nuevo en su cabeza ajustado por la hechicería que le impedía caerse, aunque estuvieran volando muy rápido y el viento fuera poderoso. Seguía mirando a sus compañeras tan alegres y llenas de confianza por el gran evento. Surcaron el cielo nocturno con volteretas y graciosidad. Las más jóvenes querían mostrar sus habilidades de vuelo y las más viejas les sonreían a las nuevas generaciones tan jubilosas. La líder iba delante como de costumbre, anciana, pero con una piel tan tersa que parecía una novata como ella. No obstante, el llamativo diamante de su frente demostraba que no era ni mucho menos, que se trataba de la magnífica bruja mayor, líder de las brujas de la montaña.

Sakura entonces tocó su propia y gran frente con su dedo índice. Cerró los ojos y dejó que la fantasía llegara de nuevo a su alma. Se lo prometía, aunque tal vez no le interesara, algún día también sería una gran bruja como ella.

Esperen —Tsunade dictó su orden. —Descendamos aquí.

El séquito de brujas guardó un poco su algarabía para seguir a su líder. Habían encontrado un pequeño campamento de otra especie que no podían reconocer a simple vista, pero que debían ser de los que andan a dos patas por la singularidad de la ropa regada y los zapatos a par; no muy altos, por lo bajo de sus tiendas. Las brujas bajaron de sus escobas y aguardaron a la orden de Tsunade para poder inspeccionar el lugar. Estaba tan sombrío que incluso, a las mismísimas brujas, les provocaba una pizca de mal augurio. Parecía no sólo abandonado, sino preparado para atrapar a un descuidado viajero en una horripilante situación.

¿Una masacre? —preguntó una de las brujas aprendices con media experiencia.

No hay cuerpos —respondió la más anciana. —Ni sangre, en caso de que se los hayan llevado.

Parece que desaparecieron con un puf —comentó otra.

¡Quizá fueron los hombres lobo!

¡Yo pienso que se los llevaron los vampiros!

¡Silencio!

Tsunade las calló cuando intentaron reavivar su escándalo con su pesado humor. Dio unos pasos para entrar más al centro del campamento y mantuvo su distancia de las tiendas. Flotó antes de acercarse a la ropa regada y se acercó a la fogata que aún vivía con grandes flamas que parecían haber sido prendidas en un lapso no muy largo. Los leños apenas estaban consumiéndose a la mitad y las tazas de leche caliente todavía soltaban humo.

Chiyo, ¿hay alguna criatura aparte de nosotras que pueda hacer desaparecer a un grupo de individuos así? —se preguntó Tsunade.

La más anciana de las magas caminó unos pasos, meditándolo. Criaturas mágicas existían muchas, pero muy pocas que se dedicaran a la desaparición de otras.

Quizá fueron las hadas malvadas o incluso…

Disculpe la interrupción, pero quizá sólo los ataron sin magia y se los llevaron caminando.

El grupo de brujas miraron a la más joven de ellas, Sakura, quien siempre tenía una opinión que dar. La mayor parte del tiempo eran acertadas, esa niña tenía mucha inteligencia que hacía, entre muchas otras cosas, que Tsunade volteara a escucharla. Fue por esa misma razón que siendo tan joven podía colarse entre los aquelarres de las brujas sobre el cielo a media noche, porque su cerebro agudo podía trabajar y llegar a conclusiones que las demás no.

Para Sakura se le hacía demasiado obvio lo que había pasado. A veces las brujas dependían tanto de la magia que olvidaban que el mundo giraba aun sin ella. No existía necesidad alguna de magia para secuestrar a un grupo de criaturas, con las amenazas de unos colmillos feroces, unas garras filosas, de espadas o de un gran séquito, cualquiera pudo haber secuestrado a un evidente campamento de enanos. No es que ellos fueran demasiado fuertes y pusieran gran resistencia. La ropa regada alrededor, bueno, la explicación era más sencilla, los enanos eran muy raros.

Sin embargo, las brujas no lo entendían. Algunas, las más jóvenes, pero no tanto como ella, la miraron con un muy mal disimulado hastío. Las comprendía en el fondo, si una chica menor que ella la hiciera quedar como una novata frente a la bruja mayor también se sentiría irritada. No obstante, tampoco podía quedarse callada tanto tiempo cuando las respuestas estaban ante sus ojos y nadie más que ella lo notaba.

¿Cómo crees? —apuntó una, la que más la odiaba. —¡Quienes sean que estuvieran aquí, fueron desaparecidos con magia!

¿Cómo estás tan segura? —arremetió Sakura, en su lugar, ella ya tenía un discurso en su cabeza de todo el porqué.

¡Que cómo estoy tan segura pregunta! —siguió Amy nerviosa ante las demás magas que la miraron incómodas, mientras esperaban su respuesta.

Tsunade optó por interrumpir antes de que intentaran algo más, tan cansada de las típicas peleas.

Basta. Pensaré en lo que has dicho Sakura. Hay que marcharnos.

Las brujas no agregaron nada ante la orden y se montaron en sus escobas para seguir con el recorrido. Los ánimos habían bajado, pero aun comentaban cosas sobre su viaje, o lo que harían al por fin llegar a la montaña de las brujas. Para Sakura, toda esta situación se le hacía exasperante.

Sabía perfectamente que Tsunade tenía miedo. Desde hace algún tiempo habían llegado los rumores de que una nueva especie estaba cazando a las demás, porque por muchos años en los que había armonía en el reino mágico de Eos jamás habían escuchado de la desaparición de grupos enteros hasta hace medio mes, cuando surgió el primer rumor. Y ciertamente, esta era la primera vez que ella era testigo de esos rumores.

Como no había sucedido antes, todo el reino había llegado a la conclusión de que se trataba de una nueva especie que había migrado desde el otro lado del océano. Siempre existió una cadena alimenticia, pero ningún animal común había sido víctima hasta ahora y tampoco quedaban restos para poder identificar si estos eran asesinados a mordidas, o con armas, o con algún poder.

Sólo las criaturas más débiles desaparecían y las más fuertes, como las brujas, jamás habían tenido un encuentro con los agresores porque sus aldeas y villas se encontraban muy lejos de la costa o a grandes alturas.

Además, si la teoría de que hubieran llegado del otro lado del océano fuera cierta, las sirenas del mar hubieran visto algo. La verdad era que todo se le hacía tan extraño. Incluso Tsunade había comentado que podría tratarse de alguna especie propia de Eos, que tal vez estaban planeando algo, que obviamente nunca se lo dirían a los demás y que todo lo hacían para hacerse con el control de Eos y quitarles el reino a los ángeles.

Y sabía que su miedo no radicaba en no poder en contra de estas criaturas malvadas, sino que todos los demás pensarían que se trataba de ellas, las mismísimas brujas, conocidas por los demás como mujeres vulgares y sin valores. No era la primera vez que les echaban la culpa por algo, porque ciertamente, muchas veces sí tuvieron la culpa de algunas desgracias y, además, como si fuera un dato irrelevante, no eran precisamente buenas amigas de los ángeles. Si todo el reino no encontraba a un culpable, las señalarían a ellas y estarían encima todo el tiempo impidiéndoles moverse y realizar hechicería. Peor aún, tendrían que lidiar con los ángeles a cada maldito segundo.

Sabía que seguramente ya se lo estaban planteando, que Tsunade tal vez ya había recibido alguna acusación o amenaza de los demás y aunque a ellas aun no les había sucedido nada, esto también se estaba volviendo personal.

Entendía mejor que nadie por qué estaba tan preocupada y le molestaba que las demás no pudieran darle algo de apoyo y comprensión por ser unas malditas cabezas huecas que sólo piensan en hacer travesuras y encantamientos tontos.

02

Haré una última parada en el árbol sagrado y entonces volveré a casa. Ustedes adelántense y descansen, no tardaré. Sakura y Chiyo, vengan conmigo.

Las magas se miraron entre ellas, al final no tuvieron otra opción más que estar de acuerdo y continuar. Hubieran deseado acompañarlas, pero las ordenes de Tsunade eran absolutas e insistir solo la pondrían de mal humor. El árbol sagrado se conectaba con todos los arboles del reino de Eos y de esa manera, junto con un poco de magia que sólo Tsunade tenía la capacidad de realizar, podía echarle un vistazo muy superficial desde las raíces que, aunque según ella no era la vista más clara del mundo, podía llegar a servir para conocer un poco la identidad de estos nuevos seres.

Las brujas volaron hasta la montaña de las magas, mientras Tsunade, Sakura y Chiyo se dirigían al corazón del bosque. Experiencia, inteligencia y sabiduría era lo que Tsunade necesitaba en este momento, nada más y así, su camino continuó.

Las tres brujas descendieron hasta que sus pies casi podían tocar las copas de los arboles. Sakura amaba ir al corazón del bosque porque era tan bello, con tantos arboles de colores con flores hermosas, criaturas mágicas y brillo a su alrededor. El bosque de Eos era tan magnifico como tener un pedazo de cosmos en la tierra. Muchas veces se preguntó si acaso las tierras del otro lado del océano también tendrían paisajes como aquel y que si sus habitantes serían seres tan fascinantes y mágicos como los de Eos. Golpeó sus mejillas suavemente con las palmas, no era momento de caer enamorada por millonésima vez del bosque, tenía que concentrarse y tener los ojos bien abiertos.

El árbol sagrado estaba tan cerca que bajaron hasta casi tocar el suelo. Sin embargo, antes de que cualquiera de las tres pudiera poner un pie sobre la tierra, un sonido muy fuerte, como si una bola de energía chocara contra una montaña, atravesó el bosque desconcertándolas hasta hacerlas volver a subir. Podía escucharse familiar, pero no lo era. No podía ni siquiera identificar de dónde venía, ni quien era el individuo que lo había provocado. Entonces mucho humo rojo empezó a salir como ráfagas que le hicieron toser.

¡Qué demonios! —gritó Tsunade. —¿Quiénes son ustedes? ¿Elfos? ¿Ángeles?

Otro sonido estruendoso se escuchó, esta vez como un rayo y entonces tras un gemido de dolor algo cayó. Sakura se sentía perdida, había quedado atrapada entre el humo rojo y no veía a las criaturas a las que Tsunade gritaba. Voló más alto y se posó sobre una rama para toser, entonces su piel se erizó.

¡Chiyo! —gritó Tsunade desgarrada. —¡Malditos!

El cielo tronó con fuertes relámpagos ante la ira de Tsunade, ella alzó sus manos para que el cielo recibiera su magia y azotara los rayos que pulverizarían al enemigo. No obstante, las ráfagas de lo que sea fueron más rápidas y la bruja tuvo que subir para esquivarlas hasta que una de ellas parecía haberle dado en el hombro porque la sangre empezó a salir tras el aullido. Sakura estaba muy asustada. ¿Qué sucedía? ¿Qué le había golpeado? Jamás había visto ese tipo de magia invisible pero muy rápida y poderosa. ¿Había más brujas que no fueran de las montañas? Ninguna especie podía hacer eso. Entonces, ¿en verdad el enemigo venía fuera de Eos?

Tsunade perdió la concentración ante el dolor y tuvo que alejarse ante las nuevas ráfagas que vio venir. Quiso gritarle que la esperara, pero tuvo miedo de que la encontraran y empezaran a atacarle. No era tan rápida como sus compañeras para volar en la escoba y ciertamente, tampoco lo era esquivando. No le quedaban más opciones que esperar ahí escondida rezando porque no la encontraran mientras su superior tenía que pelear sola. Su magia no era tan poderosa y ni siquiera podía crear un escudo estable como el que estaba usando Tsunade para protegerse. Las ráfagas contra su maestra se volvieron insistentes y no cesaban. Mientras un brazo lo tenía caído por el dolor en el hombro, con el otro creaba su escudo para que no le hicieran más daño. Ella miraba hacia todas partes, quizá buscándola mientras apretaba los dientes, entonces resignada, miró como la envolvía el aro de luz del hechizo de teletransportación y desaparecía sin dejar rastro.

Su superior se había marchado, la anciana Chiyo estaba derrumbada en el suelo, tal vez asesinada y ella estaba ahí, en la rama de un árbol escondida entre las hojas, temblando como una.

Mierda, escapó.

Sakura escuchó una voz masculina desde el suelo. Muchos pasos se escucharon muy cerca del árbol donde se refugiaba y cada vez parecían más cercanos. Quería fijarse, pero tenía miedo de que la descubrieran.

¡Si antes ya era difícil encontrarlas, seguramente ahora que vaya a donde se esconden y avise a las demás, esta búsqueda será peor!

O puede ser algo bueno.

Los hombres parecían haberse detenido justo a su lado, estaba tan quieta que incluso sintió que le faltaba la respiración.

Explícate Sasuke.

Las brujas son rencorosas ¿no?, puede que ahora ellas vengan a nosotros después de que herimos a una y matamos a esta otra.

Es verdad, los enanos dijeron que ya sabían de nuestra existencia, es posible que ellas mismas nos estuvieran buscando.

Hasta ahora, había escuchado cuatro voces diferentes, todas masculinas, pero podría haber más.

Bueno, pero mientras ¿qué haremos? ¿Nos quedaremos aquí por si regresan?

No creo que lo hagan esta misma noche, esa mujer tendrá que recuperarse.

Por cierto, había una tercera bruja, ¿qué sucedió con ella? ¿Escapó?

Seguramente.

Sakura deseó con todo su corazón que se callaran y se marcharan para que pudiera salir, la situación era asfixiante para ella y tenía deseos de llorar. Por estar sola, por confirmar que Chiyo había fallecido, por tener miedo. Apoyó su mano descuidadamente a su lado y agitó una ramita. Mordió sus labios. Había viento, esos especímenes masculinos podrían pensar que se trataba de eso, o de un animal cualquiera. Rogó que fuera así, que lo dejaran pasar por alto.

No tiene caso seguir aquí entonces, retirémonos.

Dejó escapar el aire y esperó a que, entre más balbuceos y palabras que no comprendía, los machos de una especie que no pudo ver se marcharan. No podía salir de su refugio de inmediato, debía esperar a que pasara por lo menos unos diez minutos hasta que en verdad ya estuvieran lejos y no tuvieran oportunidad de atraparla. Sin embargo, ahora se sentía más calmada y simplemente esperó.

03

Pasó más tiempo de lo que primeramente pensó, casi una hora completa en la que estuvo recargada en el tronco del árbol. Hubiera querido salir antes para regresar a su hogar lo más rápido posible, pero cuando intentó hacerlo, se dio cuenta de que no se habían llevado a la señora Chiyo, ella seguía ahí. Entonces lloró en silencio por ella. No eran las más cercanas, ni tenían tantos recuerdos juntas, pero eran camaradas. Siempre intentó ayudarla en lo que podía y Chiyo siempre tenía un buen consejo que darle. Una mujer muy hábil para los remedios curativos, una buena consejera y abuela, tuvo una larga vida, pero las despedidas no dejaban de ser algo triste.

Siguió otra hora y después otra, hasta que llegó el momento en el que debía seguir.

Salió de su escondite con las piernas temblorosas, intentó mirar lo menos que podía a la señora Chiyo e invocó su escoba para poder marcharse. Nos obstante, otro de esos ruidos extraños se escuchó, como alguien ajustando algo dispuesto a atacarla. No había ni podido subir a su escoba cuando una ráfaga la golpeó tan tenaz que partió la fuerte madera. Ella volteó lentamente y ahí estaba alguien, un macho de otra especie.

¿Pensaste que podrías engañarnos? ¿Qué no nos daríamos cuenta de que seguías ahí?

Los ojos de Sakura se humedecieron, pero no soltó sus lágrimas. Si había llegado su momento lo haría con dignidad.

¿Qué pasa? ¿Nos ibas a atacar cuando nos descuidáramos? ¿O es que eres tan débil que estabas esperando a que te vinieran a rescatar?

Sakura agitó su cabeza, ninguna de todas sus acusaciones era cierta, pero eso no lo tenía que explicar.

Sí soy débil —dijo y enseguida se arrepintió de haberle dicho eso a un enemigo que le apuntaba con una cosa rara para matarle. —Pero no espero a que me rescate nadie.

El hombre guardó silencio por un largo momento.

Qué pena, eres sólo una niñita.

La miraba con una profundidad que la incomodaba demasiado. No era personal, sus ojos eran así, tan negros que parecía que no tenían pupila, un efecto que sólo tenían algunos dragones, pero él no parecía de ninguna manera uno. Era agraciado físicamente, como un ángel o un elfo, pero los ángeles eran albinos y los elfos tenían las orejas puntiagudas. Este individuo se notaba alto, aunque estuviera sentado, pero sus orejas eran ovaladas y su cabello negro.

¿Quién eres tú? ¿Qué rayos son ustedes? ¿Por qué hacen daño a los habitantes de Eos?

El individuo se levantó y dejó de apuntarle, empezando a dar pasos hacia ella. Sakura podía mirar en sus ojos que estaba indeciso si contarle antes de querer matarla o simplemente acabar con su trabajo de una vez por todas. Cuando lo tuvo casi encima y le restregó su altura imponentemente, Sakura apretó los ojos y cerró las manos cerca de su pecho, su final había llegado.

¿En verdad eres una bruja? ¿Por qué no has intentado defenderte?

Porque sería inútil hacerlo con una magia tan débil a comparación de la de Tsunade, quien, por cierto, no había podido hacer nada. Porque eso reduciría al mínimo el tiempo que le quedaba de vida y en su cabeza apenas empezaba a despedirse de todas las personas y los lugares que conoció. Porque, en el fondo de su corazón, tenía la esperanza de que la dejara ir.

No quiero pelear —soltó con la voz temblando.

Sakura abrió los ojos sorprendida y se volvió a topar con esos fríos ojos negros que estaban encima de ella. Esa criatura desconocida estaba tocando su largo cabello, estirando sus hebras hasta tener las puntas a poco espacio de su rostro. Las frotó un poco entre sus dedos y luego arrancó un solo cabello.

En verdad es rosa.

La brujita lo miró con confusión.

Las brujas suelen cambiar su apariencia para verse encantadoras y engañar, pero veo que tú en verdad eres así.

Lo que sea que balbuceara ese hombre, no era verdad. Las brujas raramente cambiaban su apariencia con esa finalidad. Tsunade cambiaba su edad, pero lo hacía por gusto propio, para engañarse a sí misma, pero no lo hacían para verse más inofensivas o encantadoras como él decía. Eso era más de hadas malvadas, ya que su magia era más débil y tenían la necesidad.

Eres bonita como un hada, tal vez te equivocaste de especie, pero te hacen falta las alas.

Eso también era una falacia, no todas las hadas eran bonitas como se contaban en los cuentos. Eran más bien normalitas, tan normales como podían ser las hembras de cualquier otra especie. E incluso vestían más ridículo que los demás, con hojas y ramas incómodas, como si no supieran hilar una tela. Respetaría su comparación si se refiriera a los elfos, los ángeles o las sirenas de la costa, esas criaturas sí que eran bellas. Y sólo para agregar, con un poco de magia podía ponerse alas o aletas.

¿Quién eres? —repitió, aun miedosa y sin controlar el temblor de su voz en lo absoluto.

Él se la quedó viendo con su arma en mano, como si pensara qué hacer exactamente con ella. La ajustó en su espalda y se dio la vuelta. Era su oportunidad de salir corriendo para tratar de escabullirse entre los arbustos grandes o mezclarse entro los huecos de conejo, pero en su lugar, se quedó petrificada siguiéndolo con sus ojos verdes.

El hombre movió su cabeza a los lados estirando sus músculos y la miró una vez más, como si él también hubiera esperado que se escapara o peor aún, que intentara atacarlo. Y la verdad es que ni siquiera se le había ocurrido.

No me gusta matar mocosas.

El muchacho hizo un ruidito con la boca. No sabía exactamente qué esperaba de ella ni la manera en la que debía de reaccionar ante sus palabras para no molestarlo y hacerle cambiar de opinión. Sin embargo, ahora que se sentía fuera de peligro, la curiosidad invadía su alma de joven bruja y se vio en la necesidad de preguntar, no podía empezar, pero quería.

¿Cómo te llamas?

La pequeña bruja lo miró de nuevo, no tenía nada de malo darle su nombre, no es como que pudiera hacerle algo sólo por saberlo.

Sakura de las brujas —contestó, con la voz más aguda de lo común. Se armó de valor y decidió que también podía volver a preguntar —¿Y usted quién es? ¿Qué es?

Sasuke —sonrió sólo ligeramente, tan poco que pareció una fantasía. —De los humanos.

Escuchó el crujir de las hojas al verlo alejarse y entre los grandes arbustos con pétalos de color, desapareció. Al final había corrido con suerte, Sasuke de los humanos le había perdonado la vida.

Sin embargo, un sentimiento extraño le llenó el pecho. Había sido… bueno con ella, no obstante, había atacado a la señora Tsunade y asesinado a Chiyo. Era bueno, pero también era un ser malvado. Los humanos eran seres no mágicos. No eran tan salvajes ni tan civilizados, eran seres más… complejos.

Y ya no podía sentirse triste, aunque quisiera. Había algo más en su pecho, algo que no había sentido antes y que definitivamente no era dolor. No era nada parecido al desprecio por los ángeles, la superioridad que sentía sobre las hadas o el rechazo hacia los elfos. Tampoco se parecía a lo que sentía por Tsunade o las demás brujas que admiraba, ni el cariño que sentía por su mamá o sus amigas. Había algo diferente, cerca, muy cerca de su corazón.

Un pinchazo. Como si la hubiera envenenado con su mirada, quería que regresara y que volviera a verla con esos ojos negros que parecían oscuridad. Que le dijera algo diferente, que volviera a alagar su juventud o su apariencia. Humano tan hermoso que quería volverlo a ver.

Se estaba comportando como una tonta egoísta. Había sobrevivido a su ataque y se ilusionaba tontamente con quererlo ver. ¿Qué rayos le pasaba?, seguramente iría a lastimar a más criaturas mágicas como lo había hecho hasta hoy. Él era malvado, el nuevo enemigo del mundo mágico y debía ser detenido. No podía compararlo con los buenos ángeles o los elegantes elfos solo porque también era bello. Seguramente los libros se habían equivocado y los humanos tenían también un don mágico. Sí, eso debía ser.

04

Entonces, desde ese día no lo pudo olvidar. Cuando regresó a la montaña de las brujas y recibió los abrazos y la bienvenida de sus compañeras, que ya se habían armado para salir en su búsqueda y de la de los enemigos, lo primero que hizo fue desempolvar la bola de cristal de su difunta abuela e intentar utilizarla para ver a ese humano.

No sabía usarla, todavía no era parte de su entrenamiento, sin embargo, sentía la necesidad de aprenderlo ahora para poder usar ese hechizo que le permitía mirar cualquier lugar, en cualquier tiempo y a cualquier persona.

Fueron seis meses de exigente entrenamiento día y noche. Se convenció y convenció a su madre de que lo único que quería era localizar a los invasores para detenerlos y serle útil a la señora Tsunade. Que si ella no podía encontrarlos era porque no sabía cómo ni qué buscar, pero que ella sí había estado más cerca, incluso los había tocado. Y aunque esto no se lo había dicho a nadie, incluso había mirado a los ojos de uno y sabía su nombre.

Trabajó tanto y tan duro con ese propósito, encontrarlos y de paso, mejorar como bruja. A pesar de que ellos habían dejado de atacar a las criaturas mágicas sin aviso y de que las sirenas habían visto sus grandes botes alejarse. Ella siguió buscando a esas amenazas incesantemente, casi con obsesión.

Y de repente, después de dos años de casi haber pensado que su encuentro había sido sólo una fantasía, su bola de cristal mostraba una imagen que se hacía más clara conforme enfocaba su magia y sus ojos verdes se dilataban sin creerlo. Su cabello negro y ahora más largo, menos puntiagudo, sus ojos negros ahora más cansados y profundos, su cuerpo más alto y sus hombros más anchos. Era él, finalmente lo había encontrado.

Y cuando estaba a punto de salir de su cabaña para avisarle a la señora Tsunade de su avance, para que ella pudiera usar su magia y encontrara su exacta localización, fue que se detuvo, regresó hasta su bola de cristal y la escondió. Decidió tan abruptamente como todo sucedió que sus nuevas habilidades serían su nuevo secreto, así como lo había sido él todo este tiempo.

Lo miraba, desde que despertaba hasta cuando se afeitaba la barba y entrenaba con los otros humanos hasta retirarse a descansar. A través de su bola de cristal podía admirarlo y admirar a su mundo, conocer su modo de vida, sus pensamientos y sus secretos. Lo vio convivir con su hermano Itachi, lo vio impresionar a su padre Fugaku, lo vio competir con su mejor amigo Naruto y lo vio sufrir cuando perdió a su madre Mikoto. A lo largo de los años estuvo firmemente a su lado.

La curiosidad fue su motivación, pero también fue el deseo de simplemente mirarlo, conocer a la especie de la que había oído hablar tan poco pero que tenía tanto por mostrar. Descubrió que los humanos eran crueles y traicioneros, embusteros, mentirosos, ¿qué especie no tenía de aquellos? Porque a su lado y con las personas que le rodeaban, también descubrió que podían ser gentiles, cálidos, fieles y confiables. Se dejaban llevar por el honor y tenían su propia justicia. Eran seres un poco desorientados, pero aún se mantenían aprendiendo. Eran miedosos a lo desconocido y aun así quería seguir conociendo de lo que les rodeaba. Complejos, como alguna vez los había definido. Complejos y maravillosos a su manera.

Lo entendió, lo que la había impulsado a buscarlo fue el asombro, el descubrimiento. Lo que le siguió fue la curiosidad, la fuerza. Mantenerlo como secreto había sido el encanto, el deseo. Y ahora, lo que la impulsaba a seguirlo viendo a través de los años era el cariño, el amor.

¿Qué podía saber una joven bruja del amor? Nada, una miseria. Ellas se burlaban del amor, lo aplastaban y lo hacían suyo sólo para aprovecharse de otras criaturas que eran débiles ante él. No caían enamoradas, ni siquiera amaban a los débiles brujos quienes solo servían para crear más brujas poderosas. En su especie, sólo se usaban a los machos para procrear y después eran tan inútiles como regar las plantas en la lluvia.

No obstante, él no era un inútil brujo, entre los humanos era alguien con tanto valor como sus hembras y no servían sólo para procrear, sino que las cortejaban, las protegían, incluso lloraban por ellas y se quedaban a su lado, formando parte de la familia. Algunos las traicionaban por otras y entonces se formaba un lío amoroso que nunca antes había conocido en otra especie. Era tan absurdo como interesante, era simplemente nuevo.

Y el papel que tomaba Sasuke de los humanos en toda esa historia era como el del guerrero que intenta parecer un lobo solitario, pero que la verdad era que tenía amigos con quien contar, tan fieles y de confianza que le hacían dar un nuevo significado a lo que ella conocía como amistad.

Lo había visto convertirse en un hombre maduro y valiente, rodeado de diferentes tipos de personas, de mujeres que lo amaban como ella y de hombres que lo valoraban. Quería decirle de alguna manera que además de los humanos, también tenía una brujita de cabello rosa que haría cualquier cosa por él, que lo había observado por tanto tiempo con la mente abierta dispuesta a conocerlo que había terminado enamorada de él. Que sabía lo que significaba ese sentimiento porque su mundo se lo había enseñado y que estaba preparada para demostrarle cuan afectuosa podía llegar a ser.

Diez años después lo había visto subirse a un bote gigante, que ellos llamaban barco, para por fin regresar. Su aldea de humanos, que llamaban distrito, estaba del otro lado del mar alejado de toda criatura mágica. Según lo que había aprendido de Shikamaru, el sabiondo del equipo de Sasuke, era que un navegante humano se había aventurado a cruzar el océano a pesar de que todos le dijeron que lo único que encontraría sería muerte de hambre y sed, porque no existía nada del otro lado del océano. Sin embargo, obviamente se habían equivocado y el navegante, un tal Jiraiya, regresó con pruebas de que existía algo más maravilloso que cualquier herramienta, un mundo lleno de magia y fantasía, que debía ser explorado con más hombres y más equipo, su mundo.

Fue cuando Sasuke y su equipo habían llegado a la tierra de Eos por primera vez, de manera brusca y violenta como los humanos solían ser cuando se topan con algo que no conocen. Con sus armas que ahora sabe que se llaman pistolas y rifles de asalto y sus artefactos de guía que se llamaban brújulas. Habían llegado para llevarse habitantes de Eos y descubrir en ellos cosas que podrían ayudar a su propia civilización, pero el plan había terminado tan rápido como había empezado gracias al mismo Jiraiya, quien se le hacía todo tan injusto e inhumano.

No obstante, Jiraiya el navegante había muerto y en su lugar quedaba Danzo, uno de los humanos despreciables que decidió reanudar la invasión a Eos para investigar y experimentar con sus habitantes en pro de su propia especie.

Lo que la llevaba al presente, la noche en que su barco arribaría en Eos y su misión de capturar y asesinar a más criaturas, entre ellas brujas, continuaría. Pero esta vez sería diferente porque ella tenía un plan y las brujas habían sido advertidas. Las sirenas se habían encargado de difundir el avistamiento de sus botes gigantes y las criaturas mágicas se habían preparado a su manera. Algunos descuidadamente como si no representaran un peligro, algunos con más rechazo e ira por haber perdido a seres importantes, otros con indiferencia ante una anterior amenaza que había sido tan fugaz como un mal recuerdo.

Las brujas tomaron sus escobas y volaron hasta la costa con la guía de Tsunade, la bruja mayor. Cuando los tripulantes del barco parecían haberlas visto, comenzaron a atacar con sus armas de pólvora que hicieron a algunas caer, pero que provocaron que otras prepararan sus bolas de energía, rayos y fuego para atacar de vuelta.

—¡No los dejen pisar nuestra tierra!

Los ángeles en su absoluta gloria crearon escudos para proteger los árboles y a las sirenas que deseaban ayudar con su canto ensordecedor. Los elfos atacaban con sus arcos y sus flechas, los enanos aguardaban impacientes a que el barco terminara de llegar para atacar con sus dagas afiladas. Las hadas lanzaban estelas de luz que, aunque no eran tan poderosas, juntas causaban un gran daño. Eos estaba ahí para defenderse de los malvados invasores y los invasores respondían, indispuestos a rendirse en su misión.

Una sólo bruja esperaba atenta en la rama de un árbol, con la vista fija en una sola existencia. Se veía tan maravilloso peleando, a veces estoico y a veces rompiendo su fría expresión. El barco había logrado arribar y entonces los humanos bajaron disparando en todas las direcciones. Eos era más grande, los poderes más espectaculares, pero ni así tenían oportunidad contra sus veloces y potentes armas que con un disparo atravesaban los rayos de luz y mataban.

—¡Dispérsense!

Había escuchado gritar a Itachi y los demás hicieron lo propio. Algunos humanos cayeron ante el ataque conjunto, pero eran más los de Eos quienes caían derrotados.

Ella voló hasta la siguiente rama, acercándose, pero no demasiado, esperando su oportunidad y vigilando que ningún enemigo estuviera tras su espalda.

En ese momento luchaba contra tres elfos, las balas se le habían acabado y necesitaba recargar, pero ellos no se lo permitían, entonces se cubría con su propia arma de los ataques con flechas y espadas mientras intentaba abrirse para cargar su arma. Se había alejado lo suficiente de sus compañeros y ninguno podría ayudarlo. Estaba acorralado y era su momento de aparecer.

Habiendo noqueado a uno de los elfos y dispuesto a usar la dureza de su arma para hacer lo mismo con los otros dos, Sasuke no vio llegar el ataque desde un costado que recibió directamente en el brazo que sostenía la base de su arma que cayó a un lado de él y antes de que un elfo pudiera recogerla, una estela de luz les cegó hasta dejar a todo el que los rodeara inconsciente, menos a la misma bruja y al humano. Ella le había protegido de su propio ataque sólo para lanzarle otra esfera de rayo a una de sus piernas y dejarlo tendido en el suelo, lejos de su arma.

La miró directamente a los ojos, como hace tanto tiempo que no lo hacía. Sakura sintió como la expectación mezclada con la ansiedad se apoderaban de ella, a pesar de que ya era una adulta, aun se sentía como aquella pequeña brujita indefensa que él una vez perdonó.

—Sakura.

La bruja respingó ante su propio nombre, no pudo evitar sonreír, aunque no fuese el momento.

—Sasuke-kun. ¿Me recuerdas?

—No eres fácil de olvidar.

Pudo haber seguido hablando con él, toda la noche si así lo hubiese querido, pero necesitaba sacarlo de ahí antes de que alguien más llegara y desease matarlo. Sería peligroso si alguien la veía ayudarlo, sería una traidora de Eos y no tendría un lugar a donde ir, pero necesitaba hacer lo que tenía planeado y retractarse no era opción, lo había deseado por tantos años que sus dedos simplemente temblaban ansiosos de poder tocarlo con libertad, sin que hubiera cristal entre ellos.

Así que, con un rápido movimiento de sus dedos, transformó al pobre hombre en calabaza, lo metió en su bolso y como si nada hubiera pasado, se marchó de ahí.

05

Antes de regresar a su hogar, para no despertar sospechas, peleó y se dejó ser vista por Tsunade en el campo de batalla. Se retiraron cuando los humanos habían logrado escapar y algunos de ellos habían asesinado a demasiados habitantes de Eos que pelear era insostenible por más tiempo.

Los ángeles declararon la retirada hacia el centro ceremonial de Eos, pero Sakura se excusó con su maestra, diciendo que se encontraba muy cansada y deseaba llegar lo más pronto posible a su casa. Por ser su favorita y su bruja más leal, la dejó ir.

06

En la soledad de su casa, bajo la luz de las velas con olores más encantadores de Eos y la Luna llena como testigo, Sakura sacó de su bolsillo aquella tierna calabaza negra y con un beso de amor la convirtió en un príncipe, su príncipe de cuento de hadas, aquel que mataba brujas.

Intentó disimular su adoración cuando él la miró después de toser y darle un poco de confianza, decirle con su mirada suave que no había nada que temer, porque jamás le haría daño.

—¿Qué quieres de mí?

Fue directo como siempre, sin pelos en la lengua porque así era su humano.

—Nada especialmente malo.

Sakura sabía que también debía ser directa, pero era tan difícil para ella decir lo que sentía sin que todo pareciera tan raro. Sasuke había estado toda su vida tan ajeno a la magia que seguramente no lo entendería. Pensaría que una mujer no se puede enamorar de un hombre con haberlo visto una vez hace tantos años, pero no había sido así como sucedió, fue con el transcurso del tiempo de observarlo a él y a su especie, fue la curiosidad, el placer de lo distinto, lo prohibido y lo secreto lo que la enamoró, lo que lo hacía tan especial.

—¿Sabes Sasuke-kun? No es nada fácil que una bruja caiga en un hechizo —dijo, acariciando los cabellos largos y lacios de su amor. —Pero lo lograste, me hechizaste, te felicito por eso.

Sasuke ya no era más el joven adulto que una vez conoció, ahora era todo un hombre maduro, hecho y derecho en los años en los que ya podía casarse y tener una familia. Y eso no era un problema, porque ella ya tampoco era esa joven brujita inexperta, ya era una adulta como él, una mujer.

Extraño por las palabras y la expresión de la mujer, Sasuke afiló su mirada.

—No entiendo qué quieres decir.

Con cautela, Sakura fusionó el cuerpo de Sasuke en la madera de la casa, dejando sólo fuera su torso y su cabeza para que no pudiera hacerle daño, entonces muy cerca de él, sujetó su rostro tan hermoso y lo miró con ternura.

—Desde aquel día en que atacaste a todo el que se metiera en tu camino, menos a mí, no pude dejar de pensar en ti. Me hiciste preguntarme, ¿por qué conmigo hiciste una excepción? No había nada de especial en mí, pero me dijiste que no atacabas niños —hizo una pausa para acariciar los cabellos de su frente. —Pero ya no soy una niña, ¿me atacarías ahora?

Sasuke no respondió, seguramente todo le parecía tan absurdo. Lo conocía mejor que nadie, cuando no eran directos con él, se ponía de mal humor y exigía respuestas de una buena vez. Entonces se las dio.

—Lo que quiero decir es que, te amo.

En el primer segundo después de que ella dijo eso, Sasuke resopló con burla, pero por supuesto que Sakura no se ofendió, porque sabía que eso haría.

—¿Me amas? Vaya, que afortunado soy.

Sakura negó.

—Sé que no me crees porque nos conocimos hace mucho tiempo, pero yo te estuve observando Sasuke-kun, con mis poderes y mi bola de cristal, estuve contigo en estos diez largos años. ¿Te parece raro?

Sasuke quitó la expresión de burla y se puso más serio. Amaba cuando se ponía así.

—¿Cuál es realmente tu objetivo? ¿Quieres venganza y esta es tu forma absurda de engañarme y ganarte mi confianza? Estas equivocada, yo…

El humano no pudo terminar su frase porque ella le besó. Tan inexperta y bruscamente que chocó sus labios contra sus dientes y apostaba que se había hecho daño. Pero ahí estaba, pegada a él intentando mover sus labios sin saber bien qué hacer, sin esperar que él hiciera algo para corresponderle porque no lo haría.

Sakura no era ingenua, sabía que un romance entre ellos no podría existir jamás, porque ella era una joven bruja y él un maduro cazador de ellas; porque, aunque ella lo amaba él jamás la querría; porque ninguna de sus especies lo aceptaría.

Si rechazaba a las mujeres humanas, ¿qué la haría diferente a ella? Nada, ni siquiera la conocía. Lo peor era que, si la rechazaba, de cualquier manera, lo dejaría ir. Jamás tendría las agallas para hacerle daño ni tampoco para obligarlo a que fuera infeliz atado a la madera de una casa por siempre. No obstante, aunque lo había visto rechazar a demasiadas mujeres en su vida, también lo había visto acostarse con ellas y hacerlas creer y sentirse que eran queridas. Una ilusión que provoca su carne con astutos dedos, dulce boca y grandísima…

—Este será nuestro trato —empezó, cuándo se separó de sus labios. —Hazme sentir querida y yo te recompensaré con lo que me pidas, incluso tu libertad.

Sasuke tan serio como siempre, no pronunció palabra ante su propuesta tan indecorosa. Sakura sabía perfectamente que podía rechazarla y dejar que su orgullo lo llevara a elegir la muerte en lugar de complacer los deseos de alguien que ante él podía seguir pareciendo una chiquilla.

Pero de la misma manera, también sabía que el ser humano podía ser morboso y sentirse excitado ante situaciones como esta. Se desajustó la parte superior de su ropa para enseñarle su piel blanca que combinaba tan bonito con su cabello rosa y sus ojos verdes. Para ser una bruja, era hermosa y no sólo eso, también era una enemiga joven que estaba dispuesta a entregarse mientras la guerra de sus especies sucedía allá afuera. Todo era tan morboso y prohibido. Tan digno del deseo humano.

—Déjame en paz, mocosa.

Como un incentivo, después de decir eso su vestido de bruja cayó.

—Puedes divertirte con mi cuerpo y marcharte de aquí, o puedes rechazarme y entonces morir —dijo, acariciando sus propios brazos. —Y sí mueres, usaré tu cuerpo para hacer mi magia negra y maldecir a toda tu familia.

—Cuando yo te dejé ir, no te pedí algo a cambio.

—Ese no es mi problema.

El hombre no dejaba de observarla, intentando intimidarla para hacerle creer que meterse con él era una mala idea, pero no desistiría de lo que había deseado por tanto tiempo.

—No tuve que utilizar mi magia para que el destino te trajera de vuelta a Eos, es el deseo de alguien superior que nos volvamos a encontrar y que nos queramos. Sé que no me puedes amar, pero podrías fingir como si lo hicieras.

Sakura restregó su cuerpo en el cazador. La pequeña redondez de sus pechos acarició su barbilla rasposa y su mejilla quedó en su frente. Frotarse era la manera en la que las criaturas femeninas expresaban su deseo a los machos y los humanos no eran tan indiferentes ante las muestras de afecto. Ni siquiera él.

Estaba esperando a que dijera algo, a que aceptara o reaccionara, a que su cuerpo se erizara igual que lo hacía el suyo. Sin embargo, estaba tan frio como siempre, tan distante al afecto.

—¿Para qué me pides que tome una decisión si de cualquier manera vas a hacer lo que quieras?

Su voz tan fuerte sólo era un incentivo para querer besarle.

—No voy a forzarte, sólo los hombres toman cosas a la fuerza. Lo que quiero es seducirte.

—Esto no es seducción, te estás aprovechando para chantajearme.

Por primera vez desde que llegó, lo vio sonreír confiado. Incluso en esa situación no podía dejar de ser el macho dominante. Tal vez por fin ya lo había entendido, la lógica de las brujas no era la misma que la de las humanas. Ella podía tener lo que fuera de él y dejarlo ir. Incluso, podría tener a sus hijos y no molestarlo jamás, el amor era fugaz, con que su deseo fuera complacido sería suficiente.

—Está bien, acepto.

Sakura lo abrazó con alegría restregando sus pechos en su cara, después lo besó.

—Bien, bien —murmuró nerviosa. —¿Qué deberíamos hacer primero?

—¿No lo sabes?

Sakura negó con la cabeza. Ya era un adulto, pero parecía una pequeña adolescente. Sasuke resopló como si algo le pareciera irónico y Sakura se avergonzó.

—Haces todo esto para poder estar conmigo un rato y tener un poco de sexo ¿y no sabes qué hacer? —comentó, tomando de nuevo el control de la situación. —¿Has guardado tu primera vez para un desconocido que se dedica a matar a tu pueblo y a tu especie? Estás loca.

—Claro que estoy loca, soy una bruja —remató con más confianza. —Este tipo de cosas no son nada para mí.

Sasuke asintió, como si aceptara que le cree y que todo tuviera más sentido ahora.

—Desátame.

—No soy una tonta, sé que intentarás algo.

—¿Cómo quieres que te coja si no me puedo mover?

—No tienes que hacer nada, todo lo puedo hacer yo, sólo tienes que decirme cómo hacerlo.

Sakura desabrochó los pantalones del humano con simpleza, lo había visto hacerlo cientos de veces, las mismas que lo había visto desnudo para tocarse o tocar a otras mujeres. Sabía más o menos qué hacer, aunque nunca lo había hecho y sabía más o menos qué decir, aunque nunca lo hubiera dicho.

—Esto… —mencionó, tomando su flacidez en una mano. Sasuke empezaba a incomodarse. —Es todo lo que necesito.

07

Naruto disparó al cielo cuando escuchó el primer disparo en la lejanía. Eran sus compañeros quienes anunciaban que seguían vivos antes de marcharse. Sólo tenía que contar el número de disparos para saber cuántos habían sobrevivido y continuar para encontrarse. Las criaturas más fuertes se habían retirado y las más débiles los miraban con miedo, en el fondo le daba mucha pena que las cosas sucedieran así, pero las ordenes debían ser obedecidas.

Debían escucharse veintisiete disparos y sólo se escucharon veintitrés. Había visto caer a dos de sus compañeros y los otros dos le eran desconocidos. Recorrió el camino largo de pasto gigante que lo llevaba hasta una montaña con casas alrededor de su altura. Escuchó los jadeos de un hombre, estaba cerca de algo importante.

Apuntó firmemente hasta un conjunto de ramas más altas y se acercó con cautela. Había alguien herido ahí. Con la punta de su arma movió las largas hojas hasta encontrarlo, ahí, sin pantalones y con los brazos y piernas rojas como si hubieran sido presionadas. Vio la estela verde que dejaban las escobas de las brujas y disparó siguiéndola, hasta que la mano en su tobillo lo detuvo.

—Déjala ir.

Naruto se agachó a su lado.

—Viejo, ¿qué sucedió? ¿Te violaron?

Sasuke negó cansado como acabando de salir de una carrera. Le pidió que le ayudara a ponerse algo abajo y Naruto le prestó su chaqueta.

—Fue una negociación.

Lo ayudó a ponerse de pie, la presión de sus brazos y piernas atrapadas lo habían acalambrado.

—¿Por qué no dejaste que me encargara de ella?

Comenzaron a caminar para reunirse con los demás y esperar nuevas órdenes. Quizá Danzo les pediría que siguieran atacando y recolectando todo lo que pudieran, o los haría regresar para prepararse con más armas antes de volver.

—Porque lo haré yo.

A través de su bola de cristal, Sakura vio como los humanos rodeaban al suyo y le preguntaban distintas cosas, entre ellas, porque había llegado sin pantalones. Encantada bajo el mismo hechizo, Sakura admiró la belleza del humano que no se comparaba a la de nadie más. Entre el asco y las burlas de sus compañeros, pudo ver claramente los deseos de su humano por volverla a ver. No eran deseos de amor por supuesto, probablemente no quisiera hacer otra cosa más que darle su merecido. Pero incluso si lo que le deparaba a su lado era la muerte, la joven bruja siempre estaría dispuesta a caer rendida en sus brazos con sólo volverlo a ver.


Día 1: Lejos de casa.


Oh shit, here we go again

Hola muchachos, después de un largo tiempo de no subir nada regreso para mi mes favorito en todo el world. El mes Sadosaco. Mi corazón hace doki doki por esta pareja y pues siempre quiero colaborar, aunque jssjsjsj luego no lo termino porque tengo que pinshis trabajar, además estoy escribiendo otras cosas guiño* guiño*. Bueno, al menos lo intento, no me puedo quedar como si nada ante la fiesta sasusaku, yeah. Aunque Sakura parezca menor, realmente tendría unos 13 cuando conoció a Sasuke y ya con los +10 tendría 23. Sasuke puede tener la edad que sea, siempre está ardiente osiosi. No hay lemon porque hubiera quedado más largo y además vendrán otros, es para no cansar al público con tanta marranada.

También es mi regalo de cumpleaños atrasado para mi boludo favorito Lian Kirito-kun, mi mejor amigo con derechos de internet. Lo quiero mucho a pesar de que tiene cara de pene. Los invito a leer sus fics jajjajajsjsja están chulos.

¡Gracias por leer! Siempre suyo. SM