10.- ¿Cómo cuidarnos?
Hace quince días que no nos vemos, ¿verdad?
Perdónenme por favor. Sé que soy un ingrato pero, ¿qué hubieran hecho ustedes si una persona especial, tan preciosa y maravillosa como mi Peri les diera todo lo que alguna vez llegaron a soñar en una pareja?
Amor, comprensión, compañía, cariño. Sexo...
Ojalá fuéramos más grandes.
Oh, sí. No sé qué planes tenía mi Peri para el verano, pero lo cierto es que nos hemos vuelto inseparables. Pasamos casi todo el tiempo juntos. Nos hemos citado fuera de la casa, como cualquier pareja normal de novios. ¿Saben? Me encanta ir por la calle de la mano de mi Peri. Aunque la muy poca gente que nos conoce se quede desconcertada.
Y claro... Nos las hemos arreglado para hacer el amor todos los días, desde nuestra primera vez.
El sexo ha sido maravilloso, y mejora cada día. Me parece increíble, pero la verdad es que nuestros... eh... arrebatos de pasión son mucho más intensos que los que tuve con Connie. No siempre tenemos la privacidad que quisiéramos para dar rienda suelta a toda nuestra pasión, pero aprovechamos cada momento para encerrarnos en mi cuarto, y darnos todo el placer que podemos.
Peri aprendió muy rápido a explorar y estimular mi cuerpo, así como yo el de ella. Cuando tenemos tiempo suficiente, nos dedicamos todo lo que podemos para darnos mucho placer con nuestras bocas y nuestros cuerpos. Solo cuando ya estamos muy excitados y no podemos resistir, es que viene la cereza del pastel: la penetración. Y como siempre quedamos tan bien dispuestos y lubricados, no pasaron muchos días antes de que Peri pudiera recibir mi pene completo en su interior.
También hemos empezado a probar otras posiciones. A Peri le gusta mucho la que llaman doggy-style, o del perrito. A mí también me encanta, pero me temo que el panorama es demasiado estimulante como para que yo pueda resistir mucho tiempo. El precioso trasero de Peri hace un contraste tan grande con su cinturita que... bueno, ustedes me entienden. No es mucho lo que puedo resistir. Por más que lo intente.
Yo prefiero la posición de la vaquera, con ella encima de mí. Me encanta ver su carita de placer cuando tiene todo mi pene dentro. Me fascina tenerla de frente para atraerla, besar, chupar y morder sus labios, sus senos y su vientre. Acariciar todo su hermoso cuerpo y tomarla de las caderas para que se coma mi pene completito mientras grita de placer...
Ya se imaginan que casi siempre hacemos el amor más de una vez. En una oportunidad, tuvimos el día casi entero para nosotros y perdí la cuenta cuando ya habíamos hecho el amor seis veces. Es que... Después de cada vez, parecía que nos habíamos saciado. Pero poco después, un roce, una caricia... una postura corporal volvía a enardecernos. Nos tocábamos, nos hacíamos besos y caricias cada vez más apasionados hasta que nos volvíamos a excitar, y hacíamos el amor otra vez. Terminamos felices, pero algo adoloridos. Pero eso no impidió que al día siguiente nos diéramos otra dosis generosa de placer.
El único motivo para que hoy no estuviera con ella es que, por desgracia, mi amada Peri padece severísimos cólicos menstruales. Por la tarde se sentía muy mal, y se tomó un analgésico fuerte para dormirse temprano y no tener que soportar el dolor. De no ser por eso, seguramente ahorita estuviera aquí, conmigo. Y seguro que no necesito decirles lo que estaríamos haciendo.
A pesar de todo, Peri me dijo que le dolía mucho menos de lo habitual. Sus ataques podían dejarla hasta dos días casi tirada. Algunas veces hasta tiene que faltar a la escuela, pero dice ahora no le dio tan fuerte. Ella cree que el hecho de hacer el amor conmigo le ha ayudado, y me explicó muchas cosas sobre que el semen masculino tiene prostaglavinas, serotoxina, y no sé cuántas sustancias más que son buenas para la mujer...
¿Qué? ¿Qué si ya... eyaculé en su vagina?
Ay... Me da vergüenza confesarlo, pero... Sí.
Sí, sí. Acepto todos los calificativos que quieran ponerme, porque tienen razón. No pude resistir mucho tiempo, pero debo decir que eso fue por la insistencia de Peri, y por la plática que tuvimos desde la segunda vez que hicimos el amor.
El condón me parecía la manera ideal para cuidarnos, pero nunca se me ocurrió que ella, o cualquier otra mujer pudieran rechazar el condón. Y menos, una tan inteligente como Peri. Lo peor de todo, es que yo ya estaba bien preparado para hacer el amor con condón, pero ella simplemente no quiere usarlo.
Yo le insistí en que teníamos que probar el condón. Que no podíamos estar confiando en nuestra suerte para que ella no se embarazara. Y aunque ella me insistía que todo estaba bien y tomaba precauciones, yo no cedía. Al final, me confesó que había empezado a tomar anticonceptivos orales desde aquella tarde en que estuvimos juntos en mi cuarto. Cuando Connie casi nos sorprende. Y no contenta con eso, me enseñó la caja.
Sí, ya veo sus caras de sorpresa. Así exactamente me puse yo. ¿Se imaginan cuántas preguntas me hice? ¿Dónde las consiguió? ¿Quién se las recomendó? ¿Qué riesgos estaba corriendo? Tenía idea de que algunas muchachitas de la edad de Peri toman anticonceptivos orales para regularizar su ciclo, pero siempre bajo vigilancia del médico.
Yo intenté otra vez que Peri cediera para utilizar el condón. Le enseñé la técnica de orgasmos múltiples que hice con Connie. La posición en la que ella tiene las piernas por dentro de las mías, ¿recuerdan? Pues la hice tener varios orgasmos, y al final se sintió lo suficientemente relajada y contenta como para permitirme usar el condón.
Así lo hicimos. Y fue un fiasco. Para los dos.
Después de haber estado piel con piel tantas veces en su vagina tan estrecha y lubricada, yo ya no sentía lo mismo con el condón. Quizá podría haberme acostumbrado de nuevo, pero ella fue tajante.
- No me gusta, amor. No quiero hacerlo así. Siento que me estás metiendo un pedazo de plástico. Me desconcentro, y no puedo disfrutar. Prefiero arriesgarme con las pastillas.
Aunque no lo crean, me molesté. Incluso decidí negarme la siguiente vez. Pero, ¿saben cuánto duró mi decisión?
Al día siguiente llegó a mi cuarto vestida solo, con su sostén y un calzoncito cachetero. Ahí se terminó mi decisión de negarme y mantenerme firme.
Ah... Diablo. ¿Qué puedo hacer?
Estoy muy consciente de que la opción que eligió Peri no es segura para ella. Quizá otros hombres estarían encantados, pero yo no. Amo demasiado a mi Peri como para dejar que se exponga de esa manera. Lo malo, es que no se me ocurre ninguna otra opción. Si no quiere el condón, ¿qué otra cosa podemos hacer?
No. ¡No!
Me da pena decirlo, pero la abstinencia no es una opción.
Sí, ya sé. Somos unos niños. No deberíamos, somos hermanos, es un pecado... Etc, etc, etc.
¿Saben qué? Estoy cansado de esas estupideces. Ni a Peri ni a mí nos importa eso. Nos amamos, ya descubrimos el placer enorme que podemos darnos el uno al otro; y cuando estamos juntos, haciendo el amor o no, somos los seres más felices de este mundo.
Ahora entiendo lo que me dijo mi tío Jasper alguna vez. Tal vez él sea un degenerado, pero creo que en esto tiene razón: "Puedes estar sin sexo muchísimos años. Pero una vez que lo probaste y te gustó, tú mismo lo vas a buscar. Sobre todo si pasa un tiempo y no lo tienes. Y no creas que nada más le pasa a los hombres".
¿Cínico? Tal vez. Pero describe a la perfección lo que nos pasa a Peri y a mí. Y para colmo, está el detalle principal: el amor que siento por ella hace todo más excitante y delicioso.
¿Qué por qué lo digo?
Porque tendré que dejarlos. Peri acaba de entrar a mi cuarto. Y creo que saben lo que eso significa.
¡Perdón por haberlos dejado ayer! Pero por nada del mundo puedo perderme una oportunidad de estar con mi amada hermanita. Sé que no necesito contarles lo que hicimos. Ni siquiera la naturaleza logró poner freno a nuestro deseo. Ella todavía estaba un poco adolorida, pero no lo suficiente como para no querer hacer el amor conmigo.
Ya sé que por ahí hay algunos a lo que no les gusta oír ciertas verdades sobre las condiciones del acto sexual en ciertas circunstancias. No voy a contarles nada sobre lo que hicimos. Solamente les diré esto: no pasa nada que no se solucione con un poco de agua y jabón. O con una buena provisión de toallas húmedas.
Sí. Demasiada información. Pero seguro que alguno de ustedes agradecerá que se lo recuerde.
Peri y yo volvimos a tratar el tema de las pastillas. Le dije que quiero que las deje. Para mi sorpresa, ella está de acuerdo, porque dice que tiene algunos síntomas que solo pueden deberse a las dichosas pastillas.
El enorme problema es que sin condón, no tenemos opciones para utilizar. Ningún ginecólogo va a querer ponerle un DIU, o un diafragma, anillo o capuchón. No a una muchachita que aún no cumple 13 años, aunque papá y mamá lo autorizaran.
Y olviden las inyecciones, los parches, los implantes o los métodos permanentes. Y los métodos naturales...
Sí. El ritmo y la temperatura. Muy arriesgados, pero quizá no tengamos otra opción. Peri me insiste en que funcionará, porque desde hace seis meses es muy regular con su ciclo. "Reglas de cronómetro", las llama ella.
Recuerdo perfecto lo que me dijo.
- Podemos agregar un día más a cada lado de la ovulación, hermanito. Así tendremos margen de seguridad. Los dos controlaremos las fechas, y así no nos olvidaremos. Me tomaré la temperatura para tener una mejor idea del momento de la ovulación. Y Podemos complementar con alguna jalea o espermicida con nonoxinol 9, si no me irrita.
Como no estaba nada seguro, le dije con cierta malicia:
- Hermanita, pero... Ya ves. Ni los días de tu periodo podemos estar tranquilos. ¿Cómo nos vamos a contener durante toda una semana?
- Bueno... -dijo, y su carita de lujuria nunca se me va a olvidar-. A los dos nos gusta mucho el sexo oral. Además...
Se detuvo. Hizo una pausa, y vi que se ponía un poco colorada. Pero no dejó de mirarme fijamente.
- Podemos aprender otras cosas, corazón. Yo estoy dispuesta. Ya he estado ensayando un poco, y... creo que con más práctica, podré lograrlo.
Confieso que al principio no entendí. Pero ella se puso un poco más roja. Movió su cuerpo de manera inequívoca, y me dijo un poco apenada:
- Te juro que tengo ganas de intentarlo, hermanito. Eso puede ayudarnos en... Los días peligrosos. Y así yo puedo dejar de utilizar las pastillas sin temor.
Ay, dios. ¿Acaso hablaba en serio?
Lo confieso. Después de lo que hice con Connie, había fantaseado con eso muchísimas veces. Pero jamás lo hubiera propuesto. Era muy consciente de que podía lastimarla de verdad.
Parece que una vez más subestimé a Peri.
De todos modos, no puedo evitar recordar lo que Connie me dijo:
- Eso no es para todo el mundo, Stevie. Muchas, muchas nunca podrán o querrán hacerlo. Algunas solo lo logran después de una preparación, que puede ser muy larga. Pocas son las afortunadas que lo gozan de verdad, desde las primeras veces que lo intentan.
Me pregunto, ¿a cuál de estos tres grupos pertenece mi Peri?
Presiento que voy a averiguarlo. Y antes de lo que creo.