Candy es una mujer de 24 años de edad felizmente casada con Georges Villers un hombre de 50 años, recién divorciado de Pauna Ardlay la hermana mayor de William Albert Ardlay, quien lleva 2 años radicado en Escocia.

─¿Qué tal Pauna, cómo estás?

Llegaba Pauna con unos anteojos oscuros que tapaba sus ojos hinchados de tanto llanto.

─Eleonor, estoy devastada. Él era el hombre perfecto, atento cordial, ¿en qué momento se enredó con esa niña que no sólo puede ser su hija sino su nieta por Dios?

─Así, son los hombres en la actualidad. Nos ven ya pasada de los 40 y tantos y nos reemplazan por cualquier niña recién salida del jardín de infancia. Pero, ya supéralo mujer, goza, divierte, mira… te tengo un notición, adivina: ¿quién llegó a la ciudad?

─ ¿Quién? ─preguntó Puana con desgane.

─ Vicent. El capitán de la marina mercante. A sus 47 años está como el vino: exquisito. Ese hombre es todo un torbellino en la cama.

─ ¿Ya te lo tiraste?

─Bueno, sí. Te lo recomiendo te hará botar todo el estrés que tengas. Cuando me divorcié de Richard, vaya que fue exquisito, cogimos toda la noche sin parar. Ahora, somos amigos. Dale te lo mereces, contacté una cita con él, quien quita y hasta te preñe. Ja, ja, ja.

─Eres una, una…

─Una mujer que sabe disfrutar de la vida. De nada sirve ser pura y casta. 17 años, fiel a un mismo hombre y un día que decidí sorprenderlo por el día de los enamorado, ¿qué vi? ¡Cogiendo con la secretaria!

─Baja, la voz, mujer.

─Ni hermosa era, una gordinflona de 110 libras más o menos. Sus alegatos ─Eleonor imitó la voz de hombre─ "era una fantasía que deseaba cumplir, te sigo amando". De sonsa lo perdoné y luego… ─Bebió un sorbo de su trago─ una caribeña, una francesa, ¿cuántas fantasías puede tener un hombre?

─¡Miles, son unos pervertidos!

─Pero tu exhombre pasó de la raya: ¿qué excusa te dio?

─Ninguna, que la dulzura y alegría de esa chica lo cautivaron y sabes que es lo peor que es cierto, es linda, la otra vez se apareció en mi rosaleda en un inicio interesada por el cultivo de las rosas, seguidamente se interesó en hacerse mi amiga. Me confesó, que está perdidamente enamorada de mi esposo, pero que desea estar bien con todos sus allegados. Por eso me contactó.

─ Oh, por Dios, cuanta dulzura, tanta azúcar, me hace creer que en cualquier momento caeré en un coma diabético. Ja, ja, ja.

─ Adoro tu sarcasmo. ¿Sabes que me agradó de estos días?

─ ¿Qué?

─ Les hice pasar un mal rato… a ambos, ja, ja, ja.

─ Explícate mejor.

─ Los llamé por un asunto relacionado con la matrícula de Anthony. Y… ja, ja, ja estaban follando.

─ ¿Cómo lo sabes?

─Ella respondió agitada y él se escuchó furioso. Estaban en medio de algo, pero se la interrumpí. ¿Quién les manda?

─Bien, hecho brindemos por ello.

─ Salud ─dijeron ambas a la par, a la vez que continuaron charlando de sus vivencias. Por otra parte, Candy bajaba del avión.

─ Hola, princesa, ¿cómo estás?

─Bien, Georgi.

Continuará.