Y una vez más, atrapado entre sus brazos, y atacado por sus labios. Sólo le quedaba quedarse quieto y rendirse a su tan superior fuerza, totalmente enrojecido. "Es por el enojo", en algún momento, tiempo atrás, Garu se hizo creer. Pero que mentira tan grande, lo reconocía.
De reojo miró a Pucca, que no paraba de besar sus mejillas de manera empalagosa. Era demasiado dulce para él, tanto que no se lo creía. Estaba a punto de ceder, oh no, oh no...
Y es que era tan dulce. ¡Tan dulce! Y sin desearlo, le terminó gustando lo más dulce...
No es un tipo frío... Más bien tiene frío y busca calor, ¡pero tercamente intenta resistirse!
Cierra sus ojos y suspira inevitablemente. Los curiosos ojos rasgados de la chica de rojo se sitúan sobre él, y puede sentirlo.
Y es que su mirada también es tan dulce...
Pero pronto vuelve a la rutina, y de nuevo lo besuquea totalmente. Él se cansa. Ya no quiere más besos, ha tenido suficientes.
En la mejilla.
Y cuando por fin la boquita de Pucca alcanza la suya, al instante se echa hacia ella y regresa con más ganas el beso. Y honestamente ella no se sorprende, ya era rutina. Lo liberó y Garu no dudó en rodearle la espalda y casi hacerla gemir al introducir su lengua.
Perseguirlo, atraparlo, mimarlo y... ser mimada.
Y esta pareja, este divertido amor, ascendió a volverse, a momentos, un amor un poquito muy dulce... O, bueno, tal vez no tanto —es decir, ya no eran niños, para nada—.
Y es que, Pucca era empalagosamente dulce. Garu era ardientemente apasionado.
Sí, tal vez dulce.