Nota: Este es un universo semialterno. Aquí los envíos se realizan entre los doce y los dieciocho años. Norman fue "enviado" a los diecisiete y el escape de los niños de Grase Field fue la noche en que Ray cumplía dieciocho. Aclarado esto, el resto de la historia transcurre según los mismos tiempos después de que huyeran y, por ende, Norman, Emma y Ray tienen alrededor de diecinueve años.

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen.

CAPITULO UNO:

Primera Vez

En una de las habitaciones más altas de la que alguna vez fue una aldea de demonios, se encontraba la oficina del jefe, la de aquella persona al que algunos conocían como William Minerva, otros como James Ratri y para unos últimos, los más cercanos, era simplemente Norman, quien día a día y haciendo uso de nada más que su increíble mente estaba logrando lo que ningún niño ganado alguna vez ni siquiera intentó soñar. Un paraíso libre de demonios en el que todos sonreían, y por todo aquello que había conseguido es que era considerado una verdadera deidad en la que todos sus seguidores podían confiar ciegamente. Sin embargo, en aquel momento, aquella persona que no era ningún Dios, sino que solo un ser humano, otro niño ganado, parecía apesumbrado, como si finalmente todo el peso que cargaba se le hubiera venido encima y no supiera qué hacer.

Norman, por primera vez en mucho tiempo, volvió a sentir la soledad corroerle el alma. Él pensó que ya había superado completamente aquella sensación que le golpeaba el corazón; aquel sentimiento que fue una constante durante su estancia en Lambda y que solo pudo dejar de lado cuando tuvo que poner en uso de todo su ingenio para poner en marcha un plan de escape y posterior destrucción de aquel infierno.

No había sido fácil, recordó. Aunque el tener que planear todo aquello día tras día fue como una anestesia para un dolor, que ahora sabía nunca lo había abandonado y que al ver a sus amigos había regresado de una manera arrolladora. Emma y Ray siempre fueron las personas más cercanas a él y también las más queridas, pero ahora, a pesar de que por fin se habían vuelto a encontrar, sentía que ya no pertenecía a aquella familia y que no merecía de su amistad. Ellos eran personas amables y maravillosas, pero no estaban preparados para saber de todas las crueldades que tanto los demonios como los mismos humanos eran capaces de hacer, y, como ya había comprobado, tampoco estaban preparados para ser partes de la destrucción de toda una raza, así que seguiría solo tal y como lo había estado hasta ahora.

—Soy el único capaz de lidiar con esta carga —dijo con voz firme a la nada, a pesar de que su postura indicara otra cosa.

El hombre tenía apoyado los codos sobre la reluciente superficie de caoba, su rostro apenas era visible al estar presionando con sus dedos las sienes, y sus hombros parecían terriblemente tensos, como si en cualquier momento se fuera a derrumbar bajo el abrumador peso de la responsabilidad. Él parecía una persona peligrosa, pero la realidad de su conducta eran los múltiples sentimientos que habían estado conteniéndose como en una represa y que ahora intentaban escapar tumultuosos.

Emma, sin saberlo, con su personalidad brillante, positiva y amable, fue capaz de resquebrajar la fría capa de hielo que por tanto tiempo había envuelto el corazón de Norman. A pesar de lo mucho que él intentaba seguir convenciéndose que nuevamente su decisión era la única opción plausible, ella logró sembrar la semilla de la duda en el hombre, y el niño arrepentido, asustado y solo que se refugiaba en su interior había sido envuelto en la calidez de la esperanza, deseoso de creer que había otra opción.

¿En qué se había convertido? se cuestionó Norman. En el pasado, estar de su lado habría sido todo en lo que podía pensar sin importar qué tan imprudente sonara, pero ahora, con todo el peso de las vidas de otros niños tras de él, no podía simplemente dejarse llevar por sentimentalismos y arriesgar todo lo que había logrado. Esos días llenos de inocencia quedaron atrás porque ahora tenía un deber que jamás ignoraría; ni siquiera por sus antiguos amigos.

El joven sabía que todos aquellos sentimientos estaban nublándole la razón; haciéndolo dudar, pero por más que intentara seguir convenciéndose de la realidad, no podía evitar sentirse desgarrado entre lo que su mente le decía y lo que su corazón anhelaba.

Norman no podía evitar tener sentimientos encontrados con la decisión de sus amigos. Por supuesto deseaba toda la suerte del mundo a Emma, pero no había manera en que detuviera sus planes si no traían información que en verdad fuera provechosa y en la que no tuviera que sacrificar ni una sola gota de sangre humana. Por eso es que estaba tan preocupado por lo que encontrarían ahí; no quería que ellos se arriesgaran en vano por seres que, a su parecer, no merecían ni siquiera una pizca de bondad.

Por otro lado, Norman no creía en que lograrían llegar a un lugar al que los mismos demonios consideraban solo una leyenda y por eso se intentó convencer que ellos estarían fuera de cualquier clase de peligro.

El recuerdo de la vida feliz que algún día tuvo era toda una tentación, el tener con quienes compartir sus preocupaciones sonaba tan cautivador como el canto de una sirena. Sin embargo, necesitaba frenar sus pensamientos ya que no debía olvidar que todos dependían de que siguiera manteniendo la cabeza fría, que jamás olvidara el infierno que había visto y, por sobre todo, de mantener viva la llama de odio que ardía en su alma.

—Con que rehacer la promesa… —murmuró Norman.

Incluso para alguien tan escéptico como él sonaba bastante esperanzador, pero lamentablemente ese tipo de cosas no se podían dejar al azar.

Norman sabía que solo una persona como Emma podía aferrarse en un ideal tan imposible como ese porque, después de todo, ella seguía manteniendo esa luz que la impulsaba a luchar por lo que creía que era correcto, sin importar que tan loco sonara. Quizás el aún no sabía todas las dificultades a las que ellos tuvieron que atravesar, sin embargo, se alegraba que ella siguiera siendo por dentro la misma Emma de siempre.

Una suave sonrisa borró la preocupación en las facciones del hombre al rememorar el momento en que se volvió a encontrar con sus amigos. Fue muy duro ser apartado, y a pesar de que debió estar mejor preparado para su reencuentro, no pudo evitar que el solo hecho de estar unos segundos cerca de ellos lo llevara de regreso a aquella época de dulce inocencia en la que disfrutaban todos juntos bajo el sol de Grase Field.

Norman dejó descansar la frente sobre el dorso de sus manos entrelazadas mientras miraba la superficie de la mesa en la que estaban apoyados sus codos. Él sabía que no debería sorprenderle que Emma estuviera en contra de su plan, porque, después de todo, ella era tan pura que parecía que ni siquiera todo el mal del mundo era capaz de manchar su corazón, pero a pesar de todo eso (y por mucho que lo deseara) no podía confiar en que lograrían rehacer el trato y que todos ellos pudieran escapar a la tierra prometida. Había muchas vidas en juego y todas aquellas almas confiaban en que él sería su salvador. No podía dejar nada al azar. Era su deber protegerlos, aunque tuviera que irse al mismo infierno para expiar por todos sus pecados.

Con todo eso y mucho más en mente, el chico se estaba preparando para comenzar a trabajar cuando a sus oídos llegó el estruendo de pasos apresurados.

El adolescente, intrigado por el ruido, estaba a punto de levantarse de su escritorio cuando la puerta se abrió de forma inesperada.

¡Era Vincent! Y no estaba solo, tras de él Ray cargaba entre sus brazos a una casi desmayada Emma.

—¡¿Qué es lo que pasó?! —preguntó alarmado, sintiendo el corazón casi en la garganta y la incertidumbre estrujar su alma al ver en ese estado a la chica. Se suponía que ambos estaban en búsqueda de uno de los ingredientes que se le había agotado antes de emprender su viaje.

—¡Ahora no hay tiempo para eso! —gritó el chico de cabello negro, recostando a la adolescente en el sofá de piel—. ¿Cuánto tiempo tenemos hasta que los efectos de la medicina pasen?

Norman estaba frustrado; no entendía qué pasaba, qué le pasaba a Emma ni por qué no la habían llevado a la enfermería. ¿Un demonio los había atacado? Sin embargo, ella no tenía ninguna herida visible o manchas de sangre en sus ropas.

—Entre diez y veinte minutos, puede que menos —respondió Vincent con su habitual calma.

—Bien. Es tiempo suficiente.

—¿Tiempo suficiente para qué? —preguntó, sintiéndose nervioso por ver a la adolescente inconsciente sobre el sofá.

—Para que nos ayudes con Emma.

—¡Maldita sea, Ray! Dime de una vez por todas qué es lo que pasa con ella.

Vincent miró asombrado a su jefe. En todo el tiempo en que lo había conocido jamás lo había visto gritar; no importaba que tan dura fuese la situación, él siempre actuaría de la manera más racional.

El hombre que aceptó ser el nuevo William Minerva se acercó casi con miedo a la chica dormida. Ella parecía muy agitada. Posó sus manos frías por la frente de la muchacha, sintiendo su piel pegajosa por el sudor. ¿Qué es lo que había pasado? Ella parecía tan saludable y fuerte esa mañana antes de partir.

Ray, al ver a su amigo tocar con tanta delicadeza a la chica, se acercó para tocar su hombro.

—¿Qué es lo que pasó, Ray? —preguntó Norman con un tono casi suplicante.

El chico suspiró, antes de dedicarle una mirada a Vincent para que los dejara solos.

—Ella estará bien, Norman. Ya le administraron algo para detener los síntomas, pero si no la ayudas, se le vendrán largas horas de agonía por delante.

—Sabía que era una mala idea que ustedes fueran. Todo esto es mi culpa; si tan solo no los hubiera escuchado…

—Si no nos hubieras escuchado, ¿qué? —cuestionó Ray—. ¿Nos hubieras encerrado en alguna parte?

Norman no iba a negar que la idea se le cruzó por la cabeza.

—Entonces lo pensaste —afirmó Ray.

—Sí, lo hice —reconoció el hombre—. Y créeme que parecía una idea muy tentadora, pero jamás sería capaz de quitarles la libertad de elegir a ninguno, aunque ahora estoy dudando de haber tomado la decisión correcta.

—Norman, creo que sabes muy bien lo que nosotros sentimos la última vez que te sacrificaste por el bien de todos.

—Lo sé, pero jamás me arrepentiré de haber tomado esa decisión, aunque eso hubiese significado mi muerte.

—No, no lo sabes —Ray apretó los dientes sintiéndose tremendamente irritado al notar la forma tan despreocupada en que su amigo le restaba importancia a su vida, como si él no significará nada para ellos cuando era todo lo contrario.

—Norman…

Al escuchar la voz ronca de la chica, ambos rápidamente dirigieron su mirada a ella.

—¡Emma! —El hombre tomó rápidamente la mano de la chica—. ¿Estás bien? ¿Te duele algo?

—…No te vayas… —susurró antes de que sus párpados cubrieran nuevamente sus pupilas vidriosas.

—Esta no es la primera vez que ella te llama en sueños, ¿sabes? —mencionó Ray, mirando como la mano de Emma se negaba a soltar a Norman—. Ha sido así desde que te fuiste equel día.

Norman siempre había tenido más que claro que ambos sufrirían, pero por eso prefirió que lloraran un par de noches a que murieran en aquel lugar.

—No me voy a disculpar por no haber arruinado nuestro plan de escape —declaró Norman severo—. Así que, si lo que estás buscando es hacerme sentir culpable, te advierto que eso no pasará. Es más, si tuviera que volver a hacerlo, lo haría sin dudar una y otra vez.

A Ray le picaban los nudillos por plantarle un puñetazo en el rostro, aunque en vez de hacer eso, se controló y simplemente lo tomó del cuello de la camisa.

—Maldito seas, Norman. ¿Por qué siempre tienes que cargar con todo?

—¿A caso no es lo mismo que Emma ha estado haciendo desde que escaparon de Grace Field? ¿O no es lo mismo que hiciste por más de quince años, Ray? ¿Por qué lo que yo hago es diferente a cualquier sacrificio que ustedes hagan? —cuestionó.

Ray apretó los puños. ¿Por qué mierda Norman tenía que ser tan inteligente? Pero si quería una batalla, esta vez él no sería el perdedor. Quizás nunca tendría el intelecto de Norman, pero había aprendido muchas cosas desde la última vez que se vieron.

—Porque ninguno de los dos estaba solo —respondió Ray, recordando la dicha que tanto Norman y Emma siempre le brindaron, en la humildad que lo hicieron sentir sus hermanos con su preocupación por él y en lo mucho que todos siempre lo apoyaban—. Quizás fueron muchos años, pero a pesar de todo eso nunca hubo un día en el que lograra sentirme completamente solo —El hombre joven paseó su mirada entre Norman y Emma—. Ustedes dos llenaron mis días de felicidad y sé que puedo decir lo mismo de Emma. Ella ha sido terriblemente valiente en tomar el liderazgo de toda nuestra familia y estoy seguro que nunca ha dejado de sentir que todos nosotros apoyamos cada decisión que decida. Así que, Norman, ¿puedes decir que nunca te has sentido solo en este lugar?

Norman pestañeó sorprendido antes de brindarle una cálida sonrisa para reconfortarlo.

—No estoy solo, Ray. ¿Acaso no viste a todas las personas que hay en este lugar?

—Sí, las vi. Noté como todos ellos son felices bajo el cuidado que les brindas.

—Entonces, no entiendo por qué dices lo contrario cuando no solo tengo un equipo a mi lado, sino que también cientos de niños a los que hemos salvado de una muerte segura.

—Porque eso es puro agradecimiento, Norman. Te has hecho inalcanzable y no dejas que ninguno de ellos conozca a tu verdadero yo. ¿Crees que no notamos cómo todos te miran con constante asombro y cómo las personas, a quienes llaman camaradas, lo único que hacen es besar el piso por el que caminas? —Ray, desde que llegó, había estado anotando mentalmente cada uno de esos detalles y comparando la vida actual de Norman y las que ellos tuvieron en el refugio—. No dejas que nadie se acerque y prefieres cargar con todo el peso de la responsabilidad.

—Entiendo que estés preocupado, pero te prometo, Ray, que no hay nada de qué preocuparse —respondió con una calma y su habitual sonrisa gentil en el rostro—. Si Emma ya se encuentra mejor, lo que deben hacer es ir a dormir si aún quieren intentar ir a Los Siete Muros y rehacer la promesa.

"¡Maldita sea! Norman es demasiado terco, así que todo depende de ti, Emma", pensó Ray.

—Ella aún no se encuentra bien, Norman —dijo Ray —Aún no te dije qué fue lo que pasó para que ella llegara en este estado.

Como si fuera una señal, Emma nuevamente comenzó a mostrarse muy exaltada. Su respiración era forzosa, su cuerpo se retorcía sin control y con solo acercar la mano un milímetro podía notar el calor que emanaba de su cuerpo.

—No entiendo. Ella parecía bien hace unos segundos.

—Es porque el efecto del medicamento que le suministró Vincent ha dejado de hacer efecto, y estoy seguro que sabes lo que puede hacer en una persona una sobredosis.

"Cuando la solución era tan peligrosa como la enfermedad, lo mejor era buscar otras alternativas", pensó Norman.

—¿Sabes lo que es el hongo de Yarsagumba? —preguntó rápidamente Ray antes de que el chico pudiera pensar en algo más.

Al escuchar las palabras del otro hombre, Norman se mostró abiertamente horrorizado.

—¡Mierda! No me digas que Emma…

Ahora fue el turno de Ray de mostrarse sorprendido ante la pérdida de control de Norman.

—¿Cómo fue que pasó esto? —preguntó Norman a la vez que tomaba el pulso de la chica.

—Creo que Emma lo confundió con un hongo comestible —respondió Ray, encogiéndose de hombros—. Sé que no es fatal, pero necesitamos partir en tres días a Los Siete Muros y para eso necesitamos estar en óptimas condiciones… Así que te la encargo.

—¡¿Qué?! —gritó Norman exaltado—. No estarás insinuando que Emma y yo tengamos…

Ray le regaló una sonrisa lobuna que mostraba todos sus dientes.

—¡Oh! Vaya —dijo en un tono que debía ser sorprendido, pero parecía más burlón que otra cosa—. El Emperador de este lugar no puede decir la palabra con S.

—No es eso... —respondió con un tono entre molesto y avergonzado—. Es que no puedo creer que me traigas a Emma para que yo me haga cargo de esto.

—¿A quién más la llevaría si no es a ti?

—Pero pensé que Emma y tú…

—¿Emma y yo qué? —preguntó Ray con un tono ligeramente molesto al no entender qué era lo que estaba intentando insinuar Norman, o por lo menos así era hasta que vio el arrepentimiento que deslumbró el rostro de su amigo—. No me digas que habías pensado que entre Emma y yo había algo más.

—Yo…

Ray negó con la cabeza repetidamente antes de dar un suspiro.

—Mira, es tarde y estoy cansado. Confió en que pase lo que pase cuidarás de Emma, así que buenas noches.

Norman volvió a mirar a Emma, quien parecía cada vez más exaltada, y estaba a punto de acercarse a ella cuando la puerta se abrió de forma inesperada.

—¿Sabes, Norman? Dicen que la forma más cómoda de tener sexo es en una cama, pero creo que el sillón también les podría ser útil para su primera vez.

—¡RAY!


CONTINUARÁ…

N/A: ¡Hola todos! este es mi humilde aporte para esta parejita tan linda en esta semana especial.

Un agradecimiento especial a mi beta por su maravillosa ayuda y una amiga que me ayudo con sus consejos.

Bye~bye.