El truene del cielo fue menguado al igual que ese tono lánguido, poco a poco la aldea se abrió paso entre tímidos rayos de sol y así, el día comenzó con un nuevo clima. Las profundas lluvias que habían caído sobre el país del fuego habían sido intensas y de las peores de los últimos años. Pero a cada minuto que marcaba el reloj, la humedad noticia era historia.

En la oficina todos habían vuelto al trabajo, el personal cumplía su labor y Tsunade terminaba de aprobar las últimas peticiones de su camarada el Kazekague, documentos que serían enviados a las lejanas tierras al finalizar el día.

¡Shizune! — exclamó la mujer al mando, mientras su vista se mantenía fija en el reloj del gran salón.

¡Digame Hokague sama! — titubeó con nerviosismo adquiriendo una postura recta y firme.

Tsunade se demoró unos minutos, volvió la vista hacia sus documentos y preguntó.

¿Temari todavía no ha llegado? — inquirió con el característico tono arisco que la mujer rubia poseía.

Eh… No señora, nadie la ha visto por los pasillos. — contestó trémula la pelinegra, con algo de incertidumbre por esa pregunta tan rara.

Esa engreída. — rabió Tsunade mientras fruncía el ceño con molestia. — Ordénale a Shikamaru que la vaya a buscar, necesito que venga para darle los detalles de la documentación que enviaremos a Sunagakure. — ordenó sorbiendo de la taza de té que tenía sobre el escritorio.

Tsunade sama… Esto… — titubeó con la voz aguda, jugando con sus dedos nerviosamente por sobre su vestido.

¿Umh? — bufó inquieta, alzando sus cejas y mirando a Shizune por el rabillo del ojo. — ¿Hay algún problema? ¿Por qué no te mueves aún? — exclamó perdiendo la paciencia, dando un golpe certero con su puño a la madera de su escritorio.

Resulta que Shikamaru san tampoco se ha presentado. No está aquí. — contestó entre ligeros tartamudeos. Nerviosa con el temperamento fuerte tan propio de su jefa.

La Hokague, sobrepasada por las palabras dichas de su mano derecha, se puso de pie en un instante haciendo que la fuerza de su acción diera como resultado la caída de su silla, creando un estruendoso escándalo.

¡¿Estos mocosos piensan que pueden faltar al trabajo cuando lo desean?! — espetó con furia, haciendo que Shizune se asustara y temblara tanto por su vida, como por la de los dos adolescentes que habían enfurecido a la Hokage.

Temari quien no estaba en la oficina y permanecía aún en su casa, todavía no se levantaba de la cama y se acobijaba en el desnudo, tibio y acogedor pecho de Shikamaru. Ambos se habían desvelado absolutamente toda la noche aprovechándose del momento que compartían, explotándolo lo más que pudiesen para así beber todo lo que lograran exprimir el uno del otro.

La rubia había quedado fascinada con lo resistente que era Shikamaru y él, por su parte, estaba gozoso de la voracidad que traía encima esa sensual mujer de las arenas pues por mucho que le diera placer, ella seguía con esa apetencia tan insaciable.

Tengo sueño… — suspiró el menor quejándose por la directa luz que le llegaba a los ojos la cual se colaba desde la ventana.

Cállate… — murmuró entre dientes, gruñendo como siempre.

¿No piensas despertar? — cuestionó Shikamaru a la somnolienta Temari, buscando despejar su rostro de esos rubios cabellos que estorbaban.

Ella sintió las calidas manos masculinas y sonrió con una comodidad inexplicable.

No… Quiero quedarme así para siempre. — susurró aproximándose aún más al pecho del menor, respirando en su piel e inhalando el aroma viril que desprendía

Por mi no hay problema, pero Tsunade tiene un carácter aún peor que tú y mi mamá fusionadas. ¿Estás segura de que faltaras al trabajo hoy? — expuso, con placidez, con la voz serena, con esa calma tan suya.

No faltaré… — murmuró ella, suspirando y sintiéndose dichosa, cómoda y plena.

Yo creo que sí, ya se te hizo bastante tarde. — aclaró él, mientras le estrechaba más contra su anatomía, envolviéndola de la cintura y sintiendo esa sensación de cosquillas en el estómago.

¿Qué? — preguntó Temari, con pereza, casi en un suspiro.

Él se movió, tomando lugar sobre ella, adoptando una actitud algo más despierta. Shikamaru se metió entre las piernas femeninas y comenzó a dejar una serie de pequeños besos en el cuello de Temari, convencido de que eso si la despertaría.

Son las 11 de la mañana — le susurró sobre la piel.

La rubia reaccionó al segundo, como si le hubiese caído un balde de agua fría encima. Lo tomó por el cuello los hombros y lo apartó de un solo golpe.

¡¿Cómo mierda no hablaste antes?! — gritó poniéndose de pie rápidamente, buscando la ropa con desesperación. — ¡Debo ir! — increpó continuando de lado a lado, buscando lo que necesitaba y continuó chillando.

Joder, que mujer más problemática. — susurró Shikamaru siguiéndola con la vista hasta verla desaparecer. — Me encanta. — sonrió y se tiró contra el colchón, hundiendo nuevamente su rostro sobre la almohada.

La rubia tomó con agilidad su vestido, la ropa interior y cada prenda que le cubriría el cuerpo, se calzó sus zapatos y ató sus cabellos. Se miró al espejo y era evidente, en su cara estaba la viva marca, la evidencia de que no había dormido nada. El cansancio le hacía sombra en los ojos, las bolsas y ojeras no se podrían ocultar con nada. Maldijo y continuó preparándose. Mientras que Shikamaru a su espalda y con la mayor lentitud del mundo, se vestía perezosamente, ya que si de él hubiese dependido, ambos estarían en la cama, haciendo más que dormir.

No bastó más de diez minutos para que la pareja abandonara la casa, Temari había sacado a empujones al menor, gritándole una y otra vez que se apresurara. Caminaron a paso rápido, sin detenerse, sin saludar ni mirar a nadie. Al llegar se separaron por que debían hacer distintas tareas, Temari tuvo que comparecer frente a la autoridad y tolerar el regaño de ella, terminar a audaz las tareas que le encomendaba y preparar todo para el momento que menos quería que llegara: partir de Konoha.

Pasos calmados pero firmes, espalda erguida y en ella el peso de esa fornida arma que le caracterizaba, cabello atado en cuatro coletas y en su cuello la muestra de su origen: la banda color negra con el símbolo de sunagakure. Temari había iniciado su día desde temprano aunque no precisamente trabajando, su despertar había sido de los mejores y no pretendía que nada le estropear la mente pues sabía que debía terminar su trabajo antes de marcharse y el tiempo se le estaba escurriendo entre los dedos al igual de cómo se evaporaba los charcos de agua en la tierra de la aldea que le resguardaba. Le restaban solo la tarde para su marcha y la llegada a Suna no podía retrasarse. Gaara necesitaba de ella, de su labor como consejera y guardaespaldas. El imperio de arena reclamaba el regreso de su princesa y la heredera del trono era consciente que su lugar residía entre esas áridas tierras.

La tarde transcurrió veloz, el sol no demoró en esconderse por las montañas y el trabajo por fin se había terminado. Temari estiró sus brazos por sobre su cabeza y salió del edificio con el presentimiento de que él estaría esperándola.

Y no se equivocaba, ahí estaba Shikamaru, permanecía con la espalda recargada en un árbol, la mirada fija en el cielo y en las nubes que navegaban en el con esa parsimonia que el ninja envidiaba.

Uh, linda cara. Parece que no pasaste buena noche. — ironizó mientras caminaba hacia él y le miraba las acentuadas ojeras.

Shikamaru sonrió coqueto, le encantaba ese juego que mantenían cada que se veían. Se separó del tronco y camino hacia ella, mirándole los hinchados labios color carmesí.

No es eso, mi noche fue… cómo describirla. Increíble y problemática. Mi cara siempre es así. — explicó manteniendo esa boba sonrisa a cada momento.

¿Si? Jamás me había fijado. — confesó mientras caminaba por las calles de la aldea.

¿Tsunade te gritó demasiado? — averiguó el menor siguiéndole el paso mientras su mirada se mantenía fija en ella.

Nada que no pueda manejar. Mi padre también era un maldito, los viejos amargados son mi especialidad. — indicó la rubia, clavándole un suave codazo en las costillas.

El joven Nara asintió, se sobó el golpe y continuó caminando. — Ya veo. — mencionó con plenitud, continuando la marcha.

Las calles de la aldea aún no parecía tener mucho movimiento, el bullicio en ellas era mínimo así como también las personas que se veían deambulando. La lluvia había cesado durante la noche pero la humedad se sentía impresa en la piel, el verde del paisaje brillaba con ganas y la naturaleza agradecía toda esa agua que ahora le hidrataba las raíces.

¿Estas lista para marcharte? — murmuró rompiendo el silencio un apagado Shikamaru, quien tenía la vista perdida en las inmensas puertas de madera que adornaban la entrada y salida de su aldea.

Temari dubitativa le miró de soslayo, suspiró y soltó lentas palabras — No lo creo. — espetó con un dejo de melancolía tiñéndole las palabras.

El tiempo pasará rápido. — agregó él, intentando animarla y animarse, pues la idea de no verla le afectaba aunque no quisiese.

Espero que sí. — se convenció Temari, sintiendo que la salida de esa aldea estaba más y más cerca.

Al llegar junto a la puerta y pasar el puesto de vigilancia y registro, ambos ninjas se detuvieron permaneciendo en silencio por un momento, dejando que fuese el sonido del viento agitando la copas de los arboles lo único que llenara el lugar. Era increíble la química que ambos desprendían, la confianza se percibía y la atracción podía respirarse entre ellos, sus ojos se entrelazaban compartiendo un secreto que solo los dos creían saber. El amor se podía palpar, se notaba en el brillo inusual del iris oscuro de Shikamaru al mirarla y en la eterna sonrisa sincera que le entregaba ella en cada encuentro. A pesar de que sabían que se separarían, la frontera que les dividía a menudo no había sido distancia suficiente para apagar el fuego entre ambos, ni barrera para limitarlos. Estaban convencidos de que el alejarse no sería un problema. Muy por el contrario, estaban firmes en el hecho de que se volverían a ver.

Sin embargo, era incuestionable que se extrañarían. Que lo que habían compartido aquella noche significaba algo franco, nato, paradisiaco, algo perfecto.

Vendré para el próximo festival. — se lamentó la rubia, fingiendo la mejor de sus sonrisas, volteándose para quedar frente a él y aprovechar de mirarlo esos últimos minutos que tenía.

¿Te gustó la festividad? — preguntó Shikamaru intentando ganar tiempo, ganar palabras y extender esa voz que le fascinaba.

Me gustó lo que trajo la primavera. — explicó, mirándolo con los ojos encendidos, con ese verde esmeralda brillante, profundo, colmado de sentimientos y sensaciones.

¿Sí? — bufoneó el menor, sonriéndole cómplice y mirándola con aún más intensidad.

Sí. — afirmó ella, segura, solida, resistente, aun cuando por dentro tenía ganas de lanzarse a sus brazos y llorar.

Mhh… Los capullos brotan en primavera. — meditó por un momento.

La rubia le cogió por la cintura y lo estrechó contra su cuerpo en un abrazo, él no se negó y pasó sus brazos rodeándole los hombros, permaneciendo juntos una vez más.

Más allá, bajo el techo del puesto de vigilancia de la portería, Kotetsu e Izumo observaban la romántica escena, perplejos y sorprendidos. Aunque no del todo pues como eran quienes vigilaban a menudo el lugar, sabían bien que esos dos (Temari y Shikamaru) se enredarían tarde o temprano.

Vaya vaya, esos tortolos se ven más que amigos. — comentó riéndose uno de los porteros, mientras jugaba con el lápiz que sostenía en sus dedos.

Cállate Kotetsu, no es nuestro tema. Debemos registrar que se ha ido. — le contestó el otro, un tanto más amargado, comenzando a escribir en el libro que descansaba sobre la madera del escritorio.

Eres tan aburrido Izumo. — finalizó el chunin, apoyando su mentón sobre el envés de su mano y dispuesto a observar la escena hasta que esta llegase a su fin.

Los adolescentes permanecieron así, cercanos, sintiéndose, impregnándose del aroma del otro y percibiendo sus sentimientos a flor de piel.

Shikamaru se despidió cerrando los ojos para suspirar por un minuto, prometiéndole internamente que soñaría con el día en que ambos volviesen a verse en esa entrada, garantizándole que sería él quien estaría ahí esperándole. Que atesoraría esos recuerdos, esos sentimientos que le instaban a intentar retenerla.

Y poco a poco ella fue separándose, hasta que el abrazo finalizó, levantó la vista, lo miró a los ojos y confesó a voz firme:

No Shikamaru. No solo los capullos lo hacen. — afirmó esbozando esa sonrisa tan suya. — Todo florece en primavera. — sentenció y en un movimiento rápido le besó la comisura de los labios.

Entonces, ella esbozó la sonrisa más dichosa que poseía, alzó su diestra y la sacudió despidiéndose. Se giró tragándose el agrio y áspero pesar, levantó la cabeza con funesta y emprendió marcha hacia el horizonte, en dirección opuesta a donde su corazón quería quedarse, a donde su ser pertenecía. Caminó, sin mirar atrás, complacida con su descubrimiento y optimista, albergando la esperanza de que ese chico perezoso de Konoha aguardara por ella hasta la próxima primavera.

FIN.

Agradecimientos del autor: ¡Hey! a todos y todas, soy quien escribió esto y les quiero agradecer inmensamente por el apoyo que recibió esta historia. Quiero darle las gracias a quienes siguen a esta pareja aunque sé que es imposible no amarla 3. Son tan kashdkja.

Bueno, volviendo a la seriedad, de verdad gracias.

Hace tiempo tenía unas ganas inmensas de escribir sobre Temari y Shikamaru, además de querer intentar algo un poco más turbio de Neji y Hinata, no lo sé aún, creo que me tomaré unos tragos y pensaré si hacer o no eso. Pero quería llevar a cabo algo del ShikaTema, así que les agradezco el apoyo, sus estrellas y los comentarios. Espero que la inspiración me llegue y se me ocurra alguna otra loca idea de esta pareja.

Si les gustó mi forma de escribir, mi redacción y la manera que tengo de plasmar en letras mis ideas, me gustaría que me dejaran aquí sus opiniones sobre qué les gustaría leer…

Gracias nuevamente, les debo un montón y me alegra infinitamente que les haya emocionado mi Fanfic.