Los lobos vienen hacia ella, Rin corre, no puede gritar... ¡No puede! Trata de llegar hacia él, su respiración aumenta, su corazón late fuerte en su pecho.
Tiene miedo, tiene miedo.
Quiere escapar, si lo veía quizás la ayude. Ese pensamiento muere, cuando un lobo está enfrente suyo y luego más a su alrededor. Está rodeada, un grito silencioso produce sus labios cuando saltan sobre ella y le arrancan la vida.
El sudor la empapa, abre los ojos y emite un grito que cubre con las palmas de su mano, respira fuerte, el temor la envuelve. El fuego de la fogata no es suficiente para calmar sus temblores, que no son producto por el frío de la noche.
Sus ojos se empapan y está a punto de llorar. Cuando está a punto de abrazarse a sus rodillas. Sesshomaru la cubre con su cuerpo y la criatura siente que ya no traspasa el miedo, pero el que reside en ella, le provoca temblar en sus brazos que la rodean protectoramente.
Las lágrimas que creía que iban a salir se detienen, quedando en la comisura de sus ojos, en sus pestañas. Rin quiere decir algo, pero ya no puede hablar, no en ese momento. No puede decir nada, el terror la invade y mata sus palabras.
Sus dedos arrugan la prenda de su señor con fuerza, le alegra tanto verlo como en ese momento que su vida le fue arrebatada. Había abierto los ojos después de tanta oscuridad, en los ámbares de su señor pudo ver luz en sus pupilas, se aferra a él con fuerza.
La oscuridad da miedo. Quiere esa luz que vio en su señor, esa que seguiría hasta la muerte.
Cierra los ojos. La calidez y la seguridad que le brinda son suficientes para que pueda volver a dormir sin temer en las pesadillas. Si Rin estaba en los brazos de Sesshomaru_sama sabía que estaría a salvo; él ahuyentaría todo lo que le asustaba, la protegería de todo lo que da miedo. El demonio es su único lugar seguro.