Shingeki No Kyojin no me pertenece. Mis respetos a su respectivo creador.

Comisión para Cerisier Jin

[AU] [RivaMika] [Omegaverse]


Yuanfen: destinados


VI

De amaneceres


Todo era negro. Por más que sentía sus párpados abrirse como crisálidas restituidas la nada misma y la oscuridad absoluta eran lo único visible. El letargo pareció durar milenios, hasta que sintió ásperas yemas de dedos tocarle la piel del rostro suavemente tal cual toque etéreo.

Y entonces oyó una voz que revolvió todo dentro de ella, mundos, volcanes, glaciales, con un simple monosílabo insípido. Fue ahí que vino la lucidez, la realidad extrayéndola en el acto.

Un cansancio enorme la tenía domada sobre las frescas sábanas en las que su cuerpo descansaba. Junto a ella, de rodillas, contemplándola muy de cerca estaba su alfa; un brillo espléndido llenaba de vida sus zafiros transversales contrarrestando el característico estoicismo del hombre.

Sus propios ojos se llenaron de lágrimas y no poseía las fuerzas ni las ganas de contenerlas. Los dedos de él, que trazaban líneas invisibles en el blancor de la tez, se encargaron de limpiarlas delicadamente una tras otra.

Mikasa sabía que él aguardaba por una charla inexcusable, pero no estaba en posición de abordarla.

—Levi, yo…

—Necesitas descansar. —Le cortó él, como un hielo. —Estás más susceptible que nunca—.Dijo tomando una botella de vidrio y vertiendo el contenido dulzoso de ésta en una cuchara que acercó a su omega. Mikasa ingirió la sustancia sin rechistar, ella sabía que era algún jarabe para calmar su malestar.

Volvió a acostarse después de pasar el no muy agradable sabor de la medicina y conectó nuevamente y en silencio con la mirada del alfa frente a ella, quien ahora hacía caricias indulgentes en la frente acalorada de la omega. Lo observaba como si estuviera viendo algo nunca antes visto, con amena serenidad, halada y maravillada por la sola presencia de él ahí a su lado.

Mikasa sabía que todos sus sentires correspondían a lo que su casta desataba. Esa era su naturaleza, una que terminó por engullirla por haberle batallado por tantos años.

La escena era metafísica: ambos Ackerman sumidos en un mutismo solemne eran transparencia de un alma a la otra, porque, aún en las facciones gélidas e indiferentes siempre demostradas en ellos, el detalle de un sentimiento inconmensurable era palpable en las lágrimas que descendían por el rostro de la omega y la mirada suavizada del alfa.

Juntos. Unidos. Férreos.

—Lo lamento. —Murmuró Mikasa, rompiendo todo contacto con él, sintiendo que estaba al borde de quebrarse en pedacitos.

—No lo sientas—.Dijo él, identificando las feromonas desprendidas por la chica. —Soy yo quien te ha fallado.

Levi no le permitió irse, ni abstenerse de la atmósfera creada por ambos, una nula de pasiones desatinadas o instintos facinerosos; habían sido demasiados años de prohibiciones. No era un mártir, era un alfa imprimado. Comprendió, que todo lo que quería era amarla

"Solo permíteme amarte"

Y Mikasa lo oyó.

Dedos se enredaron y palma con palma se encontraron, un calor ajeno abrumó a la azabache y sintió la firme mandíbula de Levi contra su hombro, deslizándose poco a poco. El corazón comenzó a latirle con desenfreno y los sentidos se le agudizaron; era el preludio de un hecho que rompería cualquier esquema.

Un dolor terrible vino a ella y sintió como la blanda piel de su cuello era penetrada por la dentadura sagaz del alfa. Algo indescriptible estalló y se haló a su nuca exaltada. Todo su cuerpo se puso rígido, sus extremidades quedaron adormiladas en un suspiro y sus hormonas se liberaron en múltiples serotoninas, endorfinas y dopaminas.

Levi afianzó la mordida y ella chilló, apretándose las manos de ambos envueltos en un mismo sentir. Fue como caer en un sueño lejano.

No supo cuando Levi se había separado y limpiado su cuello goteante de sangre, sosteniendo una tela contra la herida, mientras ella contemplaba su sangre en la boca del azabache. Aunque todo pintara grotesco, para Mikasa era una visión dulce e irreal.

Los dos estaban por fin en una nubosidad de calma. No hallaban palabras. Decir que estaban completos, felices, en paz, se quedaba corto.

Y Mikasa siempre fuerte Mikasa atrajo el menudo cuerpo de su amado contra el suyo. Enredó las piernas alrededor de la cintura masculina, abrazó sus omoplatos y hundió el rostro en el espacio entre el cuello y el hombro de él, aspirando las agradables feromonas que expelía.

—Gracias...

Levi se limitó a acariciar la negra cabellera de la omega y besar todo lo que podía de ella: sus párpados, su nariz, sus cándidos pómulos, su pequeño mentón. Toda ella le sabía a gloria.

No sabían que les deparaba la vida, eso era cierto. Habían cometido muchos errores, habían elegido mal, pero al final, todo se reducía a lo mismo: eran el uno para el otro y les había quedado claro. Sin el averno del celo, aún se sentían intrigados por la permanencia del uno junto al otro. Lo que significaba que era algo mucho más grande… No cabían dudas de que era un fervoroso amor.

Amor

Cuatro letras tan simples pero que encerraban tanto.

—Mikasa, ven a vivir conmigo. —Levi buscó encararla y sosteniéndole la cara entre las manos habló con claridad, expuesto a todo. —Quédate conmigo, ten a mis bebés y sé mía. Sé mía para toda la jodida vida.

"Por favor"

"Porque sí me dices que no me moriré aquí mismo"

"Y la única manera de que me aterre morir es que no te tenga junto a mí"

—Si.

"A todo"

La agonía llegó a su fin.

—Para toda la jodida vida.

"Hasta la muerte"

[…]

—Señorita Dreyse. —Armin levantó la mano en medio de la clase, recibiendo las miradas incriminatorias de sus compañeros advirtiéndole que no preguntara algo que los perjudicara. —¿Y qué sucede sin un alfa y una omega se separaran?

—Bueno, lo más probable es que los dos o al menos alguno de los dos caiga en un profundo cuadro de depresión. Puede incluso ceder al suicidio. —Contestó la maestra, acomodándose las gafas. —Es un lazo demasiado fuerte. Es como quitarle la suela a un zapato o todas las hojas a un árbol.

—¿Y si están destinados?

Hitch veía entre la diversión y la lástima al chico rubio. Su curiosidad ciertamente era merecedora de respuestas, pero para la mujer era un simple jovencito beta incapaz de comprender nada.

—Difícilmente se salvarían en sucederse una separación. —Sus pupilas brillaron; Arlert había relucido un tema fascinante—. La salud mental y física se desgastaría muchísimo en ambos, es como el caso de una enfermedad terminal. Habiendo mordida, es prácticamente imposible que puedan separarse sin terminar en pésimas condiciones. —Al rubio se le heló la sangre de oír aquello. —Pero es raro que una pareja destinada quiera separarse, eso también es en pocas palabras imposible. ¿Qué clase de preguntas haces, Arlert? Ustedes los betas no entienden nada.

Armin volvió la vista al cuaderno de anotaciones y Hitch continuó impartiendo su clase. En sus cavilaciones, dando y dando vueltas a las respuestas dadas por la maestra, el joven redondeó la difícil situación que atravesaba su mejor amiga. Sólo podía agradecer a un ser invisible y omnipotente porque la ausencia de la sagrada marca en el cuello pudiera ser la esperanza para que ésta alcanzara la salvación.

Si… esa era su única esperanza para un futuro tan desolador…

[…]

La mañana siguiente en que Mikasa faltó a la escuela, acudió al que había sido su hogar los últimos seis años con el objetivo de buscar todas sus pertenencias, mostrando los dientes con verdadera placidez como nunca antes se le había visto. Carla detonó gritos internos al contemplarla aparecer de la mano de Levi Ackerman.

"¡SI! ¡SII!" Gritaba una vocecita interna en la mujer.

Esa misma mañana su hermano Eren había ido de visita, luciendo un pequeño bulto que dejó boquiabierta a Mikasa. Al saludarse, el castaño vino a ella sonrojado, abrazándola de modo fraternal y forzándola a salir de su estupefacción.

—Eren… ¿tú…? —.A duras penas hablaba. —¿Por qué no me dijiste? —Jaeger se encogió de hombros.

—Todo fue muy repentino. Jean y yo no lo esperábamos, la verdad. —Contestó el chico omega, una vez resguardados en la privacidad que ofrecía la habitación de su hermana adoptiva charlando con ella mientras preparaba todo. —Hasta tomé los supresores…

—Por eso te fuiste.

—Bueno, Mikasa, era lo que se debía hacer. —Resopló Eren, con un deje reproche—. También tú ¿no? El señor Levi… Quien lo diría.

Mikasa pasó de largo de los comentarios de su hermano, pensativa sobre los hechos. Recapacitó en que el instinto era en verdad descomunal para haber dejado a ambos hermanos en éste punto, pero Mikasa era una chica lista y le parecía demasiada coincidencia.

Haciendo conjeturas la azabache buscó con desespero y afán entre las tantas pertenencias, hasta hallar donde guardaba sus frascos y pastillas. Tomó uno de ellos y salió apurada hacia una de las puertas, entrando sin permiso alguno en la habitación de Grisha y Carla e irrumpiendo en el cuarto de baño del matrimonio. Una vez ahí, Mikasa rebuscó entre los frascos junto a la crema de afeitar y sacó las píldoras de uno y otro.

Eran diferentes.

Carla hablaba con amenidad en la sala de estar a Levi luego de haberle servido a éste un té caliente que el alfa disfrutaba con parsimonia. Los agarró con total sorpresa una violenta y exaltada Mikasa berreando gritos e improperios en contra de la omega mayor, sin dar espacio a réplicas. Eren, entre confuso y molesto, apareció detrás de ella.

—¡Usted! —Exclamó, pulverizándola con la mirada y arrojando las píldoras al suelo—¡Cambió nuestros supresores!

—Yo… Ah… M-Mikasa…—Carla no hallaba como defenderse. Había sido descubierta y expuesta. La mirada turbada de su incrédulo hijo y la cruda indiferencia de su nuevo nuero no la ayudaban; así que tragó grueso.

—¿Qué…?—Eren recogió algunas píldoras. No podía creerlo—. ¿Eso es cierto, mamá? —Su propia madre…

—Eren… Mikasa…

—Me mintió a mí… ¡Le mintió a Eren!

—¡No lo hice con malas intenciones! ¡Escúchenme, sólo quería…!

—¡¿En qué demonios pensaba?! —.Exclamó Mikasa, ofendida, alzando los puños en el aire y apretando los dientes, buscando respuestas en los ojos ambarinos de la mayor. —¡Tiene una idea de lo que…!

A callar, Mikasa. —La gravedad de la voz alfa de Levi fue suficiente para dejarla como estatua. —Supongo que su fin era que al fin se independizaran. —La madre sintió los penetrantes ojos azules anteponerla, causándole escalofríos. —Y no podía dejar pasar la oportunidad de un alfa adinerado y soltero en la zona ¿no es así?

Todo era tan simple como eso.

Carla tragó grueso una vez más. Ni ella habría podido explicarlo mejor.

—¿Qué es todo esto? —. Ninguno previó la presencia de Grisha en la puerta. Aunque Levi ni se inmutó, quizás él si lo había adivinado. Cosas de alfa, tal vez.

—Con mucho gusto tu esposa y tu hijo te lo explicarán. ¿Mikasa, tienes todo ya listo? —La omega asintió, aún anclada a su sitio. —Bien. Nos retiramos.

El azabache le ayudó a la medio asiática con sus pertenencias, moviéndose sigilosamente por entre el incómodo momento surgido y de bochorno suscitado. Levi se despidió secamente de los presentes y salió. Mikasa murmuró una corta despedida a su madre adoptiva y a su hermano, sin mirarlos a la cara. Lo mismo hizo con Grisha en la puerta, pero añadió algo más que un adiós para éste antes de irse.

—Por favor no la reprenda. —Y salió.

Siguió a Levi a pasos idos y borrosos hasta alcanzar su nuevo hogar, ese donde tanto helaba pero que recientemente había dejado de helar. Llegaron hasta la habitación que de ahora en adelante compartiría con él. Era la primera vez que la veía, era toda blanca e impecable, sin mayores vistas que un armario repleto de trajes de oficina y la imagen en papel de una hermosa mujer idéntica a su alfa enmarcada en la pared.

—¿Quieres que ordene algo para cenar? —.Él la miró sin mayores pretextos, expectante a una respuesta limitada a otro movimiento afirmativo de su cabeza. —Vale. —Pasó por su lado para irse y dejarla acomodarse, dejándole antes un suave beso sobre los labios que contrarrestaba su indiferencia.

Sintió algo moverse dentro de su vientre. ¿Era posible? Podía sentir plenamente la vida ahí, le era tan increíble. Ahí estaba su bebé. Ahí estaba.

Lo hecho, hecho estaba. Si bien los motivos de Carla eran injustificables, en el fondo, Mikasa le estaba inmensamente agradecida.

[…]

Las semanas simplemente pasaron y Mikasa no podía creer lo bien que se había adaptado a la ciento dieciséis junto a su cónyuge. Levi y ella iban de un lado para otro siempre juntos; la casa comenzaba a impregnarse de las feromonas conjuntas del alfa y la omega.

Apoyada contra el pecho, oyendo cada latido interno del alfa, Mikasa respiró entrecortadamente. Sus labios palparon la tez, moviéndose ávidamente hacia arriba, erizándola, causando cosquilleos que él no sabía que poseía

—Oi, mocosa. No te vayas a pasar. —Le dijo Levi a su azabache rodando los ojos. La tenía sobre su regazo y ella lo mantenía apoyado sin escapatoria alguna contra el espaldar de la cama que compartían.

Decidida, contemplando la blanca y tersa piel del fuerte cuello, ella lo mordió en la mismísima zona donde ella lucía su marca. Levi sólo mostró un débil signo de dolor cuando la sangre escurrió la boca de Mikasa.

Se miraron, embargados de emociones compartidas.

Habían consumado su amor.

Petra no necesitó mayores explicaciones para romperse en pedazos, pasando en un abrir y cerrar de ojos de ser la mujer más feliz de todas a sentirse extraordinariamente desgraciada. No había mayor humillación que ver la cicatriz en él; un hecho de mutua pertenencia, de un alfa dominado por una omega. Una omega que no era ella.

Armin e Erwin compartieron una misma tranquilidad al visitar a sus amigos.Y nada más ver la manera en que Levi y Mikasa se miraban el uno al otro, aún discretamente, tenían la certeza de que habían tomado la mejor de las decisiones.

El embarazo fue toda una experiencia para ambos. Desde el primer ultrasonido, ese donde toda la pieza se había llenado del sonido de los latidos de, lo que para sorpresa de la pareja, eran no uno sino tres corazones ya formados de sus cachorros.

—¡Felicitaciones! —. Había dicho la doctora. Y Levi por primera vez que se vio patidifuso.

—¿Tres? —. Susurró aún sin creerlo, mientras lágrimas de alegría salían de los ojitos de su hembra.

Hanji reía a carcajadas al verlo correr de un lado para el otro con el fin de contentar a Mikasa con cada uno de sus antojos, por peculiares que fuesen: desde galletas con crema dental, cuadritos de hielo molidos hasta helado con camarones.

Ni qué decir de las alteraciones anímicas de la azabache. Levi juró en algún punto que perdería todo el cabello antes de llegar a los cuarenta cuando Mikasa se enojaba y le gritaba de la nada, para luego terminar llorando o riendo como si no hubiera un mañana.

—Erwin. —Se dirigió al hombre con una cerveza en mano, luciendo unas ojeras espantosas que el rubio comprendió muy bien—. Debiste darme un tutorial de esto.

—Bueno. —Erwin dio un sorbo a la bebida antes de proceder—. Nile fue quien pasó por esto, no sé qué decirte, Levi. —Levi maldijo la palma de su socio sobre la amplitud de su espalda. —Fuerza.

"Fuerza, si, porque no sabes cuánto la necesito. Hijo de puta"

Lidiar con su omega y con la agencia de bienes raíces era un reto que enfrentar cada día. Pero Levi sabía que valía la pena. Lo valía al despertar con el dulce aroma de Mikasa inundándole las fosas nasales, lo valía al comer los deliciosos platillos que ella le cocinaba, lo valía al verla hablar con sus bebés cuando pensaba que nadie la veía.

Para no perder el año, los institutos contaban con un programa especial para los estudiantes omega cuando quedaban en cinta. Siguiendo los trabajos y módulos impuestos en el programa y con la ayuda del confiable Armin, Mikasa y Eren iban al día en sus estudios. Suerte que ya habían ingresado en su último año.

Eren y ella estaban más juntos que nunca; todos siempre impresionados de ver a Mikasa tan enérgica como de costumbre aún llevando en su interior a tres cachorros. Solo con su pequeño Eren se cansaba a horrores, él en serio que la admiraba.

—Levi. —Una noche ella llamó suavemente al oído de su cónyuge, extrayéndolo de su escaso sueño. —Amor, mira, despierta.

Mikasa le impidió cualquier movimiento brusco de inmediato tomando su muñeca. Fue ahí que Levi vio, cuando atravesaban el quinto mes del embarazo, el vientre hinchado de ella moverse.

Y Levi no lo sabía, pero sonrió.

Sonrió sinceramente al percibir empujando su palma lo que serían los piecitos de sus inquietos hijos. Sonrió y Mikasa sonrió más. Sus dedos se movieron por el bulto de la azabache, tanteando, recibiendo más muestras de la vida que ahí se gestaba.

—Hey, mocosos. —Dijo sin poder evitarlo.

—No les digas así.

—Soy su padre. —Mikasa entendió lo que Levi intentaba hacer así que se quedó admirándolo en silencio. —Estas no son horas de estar despiertos.

—¿Lo dice el señor insomnio?

—Tch. Déjame hablar con ellos. —Añadió él en protesta, volviendo a sentir más movimientos bajo la piel de Mikasa. —No saben cuantas ganas tengo… tenemos de verlos. —Agregó cuando la omega lo miró con reproche. —Su madre y yo los queremos un montón, mis mocosos. Y no permitiremos que jamás sufran ¿oyeron bien? —Seguido, besó la pancita de Mikasa. —Jamás.

Se lo juró a sí mismo, se lo juró a su omega sin palabras, se lo juró al destino.

"Jamás"

[…]

Pronto los Ackerman estuvieron ataviados con las compras y llenando todo de cosas para sus cachorros; Hanji les ayudaba cada que podía, yendo constantemente a Shiganshina para echarle una mano a Levi. Claro que Moblit y su pequeño Henry no podían estar sin ella por mucho tiempo, al igual que Erwin quien en un punto del embarazo de Mikasa vino de visita con Anna.

Sasha y Armin venían a verla sin falta todos los viernes. Aunque las visitas de Armin, con el tiempo, no fueron tan cómodas como al inicio. El chico beta había comenzado una relación con Annie y siendo que Mikasa no mantenía la mejor de las relaciones con la rubia, lo mejor era que Armin viniera solo.

Carla venía a diario, ayudándola a preparar todo. Las veces en que no pasaba por la ciento dieciséis era porque iba de visita a casa de Jean y Eren.

Levi se aseguró de que Mikasa tuviera la mejor alimentación posible y tomara sin falta cada una de sus vitaminas. Fue así que contrató a una chef para su disposición en el séptimo mes de embarazo; Marta era una mujer muy agradable y paciente con los gustos de la omega.

Los meses difíciles de insomnio y búsqueda de posiciones para dormir que no molestaran a los cachorros llegaban a su fin. Fue en el octavo mes cuando la panza de Mikasa parecía a punto de estallar en cualquier momento que Levi se percató de las extrañas actitudes ahora adquiridas por su hembra: las camisetas en su armario comenzaron a escasear y Mikasa parecía renuente a permanecer mucho tiempo afuera de la habitación, llevándose consigo muchas mantas para apilar en ella y diferentes cosas que pertenecían al alfa. Poco a poco, día tras día, la habitación resultó cálida, llena del olor de ambos perfectamente mezclado. Mikasa le hizo cambiar las luces por unas menos potentes y de colores que hicieran más acogedora la pieza.

Al final, Mikasa cuidaba del lugar a raja tabla. Ni siquiera le permitía a la chef llevarle la comida a ella o acercarse a menos de cinco metros de distancia. Las noches que Levi llegaba tarde la hallaba nerviosa e inquieta, de modo que la azabache solo hallaba la tranquilidad cuando su alfa la rodeaba con sus fuertes brazos.

Ni Carla, ni Eren, Armin ni Sasha lograron penetrar en aquella fortaleza hecha por la omega. El único que tenía permitido tal privilegio era Levi.

—¿Para qué querías que me hiciera esto? —. Mikasa se tomó un mechón de cabello que estaba ondulado como el resto. Esa mañana Historia había llegado con su cachorrita en la camioneta de Sasha con el propósito de arreglarla, a pedido de Levi quien ahora conducía a un sitio que la medio asiática desconocía.

Todo era muy raro, ¿de cuándo esa complicidad de Levi con Historia? Si, se habían conocido en visitas de la rubia e Ymir a la casa, pero ¿cómo habían llegado a esto?

—Ten paciencia, mocosa. Ya estamos a punto de llegar. —Su pareja le guiñó un ojo. Ella sabía que cuando lo quería ese hombre podía ser un enigma.

Cuando llegaron a un estudio de fotografía Mikasa pudo comprender cuales eran las intenciones del alfa y del porque él mismo llevaba puesta una camisa blanca suelta además de haberse peinado diferente. Una sonrisa surcó de sus labios y un cosquilleó se originó dentro suyo; las pataditas de sus bebés le hicieron saber que los trillizos experimentaban sus versados sentimientos.

Levi había pagado ya por la sesión, donde a Mikasa la vistieron con hermosas telas pareciendo una ninfa de los cuentos ficticios. Hermosa, tan hermosa y destellante de divinas feromonas que los zafiros del azabache brillaban.

Posaron frente a la cámara muchísimas veces y Mikasa pensó que era un sueño el que su amado se prestara para ello. La favorita de entre todas las fotos fue aquella en que Levi colocaba las manos en su vientre y ambos se miraban con el más puro de los sentimientos. Amor, exaltaban las pupilas expuestas. Amor trascendental. Amor genuino.

Esa imagen Mikasa la enmarcó en el buró de su habitación ahora convertida en un caliginoso nido.

—¿Mikasa? —. Levi acariciaba la espalda de la chica tumbados en la cama, cuando los sollozos llegaron a sus oídos. Su nariz identificó la vulnerabilidad de ella. —¿Por qué lloras?

Con las mejillas sonrosadas y luciendo como una frágil niña ella lo contempló, sonriendo.

—No creí… Que llegaría a ser tan feliz. —El Ackerman se sintió tan vulnerable como ella nada más oír la simpatía de la voz. —Gracias. —Murmuró, moviéndose hasta estar besando el mentón masculino. —Gracias, gracias, gracias…

"Gracias a ti, Mikasa"

[…]

—Mikasa, no.

—No puedes impedírmelo.

—Carajo, mocosa ¿quieres pensar en tu situación por un momento? —Levi luchó con el estrés sobándose el entrecejo, casi borrándoselo con la intensidad puesta en sus dígitos ahí. —Has estado sufriendo de contracciones, no es momento de… ¿Qué estás haciendo?

—¿Hola, Jean? —. Ella había tomado el móvil en sus manos. Definitivamente él no había conocido a una persona que le llevara la contraria hasta que la conoció a ella. —¿Puedes venir por mí?

"¿Por qué tiene que ser tan terca?"

—¡Hey!

El Ackerman no permitió una palabra vía telefónica más arrebatándole el móvil a la chica, que si bien Mikasa querría asesinarlo, para él había prioridades.

—Kirchstein, si no quieres que te rompa las putas piernas, ni se te ocurra venir por ella. —Y colgó.

Solo para encontrarse con una furiosa omega, tan perturbadora, que le halaría la sangre a cualquiera.

—Estuviste durante todo el proceso de parto de Eren, mocosa. No puedes estar yendo y viniendo como sí nada, la doctora dijo que en cualquier momento pueden nacer.

Mikasa le aplicó la ley del hielo, ignorándolo con total indiferencia y lanzando efusivas feromonas de neutralidad absoluta desapareció escaleras arriba.

Levi suspiró y tomó el abrigo de su traje ejecutivo, las llaves del Cadillac y su organizador. Ya se le había hecho bastante tarde en esa discusión.

Había consolidaciones que atender en la agencia, pero para el hombre su concentración estaba dividida entre tres y dos. La recta final y los dolores habían comenzado, lo que aumentaba su preocupación por Mikasa. La omega no traía un solo bebé para dar a luz, no era tan novedoso que un omega tuviera más de un bebé, pero Mikasa era primeriza y bastante joven aún.

Para colmo, el mayor tema de sus discusiones era que Mikasa quería pasar por un parto natural. Para Levi eso era inconcebible. No dudaba de que la azabache era fuerte, por supuesto que no, pero prefería que ella tomara en cuenta la opción más segura tanto para ella como para los pequeños.

Las probabilidades de que una omega primeriza y tan joven como Mikasa saliera bien del parto no eran muy altas.

La intranquilidad que sufría se reflejaba en su glándula alfa. Su nuca, sensible y alterada, perfecta evidencia de su unión, le daba sobre aviso para andar con sus alarmas personales activas a toda hora.

Y es que todo él se desarmaba si de ella se trataba.

¿Desde cuando?

"Desde que salvé"

"Desde que la sostuve en brazos"

Y todo inició.

[…]

—¿Si?

—Es Mikasa. —Levi supo que era urgente para oír la voz de Carla desde el teléfono de su hembra—. Debe de venir pronto a la casa de Eren. Rompió fuente.

La casa de Eren.

En ese preciso instante, todo podía irse al mismísimo demonio. Soltó todas las carpetas y papeles en mano y abandonó la oficina como alma que lleva el diablo, esquivando al confuso personal en el proceso. Nadie cuestionó nada por más mitológico que fuera ver al Ackerman correr con tal afán; por el cambio de las feromonas, todos lo sabían.

Sus bebés iban a nacer.

Sería papá.

Y Mikasa…

—¡Maldición! —. Exclamó pisando el acelerador hasta el fondo y conduciendo a velocidades ilegales por las calles. —Estúpida mocosa ¡tenías que largarte precisamente hoy!

Hoy, de todos los días. Hoy que nacían sus bebés.

Levi apretó el volante como si este fuera a escapársele de las manos y tuviera que evitarlo, solo para liberar algo del revoltijo emocional que pasaba. La casa de su cuñado quedaba al otro lado de la ciudad, a diferencia de la ciento dieciséis.

Se tomó un momento en un semáforo en el que hizo chirriar la liga de freno para revisar su móvil: mensajes irrelevantes de Erwin y Hanji y una cinco llamadas perdidas.

"¿Por qué tengo que dejar el puto celular en silencio?"

—¿Carla?

—Vamos de camino en un taxi al hospital. —El rostro de Levi se trastornó al distinguir los gritos guturales de su omega en el fondo. —Es en el que trabaja Grisha.

A Levi le importó tres cominos el semáforo y los insultos de los conductores. Con el destino, ya había una ruta.

En un estado tan alterado como en el que el azabache se hallaba, las dudas y preguntas quedaban en el olvido. Apenas si se tomó la molestia de aparcar el Cadillac; las enfermeras betas se asustaron de solo verlo, ya las omegas les explicarían la situación.

El olor de sustancia médicas, heces, líquidos internos, podredumbres de los pisos inferiores y superiores le torturaron el sentido del olfato, más, con el sentido bien concentrado halló un olor peculiar de entre todos. Guiándose de ello caminó por las sala de emergencia y por los pasillos hasta entrar en la sala de parto.

—¡Mikasa! —Exclamó, exigiendo verla y expeliendo su lado más territorial. —¡Mikasa!

Dos enfermeros betas lo sostuvieron impidiéndole irrumpir en el espacio donde sin lugar a dudas estaba ella.

—Levi, cálmate. —La voz de Carla estaba lejos de lograr su cometido y la fuerza de los enfermeros no era suficiente.

Cuando se era dominado por el instinto con poco o nada se podía.

Y Levi, tan inexperto en semejante situación, era como una bestia desatada y llena de miedo.

—Él es el padre. —Grisha llegó y fue su salvavidas ocasional, portando el manto blanco en el que se leía "Dr. Jaeger" —Déjenlo pasar.

Con prontitud estuvo ataviado en las ropas quirúrgicas y dentro de la sala donde desconocidos le daban una mano a su hembra con el proceso. Ver a Mikasa removió todo en él.

El rostro de la chica, perlado de sudor y rojo por el esfuerzo, con ojos cerrados luchaba porque el primer de los bebés saliera de ella. Levi se sintió un fantasma en medio de todo hasta que los orbes grises lo encontraron y una bella mano se estiró hacia él con dificultad. Y él la tomó sin dudarlo, queriendo traspasar a ella todas las fuerzas necesarias para cumplir con semejante labor.

Era un suertudo de tener la suficiente capacidad de ver el acontecimiento, no obstante, era todo un suceso impactante para él aún siendo como era. Cuando la cabeza de su primera cría comenzó a salir, Levi tuvo que apretar la mano de Mikasa entre la suya de la misma manera en que ella lo hacía con él. Suerte que igualaran en poderíos.

Un pitido sordo hizo de todo algo más prófugo y menos contemporáneo, como si no estuviera plenamente ahí. La sala se llenó de lloriqueos y Mikasa no dejaba de llorar. Entonces, un ser pequeño, frágil y morado fue entregado a sus brazos.

—Es una niña.

Ahí estaba su primer bebé.

Tan raro.

Levi siempre mantendría en alto que no había algo estéticamente bello en los recién nacidos, pero justo en el momento en que la sangre de su sangre estaba siendo cargada por él, algo indescriptible y maravilloso inundó su pecho y tuvo el poder de que sus pupilas se cristalizaran.

—Es un niño.

Vio a un enfermero cargar con el segundo bebé; la doctora que atendía el parto seguía centrada en su omega.

La unión más allá de lo netamente físico que sostenía con la azabache le hizo saber que ella se hallaba en una situación precaria, que se había esforzado al punto de no poder más.

"Tú puedes"

"Joder, mocosa, tú puedes"

"No, no no…"

—Mikasa, tú puedes. Vamos, mi mocosa, puja. —El alfa regresó a su lugar: sostener sus manos, transmitirle tanto como pudiera de él mismo. —Puja, mi amor, adelante. ¡Vamos, Mikasa!

—¡Ya nació!

Y otro bebé lloró.

[…]

En la sala de espera más de uno estaba a la expectativa del parto de Mikasa Ackerman. Carla Jaeger se frotaba las manos anclada a uno de los asientos, atendiendo llamadas de su hijo Eren cada cinco minutos. Sasha sacaba envolturas de frituras mirando la puerta por la que debían de aparecer los médicos y Annie alejaba las manos de Armin de su boca a cada rato, puesto que el chico beta se mordía uñas y dedos sin parar. Historia mecía a su cría en brazos y Ymir trataba de mantenerla calmada, Bertholdt y Reiner se hallaban recargados a una pared con Marco al lado y el equipo de trabajo de Levi estaban ahí sentados, incluida Petra quien tampoco quitaba los ojos de donde debía aparecer algún miembro del hospital con las buenas nuevas.

La omega aún con su orgullo lastimado, solo quería lo mejor para su jefe.

Además había prometido que…

—Pueden venir a verlos. —La aparición de una enfermera sonriente atrajo de inmediato la atención de todos.

Los presentes, entonces, se aglomeraron frente al vidrio que los separaba de los tres bultos puestos en pequeñas cunitas individuales. Dos en colores rosa y uno en azul.

La ternura desbordó a todos a verlos vestiditos y limpios, confirmando la sanidad de los cachorros por el olfato. Tres sanos y lindos cachorros Ackerman.

Solo el teléfono personal de Petra pudo romper con tal encanto. Intimidada por las miradas, la omega contestó sabiendo quien la llamaría.

—¡¿Ya nacieron?! ¡Muéstralos, Ral, muéstralos!

—Hanji, contrólate.

Petra acercó la pantalla que mostraba las figuras de Erwin y Hanji al vidrio, volviendo la atención a los recién nacidos. La felicidad era compartida y la calma también, incluso en ella, que no podía negar que aún muriéndose de envidia reconocía que esos niños eran preciosos. Y que quizás no podría haberle dado unos cachorros así a Levi.

"Mikasa es sorprendente… Haber pasado por ese parto…"

Ignoró los gritos de la mujer en su celular y los intentos del máximo jefe en calmarla. Regresó la vista ahí donde los nombres de los bebés estaban escritos.

"Emma, Ryuu y Mia Ackerman"

[…]

Mikasa despertó del mismo modo en que había caído en la ineludible inconsciencia: con la mano de su alfa halada a la suya. Cada músculo de su cuerpo lo sentía agarrotado, un cansancio enorme recaía sobre su entereza omega. A pesar de haber tenido la capacidad para que sus cachorros nacieran perfectamente, no era de hierro. El agotamiento era enorme.

Pero, tan complaciente.

Levi despertó en el acto, bridándole el amago de una sonrisa correspondida.

—¿Dónde están? —Fue lo primero que dijo, bajito muy bajito. Y recibió besos en su sudada frente y caricias en sus pómulos débiles.

—Están bien, mandaré a que los traigan.

Entonces quisieron admirarse y disfrutar de la calma y la quietud por siempre. Saberse mutuamente uno al otro, haber llegado a un amor inequívoco. Y quererse, quererse, porque cuanto se querían.

Aquí y ahora.

—Gracias Levi. —Susurró ella quedito.

—Gracias a ti Mikasa.

No veían la hora de regresar a su nido de amor.


Bueno, una vez más tarde pero, en esta ocasión, si no es mi culpa. Muchas cosas, muchos asuntos aglomerados y... Ah, cansancio. Justo ahora ni sé como sentirme; este es el final y creo que es basto. La verdad quería añadir más participación del macaco en esto, pero no contribuía con el RM en sí aunque creo que era interesante. Si me nace, haré un One-Shot de eso que me parece, faltó e.e.

¡Gracias por seguir esta historia! Y a Cerisier por pedirla ;D toda tuya amiga, xoxo.

Y nada estoy destruida y renacida al mismo time (?) Quise dedicar esto al proceso de embarazo. Aunque nunca he pasado por uno tengo gente muy cercana que sí y aunque quise resaltar más cosas pos hice lo que más bello me pareció porque con los Ackerman me puede y me nace por naturaleza. Larga vida al RivaMika, paz y amor, sean felices, hagan y dejen hacer y bueno les mando amor a todas las latitudes de la tierra :)

Se despide

MioSiriban.