Sexta bala:
¿Bailamos?
El sonido relajado de una trompeta marcaba el inicio de una melodía tranquila y amena, ideal para acompañar una velada amistosa que debería ser agradable después de tantas dificultades acontecidas en los últimos días. Era el ambiente ideal para compartir con aquellas personas importantes a quienes no se veía en un buen tiempo. Eso podría estar ocurriendo en cualquiera de las mesas del Girandole, pero en el privado reservado para la hija de la familia Shiraho y sus invitados, el ambiente contrastaba con el acompañamiento musical.
En aquella mesa había cinco personas, más dos guardaespaldas que acompañaban a Suzuran Shiraho. En total eran siete ocupantes en una de las salas privadas del Girandole que no esperaban encontrarse bajo ninguna circunstancia ahí. Por su parte, ni Yuzu ni Mei esperaban que su amiga estuviese relacionada con su ahora guardián Julian Sky. Si bien, estaban conscientes que ella siempre estuvo rodeada por un aura de misterio y sobre su familia no se hablaba mucho, nunca pensaron que tuvieran nexos con el bajo mundo en el cual se movían hombres cómo Sky y Joey Horse. Sin embargo, sentirse ajenas a ese ambiente ya no era algo posible, pues por una cruel treta de aquello conocido como destino, ahora un hombre obsesionado con una de ellas había mandado matones para secuestrarlas y así contraer forzosas nupcias. Lo que puede hacer la ambición humana. En unos cuantos días habían experimentado sensaciones de peligro como nunca, presenciaron a hombres armados tras ellas, la alta velocidad de un automóvil en fuga y la presión de ocultarse al mundo que alguna vez creyeron era seguro. Y ahora no solo estaban envueltas en una situación delicada, también descubrieron que las cosas a su alrededor no eran como lo creían. Por su parte, Suzuran no terminaba de asimilar la presencia de sus invitadas. Desde hacía unos días, ya había acordado una reunión el mercenario, incluso había mencionado que también asistirían sus actuales clientas aunque, por motivos de seguridad, no podía dar nombres de ninguna. Ni en sus pensamientos más retorcidos hubiese imaginado que esas clientas eran las Aihara, esas hermanastras que conoció en la Academia y con quienes forjó una amistad como nunca antes había hecho. Sky, a diferencia de ellas, de su socio y de los guardaespaldas, se limitó a dejar todo en una curiosa y afortunada coincidencia. Además, que ellas ya se conocieran le evitaba la molestia de presentarlas.
Los meseros ya habían retirado los platos de las ensaladas que fungieron como entradas y en cuestión de minutos llegarían con el plato fuerte: una ración de langostinos para cada una de las personas a la mesa. El problema hasta entonces era que nadie se atrevía a hablar, aunque no hubiera desconocidos. Tanto Joey como los guardaespaldas de la señorita Shiraho se sentían los menos adecuados para romper el hielo y tornaban sus miradas en repetidas ocasiones al responsable de dicha reunión, sin embargo, Julian no mostraba el menor interés en hablar hasta que no fuera el momento de revelar la información que reunieron sobre Naoki Sato. En vez de atender el motivo real de su reunión, el mercenario prestaba toda su atención a su teléfono celular y las viñetas de Mage & Demon Queen. Para Joey esto era una molestia a la que ya se había acostumbrado; su estimado socio nunca iniciaría una conversación mientras estuviera cenando, especialmente cuando se tratara de un lugar tan caro como ese restaurante. A menos que alguien le pidiera hablar, él guardaría silencio hasta que pasara el postre.
Las tres chicas tampoco estaban seguras de como iniciar una conversación a pesar de ser amigas. Suzuran intentaba leer el ambiente y pensaba en todos los posibles efectos que tendría la revelación del negocio familiar ante sus queridas amigas. Era obvio que Sky no comentó nada sobre ella antes de llegar al restaurante, algo que agradecía en cierta manera, pues si Yuzu y Mei debían enterarse de las verdaderas actividades comerciales de la familia Shiraho, prefería que fuera por medio de ella y no de un tercero. Sin embargo, no esperaba que ese momento llegara de una forma tan abrupta. En ese momento no estaba segura de cómo podía tocar el tema.
Por la cabeza de Mei pasaba un desastre similar, con la diferencia que ella ya tenía sospechas sobre los verdaderos negocios de los Shiraho. Al ser la presidenta del consejo estudiantil y la suplente ocasional del director, tenía acceso a todos los archivos de la Academia, aunque solo en ocasiones especiales que requirieran atención para la resolución de asuntos urgentes que involucraran a la alumna en cuestión. Debido a algunas irregularidades en la inscripción de Suzuran y su repentina ausencia a clases durante un breve periodo que le mandaron a un curso de recuperación, Mei se vio obligada a atender el expediente en alguna ocasión, hecho que ocurrió aun antes de conocer a Yuzu. La mayor irregularidad en dicho expediente eran los números de contacto para alguna emergencia. Sin importar a cuál llamara, en ninguno atendían los padres de Suzuran. Todos eran teléfonos de algún negocio que nada tenía que ver con el anterior y el mensaje que recibía siempre era el mismo. Nadie le dio razón del señor o la señora Shiraho, solo pedían que dejara su mensaje y que alguno de los dos contactaría con la Academia en cuanto le fuera posible. No fue hasta que la secretaria del abuelo Aihara entró a la oficina y le informó a Mei que el señor director se haría cargo del asunto en cuanto volviera a sus labores. En aquel entonces, ella no le dio la mayor importancia, pero hasta ese momento, en medio de guardaespaldas y mercenarios, las irregularidades en torno a Suzuran Shiraho comenzaban a tener sentido.
La mirada de Joey pasó de su socio a la inquieta y por el momento pelinegra Yuzu, que estaba evidentemente nerviosa. Forzaba un gesto que aparentaba serenidad con poco éxito. Cualquiera que le mirase por más de cinco segundos notaría que estaba alterada y no era para menos verla así. ¿De qué otra manera podrías reaccionar si te enteras que una de tus amigas, una persona a la cual le diste tu confianza, tu afecto, incluso fuiste a su casa e hiciste un esfuerzo por hacer reír, es en verdad la hija de un poderoso yakuza? Y aunque no estaba del todo confirmado, no podía esperar otra respuesta. Yuzu quería gritar, arrancarse la peluca y arrojarla muy lejos, pero no debido a la impresión, sino a la frustración de no haber imaginado antes que conocía a alguien cercana al bajo mundo. Las señalas estuvieron ahí todo el tiempo: que Shirapon-senpai fuera tan reservada, la presencia y la manera de hablar de los guardaespaldas, la casa tan grande en la que vivía. Todo estuvo a la vista desde que la conoció, pero nunca le tomó ni importancia ni la molestia de reflexionar al respecto.
Acercó la copa de agua a sus labios. Aunque sintiera la frustración por no adivinar la verdadera historia familiar de una de sus tan preciadas amigas, tampoco podía cambiar la percepción que tenia de ella por ese detalle que, además, no era culpa suya. Así como Yuzu nunca pidió una hermanastra, ni pidió que Matsuri fuera su vecina o que Nene le admirara, no podía reprocharle a Suzuran los aparentes nexos criminales de su familia. No era culpa de ella haber nacido en una familia de yakuza; una persona simplemente no elige a cuál cuna llegar. Tampoco podía reprocharle el mantenerlo en secreto. Por simple seguridad propia y de sus amigas, había motivos de sobra para mantener esa información al margen. Además, ya se había tomado la molestia de ayudarles en su difícil situación. Sería de lo más descortés gritar su asombro por el reciente descubrimiento. Su mayor problema era, en ese momento, romper con el ambiente callado y tenso que ellas mismas habían creado. Dio un sorbo al agua de su copa y en seguida la dejó en la mesa. La atmosfera silenciosa ya le estaba ahogando, no soportaba más la tensión. Si alguien podía romper el hielo, era ella. Hora de actuar como solo Yuzu Aihara podía hacerlo. Después de todo, estaba entre sus amistades… y un mercenario al cual ambas conocían. La mejor opción era iniciar por eso.
—Este… —comenzó a decir. Una sola palabra bastó para que todas las miradas se centraran en ella, con excepción de Sky—. Si que fue una… una gran sorpresa verte aquí, Shirapon-senpai —dijo con una sonrisa que aparentaba ser alegre. No había dejado de lado su nerviosismo. Temía decir algo incorrecto, un error en sus palabras tendría como consecuencia algo más allá de una disputa entre buenas amigas—. Nunca pensé que conocieras al… al señor Sky.
Suzuran guardó silencio unos segundos, mirando atentamente a Yuzu con esos afilados y profundos ojos que siempre analizaban a las personas. Parpadeó un par de veces y giró la cabeza hacia donde estaba el mercenario. Él solo prestaba atención a la pantalla de su celular. Ella sabía que era mejor no molestarlo en ese momento, por lo que estaba dispuesta a informarle a su amiga de todo lo que quisiera. A esas alturas, ya no había motivos para guardar secretos.
—Así es. Julian Sky trabajó para mi padre hace unos años. Tuvimos una situación delicada con algunas personas y él nos brindó su apoyo —dijo al fin y, como pocas veces, sintió pena. Pena provocada por esa momentánea tensión que vivió con sus amigas y el miedo a que le rechazaran. Tanto trabajo le había costado relacionarse con alguien que no fuera de su familia o un empleado de esta como para alejar a sus amistades en un momento delicado. Y, claro, también le llamaba la atención que la familia Aihara tuviera tratos con un hombre como Julian Sky, alguien a quien solo se puede llegar mediante una recomendación. Elevó su mano a la altura del rostro y lo cubrió con esta, dejando solo visibles sus ojos—. Es evidente que ambas se sorprendieron, pero tú más, Yuzupon. Y admito que yo también estoy sorprendida de verlas entrar a su lado. No pensé que la familia Aihara también estuviese envuelta en este tipo de negociaciones.
—¿Qué? ¡No, no, no! Te equivocas. Nosotras no estamos en… bueno… no tenemos nada que ver con… em… —quería evitar la palabra mafia, yakuza o cualquier equivalente que pudiera resultar ofensivo, pero al mismo tiempo no encontraba otra que se ajustara a sus pensamientos. Si lograba contenerse, era porque aún no confirmaba nada y las miradas de los guardaespaldas, los mismos grandulones que saludaba como si nada cada vez que se veía con Suzuran, de pronto le parecieron amenazantes. ¿Sería de verdad o solo le daban esa impresión? Escuchó una breve risa, incomoda y sarcástica. Sky había dejado a un lado su teléfono y la miraba. Otra presión se sumaba—. Quiero decir…
—¿Sí?
La mirada de Shiraho, ya de por si escalofriante, le pareció aún más intensa que de costumbre. Temía decir algo que pudiera ofenderla o incomodarle. Sintió como sus mejillas se ruborizaban; las palabras formaban un nudo en su garganta y hablar se tornaba cada vez más difícil. La frente comenzaba a sudarle copiosamente. De seguir así, se arruinaría su maquillaje.
—No tenemos negocios este… de esa clase… ya sabes que quiero decir —balbuceó las palabras, apenas entendibles para el resto y con una voz que cada vez se volvía más débil con toda intensión.
—Nuestra situación no tiene nada que ver con negocios, ni familiares ni de la academia —intervino Mei, tan calmada como suele hacerlo—. El señor Sky trabaja para mi abuelo por cuestiones de seguridad. Nuestra seguridad.
—Ya veo. Cuando lo vi entrar pensé que se trataba de algo similar a lo que paso con mi familia. No debí juzgar su presencia de esa manera. Aunque debí sospecharlo por la información que el señor Sky nos pidió recopilar para su trabajo.
—Entonces… ¿sabes quién es Naoki Sato? —preguntó Yuzu, recuperando la calma tras dar un largo trago a su copa.
—Sí. No fue fácil obtener información sobre él, pero logramos encontrar varias cosas al respecto. Traje un expediente sobre él y podemos…
—Nada de eso —interrumpió Sky para sorpresa de todos. Guardó su teléfono con toda la calma del mundo y se acomodó en la silla—. Pueden hablar todo lo que quieran, pero dejemos el trabajo para el final. Ya vienen los langostinos y es mejor disfrutarlos con calma.
Yuzu y el par de guardaespaldas voltearon al muro de cristal, buscando a los meseros que llevarían su plato fuerte, pero no vieron ninguno. Esperaban que su orden estuviera afuera, a punto de entrar en la pequeña sala privada y su aroma inundara de inmediato el lugar. En cambio, solo veían las mesas llenas de comensales que disfrutaban de su comida, a meseros atentos a la mínima señal de los clientes y a parte de los músicos quienes, ajenos a la multitud que les rodeaba, seguían interpretando su repertorio. Pasaron cerca de cinco minutos para que los camareros entraran al privado y comenzaran a servir el plato fuerte.
A medida que los langostinos desaparecían de sus platos, el ambiente cambió de manera sorprendente; ese aire negativo con el cual dio inicio la reunión había sido reemplazado por uno de camaradería y amistad, tal como debió dar inicio. Mientras Sky comía en silencio, saboreando la cena a conciencia, Yuzu narraba con lujo de detalles y algunas exageraciones que ella misma se permitió, todo lo ocurrido desde la llegada del mercenario a su departamento hasta esa noche. Exaltaba la manera en que su escolta se hizo cargo de los hombres de Sato; ya fuera en su primer ataque o la pelea que tuvieron a las afueras de la academia. Sus palabras hacían quedar a Sky como un héroe de película americana, ese hombre inmune a las balas que podría eliminar a todo un ejército por su cuenta. Por supuesto, también reconocía las habilidades al volante de Joey y la admirable templanza con la cual Mei tomó las cosas.
En otras condiciones, Mei pensaría que Yuzu estaba dejando volar su imaginación. Una persona tan habilidosa en combate cuerpo a cuerpo y con tal virtud con las armas de fuego era algo que solo podría esperar en una obra de ficción. Sin embargo, ella fue testigo de cómo ese hombre fue capaz de derribar a cinco atacantes, a uno de ellos con solo un puñetazo y no dudaba que con el resto fuera igual. Tomó un langostino. Lo detuvo con un tenedor y le cortó la cabeza con ayuda del cuchillo para sacarle la carne. Hacía mucho que no comía algo así; la última vez debió ser meses antes del matrimonio de su padre con la madre de Yuzu, posiblemente durante una de las tantas reuniones a las que acompañó a su abuelo. No lo demostraba, pero en el fondo estaba feliz conservar la habilidad de separar la cascara de la carne con los cubiertos. La mayoría de la gente usa las manos para eso y, aunque no es del todo incorrecto, los dedos quedan impregnados con un aroma que después de unos minutos se torna desagradable. Miró al frente, para su sorpresa, tanto Sky como Joey podían hacer lo mismo que ella. Reflexionó un momento al respecto y llegó a una rápida conclusión: ellos, igual que ella, tuvieron que aprender a comer de esa forma porque su trabajo, aunque polémico, les exigía tratar con las diversas esferas sociales que existen en el mundo y debían comportarse según la situación en la que se encontraran. De Shiraho no le parecía extraño; sin importar la naturaleza de sus negocios familiares, ella también fue criada en una familia con cierto estatus social del cual se esperaban esos modales en la mesa. Miró a su lado, donde estaba sentada Yuzu y descubrió un par de intentos fallidos por replicar los modales del resto de los presentes. Presencio el momento justo en el cual su prometida partía a la mitad la cascara de uno de los mariscos con ambas manos. Yuzu notó que la miraban y con vergüenza dejó el langostino en el plato. Pensó en decirle algo al respecto, que no se preocupara por eso y que estaba bien al partirlo con la mano, después de todo, ella aun no aprendía a usar los cubiertos para separar la carne de la cascara. Era difícil y se requería de varios ensayos para encontrar el modo correcto de hacerlo. Pero en vez de hablar, tomó el pequeño bolso de mano que le permitieron llevar y de este sacó un paquete de toallitas húmedas.
—Cuando acabes de comer límpiate con esto —le dijo acercando el paquete a Yuzu, cuyas mejillas se encendieron ante tal acto de amabilidad—. Después de unos minutos puede quedarte un aroma desagradable.
—Gracias —respondió Yuzu. Su corazón se aceleró con una mezcla de vergüenza, ternura y, por supuesto, mucho amor—. Disculpa si esto es molesto, intenté hacer lo mismo que tú pero… no pude.
—Es difícil las primeras veces. Cuando esto se solucione, puedo enseñarte como se hace —comentó Mei antes de volver a su comida. Yuzu, con las mejillas más coloradas que antes, se contuvo de saltar sobre su amada para abrazarla. Para cualquiera, ese gesto era insignificante; para ella, fue algo sumamente enternecedor. Sin perder un solo detalle, Sky las miraba y una breve sonrisa apareció en sus labios, tan efímera que solo la observadora Suzuran pudo verla.
En algún punto de la velada, cuando los platos repletos de cascaras de langostinos fueron retirados por los meseros y el postre aguardaba en la cocina su turno, la cámara privada se llenó de conversaciones amistosas. Joey y los guardaespaldas de Shirapon comenzaron una espontanea charla sobre autos, compartiendo consejos para obtener el mejor rendimiento a cambio de poco combustible. En cuestión de minutos, el conductor temporal de las Aihara se volvió un maestro a quien los dos hombres prestaban atención cómo si aquello se tratase de una catedra universitaria. El mercenario pelirrojo había regresado a su celular, pero a diferencia de como hizo al inicio de la cena, ahora procuraba que nadie más viera lo que él miraba en pantalla.
Aquello no pasó desapercibido para Yuzu. Era muy evidente que la intención del mercenario era evitar la vista de quienes le rodeaban, no quería compartir con nadie lo que podía ver, pero, ¿cuál sería la razón para eso? Si antes no tenía reparos en ocultar sus lecturas. Como era de esperarse, Yuzu quería resolver el misterio. Lo más sencillo sería preguntarle qué miraba, pero sabía la inutilidad de esto gracias al contrato firmado por su abuelo y la intención de Sky por cumplirlo. Tal vez, pensó la rubia, obtendría un mejor resultado si repetía la estrategia que tan buenos resultados le habían dado con el extranjero. Está en la naturaleza de Yuzu llevarse bien con las personas que le rodean, así tenga sus complicaciones para abrir sus corazas. Con Julian Sky descubrió que su gusto por las obras de temática yuri era la mejor manera de socializar con él. Por otro lado, la presencia de Suzuran aún le provocaba mucha curiosidad. Verla en ese restaurante fue la gran sorpresa de la noche y también quería saber bajo qué circunstancias se habían conocido ella y el pistolero pelirrojo. Si bien, ya tenía claro que fue por un trabajo, no podía dejar de pensar el tipo de negocio que la familia Shiraho tuvo con Sky. Había tantas cosas que quería saber en ese momento y no sabía por dónde ni como empezar a pedir respuestas sin verse agresiva.
—Fue tu padre, ¿verdad? —preguntó Mei. Le dirigió a Suzuran una mirada directa. Estaba segura de tener razón, solo necesitaba la confirmación a su sospecha—. Él puso en contacto a mi abuelo con Sky.
—No estoy segura de la amistad entre nuestras familias. Hasta donde sé, mi padre solo se ha visto con su abuelo alrededor de cinco veces, la mayoría fueron cuando arreglaron algunos problemas con mi estadía en la academia. Es posible que en ese momento le recomendara sus servicios.
—Tuvo que ser en ese momento. Y mi abuelo guardó muy bien esa información —señaló Mei. Sus palabras parecían estar dirigidas a ella misma—. Nunca encontré nada sobre Sky en sus agendas.
—No es información que dejes al alcance de cualquiera; el simple hecho de tenerla ya es peligroso —respondió Suzuran. Giró la cabeza de manera espeluznante hacia Yuzu, provocándole un sobresalto—. Yuzupon, ya sé que te da mucha curiosidad saber que negocios tiene mi familia.
—¿Qué? —exclamó Yuzu sumamente nerviosa. ¿Desde cuándo Suzuran podía leer mentes?—. No es verdad, yo no estaba pensando en eso. Yo solo estoy sorprendida de que conozcas al señor Sky y ahora él trabaje con nosotras. Es una gran coincidencia, es todo lo que pensaba.
—El nerviosismo en tus palabras y tus exageradas reacciones lo hacen evidente; sin embargo, no puedo culparte por sospecharlo ahora que se volvió tan obvio —comentó Suzuran, mirándole fijamente. Para ese momento había puesto su mano a modo de mascara una vez más. Esperó un momento para que su amiga recuperase el aliento, pues estaba dispuesta a revelarle todo lo que quisiera saber. El ambiente musical había cambiado de una forma tan gradual que nadie lo había notado. Las melodías tranquilas pararon y fueron reemplazadas por ritmos más enérgicos y hasta alegres. En un acto reflejo, Yuzu seguía la música con unos leves movimientos de sus pies—. Nunca quise decirlo porque temía alejarles. Me fue muy difícil tener amigas hasta que las conocí a ustedes y que la historia de mi familia pudiera apartarlas de mi era algo que quería evitar.
—¡En eso te equivocas, Shirapon-senpai! —expresó Yuzu casi saltando de la silla. El repentino movimiento provocó que las copas sobre la mesa se tambalearan—. Tú no tienes la culpa de eso, no es algo que decidieras. Solo es el camino que eligió tu familia, pero eso no te hace responsable de nada. Has sido una buena amiga con nosotras, incluso nos has ayudado en momentos difíciles como lo haces ahora mismo.
—De saber que era por ustedes, hubiera hecho aún más que solo preparar un reporte sobre ese hombre —había una carga de frustración en las palabras de Suzuran.
—Pero eso ya es más que suficiente. No hace falta llegar a un extremo en cual hagas algo de lo que puedas arrepentirte. Tu información nos ayudará a salir de esta situación tan difícil. ¿Verdad, Mei?
Ligeramente adormilada por la hora y la cena, Mei se giró para ver a Yuzu. A pesar de la somnolencia, había escuchado cada palabra. Si bien, no podía estar de acuerdo en las negociaciones del bajo mundo de la familia Shiraho, debía concederle la razón a su hermanastra. Si había alguien que no tenía culpa alguna por las elecciones de su padre, era ella. Mei podía comprender eso a la perfección, pues ya había pasado por algo similar hacía poco tiempo.
—Tienes razón —admitió tras pensarlo unos segundos—. Son condiciones que están fuera de tu alcance. Además, no serías la primera estudiante de la academia con una familia que tenga negocios de esa clase. Hay cosas que no se pueden evitar. De no ser por eso, Yuzu y yo no estaríamos aquí en este momento.
—Eso mismo. Deberíamos agradecerles por recomendar al señor Sky —agregó Yuzu con una reverencia.
Mei tornó la mirada a Suzuran. En la academia corría un rumor sobre la presencia de la hija de un mafioso que intentaba alejarse del mundo criminal con resultados poco alentadores. Nunca pensó que se tratara de esa chica de aire siniestro con la cual Yuzu tuvo la gran idea de agregar a su círculo de amistades. Tampoco pensó que su abuelo guardaría semejante información, pero si ya había contratado en secreto a un matón para protegerlas, ya nada podría sorprenderle. Cuando ella llegara a ocupar el puesto de directora, debería enfrentarse a situaciones como esa e incluso algunas más descabelladas.
Después del postre, con los estómagos llenos y los ánimos mejorando a cada minuto, el grupo procedía a hablar del motivo que les había reunido esa noche en el Girandole.Al centro de la mesa había una carpeta negra, sin caratulas y con varias hojas en su interior. En la primera página destacaba la fotografía de un hombre que rondaría el final de sus veintitantos años, vestido de traje y una corbata por completo floja. Lucía eufórico, con el cabello negro alborotado y los ojos rojizos a causa de una probable noche de juerga. Al pie del retrato estaba escrito el nombre Naoki Sato. Las Aihara acababan de conocer el rostro de su acosador.
—Entonces, este tipo es Sato —dijo Sky sin mostrar emoción alguna. No lo dijo, pero se sentía decepcionado por su aspecto. Esperaba a alguien de aspecto más imponente y no al despreocupado hombre que estaba en la fotografía cuyo aspecto era de lo más simple, hasta aburrido.
—Sí. Naoki Sato, hijo de Akihito Sato y heredero de sus negocios inmobiliarios. Al menos lo era hasta que gastó su fortuna y comenzó a endeudarse por toda la ciudad —Shiraho hablaba con una voz tranquila y dio vuelta a la página, mostrando un detallado esquema con nombres de bancos y personas—. Como pueden ver, al ver que su dinero se terminaba, comenzó a pedir préstamos a toda la ciudad.
—Están todos los bancos que operan en la ciudad —señaló Mei. también reconoció los nombres de varios socios de su abuelo.
—¿Cómo consiguió tantos prestamos? —preguntó Yuzu al ver la gran cantidad de nombres. Miró las paginas siguientes y notó que la lista aumentaba, incluso repitiendo a los acreedores de Sato en varias ocasiones—. No hay forma de que alguien pudiera confiar en él.
—Supongo que su apellido aun valía algo —respondió Suzuran—. Debía usar parte del dinero para cubrir sus deudas, hacia funcionar sus negocios por un tiempo y volvía a despilfarrar el poco dinero que había producido. También llegó a pedirle dinero a mi padre, pero se negó a prestarle.
—Casi todas sus deudas están pagadas, excepto por estos últimos —señaló Mei al final de documento. Los últimos tres nombres estaban encerrados con un círculo rojo y les acompañaba una anotación que decía "pendiente".
—Todos ellos son mafiosos conocidos por dedicarse al préstamo de dinero. Aun no ponen precio por la cabeza de Sato pero, juzgando por las fechas en que le entregaron el dinero, no deben tardar mucho en hacerlo.
—Inugane. Con razón le urge casarse, este hombre es un demonio —murmuró el pistolero. Tomó la carpeta y pasó las paginas apenas prestando atención a su contenido. Ya tendría un momento de mayor calma para leerlas sin ningún tipo de presión. Lo más importante en ese momento era buscar una posible ubicación de Sato para terminar con el trabajo. El tener el nombre de sus aliados sería suficiente para facilitar su localización.
—Pero no podemos escondernos hasta que eso pase —intervino Yuzu. Tenía claro que cuando los mafiosos pusieran una recompensa por Sato, la ultimo que tendría en mente aquel hombre sería perseguir a las Aihara. Sin embargo, por muy pronto que esto fuera, no tenían idea de cuando pasaría ni les garantizaba su seguridad. Una persona desesperada puede ser impredecible y aún más si se trata de alguien con ideas criminales—. ¿Qué pasa si nunca lo encuentran? No podemos vivir así para siempre.
—Lo encontrarán, de eso no hay duda —aseguró Sky cerrando la carpeta. Al final había un listado de posibles escondites, todos propiedad de Akihito Sato. No parecían prometedores, pero era mejor a no tener ninguna pista—. Pero no es lo ideal. Si aún tiene algunos recursos para seguirlas, podrá dar con nuestro paradero antes de que manden atraparlo.
—Para eso vinimos aquí, usted lo dijo —Mei respondió sin apartar la mirada de la carpeta. Tenía la sensación de haber visto antes a Naoki rondando por la Academia Aihara pero nunca le dio importancia. Parecía ser una persona más entre la multitud, sin acercarse a nadie, ni siquiera mirando a las estudiantes—. Quería hacerlo salir de su escondite.
—No quiero criticar sus planes, pero... —comenzó a decir Yuzu. Ella, desde un principio, temía encontrarse a los hombres de Sato durante la noche. En más de una ocasión había tornado la vista al restaurante en busca de alguien de aspecto sospechoso. Estaba asustada y preocupada, convencida de que en cualquier momento entrarían varios pistoleros y se llevarían a Mei lejos de ella—. ¿No estamos en peligro? Ya sé que es la mejor manera de capturarlo, pero nos arriesga a ser atrapadas por él.
—Eso no pasará —respondió inmediatamente Julian Sky con una voz que, por primera vez desde que lo conocieron, mostraba seriedad. Esto causó un asombro en su socio; escucharlo con ese tono era algo poco común—. Mientras esté con ustedes, no les pasará nada.
La confianza de las Aihara se fortaleció ante el cambio de actitud que su guardaespaldas había demostrado. Si ya confiaban en él, era por no tener otra opción, sin embargo, entre sus gestos desinteresados y la manía por pasar el tiempo en su celular o leyendo manga, no estaban seguras de cuan profesional podría ser ese hombre.En ese momento su percepción cambió; al notar lo determinado que estaba a defenderlas, al escuchar sus palabras tan firmes y serias, sintieron un gran alivio. Por supuesto, estaba claro para ambas que depositar su confianza en los extranjeros no bastaba para solucionar el problema en el cual se habían envuelto sin saberlo; debían seguir sus indicaciones al pie de la letra y extremar las precauciones a fin de evitar cualquier accidente con desenlaces funestos.
La banda que amenizaba la velada inició una melodía con una combinación de percusión, guitarra y bajo eléctricos, misma que fue reconocía al instante por la heredera de la familia Shiraho. De inmediato se levantó y caminó hasta la silla ocupada por Joey quien, al verla acercarse, también se puso de pie y tendiéndole la mano, dijo:
—¿Bailamos?
Suzuran asintió con la cabeza. Tomó la mano del conductor y alejándose unos pasos de la mesa, comenzaron a bailar al ritmo de Koshite cha cha cha, interpretada por la banda en vivo. Los guardaespaldas de Suzuran sonrieron al verla junto a Joey, se mostraban felices por ella, en cambio, para Yuzu aquello era algo inaudito. No podía creer lo que estaba presenciando; de todas las cosas que le habían pasado en los últimos días, ver a su amiga Shirapon bailando con un mercenario extranjero era algo para lo que no estaba lista. Su asombro era tan evidente que Sky se acercó y antes de volver a concentrarse en su teléfono le susurró al oído.
—Joey le enseñó a bailar eso. ¿Por qué no invitas a tu noviastra?
—¿Ah? ¿Ahora mismo?
—Claro. Les ayudará a liberar un poco la tensión.
Las mejillas de Yuzu se encendieron como fósforos y sus ojos recuperaron el brillo perdido en los últimos días. Era el momento para que esas clases autodidacticas de baile de salón rindieran sus frutos. Respiró hondo y se levantó de la silla, dando un tropezón que apenas se notó. A veces se preguntaba cómo era posible que Mei le provocara aun tal nerviosismo, como si fuese aun la primera vez que hablaría con ella a pesar de vivir juntas desde hace ya bastante tiempo. Se detuvo frente a la pelinegra y, extendiéndole su mano temblorosa, hizo la pregunta.
—Oye Mei. ¿Qué tal si… si bailamos? Aunque sea una sola canción.
Mei se quedó callada, observando la mano temblorosa de Yuzu y luego su rostro colorado lleno de decisión. Bailar en un restaurante, bajo circunstancias de emergencia y rodeada de tantas personas era algo que ni en sus sueños más extraños había hecho. Naturalmente, la respuesta sería no, pero ver a Yuzu tan empeñada a ello le hizo reconsiderarlo. Estaban en una sala privada donde apenas podrían verlas, además los disfraces las dejaban irreconocibles al resto de los comensales. Dejó escapar un suspiro y tomó la mano de Yuzu, provocándole un temblor que desapareció inmediatamente y una amplia sonrisa como pocas veces le vio. Si en verdad quería pasar el resto de su vida con ella, debía ser más abierta y menos egoísta; concederle uno que otro gusto era lo ideal. O eso leyó en una de las tantas obras en la biblioteca Sky. Mei se levantó y guiada por Yuzu, se alejaron de la mesa a un rincón donde podrían moverse con mayor facilidad.
—Oigan ustedes dos —llamó Sky a los guardaespaldas de Suzuran—. Vengan a ver esto, es sumamente interesante lo que uno puede encontrar en internet.
Los dos hombres se acercaron en el acto, centrando su atención en el celular del pelirrojo. Y mientras todos estaban distraídos, el celular de Suzuran Shiraho recibió una llamada de Matsuri, misma que no tendría una respuesta en ese momento.
To be continued