Laberinto de sueño

Disclaimer: Ojala fuese dueña de Harry Potter, así Dramione sería canon y Draco tendría una historia de redención, pero pertenece a JKR. Esta historia está hecha sin fines de lucro con sólo afán recreativo. Es mi primera vez en este fandom, espero salga bien. Será una historia pequeña, 8 capítulos cortos y el final es agridulce.


La última vez que Draco Malfoy vio a Hermione Granger, fue siete días después de su juicio, en un ataúd transparente, con un vestido blanco que ella jamás hubiese decidido usar mientras se encontraba con vida. No es que él supiese sus gustos personales pero habiendo compartido durante seis años en Hogwarts, él sabía que ella no era una chica a la que le gustase usar ese tipo de prendas.

Era una situación increíble estar en su funeral considerando que una semana antes la había visto con vida, con sus rizos atroces y una sonrisa autosuficiente al lograr lo que quería ante el Wizengamot.

Después de la guerra, los Malfoy enfrentaron la justicia y gracias a las declaraciones de dos tercios del trío dorado y una buena cantidad de galeones en el caso de su padre, su familia no tuvo que pasar por Azkaban. El niño que vivió tomó como una cruzada personal el salvar a su madre de la prisión por haber mentido al Señor Oscuro a los ojos, sin titubear, diciendo que Potter estaba muerto, lo cual permitió la victoria del lado de la luz. Así su madre había logrado ser considerada inocente de todo cargo. Su propio juicio, un par de días después, sorprendió al contar con la declaración del Héroe del mundo mágico, detallando como Draco bajó su varita e iba a aceptar la ayuda de Dumbledore antes de ser interceptado por el resto de los mortífagos aquella lejana noche en la Torre de Astronomía, habiendo sido testigo de lo ocurrido gracias a una capa de invisibilidad.

Las palabras del niño que vivió dos veces fueron entendibles para Draco, considerándolas un agradecimiento a Narcissa, su madre, siendo el mejor hombre al dejar atrás años de animosidad por la mujer que de alguna manera hizo posible su victoria y fue por ello que ver a la Chica Dorada en todo su esplendor declarando a su favor ante todos esos magos logró asombrarlo.

Hermione Granger no tenía motivos para testificar por él. FDraco había sido su verdugo personal durante su época escolar y la chica fue torturada en su propia casa por su propia tía mientras él sólo se quedó mirando sin hacer nada, conteniendo desesperado el deseo interno que tenía de ayudarlos a escapar, esperando que la maldita Orden fuese a salvarlos. Aunque eso ella no lo sabía, no tenía como saberlo a menos que Potter hubiese encontrado la forma de leer pensamientos. A pesar de su historia en común, ahí se encontraba ella, con su cabello indómito y sus palabras feroces, tratando de convencer al Wizengamot que él fue una víctima de la guerra y de la educación desfavorable de su familia, que no conocía otra forma de vivir y aún así, para ella, Malfoy cuestionó a Voldemort al no reconocerlos en la mansión, dándoles tiempo para conseguir escapar.

Draco Malfoy levantó una ceja ante las declaración de la bruja, a sabiendas que él jamás sería el héroe que ella trataba de dibujar ante aquellos jurados vestidos de purpura. No era un maldito Gryffindor. Se sintió como una criatura mágica que necesitaba ser liberada ante los ojos de la chica, como un maldito elfo domestico. Él era la nueva cruzada de la heroína de guerra y el Wizengamot actuó en consecuencia, condenando al joven heredero a reparaciones económicas que no harían mella en su fortuna y a un año de magia vigilada a cargo del auror en entrenamiento Harry Potter, que se ofreció a dicha tarea. Después de todo, de acuerdo a las apasionadas palabras de Granger, él sólo era menor de edad al momento de ayudar al ingreso de los mortífagos a Hogwarts y no participó en actividades al servicio de Voldemort.

Al menos no actividades con resultado favorable a su Señor después de fallar en las dos misiones que le otorgó. Pero eso tampoco lo sabía ella y menos el Wizengamot.

Decir que Draco Malfoy se encontraba humillado era un hecho fácilmente comprobable. Sus puños apretados, su frente en alto y su cara generalmente inexpresiva era prueba de ello. Su madre lo abrazó de manera aprisionante mientras en su mente Slytherin no comprendía los motivos que tendrían sus enemigos para defenderlo de manera tan desinteresada y en medio de gritos de algunos magos que veían con asombro su liberación e intentos desesperados de la prensa por conseguir sus primeras declaraciones tratando de arrebatarlo de los brazos desesperados de Narcissa, fue que vio a sus nuevos salvadores abandonar el lugar sin cruzar palabras con él. Ni siquiera una mirada de Potter y sólo un vistazo fugaz por parte de Granger.

En aquel momento, Draco vio que todo sucedió después como un borrón. Su madre tomó su mano y lo llevó al punto de aparición para llegar a la paz de la Mansión familiar. Le tomaría una semana completa poder volver a su vida y rememorar lo ocurrido con detalles que en aquel momento fueron insignificantes, como lo delgada que se encontraba la nacida muggle, sus notables ojeras y su cabello más revuelto de lo normal, los detalles que a raíz de los acontecimientos actuales, se vio obligado a recordar y atesorar esos pequeños regalos de su memoria traidora. Es por ello, se dijo, que frente al ataúd que ahora albergaba el cuerpo de Hermione Granger, sintió la necesidad de tener un gira tiempo para poder agradecer el haberle liberado de una vida en Azkaban antes de su prematura defunción. Ella realmente lo había ayudado de manera desinterada.

Fue toda una sorpresa en la comunidad mágica la repentina muerte de la bruja más brillante de su generación, al ser atacada por un desconocido en medio del Callejón Diagon después de una compra de libros en Flourish y Blotts, uno de sus pasatiempos favoritos. La familia Malfoy se enteró mientras desayunaban, a raíz del Profeta, que mostraba una imagen de Ronald Weasley, el novio de la chica, llorando desesperado mientras abrazaba el cuerpo inmóvil de la bruja.

- No puedo creer que permitan algo así – manifestó su madre, indignada, mientras bebía su té – ese tipo de imágenes brutales no debiesen publicarse en el periódico.

Draco simplemente asintió sin poder dejar de mirar aquella imagen. Eran los rizos de los que tantas veces se había burlado, no había duda de ello, sin poder creer que Hermione Granger se encontraba muerta.

- Ninguno de nosotros está a salvo mientras los sangre sucia estén ahí afuera – fueron las palabras de su padre.

Draco no entendió el razonamiento de su padre. No aún. Pasarían varias semanas para comprender el significado oculto tras sus palabras.

Así fue como una semana después de su juicio, Draco Malfoy se encontraba usando sus mejores túnicas negras en el funeral de la heroína de guerra Hermione Granger, tomando el brazo de su madre, mientras Potter y Weasley se encontraban llorando a su amiga fallecida. Potter se encontraba completamente serio, abrazado por su novia comadreja que lloraba en su hombro. Weasley, por su parte, estaba aferrado al ataúd de la chica, hasta que su madre decidió alejarlo de allí.

A medida que la gente comenzaba a dejar el lugar, se él se acercó al ataúd con cautela, dando un pequeño movimiento con su cabeza en reconocimiento a Potter, con una sensación de abatimiento perforando su cuerpo, y la miró, con aquel vestido blanco, sus mejillas sin el rosa que las caracterizaba, sus ojos castaños cerrados y sus labios fríos.

Una semana antes ella manifestaba círculos negros bajo sus ojos, mucho más delgada y apoyada en Harry Potter como si fuese un bastón. Ella no estaba bien pero estaba viva y él, a pesar de sus años de animosidad, definitivamente la prefería viva.

El mundo mágico cambio después de su muerte.

El terror de apoderó poco a poco de la población, la inseguridad de salir del hogar y encontrar la muerte en manos desconocidas como Hermione fue un sentimiento generalizado. El miedo comenzó a movilizar a la gente.

Draco pensó que el mundo mágico perdió la calidez que alguna vez tuvo. Veía el miedo en los ojos de los magos, el mismo miedo paralizante que él sintió bajo la mirada del Señor Tenebroso.

La opinión de los magos en general fue que los mortífagos y el mismisimo Innombrable existieron debido a los nacidos muggles. Sin ellos, la guerra no hubiese separado familias, no habrían muertos y no se hubiese derrumbado su mundo. Los puristas de sangre comenzaron una campaña de desconfianza en sus círculos que expandieron a través de susurros, llevando a la gente a temer y el miedo puede llevar a las personas a cometer los actos más atroces.

- La muerte de Hermione Granger no debe ser en vano – aclamó Kingsley Shacklebolt, Ministro de Magia ante el Wizengamot – nos servirá de lección como nuestra comunidad no está aún preparada para los nacidos de muggles ¡Es nuestro deber protegerlos! – exclamó en medio de aplausos.

Draco Malfoy no entendió como se llegó a tal conjetura pero pudo comprender las palabras de su padre aquel día en que se enteró de la muerte de Granger.

La muerte de la más conocida nacida muggle durante la guerra llevó a la eliminación de los mismos del Mundo Mágico. Ella luchaba por la inclusión en su mundo y sin embargo, había logrado el efecto contrario al desaparecer. Con rapidez extraordinaria, se sancionó la llamada Ley de Reubicación que fue un éxito ante los ojos de la comunidad. Todos los nacidos muggles podían elegir entre ser obliviados y devueltos al mundo muggle con recuerdos modificados, que crearían para su reinserción, o ser llevados a Azkaban como terroristas. Los niños de once años no serían llevados a Hogwarts hasta que no existiesen riesgos para su existencia.

No había opciones reales para ellos.

Su padre, si bien se encontraba bajo arresto domiciliario, se había enterado que quienes se oponían no eran llevados a Azkaban, si no que se les sumía en el encantamiento a la fuerza y se les reasignaba con los muggles, implantando falsos recuerdos de una "vida normal".

El Profeta fue documentando el progreso de la legislación, mostrando los avances que el Ministro lograba con sus leyes y ganando la simpatía del pueblo.

Draco creía que si Hermione Granger estuviese viva, esa ley jamás hubiese sido aprobada. Draco Malfoy podía imaginar como ella hubiese luchado ante el Wizengamot de la misma forma en que luchaba por la libertad de los elfos domésticos y los derechos de los hombres lobos, con furia en su mirar y claridad absoluta en su voz, con la frente en alto y el cabello revuelto. Sin embargo, sin ella, no había nadie que luchará contra el exilio. Los nacidos muggles no tenían voz que los represente y pronto, fueros expulsados de la magia.

- Si hubiese sabido que un Ministro miembro de la Orden iba a expulsar a los sangre sucia – dijo una vez su padre, con alegría en su voz – jamás hubiese apoyado al Señor Tenebroso.

Draco sintió estremecerse ante sus dichos.

El Niño Que Vivió Dos Veces se convirtió en una sombra de lo que fue. La valentía de Gryffindor fue aplacada y se transformó en un títere del Ministerio, apresando a todos quienes se encontraban en contra de las reformas de Kingsley. Sin su mejor amiga, él no sintió la fuerza para luchar contra la Ley de Reubicación. Su amigo pelirrojo desapareció de la vida pública y se recluyó en la casa de sus padres.

El Ministerio comenzó rápidamente a llenarse de simpatizantes del Que No Debe Ser Nombrado, ocupando puestos de importancia en el Ministerio y sólo los Mortífagos marcados fueron encerrados en Azkaban, donde ya los dementores no podían infundir miedo y como Draco creía, podrían escapar nuevamente.

Con los meses, y bajo la incredulidad de Draco, el Mundo Mágico comenzó a prosperar. Ya no existían líneas divisoras entre los magos al eliminar a los nacidos muggles y la sola mención de ellos, era un tema prohibido socialmente.

Los mestizos decidieron apoyar la nueva legislación, por miedo a ser los siguientes expulsados.

El miedo era una herramienta poderosa que terminó logrando su cometido.

Draco Malfoy regresó a Hogwarts a terminar su séptimo año, tratando de pasar desapercibido, evitando los problemas e incluso rogando a la Directora McGonagall que le permita tomar Estudios Muggles como prueba personal que había dejado de creer en los prejuicios en base a la sangre, como asimismo, en memoria de la fallecida profesora Charity Burbage y aunque no lo dijese en voz alta, también de Hermione Granger. McGonagall asintió en comprensión. Aún así, su regreso no fue fácil. Sus compañeros lo evitaban, los más jóvenes le temían y la mitad de su casa no regresó inmediatamente después de la guerra.

Muchas veces se distraía mirando la mesa de Gryffindor, buscando la salvaje cabellera ausente.

Las clases se sentían vacías sin la molesta voz de la sabelotodo.

La Biblioteca estaba incompleta sin la visión de ella estudiando en su mesa preferida.

Aquel lugar ya no era el Howgarts que él extrañaba.

Al terminar su año, habiéndose graduado como el mejor de su generación ante la ausencia de su rival académica, tomó la decisión de ir a visitar la casa de la leona a fin de dar cierre al vacío que sentía en su interior. No iría a la tumba donde sus restos se encontraban, pues temía ser sorprendido en el lugar y ello traería problemas a los que no quería exponerse. La casa de la infancia de la chica era mucho más segura para acudir, pues nadie sabía donde ella vivía. Nadie excepto él, el encargado por el Señor Tenebroso de asesinar a su familia. Si ella lo hubiese sabido, que Draco Malfoy tenía aquella misión para redimirse después del fracaso de la Torre de Astronomía, jamás hubiese testificado en su nombre. No importaba que de todas maneras le falló a su Señor al encontrar la casa vacía, sin pertenencias personales de ella ni sus padres.

Chica lista.

No había que ser un genio para darse cuenta lo que la chica había hecho. El Ministerio no lo hubiese autorizado, la Orden no lo hubiese permitido con falsas promesas de protección, así que debió haber sido ella quien se arriesgaría a algo así con tal de mantenerlos con vida. El amor puro que ella sentía por sus progenitores los había salvado.

Draco esta vez observó la fachada de la casa, tratando de reunir el coraje suficiente para volver a entrar al lugar. La primera vez que estuvo ahí, dos años atrás, soltó todo el aire de sus pulmones en un suspiro de alivio al encontrar el lugar vacío. Ahora se sentía mágicamente atado en la puerta sin poder moverse, aunque no había magia involucrada.

Atravesó la entrada después de varios minutos de vacilación y se dirigió a la habitación de paredes lilas que imaginó que perteneció a su rival. Juraría por su magia que aún podía sentir la esencia de Granger, ese aroma dulzón cercano a vainilla en el ambiente. Allí, Draco Malfoy se derrumbo por primera vez desde el día en que fueron atrapados y llevados a su hogar. Su mascara cayó de su rostro y la amargura escondida lo inundó.

- Lo siento – dijo mientras las lágrimas inundaban sus ojos – siento haberte llamado Sangre sucia, siento haberte molestado todos estos años y lo que más lamento es no haberte agradecido a tiempo que lucharas por mi libertad.

Se desplomó llorando en el piso, despeinando su cabello platino, recordando a la chica de cabello castaño ingobernable, recordando lo abatida que se veía aquel lejano día en su juicio. como se arrepentía de sus pecados anteriores, de no haberse disculpado a tiempo, de no haber agradecido en la oportunidad correcta.

Se quedó en aquella casa toda la tarde, aspirando el aroma que le recordaba a ella. Rememoró la primera vez que la insultó, la vez que apareció deslumbrante en su vestido azul en el baile de Yule en cuarto año, la ferocidad con la que enfrentó a Umbridge y el dolor en sus facciones al ser torturada por Bellatrix.

- Tú no debías morir Granger – dijo finalmente, secando sus lágrimas – desearía poder regresar el tiempo y hacer las cosas bien, poder salvarte.

Ella no debía morir.

Imaginó una vida donde se hubiese acercado de manera humilde a Potter aquel primer año, una vida donde hubiesen sido amigos. Sería una buena vida. Con amistades reales y el cariño de amigos.

- Quizás en otro universo – fue su reflexión.

Habiendo estado ya todo el día fuera de su hogar, decidió dar unas vueltas por los alrededores muggles cercanos al Callejón Diagon antes de regresar. Nunca lo había hecho antes y nadie sabría de sus acciones. Después de todo, su padre suponía que el siguiente paso del nuevo Ministro sería aislar completamente el mundo mágico. Al menos eso era lo que Lucius esperaba.

Sus pies lo llevaron a un área concurrida por muggles a tres calles de Diagon, donde una espesa cabellera castaña llamó su atención. Su cerebro le dijo que era imposible, que él mismo vio su cuerpo helado, pero sus pies tomaron la decisión por él de seguir a la muchacha que podría parecer una doble de Granger.

No puede ser.

No puede ser ella.

Los latidos de su corazón triplicaron su velocidad y Draco aceleró su caminar hasta que vio aquel arbusto llamado cabello ingresando a un café muggle, armándose de un valor desconocido para él, espero a las afueras del llamado Starbucks con cautela, vigilando a la chica que parecía haber robado el cabello de Granger y cuando la vio salir con un vaso en su mano, pudo reconocer claramente quien era la dueña mientras ingresaba con prisa a una librería muggle.

Reconocería en cualquier lugar esos ojos, esos pómulos, esa nariz. La había odiado demasiado tiempo para olvidar su rostro.

Ella estaba viva.

Hermione Granger estaba viva y Draco Malfoy sólo fue capaz de hacer lo que mejor sabía, huir corriendo del lugar para encerrarse en su mansión fría.