Por siempre Donald Duck


Disclaimer: Ducktales 2017 pertenece a Disney y a su creador Matt Youngberg.


De vuelta en casa


Sumary: Cuando Donald vio el aterrizaje de un cohete, supo que era su hermana.

Advertencia: Spoilers del capítulo 11 de Ducktales, segunda temporada.


Aunque a Donald no le gustaba la idea de dejar a su familia por un mes sentía que lo necesitaba. Había perdido gran parte de sus plumas y sabía que de seguir así terminaría perdiéndolas todas. Sus sobrinos eran temerarios, demasiado para su gusto. Sabía que harían cosas arriesgadas durante su ausencia y que su tío Scrooge estaría allí para protegerlos.

Estaba leyendo la guía del crucero e imaginando lo que haría cuando estuviera en este cuando notó algo en el cielo. Levantó la mirada y se encontró con un cohete. No tenía ninguna prueba, solo su corazón que le decía que en ese cohete se encontraba su hermana perdida. El crucero dejó de importarle, todo en lo que podía pensar era en Della y la posibilidad de volver a verla.

Salió corriendo, siguiendo el rastro del humo. Quería abrazar a su hermana, verificar que no estuviera herida. No le importaban los motivos por los que Della había decidido tomar la Lanza de Selene ni siquiera estaba enojado por todo el tiempo que estuvo ausente. Solo quería volver a verla y decirle lo mucho que la había extrañado.

Cuando llegó al lugar donde el cohete había aterrizado lo primero que vio fue a una mujer saliendo de este. Su cabello era largo, pero aún así podía reconocer en esa pata a la hermana que no había visto en más de diez años.

Corrió hasta ella y la abrazó con todas sus fuerzas. La escuchó toser un poco y se apartó ligeramente avergonzado. Nunca quiso lastimarla con su efusividad. Su voz que, normalmente era inentendible, resultaba imposible de comprender en ese momento por su llanto. Era tal la felicidad que sentía que no podía evitar llorar.

—Estoy en casa —fueron las palabras de Della mientras le devolvía el abrazo a su hermano.

El abrazo duró varios minutos. Ninguno dijo nada, las palabras no fueron necesarias para poder comprender lo que el otro sentía. Después de tantos años de incertidumbre, finalmente habían podido volver a verse.

—¿Qué hay de los niños? —preguntó Della, ansiaba tanto poder verlos.

Donald la tomó de la mano y se la llevó a rastras hasta la mansión de Scrooge McDuck. Estaba a punto de tocar la puerta cuando la voz de su hermana lo detuvo.

—No podemos llegar solo así. Tengo que causar una buena impresión.

—No creo que…

—¿Crees que deba ser formal o informal? —lo interrumpió Della y comenzó a imitar algunas reverencias bastante exageradas.

—Con un "Hola" es suficiente.

—Y si los abrazo —Della negó con la cabeza —. ¿Qué pasa si no me reconocen y los asustó?

—Eso nunca…

—Podría saludarlos en japonés. Es la primera impresión y tengo que hacerlo bien.

Antes de que Donald pudiera responderle a su hermana, la puerta se abrió. Scrooge, Webby y los trillizos se veían listos para una nueva aventura. Los bolsos y la pluma que Scrooge cargaba era prueba de ello. La conversación que tenían se detuvo en cuanto vieron a la pata del otro lado de la puerta.

—He regresado de la tienda con los cigarros —fue lo primero que dijo Della e inmediatamente se arrepintió por las palabras elegidas —. ¿Podemos hacerlo de nuevo?

La pluma que Scrooge sostenía terminó cayendo en el suelo, pero al pato mayor no pareció importarle. Sus ojos, que mostraban indicios de lágrimas, no podían apartarse de la sobrina a la que había dado por muerta años atrás.

—Tío Scrooge —le dijo Della, abrumada por todas las sensaciones que le provocaba el reencuentro.

—¡Mamá!

Los trillizos salieron de su estado de shock y abrazaron a Della con fuerza. Verla frente a ellos, con vida, parecía ser tan solo un sueño, pero la calidez de su abrazo era la prueba de que se trataba de algo real.

—Estoy en casa —murmuró Della entre lágrimas —, y nada hará que me separe de ustedes otra vez.