Mar de Verano
El Kraken:
El sonido de las olas y el olor a sal hacían que me sienta más fuerte de lo que soy, los Hijos del Hierro estamos hechos para él mar. Esperábamos la señal, La Victoria de Hierro era el barco de guerra más mortífero y rápido de la Flota del Hierro, encabezaba la marcha del centenar de barcos, con más de cinco mil Hijos del Hierro listos para destruir Lannisters.
Unos veinte barcos habían azotado el norte del Camino del Mar con diversos saqueos, el Señor de Lannisport había enviado un millar de hombres para detener a los incursores pero no se espera la sorpresa. El resto de los barcos asediaban Isla Bella a la distancia.
A la derecha de la Victoria de Hierro estaba la Silencio y a la izquierda Tormenta Roja de sus hermanos, el sol ya está oculto. Lannisport celebraba el Día del Nombre de la hija de su señor, si el Dios Ahogado nos bendecía, esa chica pronto será mi esposa de sal. Los tres navíos más veloces estaban cruzando el Canal de Lannisport amparados por la negrura de la noche, el puerto estaba dividido en tres secciones, la oriental donde se resguardaban los barcos que provenían de Essos y otros lugares lejanos, en la central se encontraban los barcos comerciantes de locales y algunos de Poniente, la parte occidental resguardaba la Flota de Lannisport conocida por los lugareños como la Flota del León, aquella era nuestro objetivo.
El Canal de Lannisport es normalmente vigilado día y noche, pero por la ocasión, todos estarían ebrios antes del ocaso, todos los cargamentos de vino que habían llegado recientemente a Lannisport habían sido condimentados con un potenciador del licor (cortesía de Euron y sus espías), los navegantes de las naves infiltradas abatirían a los pocos centinelas de la Guardia de la Ciudad justo antes de que Lord Lannister encendiera los fuegos artificiales traídos de Essos, momento en el cual toda la Flota del Hierro entraría sin piedad.
La información de la fiesta la había proporcionado Ojo-de-Cuervo, además de que informo de toda la estructura interna del puerto, inclusive tenía algunos infiltrados para sabotear a la Guardia de la Ciudad para que respondieran demasiado tarde.
Ya habían pasado varios minutos desde que las tres naves habían penetrado en el Canal de Laninsport, no habían dado la alarma, eso sería evidente.
«No desesperes hermano, si algo sale mal arrasa toda Lannisport con tu hacha». Le había dicho Euron antes de zarpar, seguramente el muy maldito esperaba que eso sucediera para acabar conmigo pero no le voy a dar ese placer. Tantee mi armadura asegurándome de que fuera tan fuerte como siempre, con ella puesta nadie puede derrotarme, soy la ira del Dios Ahogado.
«Lo que está muerto no puede morir».
Cerré los ojos y conté, uno… dos… tres… al abrirlos al cielo estaba iluminado con los fuegos artificiales del otro lado del Mar Angosto, mi llamado hacia la batalla, la señal del Dios Ahogado para la independencia de nuestro pueblo.
El centenar de barcos avanzo, desde la Silencio de Euron hasta la Ira del Dios Ahogado de Lord Blacktyde, casi un millar de remos empezaron su marcha hacia la gloria. Los arqueros de mi barco se pusieron en posición mientras yo veía como avanzábamos hacia Lannisport con una sonrisa. Me puse mi yelmo con forma de Kraken y di la orden de disparar a los centinelas que vieran, por muy distraídos y ebrios que estuvieran la entrada de un centenar de barcos era algo insólito e imposible de pasar por alto.
En pocos minutos ya estaban cruzando hacia la sección occidental del puerto, donde se encontraba la Flota del León, varios barcos de la Flota del Hierro se detendrían en las otras para asaltar los barcos y luego dispersarse para saquear la ciudad, por ahora solo espero.
– Su hacha Lord Capitán. – Me ofreció Dagon Pyke, era un joven alto y fornido pero aun tan verde como las tierras que estamos saqueando, un futuro guerrero.
– No mueras muchacho. – Le ordene con una sonrisa, el solo hecho de que un chico de apenas diecisiete años pudiera ofrecerme mi hacha la cual era un arma de guerra de tamaño proporcional al mío era signo de que el chico sería un futuro rey de su propio barco.
Al momento de estar cerca de la Flota del León y el puerto, alguien puso una antorcha enseguida en mi mano. En la parte de madera del puerto estaban varios Hijos del Hierro parados sobre cadáveres, el barco más cercano tenia escrito: «La Garra Dorada» aun costado, fue la primera en ser destruida, tome la antorcha y la arroje contra la nave.
Saboree cada dulce momento, desde antes de lanzar la antorcha hasta cuando iba cayendo en el barco. La antorcha cayó en la cubierta de una galera de combate, las llamas lamieron toda la madera en cuestión de segundos, otra antorcha fue puesta en mi mano pero no fui el único que quemo la Flota del León, del resto de la Flota del Hierro varios capitanes prendían en fuego a los barcos de los Lannisters.
– ¡Incendien toda la Flota! – Ordene a todos los de mi alrededor, la principal misión era acabar con la flota del occidente pero nada importaba si todas las fuerzas del oeste les atacaban antes de llegar a mar abierto. – ¡A tierra! ¡Mostrarles a los leones el poder del Kraken!
Desde la cubierta de la Victoria de Hierro podía verlo, la Guardia de la Ciudad empezaba a congregarse en el puerto para combatir a los Hijos del Hierro. Había más Hijos del Hierro que enemigos pero desde su posición por cada enemigo que caía dos más le reemplazaban, aunque estaban tan borrachos que no se notaba la diferencia.
Lannisport, Castillo de Lannisport
El Mediohombre:
El pan recién horneado estaba quemado, la sopa de champiñones casi no tenía sabor y peor aún, el vino estaba algo extraño, su sabor era un tanto dulce pero era mucho más fuerte que el vino dorado del Rejo común. Los bardos cantaban "Las Lluvias de Castamare" cada dos platillos como si hubiera algún Lannister, de la Roca o de Lannisport que no la haya escuchado, en mi opinión era alardear en exceso de una victoria y en el caso de Lord Loren Lannister, Señor de Lannisport una victoria que ni siquiera era suya.
Jaime bebía vino en silencio sin hacer mucho caso ni a los bardos ni a los bufones que animaban el banquete, aunque no es que ellos hicieran un buen trabajo.
«Iras al banquete del Día del Nombre de lady Cynthea Lannister en mi nombre quieras o no, ya es momento de que todos empiecen a conocer al hombre que eres, no al niño que fuiste» Le había dicho mi padre a Jaime, su respuesta «Solo iré si Tyrion me acompaña».
Ahora un enano deforme de apellido Lannister de mayor categoría que el León Hambriento (como lo apodaban sus súbditos por sus ansias de poder que al parecer nunca cumplía) se sienta en la mesa de honor del banquete de su hija, la ira de Lord Loren era disimulada pero aun así allí estaba.
La sala estaba infestada de personas de distintos tonos de cabellos rubios, no puedes voltear una piedra en Lannisport sin encontrarte a alguien apellidado Lannys, Lannetts, Lantells e incluso Lannister de ramas inferiores, Lannisport era el lugar donde acababan los hijos menores de los hijos menores de los hijos menores y al parecer todos habían acudido al banquete.
– Oye Jaime. – Llame a mi hermano, él fue el acusante de que quedara atrapado en este aburrido banquete y el me entretendrá… y puede que más tarde una chica pelirroja. – ¿Cómo crees que respondería Lord Loren si le pido la mano de su hija? – Le pregunte en voz baja.
– Seguramente te pediría dócilmente que para tener su mano tendrías que demostrar ser mejor con las armas que todos sus hermanos e hijos mayores. – Respondió luego de un pequeño segundo de ponerse tenso, hacía ya cinco años que había ocurrido lo de Tysha, el recuerdo aun dolía y enfurecía pero no podía estar enfadado con Jaime para siempre, no mientras él era el único apoyo en Roca Casterly. – ¿Qué pasaría si yo se lo pidiera?
– Que tendrías al orgulloso León Hambriento besando tu dorado culo hasta el día en que vayas a la tumba. – Dije entre risas, por momentos parecía volver a ser el de antes, aquel hermano que siempre mostraba vigor y vida.
Desde las otras mesas menores estaban los hermanos de Lord Loren, llevaban una recepción mucho más animada que Lord Loren, la cual se trataba en contar anécdotas sobre la Guerra de los Reyes Nuevepeniques en los Peldaños de Piedra o sobre como él había cruzado lanzas con el Toro Blanco hace treinta años o como su heredero había ganado el título de caballero. Si algo se puede decir de los Lannister es que saben engendrar hijos, Lord Gerion padre de Lord Loren había engendrado siete hijos, todos varones y hasta ahora el viejo Loren había tenido siete hijos y una hija, y mi abuelo el buen Tytos Lannister tuvo cuatro hijos y una hija.
– Necesitamos salir de aquí. – Propuse a Jaime aprovechando su momento de regresión. – La vida es corta, padre no me dejara zarpar a Essos, pero no hay necesidad, tu y yo podemos recorrer todo el Occidente juntos, tal vez ir hacia el frio Norte y ver aquel Muro del que tanto se habla ¿Te parece bien?
Demasiado tarde, asintió con la cabeza de una forma mecánica y se llevó otra copa a los labios sin molestarse en escuchar realmente, con el vino tan fuerte acabaría ebrio dentro de poco, pero se quedaría corto pues ya la mayoría de los presentes estaban tan borrachos como si fuera su último día de vida. Llega a cansar instarlo en abandonar sus penas en hacer cosas más provechosas que beber sin más, aunque no es que yo haga mucho más que eso, he pasado los últimos meses en los desagües de Roca Casterly pensando en mi estupidez al pedirle a Lord Tywin Lannister que hiciera caso a uno de mis deseos, que ingenuo error.
Bebí otra copa del vino de El Rejo y me centre en los invitados, cinco de los seis hermanos de Lord Loren estaban presentes; Ser Ryam, Ser Steffon, Ser Robert, Ser Alyn y Ser Leo presidiendo la cabeza de mesas inferiores aunque solo Ser Robert era capaz de articular palabras completas, el resto estaba tan ebrio que no sabía lo que decía. Ser Arnold Lannister heredero de Lord Loren estaba sentado a su izquierda, el resto de sus hijo Ser Geron, Aegon y Tyler estaban junto a él y nosotros en la mesa principal, a la izquierda del señor estaban última esposa Lady Gerena Marbrand y sus hijos menores; Gerold, Addam y el pequeño Tywin mamando del pecho de su madre, ese Tywin me agrada más que el adulto y canoso Lord Tywin, la doncella Lady Cynthea Lannister estaba a la derecha de su padre.
También ocupaban un lugar en nuestra mesa Lord Damon Marbrand primo de Lady Gerena y Señor de Marcaceniza junto a su heredero Ser Addam, Ser Tytos Brax el heredero de Valdecuerno, Lord Ronald Crakehall Señor de Refugio Quebrado, Lord Gawen Westerling Señor de El Risco entre otros pocos. Lord Loren era unos de los principales Señores del Occidente pero no de los más queridos, su arrogancia rozaba la que tendría un rey, sus modales eran «escasos o inexistentes» a decir de algunos e incluso su hermano menor Ser Leo había dicho una vez a Jaime, «Loren es un grano en el culo, no veo la hora en que Arnold tome el título de señor».
Ser Tytos dijo un chiste al otro extremo de la mesa y varios señores los siguieron, seguramente a costa de la joven Cynthea, pese a ser una Lannister era menuda, su cabello era como hilos blancos, sus ojos eran de un azul apagado y demasiado grandes y el rostro lleno de granos. Siendo sincero, si le dijeran a un caballero presente que tomase a una joven de aquí como esposa, seguro elegiría a una de las parientes lejanas de Lady Cynthea y no a la hija del señor de uno de los puertos más importantes de Poniente.
– Disculpe Tyrion ¿Sabes cuándo piensa zarpar tu tío Gerion,? – Me pregunto Ser Matthos Banefort, hermano del Señor de Fuerte Desolación, un hombre calvo de rostro duro como el acero, en pasado había sido compañero de aventuras de mi tío Gerion y mi tío Tygett cuando recorrieron Essos.
– Piensa que al final de este año, no está muy seguro. – Dije encogiéndome de hombros, recordé como mi padre había rechazado mi propuesta de ir con mi tío, aquello fue una gran desilusión.
– Apostaría a que tu tío si regresa de Valyria, incluso con Rugido. – Dijo Lady Arella Lydden la esposa de Ser Matthos con una sonrisa.
Rugido, era el nombre de la mítica espada de los Reyes Lannister de la Roca antes de que el buen rey Tommen II Lannister la perdiera junto a su propia vida en su viaje a Valyria. Aquello me dio un escalofrió en pensar en no volver a ver al tío Gerion quien siempre fue amable conmigo. Según las historias de Roca Casterly, Rugido era una espada larga de acero Valyrio, su puño era de oro puro y el puño tenia forma de un león dorado con ojos de rubíes. Una espada digna de un rey.
– Ojala y la encuentre. – Dije luego de beber una copa de vino. – Seria una espada digna de mi hermano.
Jaime se giró hacia mí después de mucho tiempo, su mirada era agria.
– Tales espadas son para los caballeros. – Replico en voz baja pero firme, Ser Matthos aparto la mirada mientras Jaime se levantaba de la mesa y se iba.
– Lamento si incordie a su hermano. – Se disculpó Lady Arella siempre cortes, algo más de lo que se podía decir de Jaime.
– Bah, lo raro seria verlo feliz. – Dije levantándome. – Lamento la reacción de Jaime, excusadme con Lord Loren. – Dije sirviéndome otra copa de aquel raro vino.
Padre no entendía y le irritaba la actitud de Jaime los últimos seis años, había ido a Desembarco del Rey con un pequeño ejército para salvarle la vida y lo había conseguido. Nada era gratis por supuesto, mi tío Tygett tuvo que permanecer en la corte, el Occidente tendría que enviar anualmente doscientos de nuestros hombres con algunos caballeros incluidos, y también acepto condiciones que nunca se habían visto.
El cargo de caballero era sagrado, todo caballero podía nombrar a otros caballeros, por muchos crímenes horribles que cometas siempre serás caballero. Jaime debió de ser el primer hombre de Poniente (y posiblemente el mundo) al que el Septón Supremo le despojara de su cargo de caballería. Eso, perder la Capa Blanca de la cual nunca había precedentes de un despido semejante y la perdida de Cersei llevaron a Jaime casi a la amargura y se le podía ver en la cara.
Los escasos momentos en los que se volvía a ver como antes, riendo, luchando y gozando de la vida era cuando Cersei viajaba a Roca Casterly cada año (aunque fuera con su señor esposo), visto lo visto no me cabe duda de que el pequeño príncipe que lleva el nombre de Baelon es más "león" que "dragón". Pero el Cersei no había pisado el Occidente en dos años y eso le empezaba a afectar.
El bardo había terminado de cantar "Las Lluvias de Castamare" por milésima primera vez y había empezado con "El Oso y la Doncella". Lord Loren puso mala cara, seguro fue una broma de alguno de sus hermanos proponer esa canción.
«Más que el León Hambriento le pudieron apodar el Cara Agría».
El León sin Honor:
La cabeza me daba vueltas, cuanto vino he bebido me es desconocido. El canalla de Tyrion había intentado hacer una buena broma como de costumbre… pero para mí es demasiado. Lo único que logra saciarme últimamente era el vino y la lucha. Ya son dos años sin ver a Cersei, la rabia me carcomía por dentro, desde que la muerte del Rey Loco seis años atrás no he podido volver a pisar Desembarco del Rey, Rhaegar Targaryen me lo prohíbo junto a ostentar el título de caballero, algo que por muy cruel que fueras nunca se le había arrebatado a nadie. El mismo Septón Supremo me despojo de ese título en el Gran Septo de Baelor frente a todo Desembarco del Rey poco antes del torneo celebrado por la coronación de Rhaegar.
Hacia menos de una luna me enfrente a la mitad de la Guardia de la Ciudad de Lannisport, los derrote a todos, cuando la furia toma el control puede ser para mejor o peor, en mi caso la ira me da fuerzas. Dos años sin ver a Cersei es abrumador… y también estaba el niño.
«Su cabello es oro batido no platinado, sus ojos son esmeraldas no amatistas. Es nuestro pequeño Jaime.» Le había dicho la primera vez que tuvieron él bebe a solas.
Bien podría ser cierto como bien no. Daeron Targaryen era en muchos sentidos un reflejo del rey en actitud, pero no en la fidelidad, Rhaegar había sido según todos un hombre comprometido a Elia Martell, e incluso ahora que tiene a Lyanna Stark, seguía sin prestar a tención a las otras damas (y otras no tan damas) de la corte, en cambio Daeron no se conformaba solo con Cersei, cada tres noches abandona el lecho de mi hermana para pasar la noche en compañía de alguna puta o eso decían… pero Cersei no pudo negar que seguía estando constante en su cama.
– Lo lamento hermano. – Me dijo Tyrion, ofreciéndome una copa. – Es una bebida de frutas de Lys, ya has bebido suficiente de este raro vino.
– ¿Tu diciéndome cuanto debo beber? – Pregunte con ironía.
– Sé que pasas por mucho desde hace años, pero por dios, en algún momento tendrás que superar que ya no eres un caballero.
– Miles de años ha existido la orden de la caballería, desde que los Ándalos llegaron a Poniente… no desde antes. – Le espete aunque en mis adentros grite «¡No solo es eso idiota!». – Y soy el único al que han deshonrado de esta manera.
– ¿Crees que tu vida es dura? – Replico frunciendo el ceño. – Intenta sobrevivir en un castillo donde tu padre te odia y que tu único amigo de verdad esta tan inmerso en su propia miseria que tienes que vigilar que no use su propia espada para acabar con su vida.
No podía estar diciendo eso. No he estado… o tal vez si…
Las puertas del gran salón se abrieron de golpe, el hombre que ingreso tenía cota de malla y una capa roja como las de los soldados de Lord Loren pero también tenía el rostro congestionado y preocupado, su boca tenía una expresión de miedo marcada a fuego. Lord Loren ser levanto furioso.
– ¡Si no es importante, te encerrare en las mazmorras! – Grito a todo pulmón el Señor de Lannisport.
– Los… los Hijos del Hierro… Atac… atacan la ciudad. – Logro decir soldado después de recuperar el aliento. – Miles de personas corren por las calles, están saqueando todo lo cercano al puerto y parece que queman la flota… la Guardia de la Ciudad está muy ebria para luchar.
La expresión de Lord Loren pasó de la ira a la incredulidad, de la incredulidad al miedo y de nuevo del miedo a la ira, empezó a marchar hacia la puerta donde se encontraba el soldado con la mano en la empuñadura, su intención no era clara y tampoco la descubrimos… trastabillo y tuvo que sostenerse de la mesa para no caer.
Cada señor vino con aproximadamente un centenar de espadas a lo mucho, la mayoría aquí en este banquete, la Guardia de la Ciudad serian cerca de mil quinietos hombres… aunque más de la mitad estén ebrios. Los hermanos e hijos mayores de Lord Loren, los cinco capitanes de la Guardia de la Ciudad y la mayoría de los señores del banquete estaban incapacitados para luchar… ni se diga comandar, así que no flaquee.
– Yo comandare la vanguardia. – Proclame mirando a Lord Loren, pálido como estaba. – Alguien desea poner alguna objeción. – Nadie se atrevió a alzar la voz, sonreí satisfecho. – No hay tiempo que perder, soy el hijo de Tywin Lannister, pueden seguirme… ¡Que todo hombre que pueda caminar me siga! – Ordene con voz firme.
–––
No perdimos mucho tiempo en la armería, el guardia informo que aproximadamente dos tercios de la Guardia de la Ciudad estaban tan borrachos que no podían sostener una espada, el otro estaba tratando de frenar a los Hijos del Hierro pero el ataque sorpresa los había dejado en desventaja. Los cabezas de sal hicieron una jugada arriesgada, las espadas disponibles en Lannisport era tres veces mayor a lo normal, si bien los que estarían de capacidad de frenarles de inmediato serian una décima de ellas.
Abandone la seda por el acero y cuero, la copa de vino por una espada con la hoja del mejor acero esmaltada por oro, y la silla aterciopelada por un corcel de guerra gris. Ser Tytos Brax, Ser Matthos Banefort, Ser Bernard Lefford y Ser Lyman Farman me seguían de cerca, cada uno de ellos con la suficiente sobriedad para no caerse del caballo, la vanguardia del contraataque se componía de unos mil soldados (una décima parte eran caballeros como no podían faltar) y unas trecientas monturas. Incluso los que salimos a combatir a los Hijos del Hierro estábamos mareados, se nos notaba en la forma de cabalgar, el corcel de Ser Tytos se tambaleaba de un lado al otro y Ser Lyman casi ni se podía sostener a su montura… incluso yo, aun con la adrenalina al máximo siento como si todo diera vueltas.
La ciudad estaba sumida en el caos, fuera del castillo, hombres y mujeres corrían para alejarse del puerto, Hijos del Hierro armados con hachas y espadas se adentraban en las casas, la Guardia de la Ciudad luchaban contra ellos pero parece ser que todos estaban tan ebrios que no distinguían amigos de enemigos… ya no hay dudas, el vino tenía algo.
Grite con furia y arremetí contra los "hijos de puta del Hierro" con brío.
El Lord Capitán:
Desde que toque tierra no he dejado de matar. Los soldados del león no paran de atacar, si bien solo tres de cada diez está en posición de dar un ligero calentamiento.
La punta de acero de una espada choco contra mi coraza de la espalda, la hoja reboto ante la gruesa capa de hierro y a mí me provoco un breve pinchazo. Me volví y lanzo un hachazo, el yelmo del idiota se partió en dos y su cabeza estuvo a punto de acabar igual.
Los Hijos del Hierro iban y volvían, cada uno cargando todos los objetos de valor que encontraran y los colocaban en un barco para luego volver al saqueo. Aeron cinco veces fue a saquear y cinco veces volvió con las manos llenas de collares de perlas, oro o plata. Una facción de nuestro poderío saquea la tercera mayor ciudad de Poniente mientras que la otra se encarga de defender nuestro paso al mar.
Los soldados del león atacaban sin siquiera saber a qué, habían venido al puerto, guiados por el fuego de la "flotilla de veinte barcos" quemándose, pero no distinguían bien a enemigos de aliados, el vino de Ojo-de-Cuervo debía estar embrujado o algo peor.
Una flecha paso vacilante junto a mi cabeza, vi a su arquero por el rabillo del ojo izquierdo, temblaba y apenas sostenía el arco, no era más que un joven rodeado de sangre y acero por doquier, tome la espada de un soldado caído y la arroje contra aquel que tuvo la osadía de dispararme. La hoja de acero se clavó en el cráneo de un Hijo del Hierro que se había puesto en medio, el arquero murió si, pero por una lanza que le atravesó el pecho.
Los enemigos aumentaban más y más, fáciles de matar, sí, pero aumentaban. Dentro de poco la hueste del castillo contraatacaría con algún ridículo señor rubio a la cabeza… y seria su fin.
El hacha se movía a diestro y siniestro asesinando a cada hombre que estuviera a su alcance, después de los primeros minutos de combate mis enemigos parecieron tomar conciencia del peligro que representó, por cada enemigo que mató tres más me atacan, por suerte mi armadura tiene pocos puntos débiles y nadie sobrevivía para asestar un segundo golpe.
Los soldados del león hasta ahora no son tantos como para que rechazaran nuestro ataque pero tampoco son tan pocos como para sucumbir ante nosotros. No importa, hasta ahora el plan de Euron está saliendo a la perfección. Cada segundo que pasa es una victoria, las viejas costumbres volverían bajo el mando de Balon… del rey Balon.
Clave mi hacha tan profundo en el rostro de un soldado que tarde unos segundos en retirarla del cadáver, unos segundos indefenso y otra de las escurridizas ratas intento ensartarme. El hacha salió del cadáver y aquella sanguijuela que intento golpearme termino con perdiendo la cabeza con la misma facilidad que un cuchillo contra la mantequilla.
«Ese casi me da».
Me volví hacia la flota, las llamas ya decoraban todo el paisaje, la cabeza dorada del león que coronaba la entrada al puerto había caído y estaba siendo desbaratada en varios pedazos para su transporte, la zona más cercana al embarcadero es controlada por nosotros… puede que incluso logremos quedarnos con Lannisport. El sabor de la victoria era dulce… y duro hasta que volví a girarme. Centenares de hombres se dirigían contra las tropas del Hierro, a la cabeza iba un Lannister de cabello rubio si… pero la armadura y espada dorada junto al yelmo en forma de león solo podía significar una cosa...
«El Matarreyes».
Sonreí… Victarion el Mataleones es como me conocerán ahora, tal vez no Lannisport pero si la cabeza del Matarreyes. El Matarreyes solo acabo con tres Hijos del Hierro de una sola embestida, al primero le atravesó el estómago para inmediatamente bloquear el golpe del segundo, chocaron tres veces las espadas antes de que el filo de la hoja cortara la garganta al que no tenía armadura. El tercero intento escapar de él pero este saco un puñal y se lo arrojo al cobarde, el filo le atravesó la espalda y del impacto le arrojo al mar. Tres menos de nosotros… y apuesto a que ya habrán asesinado a la mayoría de los que volvieron a la ciudad a saquear… dentro de poco va a ser momento de retirarnos.
«Del mar somos y al mar hemos de volver»
Pero ataque. Cinco ratas con armaduras sucumbieron ante el hacha antes de llegar hasta el Matarreyes.
El Matarreyes:
Un imbécil del Hierro intento matar a mi caballo pero pare el golpe en seco y le corte la garganta de un revés con la espada, ningún invasor tenía un solo caballo. El siguiente que me ataco fue con una lanza, frene la punta de acero con el escudo de roble y le aseste un tajo en todo el cráneo. Somos mil doscientos, la Guardia de la Ciudad son tres mil… y nuestros enemigos apenas y alcanzan los tres mil según los informes de los que acudieron al castillo.
Durante la marcha nos encontramos con varios Hijos del Hierro saqueando la ciudad, asesinamos a algunos pero muchos se habían escapado. El paso al embarcadero oeste estaba bloqueado por el grueso de las fuerzas enemigas, sonreí, no hay de qué preocuparse,
Me lance en picada, ni un solo caballo para detenerme, el filo de la espada dorada rebano el cuello de un "cabeza de sal" antes de que supiera quien lo asesino, uno por uno los fui matando a todos, todo aquel que estaba al alcance de mi hoja moría. La batalla iba cambiando, Ser Matthos le abrió el cráneo a un hijo de puta de un solo tajo desde el caballo y Ser Bernard Lefford remato a un enemigo caído de una lanza en el pecho (ni idea del destino de las monturas con las que habían llegado a la batalla), Ser Tytos Brax se batía a duelo en con un isleño que tenía un escudo de madera pintado de verde y negro pero Ser Lyman Farman le habían desmontado del caballo y se encontraba rodeado de enemigos, aun así la batalla está a nuestro favor.
Me dirigí directo hacia la entrada al puerto, custodiada por varias decenas de hijos de la sal, el filo de mi espada segó la vida de varios enemigos antes de que él cayera. Un filo de acero pulido decapito a mi semental, acabo en un instante y termine rodando en el suelo.
La bestia gris se desplomo como un costal de harina, un intenso dolor recorrió mi espalda por la caída pero me obligue a reincorporarme, o no habría futuro. Al mire a mi atacante atónito, era la versión marina de Ser Gregor Clegane, mucho más grande y fornido que yo, usaba una armadura de puro hierro que no dejaba ver puntos débiles, usaba un yelmo en forma de kraken y para colmo poseía un hacha enorme que de seguro me partiría en dos si le doy la oportunidad. El gigantesco cabeza de sal que arremetió contra mí, lanzo un hachazo hacia mis costillas, detuve su acero con el roble y cuero del escudo a costa de que el mismo casi se rompiera en dos y corrí el riesgo de volver al suelo.
«Este tiene la misma fuerza que la Montaña»
El próximo hachazo lo detuve con acero no con madera, esta vez resistí el embate de pie. El acero choco contra el acero cinco veces antes de que pudiera golpearle, un tajo limpio en el pecho de su adversario y ni se inmuto.
Sentí un potente y doloroso golpe en la nuca, al darme cuenta el Kraken se alzaba ante mí con su gran hacha empuñada desde su lado plano. La cabeza me zumbo y por un minuto morí… pero ahora estoy de vuelta. Sentí la sangre brotando de mi cabeza desde dentro del yelmo, estoy cansado y mi siento un dolor de cabeza agudo pero no puedo ir a buscar a un Maestre, esta vez fui yo quien arremetió contra el Hijo del Hierro, fui infinitamente más veloz que el gigantón y este no era tan bueno defendiéndose como si era atacando pero su armadura hacia que todos mis tajos y cortes resultaran menos que inútiles. Lance un tajo a la cabeza del Kraken pero este el gigante lo esquivo y contraataco con su monstruosa hacha, por un segundo tuve miedo, levante el brazo del escudo para parar el golpe, el impacto me hizo retroceder varios pasos y me había destrozado el escudo.
Grite aunque el sonido de mi agonía fue ahogado por el de la carnicería de mi alrededor, la mano izquierda estaba rota y maltrecha como nunca antes lo había estado. No había terminado de retroceder cuando tuve que volver a parar el acero de la maldita hacha, la espada detuvo el golpe en seco… y luego chocamos armas una vez y otra vez y otra vez. Era peor que el Caballero Sonriente, su ataque era monstruosamente duro y su defensa casi impenetrable… "casi".
El hacha vino desde la derecha, esquive el filo y le clave firme la hoja de mi espada en un punto débil que logre ver, el acero atravesó desde la axila hasta el hombro derecho pasando entre la armadura. El cabeza de Kraken se estremeció y un ruido ronco salió de su yelmo, sonreí, era mi oportunidad, saque el puñal que tenía en mi cinto… la hoja de hierro corto el lado izquierdo del cuello y use mi espada para golpearle con la empuñadura en todo el yelmo para alejarle.
Aquel gigante del mar retrocedió estrepitosamente. El dolor de cabeza era insoportable, pronto ya no podré luchar pero oh, que sepan todos los dioses que me llevare a este Greyjoy por delante.
El Lord Capitán:
El dolor me carcomía, una punzada de dolor constante me recorrió el costado donde el maldito Matarreyes me atravesó la carne, era el primero que lograba atravesar la gran armadura que me investía, todo el brazo derecho y el lado izquierdo de su cuello ardían de dolor… pero lo resistió. Alce el hacha y lance un tajo directo al yelmo de león, el Matarreyes logro detener el golpe con su espada pero esta salió de su mano, lejos de su alcance… aunque su cuello seguía intacto. El Lannistervolvió a sacar la condenada daga para enfrentarse contra mi gran hacha, solté una carcajada amarga y sonora… «Lo que está muerto no puede morir».
El dolor se intensificaba con cada paso que doy, cada musculo que muevo, mis ataques se estaban volviendo torpes y cada vez tenía menos fuerzas para blandir el hacha, el Matarreyes danzaba sin atreverse a atacar por temor a perder la cabeza… porque solo bastaba un pequeño empujón para que se desprendiera de su cuello. El Matarreyes estaba frente a mí, con una miserable daga de unos pocos centímetros de acero… pero yo en cambio estoy peor herido y perdiendo fuerzas… entonces sonó el cuerno de retirada.
El joven león se distrajo, grave error. Le aseste en toda la cabeza un golpe con la parte plana del hacha derribándolo… el yelmo dorado de león cayó al piso partido en dos. Su cerebro debía estar hecho puré y derribado en el suelo enfrentando a un guerrero mucho más grande que él, pero aun empuñaba obstinadamente la daga. Rematarlo era tentador pero el acero pulido de mi armadura ya está muy manchado con la sangre de la persona equivocada y la mayoría de los Hijos del Hierro estaban replegándose a los barcos, nos superan por mucho en número, el grueso de sus fuerzas se encontraba a pocos pasos. Me volví dirigiéndome hacia la Victoria de Hierro.
FIN.