Esta historia participa en el III Fest del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black" y está basado en el prompt No. 50 "En el que Remus trabaja en rescate animal. Y compite con Sirius"

Gracias a Nea Poulain por betearme.


Capítulo 3

Al día siguiente, cuando llegó al albergue le sorprendió ver a Lily ahí, normalmente él llegaba antes que ella. Lucía radiante, con la misma ropa del día anterior, pero con el cabello mojado de que acababa de bañarse.

―Fue todo un éxito, asumo ―la saludó Remus alzando una ceja.

―¡Fue maravilloso! ―gritó Lily sin poder contener su emoción un segundo más― Oh, Rem, me la pasé increíble.

―Me alegra ―le dijo sinceramente Remus sonriéndole. Después de lo que le había contado Sirius la noche anterior, no le cabía duda de que James fuera un chico decente.

―¿Y tú qué tal la pasaste con Sirius Black? ―le dijo Lily, alzando ambas cejas de manera sugerente al tiempo que decía el nombre del chico.

―Bien ―Remus se encogió de hombros.

―¡¿Sólo bien?! ―exclamó Lily―. Quiero detalles, Lupin.

Remus soltó un suspiro. No había forma de darle la vuelta con ella.

―Hablamos, cenamos, me llevo a la casa en su moto...

―¿Tiene una moto? Oh, por dios, ¡Remus! ―Lily se emocionó mucho con la noticia.

―Y eso fue todo ―continuó Remus como si no la hubiera escuchado.

―¿Eso fue todo? ¡Remus Lupin! ¡¿Eso fue todo?! ―Lily parecía algo decepcionada.

―Sí, eso fue todo ―dijo Remus, tomando la agenda de su escritorio y buscando el―. Hoy vienen personas a ver a Albóndiga y a Pongo y otra persona dice que quiere ver si adopta alguno ―cambió el tema por completo.

Lily estaba sin habla, mirándolo incrédula. Remus salió por la puerta que daba al jardín con los perros. Pero antes de salir se asomó por el marco de la puerta y dijo:

―Tenías razón: me gusta Black ―se dio la vuelta antes de que Lily pudiera contestarle algo.

Fue una mañana muy provechosa. Tanto Albóndiga como Pongo fueron adoptados y la persona que había ido había decidió adoptar a Caramelo, una perrita ya mayor que era dulce como su nombre. Remus estaba muy contento, aunque en realidad, su mente estuvo todo el tiempo recordando la noche anterior con Sirius, repasándola.

La vibración de su celular lo sacó de sus pensamientos.

* 16:13 Número no registrado: Hoy adoptaron a tres de los perritos de la camada del otro día -Sirius *

Remus no pudo reprimir la sonrisa y esa sensación cálida que lo embargaba por todos lados.

* 16:13 Lobito: Me alegra mucho. *

* 16:14 Lobito: ¿Cómo conseguiste mi teléfono? *

* 16:14 Sirius Black: El cartel *

* 16:16 Lobito: Ah, claro, me olvidé de eso *

* 16:16 Sirius Black: ¿A qué hora sales de trabajar? ¿Quieres ir a tomar algo? *

* 16:17 Lobito: Salgo en una hora *

* 16:18 Sirius Black: ¡Bien! Paso por ti, nos vemos al rato *Emoji perrito* *

Durante la hora siguiente el estómago de Remus fue un nudo gigantesco de nervios. Si lo de la noche anterior había sido una especie de cita, eso otro definitivamente iba a ser una cita. Esperaba que Sirius le mandara un mensaje para él salir, pero en vez de eso tocó la puerta. Alcanzó a escucharla y corrió al interior para abrirla. Antes de que llegara a ella, Lily se adelantó ―las ventajas de que su escritorio estuviera más cerca―.

―Evans, ¿cómo te va? ―saludó Sirius.

―¿Sirius? ―Lily alzó la ceja y volteó a ver a Remus acusadoramente. Remus se sonrojo.

―Uhm, hola Sirius ―dijo Remus―, ¿quieres pasar? Ya estaba por terminar, sólo voy a terminar de guardar a los perros.

―¿Puedo acompañarte? ―preguntó Sirius―, la verdad es que tengo curiosidad.

―Eso fue todo, sí cómo no ―murmuró Lily entre dientes.

―¿Qué dices, Evans? ―preguntó Sirius. Remus se apresuró a empujar a Sirius hacia la puerta trasera mirando a Lily amenazadoramente para que no dijera nada más.

En cuanto Sirius vio a los perros se le iluminó el rostro y dio un grito de alegría que hizo que éstos lo vieran. Los tres que estaban sueltos ―por suerte Remus ya había guardado a la mayoría en sus jaulas ―se lanzaron al mismo tiempo para saludarlo. Sirius los recibió a todos y se puso a acariciarles y a hablarles con ternura.

A Remus casi se le sale el corazón al ver a Sirius así con los perros. Si aún hubiera albergado alguna duda de que ese hombre adoraba a los animales, al verlo así se habría borrado.

Le sorprendió sobre todo que Hocicos, quien normalmente se mostraba receloso con los desconocidos, parecía ser el más emocionado de los tres perros.

―¿Cómo se llaman? ―le preguntó Sirius, mirándolo desde abajo, pues se había agachado para acariciar incluso a los perros pequeños. Hocicos aprovechó la distracción para soltarle un lametón en la mejilla que hizo que Remus se riera. Sirius se rio también, limpiándose con la manga de su chaqueta mientras reñía en broma al perro.

Tardaron un rato más en salir del albergue, pues luego de guardar a los que estaban sueltos, Sirius le insistió que le presentara a todos y a cada uno de los perros.

Sirius llevó a Remus a uno de sus lugares favoritos para comer.

―Esta cafetería es de mi amiga Marlene y tiene los mejores scones de arándano del mundo ―le explicó cuando Remus preguntó a dónde irían.

Los recibió una chica rubia, más alta que Sirius, lo cual le pareció divertido a Remus y que los saludo con gran efusividad.

―Con que éste es el famoso Remus ―dijo al saludarlo provocándole que se sonrojara por completo―, es todo un honor conocerte. Me alegra que por fin hayas sucumbido a los encantos de Sirius.

Remus carraspeó y miró a Sirius, en busca de ayuda, y vio que estaba igual de rojo, lo cual fue una especie de alivio.

Los pasó a la «mesa especial», como ella lo llamó. La cafetería tenía dos pisos, y en el de arriba había una sección que tenía un balcón que daba al río. Desde ahí se podía ver la abadía Wenmister y el Big Ben. Era una especie de cuartito privado en el que había una mesita y sillones. Del marco de la ventana colgaba una serie de foquitos.

Marlene les llevó un plato con scones ―Remus reconoció que eran los más ricos que había probado―, café con leche para Sirius y Earl gray con leche y miel para Remus.

―Hay algo que quiero preguntarte ―dijo Sirius de pronto, en uno de los silencios que para nada resultaban incómodos. Remus alzó las cejas mientras bebía su té.

―Yo sé que técnicamente es la primera vez que salimos, y sé que antes de ayer tu pensabas que era un cruel asesino de perritos…

―Perdón por eso ―lo interrumpió Remus. Sirius hizo un mohín para restarme importancia.

―Y probablemente pienses que todas las veces que te coqueteaba lo hacía para molestarte. Pero no.

Remus temía que su corazón fuera a romperle las costillas, de lo rápido que latía.

―El caso es que me gustaría intentar algo serio contigo ―continuó Sirius, sonriendo ante el evidente juego de palabras con su nombre―, eso si tu quieres, por supuesto.

No tenía palabras, así que Remus únicamente asintió, sintiendo cómo le dolían los cachetes de tanto que sonreía.

Sirius se recorrió a la orilla de su sillón, quedando tan cerca de Remus que sus rodillas chocaban con las suyas.

―¿Puedo besarte? ―preguntó Sirius. Nuevamente Remus sólo pudo asentir e inclinarse hacia el frente, para facilitar el beso.

FIN